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miércoles, 21 de mayo de 2025

Gojira o el arte de hacer progresivo el death metal

 

En la actualidad el Heavy Metal vive un importante momento de encrucijada. Si bien en estos tiempos que corren, cualquier entendido y apasionado en este género nos mostramos entusiasmados ante la pléyade de propuestas y grupos que convierten en un frondoso bosque el árbol de la música heavy, no deja de ser cierto que, contrariamente a lo que ocurría en épocas anteriores, el hecho es que carecemos de una banda totem, un referente absoluto de este apartado de la música contemporánea. Hoy se hace muy difícil reconocer a esa banda estandarte con la que identificar tipo y momento como sí sucedía con Iron Maiden en los 80 o Metallica en los 90.

Quizás una de las grandes virtudes de la era de Internet y la globalización cultural sea que ha permitido que el Metal también englobe a todas las propuestas, subgéneros y grupos del planeta, dándoles espacio y difusión, y en definitiva, enriqueciendo un micro-cosmos donde la calidad y la diversidad, en el talento para la composición y la grabación sirven para un fin último y supremo: la interpretación en directo delante de los fans y aficionados al Heavy Metal.

Ya en los años 2000, bajo el Ñu Metal, la compartición peer to peer por Internet, la proliferación de festivales y el decidido interés de los medios convencionales por seguir distribuyendo y dando a conocer nuevas formas de hacer música asaltó el trono que poseía Metallica, tras el paso atrás total de Nirvana y todo el subgénero del hard rock que envolvía. El trash seguía siendo el género predominante dentro del metal, cuando una ristra de bandas americanas que conformaban el Metalcore y el rap-metal no se hicieron con su propio hueco, pero debido a lo artificial de las distintas propuestas (salvo honrosas excepciones) y por el predominio de otros géneros musicales comerciales no acabaron de asaltar la posición que la banda de Heitfield y Ulrich tenían.

Slipknot, Limp Bizkit, System of a Down, Marilyn Manson, Rage Against the Machine o Linkin Park parecían las bandas encargadas de abanderar el estilo que irrumpió con fuerza en los primeros dosmiles, pero por unas cosas o por otras, acabaron dejando desierta la bandera y el género del Heavy Metal ha parecido ajeno a la potencia de una banda, una marca, que lo hiciese presente en los medios de comunicación de masas.

Ya he escrito en otras ocasiones de que esto ha sido bien buscado, y conseguido, por los propios medios capitalistas, dejando al Heavy Metal en el lado oscuro y a la sombra de otras propuestas mucho más interesantes para el sistema. Adoctrinantes en el consumismo, el individualismo, dejando fuera propuestas trascendentes de expresión a través de la cultura y la música de los problemas sociales o del hombre como individuo u colectivo.

Esto no es del todo malo. Los que estamos somos los que somos, los que amamos y compartimos todo lo que engloba el Heavy Metal. Nos involucramos en su defensa y promoción, a veces con demasiada saña, pero para el heavy lo irrenunciable e innegociable es la autenticidad sin menoscabo de la originalidad, y la destreza y la presentación en vivo y en directo de nuestra música.

Si algo ha destacado al Heavy Metal estos 25 años es la proliferación de bandas y estilos dentro del género, haciendo caer las fronteras físicas y virtuales, al tiempo que nos regala un número tendiente a infinito de grupos que seguir en sus giras y novedades como se puede ver en mi carpeta de música en el ordenador, en mi cada vez más grande estantería de cedés y en los abarrotadísimos cajones de camisetas.

Y dentro de este ecosistema hay una banda que a mi, y a muchos, nos tiene siempre en vilo. Una seña de calidad con la que contar y de la que estar atento para sus nuevas propuestas, como sobretodo para contar con la posibilidad de verlos, y re-vivirlos en directo.

Hablo de la banda francesa Gojira, célebres a nivel global por participar en la inauguración de los JJOO de París 2024.

