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miércoles, 12 de febrero de 2025

Hay que disolver la Academia de Historia


No quiero pecar de soberbio, ni de autoritario, ni de intransigente en mi primera referencia a la Historia como recién graduado en la materia. Ni mucho menos busco sentar cátedra aunque si que quiero instalarme en la superioridad moral de saber cuál es el lugar de la Historia en el que quiero estar. Y ese es de la verdad, el de la gente común y el de los desfavorecidos por los siglos de los siglos.

Si escribo lo que escribo a continuación es por la propia experiencia adquirida. Primera la de muchos años consumiendo, como aficionado y lector, Historia. Tanto la oficial, como la publicada en últimos estudios y avances arqueológicos, archivísticos o tecnológicos. Obras y lecturas que atesoro publicadas recientemente o referencias más antiguas. De autores y autoras, escuelas y sensibilidades diversas, con especial interés en la Historia Contemporánea, la Historia Social y la Historia política. Por supuesto, con especial significación la Historia de mi país.Y si, inevitablemente, con sus ramificaciones a hoy en día. Después, y de manera mucho más consciente, lidiando con las inexactitudes, los claro-oscuros, las intencionalidades y los sesgos de interpretación, rigor y difusión. Y en último tiempo por haber trabajado con fuentes, primarias o secundarias, directas o indirectas, de materia histórica.

He descubierto que hay muchas historias dependiendo de los enfoques de partida y de los métodos en los que se trabajen datos, discursos y relatos. Con qué interés se publican y se expresan ciertas ideas y mensajes. Qué se busca convertir en axiomático, identitario o imprescindible usando como aderezo el superlativo apelativo de académico.

Si ayer decía que no he cursado Historia de España, no quiere decir por supuesto, que no la conozca, y que no haya leído, estudiado y suponga el más elemental del interés personal y gustoso por el pasado, y el presente y el futuro de mi país. Por eso mismo, tengo claro que la que debería ser la principal fuente de autoridad y calidad sobre el trabajo y el relato de la Historia de España está manipulada y sesgada, y además carece, por lo general, del más mínimo rigor. Hablo de la Real Academia de la Historia.

Esta institución nació en 1738, en un contexto de auge del nacionalismo en Europa, al que se sumaba en España la influencia francesa de la más asentada regencia borbónica de Felipe V. Su finalidad pretendida era el estudio y la conservación de la historia nacional, pero rápidamente estas instituciones se convirtieron en herramientas de poder destinadas a ejercer un control sobre el relato histórico que debía siempre favorecer la construcción de la identidad nacional.

Si bien es cierto que los valores de la Ilustración, la ciencia y la razón alimentaban el espíritu fundacional de la Academia, y entre otras cosas, fomentó el estudio histórico de forma científica y sistematizada, la necesidad de generar un relato histórico que cohesionase el sentimiento nacional prevaleció, con lo que a la larga, las academias han tendido a marginar los trabajos y estudios que ponían en cuestión el relato hegemónico. La diversidad en las perspectivas de estudio historiográfico, en los métodos de trabajo y en el análisis de datos no ha tenido cabida, y no la tiene hoy en día en la Academia. Por lo tanto, el drama es que siempre estas voces completaban el relato histórico, con lo que al desecharlas, las propias academias han construido una Historia incompleta, parcial e injusta.

De este modo ha quedado una Academia, y como hija suya, una Historia oficial (o mejor dicho, oficialista), hetero-patriarcal, dominada por los hombres, machista, elitista y racista. Misógina y xenófoba y con el afán de responder a las necesidades de las élites en su intento de control social.

La Historia de España, según la propia Real Academia, así como de otras instituciones es pretendida como una “Historia única en el mundo”. No se puede ser más rancio. Claro que es única. Como la Historia de Portugal, Reino Unido, Lituania o Armenia. Como la Historia de Uruguay, Namibia, Nueva Zelanda o de China. O como la de Navarra, la de Liguria, la de la Pampa o la de Brisbane, Accra o Taipei. Todas las historias son únicas. Por eso resultan tan interesantes, y tan estimulante el tejer las redes de conocimiento que las conectan y que puedan ayudar a entender el mundo como fue y como tal es hoy. Y por esto mismo es tan importante estudiar y trabajarlas de manera inclusiva, completando los relatos, apartando los sesgos, incorporando a los grupos que han estado desfavorecidos a lo largo del tiempo.

Pensar que tu Historia es “única” o mejor que la del vecino es, a parte de una catetada de manual, acercarse al nacionalismo chovinista de más baja estofa. Si además, le añades un “orgullo por nuestro pasado” lo que se estará haciendo no es Historia de modo riguroso y científico, sino publicidad de tele-tienda y catálogo por correo. Si así se construye un espíritu nacional se hará bajo un andamio de fascismo indisimulado y del racismo más asqueroso. Por ello, la investigación histórica y las instituciones que en principio deberían de favorecerla, tendrían que alejarse de afirmaciones así y darles combate constante.

Y es que, ¿de qué orgullo estamos hablando? ¿De la Inquisición? ¿de la conquista a espada y manta virulenta? ¿de la expulsión de los judíos y de los moriscos? ¿de la desbandá? ¿del hacinamiento en chabolas de las grandes urbes? ¿del terrorismo de extrema derecha? ¿o de la epidemia de heroína en los 80? ¿estamos orgullosos de la gestión política de una catástrofe climática?

Pero, ¿es necesario erradicar el orgullo del relato histórico? No tiene por qué. Cada cual podría elegir que hecho del pasado le sirve para sentirse henchido de sentido nacional. ¿el gol de Iniesta? ¿las leyes de Salamanca? ¿Blas de Lezo? ¿la Batalla de Almansa? ¿las Brigadas Internacionales? ¿la militancia del Partido Comunista en la clandestinidad?

Lo que es evidente en todo caso, es que ninguna institución o Academia seria debe fomentar en el orgullo su razón de ser, sino en promover y facilitar el estudio histórico crítico y veraz. Porque todo lo que no sea eso será blanquear un pasado que sirva para determinar un presente. Falsear la Historia haciéndola principio y parte de una ideología.

