El mundo del oval llevaba
expectante varios meses ante la gira de
los Lions (British and Irish Lions)
que en junio de 2017 iban a hacer por Nueva
Zelanda, y por lo tanto, para enfrentarse y testar a los All Blacks y a las franquicias kiwis
del Super Rugby.
Pero también suponía la comparación
entre el rugby del norte y el del sur;
entre la concepción del juego más ortodoxa y ligada al choque, la del norte, y
la del sur, basada más en la velocidad y la combinación. Dos formas que no
deberían ser contrapuestas, sino más bien complementarias, explotando las
virtudes y minimizando los defectos de cada una de las propuestas, pero que en
realidad se muestran como antagonistas.
Mientras en Nueva Zelanda se trabaja con ahínco en la creación de jugadores
dotados para la evasión y el juego a la mano, el Norte sigue apostando por un
desarrollo más lento y basado en la supremacía de las fases estáticas por
encima del movimiento a la mano.
Pero lo que hemos vivido durante el
último mes y medio no sólo ha sido la confrontación entre dos de las formas,
quizás las más contrapuestas, de entender el rugby dentro del profesionalismo,
sino que además y de propina ha servido para comprobar en que situación está
Nueva Zelanda a dos años del próximo Mundial de Japón 2019 y al que llegará
después de ganar el Mundial de 2015
donde revalidó el título conseguido en 2011. Tras 2015 con la salida de grandes
figuras (Dan Carter, Ma'a Nonu, y el capitán Richie McCaw entre los más
destacados) existe la duda de ver como se integran los jóvenes. Nombres como
Laumape, Naholo, Ardie Savea o Jodie Barrett (el pequeño de la saga que va para
ser el zaguero del futuro) entre otros han ido formando parte de las probaturas
que Hansen ha ido metiendo de cara al The
Rugby Championship de dentro de un mes y sobre todo ante la Copa del Mundo de Japón 2019.
Aún con todo los All Blacks, no sólo son y siempre, los
máximos favoritos para proclamarse y revalidar el título de campeón, sino que
además al equipo del helecho plateado le rodea un aura de leyenda, como el Mejor equipo del mundo, no sólo del
rugby y de este momento, sino de siempre y en cualquier disciplina deportiva.
Enfrente ha tenido a la selección
de selecciones británica e irlandesa dirigida por un neozelandés, Warren Gatland, quien como suele hacer,
ha sabido hacerse protagonista en lo anecdótico para salvaguardar la integridad
del colectivo que ha creado y poder así competir con los All Blacks siendo
coherente en su estilo y con una garantía de equilibrio entre ambos
contendientes.
Como sucede habitualmente con las
selecciones, para la convocatoria de los Lions
todos, periodistas y aficionados, en las islas o en el resto del planeta oval,
hemos tenido nuestra selección. En mi caso particular he echado de menos la
presencia de los hermanos Gray. Los
escoceses podían y debían haber estado primero por su rendimiento, y después
sin atender ya tanto a la meritocracia, por su lectura del juego ofensivo a la
mano donde tienen más recursos que la apuesta “inglesa” de los Itoje, Kruis y
sobretodo Lawes.
Más presencia escocesa, quien sin
duda ha sido la noticia más positiva del último VI Nations por su apuesta por un rugby más ofensivo y dinámico en
detrimento de su tradicional y embarrado estilo, ha sido en general la mayor
queja de los entendidos. A muchos nos parecía de recibo premiar al equipo y la
apuesta que mejores sensaciones y momentos nos dejaron en el invierno pasado y
que gracias al trabajo de otro neozelandés, Vern Cotter, al mando se postula
como serio aspirante en los próximos 2 y 3 años.
Además de los Gray, tampoco
aparecía en la primera lista su capitán y alma en la bisagra del 15 del Cardo Laidlaw quien finalmente
acudió tras la renuncia del inglés Ben Youngs por motivos personales. Y sobre
todo fue la ausencia de Finn Russell
la que más críticas levantó toda vez que la apuesta para los centros de Gatland
entraba lógica en el gales Jonathan
Davis (elegido al final Mejor Jugador de la gira) y en el irlandés
Heinshaw, pero que con la entrada de Te’o había muchísimas más dudas. Gatland
quería músculo y presencia en los centros, quedándose con un jugador mejor
defensor pero más robótico frente a uno con mucho más rugby como el escocés.