Antes de 2024 para los heavys Gojira ya era un nombre más que conocido. La banda liderada por los hermanos Duplantier (Joe guitarrra y voz, y Mario batería), junto a Christian Andreu como guitarra solista y Jean-Michel Labadie al bajo, tiene una carrera de ya casi 30 años, cuando desde su Bayona natal comenzaron a hacerse un nombre con una propuesta de death metal muy original e imaginativo, pleno de virtuosismo hasta inundar también lo progresivo.

Sus influencias van desde el Ride the lighting de Metallica, Rage Against the Machine, el Anema de Tool y por supuesto, no cabe ninguna duda, Sepultura. Y es que los ritmos y la distorsión de Gojira beben sin emborracharse del legado de la banda brasileña de los hermanos Cavalera, por lo que una buena cimentación trasher está presente en su música.

En cuanto al estilo de Gojira la complejidad de sus composiciones, tanto en acordes como en la base rítmica, son su principal característica. La pericia de Mario Duplantier no solo le hace fácilmente reconocible, sino que aporta un sonido variado, de difícil ejecución y de una plasticidad apabullante. La voz de su hermano Joe cabalga entre el gutural death y tonalidades rasgadas propias del punk. Las letras y temas de sus canciones y discos van desde el amor por la naturaleza y la denuncia en favor de su conservación, heredado de su infancia y juventud entre los bosques y el mar del País Vasco francés, a propuestas más espirituales donde se ven los influjos de la educación alternativa de los Duplantier.

En conjunto presentan un sonido característico, muy trabajado e imaginativo, que no cae en el lado del metal pedante del más cansino progresivo, sino que se muestra vivo y ataca los sentidos porque todo esto lo hace sin salirse de los códigos del trash y el death metal. Por eso, el principal valor de Gojira, la potencia con la que la banda de Bayona muestra en sus directos destaca tanto.


 

 

Ver en concierto a Gojira es una cita obligada para cualquier aficionado al género, y además, el mejor portal de entrada que los neófitos pueden tener. Se trata de una experiencia total donde el sonido envuelve toda la vivencia y te golpea. Y te agita. Y hace que pienses qué me está pasando por encima. El placer que se siente cuando se ve a Gojira en vivo y en directo es una de las mejores experiencias que el dinero puede pagar, y yo que ya los he catado en 3 ocasiones, ya estoy salivando por la cuarta que llegará a final de año. No puedo deciros más que animaros a buscarlos y a sumergirse en su arte y su talento.

En cuanto a sus discos, el recorrido de Gojira me sirve para inmiscuirme en uno de los principales problemas del Heavy Metal hoy en día. Se trata de la batalla abierta en los foros y en las conversaciones, tanto en Internet, como en un bar, o en concierto o en un festival, entre los recién llegados y los heavies de toda la vida, los que me gusta llamar Metalpacos.

La polémica eterna dentro del Heavy Metal es la autencidad en origen, el apropiarse del descubrimiento de la excelencia, desechando y menospreciando lo nuevo. Si esto ha pasado con Iron Maiden, Helloween, Judas Priest, o hasta con Metallica, qué no pasará con bandas nuevas que aparecen y llegan cuando ya somos más talluditos y se supone entedemos más de música. Es difícil no posicionarse. Todos tenemos nuestros gustos y favoritos. Y a todos se nos hacen bola ciertas propuestas por ser demasiado tenues, algunas novedosas o con más bagaje, por limitar demasiado con otros estilos de música (especialmente a mi me cuesta esa difusa línea entre el rap y el metal), carecer de la mínima pericia técnica demandada o ser abiertamente comerciales.

 

Gojira debutaba en 1996 con Terra Incognita que culminaba unos inicios con varios lps y conciertos que ya habían llamado la atención en el país vecino. Su álbum de debut partía de un decidido death metal pero acababa ofreciendo un metal progresivo altamente innovador por esa tendencia extrema que fue recibido por los entendidos con entusiasmo. Se ofrecían nuevas melodías al tiempo que tanto en las letras, como en los colosales temas instrumentales, Gojira invitaba a reflexionar sobre las dimensiones personales y privadas de la mente humana.

