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lunes, 1 de septiembre de 2025

Hakas y Heavy Metal


 

Imagina mezclar la potencia visual y espiritual de una haka maorí, como las que vemos antes de los partidos de los All Blacks (atentos ahora a las de las Black Fermns), o de cualquier equipo polinesio de rugby, con un metal vigoroso, contundente y que suena original. Añade la presencia física de 5 tiarrones polinesios, que perfectamente podían pasar por la tercera línea de cualquiera de las selecciones de rugby del Pacífico Sur. No te olvides de sumar unas letras muy dinámicas con un contenido más que interesante de reivindicación de la identidad de los pueblos polinesios y de ascendencia indígena, y de la necesidad de justicia y reparación de los agravios cometidos durante la época colonial. Agita la coctelera tras añadir unas influencias musicales muy concretas del más puro trash americano, en especial las referencias a Anthrax, Sepultura o Pantera, por supuesto Metallica, pero también del metal-core de grupos como Slipknot, Saliva, Drowning Pool o incluso P.O.D. No olvidarse de la influencia manifiesta de Gojira y de las propias que atesora la banda francesa. El resultado no podía ser más intenso y estimulante.

Pero esto que acabo de relatar no es una imaginación de un fan del metal y el rugby, ni tampoco la idea comercial de un gurú del marketing musical ávido de exprimir unos talentos para cubrir a muy buen precio un nicho de mercado. O fabricarlo directamente. Al menos yo no he encontrado esa posibilidad. No. Esto que presento en el párrafo anterior es real. Ya existe esa banda de metal procedente del Pacífico. Son Sherpherds Reign.

 


 

Esta banda proviene de la ciudad de Auckland, en la isla Norte de Nueva Zelanda. Su ascendencia es maorí, y concretamente samoana. Sus integrantes son Filiva'a James (cantante y a los teclados), Oliver Leupolu y Gideon Voon como guitarras, Joseph Oti-George al bajo y en la batería Shaymen Rameka.

La banda surgió entre 2010 y 2015 fruto de la amistad entre Filiva'a James y Oliver Leupolu quienes se conocieron en su aula de piano clásico, y que compartían una afición al metal desde la más tierna infancia. Poco a poco fueron añadiendo referencias del género a sus gustos musicales y a sus experiencias y flirteos con la música clásica, para en los años referidos, convencerse de la posibilidad y gusto de hacer una banda de metal para hacer versiones de grupos de metal americano y tocar sus propias composiciones. Para ello fueron añadiendo al resto de integrantes y a constituirse como agrupación hacia 2013.

Pero no sería hasta 2018 cuando presentaron su primera demo con la composición Concrete Walls, que les generó el dinero suficiente a través de tocar en garitos para poder autoeditarse su debut homónimo. Llamaron rápidamente la atención tanto del periodismo especializado, como de los medios generalistas, puesto que el primer single, Le Manú, fue significada por la prensa como la primera canción de Heavy Metal en lengua samoana. Este reconocimiento, y fundamentalmente el seguimiento de los fans del género, les abrió las puertas para firmar con una discográfica y lanzarse a una gira por Australia, Nueva Zelanda y Japón, y después poder sacar el álbum Alai Mai, en 2023.

 


 

