Imagina
mezclar la potencia visual y espiritual de una haka maorí,
como las que vemos antes de los partidos de los All Blacks (atentos
ahora a las de las Black Fermns), o de cualquier equipo
polinesio de rugby, con un metal vigoroso, contundente y que suena
original. Añade la presencia física de 5 tiarrones polinesios, que
perfectamente podían pasar por la tercera línea de cualquiera de
las selecciones de rugby del Pacífico Sur. No te olvides de sumar
unas letras muy dinámicas con un contenido más que interesante de
reivindicación de la identidad de los pueblos polinesios y de
ascendencia indígena, y de la necesidad de justicia y reparación de
los agravios cometidos durante la época colonial. Agita la coctelera
tras añadir unas influencias musicales muy concretas del más puro
trash americano, en especial las referencias a Anthrax, Sepultura o Pantera, por
supuesto Metallica, pero también del metal-core de
grupos como Slipknot, Saliva, Drowning Pool o
incluso P.O.D.No olvidarse de la influencia manifiesta de
Gojira y de las propias que atesora la banda francesa. El
resultado no podía ser más intenso y estimulante.
Pero
esto que acabo de relatar no es una imaginación de un fan del metal
y el rugby, ni tampoco la idea comercial de un gurú del marketing musical ávido de exprimir unos talentos para cubrir a muy buen
precio un nicho de mercado. O fabricarlo directamente. Al menos yo no
he encontrado esa posibilidad. No. Esto que presento en el párrafo anterior es
real. Ya existe esa banda de metal procedente del Pacífico. Son
Sherpherds Reign.
Esta
banda proviene de la ciudad de Auckland, en la isla Norte de Nueva
Zelanda. Su ascendencia es maorí, y concretamente samoana. Sus
integrantes son Filiva'a James (cantante y a los teclados), Oliver
Leupolu y Gideon Voon como guitarras, Joseph Oti-George al bajo y en
la batería Shaymen Rameka.
La
banda surgió entre 2010 y 2015 fruto de la amistad entre Filiva'a
James y Oliver Leupolu quienes se conocieron en su aula de piano
clásico, y que compartían una afición al metal desde la más
tierna infancia. Poco a poco fueron añadiendo referencias del género
a sus gustos musicales y a sus experiencias y flirteos con la música
clásica, para en los años referidos, convencerse de la posibilidad
y gusto de hacer una banda de metal para hacer versiones de grupos de
metal americano y tocar sus propias composiciones. Para ello fueron
añadiendo al resto de integrantes y a constituirse como agrupación
hacia 2013.
Pero
no sería hasta 2018 cuando presentaron su primera demo con la
composición Concrete Walls, que les generó el dinero
suficiente a través de tocar en garitos para poder autoeditarse su
debut homónimo. Llamaron rápidamente la atención tanto del
periodismo especializado, como de los medios generalistas, puesto que
el primer single, Le Manú, fue significada por la prensa como
la primera canción de Heavy Metal en lengua samoana.Este
reconocimiento, y fundamentalmente el seguimiento de los fans del
género, les abrió las puertas para firmar con una discográfica y
lanzarse a una gira por Australia, Nueva Zelanda y Japón, y después
poder sacar el álbum Alai Mai, en 2023.
El
estilo de Shepherds
Reign
se basa en canciones muy potentes dentro del sub-género del
groove-metal
y recuerda a bandas como Machine
Head
o Rod
Zombie,
a parte de las citadas al principio de esta entrada. De hecho, las
intros de sus canciones me parecen muy brillantes sustentadas en la
potencia de una base rítmica muy propia del trash,
a la que añaden timbales y sonidos de percusiones propias del folclore índigena, para después acoplar las guitarras, y fundamentalmente la voz de
Filiva´a que se conjuga de maravilla para añadir más dureza e intensidad a las
composiciones. Todo esto cobra especial significación con las
letras, puesto que el grupo está muy comprometido con sus raíces y
con la historia de su pueblo, así como con las problemáticas a las
que se tienen que enfrentar. De hecho el cantar en samoano compone una novedad en el mundo de la música, y más concretamente en el metal, pero demuestra su compromiso con su origen y su conciencia como maorís. Muchas de esas problemáticas tienen que ver con la relación con los descendientes europeos en la propia Nueva Zelanda o
en Samoa y en otras islas del Pacífico, pero también destacan los
problemas medio-ambientales que castigan a estas comunidades o la
pérdida del patrimonio y el folclore autóctonos. En este sentido,
Ala
Mai, como
digo su segundo trabajo y que se traduciría como una voz en samoano
que dice “¡Despierta!”,
es una llamada tanto a los vivos como a los antepasados de los pueblos maoríes para que todos unidos puedan superar esas adversidades y mantener su patrimonio y la identidad de no solo a los samoanos, sino de toda la comunidad
polinesia.
Afortunadamente,
y de las cosas buenas que ya muy raramente te ofrece Youtube,
la banda se va abriendo hueco y ya han empezado a llegar a Europa.