Este exitoso inicio se vio refrendado con las siguientes propuestas. The Link en 2003, From Mars to Sirius en 2007 y The Way of All Flesh para 2008. Si bien las tres obras se materializan en escaso tiempo por la presión de la discográfica, la calidad y la originalidad en la propuesta no baja, y son aclamados por crítica y público, por lo que comienzan a girar por toda Europa y Estados Unidos, acompañando a bandas consolidadas como Amon Amarth, Trivium o Machine Head.



La expectación ante un nuevo trabajo en 2011 es máxima y con Sea Shepherd alcanzan el máximo reconocimiento en el mundillo del metal lo que les sirve para entrar de lleno en los festivales.

Pero será con L’Enfant Sauvage en 2012 cuando asalten por talento la cima del Metal. El tema homónimo de presentación es un compendio de lo mejor de Gojira, con las guitarras creando una atmósfera propia a base de riffs plenos de perfección e imaginación, a la que se incorpora una rítmica en estado de gracia, con Duplantier desatado a las baquetas.

 


 

Las siguientes propuestas Magma (2016) y Fortitude (2021) no han tenido la misma aceptación por parte de la crítica, y de unos cuantos metal-pacos, que ya los acusan de repetitivos, “poco” originales o entregados a lo fácil. Aquí resuenan nombres como Airbourne, Dream Theater o hasta con cada nuevo disco de Iron Maiden (menudo sacrilegio). Es curioso porque cuando otras bandas innovan exploran otros entornos y temas, o directamente se abren para conquistar un gran público, que no al metalero en exclusividad, se les acusa de “vendidos”, que han perdido la esencia, o el Norte directamente. Entre estos hay numerosos ejemplos pero los más rotundos son Metallica (crucificados con cada nuevo lanzamiento y en especial la “escasa” pericia de Ulrich), las bandas de gothic metal, especialmente si tienen cantante femenina (Epica, Nightwish, Within Temptation) proclives a que las discográficas mainstream las ofrezcan a públicos más amplios. O Muse, que sin ser una banda de Heavy metal, también es dilapidada por haber experimentado con la música electrónica o la sinfónica.

 

Y sin embargo a mi Fortitude me parece unos de los discos más sólidos y estimulantes de los salidos en la década de los 20 del siglo XXI. Si el primer golpe Born for One Thing es un compendio de lo que Gojira puede ofrecer, el segundo Amazonia, es un alegato ecologista y antropológico que remueve conciencias al tiempo que rinde un homenaje más que sentido a Sepultura.


 

A continuación todo el disco deja momentos sublimes con Another world y su estribillo pegadizo al que ayuda un riff de entrada potente que culmina en una sucesión de solos pletóricos de guitarras y batería. Hold on es una muestra más de la capacidad imaginativa de la banda combinando ritmos, algunos de ellos impropios del heavy, y de como conforman atmósferas auténticas y personales a las que nos trasladan para soliviantarnos o relajarnos a gusto del consumidor.

New Found devuelve más vigor al desarrollo del disco con más velocidad en la composición para mostrar todo el virtuosismo de la banda al más puro estilo progresivo, para al final dejar una atmósfera propia donde se desliza una base melódica confortable y muy identificable con Gojira.

 

Forititude es el siguiente corte que sirve de entrada a la sorprendente y adictiva The Chant que denuncia la situación social e histórica en el Tíbet transportándonos directamente al Himalaya y a la tensión entre países, religiones y comunidades. Un aldabonazo que musicalmente se muestra original y atrevida, y que a continuación es borrada de un plumazo con Sphinx el siguiente corte mucho más vertiginoso y que ahora nos lleva al Gojira más intenso y death. Qué ganas de vivirla en concierto.

Into The Storm es otro pelotazo inconmensurable donde brilla el virtuosismo en la batería de Mario al que se suben sus compañeros para acabar el tema en todo lo alto con dos solos de guitarra pletóricos. 

 

El cierre de álbum corresponde a The Trail que es un viaje a ritmos más calmados y a coger algo de aire en los pulmones para Grind que al igual que al inicio descerraja varios riffs intensos y una batería certera y acelerada idóneo para los headbangers más exigentes.

