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miércoles, 21 de mayo de 2025

Gojira o el arte de hacer progresivo el death metal

 

En la actualidad el Heavy Metal vive un importante momento de encrucijada. Si bien en estos tiempos que corren, cualquier entendido y apasionado en este género nos mostramos entusiasmados ante la pléyade de propuestas y grupos que convierten en un frondoso bosque el árbol de la música heavy, no deja de ser cierto que, contrariamente a lo que ocurría en épocas anteriores, el hecho es que carecemos de una banda totem, un referente absoluto de este apartado de la música contemporánea. Hoy se hace muy difícil reconocer a esa banda estandarte con la que identificar tipo y momento como sí sucedía con Iron Maiden en los 80 o Metallica en los 90.

Quizás una de las grandes virtudes de la era de Internet y la globalización cultural sea que ha permitido que el Metal también englobe a todas las propuestas, subgéneros y grupos del planeta, dándoles espacio y difusión, y en definitiva, enriqueciendo un micro-cosmos donde la calidad y la diversidad, en el talento para la composición y la grabación sirven para un fin último y supremo: la interpretación en directo delante de los fans y aficionados al Heavy Metal.

Ya en los años 2000, bajo el Ñu Metal, la compartición peer to peer por Internet, la proliferación de festivales y el decidido interés de los medios convencionales por seguir distribuyendo y dando a conocer nuevas formas de hacer música asaltó el trono que poseía Metallica, tras el paso atrás total de Nirvana y todo el subgénero del hard rock que envolvía. El trash seguía siendo el género predominante dentro del metal, cuando una ristra de bandas americanas que conformaban el Metalcore y el rap-metal no se hicieron con su propio hueco, pero debido a lo artificial de las distintas propuestas (salvo honrosas excepciones) y por el predominio de otros géneros musicales comerciales no acabaron de asaltar la posición que la banda de Heitfield y Ulrich tenían.

Slipknot, Limp Bizkit, System of a Down, Marilyn Manson, Rage Against the Machine o Linkin Park parecían las bandas encargadas de abanderar el estilo que irrumpió con fuerza en los primeros dosmiles, pero por unas cosas o por otras, acabaron dejando desierta la bandera y el género del Heavy Metal ha parecido ajeno a la potencia de una banda, una marca, que lo hiciese presente en los medios de comunicación de masas.

Ya he escrito en otras ocasiones de que esto ha sido bien buscado, y conseguido, por los propios medios capitalistas, dejando al Heavy Metal en el lado oscuro y a la sombra de otras propuestas mucho más interesantes para el sistema. Adoctrinantes en el consumismo, el individualismo, dejando fuera propuestas trascendentes de expresión a través de la cultura y la música de los problemas sociales o del hombre como individuo u colectivo.

Esto no es del todo malo. Los que estamos somos los que somos, los que amamos y compartimos todo lo que engloba el Heavy Metal. Nos involucramos en su defensa y promoción, a veces con demasiada saña, pero para el heavy lo irrenunciable e innegociable es la autenticidad sin menoscabo de la originalidad, y la destreza y la presentación en vivo y en directo de nuestra música.

Si algo ha destacado al Heavy Metal estos 25 años es la proliferación de bandas y estilos dentro del género, haciendo caer las fronteras físicas y virtuales, al tiempo que nos regala un número tendiente a infinito de grupos que seguir en sus giras y novedades como se puede ver en mi carpeta de música en el ordenador, en mi cada vez más grande estantería de cedés y en los abarrotadísimos cajones de camisetas.

Y dentro de este ecosistema hay una banda que a mi, y a muchos, nos tiene siempre en vilo. Una seña de calidad con la que contar y de la que estar atento para sus nuevas propuestas, como sobretodo para contar con la posibilidad de verlos, y re-vivirlos en directo.

Hablo de la banda francesa Gojira, célebres a nivel global por participar en la inauguración de los JJOO de París 2024.

Antes de 2024 para los heavys Gojira ya era un nombre más que conocido. La banda liderada por los hermanos Duplantier (Joe guitarrra y voz, y Mario batería), junto a Christian Andreu como guitarra solista y Jean-Michel Labadie al bajo, tiene una carrera de ya casi 30 años, cuando desde su Bayona natal comenzaron a hacerse un nombre con una propuesta de death metal muy original e imaginativo, pleno de virtuosismo hasta inundar también lo progresivo.

Sus influencias van desde el Ride the lighting de Metallica, Rage Against the Machine, el Anema de Tool y por supuesto, no cabe ninguna duda, Sepultura. Y es que los ritmos y la distorsión de Gojira beben sin emborracharse del legado de la banda brasileña de los hermanos Cavalera, por lo que una buena cimentación trasher está presente en su música.

