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miércoles, 10 de julio de 2024

Un autor y un personaje: Santiago Lorenzo

Captura de pantalla de su entrevista en Pagina2 con motivo de la publicación de su última novela, Tostonazo. (Canal de Youtube de la2)

 

Más que un fenómeno literario, que lo fue y de una manera apabullante, Los asquerosos de Santiago Lorenzo, para mi fue un descubrimiento personal que me hizo crecer y reflexionar, a la par que divertirme, a través de las páginas de una novela generacional, irreverente y descriptivamente certera del estado de las cosas. En particular sobre las que rondan mi cabeza desde hace unos años.

Yo no voy a ser un pedante de pega, que reniega de Los Asquerosos, la califica de la “peor novela de Lorenzo” porque, “¡oh!” resulta que afirma haber descubierto al más castellano de los autores actuales con algunas de sus obras anteriores. A Los millones, Los huerfanitos, Las ganas yo llegué a través de las páginas de Los Asquerosos, y de las recomendaciones más mainstream posible que enmarcaba en Zarzahurdiel, una Arcadia convertida en espacio vital de Manuel, del autor y de todos nosotros. Antes para mi, como para la mayoría, pues estamos hablando de unas novelas cuyas primeras ediciones estuvieron sobre los 4.000 ejemplares vendidos, Santiago Lorenzo no existía. Y apareció y se convirtió en referencia cuando me convertí en uno de esos que atesora una primera edición de Los Asquerosos, a parte de media docena más de adquisiciones para regalar de esos 200.000 libros que ha vendido hasta ahora de esta magnífica novela.

Ni que decir tiene que no puedo más que recomendar todos los trabajos de Santiago Lorenzo. En Los millones, del año 2010, la trama transcurre en torno “uno del G.R.A.P.O. al que le toca la Lotería Primitiva y no puede cobrar el premio porque no tiene DNI”. En Los huerfanitos, de 2012, los protagonistas son unos hermanos que se han quedado tirados por los desfalcos de su padre putativo, y en cómo tienen que ingeniárselas para echar hacia adelante un proyecto escénico que permita aliviar las deudas del progenitor y la caradura de todos los que pululan por el teatro heredado. Con Las ganas, de 2014, Santiago Lorenzo nos habla con su habitual sorna y lucidez de la soledad y la falta de oportunidades de un desgraciado cualquiera para poder catar el sexo complementario. Sobre Los asquerosos ya os hablé. Y en cuanto a su última novela (a parte de un libro de relatos breves), Tostonazo, el autor vuelve sobre su pasado en torno al mundo del cine con las vicisitudes de un joven sin oficio ni beneficio, que le pega al anís y que primero acaba de meritorio en una productora chusca, y después como acompañante de un viejo malencarado de una pequeña capital de provincias.

Antes de su particular exilio al mundo rural y al de la escritura como profesión a tiempo parcial, Santiago Lorenzo presenta una etapa inmerso en el mundo del cine, tanto como productor, guionista (de hecho alguna de sus novelas han sido guiones de cine reconvertidos) y director. Fruto su idilio con las películas es una sólida carrera en cortos y mediometrajes, así como dos obras. La última, una prescindible comedia facilona de la que reniega y le mando directo al mundo de las letras. Y su ópera prima, Mama es boba, una comedia personalísima, del año 1997, en la que el escenario, la Palencia de antes del siglo XXI es un personaje más a través del asfixiante, verdulero y metomentodo ambiente que recrea sobre la familia protagonista. El niño nos hace de narrador dándose cuenta de que todo el clan es víctima de la chanza de sus convecinos, cuando no de su escarnio y acoso público y notorio, verbal e incluso violento (cuidado con como presenta Lorenzo en sociedad el acoso escolar hace ya más de 25 añazos), al calor de las ocurrencias, vagancias y malajes venidos de la capital del reino a hacer eso precisamente: un buen capital y a reinar a costa de los provincianos. Los padres son unos auténticos desgraciados, cuya bondad y simpatía es tomada a guasa, junto a una calamitosa incapacidad social y unas luces más bien cortas, tirando a inexistentes. Por eso al final, la resolución -que os dejo a vuestro descubrimiento- se hace la única y coherente para continuar con sus vidas.

Fruto de esta etapa vital en el mundo del cine Santiago Lorenzo ha heredado su profundo conocimiento sobre el medio, así como su gran pasión en la construcción de escenografías y maquetas, actividad que hace para goce propio, pero en la que había destacado en su pequeña productora cuando trataba de arrancarla. De casa ya venía con un humor muy propio y un ingenio capaz de dotar a sus escritos de mucha frescura y agilidad. Su prosa es directa, en cascada y llena de humor. Y sus personajes resultan muy singulares, con profundos claro-oscuros, donde las miserias y las genialidades se combinan de azarosa forma sobre situaciones cotidianas que se resuelven de forma inesperada, pero no carente de realismo.

Otro aspecto fundamental en la obra de Lorenzo es la creación y desarrollo de los personajes, tanto protagonistas, como secundarios, que se convierten en inolvidables al destilar unas personalidades complejas, a veces contradictorias, y con matices reales que los hace al lector reconocibles y cercanos. Hombres y mujeres con los que empatizar, o a los que directamente detestar.

Con todo ello, parecen subyacer notas autobiográficas del propio autor en personajes, situaciones, causas y consecuencias, que combinadas con la propia originalidad de los planteamientos de Santiago Lorenzo, hacen que se acerque a realidades sociales y políticas de forma sutil, pero sin hacer amigos. Despieza este mundo que nos ha tocado vivir en las crueles, incoherentes y marcianas conductas que provoca, al tiempo que lo despoja de cualquier matiz aleatorio y natural, para presentarlo en su relación clara e inequívoca con el comportamiento del ser humano actual, tan entregado al individualismo y al placer inmediato. De este modo, consigue una crítica a la par certera y divertida de la actualidad contemporánea ofreciendo una mirada lúcida de la realidad que nos invade.