Particularmente, su propuesta me resulta muy estimulante, tanto a
nivel visual, como musical, así como la originalidad de sumar el
samoano y la estética polinesia (no faltan las hachas, mazas y otros
elementos tribales en su presentación) al Heavy
Metal.
En
este sentido, radica un profundo orgullo por cómo el Heavy
es capaz, de en el contexto de la globalización cultural reinante,
sumar a otras experiencias culturales e identitarias, dándoles su
espacio, haciendo que se hagan propias y que no copien sin más lo
que ya se ha hecho, o lo que ya se ha impuesto, sino que ofrezcan su propia visión, plena de compromiso y autenticidad. Contrasta con la
homogenización hegemónica actual que ha expulsado cualquier otra
expresión musical de los medios de comunicación de masas, y por lo
tanto, del grueso de la población.
Por
ello, por esa suma de un estilo propio y original y por la propia
trascendencia de su música y trabajo os recomiendo que os sumerjáis
en el trabajo de Sherpherds
Reign
(en la actualidad están preparando su tercer disco con la intención
de empezar a sonar con regularidad en Europa y Estados Unidos).
Seguro que os pasará como a mi y les añadiremos a nuestra lista de
intereses, para ver si llegan por aquí y se les puede disfrutar en
directo. Ganas ya hay, eh.
Una
de las cosas más chulas e interesantes de los festivales de
música, y particularmente satisfactoria en los de Heavy
Metal, es la posibilidad de descubrir a grupos y artistas nuevos,
o poco conocidos por estos lares, que te los encuentras en un cartel
o directamente sobre el escenario y se convierten de repente en parte
de tus gustos musicales. Desde entonces los tienes en cuenta y de
esta manera te involucras con esa banda nueva o recién descubierta.
Te compras en el stand del festival la camiseta del grupo y/o
un cd. Les sigues, buscas sus videos en youtube y su
agenda de próximos conciertos. Y ahí estarás con tu acervo musical
incrementado y probablemente, a menos a mi no me ha pasado todavía
con este tipo de descubrimientos, para siempre. Será muy difícil
que te defrauden.
Esta
vez no he acudido al Leyendas del Rock en Villena por
diferentes motivos como trabajo, un calor que se esperaba, y ha
resultado desgraciadamente, abrasador e insufrible hasta lo
peligroso, y fundamentalmente, por unos precios muy altos. Más de
100€ (con los gastos de gestión) por la entrada de un día son una
absoluta pasada, por más que el abono de los 4 días de festival
(para el que pueda aguantar ya 4 días seguidos) quede en unos
abultados también 167€. No hablemos del despropósito de los precios de la bebida en este festival con el añadido del calor excesivo que se padece. Lo siento, me ha parecido mucho dinero,
pese a que había buena materia en el cartel el miércoles como
volver a ver a Fear Factory, a Dunedain o a la nueva banda simultánea de
mi amado Mikael Stanne, Cementery Skyline (al día siguiente
repitió con The Halo Effect).
Pero
el caso es que revisando las crónicas me asaltó una imagen que
automáticamente me motivo y me hizo ir a la red social de videos, -y
cada vez más anuncios-, a ver de qué se trataba.
Y
sí. Así es. Lo que me llamó la atención fue la imagen y
atuendo de las componentes del grupo “Dogma”, ataviadas con
atrevidos hábitos de monja, abiertos y sugerentes, calzando botas
altas hasta la rodillas y maquilladas. No puedo negarlo. Me atrajo
esta estética absolutamente sexualizada de las artistas e
interpretes, por lo que debo incluirme, en cierto grado a mi pesar,
en el club de MetalPacos y cuñaos que se pusieron
cachondos.
Afortunadamente
en el Heavy Metal, después de los años nefastos del Glam,
hay que saber tocar y ofrecer buena música y mejor desempeño en
vivo para perdurar, y en ese sentido hay que decir que Dogma es un
grupazo. Que tocan de maravilla y por lo que he podido rastrear,
en directo funcionan e impresionan.
Dogma
son una banda compuesta por 5 mujeres ataviadas como monjas de
clausura, pero cuyos ropajes abiertos muestran sus carnes, muslos y
escotes, así como su maquillaje facial, a parte de ocultar su
identidad, las presentan como “malditas”, cercanas al diablo o al
averno. Su actitud y su disposición es la de discutir
y derribar todos los dogmas con los que convivimos día a día
en las sociedades donde la religión, y particularmente la
católica-cristiana, tiene tanta fuerza. Esto subyace de su origen,
América Latina, probablemente Brasil o México, aunque no he encontrado
noticia o anuncio que lo certifique. En cualquier caso provienen de
una zona donde la presencia cultural y social, y también la influencia política, del catolicismo y de la iglesia es muy poderosa
y ha servido tradicionalmente para
imponer una moral retrógrada
y castigadora con respecto a la sexualidad, y en especial, a la vida
y la presencia de la
mujer. En este sentido,
radica la esencia del grupo que persigue la liberación de todos los
dogmas, especialmente religiosos que nos limitan, y concretamente a las
mujeres y en América Latina, derribándolos para así liberar y
acabar con la represión.
