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domingo, 18 de noviembre de 2018

Se desató la locura en Dublin


Tenía un día, ayer sábado 17 de noviembre, y una hora, las ocho de la tarde, marcadas en rojo para disfrutar del partido, el Test match entre Irlanda y Nueva Zelanda, hoy por hoy, los dos mejores equipos de rugby del mundo, en un encuentro que se ha presentado como medida mutua de nivel a 10 meses vista del inicio de la novena Copa del Mundo de Rugby del año que viene en Japón.
Y el partido no pudo más que cumplir con lo prometido y convertirse en un epígrafe de hemeroteca y en una guía avanzada de rugby moderno. XV del trébol y All Blacks mostraron muchas de sus cartas; pusieron en evidencia un tanto de la pasión que sienten como naciones por el oval, y se aplicaron en rectitud y competitividad en un partido que tenía mucho más que una muesca en la gira de las naciones del sur por la vieja Europa.
Ya sabemos que a Europa, los neozelandeses llegan ya al final de su temporada, tras casi 9 meses de partidos, y que desde posiciones de supuesto prestigio, se tiende a minusvalorar el trabajo irlandés frente a lo desarrollado y propuesto por ingleses o franceses. Pero lo cierto, es que si hay un equipo capaz de competir y disputar a los All Blacks a 80 minutos (sobretodo cuando a partir del 60 entran los suplentes) esa es Irlanda. Y ayer lo volvió a hacer cómo ha hecho en los 6 partidos que han jugado entre ellos desde el año 2014 (4 victorias kiwis, 2 irish, y 5 de esos partidos en una distancia inferior a 7 puntos.
Pueden perder o acabar ganando como anoche, pero en Nueva Zelanda ya saben donde esta el equipo que más se les acerca, y al que recordemos, y al igual que los All Blacks presentaban bajas significativas (Cane o Sonny Bill Williams), a los irlandeses les faltaban tres piezas básicas: Sean O'Brien, Connor Murray y Robbie Heinshaw.
Irlanda vencía, 16-9 a Nueva Zelanda, dejándola sin ensayar, suceso que da brillo al trabajo y prestancia defensiva, y también del cuidado del balón que tuvieron los verdes anoche. Era la primera victoria local en Dublin frente a los All Blacks. La segunda en la historia tras la de Chicago hace dos años.
El rugby irlandés actual y el neozelandés, comparten mucho, debido a la majestuosa labor que el seleccionador y patrón, también neozelandés, Joe Schmidt está haciendo en la verde isla desde el año 2012. Siguiendo el guión de la propia Nueva Zelanda, Schmidt trabaja codo con codo con las cuatro franquicias profesionales, en un plan de desarrollo de la Federación en la que se busca ir captando y mejorando el talento generación a generación.


