Mañana
es Acción de Gracias (“Thanksgiving
Day”)
en Estados Unidos y pegado a él aparece el “Black
Friday”
(y tras el finde el “CiberMonday”)
eventos sociales basados en el consumismo
más
desaforado,
extremo, irracional,
y
que da inicio a la época del año más alocada y sin sentido en
cuanto a las compras se refiere: La Navidad.
Lo
que empezó siendo al otro lado del Atlántico como un día para
comprar en familia siguiendo la unión y
el recogimiento interior simbolizados
el día anterior, al calor de jugosos descuentos y ahorros antes de
las fiestas, es hoy, ya trasladado al viejo continente y a
esta
España (llena
de banderas en los balcones y a
la vez huérfana
de identidades propias)
una exaltación
al consumo.
Una oda a la barbarie de la búsqueda animal de las gangas. Un
derroche
de
dinero,
y también emocional, de gentes obnubiladas por las luces de colores,
las canciones machaconas,
los eslóganes y la publicidad.
La
liturgia común viene a ser rastrear durante semanas catálogos, webs
y tiendas físicas con los productos que nos gustan y/o creemos
necesitar.
Madrugar o salir lo antes posible del trabajo y las obligaciones para
ir a la tienda, y/o antes haber comprado online
reventando el paypal.
Coger
el coche e ir al centro comercial.
Comerse un atasco morrocotudo a la entrada. Correr por los pasillos.
Correr por las escaleras mecánicas. Apretarse para entrar; pegarse
por el producto deseado. Correr hacia la caja. Pagar por lo que
querías, y a menos que tengas un zhen
a prueba de bombas, pagar también por media docena -como mínimo- de
productos que ni te has enterado que has comprado, que seguro no
necesitas, que desde luego no habías planificado adquirir. Después,
por supuesto, te viene otro atasco descomunal para llegar a tu casa.
Y allí darte cuenta, o el día que te lleguen los productos
adquiridos en el comercio en Internet, que ni que te queda bien, ni
lo necesitabas. Las calidades no son las que demandas. Y los derechos
como consumidor probablemente han desaparecido como esa buena
cantidad de pasta que te has dejado en un
día de locura compulsiva.
De comportamiento instintivo condicionado por la perpetúa
publicidad. Por la sociedad del espectáculo, de la indiferencia y la
apariencia, que queda dinamitada si irrumpe el deseo de desear más
allá del capricho consumista.
Y
es que detrás
de las ofertas,
muchas de ellas fraudulentas, del Black
Friday
se esconden realidades que nos convierten en cómplices de las
perversiones del sistema, que sigue girando y lo hará sin parar
hasta que sea demasiado tarde. Tras los mostradores, estresados
aparecen trabajadores
y trabajadoras precarios,
exprimidos por las legislaciones lesivas liberales,
neoliberales
y ultra liberales
que han transformado derechos y garantías en beneficios de unos
pocos y falta
de seguridad para
casi todos.
Detrás
de las pasarelas de pago y las confirmaciones de cobro se encuentran
repartidores engañados y estafados, muchas veces bajo figuras como
los “falsos” autónomos y otras formas de contratación que
subyagan los beneficios sociales para goce
de la élite capitalista opresora.
A
través de ellos te llegarán objetos que probablemente se construyan
a miles de kilómetros de tu domicilio y en condiciones tanto de
seguridad laboral, como profesional, dudosos por no decir
esclavistas. Injusticia social que además se añade a los perjuicios
al medio ambiente por adoptar un modelo de sociedad ultra
plastificado,
empaquetado, transportado
a costa de miles de toneladas de residuos provenientes de la
combustión de hidrocarburos.
Y
cuyas consecuencias vamos a sufrir y lamentar todos, pero ellos, las
personas que componen la mano de obra barata ya están sufriendo.
Pero
no todo tiene que ser así. Hay también maneras y actitudes que
demandan
mayor civismo, más racionalidad y contención.
Discursos y acciones que partiendo de lo individual llegan a lo
común. Que crecen en su impacto y logran que nos empoderemos.
No tenemos que comprar lo que no necesitamos, simplemente porque nos
lo dicen, porque nos hacen creer que nos ahorramos algo.
Así
el viernes, a la par del Black
Friday,
yo te digo que tenemos el Buy Nothing Day.
El Día
de No Comprar Nada.
Un
Día
sin Compras
que critica un modelo de producción y consumo a la medida de las
élites, de las grandes empresas y de sus objetivos de maximización
de beneficios y de tener a la población sumida en la idiotez.
Frente
a esto con
nuestras acciones como ciudadanos, en nuestro rol de consumidores, podemos cambiar las cosas. Si ejercemos un consumo transformador y
responsable, teniendo en cuenta la sostenibilidad
ambiental,
la repercusiones sociales favoreciendo los productores y vendedores
de cercanía, el reparto equitativo de la riqueza, la solidaridad y
las relaciones comunitarias conseguiremos girar la estructura de
poder.
Esta
huelga
de compradores
viene a contestar un modelo de ofertas, de explosivo crecimiento, que
beneficia a las grandes compañías. A los oligopolios de siempre
abierto y salarios de mierda como los encabezados por Amazon
que tiene como objetivo -y es algo que su portavoz Jeff Bezos ha
dicho en varias juntas de accionistas de la compañía- deshumanizar
las relaciones comerciales lo que otorga y otorgará pingues
beneficios.
Un
modelo alejado y cada vez más del consumo
consciente
e informado, de la trazabilidad
del producto
ya que con el gancho de las ofertas tapan los impactos sociales y
medioambientales que genera.
No
olvidemos que pese a la propaganda interesada el capitalismo y el
consumismo no consiguen generar un mercado accesible y justo para
miles de millones de seres humanos que no pueden acceder a los
servicios y recursos más básicos como la alimentación. Y estas
brechas se siguen abriendo en buena medida por “nuestra” actitud
sumisa, individualista y nada contestaria ante las agresiones que nos
infringe el capital.
Por
todo esto os pido que reflexionéis y compartáis con vuestros
contactos éste humilde artículo o la campaña de Ecologistas en Acción
para seguir el Día
sin compras.
Hagamos
un ejercicio libre y racional de nuestro consumo.
Por
nosotros mismos. Por millones de personas que sufren la inconsciencia
de nuestros actos. Algunos más cerca y otros más alejados. Por el
planeta. Por demostrar que no sólo somos simples consumidores,
zombies y embobados ante la televisión y la publicidad. Qué tenemos
inteligencia. Qué tenemos fuerza. Qué somos más y ya estamos
hartos.
Frente
al Black
Friday,
el Buy
Nothing Day.
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