De esta forma, llegamos al punto que define la forma de escribir de Santiago Lorenzo que es esa fina línea que separa lo trágico y lo cómico, lo cruel de lo divertido, el drama de la risa, o en definitiva, lo positivo de lo negativo. Temas universales como el amor, el sexo, la amistad, la soledad, la aceptación, y la búsqueda de la felicidad sirven para hacernos pasar unas horas divertidísimas leyendo, a la vez que podemos reflexionar sobre nuestras propias miserias y existencias.

En general, solo puedo decir que os acerquéis a la obra de Santiago Lorenzo porque os va a hacer mejores personas y os va a hacer divertiros. Un autor diferente, hecho así mismo (manida frase hecha, pero que en este caso es totalmente definitoria), con sus propias contradicciones, miserias y aciertos, y que presenta un relato trascendente, profundo y revelador.


jueves, 1 de febrero de 2024

Cine, Historia y Arte: El Tormento y el Éxtasis

 


En 1965 se estrenaba The Agony and the Ecstasy, plasmada en castellano como El Tormento y el Éxtasis, película histórica de género dramático, ambientada en la Roma del Renacimiento italiano, en el siglo XVI (el Cinquecento) dirigida por el director inglés Carol Reed sobre un guión basado en la novela biográfica del mismo título publicada ese mismo año por el escritor norteamericano Irving Stone.


The Agony and the Ecstasy

Director: Carol Reed

Guión: Philip Dunne sobre un texto de Irving Stone

Año de estreno 1965

Origen: Estados Unidos, Italia.

Duración: 126 minutos.

Idioma(s): Inglés (IMDB, 2023).


 

 

La película tuvo una recepción limitada en su tiempo con un respaldo del público en taquilla modesto y de la crítica bastante frío, en un contexto para el cine norteamericano muy mediatizado por el gran éxito de las grandes producciones de época, los conocidos pupuls o películas ambientadas en la Antigua Roma, que mezclaban historia y epopeya en películas de aventuras con apariencia de dramas históricos.

Pareciera como si en aquel momento ni siquiera el extraordinario cartel con dos de los grandes nombres del cine del momento, Charlton Heston y Rex Harrison, hubiera podido animar a los espectadores a escoger esta película en un año en el que los premios les fueron esquivos bajo el fenómeno de Sonrisas y Lágrimas (junto a Doctor Zhivago, El Tormento y el Éxtasis son las dos grandes “damnificadas” de la película de Robert Wise).

Probablemente fuera el tema y muy especialmente el tono elegido para narrar la historia lo que marcó la primera andadura de la obra de Reed. Sin embargo, y con justicia, ha pervivido como una obra de culto, imprescindible para quienes gustan del buen cine, más si cabe de ese que te cuenta cosas con las que aprendes y con el que puedes filosofar. Una película que sin duda ha envejecido de muy buena forma, a la que no le pesan los años, ni siquiera en las interpretaciones (y tampoco en el doblaje al castellano, ya que para escribir esta entrada he visto la película primero en versión doblada, y luego la versión original).

En cuanto al tema no podría haber uno más trascendente y a la vez singular. Roma, 1508. Los Estados Pontificios se encuentran ante una encrucijada al ser hostigados por varias potencias europeas, y principalmente por la familia Borgia desde dentro de la península itálica. En noviembre de 1503 Giuliano della Rovere asciende al papado con el sobrenombre de Julio II y sustituye al fallecido papa Pío III quién sólo ocupó el papado 25 días tras la muerte de Alejandro VI, el valenciano de Xátiva Rodrigo de Borja (Borgia italianizado) que en conveniencia con sus hijos Juan, Pedro, Lucrecia y sobretodo César había despojado al estado papal de muchas de sus posesiones, en especial las marcas hacia el Norte (“pequeños” territorios asimilados por ciudades-estado y regidos por los ducados que eran empleados como campos de cultivo), para afianzar a la Casa Borgia dentro de la nobleza de la miríada de ciudades-estado y repúblicas italianas de la época.

Julio II se ve en la necesidad de recuperar todo el terreno perdido para los Estados Pontificios y al mismo tiempo de ganar poder para su apellido, por lo que su papado llevará una triple estrategia. Por un lado, ampliará los tentáculos de la política interna en la Iglesia y el estado papal (ambos lo mismo) empleando los tradicionales usos del nepotismo y el clientelismo para afianzar a familiares suyos tanto en la curia como en la nobleza italiana, sin obviar el empleo del matrimonio de conveniencia, la extorsión o las alianzas más insospechadas. Al mismo tiempo empieza una concatenación de guerras de defensa primero, y luego de expansión y dominio de los Estados Pontificios por toda la Península Itálica, pero con ramificaciones a Cerdeña, la Provenza francesa, el Sur de Alemania o incluso Navarra. Fruto de esta intensa actividad guerrera le lleva a fundar la todavía hoy presente Guardia Suiza. Su anhelo principal es unir a todos los estados italianos para lograr una unificación italiana bajo la fuerza aglutinadora de la religión católica, con Roma como capital y él como Rey. Esta actividad le llevó a grandes campañas fuera del Vaticano, liderando sus tropas y mostrándose al mismo tiempo como un gran estratega militar y un no menos diplomático manipulador, que sin embargo, a su muerte no había conseguido la unificación italiana, pero si restituir muchos de los dominios del Papado que sus antecesores habían perdido o usurpado. En cambio, su actividad eclesiástica y concilial se vio reducida a las órdenes para la evangelización del Nuevo Mundo dispensada a la Corona de Castilla, así como varios privilegios jubilares y de peregrinación, que más allá de la trascendencia simbólica, religiosa y cultural (esta última vista con perspectiva temporal) se debían a favores con los que comprar voluntades que se aliasen con sus intereses militares y personales en la causa italiana.