Musicalmente
aDogmalos clasificó dentro del
Hard rock con
reminiscencias melódicas y duras al estilo del que practican bandas
como Hellacopters,
Architects o Spiritual Beggars.
Pero también se incluyen referencias heavies
a los temas de la primera época de Iron
Maiden, y de los últimos
trabajos de Arch Enemy en las melodías y transiciones con voz clara
de Alissa White-Guz. Para ello se valen de la pericia de las tres
intérpretes de
guitarra, bajo y batería. Lamia, Nixe y Abrahel aparecen sobradas de talento
y si bien las composiciones y solos a veces pecan de sencillez, no
carecen de ritmo, presencia y continuidad. Todo ello coronado con la
voz de Lilith (todos
estos seudónimos tienen reminiscencias a personajes religiosos que
presentaban la feminidad como algo “malo”, “peligroso” o
“pernicioso”), que navega
sobre las olas generadas por sus compañeras con una sugerente mezcla
entre sensualidad y dureza. Su timbre me recuerda
al de Simone Simons, pero también al trabajo de Sirenia con la voz
de Ailyn, no puedo
dejar de lado una presencia muy de música pop,
muy fabricada para gustar y ser fácilmente recordada y coreada.
Y no digo que esto sea malo,
pero es lo que hay.
Los
temas de las letras de las canciones, como decía anteriormente,
abogan por la liberación sexual, pero también moral y
mental, de las personas, y en especial de la mujer, que tiene que
volar libre y explorar su cuerpo, su sensualidad y su espíritu. Conjugan en general con una presentación muy estudiada, con una gran teatralidad, lo que no le resta ningún mérito sino más bien al contrario, por lo que he podido conversar con algún conocido que estuvo en Villena y por lo que he visto en unos videos de youtube.
En
el Heavy Metal ya tenemos costumbre, y cada vez parece que
más, de tener bandas cuyos integrantes se presentan con máscaras y
nombres alegóricos que ocultan su identidad. Lo que empezó con
Kiss, continuó con Gwar o King Diamond y siguió
con las bandas del Black Metal, Turisas, Wes Borland en
Limp Bizkit, Slipknot, Lordi, Ghost, El
Altar del Holocausto, Heilung, etc., etc., casi una lista
interminable. Por eso anudar esta estética tan concreta, pero
a la vez tan sexualizada, generada para llamar la atención y
convertir a las integrantes en carne de medios sociales virales,
junto a una música, que aún enraizando con el rock duro, es
“fácil”, digamos consumible, levantan las sospechas sobre el
origen del grupo.
Si
a esto le añadimos una presencia mediática potente y el
acompañamiento desde el primer momento de una de las grandes
compañías discográficas, que no ha escatimado esfuerzos en
realizar producciones y videos llenos de imágenes sexuales y
potentes composiciones visuales (y que estos aparecierán sin filtro en las plataformas), nos lleva inexorablemente a estar
ante un producto de marketing.
Ojo,
que esto tampoco es malo porque si. Es lo que hay. Y aunque le pueda
restar originalidad, o si se quiere hasta trascendencia, seria
injusto no mencionar la calidad de la propuesta sobretodo si funciona
bien a nivel estudio, y fundamentalmente en el directo. Porque Dogma
es un muy buen grupo musical del que ya vamos a estar pendientes. Si a esto le sumamos la virialidad de las plataformas y del streaming (quizás motivada su magnanimidad para con Dogma por los intereses de quien ha generado este producto) ante imágenes de sexo, pues el éxito ya está fraguado.
El
Heavy Metal es un género en el que la presencia masculina es
predominante, pese a la significativa aparición de mujeres al frente
de bandas, y también, cada vez más, tocando instrumentos y
aportando en todas las facetas. Es bienvenido y necesario. Y con el
caso de “Dogma” ganamos una banda más a este movimiento, que en
esencia, busca incorporar plenamente a la mujer en las actividades de
toda índole (económicas, sociales, culturales) de la vida común.
Así que en ese sentido, logro conseguido y meta en la que seguir
trabajando por parte del grupo, y todos los que tienen presencia
femenina (ya sea completa o parcial).
No
tengo palabras para loar la figura, el legado y la trascendencia
de Ozzy para millones de personas como yo. Para quienes el Heavy
Metal no es solo música. Es alma. Es vida y es
identidad.
Se
ha marchado como quería. Con su familia y tras darlo todo sobre el
escenario hace un par de semanas en un concierto épico,
homenaje a una trayectoria plena, con sus altibajos artísticos y
personales, propios de quien ha estado casi 60 años haciendo música
desde cero. Creando no sólo un estilo y una forma de hacer las
cosas, sino siendo parte imprescindible en la génesis de un género.
El
Heavy Metal no sería posible sin Ozzy,
como fundador de Black Sabbath y también de su prolífica
carrera en solitario, como Ozzy. Promoviendo músicos y
bandas, e incluso uno de los mayores festivales como el Ozzyfest.