Y aquí viene el principal problema. Porque la Real Academia de la Historia es una herramienta de control social y cultural por parte de una ideología conservadora y reaccionaria. La función de la Academia, por tanto, no es divulgar la Historia y fomentar el trabajo historiográfico diverso. No. La función real de la Academia es construir una idea concreta de país, cuyo pasado ya ha sido determinado de ante mano. La Academia apuntala la idea de una España Imperial, centralizada y monárquica, que ha sido así desde siempre. Y si para ello tiene que silenciar y eliminar los registros y pruebas de la realidad histórica lo hace.

Hago aquí un inciso para subrayar que sí, que estoy desencantado con la Academia de Historia porque en vez de ser un "nido de rojos" y una morada de lumpen, es en realidad, una cueva de fachas, elitista y recalcitrante. Pues si. Por qué si no es así, cómo se puede explicar que la principal institución en materia de estudio histórico no haya hecho suya las reclamaciones para abrir las fosas y poner negro sobre blanco la corrupción y los genocidios perpetrados por la dictadura franquista. Cómo se explica que no haya sido capaz de alentar y exigir estudios arqueológicos serios y definitivos para hallar dónde está enterrado el mejor poeta del siglo XX, como fue Federico García Lorca. Cuando la Academia es juez y parte lo que no va a existir es verdad. Ni de la propia de la justicia, ni mucho menos de la histórica.

Curiosamente los mismos que se escandalizan en los platós de televisión o en el teatrillo de los parlamentos de las políticas de Memoria Histórica, Memoria Democrática y Memoria de los Derechos Humanos, son los mismos que callan o mantienen incluso, una institución que debía de ser abierta, inclusiva, científica y centrada en el descubrimiento y difusión histórica, y que por el contrario impone un relato para toda España. Para todas las Españas.

Se construye una Historia desde arriba. Se tiene la desfachatez de denominarla de “consenso”. Ya me dirás tú qué consenso hay cuando se impone una versión cerrada que no se puede discutir. Una Historia triunfalista de “grandes” reyes y personajes intachables que realzan lo que nos une, nos hace “españoles”. Se oculta o se desprecia como anti-patriótico o mucho peor, “anti-españollo perjudicial de la Historia para la imagen oficial y la mitología nacionalista. Para la Academia y los adalides de la Historia es más útil recordar una visión sesgada del heroico pueblo de Madrid en la Guerra de Independencia (para traer como rey al sátrapa del Rey felón) o de los sacrificios de los Tercios en Flandes (para gusto de los intereses particulares de condes y duques alemanes) que “remover el pasado” de cunetas y tapias de la Guerra Civil y la dictadura.

Por suerte, y sobretodo por el empeño de historiadores de verdad, frente a las historias triunfalistas construidas desde arriba, con reyes, batallas y tratados, otros enfoques comenzaron a subrayar desde hace tiempo las divisiones sociales, culturales, étnicas, lingüísticas, identitarias, religiosas y de género. Frente a la historia apologética del poder, utilizada para generar una mayor lealtad de los ciudadanos a los dirigentes de los Estados, surgió una historia social, enriquecida con los hallazgos de la Antropología, la Economía y la Sociología que escuchaba las voces marginadas por la historia tradicional. Frente a la grandilocuencia de las historias nacionales, aparecieron historias locales y micro-historias que daban a conocer la realidad constante, casi inmutable, de espacios geográficos y sociales diversos que no habían sido tratados. Más aún, nació una historia de las realidades subalternas (grupos sociales oprimidos por no pertenecer a la élite o a los convencionalismos de género y raza) que completan la realidad histórica.

Pero por contra, este estudio complejo del pasado requiere una visión crítica que es incompatible con la Historia triunfalista de moralina patriotérica. Por esto mismo, la revisión y el descubrimiento de las atrocidades e incoherencias de siglo XX, dividen tanto. Porque además, demuestran que por desgracia, no son sólo los jóvenes los que no conocen su historia.

Por si todo esto no fuera poco, además metodológicamente el olor a esmegma caduco de la Real Academia de Historia es todavía más apestoso que sus voluntades e intenciones políticas y culturales totalizadoras. Puede que en los edificios de la academia y en los domicilios y despachos de los académicos hayan descubierto la informática e Internet, pero siguen anclados en la visión diocechesca de las Crónicas como método por el que construir y relatar la Historia. Nacimientos, muertes, batallas, tratados, conquistas, coronaciones o revoluciones como compartimentos estancos de fechas. Sin contexto. Una Historia escrita desde arriba que ignora a conciencia los quehaceres y la trascendencia de la vida diaria de millones de personas que han hecho (H)historia a lo largo de la Historia. Los oscuros en esta forma de contar lo histórico son tan enormes que dan grima.

La Historia está sujeta a cambios y a revisión. A nuevos análisis que aprovechen las nuevas tecnologías y descubrimientos (arqueológicos, archivísticos, documentales, discursivos, etc.) con el fin de completar el relato histórico, haciendo partícipe a la sociedad en su elaboración, conocimiento y difusión. Tiene que poner objetividad, frente a la subjetividad del presente y también de quienes construyeron la Historia en el pasado.

La Historia social, las historias locales y micro-historias, las historias sobre aspectos como las mentalidades y el pensamiento, la alimentación, el urbanismo, el trabajo, sobre la mujer o sobre los grupos subalternos de la Historia, son ignorados e ignominiados. Toda evolución metodológica y filosófica en el estudio de la Historia, todas las aportaciones de las escuelas como Annales, el marxismo británico o el estudio de las realidades subalternas de la Historia son rechazadas en frontera. Quieren una Historia española de capilla. De teja y mantilla. De capote y montera. O de tricornio y corona.

Y todo esto tiene consecuencias. La tradición pesa todavía más que la verdad y la ciencia. La gente, incluida la que se cree culta, considera que la Historia es una cronología de fechas trascendentes con las acciones de las élites. Y cuando se elaboran programas de estudio se pone todavía el empeño en hacer que los estudiantes dominen estas fechas, sin contexto ni relaciones. Haciendo una Historia aburrida. Una materia que el alumnado pase como trámite, y que cuando adultos les haga cambiar de canal porque no les interesa. En definitiva, una Historia que no sirva para construir personas con un acervo moral y ético consolidado.

