Captura de pantalla de su entrevista en Pagina2 con motivo de la publicación de su última novela, Tostonazo. (Canal de Youtube de la2)
Más
que un fenómeno literario, que lo fue y de una manera apabullante,
Los asquerosos de Santiago Lorenzo, para mi fue
un descubrimiento personal que me hizo crecer y reflexionar, a
la par que divertirme, a través de las páginas de una novela
generacional, irreverente y descriptivamente certera del
estado de las cosas. En particular sobre las que rondan mi cabeza
desde hace unos años.
Yo
no voy a ser un pedante de pega, que reniega de Los Asquerosos,
la califica de la “peor novela de Lorenzo” porque, “¡oh!”
resulta que afirma haber descubierto al más castellano de los
autores actuales con algunas de sus obras anteriores. A Los
millones, Los huerfanitos, Las ganas yo llegué a
través de las páginas de Los Asquerosos, y de las
recomendaciones más mainstream posible que enmarcaba en
Zarzahurdiel, una Arcadia convertida en espacio vital de Manuel, del
autor y de todos nosotros. Antes para mi, como para la mayoría, pues
estamos hablando de unas novelas cuyas primeras ediciones estuvieron
sobre los 4.000 ejemplares vendidos, Santiago Lorenzo no existía. Y
apareció y se convirtió en referencia cuando me convertí en uno de
esos que atesora una primera edición de Los Asquerosos,
a parte de media docena más de adquisiciones para regalar de esos
200.000 libros que ha vendido hasta ahora de esta magnífica
novela.
Ni
que decir tiene que no puedo más que recomendar todos los trabajos
de Santiago Lorenzo. En Los millones, del año 2010, la trama
transcurre en torno “uno del G.R.A.P.O. al que le toca la Lotería Primitiva y no puede cobrar el premio porque no tiene DNI”. En
Los huerfanitos, de 2012, los protagonistas son unos hermanos
que se han quedado tirados por los desfalcos de su padre putativo, y
en cómo tienen que ingeniárselas para echar hacia adelante un
proyecto escénico que permita aliviar las deudas del progenitor y la
caradura de todos los que pululan por el teatro heredado. Con Las
ganas, de 2014, Santiago Lorenzo nos habla con su habitual
sorna y lucidez de la soledad y la falta de oportunidades de un
desgraciado cualquiera para poder catar el sexo complementario. Sobre
Los asquerosos ya os hablé. Y en cuanto a su última novela
(a parte de un libro de relatos breves), Tostonazo, el autor
vuelve sobre su pasado en torno al mundo del cine con las vicisitudes
de un joven sin oficio ni beneficio, que le pega al anís y que
primero acaba de meritorio en una productora chusca, y después como
acompañante de un viejo malencarado de una pequeña capital de
provincias.
Antes
de su particular exilio al mundo rural y al de la escritura
como profesión a tiempo parcial, Santiago Lorenzo presenta una etapa
inmerso en el mundo del cine, tanto como productor, guionista (de
hecho alguna de sus novelas han sido guiones de cine reconvertidos) y
director. Fruto su idilio con las películas es una sólida carrera
en cortos y mediometrajes, así como dos obras. La última, una
prescindible comedia facilona de la que reniega y le mando directo al
mundo de las letras. Y su ópera prima, Mama es boba, una comedia personalísima, del año 1997, en la que el escenario, la
Palencia de antes del siglo XXI es un personaje más a través del
asfixiante, verdulero y metomentodo ambiente que recrea sobre la
familia protagonista. El niño nos hace de narrador dándose cuenta
de que todo el clan es víctima de la chanza de sus convecinos,
cuando no de su escarnio y acoso público y notorio, verbal e incluso
violento (cuidado con como presenta Lorenzo en sociedad el acoso
escolar hace ya más de 25 añazos), al calor de las ocurrencias,
vagancias y malajes venidos de la capital del reino a hacer eso
precisamente: un buen capital y a reinar a costa de los provincianos.
Los padres son unos auténticos desgraciados, cuya bondad y simpatía
es tomada a guasa, junto a una calamitosa incapacidad social y unas
luces más bien cortas, tirando a inexistentes. Por eso al final, la
resolución -que os dejo a vuestro descubrimiento- se hace la única
y coherente para continuar con sus vidas.
Fruto
de esta etapa vital en el mundo del cine Santiago Lorenzo ha
heredado su profundo conocimiento sobre el medio, así como su gran
pasión en la construcción de escenografías y maquetas, actividad
que hace para goce propio, pero en la que había destacado en su
pequeña productora cuando trataba de arrancarla. De casa ya venía
con un humor muy propio y un ingenio capaz de dotar a sus
escritos de mucha frescura y agilidad. Su prosa es directa, en
cascada y llena de humor. Y sus personajes resultan muy singulares,
con profundos claro-oscuros, donde las miserias y las genialidades se
combinan de azarosa forma sobre situaciones cotidianas que se
resuelven de forma inesperada, pero no carente de realismo.
Otro
aspecto fundamental en la obra de Lorenzo es la creación y
desarrollo de los personajes, tanto protagonistas, como secundarios,
que
se convierten en inolvidables al destilar unas personalidades
complejas, a veces contradictorias, y con matices reales que los hace
al lector reconocibles y cercanos. Hombres y mujeres con los que empatizar,
o a los que directamente detestar.
Con
todo ello, parecen subyacer notas autobiográficas del propio autor
en personajes, situaciones, causas y consecuencias, que combinadas
con la propia originalidad de los planteamientos de Santiago
Lorenzo,
hacen que se acerque a realidades sociales y políticas de forma
sutil, pero sin hacer amigos. Despieza este mundo que nos ha tocado
vivir en las crueles, incoherentes y marcianas
conductas que provoca, al tiempo que lo despoja de cualquier matiz
aleatorio y natural, para presentarlo en su relación clara e
inequívoca con el comportamiento del ser humano actual, tan
entregado al individualismo y al placer inmediato. De este modo,
consigue una
crítica a la par certera y divertida de la actualidad contemporánea
ofreciendo una mirada lúcida de la realidad que nos invade.
