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miércoles, 10 de julio de 2024

Un autor y un personaje: Santiago Lorenzo

Captura de pantalla de su entrevista en Pagina2 con motivo de la publicación de su última novela, Tostonazo. (Canal de Youtube de la2)

 

Más que un fenómeno literario, que lo fue y de una manera apabullante, Los asquerosos de Santiago Lorenzo, para mi fue un descubrimiento personal que me hizo crecer y reflexionar, a la par que divertirme, a través de las páginas de una novela generacional, irreverente y descriptivamente certera del estado de las cosas. En particular sobre las que rondan mi cabeza desde hace unos años.

Yo no voy a ser un pedante de pega, que reniega de Los Asquerosos, la califica de la “peor novela de Lorenzo” porque, “¡oh!” resulta que afirma haber descubierto al más castellano de los autores actuales con algunas de sus obras anteriores. A Los millones, Los huerfanitos, Las ganas yo llegué a través de las páginas de Los Asquerosos, y de las recomendaciones más mainstream posible que enmarcaba en Zarzahurdiel, una Arcadia convertida en espacio vital de Manuel, del autor y de todos nosotros. Antes para mi, como para la mayoría, pues estamos hablando de unas novelas cuyas primeras ediciones estuvieron sobre los 4.000 ejemplares vendidos, Santiago Lorenzo no existía. Y apareció y se convirtió en referencia cuando me convertí en uno de esos que atesora una primera edición de Los Asquerosos, a parte de media docena más de adquisiciones para regalar de esos 200.000 libros que ha vendido hasta ahora de esta magnífica novela.

Ni que decir tiene que no puedo más que recomendar todos los trabajos de Santiago Lorenzo. En Los millones, del año 2010, la trama transcurre en torno “uno del G.R.A.P.O. al que le toca la Lotería Primitiva y no puede cobrar el premio porque no tiene DNI”. En Los huerfanitos, de 2012, los protagonistas son unos hermanos que se han quedado tirados por los desfalcos de su padre putativo, y en cómo tienen que ingeniárselas para echar hacia adelante un proyecto escénico que permita aliviar las deudas del progenitor y la caradura de todos los que pululan por el teatro heredado. Con Las ganas, de 2014, Santiago Lorenzo nos habla con su habitual sorna y lucidez de la soledad y la falta de oportunidades de un desgraciado cualquiera para poder catar el sexo complementario. Sobre Los asquerosos ya os hablé. Y en cuanto a su última novela (a parte de un libro de relatos breves), Tostonazo, el autor vuelve sobre su pasado en torno al mundo del cine con las vicisitudes de un joven sin oficio ni beneficio, que le pega al anís y que primero acaba de meritorio en una productora chusca, y después como acompañante de un viejo malencarado de una pequeña capital de provincias.

Antes de su particular exilio al mundo rural y al de la escritura como profesión a tiempo parcial, Santiago Lorenzo presenta una etapa inmerso en el mundo del cine, tanto como productor, guionista (de hecho alguna de sus novelas han sido guiones de cine reconvertidos) y director. Fruto su idilio con las películas es una sólida carrera en cortos y mediometrajes, así como dos obras. La última, una prescindible comedia facilona de la que reniega y le mando directo al mundo de las letras. Y su ópera prima, Mama es boba, una comedia personalísima, del año 1997, en la que el escenario, la Palencia de antes del siglo XXI es un personaje más a través del asfixiante, verdulero y metomentodo ambiente que recrea sobre la familia protagonista. El niño nos hace de narrador dándose cuenta de que todo el clan es víctima de la chanza de sus convecinos, cuando no de su escarnio y acoso público y notorio, verbal e incluso violento (cuidado con como presenta Lorenzo en sociedad el acoso escolar hace ya más de 25 añazos), al calor de las ocurrencias, vagancias y malajes venidos de la capital del reino a hacer eso precisamente: un buen capital y a reinar a costa de los provincianos. Los padres son unos auténticos desgraciados, cuya bondad y simpatía es tomada a guasa, junto a una calamitosa incapacidad social y unas luces más bien cortas, tirando a inexistentes. Por eso al final, la resolución -que os dejo a vuestro descubrimiento- se hace la única y coherente para continuar con sus vidas.

