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miércoles, 22 de febrero de 2023

Western rural y cine en clave de mujer: As Bestas


 

As Bestas es la película española, y si me apuras universal, del año. La gran triunfadora de los premios Goya. Una obra hispano-francesa dirigida magistralmente por Rodrigo Sorogoyen en el que el western como territorio de última frontera es reinterpretado en la Galicia profunda y contemporánea.

As Bestas está basada en la historia real de un matrimonio holandés que emigró a la Galicia de interior buscando establecer su proyecto de vida dedicándose a la agricultura ecológica. La modélica instalación y el entorno maravilloso se convirtieron en pesadilla cuando emergieron los conflictos con algunos de los vecinos a causa de la intromisión de la especulación sobre el territorio que la ciudad ejerce sobre lo rural. Cuando había que poner el monte al servicio de aerogeneradores para la energía que se iba a consumir en las ciudades la buena vecindad desapareció, al chocar distintas formas de ver el paisaje y el arraigo, pero también al enfrentarse posturas ideológicas y vitales opuestas e irreconciliables. El dolorosísimo final no empaña la trascendencia de la historia, y esta se transmite a la película a través de un guión, que con las necesarias licencias, algunas más visuales y otras más circunstanciales (aquí el matrimonio inmigrante es francés) hace que te pegues a la butaca y con máxima atención te involucres en la historia, sufriendo a sus protagonistas y admirando a quien lo merece.

Rodrigo Sorogoyen construye de esta manera un relato trascendente, inolvidable y de total actualidad en todo aquello que es la España Vaciada. Se vale de todos los recursos que el lenguaje cinematográfico ofrece, empezando por una ambientación espectacular. Los paisajes, los bosques, los caminos, las casas y las granjas se muestran tal y como son y se palpa la realidad sensitiva de cada ambiente y momento.

El trabajo de cámara es espectacular. Convierte a la montaña gallega en un personaje más. Un protagonista inasequible en su empeño de proporcionar al hombre belleza y recursos que han de ser trabajados en duras condiciones. La climatología y la orografía juegan su papel modulando, no sólo el paisaje, sino también los caracteres de las personas que habitan el entorno.

Las escenas en plano secuencia nos dejan varios momentos culmen que explican toda la película: por supuesto el clímax dramático en un bosque de castaños con el suelo alfombrado por la caída de la hoja otoñal; una conversación intensa entre los dos protagonistas masculinos en la barra del bar del pueblo; el brutal diálogo entre madre e hija que podemos disfrutar en francés con las dos actrices en estado de gracia. En todas estas escenas, y en realidad, durante toda la película, la ambientación y la iluminación añaden dureza y realidad a toda la trama.

El tiro de cámara y montaje también muestra una precisa maestría en los planos de interiores. El juego de luz dentro de las sombrías casas de piedra, de granito: se palpa la calidez del hogar al fuego vivo mientras las conversaciones, las miradas y los silencios marcan la intensidad del metraje y la trascendencia de todo el mensaje.

Pero es en el trabajo actoral donde descata As Bestas. Los dos personajes masculinos principales, interpretados por Luis Zahera y el francés Denis Menochet (señor LaPadite, y brutal y terrorífico padre en Jusqu'à la garde, que alguien llamó aquí Custodía compartida) están sobresalientes y así se ha traducido en los parabienes de la prensa y de los premios. Pero, para mi, destaca sobremanera el papel protagonista absoluto de Olga, interpretada por la actriz francesa Marina Foïs, que hace una interpretación sublime del personaje real de Margot, a quién la película está dedicada. En este sentido, otro punto a destacar de Sorogoyen es la labor con los actores y actrices que sacan todo de lo que son capaces y no es poco.

Uno de los principales aciertos de la producción es el desarrollo de la trama a través de la imagen pero también de la palabra hablada. Los diálogos en francés, castellano y gallego se suceden y son un delicia descubrir todos las facetas de las interpretaciones de actores y actrices a través de sus distintas lenguas maternas. Muy de alabar por necesario y valioso es el haber dejado los diálogos entre personajes en su idioma más cercano, utilizando el subtítulo. No estamos acostumbrados en el cine de #Españistan a emplear este recurso y se pierden muchos matices de las interpretaciones que en este caso, se conservan y añaden mucho mayor dramatismo.