De
esta forma, llegamos al punto que define la forma de escribir de
Santiago Lorenzo que es esa fina
línea que separa lo trágico y lo cómico,
lo cruel de lo divertido, el drama de la risa, o en definitiva, lo
positivo de lo negativo. Temas universales como el amor, el sexo, la
amistad, la soledad, la aceptación, y la búsqueda de la felicidad
sirven para hacernos pasar unas horas divertidísimas leyendo, a la
vez que podemos reflexionar sobre nuestras propias miserias y
existencias.
En
general, solo puedo decir que os acerquéis a la
obra de Santiago Lorenzo
porque os va a hacer mejores personas y os va a hacer divertiros. Un
autor diferente, hecho así mismo (manida
frase hecha, pero que en este caso es totalmente
definitoria),
con sus propias contradicciones, miserias y aciertos, y que
presenta un relato trascendente, profundo y revelador.
En
1965 se estrenaba The Agony and the Ecstasy, plasmada en
castellano como El Tormento y el Éxtasis, película histórica
de género dramático, ambientada en la Roma del Renacimiento
italiano, en el siglo XVI (el Cinquecento) dirigida por el
director inglés Carol Reed sobre un guión basado en la novela
biográfica del mismo título publicada ese mismo año por el
escritor norteamericano Irving Stone.
The
Agony and the Ecstasy
Director:
Carol Reed
Guión:
Philip Dunne sobre un texto de Irving Stone
Año
de estreno 1965
Origen:
Estados Unidos, Italia.
Duración:
126 minutos.
Idioma(s):
Inglés (IMDB, 2023).
La
película tuvo una recepción limitada en su tiempo con un respaldo
del público en taquilla modesto y de la crítica bastante frío, en
un contexto para el cine norteamericano muy mediatizado por el gran
éxito de las grandes producciones de época, los conocidos pupuls
o películas ambientadas en la Antigua Roma, que mezclaban
historia y epopeya en películas de aventuras con apariencia de
dramas históricos.
Pareciera
como si en aquel momento ni siquiera el extraordinario cartel con dos
de los grandes nombres del cine del momento, Charlton Heston y Rex
Harrison, hubiera podido animar a los espectadores a escoger esta
película en un año en el que los premios les fueron esquivos bajo
el fenómeno de Sonrisas y Lágrimas (junto a Doctor
Zhivago, ElTormento y el Éxtasis son las dos
grandes “damnificadas” de la película de Robert Wise).
Probablemente
fuera el tema y muy especialmente el tono elegido para narrar la
historia lo que marcó la primera andadura de la obra de Reed. Sin
embargo, y con justicia, ha pervivido como una obra de culto,
imprescindible para quienes gustan del buen cine, más si cabe de ese
que te cuenta cosas con las que aprendes y con el que puedes
filosofar. Una película que sin duda ha envejecido de muy buena
forma, a la que no le pesan los años, ni siquiera en las
interpretaciones (y tampoco en el doblaje al castellano, ya que para
escribir esta entrada he visto la película primero en versión
doblada, y luego la versión original).
En
cuanto al tema no podría haber uno más trascendente y a la vez
singular. Roma, 1508. Los Estados Pontificios se encuentran ante una
encrucijada al ser hostigados por varias potencias europeas, y
principalmente por la familia Borgia desde dentro de la península
itálica. En noviembre de 1503 Giuliano della Rovere asciende al
papado con el sobrenombre de Julio II y sustituye al fallecido papa
Pío III quién sólo ocupó el papado 25 días tras la muerte de
Alejandro VI, el valenciano de Xátiva Rodrigo de Borja (Borgia
italianizado) que en conveniencia con sus hijos Juan, Pedro, Lucrecia
y sobretodo César había despojado al estado papal de muchas de sus
posesiones, en especial las marcas hacia el Norte (“pequeños”
territorios asimilados por ciudades-estado y regidos por los ducados
que eran empleados como campos de cultivo), para afianzar a la Casa
Borgia dentro de la nobleza de la miríada de ciudades-estado y
repúblicas italianas de la época.
Julio
II se ve en la necesidad de recuperar todo el terreno perdido para
los Estados Pontificios y al mismo tiempo de ganar poder para su
apellido, por lo que su papado llevará una triple estrategia. Por un
lado, ampliará los tentáculos de la política interna en la Iglesia
y el estado papal (ambos lo mismo) empleando los tradicionales usos
del nepotismo y el clientelismo para afianzar a familiares suyos
tanto en la curia como en la nobleza italiana, sin obviar el empleo
del matrimonio de conveniencia, la extorsión o las alianzas más
insospechadas. Al mismo tiempo empieza una concatenación de guerras
de defensa primero, y luego de expansión y dominio de los Estados
Pontificios por toda la Península Itálica, pero con ramificaciones
a Cerdeña, la Provenza francesa, el Sur de Alemania o incluso
Navarra. Fruto de esta intensa actividad guerrera le lleva a fundar
la todavía hoy presente Guardia Suiza. Su anhelo principal es
unir a todos los estados italianos para lograr una unificación
italiana bajo la fuerza aglutinadora de la religión católica, con
Roma como capital y él como Rey. Esta actividad le llevó a grandes
campañas fuera del Vaticano, liderando sus tropas y mostrándose al
mismo tiempo como un gran estratega militar y un no menos diplomático
manipulador, que sin embargo, a su muerte no había conseguido la
unificación italiana, pero si restituir muchos de los dominios del
Papado que sus antecesores habían perdido o usurpado. En cambio, su
actividad eclesiástica y concilial se vio reducida a las órdenes
para la evangelización del Nuevo Mundo dispensada a la Corona de
Castilla, así como varios privilegios jubilares y de peregrinación,
que más allá de la trascendencia simbólica, religiosa y cultural
(esta última vista con perspectiva temporal) se debían a favores
con los que comprar voluntades que se aliasen con sus intereses
militares y personales en la causa italiana.