Todo esto hace que no se promueva un estudio de la Historia de España adecuado para nuestros jóvenes. En los colegios, institutos, e incluso en las Universidades, se imponen las versiones tele-dirigidas por los grupos editoriales, pertenecientes a las élites de organizaciones religiosas. Esto unido a la estrechez de los calendarios escolares y a las apreturas de los recortes y falta de medios en la educación pública, hace que los jóvenes alcancen la edad adulta con profundas taras en el conocimiento del siglo XX en España, pero sin embargo, estén muy puestos en un supuesto pasado Imperial que llevo el orden y la cruz allende de los mares. El problema ya es grave de por si porque nos deja disminuidos en la madurez, huérfanos de la verdad histórica e incapacitados de sentido crítico y pensamiento propio. La Academia debería luchar por dotar a la educación de unos programas en materia de estudio tanto de la Historia, como del Arte o la Filosofía, que fueran modernos. Adaptados a las nuevas realidades. Inclusivos y que pusieran el acento en los contextos y la vida diaria de los hombres y mujeres de a pie. Que en general, fomentasen el pensamiento crítico y unas sólidas bases éticas y de justicia universal.

Por otro lado, estamos acostumbrados a que las celebraciones usen el pasado para justificar el presente. A que en los medios de comunicación se deforme el pasado, o se mienta descaradamente, para ajustar la historia a los intereses pecuniarios del presente. Y la Academia no lo denuncia, no lucha contra esto.


Por todo ello, la Real Academia de Historia de España debería de disolverse. Entregar las armas, los diccionarios rancios de historicismo blanco y las enciclopedias chuscas de visión sesgada. Sus académicos parapetarse en un hogar del jubilado a esperar la muerte física que haga juego con su perenne estado de muerte cerebral. Esta animadversión al trabajo de campo. Esta cerrazón al elitismo de cognac y faria. Esta misantropía. Esta ausencia de dignidad. Y esta dejación de funciones son motivos más que suficientes para no contar con una institución que se ha dedicado con tesón y felonía a deslegitimar la Historia y a ocultar la verdad, a cambio, de vender una versión simplista y elitista, que huye de la razón y el conocimiento.

El lema de la Real Academia de Historia dice “Nox fugit historiæ lumen dum fulget iberis” («La noche huye, mientras brilla para los íberos la luz de la historia»). Encima con recochineo, cuando lo que de verdad supone la noche es la manipulación de la Historia para servir a las élites del presente, ocultando a los íberos la luz de la razón, al tiempo que los ciega, con el foco del oprobio y la mentira.

 




jueves, 27 de julio de 2023

El derecho al deporte


 El frontón municipal de Santa Marta de Tormes al aire libre

 

La pelota rueda por la tierra, choca con un montículo de arena y tierra apelmazada de las lluvias de hace unos días. Apenas queda luz solar y las farolas simplemente aciertan a delimitar la línea de banda, a veces peligrosamente próxima a la carretera comarcal. El balón bota por menos de un palmo antes de que el joven empeine la propulse hacia la portería delimitada por dos mochilas y la imaginación de los escolares. El balón apenas se separa del suelo pero adquiere gran velocidad. El cautivo portero sabe que va a ser gol en cuanto identifica la trayectoria que lleva, y que pararla, implicaría lanzarse al suelo, poniendo en peligro la integridad física, y mucho más importante en aquellos años: la integridad del chándal que le regalaron sus padres en su último cumpleaños. El simulado intento de intercepción fracasa como no podía ser de otra manera y se suma un nuevo tanto al marcador recordado. “16-12”. Se oye decir. “Vale, empezados de 0 y el primero que llegue a 3 gana”.



El corto relato del párrafo superior compone un pequeño recuerdo de infancia. En realidad, un recuerdo que repetido infinidad de tardes de otoño e invierno, y también de primavera y verano, se han grabado en mi memoria, perfeccionado y seleccionado, hasta hacerlo parte imperecedera de mi persona, y mi pasión por la práctica deportiva.

Jugar al fútbol era el principal pasatiempo de los chavales de mi generación, de las previas, y de una o dos posteriores. Si, estaban los recreativos y también los juegos infantiles callejeros (impagable folclore popular que merece toda nuestra atención y que ayudaba a mejorar las destrezas físicas, psíquicas y también las relaciones sociales, incluidas con el sexo complementario), pero juntarse en la era, o incluso en una calle por la que de vez en cuando pasaba el tráfico rodado, se componía en el pasatiempo favorito de los niños de este país y de Europa en general.

Hoy en día, si vas por África, Latino América u Oriente próximo y medio, siguen improvisándose terrenos de juego y porterías, y sin distinciones de edad o nivel se echan partidos de más de dos horas. Pero aquí ya no.

La escena relatada se daba en nuestro país con precisión extrema. En mi infancia, e incluida la adolescencia, quedar con los amigos (mi círculo de amistad vital) e ir a las pistas era el plan día sí y día también. Tocaba saltar las vallas de los colegios públicos. Estar atentos a la pelota y a si la policía local aparecía. Muchas veces me tocó correr y un par de ellas acabé en el coche, aquel vetusto seat málaga gris, de vuelta a casa. No había canchas de acceso libre y los descampados todos estaban vedados para la próxima obra o sin mantenimiento lo que hacía imposible jugar ahí.

Era eso: jugar. Practicar deporte. Sin molestar a nadie. Sin gastar un duro. Disfrutar del tiempo y el aire libre. Ganar en salud: Muscular, anaeróbica, mejorar las destrezas, la fuerza, la velocidad, la habilidad, la visión espacial, la coordinación, el equilibrio… y también salud mental y social. Tejiendo pequeñas redes, que por aquel entonces, por supuesto, no les daba importancia y no las identificaba, pero que hoy, visto en perspectiva componían un tejido cooperativo de primera magnitud y que podía, debía haber trascendido el mero juego infantil para algo más.

Más tarde ya casi en la juventud comencé a jugar al baloncesto, nunca de manera reglada pero si juntarse con gente en torno a una canasta, deporte que me enamoró a través de la televisión (hay que hablar mucho de esto) y unos años más tarde visitando a un equipo profesional en vivo.