Fruto de esta etapa vital en el mundo del cine Santiago Lorenzo ha heredado su profundo conocimiento sobre el medio, así como su gran pasión en la construcción de escenografías y maquetas, actividad que hace para goce propio, pero en la que había destacado en su pequeña productora cuando trataba de arrancarla. De casa ya venía con un humor muy propio y un ingenio capaz de dotar a sus escritos de mucha frescura y agilidad. Su prosa es directa, en cascada y llena de humor. Y sus personajes resultan muy singulares, con profundos claro-oscuros, donde las miserias y las genialidades se combinan de azarosa forma sobre situaciones cotidianas que se resuelven de forma inesperada, pero no carente de realismo.

Otro aspecto fundamental en la obra de Lorenzo es la creación y desarrollo de los personajes, tanto protagonistas, como secundarios, que se convierten en inolvidables al destilar unas personalidades complejas, a veces contradictorias, y con matices reales que los hace al lector reconocibles y cercanos. Hombres y mujeres con los que empatizar, o a los que directamente detestar.

Con todo ello, parecen subyacer notas autobiográficas del propio autor en personajes, situaciones, causas y consecuencias, que combinadas con la propia originalidad de los planteamientos de Santiago Lorenzo, hacen que se acerque a realidades sociales y políticas de forma sutil, pero sin hacer amigos. Despieza este mundo que nos ha tocado vivir en las crueles, incoherentes y marcianas conductas que provoca, al tiempo que lo despoja de cualquier matiz aleatorio y natural, para presentarlo en su relación clara e inequívoca con el comportamiento del ser humano actual, tan entregado al individualismo y al placer inmediato. De este modo, consigue una crítica a la par certera y divertida de la actualidad contemporánea ofreciendo una mirada lúcida de la realidad que nos invade.

De esta forma, llegamos al punto que define la forma de escribir de Santiago Lorenzo que es esa fina línea que separa lo trágico y lo cómico, lo cruel de lo divertido, el drama de la risa, o en definitiva, lo positivo de lo negativo. Temas universales como el amor, el sexo, la amistad, la soledad, la aceptación, y la búsqueda de la felicidad sirven para hacernos pasar unas horas divertidísimas leyendo, a la vez que podemos reflexionar sobre nuestras propias miserias y existencias.

En general, solo puedo decir que os acerquéis a la obra de Santiago Lorenzo porque os va a hacer mejores personas y os va a hacer divertiros. Un autor diferente, hecho así mismo (manida frase hecha, pero que en este caso es totalmente definitoria), con sus propias contradicciones, miserias y aciertos, y que presenta un relato trascendente, profundo y revelador.


miércoles, 2 de diciembre de 2009

Por qué Escribir


escribir

para curar
en la carne abierta
en el dolor de todos
en esa muerte que mana
en mí y es la de todos

escribir

para ahuyentar la angustia que describe
sus círculos de cóndor
sobre la presa

aunque en el alma no

en el alma
la estimación del tiempo que concluye
y es arriba
algo más que un silencio
con ojos semiabiertos

escribir

como condescendencia y como rebeldía
sin elección
sin pausa
porque se va la luz, las fuerzas
se le acaban
y el ser se va de vuelo
en las garras de un ave
carroñera

escribir

para decir el grito
para arrancarlo
para convertirlo
para transformarlo
para desmenuzarlo
para eliminarlo
escribir el dolor
para proyectarlo
para actuar sobre él con la palabra