En cuanto al estilo de Gojira la complejidad de sus composiciones, tanto en acordes como en la base rítmica, son su principal característica. La pericia de Mario Duplantier no solo le hace fácilmente reconocible, sino que aporta un sonido variado, de difícil ejecución y de una plasticidad apabullante. La voz de su hermano Joe cabalga entre el gutural death y tonalidades rasgadas propias del punk. Las letras y temas de sus canciones y discos van desde el amor por la naturaleza y la denuncia en favor de su conservación, heredado de su infancia y juventud entre los bosques y el mar del País Vasco francés, a propuestas más espirituales donde se ven los influjos de la educación alternativa de los Duplantier.

En conjunto presentan un sonido característico, muy trabajado e imaginativo, que no cae en el lado del metal pedante del más cansino progresivo, sino que se muestra vivo y ataca los sentidos porque todo esto lo hace sin salirse de los códigos del trash y el death metal. Por eso, el principal valor de Gojira, la potencia con la que la banda de Bayona muestra en sus directos destaca tanto.


 

 

Ver en concierto a Gojira es una cita obligada para cualquier aficionado al género, y además, el mejor portal de entrada que los neófitos pueden tener. Se trata de una experiencia total donde el sonido envuelve toda la vivencia y te golpea. Y te agita. Y hace que pienses qué me está pasando por encima. El placer que se siente cuando se ve a Gojira en vivo y en directo es una de las mejores experiencias que el dinero puede pagar, y yo que ya los he catado en 3 ocasiones, ya estoy salivando por la cuarta que llegará a final de año. No puedo deciros más que animaros a buscarlos y a sumergirse en su arte y su talento.

En cuanto a sus discos, el recorrido de Gojira me sirve para inmiscuirme en uno de los principales problemas del Heavy Metal hoy en día. Se trata de la batalla abierta en los foros y en las conversaciones, tanto en Internet, como en un bar, o en concierto o en un festival, entre los recién llegados y los heavies de toda la vida, los que me gusta llamar Metalpacos.

La polémica eterna dentro del Heavy Metal es la autencidad en origen, el apropiarse del descubrimiento de la excelencia, desechando y menospreciando lo nuevo. Si esto ha pasado con Iron Maiden, Helloween, Judas Priest, o hasta con Metallica, qué no pasará con bandas nuevas que aparecen y llegan cuando ya somos más talluditos y se supone entedemos más de música. Es difícil no posicionarse. Todos tenemos nuestros gustos y favoritos. Y a todos se nos hacen bola ciertas propuestas por ser demasiado tenues, algunas novedosas o con más bagaje, por limitar demasiado con otros estilos de música (especialmente a mi me cuesta esa difusa línea entre el rap y el metal), carecer de la mínima pericia técnica demandada o ser abiertamente comerciales.

 

Gojira debutaba en 1996 con Terra Incognita que culminaba unos inicios con varios lps y conciertos que ya habían llamado la atención en el país vecino. Su álbum de debut partía de un decidido death metal pero acababa ofreciendo un metal progresivo altamente innovador por esa tendencia extrema que fue recibido por los entendidos con entusiasmo. Se ofrecían nuevas melodías al tiempo que tanto en las letras, como en los colosales temas instrumentales, Gojira invitaba a reflexionar sobre las dimensiones personales y privadas de la mente humana.

Este exitoso inicio se vio refrendado con las siguientes propuestas. The Link en 2003, From Mars to Sirius en 2007 y The Way of All Flesh para 2008. Si bien las tres obras se materializan en escaso tiempo por la presión de la discográfica, la calidad y la originalidad en la propuesta no baja, y son aclamados por crítica y público, por lo que comienzan a girar por toda Europa y Estados Unidos, acompañando a bandas consolidadas como Amon Amarth, Trivium o Machine Head.



La expectación ante un nuevo trabajo en 2011 es máxima y con Sea Shepherd alcanzan el máximo reconocimiento en el mundillo del metal lo que les sirve para entrar de lleno en los festivales.

Pero será con L’Enfant Sauvage en 2012 cuando asalten por talento la cima del Metal. El tema homónimo de presentación es un compendio de lo mejor de Gojira, con las guitarras creando una atmósfera propia a base de riffs plenos de perfección e imaginación, a la que se incorpora una rítmica en estado de gracia, con Duplantier desatado a las baquetas.

 


 

Las siguientes propuestas Magma (2016) y Fortitude (2021) no han tenido la misma aceptación por parte de la crítica, y de unos cuantos metal-pacos, que ya los acusan de repetitivos, “poco” originales o entregados a lo fácil. Aquí resuenan nombres como Airbourne, Dream Theater o hasta con cada nuevo disco de Iron Maiden (menudo sacrilegio). Es curioso porque cuando otras bandas innovan exploran otros entornos y temas, o directamente se abren para conquistar un gran público, que no al metalero en exclusividad, se les acusa de “vendidos”, que han perdido la esencia, o el Norte directamente. Entre estos hay numerosos ejemplos pero los más rotundos son Metallica (crucificados con cada nuevo lanzamiento y en especial la “escasa” pericia de Ulrich), las bandas de gothic metal, especialmente si tienen cantante femenina (Epica, Nightwish, Within Temptation) proclives a que las discográficas mainstream las ofrezcan a públicos más amplios. O Muse, que sin ser una banda de Heavy metal, también es dilapidada por haber experimentado con la música electrónica o la sinfónica.