El tercer aspecto de su política como Papa es en el que se centra la película: Su legado potenciado a través del arte y su labor como mecenas.

Julio II fue un gran patrocinador del arte y el Renacimiento italiano. Sin duda, no se puede obviar un íntimo interés personal en el arte en la figura del papa, sobretodo por lo que sabemos de su etapa como Giuliano della Rovere, pero con su ascenso al trono papal la importancia de legar un patrimonio artístico y arquitectónico que pudiera competir con la pujanza de las ciudades-estado del Norte resultaba fundamental. Julio II envidiaba la belleza y dinamismo cultural de las Milán, Pisa, Bolonia, Parma, y por encima de todas ellas la Florencia de los Borgia.

Para ello Julio II adoptó bajo su protección a diversos artistas entre los que destacaron Rafael Sanzio y el florentino Miguel Ángel Buonarroti, y con ello lo que consiguió fue trasladar de Florencia a Roma lo mejor de la creación pictórica. Y este es el aspecto que recoge la película de Carol Reed a través de la biografía de Miguel Ángel escrita por Irving Stone. Y lo hace, primero sin obviar las otras caras del poliédrico personaje de Julio II y el contexto en el que se vio inmerso. Pero centrándose en Miguel Ángel da a la temática del arte, a su filosofía y trascendencia el peso necesario que hace a la película un ejercicio de arte por el arte, aleccionador y estimulante. En ese sentido, no deben dejarse atrás algunas características de este período histórico y artístico que son tratadas por la película. Fundamentalmente el humanismo como agente dinamizador de la cultura y el arte, y el interés por el estudio y comprensión del propio hombre, con su carácter individual y único y su pensamiento como ejercicio de libertad y porvenir.

Es preciso entender el Renacimiento italiano como el fenómeno cultural cuya emergencia entre el siglo XIV y XV supuso el cierre de la Edad Media (y de los valores que englobaba) y el advenimiento de la Edad Moderna con una nueva forma de pensar y expresarse. En un contexto de profundo cambio en el sistema de valores tradicional y en la propia estructura de poder, en las ciudades-estado italianas se avanzó en un movimiento nuevo, que venía a recuperar la Antigüedad gracias al gran impacto que causó el re descubrimiento de las obras de la Antigua Grecia y Roma. Junto a ello, la influencia decisiva del Humanismo como movimiento filosófico y de gran calado político y cultural, que propugnaba la posición central del hombre como medida de todas las cosas y la razón como valor supremo.

Pero dentro de esta conciencia humanista del Renacimiento y el Arte acabará ganando una consideración mayor. Lo que a principios del siglo XV era una idea de productores de obras como artesanos, no como artistas, se transformará con los nuevos movimientos culturales, filosóficos y estilísticos a obtener una mayor importancia y trascendencia, premiándose como artistas, donde el aspecto intelectual y psicológico de una obra tengan incluso más valor que la simple pericia técnica en su desarrollo. En esta nueva concepción que irá tomándose durante el siglo XVI cobra especial importancia el redescubrimiento de las obras clásicas, de la Antigua Grecia y Roma, que son tomadas como modelos y culmen de la perfección en la imitación de la naturaleza. Esta perfección será apropiada por la religión que verá en el Arte la forma más elevada de imitar la obra de Dios.

El estudio de la anatomía del cuerpo humano se vuelve fundamental y Miguel Ángel se demuestra como un esforzado y meticuloso observador, intrigado por trasladar los volúmenes, formas y gestos de cada músculo, cada torsión, cada hueso y cada nervio al mármol, y en menor medida, al lienzo o al muro preparado para la pintura. Se busca el naturalismo como verdad no sólo del propio cuerpo y naturaleza, sino también, y mucho más importante, de la grandeza de Dios y de la Iglesia que lo consagra. Lo que apenas un siglo antes sería tachado de impúdico, perverso y zafio, en el Renacimiento y bajo el talento de Miguel Ángel se sacraliza y celebra como expresión máxima de un Arte promovido bajo el amparo y el dinero del papado de Julio II. Un siglo después, en el contexto de la Contrareforma y su movimiento artístico propio, el Barroco, volverá a ser considerado inapropiado y de mal gusto.

La película comienza como un documental puro. Las primeras escenas son planos centrados sobre el Arte del Renacimiento italiano, con imágenes de obras arquitectónicas, escultóricas y pictóricas de algunos de los más grandes artistas de la Historia, tanto en Florencia, como en la propia Roma. Son comentadas por una voz en off que narra las características de las obras en tono didáctico, su trascendencia e influencias, por lo que las primeras imágenes en Roma sirven para recoger el legado clásico Romano y griego. Casi 10 minutos de metraje dispuestos como un documental parece que alertan al espectador de que no va a encontrar una película de ficción al uso. El tono es la otra gran característica de la película y es que una vez entrada en materia dramática no deja de lado un marco pedagógico y formativo en el que se complementan tanto los diálogos, como las imágenes donde gana un protagonismo inesperado, pero para mi absoluto, la ambientación de las escenas.

Hoy en día ya estamos acostumbrados a recreaciones digitales que plasman la ambientación de los escenarios en pos producción sobre las actuaciones de los intérpretes filmadas con un fondo en croma verde. Los artesanos son por lo tanto, los diseñadores gráficos y animadores que con ordenador y lápiz magnético adelgazan el peso presupuestario y de las producciones al mismo tiempo que diseñan planos de imaginaciones imposibles coreografiadas por las nuevas tecnologías.