En esencia un disco tremendo, que me encanta, y que permite identificar a Gojira plenamente porque circula por todos sus registros y todas sus etapas. Fortitude es un disco complejo y denso, pero a la vez es útil y funciona a la perfección para mostrar a la banda y para que se sumerjan en su trabajo, que como decía un poco más arriba, tiene que terminar con verlos en concierto.



jueves, 27 de agosto de 2020

La obra culmen de Mastodon: The Last Baron

 


Caminas por una calle, estás sentado leyendo, estudiando o viendo twitter. Puede que vayas en transporte público o haciendo deporte. Visitando un museo, tomando un café en tu cafetería de cabecera. O simplemente te encuentras ante ella y te asalta, atrae y atrapa. Los acordes se disparan conjugándose en la composición de melodías. Los distintos temas en cada instrumento bailan sobre tus percepciones, doblando el espacio y el tiempo envolviendo tus sentidos. Comienza una letanía en voz llevando la letra con cadencia, ciñiéndose al traje de cada intérprete. Nos hacen partícipes de su talento e inspiración. El pulso se acelera inperceptiblemente. Mientras cada átomo por arte de magia resplandece con cada acorde, cada propuesta. La vuelves a poner cuando termina -pasados más de 12 minutos- y sigues disfrutando percibiendo la entrada de cada instrumento, de cada tema y leiv motiv acústico y estilístico. Las sensaciones en tu cerebro, piel y alma se disparan con cada muestra de talento y pericia en la ejecución mientras se saborea hasta lo pornográfico la calidad compositiva de una obra maestra, culmen, de un hito que celebra y elogia una carrera musical, artística y personal. Y así una y otra vez; y cuando llegas a casa ya sin los cascos, a todo volumen.

Hablo de The Last Baron, la canción cierre del Crack the Skye, cuarto disco de la banda de Atlanta, Mastodon.

Con The Last Baron, los estadounidenses pusieron todo su talento al servicio de una obra magna pensada para el disfrute y la reflexión de sus fans, pero sobretodo para cerrar un disco redondo que versa sobre las experiencias irreales, los viajes astrales, con reminiscencias a la astrofísica, la astronomía y las mitologías tanto hindú, budista como chamanística haciéndola diferenciar de las referencias biblícas tanto de nuevo como de viejo testamento.

En pleno 2000 Mastodon asaltaba el panorama metalero con una destreza musical colosal puesta al servicio de un doom metal que poco a poco iba virando en la exploración a sonidos y temáticas más complejas. Así con los años Mastodon entraba de lleno y por la puerta grande al aula magna del metal progresivo, sentándose en su cátedra y llamando la atención con composiciones plenas de virtuosismo e intención tanto de estilo como de temas.

Crack the Skye culmina una primera etapa de la banda, justo a los 10 años de su creación en el que el sonido y la estética navegan de lo oscuro a un caleidoscopio con claras reminiscencias al hardcore británico de los 70 y 80 sin negarse en ningún momento como hijos de su tiempo, combinando estilos con los sonidos más contemporáneos.

Y The Last Baron es el cierre épico a tal viaje. En ella el cuarteto de Georgia da rienda suelta a su imaginación y nos suben a una nave espacial en la que viajamos sintiendo cada acorde y cada tema, cada nota y cada instrumento, interactuando entre ellos y con nosotros. La experiencia se dota de un in crescendo a la par místico y científico, en el que sentimos la matemática de la composición fundirse con nosotros creando una estructura de una belleza inigualable.

The Last Baron es una epopeya que cierra la progresiva y conceptual obra publicada hace 10 años. Trece minutos de emociones y de música de una banda en estado de gracia, tanto en la creación, composición, armonía y ejecución. La voz de Hinds surfea con maestría sobre el huracán de riffs que su propia guitarra y la de Brian Kelliher cocinan mientras el bajo de Troy Sanders marca ritmo con pericia. Todo ello mientras un revuelo de percusión con un estilo personal fusión del metal y el jazz obra de Brann Dailor ayuda a transportarnos en la dinámica de una canción sublime. Todo subiendo en calor y efervescencia hacia un climax épico en el que la sucesión de solos de los cuatro instrumentistas se combinan para dejarnos en éxtasis. En el descanso del orgasmo. Si esto no es perfecto, poco le falta.