El estilo de Shepherds Reign se basa en canciones muy potentes dentro del sub-género del groove-metal y recuerda a bandas como Machine Head o Rod Zombie, a parte de las citadas al principio de esta entrada. De hecho, las intros de sus canciones me parecen muy brillantes sustentadas en la potencia de una base rítmica muy propia del trash, a la que añaden timbales y sonidos de percusiones propias del folclore índigena, para después acoplar las guitarras, y fundamentalmente la voz de Filiva´a que se conjuga de maravilla para añadir más dureza e intensidad a las composiciones. Todo esto cobra especial significación con las letras, puesto que el grupo está muy comprometido con sus raíces y con la historia de su pueblo, así como con las problemáticas a las que se tienen que enfrentar. De hecho el cantar en samoano compone una novedad en el mundo de la música, y más concretamente en el metal, pero demuestra su compromiso con su origen y su conciencia como maorís. Muchas de esas problemáticas tienen que ver con la relación con los descendientes europeos en la propia Nueva Zelanda o en Samoa y en otras islas del Pacífico, pero también destacan los problemas medio-ambientales que castigan a estas comunidades o la pérdida del patrimonio y el folclore autóctonos. En este sentido, Ala Mai, como digo su segundo trabajo y que se traduciría como una voz en samoano que dice “¡Despierta!”, es una llamada tanto a los vivos como a los antepasados de los pueblos maoríes para que todos unidos puedan superar esas adversidades y mantener su patrimonio y la identidad de no solo a los samoanos, sino de toda la comunidad polinesia.

Afortunadamente, y de las cosas buenas que ya muy raramente te ofrece Youtube, la banda se va abriendo hueco y ya han empezado a llegar a Europa. Particularmente, su propuesta me resulta muy estimulante, tanto a nivel visual, como musical, así como la originalidad de sumar el samoano y la estética polinesia (no faltan las hachas, mazas y otros elementos tribales en su presentación) al Heavy Metal.

 


 

En este sentido, radica un profundo orgullo por cómo el Heavy es capaz, de en el contexto de la globalización cultural reinante, sumar a otras experiencias culturales e identitarias, dándoles su espacio, haciendo que se hagan propias y que no copien sin más lo que ya se ha hecho, o lo que ya se ha impuesto, sino que ofrezcan su propia visión, plena de compromiso y autenticidad. Contrasta con la homogenización hegemónica actual que ha expulsado cualquier otra expresión musical de los medios de comunicación de masas, y por lo tanto, del grueso de la población.

Por ello, por esa suma de un estilo propio y original y por la propia trascendencia de su música y trabajo os recomiendo que os sumerjáis en el trabajo de Sherpherds Reign (en la actualidad están preparando su tercer disco con la intención de empezar a sonar con regularidad en Europa y Estados Unidos). Seguro que os pasará como a mi y les añadiremos a nuestra lista de intereses, para ver si llegan por aquí y se les puede disfrutar en directo. Ganas ya hay, eh.

 


 

 

domingo, 18 de noviembre de 2018

Se desató la locura en Dublin


Tenía un día, ayer sábado 17 de noviembre, y una hora, las ocho de la tarde, marcadas en rojo para disfrutar del partido, el Test match entre Irlanda y Nueva Zelanda, hoy por hoy, los dos mejores equipos de rugby del mundo, en un encuentro que se ha presentado como medida mutua de nivel a 10 meses vista del inicio de la novena Copa del Mundo de Rugby del año que viene en Japón.
Y el partido no pudo más que cumplir con lo prometido y convertirse en un epígrafe de hemeroteca y en una guía avanzada de rugby moderno. XV del trébol y All Blacks mostraron muchas de sus cartas; pusieron en evidencia un tanto de la pasión que sienten como naciones por el oval, y se aplicaron en rectitud y competitividad en un partido que tenía mucho más que una muesca en la gira de las naciones del sur por la vieja Europa.
Ya sabemos que a Europa, los neozelandeses llegan ya al final de su temporada, tras casi 9 meses de partidos, y que desde posiciones de supuesto prestigio, se tiende a minusvalorar el trabajo irlandés frente a lo desarrollado y propuesto por ingleses o franceses. Pero lo cierto, es que si hay un equipo capaz de competir y disputar a los All Blacks a 80 minutos (sobretodo cuando a partir del 60 entran los suplentes) esa es Irlanda. Y ayer lo volvió a hacer cómo ha hecho en los 6 partidos que han jugado entre ellos desde el año 2014 (4 victorias kiwis, 2 irish, y 5 de esos partidos en una distancia inferior a 7 puntos.
Pueden perder o acabar ganando como anoche, pero en Nueva Zelanda ya saben donde esta el equipo que más se les acerca, y al que recordemos, y al igual que los All Blacks presentaban bajas significativas (Cane o Sonny Bill Williams), a los irlandeses les faltaban tres piezas básicas: Sean O'Brien, Connor Murray y Robbie Heinshaw.
Irlanda vencía, 16-9 a Nueva Zelanda, dejándola sin ensayar, suceso que da brillo al trabajo y prestancia defensiva, y también del cuidado del balón que tuvieron los verdes anoche. Era la primera victoria local en Dublin frente a los All Blacks. La segunda en la historia tras la de Chicago hace dos años.
El rugby irlandés actual y el neozelandés, comparten mucho, debido a la majestuosa labor que el seleccionador y patrón, también neozelandés, Joe Schmidt está haciendo en la verde isla desde el año 2012. Siguiendo el guión de la propia Nueva Zelanda, Schmidt trabaja codo con codo con las cuatro franquicias profesionales, en un plan de desarrollo de la Federación en la que se busca ir captando y mejorando el talento generación a generación.