Y ahora hay que continuar sin él, pero con la memoria de su
obra, el recuerdo de su imagen, la presencia de su leyenda.
No
me puedo despedir de él. De quien con su repentina ausencia, hace
que las palabras se anuden en la garganta aunque tengan que salir por
el teclado. De quien inunda mis ojos de lágrimas por haber estado
siempre ahí. No puedo decirle adiós, ni hasta siempre, porque sus
canciones forman parte de mi. Porque su voz, tan inconfundible,
tan propia y tan esencial es el timbre que me activa, que me da
fuerza. Y porque después de hoy, cuando lo escuche, y seguiré
haciéndolo, me sacará también una sonrisa. Porque muchas veces,
siempre de hecho, Ozzy ha cantando a la vida (si aunque los
maniqueísmos y tópicos interesados hoy inunden panegíricos en los medios de desinformación). Porque por encima de leyendas urbanas,
imagen siniestra alimentada por él mismo y por su mujer, y
apelativos como Príncipe de
las tinieblas, Ozzy estaba y está por encima de todo
esto, y en muchas de sus canciones y también de sus apariciones
públicas ha expresado su optimismo y su espíritu por la lucha y
hacer que todos y cada uno vivamos nuestra vida de forma plena.
Sólo
queda atesorar sus canciones, su recuerdo de la persona y del
personaje. Los grandes momentos que nos ha regalado, en vivo o en la
habitación, el coche o tras los auriculares a cada uno. A través de su música. Haciéndose imprescindible. Cantándonos.
Moviéndonos. Haciendo música y arte.
RIP
Ozzy Osborne. Larga vida al Heavy Metal y al recuerdo de tu obra.
Gracias Ozzy por todo!!!
Ozzy disfruta en la gran banda con Dio, con Randy, con Lemmy, con Bonham, con Cliff, con Paul, con Clive, ...
Wasted
Years es la segunda canción del álbum Somewhere in Time,
el sexto disco de Iron Maiden, publicado en 1986. escrita por
el guitarrista Adrian Smith, no solo destaca por su potente melodía
y su característico sonido de metal progresivo, sino también por las
profundas reflexiones que plantea acerca del paso del tiempo, el
arrepentimiento y la búsqueda de un propósito en la vida.
La
letra de Wasted Years se centra en el sentimiento de pérdida
asociado al tiempo malgastado. A través de ella, el narrador expresa
un anhelo por el pasado y una crítica hacia la manera en que a
menudo dejamos escapar momentos importantes, dedicándonos a
actividades que no nos llenan. Este tema resuena a muchas personas
que, al mirar atrás en sus vidas, pueden sentir que no han
aprovechado al máximo las oportunidades que se les presentaron. La
frase recurrente en la canción, "Don’t waste your time
always searching for those wasted years", encapsula este
mensaje central: el tiempo es precioso y no debe ser desperdiciado en
la inercia o en decisiones que no nos conducen a la realización
personal.
A
nivel musical, Wasted Years combina elementos característicos
de Iron Maiden, como la fusión de guitarras melódicas y
ritmos alternativos, creando un ambiente sonoro que complementa el
peso emocional de la letra. La sección instrumental del tema,
especialmente el solo de guitarra de Smith, transmite una sensación
de nostalgia y reflexión, sumergiendo al oyente en la atmósfera que
la canción busca evocar. Esta dualidad entre la letra y la música
es fundamental para entender el impacto que Wasted Years tiene
sobre quienes la escuchan, permitiendo una conexión inmediata con
sus sentimientos.
Además,
es interesante destacar el contexto en el que fue creada esta
canción. Durante la década de los ochenta, el mundo
experimentaba cambios significativos, tanto a nivel político como
social. La ansiedad y el desencanto eran comunes, especialmente
entre las generaciones más jóvenes que buscaban un sentido de propósito
en medio de las presiones externas. Wasted Years puede
interpretarse como una respuesta a esos sentimientos de
desorientación y pérdida, un llamado a la auto-reflexión y a la
acción proactiva en busca de una vida significativa. La canción
invita al oyente a detenerse y evaluar dónde está en su vida, y si
realmente está siguiendo su propio camino o simplemente dejándose
llevar por las circunstancias.
En
conclusión, Wasted Years de Iron Maiden trasciende su
categoría como mera canción de heavy metal, convirtiéndose
en un poderoso himno que evoca la lucha intrínseca del ser humano
con el tiempo y el significado de sus elecciones y de sus emociones. A través de su
letra introspectiva y una composición musical que resulta a la par conmovedora y electrizante, la banda
logra transmitir un mensaje atemporal que sigue resonando hoy en día. Así, invita a todos a no dejar pasar la vida
sin un propósito claro, recordándonos que cada año, cada día, y
cada momento cuentan. La reflexión propuesta por esta canción no
solo es relevante para los fanáticos del metal, sino para cualquier
persona que busca darle sentido a su existencia.
