lunes, 27 de marzo de 2017

Abandono CC.OO.


Hoy es un día duro. Seguro que te dirás cómo he aguantado tanto. Cómo se han soportando tantas tropelías, tantas sinvergoncerías, tantas fotos, reuniones y declaraciones bochornosas para la lucha obrera y la dignidad colectiva trabajadora. De qué manera se convive con tantos intereses creados, estómagos agradecidos y calaña de miserables. Pues con mucho estoicismo. Y con más convencimiento aún si cabe, de que sólo unidos, sólo informados y sólo comprometidos podemos defendernos como clase trabajadora de las continuas agresiones que el sistema, su sistema, nos inflinge.
Es difícil decir adiós cuando has formado parte de algo 18 años. En el sindicato al que tu padre te llevó; donde desde su otrora bien suministrada biblioteca conseguí las primeras lecturas disidentes y alternativas, y donde me dieron el primer Estatuto de los Trabajadores que tuve. Desde que cumplí los 16 y comencé con aquel recuerdo malogrado de la Sección juvenil. Ya con 18 afiliado de pleno derecho, compatibilizando con el Sindicato de Estudiantes, y trabajando. Con 19 siendo delegado de personal. Luego con 28 otra vez en otra empresa en otro sector. Siempre, todos estos años, atento a las informaciones y convocatorias, siempre tratando de estar en vanguardia, informar a mis compañeros, amigos, familiares. Hacer militancia sindical, crear conciencia de clase. Siempre en Comisiones Obreras.
Hasta hoy, que he solicitado formalmente mi baja de Comisiones Obreras.
Desde hace años CCOO perdió la identidad de lo que fueron aquellas Comisiones Obreras de base de los años 70, comprometidas en la lucha, enfrentado los planes del Gobierno de turno y comprometidas en la unidad de toda la clase obrera y los sectores mas oprimidos de la sociedad.
Desde hace años, los dirigentes de CCOO se olvidaron de aquel compromiso de lucha por crear una Central Única de Trabajadores, basada en la democracia obrera, por definición abierta y pura, de funcionamiento asambleario.
Y desde entonces el esfuerzo de miles de luchadoras y luchadores por intentar reconducir el curso del sindicato ha chocado una y otra vez con un aparato entregado a los gobiernos de turno, a los pactos permanentes con la patronal, a hacer de la Paz Social, un principio sacrosanto, para al final depender, y cada vez más, económicamente del Estado y sus subvenciones, que no han sido más que correas, cadenas y bozales, útiles para perpetrar todas la ristra de agresiones con la que el neoliberalismo, la oligarquía y la España rancia y cutre nos han obsequiado todos estos años.
La actual dispersión de las organizaciones sindicales, centrados en ser únicamente “sindicatos de servicios”, la división de la clase obrera huérfana de conciencia de clase, las tremendas diferencias materiales entre distintos sectores de trabajadores, tiene a los dirigentes de CCOO (y también de UGT) como principales responsables, por haber apuntado a toda la clase trabajadora a una cacería en el papel de presas.
La “paz” presupone que ambos contendientes dejan de atacarse, pero mientras la patronal y los gobiernos (tanto del PSOE, como sobretodo del PP) nos declaran la guerra, hablar de paz social es un eufemismo más que esconde una vergonzosa capitulación por vete a saber tú que intereses personales en el juego de las puertas giratorias.
El 25 de enero de 2010, día infame, CCOO y UGT firmaron con la CEOE el Acuerdo para el Empleo y la negociación colectiva, un pacto para bajar los salarios y no aplicar en las empresas las condiciones recogidas en los convenios colectivos de ámbito superior, dejando al 70% de los asalariados que trabajan en PYMES solos ante la negociación con sus patrones (tampoco se lo deja fácil a los contratados en empresas grandes y multinacionales). Con semejante acuerdo, que por supuesto, de nuevo se hizo sin consulta alguna a los afiliados/as, se daba carta blanca a los empresarios para poder hacer a su antojo cambios de horarios, de jornada y de funciones de trabajo, descuelgues de convenios, etc.
Muchos lo denunciamos en su momento, tanto en las redes, como a través de los cauces internos asamblearios y asistimos al silencio y la desconsideración para con la militancia desde la cúpula directiva federal a cada federación y sector. Defendíamos que tal acuerdo no hacía más que facilitar el gobierno al PP que ya poseía la más grande mayoría parlamentaria (unida a casi todas las regiones e infinidad de ay-untamientos) de la democracia española. Que así iban a poder aplicar una lesiva reforma laboral, en la que “nuestro” secretario general Toxo justificaba “que se necesitaba el acuerdo y lo demandan las personas que están en el paro”. El mismo argumento de Rajoy para la Reforma Laboral. Pues bien, ¿cuántos puestos de trabajo se iban a crear? ¿Cuántos se han creado? ¿Cuáles eran y cuáles son las tasas de actividad, empleo y paro? Aquel acuerdo supuso media reforma laboral y al escenificarlo con las direcciones sindicales mayoritarias se garantizaron, intuyo que pronto sabremos a qué precio, el silencio en los centros de trabajo.
Desde entonces, cientos de miles de trabajadores y trabajadoras de este país han salido a las calles para solicitar en varias ocasiones la petición de la Huelga General, instrumento máximo del conflicto obrero, para constatar la negativa a la Reforma Laboral, así como para lograr su derogación y así abrir desde la empresa más pequeña hasta la administración las vías de la negociación, restitución de las condiciones laborales, el diálogo para su mejora, que pasan inexorablemente por la disminución de la jornada laboral manteniendo (por lo menos) los salarios.
En frente, no nos hemos encontrado al gobierno y la patronal, sino a Toxo y Méndez (y a unos cuantos secretarios provinciales o regionales) haciendo declaraciones de “no querer confrontar”, sino que el gobierno “rectificará” que querían “negociar”. ¿Pero cómo negociar con corruptos y miserables que perpetran un atraco y una estafa a la clase trabajadora y a su país?
No quisieron ni quieren escuchar otra cosa que no sea garantizar con el Gobierno la "paz social" a costa de la cada vez mayor miseria de los trabajadores y el pueblo.
No hay otra salida para derrotar esa Reforma, para crear conciencia de clase y lograr la defensa y progreso de la clase trabajadora que no sea, la huelga general y no testimonial de un día como pasó el 29 de Septiembre, sino como parte de un plan de lucha hasta echarla a abajo.