 

Y sin embargo a mi Fortitude me parece unos de los discos más sólidos y estimulantes de los salidos en la década de los 20 del siglo XXI. Si el primer golpe Born for One Thing es un compendio de lo que Gojira puede ofrecer, el segundo Amazonia, es un alegato ecologista y antropológico que remueve conciencias al tiempo que rinde un homenaje más que sentido a Sepultura.


 

A continuación todo el disco deja momentos sublimes con Another world y su estribillo pegadizo al que ayuda un riff de entrada potente que culmina en una sucesión de solos pletóricos de guitarras y batería. Hold on es una muestra más de la capacidad imaginativa de la banda combinando ritmos, algunos de ellos impropios del heavy, y de como conforman atmósferas auténticas y personales a las que nos trasladan para soliviantarnos o relajarnos a gusto del consumidor.

New Found devuelve más vigor al desarrollo del disco con más velocidad en la composición para mostrar todo el virtuosismo de la banda al más puro estilo progresivo, para al final dejar una atmósfera propia donde se desliza una base melódica confortable y muy identificable con Gojira.

 

Forititude es el siguiente corte que sirve de entrada a la sorprendente y adictiva The Chant que denuncia la situación social e histórica en el Tíbet transportándonos directamente al Himalaya y a la tensión entre países, religiones y comunidades. Un aldabonazo que musicalmente se muestra original y atrevida, y que a continuación es borrada de un plumazo con Sphinx el siguiente corte mucho más vertiginoso y que ahora nos lleva al Gojira más intenso y death. Qué ganas de vivirla en concierto.

Into The Storm es otro pelotazo inconmensurable donde brilla el virtuosismo en la batería de Mario al que se suben sus compañeros para acabar el tema en todo lo alto con dos solos de guitarra pletóricos. 

 

El cierre de álbum corresponde a The Trail que es un viaje a ritmos más calmados y a coger algo de aire en los pulmones para Grind que al igual que al inicio descerraja varios riffs intensos y una batería certera y acelerada idóneo para los headbangers más exigentes.

En esencia un disco tremendo, que me encanta, y que permite identificar a Gojira plenamente porque circula por todos sus registros y todas sus etapas. Fortitude es un disco complejo y denso, pero a la vez es útil y funciona a la perfección para mostrar a la banda y para que se sumerjan en su trabajo, que como decía un poco más arriba, tiene que terminar con verlos en concierto.



lunes, 12 de agosto de 2024

Juegos Olímpicos París 2024: La ciudad de la luz y los claroscuros del Olimpismo

 

Ayer con el apagado de la llama olímpica se ponían fin a los Juegos Olímpicos París 2024. Los Juegos de la XXXIII Olimpiada se desvanecieron como el fuego alojado en la pequeña lámpara, consumida bajo el aliento del nadador francés León Marchand y de otros deportistas olímpicos. Pero van a conseguir guardar en el recuerdo una buena retahíla de grandes momentos de diversa índole, que durante los últimos 16 días han dejado los atletas y naciones participantes. Hombres y mujeres que han competido en pos del éxito deportivo, pero que sobretodo han convivido en la capital francesa mostrando un ejemplo de todo lo bueno que el ser humano es capaz de construir, en palabras del Presidente del COI en su discurso para clausurar los juegos.

Sin embargo, omitió Thomas Bach la incapacidad del movimiento institucional olímpico para imponer treguas en los conflictos armados y guerras que se están sucediendo por todo el mundo. Su fracaso es el de todos, el de una sociedad y una comunidad internacional en absolutos conmovidos por las matanzas indiscriminadas del sionismo israelí en la franja de Gaza, comandados por el criminal de guerra Nethanyahu que mientras sus atletas competían en París, se ha dedicado a bombardear escuelas asesinando a niños y niñas, mientras ejecutaba una operación quirúrgica para asesinar al líder de Hamás, exiliado en Irán, involucrando de esta manera al estado fundamentalista de los ayátolas.

Si la ausencia de medidas de presión como podían ser los boicots a sus deportistas no ha servido para nada en el caso de Israel, la guerra entre Rusia y Ucrania ha continuado pese a que los atletas rusos (y bielorrusos) se han quedado en casa (salvo una mínima participación). El resto de conflictos en África o en la península Arábiga han seguido como si nada. No era tolerable una tregua olímpica que pudiera romper los mecanismos de hegemonía estadounidense en el mundo, y sobretodo, la influencia que sus corporaciones y conglomerados empresariales (militar, minero, financiero, petrolífero) empeñados fundamentalmente, en ganar dinero. Todo el dinero posible, sin importar las muertes y el dolor y el sufrimiento causados.