El
tercer aspecto de su política como Papa es en el que se centra la
película: Su legado potenciado a través del arte y su labor como
mecenas.
Julio
II fue un gran patrocinador del arte y el Renacimiento italiano. Sin
duda, no se puede obviar un íntimo interés personal en el arte en
la figura del papa, sobretodo por lo que sabemos de su etapa como
Giuliano della Rovere, pero con su ascenso al trono papal la
importancia de legar un patrimonio artístico y arquitectónico que
pudiera competir con la pujanza de las ciudades-estado del Norte
resultaba fundamental. Julio II envidiaba la belleza y dinamismo
cultural de las Milán, Pisa, Bolonia, Parma, y por encima de todas
ellas la Florencia de los Borgia.
Para
ello Julio II adoptó bajo su protección a diversos artistas entre
los que destacaron Rafael Sanzio y el florentino Miguel Ángel
Buonarroti, y con ello lo que consiguió fue trasladar de Florencia a
Roma lo mejor de la creación pictórica. Y este es el aspecto que
recoge la película de Carol Reed a través de la biografía de
Miguel Ángel escrita por Irving Stone. Y lo hace, primero sin obviar
las otras caras del poliédrico personaje de Julio II y el contexto
en el que se vio inmerso. Pero centrándose en Miguel Ángel da a la
temática del arte, a su filosofía y trascendencia el peso necesario
que hace a la película un ejercicio de arte por el arte,
aleccionador y estimulante. En ese sentido, no deben dejarse atrás
algunas características de este período histórico y artístico que
son tratadas por la película. Fundamentalmente el humanismo como
agente dinamizador de la cultura y el arte, y el interés por el
estudio y comprensión del propio hombre, con su carácter individual
y único y su pensamiento como ejercicio de libertad y porvenir.
Es
preciso entender el Renacimiento italiano como el fenómeno cultural
cuya emergencia entre el siglo XIV y XV supuso el cierre de la Edad
Media (y de los valores que englobaba) y el advenimiento de la Edad
Moderna con una nueva forma de pensar y expresarse. En un contexto de
profundo cambio en el sistema de valores tradicional y en la propia
estructura de poder, en las ciudades-estado italianas se avanzó en
un movimiento nuevo, que venía a recuperar la Antigüedad gracias al
gran impacto que causó el re descubrimiento de las obras de la
Antigua Grecia y Roma. Junto a ello, la influencia decisiva del
Humanismo como movimiento filosófico y de gran calado político y
cultural, que propugnaba la posición central del hombre como medida
de todas las cosas y la razón como valor supremo.
Pero
dentro de esta conciencia humanista del Renacimiento y el Arte
acabará ganando una consideración mayor. Lo que a principios del
siglo XV era una idea de productores de obras como artesanos, no como
artistas, se transformará con los nuevos movimientos culturales,
filosóficos y estilísticos a obtener una mayor importancia y
trascendencia, premiándose como artistas, donde el aspecto
intelectual y psicológico de una obra tengan incluso más valor que
la simple pericia técnica en su desarrollo. En esta nueva concepción
que irá tomándose durante el siglo XVI cobra especial importancia el
redescubrimiento de las obras clásicas, de la Antigua Grecia y Roma,
que son tomadas como modelos y culmen de la perfección en la
imitación de la naturaleza. Esta perfección será apropiada por la
religión que verá en el Arte la forma más elevada de imitar la
obra de Dios.
El
estudio de la anatomía del cuerpo humano se vuelve fundamental y
Miguel Ángel se demuestra como un esforzado y meticuloso observador,
intrigado por trasladar los volúmenes, formas y gestos de cada
músculo, cada torsión, cada hueso y cada nervio al mármol, y en
menor medida, al lienzo o al muro preparado para la pintura. Se busca
el naturalismo como verdad no sólo del propio cuerpo y naturaleza,
sino también, y mucho más importante, de la grandeza de Dios y de
la Iglesia que lo consagra. Lo que apenas un siglo antes sería
tachado de impúdico, perverso y zafio, en el Renacimiento y bajo el
talento de Miguel Ángel se sacraliza y celebra como expresión
máxima de un Arte promovido bajo el amparo y el dinero del papado de
Julio II. Un siglo después, en el contexto de la Contrareforma y su
movimiento artístico propio, el Barroco, volverá a ser considerado
inapropiado y de mal gusto.
La
película comienza como un documental puro. Las primeras escenas son
planos centrados sobre el Arte del Renacimiento italiano, con
imágenes de obras arquitectónicas, escultóricas y pictóricas de
algunos de los más grandes artistas de la Historia, tanto en
Florencia, como en la propia Roma. Son comentadas por una voz en
off que narra las características de las obras en tono
didáctico, su trascendencia e influencias, por lo que las primeras
imágenes en Roma sirven para recoger el legado clásico Romano y
griego. Casi 10 minutos de metraje dispuestos como un documental
parece que alertan al espectador de que no va a encontrar una
película de ficción al uso. El tono es la otra gran característica
de la película y es que una vez entrada en materia dramática no
deja de lado un marco pedagógico y formativo en el que se
complementan tanto los diálogos, como las imágenes donde gana un
protagonismo inesperado, pero para mi absoluto, la ambientación de
las escenas.
Hoy
en día ya estamos acostumbrados a recreaciones digitales que plasman
la ambientación de los escenarios en pos producción sobre las
actuaciones de los intérpretes filmadas con un fondo en croma
verde. Los artesanos son por lo tanto, los diseñadores gráficos
y animadores que con ordenador y lápiz magnético adelgazan el peso
presupuestario y de las producciones al mismo tiempo que diseñan
planos de imaginaciones imposibles coreografiadas por las nuevas
tecnologías.
