La selección femenina de baloncesto, celebrando su medalla de Plata en los JJOO Rio 2016
“La
selección está jugando el europeo”.
Sí,
has oído bien. Puede que la selección está jugando y tú no te
hayas enterado. Los bares no sacan pantallas gigantes a las terrazas,
no hay anuncios televisivos protagonizados por las estrellas del
equipo, los supermercados no ofertan merchandising, y ni siquiera
vemos los balcones adornados con banderas. Por si fuera poco,
seguramente, la selección está compitiendo a un muy buen nivel,
está ganando, ha pasado a cuartos de final invicta, pero no se oyen
petardos ni la gente se baña en las fuentes.
¿Qué es lo que pasa?
"Es
baloncesto, no es fútbol". “O balonmano”. “Es natación
sincronizada o gimnasia rítmica”.
"Sí,
pero 'los chicos de oro' llenaron la plaza de Colón cuando ganaron
el mundial en Japón".
"Es
la selección femenina".
"Haber
empezado por ahí".
Selección
femenina, hay que decirlo todo, que si no puede dar lugar a
confusión. La selección de baloncesto, de fútbol, o de balonmano;
el deporte sin "apellido" siempre es el practicado por
hombres. Consideramos necesario colocar un adjetivo detrás si las
que juegan son mujeres. El deporte masculino es el universal, el
bueno, el de verdad, no necesita presentaciones. El femenino es una
excepción y por eso hay que especificar.
Sabemos
que quien destaca en un deporte se convierte en referente, en un
ejemplo a seguir para niños y jóvenes que buscan alguien a quien
parecerse. Seguro que eres capaz de nombrar tres o cuatro grandes
deportistas de diferentes disciplinas, aunque no sean tu preferida. Y
seguro que los primeros que se te vienen a la mente, sin pensarlo
mucho, son hombres. Encontrar un referente femenino cuesta más, una
niña que empieza a jugar y a ver baloncesto conocerá a Juan Carlos
Navarro, Pau Gasol o Sergio Llull de manera casi inmediata, porque
todas las semanas podemos ver algún partido de ellos. Para conocer a
Alba Torrens, Marta Xargay, Silvia Domínguez, estas tienen que
llegar a clasificarse para algún campeonato internacional y que
alguna televisión haga un hueco en su parrilla.
Y
es que no es noticia. A pesar de los logros alcanzados en europeos,
mundiales y olimpiadas, el deporte femenino ocupa una columna en un
periódico, treinta segundos en la radio, una imagen al final del
telediario o una franja horaria nocturna en algún canal secundario.
Los medios de comunicación siguen ejerciendo un papel muy importante
en la opinión de la sociedad, y las decisiones que toman sobre los
contenidos que incluyen y la relevancia que les adjudican son
determinantes a la hora de hacer que un tema esté de actualidad, que
hablemos de ello con los vecinos en el ascensor o al llegar al
trabajo. Sin repercusión mediática, el deporte femenino es
invisible. Y si es invisible es muy difícil que una niña vea
que se puede llegar alto, que con esfuerzo y constancia nosotras
también podemos lograr grandes hazañas.
Siempre
hay excepciones. Carolina Marín y Mireia Belmonte han
saltado a las portadas llegando al máximo nivel de sus respectivos
deportes, han conseguido escalar el muro, desplazando noticias
muchísimo menos relevantes pero que están protagonizadas por
hombres. Pero ningún medio informa sobre cómo ha sido el
entrenamiento previo a la competición de Mireia, o si Carolina ha
tenido problemas físicos, algo a lo que estamos acostumbrados cuando
se trata de deporte masculino. Por eso, aun en casos
excepcionales como los de estas dos portentos, el deporte femenino
sigue relegado a un segundo plano.
Es
más, en multitud de ocasiones, “la noticia del día” referente a
estas deportistas, u otras, del brillante panorama polideportivo
femenino en España, son sus relaciones, sus parejas, o sus fotos en bikini en un descanso o en su tiempo de ocio. Y estamos hablando de
medios, periódicos, supuestamente deportivos, que no pasan de ser
gacetillas forofas de Madrid o Barça, según sea la localización de
la redacción, o tertulias “salvamizadas” de fútbol
protagonizadas por hinchas garrulos acompañados de alguna mujer
florero.
Frente
a esta realidad que atormenta al deporte patrio, esta el día a día
de todos y todas los deportistas que trabajan en silencio durante
toda su vida para un momento, una calificación, una final que a lo
mejor distrae la atención colectiva durante unos pocos minutos al
año.
Si
está realidad colectiva del deporte español es dolorosa para
nuestros atletas masculinos, lo es mucho más para nuestras mujeres
deportistas. Ellas además de esta discriminación, sufren la del
adjetivo del principio de este artículo: la femenina.
Al
igual que el resto de mujeres en sus ámbitos laborales o personales,
las mujeres deportistas sufren discriminaciones y desigualdades que
van desde el acceso a menores en número y cuantía becas deportivas;
la dificultad extrema para compatibilizar la vida diaria, los
entrenos, la competición y la posibilidad de ser madre, una
situación común a la vida de la mujer, en cualquier profesión. Y
además, tienen que luchar para que su mínima exposición a los
medios no se convierta en una caricatura o en una llamada de atención
al onanismo.
Ayer
fue 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer Trabajadora.
Como cada año, miles de mujeres (y hombres) salimos a las calles a
reclamar igualdad de derechos entre hombres y mujeres,
justicia social y acabar ya con una política firme de Estado con
el machismo, el heteropatriarcado y la violencia doméstica.
Y
mientras caminábamos, pensaba en la oportunidad que estamos
perdiendo como sociedad, para a través del deporte, y el talento,
descaro, trabajo y fenomenal ejemplo de nuestras deportistas, educar
en valores de emancipación femenina, e igualdad, respeto y
tolerancia hacia la mujer, tanto en el mundo laboral, como en el
social y el afectivo.
Debemos
de exigir que el deporte femenino tenga su espacio, amplio,
consecuente y trabajado en los espacios de información y
retransmisión deportiva. Ampliando las disciplinas y los eventos,
como por supuesto en el deporte masculino que no es fútbol de Madrid
y Barça.
Sólo
así, de esta manera, el deporte, ayudará a la
concienciación y la educación en valores y respeto e igualdad,
tanto por exponer la práctica deportiva como una forma de
enriquecimiento personal tanto a hombres, como mujeres, así como
para mostrar la inmensa capacidad de las mujeres para lograr el éxito
en todo lo que se propongan y provocar, como han hecho en cada
momento de la historia, el avance como sociedad.