 

Pero quedándonos en la celebración de los Juegos Olímpicos no puede uno más que celebrar la excelente imagen que París y Francia han mostrado al mundo. Cimentados en la tremenda belleza de la capital gala, sumada a una gestión por el ciudadano de a pie, y no del coche o del turista, París se ha presentado como el escenario perfecto e idóneo para albergar los Juegos. Y no es que este evento no esté trufado de corrupciones, caciquismos, nepotismos, y en definitiva, el más bajo capitalismo de burbuja.

Algunos hay, seguro, que al calor del olimpismo se han forrado en París. Empezando por el Comité organizador y el propio COI que pueden colocar los inmensos dineros cobrados por los patrocinios y los paquetes de retransmisiones, sin apenas soltar un euro por el trabajo imprescindible que es llevado bajo la figura de los voluntarios. Tiene mucho mérito sí, pero a uno, marxista y materialista histórico al fin y al cabo, le chirrían que un evento de esta magnitud genere tal volumen de horas y dedicación de trabajo para satisfacer las necesidades de deportistas, periodistas y visitantes, y sin embargo, estos trabajadores no reciban ni un euro. Me parece una absoluta vergüenza que ya es coronada con la prestación de servicios de personas de mayores de 60 años, movidas si, por un espíritu olímpico, pero muy equivocadas, en pleno proceso de negociación y presión colectiva ante la voluntad del gobierno francés de subir la edad de jubilación a los 65 años. Si a los 65 años, que aquí nos acaba de colar el gobierno más progrsista de la historia una jubilación disimulada a los 70.

Pero, a priori, parece que el compromiso por una mejor sostenibilidad económica y medioambiental han acabado por cumplirse en unos juegos, cuya organización, tendrá ahora que hacer frente a las críticas surgidas, a la responsabilidad por los problemas causados, y lo más importante: Ahora que se han ido los periodistas y los deportistas, cumplir con las promesas de regeneración y legado de los juegos en los barrios marginales de la capital parísina, para cumplir así, con ese afán de mayor inclusión a varios niveles, económica, racial, entre sexos y entre religiones.

Con los Juegos ya desarrollándose la polémica y la incoherencia del COI y la comunidad internacional continuaba con la participación de los atletas israelíes, pero no impidió que aparecieran otras. La más importante la que tiene que ver con el deporte femenino y la salud de las mujeres.

La ultraderecha italiana lanzaba el bulo contra la boxeadora argelina Imane Khelif a la que acusaban, sin pruebas y falsamente, de ser una mujer transexual. Muchos nos comíamos el bulo en primera instancia, empezando por las organizaciones de mujeres que legítimamente y con razón, quieren defender la practica deportiva de las mujeres que se ven relegadas y usurpadas por hombres que artificialmente cambian de sexo para ganar a mujeres en competiciones regladas. Pero este no era el caso.

Khelif ha pasado todos los controles tanto de su federación, como de la internacional y el COI y lleva desde 2013 pudiendo competir sin ningún tipo de cuestionamiento. Es verdad que presenta una cuestión genética de asimilación de hormonas, pero este tipo de casos sólo saltan a la palestra cuando se trata de atletas de razas distintas a la blanca, y fundamentalmente cuando se trata de países pobres. Caster Semenya es un buen ejemplo de ello, a la que no se le permitió llevar una carrera deportiva normal. Sin embargo, las prestaciones de las estadounidenses Athing Mu o Brittany Griner, por poner unos ejemplos rápidos que se me vienen a la cabeza, no se discuten. En todos estos casos se trata de mujeres que presentan volumenes de masa muscular y de androgenía parecidos a los de un hombre, pero siguen siendo biológica y genéticamente mujeres y tienen todo el derecho del mundo a competir.

Otro tema, y en este si que hay que ir claro y de frente, es el de impedir que hombres transexuales compitan con mujeres biológicas. Lo siento. En esto no soy ecúanime. Es una cosa muy seria un cambio de sexo, con todas las implicaciones y sufrimientos personales, para que haya hombres que cambien de sexo e inmediatamente vayan a practicar el deporte que practicaban (mediocre ante otros competidores) antes del cambio. En esto las federaciones, los gobiernos y las instituciones internacionales tienen que posicionarse ya y dejarlo bien claro. No puede dificultarse aún más la práctica deportiva de las mujeres, que es un espacio suyo, de empoderamiento y participación, contribuyendo a un borrado sistemático de las mujeres, a través de la inclusión artificial de mujeres transgénero. Porque estas presentan las capacidades de los hombres, con lo cual la competencia, ni sería justa, ni partiría de unos mínimos, y porque el deporte femenino es un altavoz de las justas reclamaciones por la igualdad de todas las mujeres.