Y es que era la sobre presencia
galesa lo que más críticas generaba, sobre todo tras el rendimiento en
colectivo y en individual de no pocos de los del 15 del Dragón. Pero Gatland los conocía y apuró su apuesta sobre
ellos en caso como Biggar, Webb, North, Halfpenny o Tipuric. No tuvo problemas
para dejar en casa al capitán de la selección inglesa, ganadora de los dos
últimos VI Nations, Hartley y a su zaguero titular Brown, no sólo por
cuestiones deportivas, sino también porque en el rugby las formas y el respeto
son parte tan importante como el juego, o más.
Gatland, anticipará o no la posible
polémica por la convocatoria
funcionó ante ella como viene haciendo habitualmente: tiró de socarronería para
justificar sus decisiones, buscando por un lado poner el foco sobre él y no
sobre los jugadores y por otro, demostró compromiso inequívoco y como no podía
ser de otra manera con los jugadores que se llevaba de gira, y estos
lógicamente, le devolvieron la confianza con el mejor rendimiento que podían dar.
Aquí quiero hacer notar un hecho
curioso. Finalizada la polémica de la convocatoria con la propia rueda de
prensa de Gatland, los medios británicos se olvidaron de los que no estaban y
lanzaron un apoyo sin fisuras a sus chicos. Por supuesto han existido críticas, también de los aficionados,
tras los partidos algunas veces con el resultado justificado y otras con el
juego expuesto, pero no ha fallado en ningún momento el apoyo, así como un
ánimo en disfrutar con el evento, con cada cita semanal bien en sábado o entre
semana. En vivir y paladear algo que sucede cada 4 años y como este año, sólo
cada 12: La gira de los Lions por Nueva
Zelanda.
Por el contrario, desde los medios
rugbísticos en español he encontrado una actitud para ir minusvalorando cuando
no desprestigiando la gira usando el argumento de “que no van los mejores” o “no
tienen ninguna posibilidad” o “proponen
un rugby anticuado”. Por supuesto, cuando la atención mediática se ha ido
disparando (siempre en los círculos del rugby en España) por las
retransmisiones de Movistar Plus o
porque ya empezaban los test matches
con los All Blacks éste argumento se
ha disipado. Pero como digo, me ha resultado muy curioso la actitud de unos,
tratando de disfrutar pese a que hubiera disidencia con las decisiones de
Gatland, y de otros que se han mantenido hasta que no han podido más en el
enfado.
Pero ya voy
a centrarme en el juego. En el rugby visto y vivido.
Los British and Irish Lions han jugado 10 partidos en Nueva Zelanda desde el 3 de junio hasta
el pasado sábado 8 de julio con un bagaje de 5 victorias dos empates y tres
derrotas, con 214 puntos a favor y 168 en contra con un total de 16 ensayos.
Comenzaron con una victoria 7-13
ante la Provincial Union XV,
selección provincial neozelandesa; después vino la primera derrota ante los Blues
22-16 que arrasaron a unos Lions erráticos en ataque (algo normal) y
sobrepasados en defensa ante la velocidad de los back de la franquicia kiwi peor clasificada en el Super Rugby. Las dudas se fueron
manteniendo pese a ganar a Crusaders
sin ningún ensayo (3-12) y con la derrota ante Highlanders (23-22) en uno de los mejores partidos por juego, de
toda la gira.
Recuperaron sensaciones los turistas
(tal y como en el argot se conoce al equipo de los Lions cuando lleva a cabo
sus visitas al hemisferio Sur) ganando bien a los Maori All Blacks (10-32) y con un gran despliegue a Chiefs (6-34) para terminar su serie de
partidos contra las franquicias con un empate a 31 frente a Hurricanes, ya habiendo iniciado sus test matches frente a los All Blacks, por lo que les faltaban no
pocas piezas de importancia a los actuales campeones del Super Rugby.
Y es que 3 días antes se iniciaban
los partidos grandes de la gira con el primero de los tres enfrentamientos entre los All Blacks y los Lions, donde
los locales llevaron la mayor parte del tiempo la iniciativa del juego (sólo
unos minutos al terminar la primera parte se vio más cómodo a los turistas, que
culminaron un gran ensayo, el mejor de todo el mes, por medio de O’Brien tras
una ruptura excepcional de Liam Williams). Durante casi todo el partido el oval
volaba de lado a lado de las cortinas de los All Blacks con precisión y
velocidad, reciclando jugadores y situaciones, y donde los Lions a duras penas
sólo podían contener el vendaval. Al final 30-15 y la sensación previa de superioridad
kiwi confirmada lo que hacía temer por una derrota estrepitosa en la serie de
los del hemisferio Norte.
Pero nada más lejos de la realidad.