Evidentemente
en 1965 no se disponían de estos medios, y siempre quedará la duda
de si ante el advenimiento de su uso, las formas de hacer las
películas y esta en particular, no hubieran sido distintas. En
aquella época, y en realidad de forma generalizada hasta hace unos
15 años, las filmaciones se llevaban a cabo tras laboriosas y
cuantiosas horas de trabajo de artesanos carpinteros, pintores,
albañiles, iluminadores y constructores que creaban en estudio
aquello que se quería recrear para que ejercieran como decorados
propios y auténticos a las interpretaciones actorales, por lo que se
dice y con acierto, que el camino entre el dramatismo del teatro y
del cine era mucho más reducido que hoy en día.
En
El Tormento y el Éxtasis no es una excepción y todos los
planos interiores, y algunos de los fondos en exteriores fueron
recreados por artistas que quizás impulsados por el recuerdo del
gran Miguel Ángel, compusieron su arte para poder representar la
vida y obra del genio florentino.
La
Capilla Sixtina fue recreada a escala 1x1, es decir, tal cual es en
la realidad, en los estudios Cinnecittá de la capital
italiana. Lo mismo para el resto de interiores, entre los que
destacan las estancias palaciegas del Vaticano, el claustro de un
palacio nobiliar, el alojamiento y patio de Miguel Ángel, o la
taberna que dio cobijo a una de las escenas más potentes de la
película.
En
cuanto a los exteriores, se recreó la Roma del Cinquecento a
base de cartón-piedra y pintura basándose en las fuentes que bien
podían ser las obras pictóricas de paisajistas de la época como
Venanti o Panianni o de los textos de Bramante, Vasari, Condivi, el
De pictura de Alberti o del propio Miguel Ángel. Muy
celebrada e inolvidable son las escenas en las canteras de Carrara
donde el Buonarroti se refugiaba, y donde tras su primera huida sobre
el encargo de la Capilla Sixtina recibe la inspiración para acometer
su obra maestra.
Y
es que la espectacular y acertada ambientación no sólo se conseguía
en base al trabajo artesano de carpinteros y pintores, sino que el
papel de los asesores, como historiadores, tanto del período
renacentista, de la política de los Estados Pontificios o del Arte
resultaba fundamental. Volviendo a la actualidad, vivimos un tanto
asqueados ante tanta propuesta fílmica en todos su formatos que
desprecia el trabajo de los historiadores y desecha las verdades
conseguidas a base de estudio de las fuentes y rigor científico
multidisciplinar. Pareciera hoy en día, que es más importante la
espectacularidad, los efectos digitales y de sonido o cumplir con la
agenda oculta o no sobre revisionismos queer
y multiculturales, que contar la Historia (y la historia) como es y
fue. Se trata de presentar el cine y la televisión como volubles
pastiches que entretengan y apenas formen a los espectadores. Que los
idioticen a base de repeticiones y clones donde una teta, un beso
lésbico o un personaje de color sean la nota anecdótica con
la que quedarse por encima de la historia que nos quieren contar.
Cuando es evidente que mostrando la verdad de los hechos es la mejor
forma de plasmar las contradicciones e hipocresías del sistema que
tanta desigualdad ha acabado desparramando y tanto odio provocando.
Por
eso, tan potente y trascendente es El Tormento y el Éxtasis
porque a base de ambientación, trama e Historia es con lo que
consigue construir un relato que se antoja muy fidedigno a la
realidad histórica para darnos a conocer, a todos, la verdad sobre
la época, los tiempos, las instituciones, las personas y los
personajes tratados. Eso sí, como aviso a futuros historiadores
aficionados o no, no sobra decir que no debe tomarse una película de
ficción, incluida por muy cercana que esté esta misma a los
acontecimientos, porque habrá claro-oscuros, cuando no errores
flagrantes que impidan ser tomadas como una fuente fidedigna del
hecho histórico que quieren representar.
Volviendo
a la película, son de destacar en esta línea las interpretaciones
de todos los personajes, pero en especial la de los dos protagonistas
que se lanzan a un duelo interpretativo de máximo nivel. Si el
siempre limitado Charlton Heston destaca en su papel de Miguel Ángel,
empleando los clichés con los que el Presidente Vitalicio de la
Asociación Nacional del Rifle, construyó su Judea Ben-Hur o su
posterior coronel Taylor de El Planeta de los Simios, lo que
hace Rex Harrison dando vida a Julio II es un auténtico ejercicio de
veracidad y humanidad para dar vida a un personaje que ha pasado por
la Historia con un legado de absolutismo todopoderoso. Los diálogos
entre ambos adquieren una trascendencia y vigor muy notables y una
complicidad ante la cámara máxima, más si cabe cuando te enteras y
lees que la relación personal y profesional entre ambos era nula
debido a sus diferencias políticas y de la tendencia al divismo
de los dos. Lo cierto y lo bello es que acabas de ver la película y
te quedas maravillado ante el despliegue de estos dos actores y con
la sensación de conocer como era aquella relación entre mecenas y
artista en la Italia del Renacimiento, sin duda el período artístico
y el lugar más importante en la Historia del Arte.
Hay
que destacar que cómplices de los dos actores y de todo el equipo
artístico de la película fueron los asesores históricos que
complementaron el trabajo de Irving Stone en la redacción de la obra
original, en el guión adaptado de Phillip Dunne y en la escenografía
montada por el italiano Dario Simoni.
Como
se decía un par de párrafos arriba la película se rodó en Italia
y la propia implicación de Irving Stone como productor garantizó
que en la pantalla se transmitiera lo que se sabía sobre la vida y
obra de Miguel Ángel y el contexto histórico de aquellos
turbulentos años con máximo rigor y veracidad.
