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jueves, 22 de marzo de 2018

Y esto no es rugby



En primer lugar tengo que confesar que desde luego no quería escribir sobre rugby en este tono y sobre este tema. No se me pasaba por la cabeza -ni a nadie moderadamente próximo a este deporte- que haya que hablar, escribir e informarse sobre lo acontecido en Bruselas el pasado domingo, en lo que podría haber sido una fiesta y lo que debía de haber sido: una competición deportiva, fraternal y justa, de rugby.
Pero tras lo visto y vivido en el “pequeño Heysel” necesito explicar con unas líneas como me siento y como viví y vivimos estos momentos los miles de rugbiers, profesionales o aficionados en distintos ámbitos (jugadores, técnicos, periodistas, federativos, árbitros, etc.) tras ver como se usurpaba la posibilidad de disputar en buena lid la clasificación para el próximo Mundial de Rugby 2019, en Japón.
Debo decir, lo primero de todo, que no era yo muy optimista con las posibilidades de España, del XV del León. Consideraba a Rusia y Rumanía con mayores opciones, pero gracias a una muy buena disposición táctica -sobretodo defensiva- de la selección nacional se conseguía primero batir a Rusia en Krasnodar y luego ganar a Rumanía -eso sí, la peor Rumanía que yo he visto- en la Central. Estos dos resultados, a parte de asegurar las repescas de clasificación, ponían en “nuestra” mano el billete a Japón, al partido inaugural frente a la anfitriona, lo que podía y debía ser el espaldarazo definitivo para el rugby en nuestro país, y para el rugby español en el concierto internacional.
Tras apabullar en el trámite de la semana pasada a una muy desdibujada Alemania (que ya nos hizo el favor de ganar a Rumanía el año pasado) y comprobar, una vez más, como el Rey, Felipe VI el preparao, no tiene ningún problema para empaparse de los éxitos de otros para salvar la supuesta necesidad y conveniencia de su arcaica institución, nos poníamos en disposición de celebrar la clasificación para un Mundial, la segunda en la historia, tras la del año 99 en Gales.
Según se acercaba el día todos estábamos expectantes, más ilusionados, más nerviosos. Se preparaban viajes a la capital belga y se organizaban comidas con familia, amigos y compañeros de empuje, para eso mismo, para empujar y para disfrutar de un hito histórico de nuestro rugby y del deporte patrio.
Pero toda esa ilusión se vino abajo un par de horas después, en las que tanto los que habían estado en el estadio, como los que lo vimos por televisión, nos encontrábamos furiosos y abatidos, no por la derrota sino por la perversión hacia el rugby: hacia ese sentimiento fraternal y de respeto que veneramos y defendemos en cada charla y tertulia de barra de bar.
Nos habían robado el alma de lo que amamos. Habían pervertido el espíritu reverencial del rugby.
A tener en cuenta:
  1. Hay que decir antes de entrar en profundidad, que España mereció la derrota. No jugamos bien. No entendimos bien los condicionantes, como el campo (sus dimensiones y su estado) ni el arbitraje y fallamos en la estrategia de partido. El XV del León entró nervioso, lo que puede ser normal, pero cayó en la desesperación, lo que también fue lógico, y así se hizo imposible ganar. Enfrente Bélgica, que son un buen equipo sin más, inferior por supuesto, pero que aprovechando lo que les permitió el árbitro y utilizando muy bien el pie, siempre llevo la iniciativa. Sin embargo España se convirtió en previsible jugando por posesión y no por ocupación, no utilizando el recurso del pie para ganar metros y poniéndoselo fácil al árbitro que ya venía predispuesto a ello. Mientras tanto Bélgica se sentía impune en el campo y reforzaba su idea de juego gracias a un arbitraje parcial y asimétrico que permitió todo a unos y nada a los otros.