El partido tenía todos los ingredientes para ser espectacular y no falló a las expectativas. Sólo con ver la puesta en esencia de la haka Kapa O'pango de los All Blacks transmitía la importancia del test. Steve Hansen, seleccionador de los vigentes campeones del mundo se mostraba nervioso ante el duelo con el posible (se rumorea) sustituto al frente del combinado nacional.
Hansen sabedor del poderío irlandés en melé, no quiso castigar a Coles (recién salido de lesión) frente a Furlong, y colocó allí de inicio al más pesado Tu’inukuafe. No sirvió de nada: la superioridad verde en fases estáticas fue el pilar de la victoria local que encontró el factor decisivo en el trabajo de la tercera, donde Van der Flier, Stander y un estajanovista O'Mahoney (impresionante y para enseñar el partido el suyo que le valió el Man on the Match) que convirtieron los rucks en una agonía negra, robando varios balones y manteniendo inmaculado el propio.
Irlanda quitaba la herramienta predilecta de los All Blacks. Su arma de destrucción favorita: el oval. Sin el balón Nueva Zelanda, sufría en defensa para parar las acometidas de la delantera irlandesa que se mostró colosal y dominadora. Y cuando los tres cuartos entraban a jugar el dinamismo personificado en el neozelandés nacionalizado Bundee Aki (me parece que no se le está dando importancia al matiz que ha dado al juego ofensivo de su equipo) convertía en metros ganados lo generado por los “gordos”. También el juego con el pie, recurso habitual de los verdes, hizo acto de presencia desequilibrando la presencia defensiva visitante.
A la media hora, con empate a 6 (golpes pasados por Sexton y Barret en su particular duelo por el Player of the Year) ya había habido 130 placajes repartidos entre ambos equipos. Las llegadas al punto de encuentro eran brutales y los rucks de una fiereza y acierto táctico y técnico brillantes.
Irlanda ya había conseguido parar con recuperación a los All Blacks en la 22 propia en un par de ocasiones y había visto un ensayo anulado por el TMO, pero sumaba tres puntos más para irse al descanso con 9-6.
A la vuelta Irlanda sorprendía a su rival con un nivel de exigencia aún mayor con el balón en posesión aportado por un acertadísimo Marmion como medio melé haciendo olvidar a Murray. El balón discurría de un lado a otro con velocidad y mantenía el castigo a unos All Blacks que sumaban infracciones para parar a los locales, incluidas algunas en la disputa de melé.
A los 7 de la reanudación llegaba el éxtasis al Aviva con una touch propia irlandesa en la medular, ejecutada con rapidez para mandar el balón a los tres cuartos. Estos, Bundee Aki volvía hacia el lado cerrado para encontrar al chico maravilla del rugby irlandés, Jacob Stockdale que con calidad y descaro lanzaba un sombrero para desbordar toda la cortina de los visitantes y posar un ensayo espectacular. Sólo un par de minutos antes, había intentado un sombrero que le fue interceptado, y sin embargo, se lo jugó con un convencimiento pasmoso. ¿Es Stockdale ya, el mejor finalizador, el mejor “try-man” del rugby mundial? Ahí lo dejo.
Evidentemente no se iban a quedar así las cosas y los All Blacks tiraron de galones, veteranía, talento y empaque de la camiseta con el plateado helecho para tratar de rehacerse y recuperar el terreno perdido. Buscaron de añadir más velocidad con su segunda unidad, liderada por TJ Perenara. Sólo pudieron hacerlo con el paso de un golpe de castigo, puesto que Irlanda ya con suplentes (algunos como Porter, Carbiery, Larmour de insultante juventud) continuó con su eficiente y aguerrido trabajo de contención donde brillaban Stander y O'Mahoney, recuperando algunos ovales aclamados por la hinchada verde.
Al final se desató la locura en Dublín y crece el optimismo de los irlandeses ante la próxima Copa del Mundo y también sobre el VI Naciones del año que viene, particularmente complicado por el calendario surgido, y en el que además son defensores del Grand Slam. Enfrente, reconociendo la derrota, felicitando al rival, marchaban los All Blacks, sabedores ya que en el otro lado del mundo, en una pequeña isla verde, están los máximos favoritos a disputarles el cetro mundial y también conscientes de en qué tienen que mejorar para seguir dominando con puño de hierro el rugby mundial.

Dentro de un año en el mundial ocurrirá lo que tenga que ocurrir. Para Irlanda es casi una cuestión nacional pasar por fin de cuartos, mientras que para Nueva Zelanda todo lo que no sea revalidar el título sería una decepción. Si son primeros de grupo, no se enfrentarían hasta una hipotética final. Ambos tienen el modelo de juego más desarrollado a menos de un año de la patada inicial, y parten con ventaja frente a otros (los perdidos ingleses, franceses, australianos o sudafricanos,... y ojo con galeses y argentinos). Además, son los que tienen un fondo de armario más extenso tanto en cantidad, como sobretodo en calidad, y en un torneo corto, de un mes y medio de duración a 7 partidos tener segundas y terceras opciones por puesto puede ser decisivo.
Queda un año, pero que nos quiten lo vivido anoche. Yo ahora me voy a poner el partido otra vez para paladearlo con gusto. Si puedes haz lo mismo.