Fruto
de estos compromisos colectivos son escenas en las que se enseña
como eran las técnicas y tecnologías con las que se surtía y
construía el Arte en la época. Realmente son admirables por la
fidelidad histórica muchos aspectos de la película y las licencias
que los autores toman son casi nulas a tenor de lo que cuentan
algunas de las fuentes consultadas. Y es que entienden que el
dinamismo narrativo no tiene porque verse comprometido porque se
aplique más o menos verosimilitud a lo que se quiere mostrar al
espectador. De este modo, algunas escenas como todas las que muestran
el proceso de elaboración de las pinturas de la Capilla Sixtina son
un manual en vivo de cómo se ejercía el Arte en la época. No sólo
en la más visual como pueda ser la elaboración de los andamios,
siguiendo las instrucciones que el propio Miguel Ángel dejó escrito
en sus tratados. Es que
además se toma su palabra para crear en taller las mezclas de
colores y pinturas con elementos naturales originales, por lo que los
artistas que iban recreando el trabajo del florentino en la réplica
en la ciudad del cine italiana, lo hacían siguiendo los mismos
patrones y técnicas que en el auténtico.
Más
impresionantes son las escenas en la cantera de Carrara donde
Charlton Heston trabaja como un cantero más. Se enseña el trabajo
colaborativo y sincronizado de cientos de personas para extraer de la
roca las voluminosas placas de mármol, fragmentando la roca viva y
valiéndose de la física para separarla y luego poder ser acarreada
ladera abajo hasta que entra en la siguiente fase productiva para
generar las planchas más pequeñas y transportables, muchas de ellas
con sus características relativas a tamaño, color y vetas a
petición de los artistas, como le recuerda un trabajador a Miguel
Ángel sobre el mármol colosal del que deberá sacar su Moisés.
El Moisés, obra central del conjunto escultórico de la tumba de Julio II en la iglesia de San Pietro in Vincoli, de Roma. Foto tomada por Ángel Luis Domínguez, diciembre 2023.
Y
es que la película se va a centrar, y a diferencia en la obra
biográfica de Irving Stone que lo hace sobre la vida de Miguel Ángel, en el
proyecto de los techos de la Capilla Sixtina que Julio II le encargó
en 1508. La magnitud de la empresa provocó severas discusiones entre
ambos dado que para Miguel Ángel la pintura era un arte menor en
comparación con la escultura, y apenas le motivaba la propuesta que
le hacía abandonar el para él mucho más estimulante encargo de la
tumba del propio papa. Las dificultades técnicas de tener que
trabajar a más de 20 metros de altura en un espacio que consideraba
“poco más que un establo, indigno para la casa de Dios”
que había sido ordenada construir por el Papa Sixto IV treinta años
antes, sobre una superficie abovedada y salpicada por hasta 12
pechinas que requerían trabajos singulares en cuanto a la
perspectiva y profundidad de la obra, se complementaban con los
requisitos temáticos e iconográficos que el propio Julio II le
encomendó. A regañadientes Miguel Ángel comienza la obra, pero
pronto huye y desaparece de Roma abandonando la magna tarea y
refugiándose, como se ha dicho en las canteras de mármol. Julio II
entra en cólera y ordena su búsqueda al tiempo que batalla por toda
la península Itálica y más allá en sus campañas militares.
En
Carrara el intimista Miguel Ángel recibe la inspiración para pintar
el techo de la Capilla Sixtina, por lo que vuelve para pedir el
perdón del Papa. Un perdón visto desde el punto de vista personal
entre mecenas y artista, sin connotaciones religiosas, y emprende la
obra, re-haciéndola a su gusto completamente. Así durante 5 años y
hasta 1512, con alguna que otra crisis personal, Miguel Ángel
ejecuta la obra ante la presión de su promotor, Julio II quien le va
preguntado “¿Cuándo acabarás?” y recibiendo por
respuesta el célebre “¡Cuándo acabe!”.
Absolutamente
trascendental es la escena en la que varios cardenales ojean el
trabajo del Buonarroti y se muestran encolerizados por la falta de
clasicismo, naturalismo y pudor de las pinturas de Miguel Ángel que
ya exhibe toda una fuerza de cuerpos expresivos,
abigarrados, de musculaturas exacerbadas y en movimiento que plasman
la acción para mostrar los textos del Génesis, La
Creación, La Relación de Dios con la Humanidad y La
Caída del Hombre. El diálogo entre Miguel
Ángel y los cardenales con las miradas impasibles de un Julio II
atento y que dejó hablar componen un absoluto testamento artístico
y vital de obligado aprendizaje para quien le interese la esencia del
proceso creativo y su trascendencia.
Forma
parte del retrato psicológico del personaje de Miguel Ángel, en el
que el misticismo, la religiosidad, el sentido del arte y un
compromiso irrompible con su propia coherencia y sentir del hecho
artístico construyen la prosopopeya que lleva a cabo con acierto
Charlton Heston. El agotamiento físico, emocional y psíquico del
trabajo artístico, con su componente filosófico, se muestra en toda
su crudeza. El talante polifacético, auto exigente y entregado del
artista aparece reflejado por la multitud de proyectos e ideas que
atesora, que le dejan agotado, que abandona y retoma, y que quedaron
incompletos. Un amor al arte y a la vida, pero también a la religión
y a una fuerte convicción cristiana que traslada a su observación y
recreación del cuerpo humano, fruto más perfecto del amor y la
generosidad de Dios. Todo ello bajo un carácter impetuoso,
arrebatador y torturado de máxima implicación en cada uno de los
proyectos que le apasionaron y pasaron por ante sus ojos, incluida su
propia vida.
Al
final, y no hay espoilers que valgan porque la película
transcurre fiel a la historia, Miguel Ángel cumple el encargo y
maravilla a Julio II quien no le exonera de sus responsabilidades
para que volviese a Florencia, sino que le encarga la decoración de
la pared Oeste donde va a ir El Juicio Final, desechando la
primera idea de encargárselo a Rafael Sanzio.
Miguel
Ángel sobrevivirá a su patrocinador y antes de marchar de Roma
podrá completar su relación personal con su mecenas, esculpiendo el
maravilloso conjunto de la tumba de Julio II, en cuya parte baja está
el colosal Moisés que hoy se exhibe en la iglesia de San
Pietro in Vincoli.