[ ]



escribir para curar
escribir para guarnecerse
escribir como si cerrase los ojos
para no cerrarlos
para mover la mano y seguir su curso
para sentirse viva
AÚN
para aplazar la angustia
como simulación
para guiar la mente y que no se desboque
para controlar lo controlable

escribir

como quien deja la luz encendida
y duerme de pie sobre sí mismo
para saldar las cuentas con el miedo


escribir
para reorganizar

escribir
sin hacer concesiones

escribir
como quien des-espera
para cauterizar
para tomarle las medidas al miedo
para conjurar
para morder de nuevo el anzuelo de la vida
para no claudicar

escribir
para apuntar al blanco

escribir
con palabras pequeñas
palabras cotidianas
palabras muy concretas
palabrasojo
palabras animales
palabrasbocadegato
ásperas por dentro y por fuera
suaves como “tal vez”
palabraslatigazo
como “demasiado” y “tarde”

escribir

para no mentir
para dejar de mentir
con palabras abstractas
para poder decir tan sólo lo que cuenta

decir que a las once
de la noche de hoy
mientras la luz calienta
el lado izquierdo de mi almohada
y la sábana verde se desdobla
en el espejo del armario
estoy en mí
en el lugar en que acostumbro
a encontrarme
en este aquí hecho de extraña
duración en lo mismo
repitiéndome
la carne dolorida
los huesos lastimados
los nervios, la piel
tirante, amoratada
el pelo encanecido
el grito sólo postergado
y hoy a las once
de la noche de hoy
mientras la luz calienta
el lado izquierdo de mi almohada

muere un niño
o dos o no sé cuántos
mueren y una anciana dice
sus últimas palabras
o no las dice y muere
y es otra la que habla
pero no habla, dice
apenas dice y muere
sin decir
apenas
nada
y algo se me atraganta
tal vez un alarido
largo como las once horas de esta noche
o tal vez la conciencia
que duerme encendida
como una lumbre la conciencia
de todos los que mueren
como una fogata
un espantoso incendio
que prende en las ventanas
de la ciudad y en el mar no se apaga
una conciencia absurda
una antorchahorizonte
la conciencia de todos los que saben
que se están acabando
en sus huesos de antorcha
hoy, mañana, siempre

escribir

todas las muertes son mi muerte
mi grito es el de todos
y no hay consentimiento
escribir

¿para consentir?
¡escribir para rebelarse!
no hay lugar para plegarias
no hay lugar para el sosiego
el ajuste de las almas
se hace en rebeldía

Estamos solas
y nos pertenecemos.
En nosotras está el poder
Somos un pueblo de almas
en rebeldía
¡Despertad!
Lo que escribo aquí
se traza en el aire
el dolor es la senda
el dolor es el medio
por el dolor la fuerza
que combate el dolor
y lo transforma
por el dolor deshago
mi dolor en lo ajeno
y el ajeno en el mío

escribir

para des-esperar
por todos los que están
por todos
los que fueron
los desaparecidos
escribir para cuidar
sus des
--------apariciones
para alimentarlas
para que no se enturbien
no tan pronto
no tan siempre
pronto

[ ]

escribir

[ ]



¿y no hacer literatura?


¡y qué mas da!:

hay demasiado dolor
en el pozo de este cuerpo
para que me resulte importante
una cuestión de este tipo.

------------Escribo

para que el agua envenenada
pueda beberse.

martes, 6 de octubre de 2009

El talento

No hay dos personas iguales. A cada uno de nosotros se nos da bien una cosa, mal otra. También alguna regular, pero las menos. Por término medio o lo hacemos muy bien o lo hacemos muy mal. También existe el progreso. Con trabajo y pasión se puede mejorar en todo, en lo que se hace ya bien, pero incluso en lo que no somos diestros llegando a tener un nivel suficiente en la materia, aunque siempre inferior al que lo tiene como habilidades naturales.

Pasa en todo lo de la vida. Estamos más o menos capacitados para relacionarnos con el resto de las personas, con el ambiente y el entorno. Somos más propicios para la educación en sí, y para especialidades de la misma. Los hay mejores y peores en letras, ciencias. Las actividades físicas y deportivas también son un ejemplo de esto último, dotándonos para el deporte en general o no, y ya mucho más particularmente para las distintas disciplinas. La altura, el peso, la fisionomía, la velocidad, la resistencia, la fortaleza y la agilidad nos hacen mejor preparados para especialidades atléticas puras, ya sea sobre tierra firme ejercicios y acrobacias, saltos, carreras y lanzamientos o sobre el agua. El sacrificio, la lucha y el tesón a la hora del entreno y la práctica son armas en la batalla del hombre frente a la centésima, el minuto, el centímetro o el metro, y también son parte importante del éxito en otros deportes en los que el ser humano mide su capacidad frente a otros seres humanos y con elementos de juego como variables que definen la mayor o menos destreza.