El choque entre culturas se hace así tangible, palpable y en un requisito fundamental para comprender la amplia fractura que desencadena la trama y las múltiples aristas que presenta: el choque campo-ciudad, lo rural como recurso de lo urbano, el choque intergeneracional, la despoblación, la masculinización del mundo rural, el patriarcado, los modos de producción y de vida tradicionales y los que tratan de recuperar usos más naturales, la conservación versus explotación, etc., etc.

Y es que el aprendizaje y el tesón de Margot, encarnado en Olga, nos dan unas lecciones tremendas: De empoderamiento y determinación ante las dificultades, el dolor y el miedo. De convencimiento en la verdad. De esfuerzo físico y mental por encima de todos los impedimentos y zancadillas. A través de las palabras que Olga pronuncia, y muy especialmente de sus silencios y de su mirada, As Bestas reluce y gana una trascendencia mucho más amplia que la simple pelea y conflicto entre dos (o tres) hombres.

Frente a la violencia y la amenaza masculinas brilla la paciencia y el tesón femeninas como columnas de dignidad para seguir luchando. Incluso cuando las cosas más difíciles se ponen. Por eso es más importante este personaje femenino, porque nos presenta otra forma de funcionar, de vencer en el conflicto con la palabra y los actos que una misma puede ejercer, sin rehuir el choque y sin ceder un ápice.

Volviendo a la trascendencia social, cultural y política de As Bestas hay que hablar de la situación de la mujer del ámbito rural y en algunos de los efectos que sobre la conservación del territorio, medioambiental y del patrimonio tiene. Casi siempre la mujer es la gran olvidada a la hora de tratar los temas y en el caso de la España Vaciada no lo es menos. La película lo transmite y pone el foco en la emigración femenina del campo español, que dejó “sin mujeres” a los hombres que se quedaron en un proceso de masculinización del mundo rural. Es decir, la falta de equilibrio entre el número de hombres y mujeres en las poblaciones rurales. Un mal endémico que dificulta el desarrollo de estas poblaciones y se añade a la lista de hándicaps que ponen en peligro su conservación y la de todo el patrimonio que atesoran. Pero también ancló a las mujeres que se quedaron a un rol tradicional de trabajo en el hogar y cuidado de familiares (niños, dependientes, mayores). En un círculo pernicioso esa propia asignación de comportamientos y tareas favoreció la marcha de las mujeres. Y lo sigue haciendo hoy en día.

Se pone de manifiesto así la ruptura generacional que se enmarca en los procesos de nueva ruralidad. El espacio rural ya no es un espacio agrario de producción y si un espacio de consumo, y aunque en el entorno de As Bestas, claramente podemos identificarlo como rural, las fronteras entre lo urbano y lo rural se diluyen y confunden. Así estas realidades sociales, auténticos dramas para el patrimonio, el conservacionismo y la demografía no van a revertir, sino más bien agravarse, mientras los tradicionales roles de género no cambien para que mejore la consideración y perspectivas de vida de la mujer rural.

Por otro lado la película pone en cuestión el mito del idilio rural. La vuelta a lo agro, a lo rural, al campo y a la naturaleza como búsqueda de una vida más saludable y sencilla está sobre el papel para muchas personas que buscamos unos modos de vida más satisfactorios. Pero la realidad del día a día en un entorno rural puede ser bien distinta, debido a las propias dificultades intrínsecas del entorno y de la sociedad rural, empezando por la propia naturaleza conservadora en los pueblos y comarcas.

La película también pone el acento al fenómeno de la agroecología y las prácticas agrarias respetables con el medio ambiente y el consumo de cercanía. Si bien, de manera somera, porque no podía entrar en tanto tema con total profundidad, quedan marcadas las dificultades que los nuevos modos y técnicas de producción (en realidad antiguos, porque se trata de recuperar lo que se hacía hasta hace 40 o 50 años) chocan y son fuente de conflictos con las formas que se emplean actualmente y a la que están acomodados los productores, que por lo general, también presentan unas edades altas. Por lo tanto, se traslada a un choque generacional, lo que ya es de por si un choque entre lo rural y lo impuesto o sugerido por lo urbano.

Por último y como fuente directa del conflicto, As Bestas reflexiona sobre la la apropiación de la Naturaleza por parte del capitalismo en su búsqueda incesante del lucro. Una apropiación de la Naturaleza, el patrimonio y la vida de los habitantes del territorio que se convierten en varias fases en productos demandados por lo urbano. Y tal demanda tiene que ser satisfecha. Esto ha generado una serie de consecuencias negativas tanto para los habitantes del mundo rural, en sus roles de productores, consumidores, vecinos, etc., así como para la conservación del medio ambiente y de las tradiciones agrarias y culturales.

