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martes, 21 de octubre de 2025

Yungblud, ¿el nuevo Rey?


 

El pasado sábado 11 de octubre nos movimos a Madrid para ver en concierto a Yungblud, en un regalo que hice a mi chica, por tantos momentos y sacrificios hechos por ella ante mis caprichos y necesidades. Como paradoja y después de llevar ya 10 añazos arrastrándola a conciertos heavys, hicimos 400 kilómetros para ver a un artista de rock, con buena relación con el Metal. Tanto es así que ya hay quien lo ve como el relevo en la escena rockera internacional.

Al llegar las inmediaciones del Palacio de Vistalegre eran las de un concierto propio de un fenómeno de masas adolescente. La vuelta a la manzana hasta la calle que rodea la Quinta de Vistalegre, para encontrar nuestro sitio en la fila, era un paseo rodeado de gente joven, alguna muy joven. La mayoría chicas, algunas acompañadas por mayores, sus padres supongo, casi todas en grupo. Las indumentarias cercanas al metal gótico. Mucho negro y encaje, mucha bota y mucha media de rejilla, falda o pantalón de cuero y ojos sombreados. Si hubierais puesto la misma atención de vuestro dresscode a dejar la calle sin tanta basura nos hubiera ido a todos mejor.

Una de las primeras satisfacciones dentro del recinto, al que volvía, ni se sabe cuántos años hace ya de ver partidos del Estu y algún que otro concierto, fue que la sala está muy renovada en el interior. Me parece acogedora, diáfana y accesible. La segunda fue que el pincha del local, desconozco si de forma autónoma o por prescripción del cabeza de cartel, nos fue colocando algunos imperecederos de buen hard rock e incluso Heavy. Por desgracia, no estoy acostumbrado entrar en un ambiente tan masivo y que te estén poniendo She Sells Sanctuary de los infravaloradísimos The Cult. Mientras mi chica y yo la celebrábamos, por desgracia pasaba desapercibida entre la chavalería.

Entraron temas enlatados para ir calentando el ambiente de Mötley Crue, los Rolling, Guns and Roses, Audioslave entre otros para abrir los teloneros de la velada. Los dos grupos británicos -bueno de estilo seguro ambos, pero uno proviene de Estados Unidos-, que abrían al cabeza de cartel eran perfectos desconocidos que hicieron acto de presencia para recordarnos a algunos y descubrir a otros que en el Reino Unido existe una escena músical de rock espectacular y que salen bandas cada día con talento, con tablas y con mensaje.

Me gustaron especialmente los primeros, Weathers, a los que obviamente desconocía, pero que me sonaron muy frescos pese a presentar unas notables influencias a bandas de gran recuerdo como Placebo o Super Grass. Los segundos, originarios de Las Vegas, Palaye Royale, no me disgustaron en absoluto, pero su sonido me dejo más indiferente, aunque si bien como digo, la pericia técnica de ambas bandas es notable y merecen tenerlos en cuenta. Qué tiempos aquellos en los que cada mes te llegaban propuestas de rock desde el otro lado del Canal.

Rompía el silencio el War Pigs de Black Sabbath ante la demencia de a quienes nos vuelve locos este verdadero himno del Metal y de la música. El humo inundaba el escenario y el griterío de la muchachería, no sofocaba ni los acordes de Iommy, ni la voz de Ozzy, por más que los juveniles nervios se exaltaban según rompían los segundos previos al espectáculo.

 

 

Los músicos tomaron posiciones en penumbra, y de repente, se hizo la luz. Dominic Richard Harrison, un chico de 28 años salía con gafas de sol, sonrisa burlona y pose de estrella para desatar la locura con Hello Heaven, Hello, su tema estrella de su último disco, Idols, que nos venía a presentar. Y qué manera de marcar territorio. La canción suena redonda, muy bien ajustada para ser comienzo del concierto y no merma durante los nueve minutos de duración. El público encendido y Yungblud con la actitud necesaria para hacer que todos los presentes disfruten. 

Se saca el chaleco de animalprint para quedarse a pecho descubierto en el coso carabancheleño. Vuelan las gafas de sol y entra sin dilación el segundo trallazo The Funeral, temazo brutal de su anterior disco que a mi me ha enganchado mucho desde que mi mujer me lo dio a conocer.

El frontman, absoluto protagonista, corre, salta, se divierte y hace que el público, ya predispuesto, tome partida. Las llamaradas restañan en el escenario, estalla el confeti hasta en dos ocasiones, blanco y rojo, mientras Yungblud interpela al público, dialoga con él, cantando y la mayoría de las veces hablando directamente. En el quinto corte, con la platea entregada, sube a un chaval al escenario para que le acompañe a la guitarra en Fleabag, en una divertida interpretación celebrada con ahínco por el público.

Así hasta el momento culminante, su versión del Changes, de Black Sabbath dedicada con cariño y dolor por la reciente pérdida, que nos lleva a varios a señalar el cielo mientras se inunda los ojos de lágrimas. Por desgracia, buena parte del público, por lo menos a mi alrededor, no acabó de entender el sentido del momento, ni tampoco las propias lágrimas de Yungblud que acababa el cover mirando también al cielo y susurrando algo a Ozzy. Sin duda, el instante culmen de todo el concierto.

De ahí y hasta el cierre más carreras y saltos. Interacciones con el público. Algunas físicas caminando sobre y mezclándose con ellos. Otras pidiendo máxima implicación a los brazos y las manos. Algunos desajustes técnicos, tomados con risa. Destilando una pose que parece querer romper el espacio sagrado de los totem del género. Como si viniera a apropiarse algo que está desierto o usurpado desde hace mucho tiempo.

