Tenía
un día, ayer sábado 17 de noviembre, y una hora, las ocho de la
tarde, marcadas en rojo para disfrutar del partido, el
Test match entre Irlanda y Nueva Zelanda,
hoy por hoy, los dos mejores equipos de rugby del mundo, en un
encuentro que se ha presentado como medida mutua de nivel a 10 meses
vista del inicio de la novena
Copa del Mundo de Rugby
del año que viene en Japón.
Y
el partido no pudo más que cumplir con lo prometido y convertirse en
un epígrafe de hemeroteca y en una guía avanzada de rugby moderno.
XV del trébol
y All Blacks
mostraron muchas de sus cartas; pusieron en evidencia un tanto de la
pasión que sienten como naciones por el oval, y se aplicaron en
rectitud y competitividad en un partido que tenía mucho más que una
muesca en la gira de las naciones del sur por la vieja Europa.
Ya
sabemos que a Europa, los neozelandeses llegan ya al final de su
temporada, tras casi 9 meses de partidos, y que desde posiciones de
supuesto prestigio, se tiende a minusvalorar el trabajo irlandés
frente a lo desarrollado y propuesto por ingleses o franceses. Pero
lo cierto, es que si hay un equipo capaz de competir
y disputar a los All Blacks
a 80 minutos (sobretodo cuando a partir del 60 entran los suplentes)
esa es Irlanda.
Y ayer lo volvió a hacer cómo ha hecho en los 6 partidos que han
jugado entre ellos desde el año 2014 (4 victorias kiwis,
2 irish,
y 5 de esos partidos en una distancia inferior a 7 puntos.
Pueden
perder o acabar ganando como anoche, pero en Nueva
Zelanda
ya saben donde esta el equipo que más se les acerca, y al que
recordemos, y al igual que los All Blacks presentaban bajas
significativas (Cane o Sonny Bill Williams), a los irlandeses les
faltaban tres piezas básicas: Sean O'Brien, Connor Murray y Robbie
Heinshaw.
Irlanda vencía, 16-9 a Nueva Zelanda,
dejándola
sin ensayar,
suceso que da brillo al trabajo y prestancia defensiva, y también
del cuidado del balón que tuvieron los verdes anoche. Era la primera
victoria local en Dublin frente a los All Blacks. La segunda en la
historia tras la de Chicago hace dos años.
El
rugby irlandés actual y el neozelandés, comparten mucho, debido a
la majestuosa labor que el seleccionador y patrón, también
neozelandés, Joe
Schmidt
está haciendo en la verde isla desde el año 2012. Siguiendo el
guión de la propia Nueva Zelanda, Schmidt trabaja codo con codo con
las cuatro franquicias profesionales, en un plan de desarrollo de la
Federación en la que se busca ir captando y mejorando el talento
generación a generación.
El
partido tenía todos los ingredientes para ser espectacular y no
falló a las expectativas. Sólo con ver la puesta en esencia de la
haka
Kapa
O'pango
de los All
Blacks
transmitía la importancia del test. Steve Hansen, seleccionador de
los vigentes campeones del mundo se mostraba nervioso ante el duelo
con el posible (se rumorea) sustituto al frente del combinado
nacional.
Hansen
sabedor del poderío irlandés en melé, no quiso castigar a Coles
(recién salido de lesión) frente a Furlong, y colocó allí de
inicio al más pesado Tu’inukuafe.
No sirvió de nada: la
superioridad verde en fases estáticas fue el pilar de la victoria
local
que encontró el factor decisivo en el trabajo de la tercera, donde
Van der Flier, Stander
y un estajanovista
O'Mahoney
(impresionante y para enseñar el partido el suyo que le valió el
Man
on the Match)
que convirtieron los rucks
en una agonía negra, robando varios balones y manteniendo inmaculado
el propio.
Irlanda
quitaba la herramienta predilecta de los All
Blacks.
Su arma de destrucción favorita: el oval. Sin
el balón Nueva Zelanda,
sufría en defensa para parar las acometidas de la delantera
irlandesa que se mostró colosal y dominadora. Y cuando los tres
cuartos entraban a jugar el dinamismo personificado en el neozelandés
nacionalizado Bundee
Aki
(me parece que no se le está dando importancia al matiz que ha dado
al juego ofensivo de su equipo) convertía en metros ganados lo
generado por los “gordos”. También el juego con el pie, recurso
habitual de los verdes, hizo acto de presencia desequilibrando la
presencia defensiva visitante.