Las capacidades físicas condicionan que actividad deportiva nos va mejor, pero no podremos explotarla si no sentimos una verdadera pasión y un gusto por la misma. Pero es el talento el que modula ambos aspectos. La música es también otro aspecto que cumple esta realidad. Tenemos mejor o peor capacidad para su estudio, su comprensión, la composición, la interpretación. Lo mismo pasa con la escritura, o el resto de artes. Su estudio, reflexión y trabajo nos hacen mejorar, conseguir obras más depuradas, detallistas y conseguidas, en las que la belleza y su significado ayudan a construir el alma y la sensibilidad de los iguales.

Hay más condicionantes. A esos condicionantes naturales, de índole física, psicológica y racional, o al simple pero intensamente complejo del talento, se añaden los sociales, la educación, el ambiente en el que cada individuo nos desarrollamos, vivimos, y como ese entorno y todas las personas que confluyen en él nos aportan y nos hacen crecer. Propician la pericia en una disciplina y habilidad en la vida y en muchas ocasiones favorecen su entreno y ejercicio. Estos dos aspectos obviamente son muy importantes en el desarrollo de la actividad y en la pericia con la que definitivamente, somos capaces de desarrollarla. El tesón para el trabajo y el entreno, ese sacrificio diario y continúo en el ejercicio de la perfección nos regala la satisfacción de sabernos bellos e importantes, así como el reconocimiento de todos los que comparten la belleza de una jugada de fútbol, una melodía tocada con el violín, o unas grafías armoniosas que describen porqué la quiero.

Sin duda el trabajo es importante y con él el amor a esa actividad, el placer que nos aporta, porque sin estos factores, es imposible que exista una mejora y un perfeccionamiento por muy bien que estemos capacitados para ese ejercicio. Nadie quiere sufrir, padecer continuos esfuerzos que son requisito indispensable para hacerse especiales. Modular el talento natural y las capacidades heredadas, aprovechando los condicionamientos y las posibilidades que nuestro entorno nos ofrece a través del trabajo y el esfuerzo. Quizás está sea una gran definición de la educación práctica en los hobbies, las aficiones, las asignaturas de una vida, el deporte, la música, la escritura o el arte; pero en mi opinión tiene el error de otorgarle la responsabilidad de lo bello que nos han dejado nuestros antepasados o coetáneos al trabajo, el sufrimiento y el sacrificio, por supuesto importantes, pero yo considero que no podré copiar “La Balsa de la Medusa” de Gericault por múltiples años de estudio y trabajo delante de la obra postrado ante el lienzo. Tampoco seré capaz de interpretar una obra de Mozart al violín, por más horas que pasarás delante de mi, tocando para mi. Y tú tampoco podrás hacer un gol jugando al fútbol como lo hago yo; Sin embargo, mi talento no queda en sombría ante un Messi o un Iniesta, mientras que mi baloncesto es paupérrimo ante Alba Torrens y eso que amo el juego con pasión y reverencia.

Me enorgullece sin embargo escribir bien, tener esta sensibilidad natural para expresarme, escribir lo que siento o sobre lo que quiero disertar, al igual que por ejemplo, sin tener un gran talento para ello, el placer que siento por cocinar (y una buena receta, tiempo y medios para ejecutarla) me permiten seducir el paladar más exigente.

En todo ello no aspiro a superar a nadie. No es mi ansía demostrar y pavonearme mejor que nadie, porque la realidad es que nadie supera a nadie en nada, porque las personas somos poliédricas, multidisciplinares; en un día hacemos múltiples cosas, actividades, trabajos, placeres, para uso propio o para el de nuestros iguales, o nuestros amores. Por todo ello cada persona es especial y merece respeto, consideración...

