Hoy
es un día duro. Seguro que te dirás cómo he aguantado tanto. Cómo
se han soportando tantas tropelías, tantas sinvergoncerías, tantas
fotos, reuniones y declaraciones bochornosas para la lucha obrera
y la dignidad colectiva trabajadora. De qué manera se convive
con tantos intereses creados, estómagos agradecidos y calaña de
miserables. Pues con mucho estoicismo. Y con más convencimiento
aún si cabe, de que sólo unidos, sólo informados y sólo
comprometidos podemos defendernos como clase trabajadora de las
continuas agresiones que el sistema, su sistema, nos inflinge.
Es
difícil decir adiós cuando has formado parte de algo 18 años. En
el sindicato al que tu padre te llevó; donde desde su otrora bien
suministrada biblioteca conseguí las primeras lecturas disidentes y
alternativas, y donde me dieron el primer Estatuto de los
Trabajadores que tuve. Desde que cumplí los 16 y comencé con
aquel recuerdo malogrado de la Sección juvenil. Ya con 18 afiliado
de pleno derecho, compatibilizando con el Sindicato de
Estudiantes, y trabajando. Con 19 siendo delegado de personal.
Luego con 28 otra vez en otra empresa en otro sector. Siempre, todos
estos años, atento a las informaciones y convocatorias, siempre
tratando de estar en vanguardia, informar a mis compañeros, amigos,
familiares. Hacer militancia sindical, crear conciencia de clase.
Siempre en Comisiones Obreras.
Hasta
hoy, que he solicitado formalmente mi baja de Comisiones Obreras.
Desde
hace años CCOO perdió la identidad de lo que fueron aquellas
Comisiones Obreras de base de los años 70, comprometidas en la
lucha, enfrentado los planes del Gobierno de turno y
comprometidas en la unidad de toda la clase obrera y los sectores mas
oprimidos de la sociedad.
Desde
hace años, los dirigentes de CCOO se olvidaron de aquel compromiso
de lucha por crear una Central Única de Trabajadores, basada
en la democracia obrera, por definición abierta y pura, de
funcionamiento asambleario.
Y
desde entonces el esfuerzo de miles de luchadoras y luchadores por
intentar reconducir el curso del sindicato ha chocado una y otra vez
con un aparato entregado a los gobiernos de turno, a los pactos
permanentes con la patronal, a hacer de la Paz
Social,
un principio sacrosanto, para al final depender, y cada vez más,
económicamente del Estado y sus subvenciones, que no han sido más
que correas, cadenas y bozales, útiles para perpetrar todas la
ristra de agresiones con la que el neoliberalismo, la oligarquía y
la España rancia y cutre nos han obsequiado todos estos años.
La
actual dispersión de las organizaciones sindicales, centrados en ser
únicamente “sindicatos de servicios”, la división de
la clase obrera huérfana de conciencia de clase, las
tremendas diferencias materiales entre distintos sectores de
trabajadores, tiene a los dirigentes de CCOO (y también de UGT) como
principales responsables, por haber apuntado a toda la clase
trabajadora a una cacería en el papel de presas.
La
“paz” presupone que ambos contendientes dejan de atacarse, pero
mientras la patronal y los gobiernos (tanto del PSOE, como sobretodo
del PP) nos declaran la guerra, hablar de paz social es un eufemismo
más que esconde una vergonzosa capitulación por vete a saber tú
que intereses personales en el juego de las puertas giratorias.
El
25 de enero de 2010, día infame, CCOO y UGT firmaron con la CEOE el
Acuerdo para el Empleo y la negociación colectiva, un pacto para
bajar los salarios y no aplicar en las empresas las condiciones
recogidas en los convenios colectivos de ámbito superior, dejando al
70% de los asalariados que trabajan en PYMES solos ante la
negociación con sus patrones (tampoco se lo deja fácil a los
contratados en empresas grandes y multinacionales). Con semejante
acuerdo, que por supuesto, de nuevo se hizo sin consulta alguna a los
afiliados/as, se daba carta blanca a los empresarios para poder hacer
a su antojo cambios de horarios, de jornada y de funciones de
trabajo, descuelgues de convenios, etc.