Cuanto más nos hace falta un sindicato para unirnos y luchar más convierten los dirigentes de CCOO y UGT a sus sindicatos en un factor de división y de entrega.

¿Cómo vamos a defender desde la sección sindical de CCOO los salarios, los derechos conquistados, si nuestros dirigentes firman sus recortes primero y ahora se niegan a responder con contundencia a la reforma? ¿Cómo vamos a decirles a nuestras compañeras y compañeros que las cosas las decidimos entre todas, democráticamente, en asambleas, si nuestro sindicato hace lo opuesto, funciona por "el ordeno y mando" de los jefes del sindicato sin consulta a la base? ¿Cómo vamos a decirles a nuestras compañeras que el pan y el trabajo se defienden luchando si nuestros dirigentes se entregan una y otra vez al gobierno de turno y a la patronal? ¿Cómo hacer pedagogía de la lucha obrera si el sindicato es en sí una organización kafkiana en la que quien menos talento tiene y menos hace mayor progreso obtiene? ¿Cómo lograrlo todo esto desde una estructura dedicada a la prestación de servicios (cursos, seguros, vacaciones,…) que ni siquiera respeta lo que dice defender cuando trata sus propias relaciones laborales con sus propios empleados y empleadas?

Quizás haya tardado mucho pero no se puede seguir ni un día más en un Sindicato así. Quedarse, desgraciadamente, es acabar haciéndose cómplices de cuanto éste hace.

Abandono CC.OO. pero no la lucha obrera, de la que cada día, me encuentro y pese a las dificultades que siempre versan en los egoísmos personales de mediocres, más convencido.

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