Como decía más arriba Gatland acaparó las críticas en su persona, aisló al
equipo de las mismas y lo amoldó a su estilo el juego y la respuesta táctica
ante lo propuesto y ejecutado por Nueva
Zelanda. Así, con un compromiso inquebrantable del plantel y con una
intención clara de embarrar los rucks
con pocos hombres para mantener retaguardia ante la conectividad All Black, lo
que exigía mayor empaque físico y
muscular frente a virtuosismo, fue como los Lions ganaron el duelo táctico.
La iniciativa en el juego siguió
siendo kiwi, pero incluso sumando
puntos, estos fueron haciendo lo que
Gatland quería: Que no se descosieran los partidos y se mantuvieran en
marcadores cortos. Para ello necesitaba que su guardia pretoriana galesa, los Warburton
(capitán de la gira), Faletau y Alwin Jones se complementará con la cacería
inglesa liderada por Itoje, y con el complemento de un inconmensurable Sean O’Brien para las abiertas y quizás el jugador
más decisivo en el resultado final. Si además le sumamos la lluvia que torno épico el segundo
partido de la serie, encontramos el escenario para la catástrofe perfecta de Gatland: Victoria 21-24 en Wellington.
Aquella lluviosa noche (calurosa y temprana
mañana para mi) todo hacía indicar que habría un dominio abrumador de los All
Blacks, pero la realidad es que los condicionantes como arbitraje, climatología
y por encima de todo el saber hacer de Warren Gatland, concedieron la
iniciativa del juego a los turistas. Y es que los Lions
impusieron su modo y modelo de juego, con mucho tacticismo para parar el juego ofensivo rival e infligir mucha
presión durante toda la serie por parte de unos Lions que supieron leer el
partido mucho mejor en general. El juego al pie se convirtió en decisivo apareciendo nombres como Owen Farrell (tremendo al pie toda la gira) y sobretodo la bisagra irlandesa de Murray y Sexton que con patadas a la espalda de al cortina neozelandesa y Garryowens causaron estragos en la seguridad del rival. En vez de imbuir a más delanteros en los rucks, dejaron la iniciativa a los All Blacks, para concentrar fuerzas en
defensa de la línea y poder apretar a los backs
kiwis cuando estos reciben y tratan de hacer los despliegues. Así pese a que se
sucedieron los golpes de castigo, minimizaron el número de ensayos encajados (8
en 3 partidos, son “pocos” para los All Blacks) y además encontraron el inusual
bajo nivel al pie de Beauden Barrett,
quizás con mucha exigencia física.
Los ensayos de Faletau, reciclándose al modo sureño como un ala, tras un genial despliegue Lion y de Connor Murray reviviendo el particular castigo que infringe a la bisagra All Black por el intervalo hicieron justicia con el planteamiento táctico y la lectura de juego de Warren Gatland.
Los ensayos de Faletau, reciclándose al modo sureño como un ala, tras un genial despliegue Lion y de Connor Murray reviviendo el particular castigo que infringe a la bisagra All Black por el intervalo hicieron justicia con el planteamiento táctico y la lectura de juego de Warren Gatland.
La polémica final alimentada por un
Hansen preocupado de justificar los resultados y el juego All Black, siempre en
la serie por detrás de la lectura táctica de los Lions (gran victoria de
Gatland) ha estado en el arbitraje. En el segundo test match, con el arbitraje
de Jerome Garcés y la expulsión justificada de Sonny Bill Williams (tercera roja que ve un All Black en sus casi
114 años de historia) y el "perdón" a un Vunipola que además de
sufrir en melé, por donde ha venido la notable ventaja All black en las
estáticas, culminó un horrendo partido con hasta 5 infracciones sólo saldadas
con un sin bin, sino también, con la
permisividad para con los Lions en la normativa del fuera de juego, treta para
ensuciar con el ánimo de dificultar la continuidad de juego de los All Blacks.
Lo más sorprendente quizá
analizando el resultado con algo de tiempo y perspectiva es ver cómo han
conseguido los Lions mantenerse en los partidos, ante un equipo como los All Blacks, absolutamente eficaz en
aprovechar sus oportunidades y castigar inmisericorde los errores del rival. Y
eso que hubo un buen número de fallos, tanto con el balón a la mano, como en
forma de infracciones que se cometieron por ambos equipos.
Lo indudable y lo mejor es que al final hemos
tenido un mes y medio de rugby muy
interesante y entretenido. Con más
emoción que calidad, la serie ha
resultado empatada, y los grandes
vencedores hemos sido los espectadores que hemos disfrutado de un mes de rugby
de nivel, muy emocionante que en estas sobre cálidas mañanas de junio y
julio nos han entregado a la pasión del
deporte.
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