Evidentemente en 1965 no se disponían de estos medios, y siempre quedará la duda de si ante el advenimiento de su uso, las formas de hacer las películas y esta en particular, no hubieran sido distintas. En aquella época, y en realidad de forma generalizada hasta hace unos 15 años, las filmaciones se llevaban a cabo tras laboriosas y cuantiosas horas de trabajo de artesanos carpinteros, pintores, albañiles, iluminadores y constructores que creaban en estudio aquello que se quería recrear para que ejercieran como decorados propios y auténticos a las interpretaciones actorales, por lo que se dice y con acierto, que el camino entre el dramatismo del teatro y del cine era mucho más reducido que hoy en día.

En El Tormento y el Éxtasis no es una excepción y todos los planos interiores, y algunos de los fondos en exteriores fueron recreados por artistas que quizás impulsados por el recuerdo del gran Miguel Ángel, compusieron su arte para poder representar la vida y obra del genio florentino.

La Capilla Sixtina fue recreada a escala 1x1, es decir, tal cual es en la realidad, en los estudios Cinnecittá de la capital italiana. Lo mismo para el resto de interiores, entre los que destacan las estancias palaciegas del Vaticano, el claustro de un palacio nobiliar, el alojamiento y patio de Miguel Ángel, o la taberna que dio cobijo a una de las escenas más potentes de la película.

En cuanto a los exteriores, se recreó la Roma del Cinquecento a base de cartón-piedra y pintura basándose en las fuentes que bien podían ser las obras pictóricas de paisajistas de la época como Venanti o Panianni o de los textos de Bramante, Vasari, Condivi, el De pictura de Alberti o del propio Miguel Ángel. Muy celebrada e inolvidable son las escenas en las canteras de Carrara donde el Buonarroti se refugiaba, y donde tras su primera huida sobre el encargo de la Capilla Sixtina recibe la inspiración para acometer su obra maestra.

Y es que la espectacular y acertada ambientación no sólo se conseguía en base al trabajo artesano de carpinteros y pintores, sino que el papel de los asesores, como historiadores, tanto del período renacentista, de la política de los Estados Pontificios o del Arte resultaba fundamental. Volviendo a la actualidad, vivimos un tanto asqueados ante tanta propuesta fílmica en todos su formatos que desprecia el trabajo de los historiadores y desecha las verdades conseguidas a base de estudio de las fuentes y rigor científico multidisciplinar. Pareciera hoy en día, que es más importante la espectacularidad, los efectos digitales y de sonido o cumplir con la agenda oculta o no sobre revisionismos queer y multiculturales, que contar la Historia (y la historia) como es y fue. Se trata de presentar el cine y la televisión como volubles pastiches que entretengan y apenas formen a los espectadores. Que los idioticen a base de repeticiones y clones donde una teta, un beso lésbico o un personaje de color sean la nota anecdótica con la que quedarse por encima de la historia que nos quieren contar. Cuando es evidente que mostrando la verdad de los hechos es la mejor forma de plasmar las contradicciones e hipocresías del sistema que tanta desigualdad ha acabado desparramando y tanto odio provocando.

Por eso, tan potente y trascendente es El Tormento y el Éxtasis porque a base de ambientación, trama e Historia es con lo que consigue construir un relato que se antoja muy fidedigno a la realidad histórica para darnos a conocer, a todos, la verdad sobre la época, los tiempos, las instituciones, las personas y los personajes tratados. Eso sí, como aviso a futuros historiadores aficionados o no, no sobra decir que no debe tomarse una película de ficción, incluida por muy cercana que esté esta misma a los acontecimientos, porque habrá claro-oscuros, cuando no errores flagrantes que impidan ser tomadas como una fuente fidedigna del hecho histórico que quieren representar.

Volviendo a la película, son de destacar en esta línea las interpretaciones de todos los personajes, pero en especial la de los dos protagonistas que se lanzan a un duelo interpretativo de máximo nivel. Si el siempre limitado Charlton Heston destaca en su papel de Miguel Ángel, empleando los clichés con los que el Presidente Vitalicio de la Asociación Nacional del Rifle, construyó su Judea Ben-Hur o su posterior coronel Taylor de El Planeta de los Simios, lo que hace Rex Harrison dando vida a Julio II es un auténtico ejercicio de veracidad y humanidad para dar vida a un personaje que ha pasado por la Historia con un legado de absolutismo todopoderoso. Los diálogos entre ambos adquieren una trascendencia y vigor muy notables y una complicidad ante la cámara máxima, más si cabe cuando te enteras y lees que la relación personal y profesional entre ambos era nula debido a sus diferencias políticas y de la tendencia al divismo de los dos. Lo cierto y lo bello es que acabas de ver la película y te quedas maravillado ante el despliegue de estos dos actores y con la sensación de conocer como era aquella relación entre mecenas y artista en la Italia del Renacimiento, sin duda el período artístico y el lugar más importante en la Historia del Arte.

Hay que destacar que cómplices de los dos actores y de todo el equipo artístico de la película fueron los asesores históricos que complementaron el trabajo de Irving Stone en la redacción de la obra original, en el guión adaptado de Phillip Dunne y en la escenografía montada por el italiano Dario Simoni.

Como se decía un par de párrafos arriba la película se rodó en Italia y la propia implicación de Irving Stone como productor garantizó que en la pantalla se transmitiera lo que se sabía sobre la vida y obra de Miguel Ángel y el contexto histórico de aquellos turbulentos años con máximo rigor y veracidad.