Por último, una cuestión que quiero comentar también ahora tiene que ver con la propia vestimenta de las mujeres a la hora de competir en sus respectivos deportes. Desde Occidente, hombres se quejan de los rigores que el Corán ponen a las mujeres musulmanas para poder practicar deporte. Como tienen que cubrirse el pelo y también su piel. Sin embargo, ven totalmente normal que otras deportistas aparezcan con tops y braguitas, cada vez más escuálidas para poder competir. Vestimentas que se amparan en reglamentos internacionales de inspiración machista y patriarcal, de maromos esmegmáticos que parece que sólo quieren el deporte femenino para ponerse cachondos. No es ni medio normal que atletas que entrenan con un pantalón corto durante todo el año tengan que competir en bragas, como nos muestran sus muslos al aire a distintos tonos de bronceado. Tan cosificadas y producto machista es una imposición como la otra. El uso del hiyab, amparado por un código moral y religoso, o de la braguita, sustentados en reglamentos deportivos y capitalistas, es tan inapropiado. Incluso más en las deportistas occidentales que parece que para que sean tomadas en consideración tienen que enseñar mucho más que su destreza deportiva. Lamentable y a reflexionar.

 

Volviendo al Olimpismo, en cuatro años nos veremos, si el mundo no se desquicia definitivamente, en Los Ángeles, en los Juegos de la XXXIV Olimpiada. Será la tercera vez que la ciudad californiana acoja la llama olímpica, y ante si tienen un reto mayúsculo para tan solo acercarse a la imagen ofrecida por París estas dos semanas. En un contexto de decadencia de la nación estadounidense cuyo uno de los efectos más visibles es la degradación en las grandes urbes, como Los Ángeles, cabría esperar que las inversiones se destinarán únicamente a dar auxilio a la emergencia social y económica de las gentes de sus barrios, por lo general, ya condicionados por el color de su piel. No en dotarse de infraestructuras megalómanas para cobijar un espectáculo deportivo. Si como cabe esperar, las inversiones de índole privada van para maximizar los beneficios que estos grandes patrocinadores saquen, los siguientes Juegos serán un fracaso, cuya imagen será la de esconder a los yonkis y pobres durante los días de competición.

No dudo de que en París se haya hecho un acopio para resguardar a los sin techo, y garantizar la seguridad de los visitantes, pero no me negarán que la situación de partida entre ambas ciudades es bien distinta.

Pero aprovechando el majestuoso espectáculo que es el urbanismo de París, los organizadores nos han regalado unas imágenes icónicas de la urbe que ya desde el primer día, con la inauguración, han embriagado nuestros sentidos. En una decisión acertadísima, y pese a la lluvia, los organizadores abrieron los Juegos Olímpicos a través del rio Sena, por donde fueron presentadas las distintas delegaciones nacionales con sus abanderados y abanderadas. La coreografía urbana del recorrido de la llama olímpica, se alternó con representaciones de la Historia de Francia y de París, así como algunas de sus tradiciones e identidades más propias, alternando las actuaciones musicales (de mucho mejor gusto y calidad en esta ceremonia de inauguración con respecto a la de clausura) de Lady Gaga o Celine Dion. Hasta el momento sublime con la interpretación de Gojira sobre los balcones del palacio de la Conciergerie de París, prisión durante la época del Terror en la Revolución Francesa. Con un tema compuesto para la ocasión, evolucionando de la canción popular durante la Revolución “Ah, ça ira”, que nos habla del afán por la libertad, la igualdad y el progreso de las gentes de París. En un dueto con la mezzosoprano suiza Marina Viotti, Gojira descerrajaba su composición (en playback de la batería de Mario Duplantier dada y disculpadas las circunstancias) para así cobrarse una deuda histórica, de estos acontecimientos para la música heavy. Si en 2012, en Londres, ante la propuesta musical británica las omisiones al género fueron insultantes (ni Black Sabbath, ni Iron Maiden aparecieron) en 2024 Gojira pasó factura y colocó al heavy metal, y a su death melódico como el ejemplo de la música más pasional, artesana y auténtica de la actualidad.

 

Centrándonos en lo deportivo los Juegos Olímpicos de París han supuesto la confirmación de un momento estelar en la Historia del deporte con marcas y pruebas que demuestran el avance en las técnicas de entrenamiento y preparación (alimentación, descanso, salud mental y avances tecnológicos). Se han batido multitud de récords, algunos de ellos de otras épocas, y otros confirmando a la pléyade de deportistas actuales.

China y Estados Unidos trasladaban al medallero su geoestragégico y cultural enfrentamiento en pos de la hegemonía mundial. Más medallas para los americanos que igualaron a última hora en número de oros gracias por un lado, a su colección de metales en atletismo, en una demostración de poder, y también de lo complicado que puede ser competir contra el modelo universitario americano (donde hay que recordar o descubrir a algunos que están permitidas las sustancias dopantes). Y fundamentalmente al baloncesto, tanto masculino como femenino, donde compiten con reglamentos más laxos que potencian sus cualidades físicas, su talento también y por supuesto su soberbia y mezquindad.