En
definitiva, con Iron Maiden nunca habrá años malgastados.
I'm
waiting in my cold cell when the bell begins to chime
Reflecting
on my past life and it doesn't have much time
'Cause
at five o'clock they take me to the gallows pole
The
sands of time for me are running low
Running
low, yeah
[Verse
1]
When
the priest comes to read me the last rites
Take
a look through the bars at the last sights
Of
a world that has gone very wrong for me
Can
it be that there's some sort of error?
Hard
to stop the surmounting terror
Is
it really the end, not some crazy dream?
[Verse
2]
Somebody
please tell me that I'm dreaming
It's
not easy to stop from screaming
But
words escape me when I try to speak
Tears
fall, but why am I crying?
After
all, I'm not afraid of dying
Don't
I believe that there never is an end?
[Instrumental
Break]
[Verse
3]
As
the guards march me out to the courtyard
Somebody
cries from a cell, "God be with you"
If
there's a God, why has He let me go?
As
I walk, my life drifts before me
And
though the end is near, I'm not sorry
Catch
my soul, it's willing to fly away
[Verse
4]
Mark
my words, believe my soul lives on
Don't
worry now that I have gone
I've
gone beyond to seek the truth
When
you know that your time is close at hand
Maybe
then you'll begin to understand
Life
down here is just a strange illusion
[Instrumental
Break]
[Outro]
Yeah,
yeah, yeah
Hallowed
be thy name
Yeah,
yeah, yeah
Hallowed
be thy name
Yeah
Hallowed
be the Name (Santificado sea el nombre) es la canción
que cierra The Number of the Beast, el tercer álbum de la
banda de Heavy metal por autonomasía: los británicos Iron
Maiden.
Escrita
por el bajista y letrista habitual de los Maiden, Steve
Harris, la letra describe los pensamientos de un hombre condenado a
muerte, momentos antes de acudir al cadalso y que la horca cumpla la
sentencia. El reo pasa por los estados mentales, las fases previas a
la ejecución, desde la negación hasta la expiación de los pecados,
y compone en conjunto una colosal obra en el que se desliza una
crítica religiosa y un profundo análisis filosófico sobre la vida,
tanto física como espiritual, la muerte, el más allá, la divinidad
y el propio significado de la existencia.
La
canción narra la historia de un prisionero que enfrenta su
ejecución inminente, reflexionando sobre su vida y la
inevitabilidad de la muerte. En este sentido, se puede apreciar una
profunda conexión con temas existenciales y filosóficos que han
resonado a lo largo de la Historia de la humanidad. El uso de la
figura del prisionero encarna el dilema humano sobre el sentido de la
vida y la confrontación con la muerte, haciendo eco de obras
literarias clásicas y de la tradición del teatro trágico
La
letra refleja una sentida introspección sobre la vida pasada, plena
de errores, que le han llevado a tener que afrontar su inevitable
destino. La mención directa del “Gallows Pole” (la
horca), y el sonido de las campanas (recurso de la batería) añaden
simbolismo a una construcción narrativa que busca imbuir en el
oyente los estados que pasa el protagonista. La repetición de frases
como "I'm waiting in my cold cell" (Estoy esperando
en mi fría celda) establece un tono sombrío y claustrofóbico, un
reflejo de la lucha interna del prisionero.
Uno
de los aspectos más notables de la letra es la dualidad en la
percepción de la muerte. El protagonista oscila entre el miedo y la
aceptación, lo que se manifiesta en la repetición de preguntas
retóricas que invitan al oyente a reflexionar sobre su propia
mortalidad. Frases como "When you're sent to die"
(Cuando te envían a morir) resuena con un sentimiento universal que
provoca empatía, independientemente de las creencias personales de
cada oyente.
Además,
el uso de referencias religiosas, como en el título mismo, evoca una
búsqueda de redención y significado en el sufrimiento. La mezcla de
elementos del cristianismo con una perspectiva crítica hacia la
condena pone de manifiesto la complejidad moral del juicio final,
sugiriendo que incluso en la desesperación hay un espacio para la
espiritualidad.
Por
lo tanto, la letra no sólo aborda la vida, su reflexión y la
mortalidad, sino que también cuestiona la existencia de un “Dios”
o poder superior, y su supuesta magnanimidad o justicia.
Desde
el punto de vista histórico, el contexto propio de la canción sería imperdonable
obviar el hecho de que se trató en su momento del primer álbum con
Bruce Dickinson como frontman de los Maiden, tras la salida
del, fallecido el año pasado, Paul DiAnno como cantante. La
presentación de Dickinson durante todo el Number of the Beast es colosal y marca diferencias con el trabajo de DiAnno, que si
bien era este también de una calidad magnífica, sus problemas legales y
con el alcohol provocaron su salida de la banda.
Volviendo
a Dickinson por Hallowed be the Name y el video pasado a las
televisiones de presentación de la canción en vivo, marcó la
calidad técnica de Bruce, además de mostrar su carisma y cercanía
con el público y su entrega con la música en directo, epítetos
todos ellos, imprescindibles al narrar el trabajo y legado de Bruce
Dickinson como cantante. El video, ya hoy en día como video oficial, es una grabación de la primera vez que Iron Maiden tocaba la canción en direto. Espectacular.