Fruto de estos compromisos colectivos son escenas en las que se enseña como eran las técnicas y tecnologías con las que se surtía y construía el Arte en la época. Realmente son admirables por la fidelidad histórica muchos aspectos de la película y las licencias que los autores toman son casi nulas a tenor de lo que cuentan algunas de las fuentes consultadas. Y es que entienden que el dinamismo narrativo no tiene porque verse comprometido porque se aplique más o menos verosimilitud a lo que se quiere mostrar al espectador. De este modo, algunas escenas como todas las que muestran el proceso de elaboración de las pinturas de la Capilla Sixtina son un manual en vivo de cómo se ejercía el Arte en la época. No sólo en la más visual como pueda ser la elaboración de los andamios, siguiendo las instrucciones que el propio Miguel Ángel dejó escrito en sus tratados. Es que además se toma su palabra para crear en taller las mezclas de colores y pinturas con elementos naturales originales, por lo que los artistas que iban recreando el trabajo del florentino en la réplica en la ciudad del cine italiana, lo hacían siguiendo los mismos patrones y técnicas que en el auténtico.

Más impresionantes son las escenas en la cantera de Carrara donde Charlton Heston trabaja como un cantero más. Se enseña el trabajo colaborativo y sincronizado de cientos de personas para extraer de la roca las voluminosas placas de mármol, fragmentando la roca viva y valiéndose de la física para separarla y luego poder ser acarreada ladera abajo hasta que entra en la siguiente fase productiva para generar las planchas más pequeñas y transportables, muchas de ellas con sus características relativas a tamaño, color y vetas a petición de los artistas, como le recuerda un trabajador a Miguel Ángel sobre el mármol colosal del que deberá sacar su Moisés.


El Moisés, obra central del conjunto escultórico de la tumba de Julio II en la iglesia de San Pietro in Vincoli, de Roma. Foto tomada por Ángel Luis Domínguez, diciembre 2023.

 

Y es que la película se va a centrar, y a diferencia en la obra biográfica de Irving Stone que lo hace sobre la vida de Miguel Ángel, en el proyecto de los techos de la Capilla Sixtina que Julio II le encargó en 1508. La magnitud de la empresa provocó severas discusiones entre ambos dado que para Miguel Ángel la pintura era un arte menor en comparación con la escultura, y apenas le motivaba la propuesta que le hacía abandonar el para él mucho más estimulante encargo de la tumba del propio papa. Las dificultades técnicas de tener que trabajar a más de 20 metros de altura en un espacio que consideraba “poco más que un establo, indigno para la casa de Dios” que había sido ordenada construir por el Papa Sixto IV treinta años antes, sobre una superficie abovedada y salpicada por hasta 12 pechinas que requerían trabajos singulares en cuanto a la perspectiva y profundidad de la obra, se complementaban con los requisitos temáticos e iconográficos que el propio Julio II le encomendó. A regañadientes Miguel Ángel comienza la obra, pero pronto huye y desaparece de Roma abandonando la magna tarea y refugiándose, como se ha dicho en las canteras de mármol. Julio II entra en cólera y ordena su búsqueda al tiempo que batalla por toda la península Itálica y más allá en sus campañas militares.

En Carrara el intimista Miguel Ángel recibe la inspiración para pintar el techo de la Capilla Sixtina, por lo que vuelve para pedir el perdón del Papa. Un perdón visto desde el punto de vista personal entre mecenas y artista, sin connotaciones religiosas, y emprende la obra, re-haciéndola a su gusto completamente. Así durante 5 años y hasta 1512, con alguna que otra crisis personal, Miguel Ángel ejecuta la obra ante la presión de su promotor, Julio II quien le va preguntado “¿Cuándo acabarás?” y recibiendo por respuesta el célebre “¡Cuándo acabe!”.

Absolutamente trascendental es la escena en la que varios cardenales ojean el trabajo del Buonarroti y se muestran encolerizados por la falta de clasicismo, naturalismo y pudor de las pinturas de Miguel Ángel que ya exhibe toda una fuerza de cuerpos expresivos, abigarrados, de musculaturas exacerbadas y en movimiento que plasman la acción para mostrar los textos del Génesis, La Creación, La Relación de Dios con la Humanidad y La Caída del Hombre. El diálogo entre Miguel Ángel y los cardenales con las miradas impasibles de un Julio II atento y que dejó hablar componen un absoluto testamento artístico y vital de obligado aprendizaje para quien le interese la esencia del proceso creativo y su trascendencia.


Forma parte del retrato psicológico del personaje de Miguel Ángel, en el que el misticismo, la religiosidad, el sentido del arte y un compromiso irrompible con su propia coherencia y sentir del hecho artístico construyen la prosopopeya que lleva a cabo con acierto Charlton Heston. El agotamiento físico, emocional y psíquico del trabajo artístico, con su componente filosófico, se muestra en toda su crudeza. El talante polifacético, auto exigente y entregado del artista aparece reflejado por la multitud de proyectos e ideas que atesora, que le dejan agotado, que abandona y retoma, y que quedaron incompletos. Un amor al arte y a la vida, pero también a la religión y a una fuerte convicción cristiana que traslada a su observación y recreación del cuerpo humano, fruto más perfecto del amor y la generosidad de Dios. Todo ello bajo un carácter impetuoso, arrebatador y torturado de máxima implicación en cada uno de los proyectos que le apasionaron y pasaron por ante sus ojos, incluida su propia vida.

Al final, y no hay espoilers que valgan porque la película transcurre fiel a la historia, Miguel Ángel cumple el encargo y maravilla a Julio II quien no le exonera de sus responsabilidades para que volviese a Florencia, sino que le encarga la decoración de la pared Oeste donde va a ir El Juicio Final, desechando la primera idea de encargárselo a Rafael Sanzio.

Miguel Ángel sobrevivirá a su patrocinador y antes de marchar de Roma podrá completar su relación personal con su mecenas, esculpiendo el maravilloso conjunto de la tumba de Julio II, en cuya parte baja está el colosal Moisés que hoy se exhibe en la iglesia de San Pietro in Vincoli.