Quizás alguien pregunte, a qué viene escribir esto. Yo no lo sé. Intuyo que a lo mejor es que ya estoy loco. O aburrido. Posiblemente sea muy chulo, pero seguro, lo que es seguro,... es que estoy enamorado.

lunes, 20 de abril de 2009

La Caja de Zapatos





Escribo sin parar. Hay veces en las que las ideas y los sentimientos se agolpan en mi cabeza con intención de salir. Tengo que darles forma, buscar palabras y expresiones que den cuerpo y vida a todo lo que pasa por mi corazón o mi cabeza. A veces las fuerzas fallan y la inspiración se ha marchado... escribo mierdas que no llegan ni siquiera a cabrearme cuando las recito en alto. Con el ordenador es fácil seleccionar el texto y borrarlo pulsando Supr. Pero cuando lo hago en papel el halo romántico de arrancar una hoja y hacerla una bola para posteriormente lanzarla en suspensión al vacío es un acto que me seduce, pero que casi nunca hago. Si he agarrado un boli y un trozo de papel escribo no para gustarle a nadie, sino para soltar mis miedos y mis gritos en silencio. Con la letra prácticamente ilegible, luego me cuesta horrores saber que dije... Escribo con pasión, con furia, desatado, sin atender a razones estilísticas, prácticamente escritura automática que saca a relucir todas mis pasiones y temores, todos unidos para dibujarme.

No recuerdo muy bien cuando empece a escribir, a contar todo lo que me atacaba o gustaba. Quizás sería con 13 o 14 años. A veces no sabes a quien acudir. Tienes miedo, estas sólo y el vacío es intenso y total. En la soledad de una habitación intentas mil avatares, pero la necesidad de gritar es tan grande como el horror a que te llamen loco por hacerlo. Y con la luz azul del flexo iluminando un pequeño espacio en la mesa, con la persiana bajada, sólo dejando los agujeros para no olvidar que hay algo ahí fuera, cogía un trozo de papel y empezaba a escribir lo que sentía.

Poco a cambiado desde entonces. Ahora tengo un ordenador, montón de redes sociales, un blog, ganas de hacerlo todo y también tiempo. Los mismos miedos e incertidumbres siguen acechando por lo que no se sabe si hemos evolucionado, involucionado o soy un rebeldes porque el mundo me hizo así. Yo creo que estamos como estamos porque somos una segunda generación X. Si los literatos estadounidenses nacidos en los años 70 son una, aquí y ahora, la gente que tenemos esta edad de los "casi 30" seguimos inmersos en la rutina diaria, pero con la certeza de que apenas crecemos, de que desarrollamos nuestras vidas acorde a nuestros sueños, instintos o necesidades. En eso personalmente, a parte de arriesgarse, poco podemos hacer, y de los que corren el riesgo, pues calculo que a 50% se debate el éxito y el fracaso. El caso es que escribir y hacerlo libremente es un lujo gratuito del que pienso que pocos hacemos un uso continuado. A lo mejor por miedo guardamos esa confesión del propio hecho de la escritura y sus resultados, algo que yo hago porque no todo lo que escribo es lícito de ser publicado, porque haría de mi... no lo sé exactamente, quizás sea este temor lo que me haga seguir haciéndolo.

En una caja de zapatos negra con ribetes blancos podría ser mi "arca perdida". Un tiempo lo fue y su recuerdo es la reminiscencia de tiempos analógicos. Ahora conservo algunos de aquellos relatos, cuentos y confesiones, aunque hay muchos que pasaron a mejor vida... La caja dejo paso a un par de cuadernos, a hojas sueltas que en algún momento atacó y también incluso alguna servilleta porque tomando un café se me ocurre algo que merece ser contado y hecho sueño de tinta y grafía. En ocasiones me tiro meses sin escribir nada, otras lo hago hasta 3 veces al día... No sé porque escribó pero si sé que cuando lo hago me siento mucho mejor y esa ya es una simple razón para seguir haciéndolo.

Camareros: Necesarios, degradados y precarios. Una experiencia personal

Ahora que ya está aquí el veranito con su calor plomizo, pegajoso y hasta criminal, se llenan las terracitas para tomar unas...