La
voz de Dickinson interpreta con una suficiencia, personalidad y
sentido dramático la letra como nadie había hecho nunca, dotándola
de una vida propia, una que se acaba al fin y al cabo, donde el juego
entre estrofas es sublime y cargado de intensidad. Momento culminante
por supuesto, el agudo sostenido al final de la primera estrofa, en
un alarde de técnica bucal y capacidad pulmonar, mientras el resto de músicos
engola la canción con su intervención.
Y
es que el resto de la banda aparece en estado de gracia y entregada a la causa, tanto en la
composición como ejecución en directo, se muestra pletórica. Steve
Harris amartillea el bajo y dota de ritmo la canción, lo que permite
al batería Clive Burr (posteriormente lo mismo con Nicko McBrain)
explorar los timbales y percutir secuencias complejas que cuadran con
precisión matemática en los tempos marcados por el bajo.
Si
la base rítmica funciona con tal perfección dejando una estructura
que solo necesita de decoración, qué mejor que disponer de la
pericia en las cuerdas de acero de Adrian Smith que genera una
introducción que da aires melancólicos a la primera
estrofa, y después, flirteando con el progresivo alterna pasajes más
melódicos con secciones más rápidas. Y qué decir de un Dave
Murray que nos regala uno de los mejores solos de guitarra de la
historia del heavy metal, logrando un equilibrio perfecto entre
emoción y virtuosismo.
La
progresión de acordes y cambios rítmicos acentúan la narrativa,
aumentando según crece la desesperación del protagonista, y
haciendo que quienes escuchamos la composición experimentamos mental
y hasta físicamente la angustia y la redención final del personaje.
En
conjunto, Hallowed by Name es una obra maestra y el mejor
ejemplo del legado de Iron Maiden. Una canción imprescindible
en el setlist y en cualquier listado de obras de la mejor
banda de música de la Historia. Sí. La mejor no sólo del heavy o
el rock duro. La mejor en cualquier estilo. Imperecederos.
Imborrables y Eternos.
En
la actualidad el Heavy Metal vive un importante momento de
encrucijada. Si bien en estos tiempos que corren, cualquier entendido
y apasionado en este género nos mostramos entusiasmados ante la
pléyade de propuestas y grupos que convierten en un frondoso bosque
el árbol de la música heavy, no deja de ser cierto que,
contrariamente a lo que ocurría en épocas anteriores, el hecho es que carecemos de una banda totem, un referente absoluto de este
apartado de la música contemporánea. Hoy se hace muy difícil
reconocer a esa banda estandarte con la que identificar tipo y
momento como sí sucedía con Iron Maiden en los 80 o Metallica en
los 90.
Quizás
una de las grandes virtudes de la era de Internet y la
globalización cultural sea que ha permitido que el Metal
también englobe a todas las propuestas, subgéneros y grupos del
planeta, dándoles espacio y difusión, y en definitiva,
enriqueciendo un micro-cosmos donde la calidad y la diversidad, en el
talento para la composición y la grabación sirven para un fin último
y supremo: la interpretación en directo delante de los fans
y aficionados al Heavy Metal.
Ya
en los años 2000, bajo el Ñu Metal, la compartición peer
to peer por Internet, la proliferación de festivales y el
decidido interés de los medios convencionales por seguir
distribuyendo y dando a conocer nuevas formas de hacer música asaltó
el trono que poseía Metallica, tras el paso atrás total de Nirvana
y todo el subgénero del hard rock que envolvía. El trash
seguía siendo el género predominante dentro del metal, cuando una ristra de bandas americanas que conformaban el Metalcore y
el rap-metal no se hicieron con su propio hueco, pero debido a
lo artificial de las distintas propuestas (salvo honrosas excepciones) y por el predominio de otros géneros musicales
comerciales no acabaron de asaltar la posición que la banda de
Heitfield y Ulrich tenían.
Slipknot,
Limp Bizkit, System of a Down, Marilyn Manson, Rage Against the
Machine o Linkin Park parecían las bandas encargadas de abanderar el
estilo que irrumpió con fuerza en los primeros dosmiles, pero
por unas cosas o por otras, acabaron dejando desierta la bandera y el
género del Heavy Metal ha parecido ajeno a la potencia de una
banda, una marca, que lo hiciese presente en los medios de
comunicación de masas.
Ya
he escrito en otras ocasiones de que esto ha sido bien buscado, y
conseguido, por los propios medios capitalistas, dejando al Heavy
Metal en el lado oscuro y a la sombra de otras propuestas mucho
más interesantes para el sistema. Adoctrinantes en el consumismo, el individualismo, dejando fuera propuestas trascendentes de
expresión a través de la cultura y la música de los problemas
sociales o del hombre como individuo u colectivo.