En
definitiva y como cierre no dejéis de ver esta película y
atesorarla como merece: Una obra de arte sobre el Arte, hecha con
compromiso de rigor y veracidad, con intención pedagógica y en
esencia como un tratado sobre el Renacimiento, los Estados
Pontificios y sus dos personajes principales, el papa Julio II y el
gran artista Michelangelo Buonarroti.
Las imágenes del colosal trabajo de Miguel Ángel son del propio Vaticano como poseedora de los Derechos de Imagen.
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Exprimiendo
el cyberpunk
más propio de los 90 y atrapando el culto a autores
como Orwell, Palahniuk, Bradbury o Stanislav Lem, y por supuesto,
Philip K. Dick, el director australiano Alex
Proyas
creaba Dark
City,
partiendo de una historia original suya sobre la que desarrolló el
guión final de la película.
Llegaba
a las pantallas de cine tal día como hoy en 1998, hace veinticinco años
ya, donde paso sin pena ni gloria, pero siendo rentable por
los pelos
para los productores. Al tiempo configuró una aura propia como obra
de culto,
semi clandestina (sus pases en la televisión se cuentan con los
dedos de una mano), pero con un público fervoroso
en la admiración y recomendación de una película que marcó a todo
el cine de ciencia
ficción
venido en estos primeros años del siglo XXI. Ya
en
la trilogía The
Matrix
de las hermanas Wachowski -hermanos en aquel momento-, se
ven similitudes narrativas y estilísticas algo normal ya que se
rodaron casi al mismo tiempo y en los mismos estudios. Pero si
pensamos en obras como Réquiem
por un sueñoo
El
Caballero Oscuro
y toda la filmografía de Nolan bebieron
de las fuentes de Dark
Cityque
a su vez marca un continuo con otras películas anteriores como El
Cuervo,
The
Cube
o Gattaca
en
esos mismos años 90. O si nos retrocedemos más aún al Blade
Runner
y a la filmografía de Hitchcock.
La
estética
marca toda la película. La oscuridad perenne en la que se envuelve
la City
es asfixiante y encauza el desarrollo de todos los personajes y de la
historia propia. Esta avanza y junto a la forma
nos hace a los espectadores participe de los descubrimientos que va
mostrando el metraje hasta al final comprender y entender tanto la
historia, como el significado que nos quiere transmitir. Como resultado, con el vestido de la ciencia ficción y de la distopía,
Proyas nos cuela un thriller
policiaco, puro
cine negro,
fusionando ambos géneros, poniendo lo mejor de cada uno al servicio
del otro y construyendo en definitiva, una obra maestra.
El
peso de la historia recae en Rufus Sewell, actor un tanto maldito
demasiado encasillado en los papeles de malo malísimo, y que sin
embargo, aquí muestra tener mayor registro, pasando de lo que
aparentemente
sería otro anti héroe,
a desarrollar el personaje que propone y culmina el clímax
de la película: la catarsis de toda la ciudadanía de Dark
City.
No
está
sólo en la tarea sino que se ve muy bien acompañado por Kiefer
Sutherland, William Hurt y una bisoña Jennifer Conelly, que como
siempre, engrandecen
la pantalla y
añaden carisma, contención y talento al trabajo actoral. Los
“malos” aunque interpretados por actores no tan conocidos,
tampoco desentonan, si no que más aún, ayudan de manera implacable a
dotar de sofoco el devenir de la historia, mostrando una naturaleza
no-humana en la que fin último es la consecución de objetivos y la
lógica aplastante de un procesado cibernético. Unos
Nosferatú
a lo Bela
Lugosi que desde la frialdad más inhumana tratan de explicarnos la
esencia del alma humana.
Pero
sigue siendo esa atmósfera oscura y agobiante la que queda ya
perenne en el recuerdo de un espectador que probablemente varias veces
se haya revuelto sobre el asiento y seguro frotado los ojos ante tal tenebrista
paleta de colores.
Sin
duda ayudan a consolidar tanto la sensación de agobio, como el
recuerdo positivo de Dark
City,
otros elementos como son los efectos especiales que aparecen de modo
artesanal, aún alejados de la pos-producción
digital que todo lo apabulla hoy en día. Las maquetas se mueven, los
planos filman miniaturas y la fotografía juega con la iluminación y
las
sombras, todo
al uso de un montaje vertiginoso en el que se suceden los planos por
regla general en menos de diez segundos.
Los diseños de escenarios priman la oscuridad
y la decadencia,
a la que ayuda toda la tramoya empleada. Coches, maquinaria, ropa de
los personajes, todo tan de los años 50, tan
propio
de Edward Hopper,
que enmarca el guión, haciéndolo reconocible y proporcionando desde
una belleza, propia e inusitada, la atmósfera necesaria para hacer
redondo todo lo que DarkCity
nos quiere contar.
No
es tampoco a desdeñar la banda sonora con piezas orquestales que no
dejan hueco al silencio en ningún momento ayudando así a ahogarnos
como espectadores en la oscuridad y en la densidad de la obra.
Y
es en ese mensaje, más allá de la propia fábula que se representa
ante nosotros, donde se encuentra trascendencia. Funcionando más
como un cómic que como una novela se plantea la trama, y con ella junto a
la reflexión del espectador, temas tan importantes como la
trascendencia de las vidas, desde el punto de vista filosófico
clásico, como del aprovechamiento del tiempo libre y el trabajo,
visto éste último como objetivo de auto realización y de mejora
social. La
distopía de Dark
City
nos tiene que servir para que valoremos el uso que hacemos del tiempo
(siempre presente con esos relojes que marcan las 12 en punto).
Otro
punto importante del significado de la obra es la memoria.
Antes que lo hiciera el gran Christopher Nolan en Memento,
Alex Proyas nos induce a reconocer la memoria como constructor de la
identidad personal mostrando, con las lagunas que los personajes
tienen constantemente entre sus recuerdos, que es ahí en nuestra
memoria dónde, cómo, cuándo y por qué nos reconocemos, tanto a
nosotros mismos, como nuestro yo en el entorno en el que vivimos. Los
recuerdos
no son naturales, son implantados y
carecen de interconexión unos con otros. Su
valor crece mientras avanza el metraje y al final sirve como
catalizador de los descubrimientos que el protagonista va a ir
adquiriendo.