Sin embargo, estas ensoñaciones de mi infancia y juventud ya no se pueden reproducir en los que hoy son niños y adolescentes. Ya no hay pachangas en las calles, ni en los parques y pistas protagonizadas por gente joven. Y eso que ahora se han construido infinidad de pistas de furbito o fútbol sala, basket, voley, etc. y que en teoría, están disponibles para quien quiera usarlas. Llama poderosísimamente la atención el hecho de que las pistas las reservan personas plenamente adultas, por muy pocas, escasísimas horas a la semana, muchas veces pertenecientes a colectivos de inmigrantes, y aparecen prohibidas y vedadas a los que, potencialmente, deberían ser sus principales “consumidores”. Las pistas de juego se alquilan, se mercantilizan, unas pocas horas a la semana, y el resto del tiempo no tienen función. Vacías se deterioran como lo hace el nivel de salud general de la gente joven.

A un grupo de niños o jóvenes les falta el número de miembros y la cantidad económica necesaria para disponer de estas instalaciones con libertad, el tiempo y el momento necesario para realizar la actividad que les gusta. Es una absoluta injusticia social. No digo que no deban de dejarse unas horas para disposición de adultos, y que paguen, por el consumo eléctrico de la iluminación, el agua o cosas así, una cantidad que favorezca su mantenimiento. Sin extridencias, ni aprovechamientos.

Lo que digo es que debe de fomentarse el uso de estas instalaciones públicas por la gente joven, facilitando su acceso y disposición para que puedan jugar, practicar deporte y relacionarse. Y deben hacerlo las administraciones públicas sin dilación y como parte de sus responsabilidades y compromisos.

Hoy en día, sin embargo, se ha generado un ecosistema en las que las relaciones sociales tienen que estar controladas por las autoridades, reguladas y mercantilizadas en favor del dinero. Las y los jóvenes ya sólo pueden relacionarse en el contexto fiesta en discotecas y bares. El alcohol es la droga legal que favorece el control social.

Ahora voy a relatar algo que me ocurrió el otro día en el ascensor:

La puerta doble del ascensor se desliza. En su interior mi vecina del piso superior y su hijo de 8 años. Van al camping de fútbol. En las seis plantas de descenso al vestíbulo me cuenta “qué es el último día”; “qué con lo que ha costado y las vueltas que tuvieron que dar sólo ha durado tres semanas, y a ver qué hacen ahora con el crío”; “qué el niño está triste porque no va a poder seguir jugando con sus amigos”; Suelto “Disfruta del último día e intentar quedar más días para jugar. Seguro que hay pistas e instalaciones para jugar”. La madre me mira extrañada, pero notó como se le ha encendido una bombilla.



El deporte queda excluido. El derecho al deporte en España también ha pasado a ser un negocio. Y al igual que sucede con el contexto de fiesta las relaciones sociales que se tejen en ese ámbito entre los participantes, se circunscriben a los límites de la práctica en cuestión. Es decir, quienes se conocen de fiesta, se verán de y para la fiesta, hablarán de fiesta y organizarán la fiesta. Por lo general, no se admiten y no se favorece la inclusión de otras esferas de asociacionismo, compañerismo o de actividades fuera de ese círculo. Con el deporte mercantilizado en su base pasa lo mismo. Es una brillante consecuencia de la inclusión del dinero en las relaciones humanas: la limitación de las relaciones personales al marco que tiene un precio.

Hoy en día los niños, y niñas, no quedan para jugar al fútbol. Tienen que ir al club del barrio o de la ciudad, contra más elitista y más caro mejor, para relacionarse. Tienen que pasar por caja. Matrículas y pagos por ficha que llegan hasta los 500€ por practicar fútbol. Sí, te dan el chándal y ropa deportiva con el emblema del club seguramente cosida por otros infantes del otro lado del mundo. Todo es profesionalizado hasta el absurdo. Se alimenta una burbuja que aliena a los jóvenes y embrutece a los padres convencidos de haber procreado a la nueva estrella. El individualismo es lacerante, la competitividad el motor, vencer y humillar al rival los objetivos. Queda prohibido juntarse, conocerse y cooperar. Se busca la competitividad entre iguales y la posterior, en realidad desde el primer momento, exclusión de los que son diferentes, primero por pobres y luego por "malos".

No digo que pasar por caja sea malo per sé. Lo que me niego a defender es que esa sea la única manera de relacionarse y hacer deporte. No es malo que haya asesoramiento y supervisión profesional por la práctica deportiva. Ni que haya un seguro de responsabilidad que es lo que implica la tenencia de una ficha, tras pagar. El problema surge cuando es la única manera de acceder al deporte y a sus ventajas. Meter el mercado en absolutamente todo lo relacionado con nuestras vidas genera desigualdades y aumenta la falta de oportunidades. Empobrece la vida.

Las instalaciones deportivas públicas, gratuitas, en buen estado de conservación y accesibles son parte del patrimonio que las administraciones, esencialmente los ayuntamientos, pero también las educativas ponen a disposición de la población con el ánimo necesario de hacer a estas personas más libres, independientes, seguras y responsables.También son fundamentales la profusión, a través de la vía pública, de escuelas deportivas, no limitadas a los menores, sino a todo el público y actividades físico-deportivas para mejorar la salud de la población. Tanto física, mental como social. En conjunto, van a ayudar a enlazar una sociedad mucho más rica, inclusiva, atenta y sana. Son espacios públicos que garantizan el encuentro de las personas sin el concurso del dinero, sin transacción económica. Son en esencia garantistas e igualitarias, y por ende, favorecen el espíritu social y la democracia. En este punto es preciso recordar la necesidad vital e identitaria de conservar y favorecer el conocimiento sobre el patrimonio deportivo ancestral y etnográfico que conservamos en nuestro país.

Un modelo que propone el ocio y el conocimiento entre iguales, frente al modelo fomentado por las administraciones capitalistas y neoconservadoras, elitista y cimentado en el negocio. No se trata de crear deportistas profesionales, campeones de todo. Ganador sólo hay uno, y el resto son perdedores, por eso se trata de educar en valores a todas los participantes, y hacer del deporte algo importante de sus vidas, que les haga mejores como personas y les ayude tener un futuro mejor, más pleno.

El artículo 43.3 de la Constitución Española establece que “los poderes públicos fomentarán la educación sanitaria, la educación física y el deporte. Asimismo facilitarán la adecuada utilización del ocio” como principio ordenador de la política económica y social”.

