Caminas por una calle, estás sentado leyendo, estudiando o viendo twitter. Puede que vayas en transporte público o haciendo deporte. Visitando un museo, tomando un café en tu cafetería de cabecera. O simplemente te encuentras ante ella y te asalta, atrae y atrapa. Los acordes se disparan conjugándose en la composición de melodías. Los distintos temas en cada instrumento bailan sobre tus percepciones, doblando el espacio y el tiempo envolviendo tus sentidos. Comienza una letanía en voz llevando la letra con cadencia, ciñiéndose al traje de cada intérprete. Nos hacen partícipes de su talento e inspiración. El pulso se acelera inperceptiblemente. Mientras cada átomo por arte de magia resplandece con cada acorde, cada propuesta. La vuelves a poner cuando termina -pasados más de 12 minutos- y sigues disfrutando percibiendo la entrada de cada instrumento, de cada tema y leiv motiv acústico y estilístico. Las sensaciones en tu cerebro, piel y alma se disparan con cada muestra de talento y pericia en la ejecución mientras se saborea hasta lo pornográfico la calidad compositiva de una obra maestra, culmen, de un hito que celebra y elogia una carrera musical, artística y personal. Y así una y otra vez; y cuando llegas a casa ya sin los cascos, a todo volumen.
Hablo de The Last Baron, la canción cierre del Crack the Skye, cuarto disco de la banda de Atlanta, Mastodon.
Con The Last Baron, los estadounidenses pusieron todo su talento al servicio de una obra magna pensada para el disfrute y la reflexión de sus fans, pero sobretodo para cerrar un disco redondo que versa sobre las experiencias irreales, los viajes astrales, con reminiscencias a la astrofísica, la astronomía y las mitologías tanto hindú, budista como chamanística haciéndola diferenciar de las referencias biblícas tanto de nuevo como de viejo testamento.
En pleno 2000 Mastodon asaltaba el panorama metalero con una destreza musical colosal puesta al servicio de un doom metal que poco a poco iba virando en la exploración a sonidos y temáticas más complejas. Así con los años Mastodon entraba de lleno y por la puerta grande al aula magna del metal progresivo, sentándose en su cátedra y llamando la atención con composiciones plenas de virtuosismo e intención tanto de estilo como de temas.
Crack the Skye culmina una primera etapa de la banda, justo a los 10 años de su creación en el que el sonido y la estética navegan de lo oscuro a un caleidoscopio con claras reminiscencias al hardcore británico de los 70 y 80 sin negarse en ningún momento como hijos de su tiempo, combinando estilos con los sonidos más contemporáneos.
Y The Last Baron es el cierre épico a tal viaje. En ella el cuarteto de Georgia da rienda suelta a su imaginación y nos suben a una nave espacial en la que viajamos sintiendo cada acorde y cada tema, cada nota y cada instrumento, interactuando entre ellos y con nosotros. La experiencia se dota de un in crescendo a la par místico y científico, en el que sentimos la matemática de la composición fundirse con nosotros creando una estructura de una belleza inigualable.
The Last Baron es una epopeya que cierra la progresiva y conceptual obra publicada hace 10 años. Trece minutos de emociones y de música de una banda en estado de gracia, tanto en la creación, composición, armonía y ejecución. La voz de Hinds surfea con maestría sobre el huracán de riffs que su propia guitarra y la de Brian Kelliher cocinan mientras el bajo de Troy Sanders marca ritmo con pericia. Todo ello mientras un revuelo de percusión con un estilo personal fusión del metal y el jazz obra de Brann Dailor ayuda a transportarnos en la dinámica de una canción sublime. Todo subiendo en calor y efervescencia hacia un climax épico en el que la sucesión de solos de los cuatro instrumentistas se combinan para dejarnos en éxtasis. En el descanso del orgasmo. Si esto no es perfecto, poco le falta.
La letra es vital y ayuda a redondear la sensación. En ella bajo la temática de todo el disco viajamos en una nave interestelar acompañados por The Last Baron, una referencia a la mitología mesopotámica pero que en realidad recubre de misticismo toda una obra dedicada a la hermana de Hinds quien se suicidó siendo adolescente y evidentemente marcó y marca la vida de éste genial músico. Los lamentos y la pulsión narrativa de la obra reciben como guinda especial el especial registro de voz de un doliente hermano que muestra una capacidad interpretativa llena de sentido, dramatismo y talento. Cada vez que la escucho se me eriza la piel y acelera y pausa el puslo. Una obra maestra.
Otra importante y evidente pieza de este rocambolesca composición son las horas de estudio, de trabajo y de diversión, en la concepción y creación, no sólo de la canción, sino de todo el disco y el directo que le acompaña. Se nota la camadería y compañerismo de una banda que viaja por el mundo llevando su música sin fisuras personales desde hace ya veinte años. Y los que quedan para gozo de todos los aficionados al género que con Mastodon tenemos una banda de un talento colosal, mastodóntico.
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