  2. Me parece inconcebible y una chapuza a la vista del resultado interesada, que el partido decisivo que daba la plaza 2 Europa, de clasificación directa para un Mundial, se juegue en un recinto que no sólo no cumple unas mínimas condiciones en dimensiones y calidad del terreno de juego (lo que valió como excusa para que Bélgica negará la posibilidad de entrenar el día antes en el mismo a España, algo que en el mundo del rugby, sobretodo para los pateadores, puede ser decisivo) sino que además imposibilitaba una buena realización televisiva que hubiera favorecido la presencia del TMO, el video arbitraje, solicitud puesta por la Federación Española y denegada por Rugby Europa aduciendo las condiciones del estadio. No se nos puede olvidar decir que en Rugby Europa manda el Presidente de la Federación Rumana, Octavian Morariu. Baste comparar el estadio donde Uruguay consiguió su clasificación mundialista hace unas semanas.
  3. A Morariu le dieron igual las reclamaciones para cambiar la designación arbitral para este último partido, donde estaba un compatriota, el ya célebre Vlad Iordaneschu. Apeló a la pureza y el respeto al árbitro, ancestrales valores del rugby. Para este sujeto pisar y enfangar cualquier cosa valía para lograr la clasificación directa para Rumanía, y seguramente, cobrar los derechos de emisión en su país. Insisto, jugar el partido inaugural es muy importante. Y eso sin entrar en el juego de las apuestas donde la victoria belga se pagaba en torno a los 5 euros por euro apostado (España se pagaba a 1,18). Un rumano que pone a otro rumano para arbitrar un partido en el que Rumanía puede o no acabar clasificándose. Definición de sospechoso.
  4. Ya existen artículos y videos donde se analizan la cadena de errores flagrantes del árbitro Iordaneschu. Particularmente, y tras dos visionados del partido con toda la modestia que atesoró, puedo decir que ya desde los primeros minutos vi una clara intencionalidad: Mientras se sucedían las infracciones y los retenidos españoles a los pocos segundos de ser placado un jugador, Bélgica acumulaba rucks de hasta 10 segundos. No se frenaba la dureza del XV local que paraba como podía (placajes al cuello, lanzarse por encima del placado, entradas desde el lateral, etc.) a España.
  5. Muy dolorosa fue también la interpretación en las fases estáticas, donde Iordaneschu igualó fuerzas permitiendo el giro y el levantamiento de los belgas en las melés; la obstaculización irregular de los mauls, donde España era netamente superior y sin embargo vio como perdía balones por retenidos o inexistentes infracciones de pantalla. En definitiva, una interpretación de la norma al uso, castigando a unos y premiando a otros.
  6. También en los castigos fue díscolo Iordaneschu. Castigo con amarilla a un pilier español en una infracción que se invento, y dejo sin castigar con el sin bin preceptivo tanto varios placajes altos, como un palmeo intencionado cuando España luchaba por la remontada. Tampoco escapo la interpretación de la ley de la ventaja que le sirvió para oportunamente ir hacia atrás en una jugada hispana, cuando se lanzaban en franca posibilidad de ensayo inventando un adelantado totalmente inexistente.
  7. Para rematar su estelar actuación, Iordaneschu se invento dos infracciones hispanas con 15-10 en los minutos finales para dar aire a una agotada Bélgica que veía peligrar el resultado. Primero pitando un inexistente parcial en la touch y después para regalar un golpe de castigo centrado a los belgas que pasaron para dejar sin apuros el 18-10 final.
  8. 28 golpes de castigo pitó a España Iordaneschu, por 11 belgas, cuando la media del XV del León en el torneo era de 8, y cuando el reparto de la posesión del balón estuvo a casi el 50% y se jugo más en el medio campo belga.
  9. Al final, derrota española. Rumanía clasificada para el Mundial, y los jugadores españoles impotentes ante la rabia cercando, insultando y aplaudiendo con sarcasmo al trío arbitral que tuvieron que salir en un coche que les esperaba en marcha.
Unas imágenes muy dolorosas para el rugby, para el deporte. Para quienes defendemos este maravilloso juego, esta filosofía de vida, como es el rugby, como la más idónea y necesaria para acercar a nuestras vidas y a las de las nuevas generaciones. Adiós al respeto, a la imagen de los caballeros embarrados saludando con cortesía. Un dolor que va a traer consecuencias:
  1. Como deportista entiendo la reacción, la rabia, de los jugadores españoles a los que les habían robado en la cara la posibilidad de jugar un Mundial. El rugby es un deporte de caballeros, pero no de imbéciles que aceptan que les quiten un sueño hecho en base a trabajo e ilusión. Puede parecer que esa trifulca final estuviera fuera de lugar pero también tenemos que entender el daño tremendo hecho a un rugby en ciernes, como el español. No sólo a esta generación a la que cierran, de momento, el camino al Mundial, sino a un plan estratégico que valiéndose de este impulso quiere o al menos intenta articular un proyecto que haga del rugby una posibilidad más en la práctica deportiva en todo el territorio español. En el rugby, cada metro, cada centímetro ganado se defiende frente a todo y ante todos. Y el domingo cuando un árbitro nos robaba en la cara, aunque exista ese código reverencial y de respeto hacia su figura, yo no me hubiera quedado en aplaudirle irónicamente. Probablemente le hubiera partido la cara. Y esto no es rugby.
  2. Cada día que pasa más voces autorizadas del mundo del rugby se suman al hastag #JustificeForSpainRugby, y claman por la repetición del partido con un arbitraje justo e imparcial. De momento no voy a ir por ahí, pero lo que si que es fundamental es investigar lo sucedido y depurar responsabilidades para sacar de los órganos directivos del rugby europeo y mundial a personajes como Moriaru y compañía, que ensucian nuestro noble nombre por intereses económicos y por la perpetúa lucha de poder en la cúspide de la pirámide rugbística mundial. Y esto no es rugby.
  3. Doy por hecha que los jugadores españoles que participaron en la trifulca final tendrán sanciones duras y ejemplares de World Rugby con el ánimo de sentar precedente y salvaguardar el respeto al árbitro. También considero hecha la sanción a perpetuidad para el árbitro rumano Iordaneschu y el resto del trío arbitral, así como también para quienes permitieron tal designación. Pero World Rugby tiene que tomar muchas más cartas en el asunto: Investigación y echar a todos los corruptos. Estipular una normativa para que las federaciones que aspiran o al menos participan en las clasificaciones de la Copa del Mundo pongan y tengan los medios necesarios para una justa competición. Sobretodo entrando en la mafiosa Rugby Europa donde se toleran por interés campos de juego internacionales como el pequeño Heysel o en materia de designaciones de árbitros o delegados, dando transparencia y pulcritud y garantizando las mejores condiciones de desarrollo del juego de manera justa y segura.
    Y esto no es rugby.
  4. Después del partido del domingo y a expensas de lo que ocurra en los próximos días, España tiene ante sí dos repescas: La primera, ganando a Portugal y luego a Samoa; la segunda, si se pierde con los polinesios en un cuadrangular frente a Canada, y las selecciones que vengan de la competición africana y asiática. Hay que asumir, que World Rugby va a sancionar y duramente a los jugadores que participaron en la tangana final, y que habrá que construir un equipo prácticamente nuevo para esos partidos.
  5. Desde luego la única salida para salvaguardar el honor y el buen nombre del rugby es la repetición del partido. No hay otra. Que Rumanía se gane en el terreno de juego de una manera justa su clasificación -por qué no con una nueva victoria belga frente a España-. Evidentemente, insisto, en este caso España afrontaría frente a Bélgica un partido con bastantes e importantes jugadores sancionados (y algún nuevo lesionado). Pero es la única manera de hacer, que en este momento, de expansión del rugby, como práctica deportiva y sobretodo -y eso le hace tan jugoso y propicio a las corruptelas-, como afición y método de esparcimiento televisivo se puedan mantener los valores de respeto y caballerosidad que lo encumbran.
Hay mucho dinero en juego, si, pero sobretodo, por encima de todo, esta la reverencia ancestral al rugby. Unos valores y un legado con más de 150 años de historia que no pueden enturbiarse por los intereses particulares de personajes oscuros. No dejemos morir el rugby.