No es el único artículo de nuestra Consti que los poderes públicos y sus partidos adosados al Régimen del 78, se saltan a la torera. Pero éste tiene la virtud de que podía ser fácilmente cumplido. Simplemente con abrir las puertas de las pistas, y quizás añadir un fuente de agua y sombra cerca, y hacer promoción de estos espacios para el libre uso y disfrute de la población.

Ya los antiguos griegos, como en tantas cosas, muchas de ellas grabadas a fuego y mármol en nuestra idiosincrasia, defendían el ideal de la práctica deportiva como parte fundamental de una educación que formará a los jóvenes para que pudieran conseguir una vida lo más plena posible.

En un muy recomendable libro de Henri Irénéé Marrou de 1948, titulado Historia de la educación, en su capítulo IV, La Antigua educación ateniense, muestra como el planteamiento educativo ateniense se convierte en un modelo para el resto de polis de la Grecia clásica, y como “la práctica de la hoplomaquia (el antecesor directo de la esgrima clásica de invención hispana en el siglo XVII), el atletismo y la gimnasia eran baluartes educativos, principios ineludibles en la labor de una sociedad para educar a sus jóvenes, tanto desde el punto de vista de la salud y el bienestar como en la transmisión de valores cívicos, sociales y democráticos” (pág. 69). De esta manera “el pueblo ha conquistado, por una extensión gradual, no solamente los privilegios, los derechos y los poderes políticos, sino también el acceso a este tipo de vida, de cultura, a este ideal humano hasta entonces de disfrute exclusivo de la aristocracia” (pág. 71). Como manifestaba Platón “la gimnasia para el cuerpo y la música para el alma” (pág. 73). Estos valores se mantuvieron hasta la proliferación de las teorías educativas sofistas en torno a mediados del siglo V a. C., para recuperarse una vez, comprobados los nefastos resultados que el elitismo sofista provocó en la salud democrática de la sociedad ateniense (pág. 97).

Por todo ello es importante favorecer la práctica deportiva, de todas las disciplinas posibles, sin limitaciones de ningún tipo, y mucho menos las económicas. Particularmente el fútbol que es el deporte más practicado, más seguido y al mismo, el más odiado. Sobretodo la parte hiper profesionalizada, arrodillada ante el capital y los intereses publicitarios. Los clubes han dejado de ser ingredientes en la identidad de los pueblos y barrios para convertirse en máquinas engrasadas de ganar dinero. Han prescindido conscientemente de su labor educativa, con el descaro de no renunciar a la remuneración vía subvención de esas funciones que ya han desestimado por no rentables. Han dejado y dejan a miles de niños y niñas sin poder jugar, junto a sus amigos y en su espacio más próximo. Se han perdido los valores, la comunidad y se han vaciado las gradas y el espectáculo no llega, ni de lejos, al nivel de antaño. El fútbol es aburrídisimo de ver. Y sin embargo, es un deporte, cuya práctica es divertida y garantiza un buen tono general y saludable para quien lo ejercita. Si te dejan, claro.

Cuando pasó el primer confinamiento recuperar la posibilidad de salir al aire libre era el tesoro que volvíamos a abrazar a nuestro pecho. Una verdadera necesidad, no valorada por el capitalismo, que tras la traumática experiencia del encierro por la pandemia, poníamos en la escala necesaria. En muchos lugares nos hemos encontrado con que se ha acelerado la apisonadora capitalista que desmonta los mecanismos asociativos que tenemos. Y el deporte no ha sido una excepción.

Es labor y frente común recuperar la práctica del deporte como un derecho cívico, como una necesidad ciudadana que garantiza la salud y el bienestar y favorece la profusión de unas relaciones sociales sanas en base a la vecindad, la cooperación y los intereses comunes.

Este valor y compromiso que he aprendido de muchos monitores y trabajadores del ámbito deportivo y educativo de Salamanca, es el propuesto por el alemán Horst Wein en su modelo de escuela deportiva cívica, y fue el motor que movía buena parte de mi acción política cuando fui concejal. Estas ideas con el deseo de promover una escuela deportiva municipal para Santa Marta de Tormes, abierta a todas las edades, sexos, niveles y contra más actividades deportivas mejor, están plasmadas en las actas de muchos de los plenos en los que participé, así como en la hemeroteca del boletín informativo que desde Izquierda Unida Santa Marta de Tormes, creábamos y repartíamos. Aquí dejo un pequeño extracto de un artículo en el que criticaba la forma de "promover deporte" del club de fútbol de la localidad:


En los últimos plenos de la pasada legislatura se convirtió en una costumbre la batería de preguntas y requerimientos por parte del Grupo Municipal de Izquierda Unida – Los Verdes sobre la situación del convenio firmado por el anterior equipo de gobierno y la Unión Deportiva Santa Marta (UDSM) . Entre las cuestiones planteadas y todavía a día de hoy, no resueltas, esta la relación de niños censados en el municipio que forman parten de los distintos equipos de base de la UDSM.

No es baladí esta información, toda vez que son constantes las quejas de padres y madres cuyos hijos son descartados por la gerencia técnica de la UDSM y cuyas plazas son ocupadas por niños y jóvenes que provienen de otras localidades. Se hace por lo tanto difícil pensar en la justificación de una subvención municipal por parte del Ayuntamiento a un club deportivo, que concibe el deporte de base ya como un deporte de competición en el que priman los resultados deportivos sobre la función social, educativa y de inclusión en hábitos saludables y amor al deporte, que son primordiales para una escuela deportiva.

Especialmente sangrante es el caso de los niños descartados en categoría benjamín, toda vez que la UDSM los captó como pre-benjamines (posiblemente optando a las subvenciones que la RFEF otorga a los clubes que trabajan estas edades). Prescindir de niños en torno a 7 años, porque no llegan a un rendimiento deportivo tiene un impacto sumamente negativo en la moral del niño, por no hablar del trastorno que puede ocasionar a los padres, vecinos de Santa Marta, que tienen entonces que organizar una agenda especial para que el niño pueda seguir practicando el fútbol.