Llegados a este punto sólo decir que aprovechéis la reposición en cines de As Bestas tras su éxito en los Premios Goya. Vedla y volverla a ver. Si tenéis algo de suerte al ir al cine la disfrutaréis en su profunda totalidad. Y si no va a merecer la pena tenerla en casa siempre disponible y visitarla periódicamente. Seguro que se ganarán matices.

Yo ya tengo ganas de volverla a ver y disfrutar en casa.


sábado, 27 de noviembre de 2021

Por la recuperación de la lucha obrera

Visto aquí

La Bahía de Cádiz es uno de los puntos de nuestro país que más paro padece. Un lugar maravilloso para vivir y trabajar que sin embargo arroja las cifras de desempleo más brutales de toda la UE.

Cuando en los años 80 se procedió al desmantelamiento del sector industrial de Asturias, Galicia, Euskadi o Cádiz para que no trastocará la privilegiada posición industrial de los países centrales de la UE se condenó a toda su población. No se le dio más alternativa que una violencia policial, bien conocida porque era la que 40 años de franquismo había empleado. Y ahora cuando tratan de apretar aún más las clavijas a los trabajadores de la industria del metal para seguir engordando los buches de accionistas y aristócratas metidos a empresarios es necesaria, vital y último recurso una movilización obrera, como las de antes con estopa y barricadas.

Lo han hecho encontrando la solidaridad de toda la población gaditana, del resto de la clase obrera, que ya no sólo es que sepan que el sector del metal es básico para el devenir económico de la provincia. Es que además, comprenden que en su lucha van la de todos y que sólo será con activación y unión como se consiga equilibrar una balanza en la que el peso y el dolor de los desposeídos no alcanza a nivelar la avaricia y fascismo de los privilegiados.

Han ardido contenedores y neumáticos y pareciera como si esas imágenes fueran suficientes para desacreditar la dignidad de la lucha obrera y de quienes están luchando y activando todos los conflictos laborales a lo largo del estado en un momento, en el que el coste de la vida se encarece aún más, los salarios se congelan más rápido que el invierno y en definitiva, el futuro viene atrapado en dolor, precariedad y un sentimiento de absoluta indefensión.

De primero de huelga es decir que cuando las barricadas se ponen dentro de una ciudad, en una avenida o un cruce es para que la policía no tenga tan fácil cargar. Difieren de cuando se levantan en las afueras, en las entradas de las ciudades y polígonos de producción, que ahí si cumplen un cometido de pura lucha laboral: parar la producción y que se note la necesidad de la mano de obra en el ciclo productivo-económico. El hecho de que las barricadas dentro de la ciudad de Cádiz aparecieran cuando llegaron los bastardos y la tanqueta reflejan este punto.

"El gobierno más progresista de la Historia" está pagando en sus carnes una década de crisis económica, recortes y desposesión de las clases trabajadoras. Le está afectando el lamentable estado en el que Rajoy y el austercidio han dejado el país. Y la pandemia ha apretado las clavijas justo donde más recortaron los corruptos: en los servicios sociales, la sanidad, la educación públicas y en las pensiones.

Si a todo esto le sumas una crisis energética que continua porque Occidente ya ha quemado todo el combustible que podía quemar, los ánimos y ganas hierven al contrario que el ambiente al que llega el invierno.

Son los trabajadores los que estamos sufriendo una pérdida terrible del poder adquisitivo, y una precarización de las relaciones laborales que nos pone en puertas de la esclavitud pura y dura.

Y es que cuando se saltan tus derechos de trabajador para obtener más beneficios, se llama "negocio", pero cuando peleas por lo que te pertenece según la Constitución y las normas internacionales, se llama "violencia". Y no hay más violencia que la que se ejerce contra las familias trabajadoras que no llegan a fin de mes, que no pueden calentar su hogar, donde tienen que estudiar a la luz de las velas, donde no pueden alimentar ni vestir a sus hijos.