miércoles, 19 de julio de 2017

Una gira oval




El mundo del oval llevaba expectante varios meses ante la gira de los Lions (British and Irish Lions) que en junio de 2017 iban a hacer por Nueva Zelanda, y por lo tanto, para enfrentarse y testar a los All Blacks y a las franquicias kiwis del Super Rugby.
Pero también suponía la comparación entre el rugby del norte y el del sur; entre la concepción del juego más ortodoxa y ligada al choque, la del norte, y la del sur, basada más en la velocidad y la combinación. Dos formas que no deberían ser contrapuestas, sino más bien complementarias, explotando las virtudes y minimizando los defectos de cada una de las propuestas, pero que en realidad se muestran como antagonistas.
Mientras en Nueva Zelanda se trabaja con ahínco en la creación de jugadores dotados para la evasión y el juego a la mano, el Norte sigue apostando por un desarrollo más lento y basado en la supremacía de las fases estáticas por encima del movimiento a la mano.
Pero lo que hemos vivido durante el último mes y medio no sólo ha sido la confrontación entre dos de las formas, quizás las más contrapuestas, de entender el rugby dentro del profesionalismo, sino que además y de propina ha servido para comprobar en que situación está Nueva Zelanda a dos años del próximo Mundial de Japón 2019 y al que llegará después de ganar el Mundial de 2015 donde revalidó el título conseguido en 2011. Tras 2015 con la salida de grandes figuras (Dan Carter, Ma'a Nonu, y el capitán Richie McCaw entre los más destacados) existe la duda de ver como se integran los jóvenes. Nombres como Laumape, Naholo, Ardie Savea o Jodie Barrett (el pequeño de la saga que va para ser el zaguero del futuro) entre otros han ido formando parte de las probaturas que Hansen ha ido metiendo de cara al The Rugby Championship de dentro de un mes y sobre todo ante la Copa del Mundo de Japón 2019.
Aún con todo los All Blacks, no sólo son y siempre, los máximos favoritos para proclamarse y revalidar el título de campeón, sino que además al equipo del helecho plateado le rodea un aura de leyenda, como el Mejor equipo del mundo, no sólo del rugby y de este momento, sino de siempre y en cualquier disciplina deportiva.
Enfrente ha tenido a la selección de selecciones británica e irlandesa dirigida por un neozelandés, Warren Gatland, quien como suele hacer, ha sabido hacerse protagonista en lo anecdótico para salvaguardar la integridad del colectivo que ha creado y poder así competir con los All Blacks siendo coherente en su estilo y con una garantía de equilibrio entre ambos contendientes.
Como sucede habitualmente con las selecciones, para la convocatoria de los Lions todos, periodistas y aficionados, en las islas o en el resto del planeta oval, hemos tenido nuestra selección. En mi caso particular he echado de menos la presencia de los hermanos Gray. Los escoceses podían y debían haber estado primero por su rendimiento, y después sin atender ya tanto a la meritocracia, por su lectura del juego ofensivo a la mano donde tienen más recursos que la apuesta “inglesa” de los Itoje, Kruis y sobretodo Lawes.
Más presencia escocesa, quien sin duda ha sido la noticia más positiva del último VI Nations por su apuesta por un rugby más ofensivo y dinámico en detrimento de su tradicional y embarrado estilo, ha sido en general la mayor queja de los entendidos. A muchos nos parecía de recibo premiar al equipo y la apuesta que mejores sensaciones y momentos nos dejaron en el invierno pasado y que gracias al trabajo de otro neozelandés, Vern Cotter, al mando se postula como serio aspirante en los próximos 2 y 3 años.
Además de los Gray, tampoco aparecía en la primera lista su capitán y alma en la bisagra del 15 del Cardo Laidlaw quien finalmente acudió tras la renuncia del inglés Ben Youngs por motivos personales. Y sobre todo fue la ausencia de Finn Russell la que más críticas levantó toda vez que la apuesta para los centros de Gatland entraba lógica en el gales Jonathan Davis (elegido al final Mejor Jugador de la gira) y en el irlandés Heinshaw, pero que con la entrada de Te’o había muchísimas más dudas. Gatland quería músculo y presencia en los centros, quedándose con un jugador mejor defensor pero más robótico frente a uno con mucho más rugby como el escocés.
Y es que era la sobre presencia galesa lo que más críticas generaba, sobre todo tras el rendimiento en colectivo y en individual de no pocos de los del 15 del Dragón. Pero Gatland los conocía y apuró su apuesta sobre ellos en caso como Biggar, Webb, North, Halfpenny o Tipuric. No tuvo problemas para dejar en casa al capitán de la selección inglesa, ganadora de los dos últimos VI Nations, Hartley y a su zaguero titular Brown, no sólo por cuestiones deportivas, sino también porque en el rugby las formas y el respeto son parte tan importante como el juego, o más.
Gatland, anticipará o no la posible polémica por la convocatoria funcionó ante ella como viene haciendo habitualmente: tiró de socarronería para justificar sus decisiones, buscando por un lado poner el foco sobre él y no sobre los jugadores y por otro, demostró compromiso inequívoco y como no podía ser de otra manera con los jugadores que se llevaba de gira, y estos lógicamente, le devolvieron la confianza con el mejor rendimiento que podían dar.
Aquí quiero hacer notar un hecho curioso. Finalizada la polémica de la convocatoria con la propia rueda de prensa de Gatland, los medios británicos se olvidaron de los que no estaban y lanzaron un apoyo sin fisuras a sus chicos. Por supuesto han existido críticas, también de los aficionados, tras los partidos algunas veces con el resultado justificado y otras con el juego expuesto, pero no ha fallado en ningún momento el apoyo, así como un ánimo en disfrutar con el evento, con cada cita semanal bien en sábado o entre semana. En vivir y paladear algo que sucede cada 4 años y como este año, sólo cada 12: La gira de los Lions por Nueva Zelanda.
Por el contrario, desde los medios rugbísticos en español he encontrado una actitud para ir minusvalorando cuando no desprestigiando la gira usando el argumento de “que no van los mejores” o “no tienen ninguna posibilidad” o “proponen un rugby anticuado”. Por supuesto, cuando la atención mediática se ha ido disparando (siempre en los círculos del rugby en España) por las retransmisiones de Movistar Plus o porque ya empezaban los test matches con los All Blacks éste argumento se ha disipado. Pero como digo, me ha resultado muy curioso la actitud de unos, tratando de disfrutar pese a que hubiera disidencia con las decisiones de Gatland, y de otros que se han mantenido hasta que no han podido más en el enfado.