Ese
protagonista, interpretado por Sewell, se hace llamar John Murdoch y
es el Mesías
que va a sacar a la oscuridad a toda la ciudad. Va a liberarlos y lo
hará desde la sospecha y finalmente del propio convencimiento de su
condición. Adelanta así, al Neo
de Matrix,
y
ambas películas beben de un planteamiento similar: Unos viviendo en
el desconocimiento la realidad planificada por otros. Componiendo
un tipo de cine de ciencia
ficción
que por detrás de los escenarios, las peleas y los efectos
especiales, invita a reflexionar y sobretodo a recobrar la autonomía
propia e individual para dirigir la vida de uno mismo hacia una mayor
libertad y felicidad. Dark
City
induce a pensar y con esa acción descubrimos los hilos que nos atan
y las cadenas que nos mantienen junto a los engranajes de una
sociedad que no elegimos y lo que es peor, nos vino impuesta sin
aceptación de la discusión.
La
ciudad un continuo laberinto que se renueva cada noche o cada
“desconexión”, es un Mito
de la Caverna de Platón,
moderno. Un experimento donde los ciudadanos, hombres y mujeres, de
toda edad y condición tienen ante si una realidad distinta cada
noche, y a la que inexorablemente, tienen que responder de formas
distintas, hasta lograr cumplir la hipótesis de quien maneja los
engranajes de ese escenario.
La
simbología de los objetos cotidianos como relojes, el dispensador de
alimentos o el dichoso cartel de Shell
Beach
sirven para enmarcar el tema de la libertad de decisión de los
habitantes de la ciudad y sobre todo, la manipulación a la que se ven
sometidos que los engaña, pensándose libres, cuando no son más que
marionetas de las que interpretan sus reacciones.
No
puedo decir más que aprovechéis esta efeméride de un cuarto de
siglo y veáis o reviséis Dark
City.
Yo lo voy a hacer.
As
Bestas
es la película
española,
y si me apuras universal, del año. La gran triunfadora de los
premios Goya. Una obra hispano-francesa dirigida magistralmente por
Rodrigo
Sorogoyen
en el que el western
como territorio de última frontera es reinterpretado en la Galicia
profunda y contemporánea.
As
Bestas
está basada en la historia
real
de un matrimonio holandés que emigró a la Galicia de interior
buscando establecer su proyecto de vida dedicándose a la agricultura
ecológica. La modélica instalación y el entorno maravilloso se
convirtieron en pesadilla cuando emergieron los conflictos con
algunos de los vecinos a causa de la intromisión de la especulación
sobre el territorio que la ciudad ejerce sobre lo rural. Cuando había
que poner el monte al servicio de aerogeneradores para la energía
que se iba a consumir en las ciudades la buena vecindad desapareció,
al chocar distintas formas de ver el paisaje y el arraigo, pero
también al enfrentarse posturas ideológicas y vitales opuestas e
irreconciliables. El dolorosísimo final no empaña la trascendencia
de la historia,
y esta se transmite a la película a través de un guión, que con
las necesarias licencias, algunas más visuales y otras más
circunstanciales (aquí el matrimonio inmigrante es francés) hace
que te pegues a la butaca y con máxima atención te involucres en la
historia, sufriendo a sus protagonistas y admirando a quien lo
merece.
Rodrigo
Sorogoyen
construye de esta manera un relato trascendente, inolvidable y de
total actualidad en todo aquello que es la España
Vaciada.
Se
vale de todos los recursos que el lenguaje cinematográfico ofrece,
empezando por una ambientación
espectacular. Los paisajes, los bosques, los caminos, las casas y las
granjas se muestran tal y como son y se palpa la realidad sensitiva
de cada ambiente y momento.
El
trabajo de cámara es espectacular. Convierte a la montaña
gallega
en un personaje más. Un protagonista inasequible en su empeño de
proporcionar al hombre belleza y recursos que han de ser trabajados
en duras condiciones. La climatología y la orografía juegan su
papel modulando, no sólo el paisaje, sino también
los caracteres de las personas que habitan el entorno.
Las
escenas en plano secuencia nos dejan varios momentos culmen que
explican toda la película: por supuesto el clímax dramático en un
bosque de castaños con el suelo alfombrado por la caída de la hoja
otoñal; una conversación intensa entre los dos protagonistas
masculinos en la barra del bar del pueblo; el brutal diálogo entre
madre e hija que podemos disfrutar en francés con las dos actrices
en estado de gracia. En todas estas escenas, y en realidad, durante
toda la película, la ambientación y la iluminación añaden dureza
y realidad
a toda la trama.
El
tiro de cámara y montaje también muestra una precisa maestría en
los planos de interiores. El juego de luz dentro de las sombrías
casas de piedra, de granito: se palpa la calidez del hogar al fuego
vivo mientras
las conversaciones, las miradas y los silencios marcan la intensidad
del metraje y la trascendencia de todo el mensaje.
Pero
es en el trabajo actoral donde descata As
Bestas.
Los dos personajes masculinos principales, interpretados por Luis
Zahera y el francés Denis Menochet (señor LaPadite,
y brutal y terrorífico padre en Jusqu'à
la garde,
que alguien llamó aquí Custodía
compartida)
están sobresalientes y así se ha traducido en los parabienes de la
prensa y de los premios. Pero, para mi, destaca sobremanera el
papel protagonista absoluto de Olga,
interpretada por la actriz
francesa Marina Foïs,
que hace una interpretación sublime del personaje real de Margot,
a quién la película está dedicada.
En este sentido, otro punto a destacar de Sorogoyen es la labor con
los actores y actrices que sacan todo de lo que son capaces y no es
poco.