lunes, 19 de marzo de 2018

Un Grand Slam en Sant's Patrick Day



Grand Slam, Torneo, Triple Corona y Victoria en Twickenham, en el templo londinense sobre el archienemigo Inglaterra. Y todo un sábado 17 de marzo. Un inolvidable Sant Patrick’s Day. La tormenta perfecta del rugby irlandés.
Voy a hacer mi resumen de un histórico VI Nations, 6 Naciones, el que ha supuesto el tercer Grand Slam de Irlanda en la historia, y la constatación de un modelo de juego y un sistema competitivo que premia el trabajo y desarrollo por encima de los resultados y que corresponde al modelo de las naciones celtas, de la liga del Pro14 (antes Pro12) y de Irlanda, con sus provincias (Leinster, Munster, Ulster y Connatch) en particular.
Este resumen lo hago con la clasificación final inversa, nación a nación:
6º. Italia. El XV Azzurri está ya inmerso de lleno en un cambio generacional. Los nombres icónicos siguen saliendo (el próximo será el del capitán Parisse) y viene una nueva hornada de jugadores transalpinos llamados a liderar el cambio. Entre ellos destacan el del zaguero Matteo Minozzi y los flankers Mbanda y Negri, las mejores noticias que nos ha dejado Italia en este VI Nations, junto a una apuesta ofensiva valiente y decidida que nos les ha librado un año más de la cuchara de madera, puesto que las carencias y los errores en defensa les han condenado en todos los partidos. Sin embargo, si yo fuera italiano, sería moderadamente optimista porque se ven mimbres para construir un equipo y según adquieran mayor experiencia pueden llegar las ansiadas victorias.
5º. Inglaterra. La gran decepción. Llegaba el XV de la Rosa con el estímulo de ser el primer equipo en ganar tres ediciones consecutivas y se van con su peor resultado en el formato 6 naciones tras perder consecutivamente con Escocia, Francia e Irlanda, este último en casa. Pese a todo lo que se ha dicho y escrito por los fervientes admiradores Pross, sigo viendo a Inglaterra como el equipo más sobre valorado del rugby mundial y ahora que los resultados han desaparecido se ven las carencias tanto de juego como de apuesta táctica de Eddie Jones. Sin la supremacía física tan evidente y también, hay que decirlo, favorecida por criterios arbitrales más permisivos, Inglaterra ha sido un equipo previsible y con una falta de ideas total en ataque, mientras que en defensa resultaba lento y desajustado con cortinas defensivas llenas de agujeros. Nombres como los de Brown, Joseph, Ford, Robshaw (otra vez) o el capitán Hartley han salido cuestionados. Incluso el nuevo chico maravilla Itoje (quien a servidor le parece que tiene mucho de marketing y poco de rugby efectivo) ya recibe las criticas que comparte con Eddie Jones, a quien, insisto: sin el parapeto de los resultados no tiene ni juego, ni renovación por nombres con los que defender su gestión del rugby inglés.
Aún con todo y como es lógico, siguen teniendo una batería de jugadores amplia y siempre serán considerados favoritos: Pero a menos de dos años ya para el próximo Mundial en Japón 2019, el tiempo se agota para construir un equipo que además disponga un juego más vistoso y agradable de ver.
4º. Francia. La travesía por el desierto del rugby francés continúa un año más sin que se atisbe un hilo de esperanza. Sigue la apuesta por un rugby arcaico, contrario al rugby champán de la gran época, en el que únicamente tienen cabida jugadores clon, físicamente colosales pero poco dotados para la evasión y el juego a la mano. Basteraud, el tres cuartos de Toulon es el ejemplo de este modelo, y aunque con su llegada a partir de la tercera jornada, mejoraron los resultados, el juego siguió dejando mucho que desear. Tampoco ayudaron los escándalos fuera del terreno de juego con el affaire en los pubs y hotel de Edinburgo tras la derrota frente a los escoceses en la segunda jornada y que entre otras consecuencias sacó del equipo al que había sido única luz en el juego ofensivo galo: el ala Teddy Thomas.