Pero ya voy a centrarme en el juego. En el rugby visto y vivido.

Los British and Irish Lions han jugado 10 partidos en Nueva Zelanda desde el 3 de junio hasta el pasado sábado 8 de julio con un bagaje de 5 victorias dos empates y tres derrotas, con 214 puntos a favor y 168 en contra con un total de 16 ensayos.
Comenzaron con una victoria 7-13 ante la Provincial Union XV, selección provincial neozelandesa; después vino la primera derrota ante los Blues 22-16 que arrasaron a unos Lions erráticos en ataque (algo normal) y sobrepasados en defensa ante la velocidad de los back de la franquicia kiwi peor clasificada en el Super Rugby. Las dudas se fueron manteniendo pese a ganar a Crusaders sin ningún ensayo (3-12) y con la derrota ante Highlanders (23-22) en uno de los mejores partidos por juego, de toda la gira.
Recuperaron sensaciones los turistas (tal y como en el argot se conoce al equipo de los Lions cuando lleva a cabo sus visitas al hemisferio Sur) ganando bien a los Maori All Blacks (10-32) y con un gran despliegue a Chiefs (6-34) para terminar su serie de partidos contra las franquicias con un empate a 31 frente a Hurricanes, ya habiendo iniciado sus test matches frente a los All Blacks, por lo que les faltaban no pocas piezas de importancia a los actuales campeones del Super Rugby.
Y es que 3 días antes se iniciaban los partidos grandes de la gira con el primero de los tres enfrentamientos entre los All Blacks y los Lions, donde los locales llevaron la mayor parte del tiempo la iniciativa del juego (sólo unos minutos al terminar la primera parte se vio más cómodo a los turistas, que culminaron un gran ensayo, el mejor de todo el mes, por medio de O’Brien tras una ruptura excepcional de Liam Williams). Durante casi todo el partido el oval volaba de lado a lado de las cortinas de los All Blacks con precisión y velocidad, reciclando jugadores y situaciones, y donde los Lions a duras penas sólo podían contener el vendaval. Al final 30-15 y la sensación previa de superioridad kiwi confirmada lo que hacía temer por una derrota estrepitosa en la serie de los del hemisferio Norte.
Pero nada más lejos de la realidad. Como decía más arriba Gatland acaparó las críticas en su persona, aisló al equipo de las mismas y lo amoldó a su estilo el juego y la respuesta táctica ante lo propuesto y ejecutado por Nueva Zelanda. Así, con un compromiso inquebrantable del plantel y con una intención clara de embarrar los rucks con pocos hombres para mantener retaguardia ante la conectividad All Black, lo que exigía mayor empaque físico y muscular frente a virtuosismo, fue como los Lions ganaron el duelo táctico.
La iniciativa en el juego siguió siendo kiwi, pero incluso sumando puntos, estos fueron haciendo lo que Gatland quería: Que no se descosieran los partidos y se mantuvieran en marcadores cortos. Para ello necesitaba que su guardia pretoriana galesa, los Warburton (capitán de la gira), Faletau y Alwin Jones se complementará con la cacería inglesa liderada por Itoje, y con el complemento de un inconmensurable Sean O’Brien para las abiertas y quizás el jugador más decisivo en el resultado final. Si además le sumamos la lluvia que torno épico el segundo partido de la serie, encontramos el escenario para la catástrofe perfecta de Gatland: Victoria 21-24 en Wellington.