Esto
no es del todo malo. Los que estamos somos los que somos, los que
amamos y compartimos todo lo que engloba el Heavy Metal. Nos
involucramos en su defensa y promoción, a veces con demasiada saña,
pero para el heavy lo irrenunciable e innegociable es la
autenticidad sin menoscabo de la originalidad, y la destreza y la
presentación en vivo y en directo de nuestra música.
Si
algo ha destacado al Heavy Metal estos 25 años es la
proliferación de bandas y estilos dentro del género, haciendo
caer las fronteras físicas y virtuales, al tiempo que nos regala un
número tendiente a infinito de grupos que seguir en sus giras y
novedades como se puede ver en mi carpeta de música en el ordenador,
en mi cada vez más grande estantería de cedés y en los
abarrotadísimos cajones de camisetas.
Y
dentro de este ecosistema hay una banda que a mi, y a muchos, nos
tiene siempre en vilo. Una seña de calidad con la que contar y de la
que estar atento para sus nuevas propuestas, como sobretodo para
contar con la posibilidad de verlos, y re-vivirlos en directo.
Antes de 2024 para los heavys Gojira ya era un nombre más que conocido. La
banda liderada por los hermanos Duplantier (Joe guitarrra y
voz, y Mario batería), junto a Christian Andreu como guitarra
solista y Jean-Michel Labadie al bajo, tiene una carrera de ya casi
30 años, cuando desde su Bayona natal comenzaron a hacerse un
nombre con una propuesta de death metal muy original e
imaginativo, pleno de virtuosismo hasta inundar también lo
progresivo.
Sus
influencias van desde el Ride the lighting de Metallica, Rage
Against the Machine, el Anema de Tool y por supuesto, no
cabe ninguna duda, Sepultura. Y es que los ritmos y la distorsión
de Gojira beben sin emborracharse del legado de la banda
brasileña de los hermanos Cavalera, por lo que una buena cimentación
trasher está presente en su música.
En
cuanto al estilo de Gojira la complejidad de sus
composiciones, tanto en acordes como en la base rítmica, son su
principal característica. La pericia de Mario Duplantier no solo le
hace fácilmente reconocible, sino que aporta un sonido variado, de
difícil ejecución y de una plasticidad apabullante. La voz de su
hermano Joe cabalga entre el gutural death y tonalidades
rasgadas propias del punk. Las letras y temas de sus
canciones y discos van desde el amor por la naturaleza y
la denuncia en favor de su conservación, heredado de su
infancia y juventud entre los bosques y el mar del País Vasco
francés, a propuestas más espirituales donde se ven los influjos de
la educación alternativa de los Duplantier.
En
conjunto presentan un sonido característico, muy trabajado e
imaginativo, que no cae en el lado del metal pedante del más cansino
progresivo, sino que se muestra vivo y ataca los sentidos porque todo
esto lo hace sin salirse de los códigos del trash y el death
metal. Por eso, el principal valor de Gojira, la potencia con la que la banda de Bayona muestra en sus directosdestaca
tanto.
Ver
en concierto a Gojira es una cita obligada para cualquier
aficionado al género, y además, el mejor portal de entrada que los
neófitos pueden tener. Se trata de una experiencia total
donde el sonido envuelve toda la vivencia y te golpea. Y te agita. Y
hace que pienses qué me está pasando por encima. El placer que se
siente cuando se ve a Gojira en vivo y en directo es una de las
mejores experiencias que el dinero puede pagar, y yo que ya los he
catado en 3 ocasiones, ya estoy salivando por la cuarta que llegará
a final de año. No puedo deciros más que animaros a buscarlos y a
sumergirse en su arte y su talento.
En
cuanto a sus discos, el recorrido de Gojira me sirve para
inmiscuirme en uno de los principales problemas del Heavy Metal
hoy en día. Se trata de la batalla abierta en los foros y en las
conversaciones, tanto en Internet, como en un bar, o en concierto o
en un festival, entre los recién llegados y los heavies de
toda la vida, los que me gusta llamar Metalpacos.
La
polémica eterna dentro del Heavy Metal es la autencidad en
origen, el apropiarse del descubrimiento de la excelencia, desechando
y menospreciando lo nuevo. Si esto ha pasado con Iron Maiden,
Helloween, Judas Priest, o hasta con Metallica, qué no pasará con
bandas nuevas que aparecen y llegan cuando ya somos más talluditos y
se supone entedemos más de música. Es difícil no posicionarse.
Todos tenemos nuestros gustos y favoritos. Y a todos se nos hacen
bola ciertas propuestas por ser demasiado tenues, algunas novedosas o
con más bagaje, por limitar demasiado con otros estilos de música
(especialmente a mi me cuesta esa difusa línea entre el rap y el
metal), carecer de la mínima pericia técnica demandada o ser
abiertamente comerciales.
