Bustos de Socrates y Locke en la Biblioteca del Trinity Collegue de Dublín
Hoy viernes 16 de noviembre se celebra el Día Mundial de la Filosofía. Llega en pleno debate sobre su restitución como enseñanza humanística troncal, dotándola para ello de poder -que inevitablemente pasa por la importancia de su nota- en las enseñanzas medias. El Gobierno de Pedro Sánchez trabaja ya en “su” reforma educativa, y lo hace para reescribir la reaccionaria y medieval propuesta de Wert que encontró unidos a profesores, alumnos, padres y defensores de la educación pública en su repulsa.
Así
se vuelve a poner de moda el mantra de si es útil y merece la pena
enseñar y practicar la filosofía (sin embargo, tenemos que aceptar
la sobre dimensión de la enseñanza religiosa -católica- por encima
de la filosófica, y pagada con los impuestos de todos).
En
la medida en qué nos preguntamos sobre nuestra vida, sobre su
esencia y trascendencia; sobre la muerte, sobre la sociedad, la
historia, el mundo; la política, por el futuro, la educación; sobre
la verdad y la mentira. Sobre el porvenir; la desigualdad, la
injusticia; la subsistencia del planeta y de sus habitantes; sobre la
moral y la ética... en la medida en que hacemos todas esas preguntas, sin sujetarnos a dogmas, y desarrolladas por nosotros
mismos, hacemos filosofía. Al buscar esas respuestas -aunque no las
consigamos- obtenemos filosofía.
La
filosofía por lo tanto es inevitable porque ante cualquier duda que
nuestra existencia plantea es allí donde acabamos. Es la herramienta
primera para componer nuestra personalidad y conocernos. Y es el
eslabón que conecta todo el saber, desde las ciencias a las letras,
de los conocimientos técnicos y tecnológicos hasta las humanidades.
Y de la teoría y la práctica. Y por supuesto y de manera muy
importante como vehículo del lenguaje para hacerlo accesible,
inclusivo y patrimonio eterno de la humanidad.
Ante
un mundo cambiante, vertiginoso y presidido por la incertidumbre y el
individualismo, no caben más salidas que practicar la filosofía
como análisis de causas y consecuencias y como plan de alternativa
por un futuro donde la dignidad y la vida se impongan.
Hoy,
ahora tenemos un mundo y una vidas desorganizadas, cayendo, junto a
todos los derechos y conquistas sociales que considerábamos seguras desapareciendo, al igual que el medio ambiente y el patrimonio de todos -los
que estamos aquí pero también las generaciones pasadas y futuras-,
en la ola del capitalismo más desaforado, un neoliberalismo amoral y suicida que ha traído de vuelta los viejos fantasmas del pasado: El
fascismo.
Como
ya adelantó Noam Chomsky en los años 70, “El
fascismo es el último recurso de las clases dirigentes cuando ya no
pueden mantener de otra forma sus privilegios”. La reacción del poder, de la oligarquía, que lleva dominando el mundo
desde que es mundo (desde que somos conscientes de que existimos y
nos organizamos para regular nuestra existencia) a las revoluciones
que trataban de salvar la poca dignidad, libertad y expectativas de
futuro hundidas con la estafa, llamada crisis, de las élites
financieras corruptas.
Por
eso ahora, debemos de tener a la filosofía como faro y guía de
nuestras vidas, y consecuentemente, no puede más que ser importante
en la educación de todas y todos. No como una retahíla de autores,
ideas o libros que cumplen un curriculum, sino como esencia de
nuestro pensamiento, fundamental para crear por sí mismo,
enseñándonos y aprendiendo a pensar, estableciendo la duda como
pasaporte a la creación de nuevas ideas y pensamientos críticos que
vengan a solucionar los viejos problemas.
La
filosofía es una práctica de vida que nos dice cómo vivir, pensar
o actuar, analizando para entender y luego decidir. La esencia de la
filosofía es el análisis conceptual y la deliberación. Es un
ejercicio de reflexión, privada y pública, que tiene un efecto
transformador sobre las opiniones, las actitudes y las leyes.
Precisamente, la dimensión pública de la filosofía favorece la
participación y la “inter-disciplinariedad”, a través de la
divulgación, la información y la transparencia.
El
arte de preguntar es la filosofía y su desarrollo contribuye
decisivamente a la creación de ciudadanos libres con conciencia
crítica, con opinión propia sometida a la razón que también
analiza las opiniones de los demás, empezando por la del orden
establecido. Así se crea la libertad de pensamiento frente a los
dogmas, prejuicios y corsés impuestos por las estructuras opresores de poder.
Por
todo ello es fácil entender porque la derecha reaccionaria y fascista trata continuamente desde el principio de los tiempos
aparcarla, quitarle importancia y olvidarla, cuando no prohibirla y perseguirla. Frente a su beligerancia ante el pensamiento crítico y
razonado, nosotros como sociedad, nos ponemos junto a filósofos,
pensadores, docentes y pedagogos que saben de la importancia de la
vitalidad de la filosofía y su inclusión en la educación de todas y todos, más si cabe, dentro de la enseñanza pública.
Más
vital si cabe defenderla en un contexto de inseguridad (personal,
social, jurídica, vital, medio ambiental, laboral,...) tan grande
como el que tenemos. Hacerlo sin concesiones, adecuándola a
espacios, escenarios y audiencias. Involucrando a las mujeres como
parte activa (imprescindible incluir a autoras y sus luchas en los
curriculums y en ayudar a las mujeres a desarrollar su propia actitud
filosófica) y defendiendo el humor y la libertad de expresión ante
los ataques del pensamiento único.
Un
día como hoy, es perfecto para animarnos a todos a practicar el
ejercicio de filosofar, y recordar su importancia primero como arma
de empoderamiento de los seres humanos, desde su individualidad,
hasta su comunidad y hacia la sociedad; y también como patrimonio
inmaterial, esencial, de la vida.
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