La letra es vital y ayuda a redondear la sensación. En ella bajo la temática de todo el disco viajamos en una nave interestelar acompañados por The Last Baron, una referencia a la mitología mesopotámica pero que en realidad recubre de misticismo toda una obra dedicada a la hermana de Hinds quien se suicidó siendo adolescente y evidentemente marcó y marca la vida de éste genial músico. Los lamentos y la pulsión narrativa de la obra reciben como guinda especial el especial registro de voz de un doliente hermano que muestra una capacidad interpretativa llena de sentido, dramatismo y talento. Cada vez que la escucho se me eriza la piel y acelera y pausa el puslo. Una obra maestra.

Otra importante y evidente pieza de este rocambolesca composición son las horas de estudio, de trabajo y de diversión, en la concepción y creación, no sólo de la canción, sino de todo el disco y el directo que le acompaña. Se nota la camadería y compañerismo de una banda que viaja por el mundo llevando su música sin fisuras personales desde hace ya veinte años. Y los que quedan para gozo de todos los aficionados al género que con Mastodon tenemos una banda de un talento colosal, mastodóntico.

 


 

 

 

miércoles, 15 de abril de 2020

Día 32 de confinamiento: Ayreon y la ópera rock



Avanzando en el confinamiento ha llegado la hora de recomendar algo de música y descubrir -quizás peque de osadía pero éste no es un grupo muy conocido- a una nueva banda de heavy metal. Y no una cualquiera, sino una muy peculiar, nacida de la desbordante mente de un hombre que tenía en su cabeza recuperar o adaptar una forma de presentar la música, como es la ópera, al mundo del metal. Así con ese ímpetu nacía Ayreon.
En 1995 cansado por no poder dar rienda suelta a su creatividad en sus bandas anteriores Arjen Lucassen emprendía un nuevo camino. Éste compositor y multi-instrumentista holandés deseaba por aquel entonces navegar su música hacia el metal progresivo y la experimentación donde dentro de una propuesta claramente de metal-sinfónico había lugar para la música electrónica y el folk. Así además de los instrumentos habituales de toda buena banda de metal se introducía el uso de sintetizadores, órganos eléctricos mezclados con mandolinas, violines, violas, cellos, flautas, cítaras, etc.
The Final Experiment era el nombre de la primera obra de Lucassen en su nuevo camino y cumplía de maravilla su propósito. El autor probaba su nivel compositivo y su capacidad de llamada para reunir a notables músicos de la escena holandesa para grabar con él. Se empezaban a tejer las redes de algo nuevo, de una forma novedosa y apasionada de presentar la música heavy. Nacía así la ópera rock con temas que seguían un orden e hilo argumental, con personajes, interpretados por los mismos cantantes e instrumentistas durante todo el disco.
Por regla general, en cada uno de los discos de Ayreon, Lucassen compone toda la obra, tanto música, como letra, graba todas las guitarras y se reserva un personaje de la obra para cantar acompañado de las figuras del metal que invita y aceptan gustosamente la colaboración con él. Tanto cantantes (en sus diversos registros de voz) como músicos se involucran en la ejecución de la obra poniendo énfasis a narrar historias de la prolífica mente del autor, alimentada desde su infancia con cuentos y leyendas folclóricas, historia tanto de Holanda como del Norte de Europa y también de la ciencia ficción, por lo que acaba mezclando unas cosas con otras para ofrecer historias plenas de belleza y sorpresa que hacen que te claves hasta que escuchas y descifras el final.
Into the Electric Castle fue el siguiente álbum y continuaba la historia de The Final Experiment. Ocho personajes, cada uno o una interpretados por una voz distinta, desarrollan una historia en la que cada uno viene de una época histórica distinta y comparten un futuro distópico y ultra tecnológico en el que deben vivir (y luchar) basándose en su intuición y sobretodo en los saberes y costumbres de sus épocas originarias. Así vemos a un romano, una india norteamericana, una egipcia, un escocés o un caballero medieval tratando de sobrevivir en un tiempo extraño y caótico. Con nombres tan reconocibles como los de Sharon den Adel (Within Temptation) o Anneke van Giersbergen (The Gathering, banda en mi opinión infravalorada) es una pieza memorable.