Porque una consecuencia de la COVID-19, quizás la consecuencia social y política más significativa, es que la pandemia ha demostrado que las clases sociales existen. Siguen existiendo y pertenecer a una u a otra determina las posibilidades de supervivencia de los individuos, lo que es una deflagración en los cimientos de igualdad de la democracia. Y esto que parecía olvidado, otra victoria más de los privilegiados y el neoliberalismo, se ha desmoronado este último año y medio largo. Tras la pandemía, el confinamiento y la desescalada, con todo lo que ha pasado, las clases trabajadoras que indistintamente a su procedencia, sector o edad, vuelven a comprender que es con lucha y resistencia, con lo que prevalece la verdad y se consigue el avance.

Por qué, ¿qué han pedido los trabajadores del sector del metal en Cádiz?

Pues salarios dignos con subidas sólidas para sobrevivir al aumento del coste de la vida. Negociación de un convenio justo y respetuoso. Contratos estables. Que se acabe la precariedad. Que acaben ya con las infinitas subcontratas. Futuro para su empleo, sus trabajos y para su tierra.

¿Y qué han recibido?

Pues de entrada la solidaridad de toda la clase obrera, en especial del personal sanitario, pensionistas y estudiantes. Y palos. Muchos palos. Hostias de quienes detentan la violencia institucional. Una tanqueta para reprimir que puso en peligro a toda la población que se cruzo con ella. Un atropello más de ese bulldozer en el seno del gobierno que es Marlaska que hace ya mucho, desde el primer segundo, que esta okupando un ministerio para el que no tiene ninguna autoridad moral. Encima y para kolmo el personaje es el cunero, diputado por Cádiz.

Por supuesto, y en algo a lo que ya estamos acostumbrados, también recibieron el desprecio y manipulación de los medios de comunicación manipulación de masas, en manos de las oligarquías patrias. Pero podemos decir que por una vez, y que sea la primera del resto de todas ellas, la solidaridad y comprensión de la ciudadanía se ha hecho notar

Y por último, recibieron la preocupación del gobierno para empleando la punta de lanza de la desposesión laboral, los sindicatos oficiales, conseguir un tibio acuerdo que pusiera fin a la huelga y que está siendo sistemáticamente rechazado en las asambleas de los trabajadores. Incluidas aquellas desarrolladas en centros de trabajo donde se ha asegurado (en teoría) el empleo, pero donde rechazan la continua precarización y ejercitan la solidaridad para con sus compañeros de subcontratas y otros centros.

Se aplique o no el acuerdo y se vuelva o no en un tiempo medio a las protestas y paros, recordad que como veis, las huelgas funcionan. Su éxito es tan seguro como también lo es el silencio de los que mandan y no quieren que nada cambie.

La violencia policial no es nueva en este país. Y no va a acabar tras esta semana en Cádiz. Todos nos hemos llevado palos, yo mismo, por defender los derechos de todos, la dignidad de la clase trabajadora y un futuro para este país.

Hoy se manifiestan esos cuerpos de inseguridad del estado, ACAB, arropados por la extrema derecha y la derecha extrema en su estrategia de crispación total para defender la pervivencia de ese atentado a la democracia que es la Ley Mordaza. Que no puede ser que grabemos a los policías, no vaya a verse que son unos violentos homicidas; un perro rabioso y sarnoso al servicio de los poderosos; hogar del machismo, el racismo, la xenofobia y el odio de clase que este país destila y no es poco. Sus arrebatos y la escasez y la imbecilidad de sus argumentos más que justificarse y convencer en la conveniencia de la Ley Mordaza, hacen más fundamental aún la necesidad de derogarla y cubrir de mierda a los fascistas que la pusieron en marcha. No buscan garantizar la seguridad de la ciudadanía, sino más bien la impunidad de los perros rabiosos.

Qué hay más dignidad en cualquier acto en la que los trabajadores luchan por tener mejores condiciones, que en cualquiera de las fuerzas de opresión del estado es una verdad irrefutable.

La inestabilidad social es un hecho ya. Eso no quiere decir que se avecine un cambio de color en el gobierno porque realmente -quizás peque de optimista- se me hace muy difícil que la extrema derecha sea capaz de conseguir una mayoría parlamentaria suficiente con esta deriva al fascismo y el retroceso que llevan. Necesitarán pactos y nadie puede pactar con ellos.