A
la media hora, con empate a 6 (golpes pasados por Sexton
y Barret
en su particular duelo por el Player
of the Year)
ya había habido 130 placajes repartidos entre ambos equipos. Las
llegadas al punto de encuentro eran brutales y los rucks
de una fiereza y acierto táctico y técnico brillantes.
Irlanda
ya había conseguido parar con recuperación a los All
Blacks
en la 22 propia en un par de ocasiones y había visto un ensayo
anulado por el TMO, pero sumaba tres puntos más para irse al
descanso con 9-6.
A
la vuelta Irlanda sorprendía a su rival con un nivel de exigencia
aún mayor con el balón en posesión aportado por un acertadísimo
Marmion
como medio melé haciendo olvidar a Murray. El balón discurría de
un lado a otro con velocidad y mantenía el castigo a unos All Blacks
que sumaban infracciones para parar a los locales, incluidas algunas
en la disputa de melé.
A
los 7 de la reanudación llegaba el éxtasis al Aviva con una touch
propia irlandesa en la medular, ejecutada con rapidez para mandar el
balón a los tres cuartos. Estos, Bundee
Aki
volvía hacia el lado cerrado para encontrar al chico
maravilla del rugby irlandés,
Jacob
Stockdale
que con calidad y descaro lanzaba un sombrero para desbordar toda la
cortina de los visitantes y posar un ensayo espectacular. Sólo un
par de minutos antes, había intentado un sombrero que le fue
interceptado, y sin embargo, se lo jugó con un convencimiento
pasmoso. ¿Es Stockdale ya, el mejor finalizador, el mejor “try-man”
del rugby mundial? Ahí lo dejo.
Evidentemente
no se iban a quedar así las cosas y los All
Blacks
tiraron de galones, veteranía, talento y empaque de la camiseta con
el plateado helecho para tratar de rehacerse y recuperar el terreno
perdido. Buscaron de añadir más velocidad con su segunda unidad,
liderada por TJ Perenara. Sólo pudieron hacerlo con el paso de un
golpe de castigo, puesto que Irlanda ya con suplentes (algunos como
Porter, Carbiery, Larmour de insultante juventud) continuó con su
eficiente y aguerrido trabajo de contención donde brillaban Stander
y O'Mahoney,
recuperando algunos ovales aclamados por la hinchada verde.
Al
final se desató la locura en Dublín
y crece el optimismo de los irlandeses ante la próxima Copa del
Mundo y también sobre el VI Naciones del año que viene,
particularmente complicado por el calendario surgido, y en el que
además son defensores del Grand
Slam.
Enfrente, reconociendo la derrota, felicitando al rival, marchaban
los All
Blacks,
sabedores ya que en el otro lado del mundo, en una pequeña isla
verde, están los máximos favoritos a disputarles el cetro mundial y
también conscientes de en qué tienen que mejorar para seguir
dominando con puño de hierro el rugby mundial.
Dentro
de un año en el mundial ocurrirá lo que tenga que ocurrir. Para
Irlanda es casi una cuestión nacional pasar por fin de cuartos,
mientras que para Nueva Zelanda todo lo que no sea revalidar el
título sería una decepción. Si son primeros de grupo, no se
enfrentarían hasta una hipotética final. Ambos tienen el modelo de
juego más desarrollado a menos de un año de la patada inicial, y
parten con ventaja frente a otros (los perdidos ingleses, franceses,
australianos o sudafricanos,... y ojo con galeses y argentinos).
Además, son los que tienen un fondo de armario más extenso tanto en
cantidad, como sobretodo en calidad, y en un torneo corto, de un mes
y medio de duración a 7 partidos tener segundas y terceras opciones
por puesto puede ser decisivo.
Queda
un año, pero
que nos quiten lo vivido anoche.
Yo ahora me voy a poner el partido otra vez para paladearlo con
gusto. Si puedes haz lo mismo.
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