El partido tenía todos los ingredientes para ser espectacular y no falló a las expectativas. Sólo con ver la puesta en esencia de la haka Kapa O'pango de los All Blacks transmitía la importancia del test. Steve Hansen, seleccionador de los vigentes campeones del mundo se mostraba nervioso ante el duelo con el posible (se rumorea) sustituto al frente del combinado nacional.
Hansen sabedor del poderío irlandés en melé, no quiso castigar a Coles (recién salido de lesión) frente a Furlong, y colocó allí de inicio al más pesado Tu’inukuafe. No sirvió de nada: la superioridad verde en fases estáticas fue el pilar de la victoria local que encontró el factor decisivo en el trabajo de la tercera, donde Van der Flier, Stander y un estajanovista O'Mahoney (impresionante y para enseñar el partido el suyo que le valió el Man on the Match) que convirtieron los rucks en una agonía negra, robando varios balones y manteniendo inmaculado el propio.
Irlanda quitaba la herramienta predilecta de los All Blacks. Su arma de destrucción favorita: el oval. Sin el balón Nueva Zelanda, sufría en defensa para parar las acometidas de la delantera irlandesa que se mostró colosal y dominadora. Y cuando los tres cuartos entraban a jugar el dinamismo personificado en el neozelandés nacionalizado Bundee Aki (me parece que no se le está dando importancia al matiz que ha dado al juego ofensivo de su equipo) convertía en metros ganados lo generado por los “gordos”. También el juego con el pie, recurso habitual de los verdes, hizo acto de presencia desequilibrando la presencia defensiva visitante.
A la media hora, con empate a 6 (golpes pasados por Sexton y Barret en su particular duelo por el Player of the Year) ya había habido 130 placajes repartidos entre ambos equipos. Las llegadas al punto de encuentro eran brutales y los rucks de una fiereza y acierto táctico y técnico brillantes.
Irlanda ya había conseguido parar con recuperación a los All Blacks en la 22 propia en un par de ocasiones y había visto un ensayo anulado por el TMO, pero sumaba tres puntos más para irse al descanso con 9-6.
A la vuelta Irlanda sorprendía a su rival con un nivel de exigencia aún mayor con el balón en posesión aportado por un acertadísimo Marmion como medio melé haciendo olvidar a Murray. El balón discurría de un lado a otro con velocidad y mantenía el castigo a unos All Blacks que sumaban infracciones para parar a los locales, incluidas algunas en la disputa de melé.
A los 7 de la reanudación llegaba el éxtasis al Aviva con una touch propia irlandesa en la medular, ejecutada con rapidez para mandar el balón a los tres cuartos. Estos, Bundee Aki volvía hacia el lado cerrado para encontrar al chico maravilla del rugby irlandés, Jacob Stockdale que con calidad y descaro lanzaba un sombrero para desbordar toda la cortina de los visitantes y posar un ensayo espectacular. Sólo un par de minutos antes, había intentado un sombrero que le fue interceptado, y sin embargo, se lo jugó con un convencimiento pasmoso. ¿Es Stockdale ya, el mejor finalizador, el mejor “try-man” del rugby mundial? Ahí lo dejo.
Evidentemente no se iban a quedar así las cosas y los All Blacks tiraron de galones, veteranía, talento y empaque de la camiseta con el plateado helecho para tratar de rehacerse y recuperar el terreno perdido. Buscaron de añadir más velocidad con su segunda unidad, liderada por TJ Perenara. Sólo pudieron hacerlo con el paso de un golpe de castigo, puesto que Irlanda ya con suplentes (algunos como Porter, Carbiery, Larmour de insultante juventud) continuó con su eficiente y aguerrido trabajo de contención donde brillaban Stander y O'Mahoney, recuperando algunos ovales aclamados por la hinchada verde.
Al final se desató la locura en Dublín y crece el optimismo de los irlandeses ante la próxima Copa del Mundo y también sobre el VI Naciones del año que viene, particularmente complicado por el calendario surgido, y en el que además son defensores del Grand Slam. Enfrente, reconociendo la derrota, felicitando al rival, marchaban los All Blacks, sabedores ya que en el otro lado del mundo, en una pequeña isla verde, están los máximos favoritos a disputarles el cetro mundial y también conscientes de en qué tienen que mejorar para seguir dominando con puño de hierro el rugby mundial.