Por ello me parece lamentable que el gobierno de izquierdas aplique la brocha gorda contra los trabajadores de Cádiz que no dejan de ser sus bases electorales (tanto para el PSOE como para Unidas Podemos). Las calles se tienen que caldear y ocupar para recuperarlas primero y después para poner sobre la palestra los verdaderos problemas que tiene este país, la imperiosa necesidad de solucionarlos y que se haga a través del respeto y la dignidad a la clase trabajadora.

Estamos ante un cambio de época y quizás al igual que con el gobierno de Zapatero, sea con otro gobierno de "izquierdas", esas bases de izquierdas, esa clase trabajadora, sin artificios, subdivisiones ni maniqueísmos, vuelvan a tomar las calles y reivindicar sus derechos, empezando por el más elemental: el derecho a un futuro. Y este se conseguirá en base a resistencia y lucha; no a batucadas, ni concentraciones molonas posmodernas que sólo sirven para quedar a tomar unas cañas. Quizás hayamos ya aprendido la lección de que las herramientas las tenemos desde hace mucho tiempo, y más que inventar nuevas (partidos, discursos o ideologías) de lo que se trata es de coger y apoderarse de las que ya teníamos y emplearlas en mejorar las condiciones de vida y futuro de la gente.

Un futuro que empieza por la reivindicación de un trabajo digno y seguro y que tiene que abrir la puerta a todas las mejoras que necesitamos como sociedad.

En frente ya sabemos quienes están. Que no encuentren ni la más mínima colaboración de las bases obreras.


viernes, 8 de septiembre de 2017

Una huelga de gente como tú y como yo

 Agentes de la Guardia Civil haciéndose cargo de la seguridad en El Prat (foto de El Confidencial, del 14 de agosto).

Hace un par de meses el conflicto de los Estibadores de los puertos españoles ante las legislaciones ultra liberales impuestas por la UE y el Gobierno de España asaltaba la primera línea informativa, ocupando espacios en tertulias e informativos de todos los medios.
La mayoría de las opiniones e informaciones vertidas en los medios de disuasión del capital venían a plantear la inutilidad de la huelga ante la inevitable deriva liberal globalizadora, su presunta ilegalidad, así como el egoísmo de un colectivo al que presentaban como privilegiado (obviando que tales privilegios venían por su actitud y aptitud contestataria frente a las agresiones del capital) y misógino entre otros calificativos.
Era una afrenta nacional que un colectivo de trabajadores pudiera pasársele por la cabeza el poner “patas arriba” el balance de importaciones y exportaciones del país.
Sin embargo, la legítima presión ejercida a través del derecho de huelga (un derecho constitucional, no lo olvidemos) de los estibadores vencía la presión oligarca y ultraliberal, y conseguían arrancar un acuerdo con la patronal en el que se defendía el 100% de los puestos de trabajo, así como unas restricciones salariales menos agresivas con el colectivo.
Lógicamente según se cerraba el acuerdo -que permitía desbloquear las negociaciones del convenio en un contexto de liberalización del sector impuesto por la Unión Europea- las consecuencias, es decir, el éxito de la movilización trabajadora desaparecía de los medios de comunicación. No interesaba mostrar como la organización colectiva y asamblearia de un grupo de trabajadores conseguía el éxito, asegurar su trabajo, su futuro frente a la rueda impuesta de recortes, precariedad y sometimiento de la felicidad humana al orgasmo del capital.