Muchos
lo denunciamos en su momento, tanto en las redes, como a través de
los cauces internos asamblearios y asistimos al silencio y la
desconsideración para con la militancia desde la cúpula directiva
federal a cada federación y sector. Defendíamos que tal acuerdo no
hacía más que facilitar el gobierno al PP que ya poseía la más
grande mayoría parlamentaria (unida a casi todas las regiones e
infinidad de ay-untamientos) de la democracia española. Que así
iban a poder aplicar una lesiva reforma laboral, en la que “nuestro”
secretario general Toxo justificaba “que se necesitaba el
acuerdo y lo demandan las personas que están en el paro”. El
mismo argumento de Rajoy para la Reforma Laboral. Pues bien, ¿cuántos
puestos de trabajo se iban a crear? ¿Cuántos se han creado? ¿Cuáles
eran y cuáles son las tasas de actividad, empleo y paro? Aquel
acuerdo supuso media reforma laboral y al escenificarlo con las
direcciones sindicales mayoritarias se garantizaron, intuyo que
pronto sabremos a qué precio, el silencio en los centros de
trabajo.
Desde
entonces, cientos de miles de trabajadores y trabajadoras de este
país han salido a las calles para solicitar en varias ocasiones la
petición de la Huelga General, instrumento máximo del
conflicto obrero, para constatar la negativa a la Reforma Laboral,
así como para lograr su derogación y así abrir desde la empresa
más pequeña hasta la administración las vías de la negociación,
restitución de las condiciones laborales, el diálogo para su
mejora, que pasan inexorablemente por la disminución de la jornada
laboral manteniendo (por lo menos) los salarios.
En
frente, no nos hemos encontrado al gobierno y la patronal, sino a
Toxo y Méndez (y a unos cuantos secretarios provinciales o
regionales) haciendo declaraciones de “no querer confrontar”,
sino que el gobierno “rectificará” que querían
“negociar”. ¿Pero cómo negociar con corruptos y
miserables que perpetran un atraco y una estafa a la clase
trabajadora y a su país?
No
quisieron ni quieren escuchar otra cosa que no sea garantizar con el
Gobierno la "paz
social"
a costa de la cada vez mayor miseria de los trabajadores y el pueblo.
No
hay otra salida para derrotar esa Reforma, para crear conciencia de
clase y lograr la defensa y progreso de la clase trabajadora que no
sea, la huelga general y no testimonial de un día como pasó el 29 de Septiembre, sino como parte de un plan de lucha hasta echarla a
abajo.
Cuanto más nos hace falta un sindicato para unirnos y luchar más convierten los dirigentes de CCOO y UGT a sus sindicatos en un factor de división y de entrega.
Cuanto más nos hace falta un sindicato para unirnos y luchar más convierten los dirigentes de CCOO y UGT a sus sindicatos en un factor de división y de entrega.
¿Cómo vamos a defender desde la sección sindical de CCOO los salarios, los derechos conquistados, si nuestros dirigentes firman sus recortes primero y ahora se niegan a responder con contundencia a la reforma? ¿Cómo vamos a decirles a nuestras compañeras y compañeros que las cosas las decidimos entre todas, democráticamente, en asambleas, si nuestro sindicato hace lo opuesto, funciona por "el ordeno y mando" de los jefes del sindicato sin consulta a la base? ¿Cómo vamos a decirles a nuestras compañeras que el pan y el trabajo se defienden luchando si nuestros dirigentes se entregan una y otra vez al gobierno de turno y a la patronal? ¿Cómo hacer pedagogía de la lucha obrera si el sindicato es en sí una organización kafkiana en la que quien menos talento tiene y menos hace mayor progreso obtiene? ¿Cómo lograrlo todo esto desde una estructura dedicada a la prestación de servicios (cursos, seguros, vacaciones,…) que ni siquiera respeta lo que dice defender cuando trata sus propias relaciones laborales con sus propios empleados y empleadas?
Quizás haya tardado mucho pero no se puede seguir ni un día más en un Sindicato así. Quedarse, desgraciadamente, es acabar haciéndose cómplices de cuanto éste hace.
Abandono CC.OO. pero no la lucha obrera, de la que cada día, me encuentro y pese a las dificultades que siempre versan en los egoísmos personales de mediocres, más convencido.