La subvención municipal que recibe el club debido al convenio firmado es de 75.000€ (a la que habría que sumar el importe, unos 15.000 en gastos de mantenimiento e iluminación que también asume el ayuntamiento y el montante por publicidad o el uso del Alfonso San Casto por otros clubes y ligas de aficionados del que el club hace uso sin ni siquiera argumentar cantidades) bien vendría al resto de iniciativas deportivas de la ciudad que si funcionan como Escuelas Deportivas.

Si ya es lacerante que un club con el potencial de la UDSM no disponga y facilite equipos femeninos, más lo es si cabe, cuando se aprovecha así de los recursos públicos de todos, para el beneficio de un club privado que ni trata a los niños como mercancía despegándose del sentido educativo y de inserción social que implica el deporte.

Por eso desde Izquierda Unida – Los Verdes hacemos un llamamiento para que se den a conocer el número de niños censados en Santa Marta que juegan en la UDSM, además de invitar a todos a la reflexión para ofrecer un modelo de Escuelas Deportivas que mejoren nuestra sociedad a través de la práctica deportiva, la educación social y la mejora de la confianza de nuestros jóvenes, niños y niñas.

 

 


martes, 11 de diciembre de 2018

Tengo ya mi certificado de Apostasía



Esta semana pasada recibí mi certificado de Apostasía de la fe de la Iglesia Católica.
Tengo que decir lo primero de todo que fue más mi pereza (grave pecado capital) lo que ha hecho que me haya demorado tanto en llevar a cabo el acto de la apostasía y por lo tanto añadir coherencia a mi pensamiento y forma de ser. Me declaro ateo en materia espiritual. Y más allá de ello, me declaro beligerante con la Iglesia católica española. Con esta institución empeñada por los siglos de los siglos en anclar a la sociedad española en la más rancia, vulgar, clasista y opresora de las tradiciones.
Entrando en materia de cómo apostatar hay que decir que es un proceso claro y sencillo. Lo primero a hacer es entrar en apostatar.org donde te indican los pasos a seguir y que yo mismo voy a dejar puestos a continuación. Como buena “empresa” instalada en el capitalismo a la Iglesia católica no le interesa que te borres como “cliente. Necesitan que los captados por la tradición o la presión social mantengan su inscripción aunque no hayan decidido sobre ella, en sus bases de datos aunque sea en el régimen de “católicos no practicantes” para poder así sacar sus infladas estadísticas que le dan primacía en las cuestiones religiosas en el estado tardo franquista español.
Por lo tanto, la obligación moral de apostatar y hacer publicidad de ello y de lo fácil que es, prevalece a cualquier otra consideración como puedan ser las presiones de familia y conocidos o tradiciones y actos sociales que ya tienen consolidadas como no puede ser de otra manera, su aspecto civil, laico y garantista.
Estos son los pasos para apostatar:
  1. Pide una copia de tu partida de bautismo. En mi caso acudí a la parroquia en la que me bautizaron a los 4 meses de mi nacimiento. Oliéndome los posibles impedimentos mentí para obtener tal documento (dije que me iba a casar ¡y por la iglesia!), y después de pagar 6€ de gastos por expedición de documento -del que exigí y recibí factura-, conseguí mi partida bautismal.
  2. Haz una fotocopia del DNI y compúlsala. Puedes conseguir que te la compulsen en cualquier comisaría y no es necesario pedir cita previa.
  3. Descarga y rellena el formulario de apostatar.org. Es un documento tipo que explica los motivos con las últimas consideraciones legales derivadas de las sentencias en favor del derecho de apostasía.
  4. Presenta o envía la documentación. Por lo que he visto es mejor hacerlo en persona, así que intenta hacerlo de este modo. Busca la diócesis a la que pertenece la parroquia donde fuiste bautizado y acude a lo que normalmente llaman “Casa de la Iglesia”. Allí pregunta por el responsable de apostasías. La persona encargada, normalmente sacerdote, recogerá tus documentos y te dará escrito de entrada con la fecha de los documentos que has acreditado. Si no lo hace, es conveniente pedírselo. También es posible que te dé el sermón sobre que no debes abandonar la iglesia católica, como si fuera el departamento de retenciones de un operador telefónico.
  5. A los pocos días (en mi caso apenas una semana y eso que era otra provincia) te llegará por correo ordinario tu certificado de apostasía. Si no fuera así, los compañeros de apostatar.org te pueden asesorar para acelerar y lograr el propósito final, que no es más que ejercer tu derecho a vivir una religión de la manera que quieras, y también a pertenecer o no a los organismos e instituciones que te den la gana.
La religión, sea cual sea, es y debe ser reconocida como tal, una situación íntima y propia de la persona. Es en tu hogar donde en caso de ser creyente puedes vivir tu espiritualidad sin necesidad de sustentar a una institución arcaica e instalada en contra de todo progreso de la sociedad, en especial de los oprimidos y más aún de las mujeres.
Somos muchos, millones, los que estamos hartos de como se inmiscuye en la política y la sociedad la iglesia católica española. Como castiga desde sus púlpitos todo lo que huele a progresismo, igualdad y justicia social. Como calla y tapa sus vergüenzas con millones conseguidos de la beneficencia o de dios sabe qué, sus casos de pedrastía y abusos sexuales. Estamos hartos de una educación pública violada por la sacrosanta asignatura de religión que desmorona la filosofía y la ética. Hartos de procesiones y desfiles en los que se ensalza la muerte, la violencia y de paso la dictadura franquista, ensuciando las calles y espacios que debían de ser de todas y todos.
Por todo esto y mucho más, no se puede permanecer un minuto más en esta institución y presumir de ser de izquierdas, y más aún de ser buena persona. Apostatar es fácil, necesario y satisfactorio a nivel personal, ético y de coherencia.