Dentro de un año en el mundial ocurrirá lo que tenga que ocurrir. Para Irlanda es casi una cuestión nacional pasar por fin de cuartos, mientras que para Nueva Zelanda todo lo que no sea revalidar el título sería una decepción. Si son primeros de grupo, no se enfrentarían hasta una hipotética final. Ambos tienen el modelo de juego más desarrollado a menos de un año de la patada inicial, y parten con ventaja frente a otros (los perdidos ingleses, franceses, australianos o sudafricanos,... y ojo con galeses y argentinos). Además, son los que tienen un fondo de armario más extenso tanto en cantidad, como sobretodo en calidad, y en un torneo corto, de un mes y medio de duración a 7 partidos tener segundas y terceras opciones por puesto puede ser decisivo.
Queda un año, pero que nos quiten lo vivido anoche. Yo ahora me voy a poner el partido otra vez para paladearlo con gusto. Si puedes haz lo mismo.

miércoles, 19 de julio de 2017

Una gira oval




El mundo del oval llevaba expectante varios meses ante la gira de los Lions (British and Irish Lions) que en junio de 2017 iban a hacer por Nueva Zelanda, y por lo tanto, para enfrentarse y testar a los All Blacks y a las franquicias kiwis del Super Rugby.
Pero también suponía la comparación entre el rugby del norte y el del sur; entre la concepción del juego más ortodoxa y ligada al choque, la del norte, y la del sur, basada más en la velocidad y la combinación. Dos formas que no deberían ser contrapuestas, sino más bien complementarias, explotando las virtudes y minimizando los defectos de cada una de las propuestas, pero que en realidad se muestran como antagonistas.
Mientras en Nueva Zelanda se trabaja con ahínco en la creación de jugadores dotados para la evasión y el juego a la mano, el Norte sigue apostando por un desarrollo más lento y basado en la supremacía de las fases estáticas por encima del movimiento a la mano.
Pero lo que hemos vivido durante el último mes y medio no sólo ha sido la confrontación entre dos de las formas, quizás las más contrapuestas, de entender el rugby dentro del profesionalismo, sino que además y de propina ha servido para comprobar en que situación está Nueva Zelanda a dos años del próximo Mundial de Japón 2019 y al que llegará después de ganar el Mundial de 2015 donde revalidó el título conseguido en 2011. Tras 2015 con la salida de grandes figuras (Dan Carter, Ma'a Nonu, y el capitán Richie McCaw entre los más destacados) existe la duda de ver como se integran los jóvenes. Nombres como Laumape, Naholo, Ardie Savea o Jodie Barrett (el pequeño de la saga que va para ser el zaguero del futuro) entre otros han ido formando parte de las probaturas que Hansen ha ido metiendo de cara al The Rugby Championship de dentro de un mes y sobre todo ante la Copa del Mundo de Japón 2019.
Aún con todo los All Blacks, no sólo son y siempre, los máximos favoritos para proclamarse y revalidar el título de campeón, sino que además al equipo del helecho plateado le rodea un aura de leyenda, como el Mejor equipo del mundo, no sólo del rugby y de este momento, sino de siempre y en cualquier disciplina deportiva.
Enfrente ha tenido a la selección de selecciones británica e irlandesa dirigida por un neozelandés, Warren Gatland, quien como suele hacer, ha sabido hacerse protagonista en lo anecdótico para salvaguardar la integridad del colectivo que ha creado y poder así competir con los All Blacks siendo coherente en su estilo y con una garantía de equilibrio entre ambos contendientes.
Como sucede habitualmente con las selecciones, para la convocatoria de los Lions todos, periodistas y aficionados, en las islas o en el resto del planeta oval, hemos tenido nuestra selección. En mi caso particular he echado de menos la presencia de los hermanos Gray. Los escoceses podían y debían haber estado primero por su rendimiento, y después sin atender ya tanto a la meritocracia, por su lectura del juego ofensivo a la mano donde tienen más recursos que la apuesta “inglesa” de los Itoje, Kruis y sobretodo Lawes.