China por su parte copó todos los podios de los saltos y sumó multitud de medallas en deportes minoritarios pero sin ser suficientes para desbancar por primera vez a Estados Unidos. Ambas potencias se vieron beneficiadas de la exclusión de Rusia.

En la piscina, Estados Unidos volvió a sucumbir al poderío australiano, y aún sumando muchos metales, Canadá y sobretodo Francia con el fenómeno Leon Marchand (cuatro oros del chico maravilla francés) eclipsó la tradicional presencia yankee.

En gimnasia artística, Estados Unidos recuperó a la mejor Simon Biles y con ella el cetro por equipos, mientras que en masculino Japón y China compitieron hasta la última prueba por el oro quedándoselo los nipones gracias a la sobresaliente actuación de su joven valor Shinosuke Oka, también campeón individual.

En deportes de equipo Francia abría el melón con un emocionante Oro ante Fidji en Rugby7, con un Antonie Dupont espectacular. Si bien en balonmano masculino, les experts, fracasaban al caer en cuartos ante Alemania (uno de los mejores partidos de la Historia), allanando el camino para que Dinamarca arrasará hasta recuperar su cetro, si que en otras disciplinas los anfitriones han respondido: Oro en voleibol masculino, plata en balonmano femenino, ante las incombustibles noruegas, plata en fútbol, y finalistas en los dos torneos de baloncesto. En suma, Francia ocupaba el tercer puesto en el medallero y en la práctica totalidad de disciplinas, deportistas franceses han aparecido por los podios con el frenesí de un público entregado y docto.

En ciclismo en ruta, Remco Evenepoel aprovechó su momento de forma tras el Tour de Francia y ganó el Oro en Ruta y en contrarreloj, rompiendo un muro que no se había roto desde hacía 50 años. En la Mountain bike Pidcock revalidaba su Oro de hace 3 años, mientras la heroína francesa Prevot hacía lo propio. El velódromo ha sido un espectáculo con sorpresas como el Oro portugués en Madison masculina y pronósticos cumplidos como el del francés Benjamin Thomas en Omnium.

Duplantis añadió un centímetro más a la épica del salto con pértiga, mientras en la carrera de los juegos, Sidney McLaughin batía el récord del mundo de los 400 vallas para doblegar a Femke Bol, quien, unos días antes remontaba a Estados Unidos en el relevo mixto para Países Bajos. En el tartán, Canada asaltaba el dominio polaco en el martillo, al tiempo que la belga Nafissatou Thiam ganaba su tercer oro consecutivo en Heptalón y Fatih Kipyegon lo hacía en el 1500 femenino. Las pruebas del medio fondo y el fondo, tanto en masculino como en femenino, resultaron apasionantes, batiendo récords olímpicos y alternando tanto las sorpresas como la consagración de hombres y mujeres dominadores de sus pruebas.

Pero si de oros consecutivos hay que hablar hay que hacerlo del cubano Mijaín López Núñez, luchador grecorromano que es el primero en ganar cinco oros individuales consecutivos en los Juegos Olímpicos. Su éxito, talante, talento y compromiso es el de la Revolución, aunque silenciado por los medios occidentalistas, ha sido tan colosal su demostración que hasta el COI ha tenido que arrodillarse ante él.

Países Bajos, pero también Uzbekistán, Hungría, Italia o Brasil daban una sensación magnífica de éxito deportivo. Todos los resultados aquí.

 

Para la participación española nos volvemos a repetir. Vuelven a quedarse lejos del número de medallistas de Barcelona 92, y ni siquiera se suman 20. Multitud de deportistas han quedado como finalistas, especialmente en las posiciones cuarta y quinta de sus competiciones. Dramático es en las artes marciales, donde nuestros representantes, que llegaban entre los 3 primeros del ránking, ante la competencia olímpica se han bloqueado de una manera alarmante. La estadística dice que nuestros judokas y taekwondistas han disputado hasta 18 combates por medalla (acceso a semifinales y después bronce por repesca) sólo ganando 1. Esto nos habla de la terrible presión a la que se ven sometidos, de cómo afrontar el reto para sumar una medalla que puede cambiar sus vidas.

Esta presión la empieza poniendo el propio COE en las palabras del impresentable de su presidente, Alejandro Blanco, pero que no se apresta a conseguir más financiación y profesionalización de nuestros deportistas, pero se llena la boca con los éxitos que tienen que sumar los demás pese a su inoperancia e incapacidad. Deberá dimitir hoy mismo y no empezar a anunciar medallas en Los Ángeles, el cara dura.