Uno
de los principales aciertos de la producción es el desarrollo de la
trama a través de la imagen pero también de la palabra hablada. Los
diálogos en francés, castellano y gallego se suceden y son un
delicia descubrir todos las facetas de las interpretaciones de
actores y actrices a través de sus distintas lenguas maternas. Muy
de alabar por necesario y valioso es el haber dejado los diálogos
entre personajes en su idioma más cercano, utilizando el subtítulo.
No estamos acostumbrados en el cine de #Españistan a emplear este
recurso y se pierden muchos matices de las interpretaciones que en
este caso, se conservan y añaden mucho mayor dramatismo.
El
choque entre culturas
se hace así tangible, palpable y en un requisito fundamental para
comprender la amplia fractura que desencadena la trama y las
múltiples aristas que presenta: el choque campo-ciudad, lo rural
como recurso de lo urbano, el choque intergeneracional, la
despoblación, la masculinización del mundo rural, el patriarcado,
los
modos de producción y de vida tradicionales y los que tratan de
recuperar usos más naturales, la conservación versus explotación,
etc., etc.
Y
es que el aprendizaje y el tesón de Margot, encarnado en Olga, nos
dan unas lecciones tremendas: De empoderamiento
y determinación ante las dificultades, el dolor y el miedo. De
convencimiento en la verdad. De esfuerzo físico y mental por encima
de todos los impedimentos y zancadillas. A través de las palabras
que Olga pronuncia, y muy especialmente de sus silencios y de su
mirada, As
Bestas
reluce y
gana una trascendencia mucho más amplia que la simple pelea y
conflicto entre dos (o tres) hombres.
Frente
a la violencia y la amenaza masculinas brilla la paciencia y el tesón
femeninas
como columnas de dignidad para seguir luchando. Incluso cuando las
cosas más difíciles se ponen. Por eso es más importante este
personaje femenino, porque nos presenta otra forma de funcionar, de
vencer en el conflicto con la palabra y los actos que una misma puede
ejercer, sin rehuir el choque y sin ceder un ápice.
Volviendo
a la trascendencia social, cultural y política de As
Bestas
hay que hablar de la situación de la
mujer del ámbito rural
y en algunos de los efectos que sobre la conservación del
territorio, medioambiental y del patrimonio tiene. Casi siempre la
mujer es la gran olvidada a la hora de tratar los temas y en el caso
de la España
Vaciada
no lo es menos. La película lo transmite y pone el foco en la
emigración femenina del campo español, que dejó
“sin mujeres” a los hombres que se quedaron en un proceso de
masculinización
del mundo rural.
Es decir, la falta de equilibrio entre el número de hombres y
mujeres en las poblaciones rurales. Un mal endémico que dificulta el
desarrollo de estas poblaciones y se añade a la lista de hándicaps
que ponen en peligro su conservación y la de todo el patrimonio
que atesoran. Pero
también ancló a las mujeres que se quedaron a un rol tradicional de
trabajo en el hogar y cuidado de familiares (niños, dependientes,
mayores). En un círculo pernicioso esa propia asignación de comportamientos y tareas
favoreció la marcha de las mujeres. Y lo sigue haciendo hoy en día.
Se
pone de manifiesto así la ruptura generacional que se enmarca en los
procesos de nueva
ruralidad.
El espacio rural ya no es un espacio agrario de producción y si un
espacio de consumo, y aunque en el entorno de As
Bestas,
claramente podemos identificarlo como rural, las fronteras entre lo
urbano y lo rural se diluyen y confunden. Así estas realidades
sociales, auténticos dramas para el patrimonio, el conservacionismo
y la demografía no van a revertir, sino más bien agravarse,
mientras los tradicionales roles de género no cambien para que
mejore la consideración y perspectivas de vida de la mujer
rural.
Por
otro lado la película pone en cuestión el mito del idilio
rural.
La vuelta a lo agro, a lo rural, al campo y a la naturaleza como
búsqueda de una vida más saludable y sencilla está sobre el papel
para muchas personas que buscamos unos modos de vida más
satisfactorios. Pero la realidad del día a día en un entorno rural
puede ser bien distinta, debido a las propias dificultades
intrínsecas del entorno y
de la sociedad rural,
empezando por la propia naturaleza conservadora en los pueblos y
comarcas.
La
película también pone el acento al fenómeno de la agroecología
y las prácticas agrarias respetables con el medio ambiente y el
consumo de cercanía. Si bien, de manera somera, porque no podía
entrar en tanto tema con total profundidad,
quedan marcadas las dificultades que los nuevos modos y técnicas de
producción (en realidad antiguos, porque se trata de recuperar lo
que se hacía hasta hace 40 o 50 años) chocan y son fuente de
conflictos con las formas que se emplean actualmente
y a la que están acomodados los productores, que por lo general,
también presentan unas edades altas. Por lo tanto, se traslada a un
choque generacional, lo que ya es de por si un choque entre lo rural
y lo impuesto o sugerido por lo urbano.
Por
último y como fuente directa del conflicto, As
Bestas
reflexiona sobre la la apropiación de la Naturaleza por parte del
capitalismo en su búsqueda incesante del lucro. Una apropiación de
la Naturaleza, el patrimonio y la vida de los habitantes del
territorio que se convierten en varias fases en productos demandados
por lo urbano. Y tal demanda tiene que ser satisfecha. Esto ha
generado una serie de consecuencias negativas tanto para los
habitantes del mundo
rural,
en sus roles de productores, consumidores, vecinos,
etc.,
así como para la
conservación del medio ambiente y de las tradiciones agrarias y
culturales.
Llegados
a este punto sólo decir que aprovechéis
la reposición en cines de As
Bestas
tras su éxito en los Premios Goya. Vedla y volverla a ver. Si tenéis algo de suerte al ir al cine la disfrutaréis en su profunda totalidad. Y si no va a
merecer la pena tenerla en casa siempre disponible y visitarla
periódicamente. Seguro que se ganarán matices.
Yo
ya tengo ganas de volverla a ver y disfrutar en casa.