Más presencia escocesa, quien sin duda ha sido la noticia más positiva del último VI Nations por su apuesta por un rugby más ofensivo y dinámico en detrimento de su tradicional y embarrado estilo, ha sido en general la mayor queja de los entendidos. A muchos nos parecía de recibo premiar al equipo y la apuesta que mejores sensaciones y momentos nos dejaron en el invierno pasado y que gracias al trabajo de otro neozelandés, Vern Cotter, al mando se postula como serio aspirante en los próximos 2 y 3 años.
Además de los Gray, tampoco aparecía en la primera lista su capitán y alma en la bisagra del 15 del Cardo Laidlaw quien finalmente acudió tras la renuncia del inglés Ben Youngs por motivos personales. Y sobre todo fue la ausencia de Finn Russell la que más críticas levantó toda vez que la apuesta para los centros de Gatland entraba lógica en el gales Jonathan Davis (elegido al final Mejor Jugador de la gira) y en el irlandés Heinshaw, pero que con la entrada de Te’o había muchísimas más dudas. Gatland quería músculo y presencia en los centros, quedándose con un jugador mejor defensor pero más robótico frente a uno con mucho más rugby como el escocés.
Y es que era la sobre presencia galesa lo que más críticas generaba, sobre todo tras el rendimiento en colectivo y en individual de no pocos de los del 15 del Dragón. Pero Gatland los conocía y apuró su apuesta sobre ellos en caso como Biggar, Webb, North, Halfpenny o Tipuric. No tuvo problemas para dejar en casa al capitán de la selección inglesa, ganadora de los dos últimos VI Nations, Hartley y a su zaguero titular Brown, no sólo por cuestiones deportivas, sino también porque en el rugby las formas y el respeto son parte tan importante como el juego, o más.
Gatland, anticipará o no la posible polémica por la convocatoria funcionó ante ella como viene haciendo habitualmente: tiró de socarronería para justificar sus decisiones, buscando por un lado poner el foco sobre él y no sobre los jugadores y por otro, demostró compromiso inequívoco y como no podía ser de otra manera con los jugadores que se llevaba de gira, y estos lógicamente, le devolvieron la confianza con el mejor rendimiento que podían dar.
Aquí quiero hacer notar un hecho curioso. Finalizada la polémica de la convocatoria con la propia rueda de prensa de Gatland, los medios británicos se olvidaron de los que no estaban y lanzaron un apoyo sin fisuras a sus chicos. Por supuesto han existido críticas, también de los aficionados, tras los partidos algunas veces con el resultado justificado y otras con el juego expuesto, pero no ha fallado en ningún momento el apoyo, así como un ánimo en disfrutar con el evento, con cada cita semanal bien en sábado o entre semana. En vivir y paladear algo que sucede cada 4 años y como este año, sólo cada 12: La gira de los Lions por Nueva Zelanda.
Por el contrario, desde los medios rugbísticos en español he encontrado una actitud para ir minusvalorando cuando no desprestigiando la gira usando el argumento de “que no van los mejores” o “no tienen ninguna posibilidad” o “proponen un rugby anticuado”. Por supuesto, cuando la atención mediática se ha ido disparando (siempre en los círculos del rugby en España) por las retransmisiones de Movistar Plus o porque ya empezaban los test matches con los All Blacks éste argumento se ha disipado. Pero como digo, me ha resultado muy curioso la actitud de unos, tratando de disfrutar pese a que hubiera disidencia con las decisiones de Gatland, y de otros que se han mantenido hasta que no han podido más en el enfado.