viernes, 16 de noviembre de 2018

Filosofía como esencia de la vida


Bustos de Socrates y Locke en la Biblioteca del Trinity Collegue de Dublín


Hoy viernes 16 de noviembre se celebra el Día Mundial de la Filosofía. Llega en pleno debate sobre su restitución como enseñanza humanística troncal, dotándola para ello de poder -que inevitablemente pasa por la importancia de su nota- en las enseñanzas medias. El Gobierno de Pedro Sánchez trabaja ya en “su” reforma educativa, y lo hace para reescribir la reaccionaria y medieval propuesta de Wert que encontró unidos a profesores, alumnos, padres y defensores de la educación pública en su repulsa.
Así se vuelve a poner de moda el mantra de si es útil y merece la pena enseñar y practicar la filosofía (sin embargo, tenemos que aceptar la sobre dimensión de la enseñanza religiosa -católica- por encima de la filosófica, y pagada con los impuestos de todos).
En la medida en qué nos preguntamos sobre nuestra vida, sobre su esencia y trascendencia; sobre la muerte, sobre la sociedad, la historia, el mundo; la política, por el futuro, la educación; sobre la verdad y la mentira. Sobre el porvenir; la desigualdad, la injusticia; la subsistencia del planeta y de sus habitantes; sobre la moral y la ética... en la medida en que hacemos todas esas preguntas, sin sujetarnos a dogmas, y desarrolladas por nosotros mismos, hacemos filosofía. Al buscar esas respuestas -aunque no las consigamos- obtenemos filosofía.
La filosofía por lo tanto es inevitable porque ante cualquier duda que nuestra existencia plantea es allí donde acabamos. Es la herramienta primera para componer nuestra personalidad y conocernos. Y es el eslabón que conecta todo el saber, desde las ciencias a las letras, de los conocimientos técnicos y tecnológicos hasta las humanidades. Y de la teoría y la práctica. Y por supuesto y de manera muy importante como vehículo del lenguaje para hacerlo accesible, inclusivo y patrimonio eterno de la humanidad.
Ante un mundo cambiante, vertiginoso y presidido por la incertidumbre y el individualismo, no caben más salidas que practicar la filosofía como análisis de causas y consecuencias y como plan de alternativa por un futuro donde la dignidad y la vida se impongan.
Hoy, ahora tenemos un mundo y una vidas desorganizadas, cayendo, junto a todos los derechos y conquistas sociales que considerábamos seguras desapareciendo, al igual que el medio ambiente y el patrimonio de todos -los que estamos aquí pero también las generaciones pasadas y futuras-, en la ola del capitalismo más desaforado, un neoliberalismo amoral y suicida que ha traído de vuelta los viejos fantasmas del pasado: El fascismo.
Como ya adelantó Noam Chomsky en los años 70, “El fascismo es el último recurso de las clases dirigentes cuando ya no pueden mantener de otra forma sus privilegios”. La reacción del poder, de la oligarquía, que lleva dominando el mundo desde que es mundo (desde que somos conscientes de que existimos y nos organizamos para regular nuestra existencia) a las revoluciones que trataban de salvar la poca dignidad, libertad y expectativas de futuro hundidas con la estafa, llamada crisis, de las élites financieras corruptas.
Por eso ahora, debemos de tener a la filosofía como faro y guía de nuestras vidas, y consecuentemente, no puede más que ser importante en la educación de todas y todos. No como una retahíla de autores, ideas o libros que cumplen un curriculum, sino como esencia de nuestro pensamiento, fundamental para crear por sí mismo, enseñándonos y aprendiendo a pensar, estableciendo la duda como pasaporte a la creación de nuevas ideas y pensamientos críticos que vengan a solucionar los viejos problemas.
La filosofía es una práctica de vida que nos dice cómo vivir, pensar o actuar, analizando para entender y luego decidir. La esencia de la filosofía es el análisis conceptual y la deliberación. Es un ejercicio de reflexión, privada y pública, que tiene un efecto transformador sobre las opiniones, las actitudes y las leyes. Precisamente, la dimensión pública de la filosofía favorece la participación y la “inter-disciplinariedad”, a través de la divulgación, la información y la transparencia.
El arte de preguntar es la filosofía y su desarrollo contribuye decisivamente a la creación de ciudadanos libres con conciencia crítica, con opinión propia sometida a la razón que también analiza las opiniones de los demás, empezando por la del orden establecido. Así se crea la libertad de pensamiento frente a los dogmas, prejuicios y corsés impuestos por las estructuras opresores de poder.
Por todo ello es fácil entender porque la derecha reaccionaria y fascista trata continuamente desde el principio de los tiempos aparcarla, quitarle importancia y olvidarla, cuando no prohibirla y perseguirla. Frente a su beligerancia ante el pensamiento crítico y razonado, nosotros como sociedad, nos ponemos junto a filósofos, pensadores, docentes y pedagogos que saben de la importancia de la vitalidad de la filosofía y su inclusión en la educación de todas y todos, más si cabe, dentro de la enseñanza pública.
Más vital si cabe defenderla en un contexto de inseguridad (personal, social, jurídica, vital, medio ambiental, laboral,...) tan grande como el que tenemos. Hacerlo sin concesiones, adecuándola a espacios, escenarios y audiencias. Involucrando a las mujeres como parte activa (imprescindible incluir a autoras y sus luchas en los curriculums y en ayudar a las mujeres a desarrollar su propia actitud filosófica) y defendiendo el humor y la libertad de expresión ante los ataques del pensamiento único.
Un día como hoy, es perfecto para animarnos a todos a practicar el ejercicio de filosofar, y recordar su importancia primero como arma de empoderamiento de los seres humanos, desde su individualidad, hasta su comunidad y hacia la sociedad; y también como patrimonio inmaterial, esencial, de la vida.


 

Intervención de Fernán Vello defendiendo la asignatura de filosofía en el pleno del Congreso (21 de junio de 2017)