En definitiva y como cierre no dejéis de ver esta película y atesorarla como merece: Una obra de arte sobre el Arte, hecha con compromiso de rigor y veracidad, con intención pedagógica y en esencia como un tratado sobre el Renacimiento, los Estados Pontificios y sus dos personajes principales, el papa Julio II y el gran artista Michelangelo Buonarroti.




Las imágenes del colosal trabajo de Miguel Ángel son del propio Vaticano como poseedora de los Derechos de Imagen.



BIBLIOGRAFÍA

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lunes, 16 de octubre de 2023

Dark City: Un cuarto de siglo del cyberpunk más oscuro

 
Exprimiendo el cyberpunk más propio de los 90 y atrapando el culto a autores como Orwell, Palahniuk, Bradbury o Stanislav Lem, y por supuesto, Philip K. Dick, el director australiano Alex Proyas creaba Dark City, partiendo de una historia original suya sobre la que desarrolló el guión final de la película.
Llegaba a las pantallas de cine tal día como hoy en 1998, hace veinticinco años ya, donde paso sin pena ni gloria, pero siendo rentable por los pelos para los productores. Al tiempo configuró una aura propia como obra de culto, semi clandestina (sus pases en la televisión se cuentan con los dedos de una mano), pero con un público fervoroso en la admiración y recomendación de una película que marcó a todo el cine de ciencia ficción venido en estos primeros años del siglo XXI. Ya en la trilogía The Matrix de las hermanas Wachowski -hermanos en aquel momento-, se ven similitudes narrativas y estilísticas algo normal ya que se rodaron casi al mismo tiempo y en los mismos estudios. Pero si pensamos en obras como Réquiem por un sueño o El Caballero Oscuro y toda la filmografía de Nolan bebieron de las fuentes de Dark City que a su vez marca un continuo con otras películas anteriores como El Cuervo, The Cube o Gattaca en esos mismos años 90. O si nos retrocedemos más aún al Blade Runner y a la filmografía de Hitchcock.
La estética marca toda la película. La oscuridad perenne en la que se envuelve la City es asfixiante y encauza el desarrollo de todos los personajes y de la historia propia. Esta avanza y junto a la forma nos hace a los espectadores participe de los descubrimientos que va mostrando el metraje hasta al final comprender y entender tanto la historia, como el significado que nos quiere transmitir. Como resultado, con el vestido de la ciencia ficción y de la distopía, Proyas nos cuela un thriller policiaco, puro cine negro, fusionando ambos géneros, poniendo lo mejor de cada uno al servicio del otro y construyendo en definitiva, una obra maestra.
El peso de la historia recae en Rufus Sewell, actor un tanto maldito demasiado encasillado en los papeles de malo malísimo, y que sin embargo, aquí muestra tener mayor registro, pasando de lo que aparentemente sería otro anti héroe, a desarrollar el personaje que propone y culmina el clímax de la película: la catarsis de toda la ciudadanía de Dark City.
No está sólo en la tarea sino que se ve muy bien acompañado por Kiefer Sutherland, William Hurt y una bisoña Jennifer Conelly, que como siempre, engrandecen la pantalla y añaden carisma, contención y talento al trabajo actoral. Los “malos” aunque interpretados por actores no tan conocidos, tampoco desentonan, si no que más aún, ayudan de manera implacable a dotar de sofoco el devenir de la historia, mostrando una naturaleza no-humana en la que fin último es la consecución de objetivos y la lógica aplastante de un procesado cibernético. Unos Nosferatú a lo Bela Lugosi que desde la frialdad más inhumana tratan de explicarnos la esencia del alma humana.
Pero sigue siendo esa atmósfera oscura y agobiante la que queda ya perenne en el recuerdo de un espectador que probablemente varias veces se haya revuelto sobre el asiento y seguro frotado los ojos ante tal tenebrista paleta de colores.
Sin duda ayudan a consolidar tanto la sensación de agobio, como el recuerdo positivo de Dark City, otros elementos como son los efectos especiales que aparecen de modo artesanal, aún alejados de la pos-producción digital que todo lo apabulla hoy en día. Las maquetas se mueven, los planos filman miniaturas y la fotografía juega con la iluminación y las sombras, todo al uso de un montaje vertiginoso en el que se suceden los planos por regla general en menos de diez segundos. Los diseños de escenarios priman la oscuridad y la decadencia, a la que ayuda toda la tramoya empleada. Coches, maquinaria, ropa de los personajes, todo tan de los años 50, tan propio de Edward Hopper, que enmarca el guión, haciéndolo reconocible y proporcionando desde una belleza, propia e inusitada, la atmósfera necesaria para hacer redondo todo lo que DarkCity nos quiere contar.
No es tampoco a desdeñar la banda sonora con piezas orquestales que no dejan hueco al silencio en ningún momento ayudando así a ahogarnos como espectadores en la oscuridad y en la densidad de la obra.
Y es en ese mensaje, más allá de la propia fábula que se representa ante nosotros, donde se encuentra trascendencia. Funcionando más como un cómic que como una novela se plantea la trama, y con ella junto a la reflexión del espectador, temas tan importantes como la trascendencia de las vidas,  desde el punto de vista filosófico clásico, como del aprovechamiento del tiempo libre y el trabajo, visto éste último como objetivo de auto realización y de mejora social. La distopía de Dark City nos tiene que servir para que valoremos el uso que hacemos del tiempo (siempre presente con esos relojes que marcan las 12 en punto).
Otro punto importante del significado de la obra es la memoria. Antes que lo hiciera el gran Christopher Nolan en Memento, Alex Proyas nos induce a reconocer la memoria como constructor de la identidad personal mostrando, con las lagunas que los personajes tienen constantemente entre sus recuerdos, que es ahí en nuestra memoria dónde, cómo, cuándo y por qué nos reconocemos, tanto a nosotros mismos, como nuestro yo en el entorno en el que vivimos. Los recuerdos no son naturales, son implantados y carecen de interconexión unos con otros. Su valor crece mientras avanza el metraje y al final sirve como catalizador de los descubrimientos que el protagonista va a ir adquiriendo.
Ese protagonista, interpretado por Sewell, se hace llamar John Murdoch y es el Mesías que va a sacar a la oscuridad a toda la ciudad. Va a liberarlos y lo hará desde la sospecha y finalmente del propio convencimiento de su condición. Adelanta así, al Neo de Matrix, y ambas películas beben de un planteamiento similar: Unos viviendo en el desconocimiento la realidad planificada por otros. Componiendo un tipo de cine de ciencia ficción que por detrás de los escenarios, las peleas y los efectos especiales, invita a reflexionar y sobretodo a recobrar la autonomía propia e individual para dirigir la vida de uno mismo hacia una mayor libertad y felicidad. Dark City induce a pensar y con esa acción descubrimos los hilos que nos atan y las cadenas que nos mantienen junto a los engranajes de una sociedad que no elegimos y lo que es peor, nos vino impuesta sin aceptación de la discusión.
La ciudad un continuo laberinto que se renueva cada noche o cada “desconexión”, es un Mito de la Caverna de Platón, moderno. Un experimento donde los ciudadanos, hombres y mujeres, de toda edad y condición tienen ante si una realidad distinta cada noche, y a la que inexorablemente, tienen que responder de formas distintas, hasta lograr cumplir la hipótesis de quien maneja los engranajes de ese escenario.
La simbología de los objetos cotidianos como relojes, el dispensador de alimentos o el dichoso cartel de Shell Beach sirven para enmarcar el tema de la libertad de decisión de los habitantes de la ciudad y sobre todo, la manipulación a la que se ven sometidos que los engaña, pensándose libres, cuando no son más que marionetas de las que interpretan sus reacciones.
No puedo decir más que aprovechéis esta efeméride de un cuarto de siglo y veáis o reviséis Dark City. Yo lo voy a hacer.
 