Pero ya voy a centrarme en el juego. En el rugby visto y vivido.

Los British and Irish Lions han jugado 10 partidos en Nueva Zelanda desde el 3 de junio hasta el pasado sábado 8 de julio con un bagaje de 5 victorias dos empates y tres derrotas, con 214 puntos a favor y 168 en contra con un total de 16 ensayos.
Comenzaron con una victoria 7-13 ante la Provincial Union XV, selección provincial neozelandesa; después vino la primera derrota ante los Blues 22-16 que arrasaron a unos Lions erráticos en ataque (algo normal) y sobrepasados en defensa ante la velocidad de los back de la franquicia kiwi peor clasificada en el Super Rugby. Las dudas se fueron manteniendo pese a ganar a Crusaders sin ningún ensayo (3-12) y con la derrota ante Highlanders (23-22) en uno de los mejores partidos por juego, de toda la gira.
Recuperaron sensaciones los turistas (tal y como en el argot se conoce al equipo de los Lions cuando lleva a cabo sus visitas al hemisferio Sur) ganando bien a los Maori All Blacks (10-32) y con un gran despliegue a Chiefs (6-34) para terminar su serie de partidos contra las franquicias con un empate a 31 frente a Hurricanes, ya habiendo iniciado sus test matches frente a los All Blacks, por lo que les faltaban no pocas piezas de importancia a los actuales campeones del Super Rugby.
Y es que 3 días antes se iniciaban los partidos grandes de la gira con el primero de los tres enfrentamientos entre los All Blacks y los Lions, donde los locales llevaron la mayor parte del tiempo la iniciativa del juego (sólo unos minutos al terminar la primera parte se vio más cómodo a los turistas, que culminaron un gran ensayo, el mejor de todo el mes, por medio de O’Brien tras una ruptura excepcional de Liam Williams). Durante casi todo el partido el oval volaba de lado a lado de las cortinas de los All Blacks con precisión y velocidad, reciclando jugadores y situaciones, y donde los Lions a duras penas sólo podían contener el vendaval. Al final 30-15 y la sensación previa de superioridad kiwi confirmada lo que hacía temer por una derrota estrepitosa en la serie de los del hemisferio Norte.
Pero nada más lejos de la realidad. Como decía más arriba Gatland acaparó las críticas en su persona, aisló al equipo de las mismas y lo amoldó a su estilo el juego y la respuesta táctica ante lo propuesto y ejecutado por Nueva Zelanda. Así, con un compromiso inquebrantable del plantel y con una intención clara de embarrar los rucks con pocos hombres para mantener retaguardia ante la conectividad All Black, lo que exigía mayor empaque físico y muscular frente a virtuosismo, fue como los Lions ganaron el duelo táctico.
La iniciativa en el juego siguió siendo kiwi, pero incluso sumando puntos, estos fueron haciendo lo que Gatland quería: Que no se descosieran los partidos y se mantuvieran en marcadores cortos. Para ello necesitaba que su guardia pretoriana galesa, los Warburton (capitán de la gira), Faletau y Alwin Jones se complementará con la cacería inglesa liderada por Itoje, y con el complemento de un inconmensurable Sean O’Brien para las abiertas y quizás el jugador más decisivo en el resultado final. Si además le sumamos la lluvia que torno épico el segundo partido de la serie, encontramos el escenario para la catástrofe perfecta de Gatland: Victoria 21-24 en Wellington.