jueves, 5 de octubre de 2017

Ciencia: La gran olvidada en España




Durante esta semana se están haciendo públicos los galardonados con los Premio Nobel 2017. Cada día se va descubriendo la persona o el equipo científico en cada una de las especialidades, siendo hoy jueves el día para conocer al ganador del Nobel de Literatura de 2017. En anteriores días se conocían a los ganadores en Medicina, Física y Química. Y no. Por supuesto, que en esta ocasión, tampoco hay científicos españoles (o vinculados a Universidades españolas) entre los ganadores.
España no ha tenido ningún premio Nobel de áreas científicas desde 1959, en que recibió el galardón Severo Ochoa por sus trabajos sobre el ADN y la biología molecular. Teniendo en cuenta, además, que investigó en Estados Unidos y tenía la doble nacionalidad. Antes sólo hubo otro científico español galardonado, el aragonés Santiago Ramón y Cajal, en 1906, por su trabajo sobre la estructura del sistema nervioso. Los dos fueron premiados en los campos de la Fisiología o Medicina. No hemos tenido ni uno en Física o Química, ni tampoco en Paz o Ciencias Económicas. Nos salvamos un tanto por la Literatura, con seis premios: Vicente Alexandre, Jacinto Benavente, José Echegaray, Juan Ramón Jiménez, Camilo José Cela y Mario Vargas Llosa, este último hispano-peruano. Tampoco esto es mucho. Baste comparar con la vecina Francia, que ha tenido 47 premios Nobel, de ellos 13 de Literatura y muchos de las restantes disciplinas desde que en 1901 se empezaron a entregar.
No cabe duda de que el déficit en galardones internacionales en materias científicas debería sonrojarnos y avergonzarnos. No representamos nada en investigación, innovación o tecnología. Al contrario que con los premios Nobel de Literatura (o el de la Paz, donde no ha habido ningún nacional premiado nunca) se premian el genio de un individuo surgido en una comunidad que no tiene porque tener grandes recursos, siendo frecuente los premiados de entornos subdesarrollados o muy perjudicados. Sin embargo, en las áreas científicas tenidas en cuenta (Medicina, Física, Química y también Economía) no sólo se premia al científico o equipo concreto que desarrolla una labor concreta en el ámbito de las Ciencias comentadas, sino que también y muy importante se valora y se da visibilidad a las inversiones y la apuesta que una economía y una sociedad, es decir, una nación hacen por la ciencia y por el talento innovador que atesoran.
Los Premios científicos son resultado de años de investigación de amplios equipos, con estabilidad y seguridad financiera, en su puesto de trabajo; Estudios realizados con muchos recursos y medios sofisticados. Síntoma de un país desarrollado, valiente e innovador. El que hoy, o en los años anteriores o en los próximos 10 años no haya Premios Nobel españoles no es cuestión achacable a los últimos años y las políticas de respuesta a la crisis, perdón estafa, económica.
Sin embargo, esa gestión basada en represión, recortes en educación, I+D+i, y salud y regalos a los bancos, van a hacer que la sequía en galardones de ciencias para ciudadanos y ciudadanas españolas vaya a ser larga y penosa. España ha apostado por otras cosas, como una hiper financiamiento de la economía. Se han bajado, cuando no eliminado becas de estudio y de investigación, y por otro lado se subvencionan cosas tan lamentables como cátedras de tauromaquía o fútbol por todos los lados y a todas horas.
Nuestros científicos trabajan sin seguridad y sin poder plantearse planes de vida debido a la volatilidad de las políticas de investigación y educación en éste país. Y las políticas para traer de vuelta el talento emigrado tienen mucho de publicidad y nada en cuestiones concretas que pudieran hacer que la gente volviera a trabajar en España.
La inversión en I+D+i es ridícula: Nos situamos en el 1,24% del PIB en I+D+i, frente a la media del 2,02% de los países de la UE y, por supuesto, muy lejos de los países punteros. Y además algo falla en la estructura de nuestros estudios. El porcentaje de españoles de entre 30 y 35 años con estudios superiores finalizados es del 42,3%, por encima del 38% de media europea. Pero nuestros investigadores marchan al extranjero y a la vez nos faltan trabajadores altamente cualificados de menor nivel académico.
El estado español va a gastar en su presupuesto anual para 2017 unos 714 millones en investigación. Por contextualizar, el presupuesto para la temporada 2017-18 del Real Madrid está fijado en torno a los 690 millones. El del Barça en 675 (cantidades ambas no oficiales, y que parece ser son mucho mayores). Y esto es un dinero presupuestado, es decir, que está a expensas de la ejecución y de que llegue finalmente para el objetivo para el que se adjudico. Sobre las cifras de 2016 en materia de investigación y desarrollo el ejecutivo del PP se llena la boca pero realmente sólo dedica un 60% de lo asignado para las investigaciones científicas. Una auténtica vergüenza.
Y por no hablar de que buena parte de la cantidad asignada a investigación se convierte en ayudas indirectas a empresas por crear proyectos en esta materia, por lo que imaginar lo que puede acabar llegando a las universidades debe ser percibir las migajas.
Por fortuna, pero sobretodo debido al trabajo y talento personales, unido al riesgo de migrar hacia entornos que si premian la predisposición científica, “tenemos” a miles de científicos y científicas españolas, trabajando y desarrollándose en Universidades, fundaciones y empresas extranjeras. Capital científico y del conocimiento, pero también humano, generado gracias, en parte, a la educación española y cuyos rendimientos son aprovechados por agentes extranjeros.
Lamentablemente, y más con el cisma generado y con multitud de problemas que atacan a nuestra supervivencia no parece que la mente de los partidos políticos este en invertir en ciencia y en abrir programas serios, rigurosos y con compromiso firme a cumplir para regenerar el entorno educativo y científico en España. Se hace imprescindible, y no porque aparezcamos mejor o peor en ránkings o en laudos de galardones, apostar claramente por la ciencia y el conocimiento. Poner recursos a disposición de los científicos y darles libertad de cátedra y estudio para desarrollar nuestro conocimiento.
La ciencia tiene que ser una cuestión de estado, y hay que abrir seriamente el debate de la financiación de la ciencia y de la Universidad, para que no queden al antojo y las necesidades de gobiernos que son claramente ineficaces y se mueven por cortoplacismos electorales.
Estoy hablando de poner más recursos, recaudarlos vía una política fiscal justa, progresiva y eficiente; una asignación basada en criterios científicos y rigurosos. Y una disposición y control de las inversiones que de seguridad para que nuestros científicos y científicas sepan que pueden plantearse desarrollar su vida, junto a su trabajo, en su país.
Contra más desarrollado es un país en ciencia, innovación, tecnología y en la labor de sus universidades (tanto en ciencias como en letras y artes) mejor es ese país. Más útil, más sensible, más social. Un mejor lugar donde vivir
 

Camareros: Necesarios, degradados y precarios. Una experiencia personal

Ahora que ya está aquí el veranito con su calor plomizo, pegajoso y hasta criminal, se llenan las terracitas para tomar unas...