Quizás sea la obra más redonda de Ayreon y sobretodo la primera que fijo un sonido reconocible. Un caleidoscopio sonoro donde tienen cabida guitarras eléctricas, dobles bombos, liras, zanfonas, secciones de cuerda y de viento metal sinfónica. Metal progresivo de indudable virtuosismo y capacidad técnica que con facilidad construye y nos sumerge en universos propios plenos en tanto detalle y belleza.
Pero ahí no paró la imaginación de Lucassen y siguió experimentando y dejándose acompañar por algunas de las más celebres voces y artistas del metal. Así el disco 01011001, le servía de catarsis para superar la depresión tras su separación con su mujer, con composiciones más oscuras, más propias del doom metal, y que deja canciones espectaculares tanto por la composición por el talento reunido en su interpretación.
Después tras varios años de silencio e introspección Lucassen volvió a los orígenes musicales de Ayreon con The Theory of Everything (2013) donde acompañado por Cristina Scabbia (Lacuna Coil), JB (Grand Magus), Tommy Karevik (Kamelot) o Marko Hietala (bajista y compositor de Nightwish) por primera vez nos dibuja el mundo actual y real, tan dramático como lo reconocemos y cruel como lo intuímos.



Su última publicación hasta la fecha es The source (2017) donde vuelve a dar rienda suelta a su imaginación y nos traslada a un mundo imaginario de planetas extraños y donde bailarán las épocas históricas. Lo hace con un elenco asombroso donde destacan James Labrie (Dream Theather), Tobias Sammet (Avantasia y Edguy), Hansi Kürsh (Blind Guardian), Simone Simmons (Épica) o Floor Jansen (After Forever y Nightwish). Durante cuatro actos descifrará el universo onírico del autor dejándonos un mensaje de optimismo tras las sombras y de positivismo si sabemos luchar para preservar el conocimiento, su acceso universal y la salud de todos los seres de la galaxia.


Pero esto no podía quedarse ahí y debía llevarse al escenario. Así que con ese empeño y durante casi 3 años Lucassen trabajo para crear el evento total, la representación de una ópera rock con sus composiciones y universo como protagonistas. Y fue en 2017, más de veintidós años después de su nacimiento en 1995, cuando Ayreon dio su primer concierto.
En realidad tres, porque a los dos previstos, le tuvo que dar un tercero también de aforo completo ya que la demanda de entradas desde todo el mundo fue colosal, agotándose para cada día en apenas 10 minutos. Fue en Tilburg, en Holanda, donde pudo reunir en la sala 013 (probablemente la mejor sala de conciertos de Europa) toda la escenografía necesaria, pantalla gigante y decorados para dar rienda suelta a la máquina de los sueños que es su mente y de esa manera, tras lograr reunir a la pléyade de estrellas del metal para la actuación (cosa que no tuvo que ser fácil) poder por fin, no sólo dar gusto y satisfacción al sueño de miles de fans, sino también y muy importante, tomar satisfacción de ver su obra representada y con un acogida tan colosal. Espero que se siga animando a representarla y aunque haya que viajar fuera de estas fronteras, cuando se pueda, ir a paladear el mejor metal sinfónico posible. El de Ayreon




Al tiempo Lucassen se adelantaba varios años al confinamiento y creaba el universo de Stream of Passion, banda compuesta por varios músicos de distintas partes del globo que se ponían de acuerdo para ensayar y grabar a través de internet en sesiones de video conferencia.



Espero que gustéis de probar las mieles de Ayreon y de la fantástica capacidad e imaginación de Arje Lucassen y usando un poco youtube y con esta modesta entrada, haceros algo más amenos los ratos de encierro.




Camareros: Necesarios, degradados y precarios. Una experiencia personal

Ahora que ya está aquí el veranito con su calor plomizo, pegajoso y hasta criminal, se llenan las terracitas para tomar unas...