miércoles, 22 de febrero de 2023

Western rural y cine en clave de mujer: As Bestas


 

As Bestas es la película española, y si me apuras universal, del año. La gran triunfadora de los premios Goya. Una obra hispano-francesa dirigida magistralmente por Rodrigo Sorogoyen en el que el western como territorio de última frontera es reinterpretado en la Galicia profunda y contemporánea.

As Bestas está basada en la historia real de un matrimonio holandés que emigró a la Galicia de interior buscando establecer su proyecto de vida dedicándose a la agricultura ecológica. La modélica instalación y el entorno maravilloso se convirtieron en pesadilla cuando emergieron los conflictos con algunos de los vecinos a causa de la intromisión de la especulación sobre el territorio que la ciudad ejerce sobre lo rural. Cuando había que poner el monte al servicio de aerogeneradores para la energía que se iba a consumir en las ciudades la buena vecindad desapareció, al chocar distintas formas de ver el paisaje y el arraigo, pero también al enfrentarse posturas ideológicas y vitales opuestas e irreconciliables. El dolorosísimo final no empaña la trascendencia de la historia, y esta se transmite a la película a través de un guión, que con las necesarias licencias, algunas más visuales y otras más circunstanciales (aquí el matrimonio inmigrante es francés) hace que te pegues a la butaca y con máxima atención te involucres en la historia, sufriendo a sus protagonistas y admirando a quien lo merece.

Rodrigo Sorogoyen construye de esta manera un relato trascendente, inolvidable y de total actualidad en todo aquello que es la España Vaciada. Se vale de todos los recursos que el lenguaje cinematográfico ofrece, empezando por una ambientación espectacular. Los paisajes, los bosques, los caminos, las casas y las granjas se muestran tal y como son y se palpa la realidad sensitiva de cada ambiente y momento.

El trabajo de cámara es espectacular. Convierte a la montaña gallega en un personaje más. Un protagonista inasequible en su empeño de proporcionar al hombre belleza y recursos que han de ser trabajados en duras condiciones. La climatología y la orografía juegan su papel modulando, no sólo el paisaje, sino también los caracteres de las personas que habitan el entorno.

Las escenas en plano secuencia nos dejan varios momentos culmen que explican toda la película: por supuesto el clímax dramático en un bosque de castaños con el suelo alfombrado por la caída de la hoja otoñal; una conversación intensa entre los dos protagonistas masculinos en la barra del bar del pueblo; el brutal diálogo entre madre e hija que podemos disfrutar en francés con las dos actrices en estado de gracia. En todas estas escenas, y en realidad, durante toda la película, la ambientación y la iluminación añaden dureza y realidad a toda la trama.

El tiro de cámara y montaje también muestra una precisa maestría en los planos de interiores. El juego de luz dentro de las sombrías casas de piedra, de granito: se palpa la calidez del hogar al fuego vivo mientras las conversaciones, las miradas y los silencios marcan la intensidad del metraje y la trascendencia de todo el mensaje.

Pero es en el trabajo actoral donde descata As Bestas. Los dos personajes masculinos principales, interpretados por Luis Zahera y el francés Denis Menochet (señor LaPadite, y brutal y terrorífico padre en Jusqu'à la garde, que alguien llamó aquí Custodía compartida) están sobresalientes y así se ha traducido en los parabienes de la prensa y de los premios. Pero, para mi, destaca sobremanera el papel protagonista absoluto de Olga, interpretada por la actriz francesa Marina Foïs, que hace una interpretación sublime del personaje real de Margot, a quién la película está dedicada. En este sentido, otro punto a destacar de Sorogoyen es la labor con los actores y actrices que sacan todo de lo que son capaces y no es poco.