Aquella lluviosa noche (calurosa y temprana mañana para mi) todo hacía indicar que habría un dominio abrumador de los All Blacks, pero la realidad es que los condicionantes como arbitraje, climatología y por encima de todo el saber hacer de Warren Gatland, concedieron la iniciativa del juego a los turistas. Y es que los Lions impusieron su modo y modelo de juego, con mucho tacticismo para parar el juego ofensivo rival e infligir mucha presión durante toda la serie por parte de unos Lions que supieron leer el partido mucho mejor en general. El juego al pie se convirtió en decisivo apareciendo nombres como Owen Farrell (tremendo al pie toda la gira) y sobretodo la bisagra irlandesa de Murray y Sexton que con patadas a la espalda de al cortina neozelandesa y Garryowens causaron estragos en la seguridad del rival. En vez de imbuir a más delanteros en los rucks, dejaron la iniciativa a los All Blacks, para concentrar fuerzas en defensa de la línea y poder apretar a los backs kiwis cuando estos reciben y tratan de hacer los despliegues. Así pese a que se sucedieron los golpes de castigo, minimizaron el número de ensayos encajados (8 en 3 partidos, son “pocos” para los All Blacks) y además encontraron el inusual bajo nivel al pie de Beauden Barrett, quizás con mucha exigencia física.

Los ensayos de Faletau, reciclándose al modo sureño como un ala, tras un genial despliegue Lion y de Connor Murray reviviendo el particular castigo que infringe a la bisagra All Black por el intervalo hicieron justicia con el planteamiento táctico y la lectura de juego de Warren Gatland.
La polémica final alimentada por un Hansen preocupado de justificar los resultados y el juego All Black, siempre en la serie por detrás de la lectura táctica de los Lions (gran victoria de Gatland) ha estado en el arbitraje. En el segundo test match, con el arbitraje de Jerome Garcés y la expulsión justificada de Sonny Bill Williams (tercera roja que ve un All Black en sus casi 114 años de historia) y el "perdón" a un Vunipola que además de sufrir en melé, por donde ha venido la notable ventaja All black en las estáticas, culminó un horrendo partido con hasta 5 infracciones sólo saldadas con un sin bin, sino también, con la permisividad para con los Lions en la normativa del fuera de juego, treta para ensuciar con el ánimo de dificultar la continuidad de juego de los All Blacks.

Lo más sorprendente quizá analizando el resultado con algo de tiempo y perspectiva es ver cómo han conseguido los Lions mantenerse en los partidos, ante un equipo como los All Blacks, absolutamente eficaz en aprovechar sus oportunidades y castigar inmisericorde los errores del rival. Y eso que hubo un buen número de fallos, tanto con el balón a la mano, como en forma de infracciones que se cometieron por ambos equipos.

Lo indudable y lo mejor es que al final hemos tenido un mes y medio de rugby muy interesante y entretenido. Con más emoción que calidad, la serie ha resultado empatada, y los grandes vencedores hemos sido los espectadores que hemos disfrutado de un mes de rugby de nivel, muy emocionante que en estas sobre cálidas mañanas de junio y julio nos han entregado a la pasión del deporte.

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