Gojira
debutaba en 1996 con Terra Incognita que culminaba unos
inicios con varios lps y conciertos que ya habían llamado la
atención en el país vecino. Su álbum de debut partía de un
decidido death metal pero acababa ofreciendo un metal
progresivo altamente innovador por esa tendencia extrema que fue
recibido por los entendidos con entusiasmo. Se ofrecían nuevas
melodías al tiempo que tanto en las letras, como en los colosales
temas instrumentales, Gojira invitaba a reflexionar sobre las
dimensiones personales y privadas de la mente humana.
Este
exitoso inicio se vio refrendado con las siguientes propuestas. The
Link en 2003, From Mars to Sirius en 2007 y The Way of
All Flesh para 2008. Si bien las tres obras se materializan en
escaso tiempo por la presión de la discográfica, la calidad y la
originalidad en la propuesta no baja, y son aclamados por crítica y
público, por lo que comienzan a girar por toda Europa y Estados
Unidos, acompañando a bandas consolidadas como Amon Amarth, Trivium
o Machine Head.
La
expectación ante un nuevo trabajo en 2011 es máxima y con Sea
Shepherd alcanzan el máximo reconocimiento en el mundillo del
metal lo que les sirve para entrar de lleno en los festivales.
Pero
será con L’Enfant Sauvage en 2012 cuando asalten por
talento la cima del Metal. El tema homónimo de presentación
es un compendio de lo mejor de Gojira, con las guitarras creando una
atmósfera propia a base de riffs plenos de perfección e
imaginación, a la que se incorpora una rítmica en estado de gracia,
con Duplantier desatado a las baquetas.
Las
siguientes propuestas Magma (2016) y Fortitude (2021)
no han tenido la misma aceptación por parte de la crítica, y de
unos cuantos metal-pacos, que ya los acusan de repetitivos,
“poco” originales o entregados a lo fácil. Aquí resuenan
nombres como Airbourne, Dream Theater o hasta con cada nuevo disco de
Iron Maiden (menudo sacrilegio). Es curioso porque cuando otras
bandas innovan exploran otros entornos y temas, o directamente se
abren para conquistar un gran público, que no al metalero en
exclusividad, se les acusa de “vendidos”, que han perdido la
esencia, o el Norte directamente. Entre estos hay numerosos ejemplos
pero los más rotundos son Metallica (crucificados con cada nuevo
lanzamiento y en especial la “escasa” pericia de Ulrich), las
bandas de gothic metal, especialmente si tienen cantante
femenina (Epica, Nightwish, Within Temptation) proclives a que las
discográficas mainstream las ofrezcan a públicos más
amplios. O Muse, que sin ser una banda de Heavy metal, también es
dilapidada por haber experimentado con la música electrónica o la
sinfónica.
Y
sin embargo a mi Fortitude me parece unos de los discos más
sólidos y estimulantes de los salidos en la década de los 20 del
siglo XXI. Si el primer golpe Born for One Thing es un
compendio de lo que Gojira puede ofrecer, el segundo Amazonia,
es un alegato ecologista y antropológico que remueve conciencias al
tiempo que rinde un homenaje más que sentido a Sepultura.
A
continuación todo el disco deja momentos sublimes con Another
world y su estribillo pegadizo al que ayuda un riff de
entrada potente que culmina en una sucesión de solos pletóricos de
guitarras y batería. Hold on es una muestra más de la
capacidad imaginativa de la banda combinando ritmos, algunos de ellos
impropios del heavy, y de como conforman atmósferas
auténticas y personales a las que nos trasladan para soliviantarnos
o relajarnos a gusto del consumidor.
New
Found devuelve más vigor al
desarrollo del disco con más velocidad en la composición para
mostrar todo el virtuosismo de la banda al más puro estilo
progresivo, para al final dejar una atmósfera propia donde se
desliza una base melódica confortable y muy identificable con
Gojira.
Forititude
es el siguiente corte que sirve de entrada a la sorprendente y
adictiva The Chant que
denuncia la situación social e histórica en el Tíbet
transportándonos directamente al Himalaya y a la tensión entre
países, religiones y comunidades. Un aldabonazo que musicalmente se
muestra original y atrevida, y que a continuación es borrada de un
plumazo con Sphinx el
siguiente corte mucho más vertiginoso y que ahora nos lleva al
Gojira más intenso y
death. Qué
ganas de vivirla en concierto.
Into
The Storm es otro pelotazo
inconmensurable donde brilla el virtuosismo en la batería
de Mario al que se suben sus compañeros para acabar el tema en todo
lo alto con dos solos de guitarra pletóricos.
El
cierre de álbum corresponde a The Trail
que es un viaje a ritmos más calmados y a coger algo de aire en los
pulmones para Grind
que al igual que al inicio descerraja varios riffs
intensos y una batería certera y acelerada idóneo para los
headbangers más
exigentes.
En
esencia un disco tremendo, que me encanta, y que permite identificar
a Gojira
plenamente porque circula por todos sus registros y todas sus etapas.
Fortitude es un disco
complejo y denso, pero a la vez es útil y funciona a la perfección
para mostrar
a la banda y para que se sumerjan en su trabajo, que como decía un
poco más arriba, tiene que terminar con verlos en concierto.