Es cierto que en el XV del Gallo han sido duros, muy duros, defensivamente y siempre han estado en los partidos -de hecho, en sus tres derrotas se han llevado el bonus defensivo-, pero su único favor al rugby de ataque ha sido el gran nivel de Machenaud en las patadas a palos. Han ensayado poco (8) y les han ensayado menos (6), pero la sensación tras el torneo es que mientras el sobre dimensionado Top14 se llena de estrellas mundiales del rugby del hemisferio sur, faltan jugadores franceses capaces de aparecer primero en sus clubes, luego en su selección con un modelo que recuerde el de las grandes épocas; un modelo donde el talento prime sobre la fuerza bruta. Parece que quedan años de sufrimiento para todos sus rivales, pero sobretodo para Francia, su afición y su rugby imbuidos en un modelo que ni les da resultados ni les satisface en estilo y concepción.
3º. Escocia. Parece que con la consecución tras 10 años de la Calcuta Cup, el XV del Cardo, termino su torneo. Ante un Murrayfield entregado los caledonios firmaron un partido vibrante y efectivo que supuso la victoria sobre el eterno rival y la constatación de un crecimiento constante de un equipo que tras las notables individualidades -Hogg ha firmado quizás su peor torneo en global, y Russell ha estado muy intermitente- muestra una construcción sólida, con un Johnny Gray exultante en la segunda y un juego de flankers también notable. Siguen apostando por un rugby fluido, de predominante juego de tres cuartos que les ha dado las dos victorias en casa ante Francia e Inglaterra y una apuradísima contra Italia en Roma la última jornada (27-29), pero si quieren aspirar a la consecución final del torneo deben mejorar su versión fuera de Edinburgo, ya que ni en Cardiff, ni en Dublin tuvieron opciones reales de disputar el resultado. Sin embargo, da para mucho optimismo, ya que solo hay que pensar, que no hace tantos años, la actual Irlanda se encontraba en una situación muy similar.
. Gales. Hay que reconocerle a su seleccionador Warren Gatland, unas dotes tremendas para sobrevivir y para hacer competir a un equipo que ha visto como con el torneo empezado fue incorporando a jugadores vitales que han pasado un calvario en forma de lesiones los últimos dos años. Gente como North, Faletau, Lee, Francis, o Davis fueron entrando en el equipo y volviendo así al estilo Gatland, con un juego mucho más controlado, quizás previsible pero seguro, frente a la apuesta de las primeras jornadas con gente como Navidi, Parkes, Patchell o Adams en las que el XV del Dragón se asemejó más al brillante juego de los Scarlets que están admirando a todo el rugby europeo en los últimos dos años.
Pero recuperada la guardia pretoriana se confirma el estilo, no tan bonito, pero no exento de resultados de Gatland y vuelven a poner a Gales en clara condición de disputa y éxito de cualquier partido y torneo que jueguen. Tienen jugadores, tienen un modelo y tienen variantes para sobreponerse a cualquier sobresalto que les llegue.
. Gran Slam. Irlanda. No es fácil empezar a hablar y destacar algo de este tremendo equipo que ha resultado ser el XV del trébol en este VI Nations 2018 pero si hay que hacerlo, lo hago por el drop de Jonathan Sexton en la primera jornada en París.
Al igual que en el último Grand Slam saboreado en la isla verde fue una patada (la de Ronan O’Gara frente a Gales en la última jornada de 2009), con el tiempo cumplido el que ponía en camino a una Irlanda que siempre, cada día ha sido un martillo pilón frente a sus rivales. Pero no sólo fue la patada desde la línea de medios, sino como se llego a ella, tras cuarenta y dos fases, 42 de la delantera irlandesa, montando plataformas y recuperando con una voracidad extrema y una meticulosidad precisa el balón en cada ruck para acercarlo desde la propia línea de 5 metros ya con el tiempo cumplido. Aquella exhibición a parte de sacar el corazón del pecho a todo aficionado, interesado, experto o neófito en el rugby resulto un aviso a navegantes de las intenciones y el nivel irlandés, pero también sirve como resumen fantástico para ilustrar lo que ha sido este VI Nations 2018.