Es lo de siempre. No hay inversión para las escuelas de deporte, para detectar el talento joven y para crearlo. Si obviamos Madrid, y tampoco con las necesidades que tiene pese a expropiar toda la riqueza del estado, y Catalunya para quien el deporte es una forma de crear identidad nacional, el resto del estado español es un páramo a la hora de la práctica deportiva. ¿Cuántas piscinas cubiertas hay por cada 10.000 habitantes? ¿Cuántas horas quedan para enseñar deporte? ¿Cuántas pistas de atletismo y velódromos homologados por provincia y por comarca tenemos? ¿Cuántas horas están los pabellones disponibles para escuelas de formación deportiva? ¿Cuántos entrenadores y formadores, de distintas especialidades, pueden vivir de esta actividad y cotizar por ello? Hablemos de árbitros y jueces, imprescindibles y sin embargo, ninguneados.

Todo esto es necesario, clave, para hacer cantidad, y de la cantidad extraer la calidad. Y luego ya en edad adulta para acompañar a las y los atletas satisfaciendo sus necesidades para competir: Viajes, entrenadores, preparadores físicos, fisios, medicina deportiva, psicología, equipamientos, instalaciones, etc. Si uno piensa en todas estas carencias fehacientes de nuestros representantes no podemos más que quedarnos en pie y aplaudiendo hagan lo que hagan, simplemente por el hecho de competir.

Pero el mono-cultivo del fútbol en este país ahoga cualquier inversión para el resto de deportes, que ya sea pública, siempre baja y condicionada a la voluble voluntad de los electorados y la más que siniestra de muchos de los políticos, y la privada, escasísima por el nulo retorno que se obtiene.

Con estos mimbres vamos a unos los Juegos son un escaparate monumental para cada uno de los países, y todos ellos aprietan en la preparación. Incluso ningueando la participación en mundiales o europeos para competir con todo en los Juegos. Nosotros llegamos con muy buen nivel, bien posicionados en muchas disciplinas y en ambos sexos, pero ante el umbral olímpico nos vemos rebasados por las propuestas y disposiciones de los demás competidores. Toca reflexión, una vez más, y la puesta en práctica de una política deportiva estatal (en consonancia con las administraciones regionales y locales para fomentar la práctica deportiva multidisciplinar, como garantía de vidas más saludables y de unas mejores convivencias y asociacionismos), y después para modernizar los programas ADO y legar e invertir mejores recursos en el trabajo y pasión de nuestros deportistas. En esto, evidentemente entra una gestión directiva y administrativa profesionalizada y que dé información y transparencia sobre su actividad. Basta ya de las endogamias y corrupciones que se ven en las federaciones y en el COE. Supongo, que al igual que pedir a RTVE que con Teledeporte haga una buena gestión de las retransmisiones deportivas, será como predicar en el desierto.

Por lo tanto, es fundamental una voluntad política y social en nuestro país para hacer del deporte una cuestión básica, que mejorará la salud de la población, y encima nos unirá más y nos reconfortará. Evidentemente, esto es una quimera porque ya sabemos como está el asunto.

Pero lo cierto es que aún con todo, hubo grandiosos momentos para la participación española. Destaco dos: Por un lado el Oro en relevo mixto de marcha con María Pérez (plata en la prueba individual) y Álvaro Martín (también bronce en su prueba individual). Un éxito colosal de la marcha española, que tiene al enemigo en casa, pero que es una prueba en la que somos potencia dominadora gracias al desempeño de nuestros formadores, entrenadores y marchadores. Además, que el éxito lo protagonicen dos atletas de provincias, de clase trabajadora, que han superado a sus rivales, sus lesiones y antes a las trabas de clase, otro ejemplo.

El Oro olímpico de la femenina de waterpolo también ha sido colosal. Firmando un torneo completísimo la unión de dos generaciones distintas de jugadoras, bajo la dirección del ya legendario Miki Oca, ha acabado con la persecución de este éxito que completa el palmarés de uno de los mejores equipos de la historia de nuestro deporte.

Jordán Díaz ganaba el Oro en triple salto olímpico en un podio de atletas cubanos nacionalizados. En atletismo el nivel general ha sido muy bueno, pero nos falta un paso para aspirar a más medallas, aparte de solventar las lagunas en velocidad o lanzamientos, especialmente masculinos, ya históricas en nuestro deporte.

Entre los fiascos el mayor el de la femenina de fútbol, quizás demasiado presionada, también ya quemada tras un último año de sobreexposición mediática. Mientras la masculina (de categoría sub23) conseguía el Oro y lo sumaba a la Eurocopa absoluta (hito que sólo antes había cumplido la Francia de Platini en 1984), y la de balonmano masculina, lograba otro bronce (el quinto) en otra demostración de resistencia y tenacidad. Fracaso total de la femenina de balonmano inmersa en un relevo generacional con una brecha muy profunda y que fue incapaz ni de empatar un partido. En baloncesto, cumplieron objetivamente ambas selecciones que cierran ciclo con un cambio inminente ya a realizar, que puede ser traumático en la masculina (ya definitivamente y a la que objetivamente no se le podía pedir más), algo más sosegado en la femenina (que llegó a cuartos y sucumbió ante una muy superior Bélgica), pero ambos irrenunciables.