Con está huelga relegada al fondo del cajón de la opinión pública otro conflicto laboral estallaba: Los agentes de seguridad de los controles de pasajeros del aeropuerto de El Prat, en Barcelona, se declaraban en huelga, exigiendo más personal, más descansos y mejores condiciones salariales.
Un conflicto que provocó colas en el aeropuerto en el lugar donde se vigila que no se introduzcan bombas y armas en la cabina de los aviones, durante el mes e agosto, uno de los momentos del año con mayor tránsito de personas en esa infraestructura.
Es decir, estas colas, con miles de viajeros afectados se producían en un punto clave para la seguridad nacional, y un servicio ahora ejercido por trabajadores, que era llevado hasta hace no tanto tiempo por la Guardia Civil, como cuerpo de Seguridad del Estado y con personal preparado para ello. Pero claro, en su momento se privatizó el servicio, repito un servicio clave para la seguridad del Estado, y se concedió a la empresa que más barata ofrecía el servicio. Por supuesto ese ahorro de la empresa de multi-servicios (Eulen, para más señas, quien tiene servicios de toda índole, por todo el estado) no iba a salir de los beneficios de los dueños, los directivos o de los accionistas. Lo hacía de los trabajadores y de sus condiciones tanto laborales, como profesionales, por lo que pasábamos de tener a la Guardia Civil ocupada con estos menesteres y cobrando lo que le correspondía, a personal contratado sin garantías a la que encima se le aplicaban un convenio elaborado ad hoc que el Gobierno en su afán de privatizar daba por bueno y que establece unas condiciones salariales penosas y contextualizadas, de esclavismo.
Para redondear el círculo del desbarajuste ocasionado, o que iban a ocasionar, al hecho de privatizar servicios básicos, en este caso la seguridad, concedérselo a quien más barato y más denigra por lo tanto las condiciones laborales y profesionales, le sumaron la legislación laboral, violada a través de las reformas laborales (del PSOE en 2010 y del PP en 2012) para así permitir desligues de convenio y bajadas de sueldo, dejando como única alternativa a los trabajadores la resignación.
Os recuerdo que la infame Reforma laboral del PSOE de 2010 permitió que las empresas unilateralmente se descolgarán de convenios sectoriales para adoptar convenios de empresa, mucho más lesivos para sus trabajadores, para luego ya en 2012 con la Reforma laboral del PP, dar total preferencia al convenio de empresa, lo cual es un escenario de empresas multi servicios (donantes de campaña) lucrándose con las privatizaciones de servicios públicos ha traído la ignominia a toda la clase trabajadora, sin olvidar, a la calidad y garantía en la prestación de los servicios, que también derechos, de la ciudadanía.
Pero en este caso no. No todo es sólo resignación y humillación. Los trabajadores de la seguridad del aeropuerto de El Prat, se organización, se auto gestionaron (una vez más brilla la oscura ausencia de CC.OO. y UGT) y se lanzaron a las protestas y la huelga para denunciar su situación y adoptar una posición de fuerza para exigir la negociación y valer sus derechos y su porvenir.
Viene bien en este punto recordar que una huelga no es una fiesta y que los primeros que la sufren son los trabajadores. Para llegar a ella se han sucedido meses e incluso años de tensión y presión sobre las condiciones laborales y profesionales del colectivo, y por lo tanto en la vida de estos trabajadores y sus familias. Seguramente se han encontrando con el pasotismo de las direcciones sindicales (tanto federales, sectoriales, como locales y regionales) y se han tenido que organizar internamente luchando también contra compañeros crápulas y miserables alienados y aliados de la empresa. Así es, amigas y amigos: Hay hijos de puta por doquier.
Por supuesto, en una huelga, si no trabajas, no cobras, lo que ocasionará problemas futuros (pagos de hipotecas, alquileres, manutenciones, suministros domésticos, etc.) y hay que cuidarse, como en este caso, que nos ocupa que la empresa no trate de imponer medidas restrictivas como expedientes (nunca faltan) o incluso despidos (algo absolutamente anti constitucional, que tan de moda es). También, los empresaurios encontrarán la simpatía y cordialidad de los gobiernos que ejecutarán a su favor sin ningún tipo de remilgo.
  • Primero porque les han regalado para que se lucren algo tan básico como la seguridad nacional.
  • Segundo porque les han legado una legislación que otorga una posición dominante a la patronal frente a unos trabajadores individualizados, desorientados, desorganizados, sin representaciones efectivas, carnaza para futuros abusos y más precarización.
  • Tercero porque ante la lógica y legítima respuesta de la clase trabajadora (en un colectivo o en su totalidad) se posicionan sin ambages con el poderoso y el opresor y aducen al interés nacional para exigir unos servicios mínimos de entrada abusivos y anticonstitucionales (de hecho, tras las denuncias, unos años después la Justicia dará la razón a los trabajadores sobre un lecho de tierra quemada).
  • Y cuarto, porque ante esa nueva agresión los trabajadores redoblaron su compromiso lo que obligó al Gobierno a tener que poner nuevamente a la Guardia Civil a hacer esta tarea -como hace no tantos años- y dándoles el papel de esquiroles.
Pero, ¿con qué cara se pueden exigir servicios mínimos? ¿Por qué entonces has privatizado un servicio que ahora defiendes esencial ante la respuesta de la clase obrera? ¿O es qué en realidad lo que buscas es que si se pueden contratar y subcontratar a trabajadores para evitar que metan bombas en un avión, no se pueda contratar y subcontratar hasta la extenuación en cualquier otro sector? ¿No se supone que el objetivo de un gobierno es hacer valer los derechos y el interés general de la mayoría? ¿Cómo se puede tener la desfachatez de poner a la Guardia Civil en un servicio que hace menos de 3 años realizaban?