La labor de demolición de la delantera irlandesa -hoy por hoy la mejor del mundo- ha resultado clave para dominar con notable superioridad las fases estáticas -sobretodo las touches- y después para lanzarse en la recuperación en las rucks tanto propios como ajenos. Además se han mostrado con una seguridad defensiva tremenda minimizando en cada partido las opciones de ganar la línea de ventaja para el rival. Ha resultado ser un pack inamovible y sin fisuras llevado por un Rory Best menos brillante que otras veces pero siempre resolutivo tanto como talonador, como capitán. Junto a él, han recuperado la mejor versión de Cian Healy, y el mejor pilier del mundo, un Tadhg Furlong poco menos que colosal. Incluso los sustitutos de esta primera línea han estado excelsos con nombres como McGrath, Cronin o el jovencísimo Porter. En la segunda han brillado Ryan y Henderson y en la tercera frente a las bajas del mejor flanker del mundo para mi, Sean O’Brien, sus compañeros de línea han funcionado a la perfección: O’Mahoney como siempre, también brillante CJ Stander y el último en llegar Dan Leavy.
Joe Schmidt sigue su hoja de ruta para configurar un equipo, un país campeón, con plena coordinación entre la federación (IRFU), las franquicias profesionales (Leinster, Munster, Ulster y Connatch) y la estructura de base que llena la isla de escuelas y equipos de rugby. Así, y con mucho trabajo y desarrollo a fuego lento, Schmidt, sigue cociendo un rugby capaz de plantar cara a cualquiera, afianzando un estilo claro e irrenunciable -el juego de delantera predominante- y añadiendo más y más recursos tanto en nombres (ojo a las segundas y terceras unidades que vienen con los Leavy, Porter, Carbery, Ryan, Scannell,…) como en posibilidades donde el nombre de Bundee Aki ha sobresalido.
Junto al jugador de origen neo zelandés, y con la ya sabida baja de Payne durante todo el torneo, todo jugador que ha compartido los centros con él, ha brillado y de forma notable, acumulando ensayos y nominaciones como Man on the Match: Primero hasta su lesión Heinshaw, luego en un brillante partido frente a Gales Farrell y por último el mayor talento del jovencísimo Gary Ringrose.
Pero no sería justo limitar las alabanzas en estos hombres sin citar a la bisagra, medio melé y medio apertura que han rayado a un nivel de compenetración y seguridad brutal. Conor Murray y el ya citado Jonathan Sexton, se encuentran, probablemente en el mejor momento de sus carreras, y no es poca cosa decir que son la mejor pareja de 9 y 10 del rugby actual. De como continúen y como lleguen al próximo Mundial irán buena parte de las opciones irlandesas, primero de llegar a semifinales por primera vez y después de por qué no, ganar la Copa del Mundo.
También quiero destacar el nivel, recuperado de Rob Kearney en el zaguero, que al igual que con Healey repuestos de años de lesiones, ha estado soberbio siempre dando el paso adecuado, sin errores ni de ejecución, ni tácticos. Un seguro y además una opción más de sorprender en ataque.
Si todo esto no fuera poco, Irlanda ha encontrado en un chaval que está a punto de cumplir 22 años la guinda del pastel. Jacob Stockdale, el ala de Ulster, en su primer campeonato ha hecho historia con palabras mayúsculas para firmar 7 ensayos en un torneo en la era VI Nations. Con un talento especial para la finalización y con una capacidad genial para la lectura de juego y la anticipación Stockdale no se ha cansado de culminar jugadas de ataque y contra ataque irish durante todo el torneo.
Con todos estos argumentos, Irlanda aprovecho sus partidos centrales (2ª, 3ª y 4ª jornada) en casa para ganar con algunos apuros a sus rivales, para en la primera y en la última jornadas, en visitas a Paris y Londres, conseguir un histórico Grand Slam, y ponerse de manera justa y deseada como referencia para todo el rugby del hemisferio Norte.


Ha sido un VI Nations colosal, divertidísimo y que ha dejado claras muchas cosas. Las cervezas y el hermanamiento con amigos, pareja, familia, compañeros con el rugby como excusa han sido lo mejor. Lo peor es que queda un año para volver a disfrutarlo y habrá que conformarse -nótese la ironía- con la Champions Cup, la liga celta, la liga nacional, las fases de ascenso del amateur, el femenino, el Super Rugby, las series mundiales de Seven, el Rugby Championship...

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