Aquella lluviosa noche (calurosa y temprana mañana para mi) todo hacía indicar que habría un dominio abrumador de los All Blacks, pero la realidad es que los condicionantes como arbitraje, climatología y por encima de todo el saber hacer de Warren Gatland, concedieron la iniciativa del juego a los turistas. Y es que los Lions impusieron su modo y modelo de juego, con mucho tacticismo para parar el juego ofensivo rival e infligir mucha presión durante toda la serie por parte de unos Lions que supieron leer el partido mucho mejor en general. El juego al pie se convirtió en decisivo apareciendo nombres como Owen Farrell (tremendo al pie toda la gira) y sobretodo la bisagra irlandesa de Murray y Sexton que con patadas a la espalda de al cortina neozelandesa y Garryowens causaron estragos en la seguridad del rival. En vez de imbuir a más delanteros en los rucks, dejaron la iniciativa a los All Blacks, para concentrar fuerzas en defensa de la línea y poder apretar a los backs kiwis cuando estos reciben y tratan de hacer los despliegues. Así pese a que se sucedieron los golpes de castigo, minimizaron el número de ensayos encajados (8 en 3 partidos, son “pocos” para los All Blacks) y además encontraron el inusual bajo nivel al pie de Beauden Barrett, quizás con mucha exigencia física.

Los ensayos de Faletau, reciclándose al modo sureño como un ala, tras un genial despliegue Lion y de Connor Murray reviviendo el particular castigo que infringe a la bisagra All Black por el intervalo hicieron justicia con el planteamiento táctico y la lectura de juego de Warren Gatland.
La polémica final alimentada por un Hansen preocupado de justificar los resultados y el juego All Black, siempre en la serie por detrás de la lectura táctica de los Lions (gran victoria de Gatland) ha estado en el arbitraje. En el segundo test match, con el arbitraje de Jerome Garcés y la expulsión justificada de Sonny Bill Williams (tercera roja que ve un All Black en sus casi 114 años de historia) y el "perdón" a un Vunipola que además de sufrir en melé, por donde ha venido la notable ventaja All black en las estáticas, culminó un horrendo partido con hasta 5 infracciones sólo saldadas con un sin bin, sino también, con la permisividad para con los Lions en la normativa del fuera de juego, treta para ensuciar con el ánimo de dificultar la continuidad de juego de los All Blacks.

Lo más sorprendente quizá analizando el resultado con algo de tiempo y perspectiva es ver cómo han conseguido los Lions mantenerse en los partidos, ante un equipo como los All Blacks, absolutamente eficaz en aprovechar sus oportunidades y castigar inmisericorde los errores del rival. Y eso que hubo un buen número de fallos, tanto con el balón a la mano, como en forma de infracciones que se cometieron por ambos equipos.

Lo indudable y lo mejor es que al final hemos tenido un mes y medio de rugby muy interesante y entretenido. Con más emoción que calidad, la serie ha resultado empatada, y los grandes vencedores hemos sido los espectadores que hemos disfrutado de un mes de rugby de nivel, muy emocionante que en estas sobre cálidas mañanas de junio y julio nos han entregado a la pasión del deporte.

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