Todo es mucho más perverso de lo que parece.
Cuando se declararon en huelga y rebeldía los estibadores, la primera premisa para tratar de deslegitimarlos en la opinión pública fue que iban a ocasionar grandes perjuicios al resto de la ciudadanía. Pero, ¿es qué no es ese el objetivo de una huelga?. Demostrar la necesidad de la mano de obra para promover las plusvalías que dan ganancias al empresario y para que no se desmorone la sociedad.
La segunda fue presentarlos como unos privilegiados con sueldos medios que superaban los 70.000€ anuales. Pero, ¿es qué acaso, esos privilegios no vienen porque se trataban de un colectivo con fuerte sentimiento de pertenencia y reivindicativo para su trabajo y profesión?.
Lamentablemente en esta sociedad individualizada, idiotizada y profundamente egoísta es fácil para el poderoso posicionarla en contra o a favor de lo que representan sus oligarcas intereses.
Pero cuando quienes se ponen en vanguardia de la lucha obrera y toman conciencia de la necesidad de la desobediencia y la respuesta ante las agresiones son personas como tú y como yo. Precarios que cobran para casi ni subsistir, o menos, quienes tienen que hacer malabarismos para llegar no a fin de mes, sino a fin de semana, la manipulación y el engaño es mucho más complejo.
Podía pasar que del éxito de una huelga protagonizada por trabajadores de lo más común en el panorama obrero español, se tomará conciencia de la necesidad -y la obligación moral- de luchar por todo lo que nos han arrebatado estos años de estafa económica que llamaron crisis. Y eso, es algo que un sistema depredador, usurpador y anti humano no se pude permitir.
Por todo ello, el último capítulo ha sido imponer un laudo arbitral que ha tomado partido, lógicamente por el lado de la patronal, proponiendo como acuerdo de obligada firma la primera propuesta negociadora de la concesionaria y exigiendo -faltaría más, pues de no hacerlo sería favorecer el incumplimiento de la Constitución y el Estatuto de los Trabajadores- de la invalidez de los despidos ejecutados por la empresa.
El lunes en asamblea, los trabajadores de seguridad de El Prat, tomarán acuerdo o no de esta propuesta y decidirán si continúan con las movilizaciones. Lo hacen ya con el despertar de sus compañeros en otros aeropuertos y en otros departamentos de esta empresa de multi-servicios. Y con la solidaridad de otros pequeños colectivos que han ido despertando por todo el territorio, hartos ya de un sistema capitalista ultra liberal que ha decidido poner nuestros derechos, nuestro entorno y nuestra vida en sus balances de cuentas.
En frente, por un lado millones de ciudadanos que clamarán al cielo por tener que hacer cola una hora, dos o tres más (yo mismo he “sufrido” incluso mayores esperas en otras ocasiones, pero lo considero necesario, básico para el porvenir de toda la clase trabajadora) ignorantes ellos de que sí, estas haciendo cola, pero esa gente esta mucho más jodida que tú y de paso están luchando por ti, porque mañana tú o tus hijos seréis los precarios si no paramos esta rueda de desvergüenza y egoísmo.
También lucharán contra todo el armamento del neoliberalismo beligerante frente a la ciudadanía y la clase obrera. Medios de disuasión, sindicatos adoctrinados, izquierda simpática... Y Unión Europea y gobiernos nacional y autonómico ultra liberales que emplean las mismas tácticas ya probadas con anterioridad, en el Estados Unidos de Reagan en los 80 o en las dictaduras militares de latino América para desprestigiar e impedir la lucha obrera y la toma de conciencia de clase.
Frente a todos ellos, la necesidad y legitimidad de una lucha obrera que no es propia de un único colectivo, los agentes de seguridad, o anteriormente los estibadores. O las Kellys (mujeres que limpian habitaciones de hotel a precios de dos o un euro la habitación)... y cientos de pequeños colectivos que nos encontramos hartos de ser carne de cañón, de estar representados por mediocres y/o corruptos, o por tener nuestros derechos escritos en papel higiénico.
Frente a la opresión, rebelión.

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