El momento más dramático se vivió en bádminton donde una renacida Carolina Marín estaba a 10 puntos de meterse en la final olímpica cuando volvía a romperse los ligamentos de su rodilla derecha. Una pena tremenda y un injusto broche a la carrera de una deportista hecha así misma y que ha descubierto su deporte al gran público en nuestro país. Por desgracia, su presencia no ha servido para dinamizarlo y dar al bádminton la importancia que tiene.

Hubo un Oro en vela. Alcaraz tenía que contentarse con la plata ante un superior Djokovic, mientras Nadal iba peor que justo por las pistas. La pareja de dobles femenina, Sorribes-Bucsa, conseguía un bronce. Medallas en remo empezando por el bronce, la sexta de Saúl Craviotto en unos juegos con su embarcación del 4x1000, a parte de otro en remo y un tercero en piraguismo de aguas bravas. Como siempre la natación artística (antes sincronizada) demostró su gran nivel con un bronce. Mientras que otro bronce en yudo abrió el medallero muy escuálido hasta mediada la segunda semana, mientras se iban acumulando cuartos puestos finales (hasta 9 en el equipo olímpico español, más 11 quintos). De los pesos grande del boxeo han venido esta vez las sorpresas, con plata y bronce de los puños de un hijo de inmigrantes magrebíes y de otro nacionalizado cubano, como también la muy emocionante el baloncesto 3x3 femenino donde España se colgó una plata más que meritoria.

Capítulo aparte merecen estos deportes “urbanos” como el baloncesto 3x3, la BMX, pero sobretodo el skate o el breakdance. No existe fenómeno cultural más alineante, homogenizador y eliminador de las expresiones culturales e identitarias que todo aquello que engloba bajo eso que llaman cultura urbana. Aquel arte (desde el graffiti, su música trucada de voces por ordenador y arreglos electrónicos, el abochornante rap), las vestimentas, las formas de desplazarse, la incomunicación, etc., todo un movimiento cultural que de Occidente a Oriente y de Norte a Sur hace sucumbir las genuinas formas de sentir e identificarse de las poblaciones, vivan o no en un entorno urbano, bajo la patina globalizadora que el American style way nos ha dejado. Unas formas de comportarse, y de dejar de hacerlo de ciertas maneras, que fomentan claro esta, el consumismo y que han sido exportadas por las élites occidentalistas desde los años 80, para conseguir un control mental, global y total, al que aspiraron y no pudieron alcanzar en el pasado, las religiones y las ideologías de clase. Por esto que en el programa olímpico se incluyan este tipo de pseudo deportes refrenda esa sensación de nos quieran homogenizar como copias baratas de los americanos. Yo me pregunto: ¿Por qué el breakdance y no en tango? ¿O los bailes de salón? ¿Por qué el skate y se discute presencia de la marcha atlética en el programa?

Y todo ello en un momento en el que el movimiento olímpico está en un momento de encrucijada donde la supervivencia económica de las ciudades que alojan los eventos comienzan a cuestionar la idoneidad para postularse o no a ser sede olímpica. Mientras todavía persisten los locos desvaríos de los politicastros de Madrid, otras ciudades reculan y reflexionan en períodos largos (después de quedar excluida en beneficio de Barcelona en 1992, París tardó 24 años en volver a presentar una candidatura) puesto que en un contexto de escasos recursos, infinidad de demandas sociales y en un momento de cisma en el urbanismo actual.

Y es que, les guste o no, las ciudades en todo el mundo tienen que afrontar ya, y están llegando tarde, un giro en su concepción y disposición para volver al ciudadano y ciudadana. A la persona que se desplaza a pie o sin contaminar, en circuitos cortos tanto en el espacio como en sus pretensiones, prescindiendo del vehículo privado. Urgen ciudades menos contaminantes, menos ruidosas, con menos estrés, que dejen de estar concebidas para el coche y que recuperen el asociacionismo vecinal, la concordia entre personas y la tranquilidad. Y ante este escenario, común para cualquier núcleo de población, las grandes megaurbes, que son las únicas que pueden albergar un evento de la magnitud de unos Juegos Olímpicos, antes tendrán que poner todo su ingenio y sus recursos en solventar este giro, garantizando el bienestar y el futuro de sus ciudadanos. Sobretodo, porque no se van a ver movidos por una lógica en pos del bien común, sino más bien por la presión económica en un escenario de agotamiento de los combustibles fósiles y de las materias primas. Por todo ello, el ejemplo de París aparece tan vislumbrante, como modelo a seguir, y al tiempo, el de Los Ángeles, tan poco claro y con muchas dudas.


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