Uno de los principales aciertos de la producción es el desarrollo de la trama a través de la imagen pero también de la palabra hablada. Los diálogos en francés, castellano y gallego se suceden y son un delicia descubrir todos las facetas de las interpretaciones de actores y actrices a través de sus distintas lenguas maternas. Muy de alabar por necesario y valioso es el haber dejado los diálogos entre personajes en su idioma más cercano, utilizando el subtítulo. No estamos acostumbrados en el cine de #Españistan a emplear este recurso y se pierden muchos matices de las interpretaciones que en este caso, se conservan y añaden mucho mayor dramatismo.

El choque entre culturas se hace así tangible, palpable y en un requisito fundamental para comprender la amplia fractura que desencadena la trama y las múltiples aristas que presenta: el choque campo-ciudad, lo rural como recurso de lo urbano, el choque intergeneracional, la despoblación, la masculinización del mundo rural, el patriarcado, los modos de producción y de vida tradicionales y los que tratan de recuperar usos más naturales, la conservación versus explotación, etc., etc.

Y es que el aprendizaje y el tesón de Margot, encarnado en Olga, nos dan unas lecciones tremendas: De empoderamiento y determinación ante las dificultades, el dolor y el miedo. De convencimiento en la verdad. De esfuerzo físico y mental por encima de todos los impedimentos y zancadillas. A través de las palabras que Olga pronuncia, y muy especialmente de sus silencios y de su mirada, As Bestas reluce y gana una trascendencia mucho más amplia que la simple pelea y conflicto entre dos (o tres) hombres.

Frente a la violencia y la amenaza masculinas brilla la paciencia y el tesón femeninas como columnas de dignidad para seguir luchando. Incluso cuando las cosas más difíciles se ponen. Por eso es más importante este personaje femenino, porque nos presenta otra forma de funcionar, de vencer en el conflicto con la palabra y los actos que una misma puede ejercer, sin rehuir el choque y sin ceder un ápice.

Volviendo a la trascendencia social, cultural y política de As Bestas hay que hablar de la situación de la mujer del ámbito rural y en algunos de los efectos que sobre la conservación del territorio, medioambiental y del patrimonio tiene. Casi siempre la mujer es la gran olvidada a la hora de tratar los temas y en el caso de la España Vaciada no lo es menos. La película lo transmite y pone el foco en la emigración femenina del campo español, que dejó “sin mujeres” a los hombres que se quedaron en un proceso de masculinización del mundo rural. Es decir, la falta de equilibrio entre el número de hombres y mujeres en las poblaciones rurales. Un mal endémico que dificulta el desarrollo de estas poblaciones y se añade a la lista de hándicaps que ponen en peligro su conservación y la de todo el patrimonio que atesoran. Pero también ancló a las mujeres que se quedaron a un rol tradicional de trabajo en el hogar y cuidado de familiares (niños, dependientes, mayores). En un círculo pernicioso esa propia asignación de comportamientos y tareas favoreció la marcha de las mujeres. Y lo sigue haciendo hoy en día.

Se pone de manifiesto así la ruptura generacional que se enmarca en los procesos de nueva ruralidad. El espacio rural ya no es un espacio agrario de producción y si un espacio de consumo, y aunque en el entorno de As Bestas, claramente podemos identificarlo como rural, las fronteras entre lo urbano y lo rural se diluyen y confunden. Así estas realidades sociales, auténticos dramas para el patrimonio, el conservacionismo y la demografía no van a revertir, sino más bien agravarse, mientras los tradicionales roles de género no cambien para que mejore la consideración y perspectivas de vida de la mujer rural.

Por otro lado la película pone en cuestión el mito del idilio rural. La vuelta a lo agro, a lo rural, al campo y a la naturaleza como búsqueda de una vida más saludable y sencilla está sobre el papel para muchas personas que buscamos unos modos de vida más satisfactorios. Pero la realidad del día a día en un entorno rural puede ser bien distinta, debido a las propias dificultades intrínsecas del entorno y de la sociedad rural, empezando por la propia naturaleza conservadora en los pueblos y comarcas.

La película también pone el acento al fenómeno de la agroecología y las prácticas agrarias respetables con el medio ambiente y el consumo de cercanía. Si bien, de manera somera, porque no podía entrar en tanto tema con total profundidad, quedan marcadas las dificultades que los nuevos modos y técnicas de producción (en realidad antiguos, porque se trata de recuperar lo que se hacía hasta hace 40 o 50 años) chocan y son fuente de conflictos con las formas que se emplean actualmente y a la que están acomodados los productores, que por lo general, también presentan unas edades altas. Por lo tanto, se traslada a un choque generacional, lo que ya es de por si un choque entre lo rural y lo impuesto o sugerido por lo urbano.

Por último y como fuente directa del conflicto, As Bestas reflexiona sobre la la apropiación de la Naturaleza por parte del capitalismo en su búsqueda incesante del lucro. Una apropiación de la Naturaleza, el patrimonio y la vida de los habitantes del territorio que se convierten en varias fases en productos demandados por lo urbano. Y tal demanda tiene que ser satisfecha. Esto ha generado una serie de consecuencias negativas tanto para los habitantes del mundo rural, en sus roles de productores, consumidores, vecinos, etc., así como para la conservación del medio ambiente y de las tradiciones agrarias y culturales.

Llegados a este punto sólo decir que aprovechéis la reposición en cines de As Bestas tras su éxito en los Premios Goya. Vedla y volverla a ver. Si tenéis algo de suerte al ir al cine la disfrutaréis en su profunda totalidad. Y si no va a merecer la pena tenerla en casa siempre disponible y visitarla periódicamente. Seguro que se ganarán matices.

Yo ya tengo ganas de volverla a ver y disfrutar en casa.


Camareros: Necesarios, degradados y precarios. Una experiencia personal

Ahora que ya está aquí el veranito con su calor plomizo, pegajoso y hasta criminal, se llenan las terracitas para tomar unas...