Quizás se deba a que éramos de los más veteranos en el concierto, pero con todo estuvimos en una demostración más, y no será la última, de que el rock está muy vivo. De qué hay cantera. Hay pasión. Y ganas de pasarlo bien con la música bien hecha como excusa. Si puede haber ese relevo entre aficionados al género es porque existen artistas y propuestas como las de Yungblud, capaces de irradiar hacia los más jóvenes. Y en especial al público femenino.

Desde luego, Yungblud ejercita sobre el escenario su propio estilo y personalidad. Pero también las influencias de la música que le gusta y ha compuesto su balance. Se nota esa afinidad con Ozzy y también con Steve Tyler. Veo detalles de Iggy Pop, por supuesto, de Freddy Mercury, y también las más glameras a lo Vince Neil. Con todo lo malo y bueno que tiene. En conjunto es capaz, y bien que se le agradece, de hacer de correa de transmisión de la música rock entre generaciones, y está llamado a convertirse en un referente.

A mi juicio tiene mucho mérito, que en la actualidad, un chaval haciendo rock (ignoro sus poderes y si viene o no desde el arroyo) sea capaz de hacerse un nombre y arrastrad a una multitud de personas jóvenes, muchas chicas y mujeres, hasta un concierto de género. Que escriba letras concienciadas con los problemas generacionales, de identidad, muchos de índole psicológica y todos complejos y trascendentes en una vida. Hoy en día, con la música prefabricada y las letras para idiotas donde la mujer es hiper sexualizada. Donde el algoritmo marca la música como un producto más de usar y tirar. Cuando todo es marketing e impacto en las redes sociales lo que marca el ritmo de qué se escucha y qué pasa ignorado o desapercibido. Cuando más imposible parece. Cuando la homogeneidad cultural es más totalizadora, todavía salen nuevas propuestas que reverdecen los viejos laureles del rock. Que proponen canciones claramente generacionales, como Hello Heaven, Hello con la también abre este último disco, sin importarle que dure más de nueve minutos en la era del consumismo rápido de usar y tirar. Una valiente declaración de intenciones.

Entre lo negativo la corta duración del setlist puesto que este buen mozalbete atesora una buena retahíla de temas para paladear en directo. Y sin embargo, tras hora y media cerró la sesión con el temazo Zombie. Echamos en falta, sobretodo mi mujer, canciones como Mars, Parents y fundamentalmente Polygraph Eyes que es de las que me había gustado de los deberes como escuchas previas a los que me había comprometido. Entiendo que después de la intensidad exhibida y la exigencia física adquirida Yungblud se retirara exhausto, pero fue una pequeña desilusión ante la propuesta de un artista que precisamente ha exhibido talento interpretativo y compositivo como para abrir discos con temas de casi 10 minutos.

Tampoco me hizo una ilusión extrema los muchos cortes al desarrollo continuo de las canciones y la música. Interpelar al público está bien, pero en mi opinión, estas deben ser breves y cortas, no hacerse repetitivas y ni romper la dinámica propia de la música y su interpretación. Hacerse más para emocionar que para una foto o una pose, pero es innegable que la conexión conseguida con el público fue colosal, gracias a la espontaneidad y naturalidad con la que se hacían, y llevo a ambos, cantante y platea, a una catarsis tremenda.

Son mis cosas, como también el ver que algunos tramos del guitarra principal (lo tenía enfrente) estaban sampleados. Pero eso ya para el oído y ojo expertos. O tener que lidiar con mendrugas que protestan porque se saca una camiseta con mensaje cuando ni ha empezado el concierto, pero que no protestan cuando todo se inunda de móviles haciendo videos. Por cierto, de verdad, no hay que grabar el concierto ni hacer 300 fotos que además van a quedar regu. De nada, eh

Y sin embargo, la satisfacción con el concierto de Yungblud fue plena y se hará poderosa en la memoria con el tiempo. Un concierto sin fisuras, coherente en su propuesta de caos y emoción.

Quizá asistimos, sin saberlo, al advenimiento de la nueva rockstar, el nuevo icono que engarce a las nuevas generaciones, y en especial a las féminas, al mundo del rock y del Heavy Metal. El Mesías que abra la puerta del Valhalla a todos aquellos que viven cegados bajo la tiranía del algoritmo del más adinerado y de la laminación multicultural. Que rompa los rigores de la uniformidad musical.

¡Larga vida a Yungblud! ¡Larga vida a la música! ¡Larga vida al rock!

 

 

lunes, 1 de septiembre de 2025

Hakas y Heavy Metal


 

Imagina mezclar la potencia visual y espiritual de una haka maorí, como las que vemos antes de los partidos de los All Blacks (atentos ahora a las de las Black Fermns), o de cualquier equipo polinesio de rugby, con un metal vigoroso, contundente y que suena original. Añade la presencia física de 5 tiarrones polinesios, que perfectamente podían pasar por la tercera línea de cualquiera de las selecciones de rugby del Pacífico Sur. No te olvides de sumar unas letras muy dinámicas con un contenido más que interesante de reivindicación de la identidad de los pueblos polinesios y de ascendencia indígena, y de la necesidad de justicia y reparación de los agravios cometidos durante la época colonial. Agita la coctelera tras añadir unas influencias musicales muy concretas del más puro trash americano, en especial las referencias a Anthrax, Sepultura o Pantera, por supuesto Metallica, pero también del metal-core de grupos como Slipknot, Saliva, Drowning Pool o incluso P.O.D. No olvidarse de la influencia manifiesta de Gojira y de las propias que atesora la banda francesa. El resultado no podía ser más intenso y estimulante.

Pero esto que acabo de relatar no es una imaginación de un fan del metal y el rugby, ni tampoco la idea comercial de un gurú del marketing musical ávido de exprimir unos talentos para cubrir a muy buen precio un nicho de mercado. O fabricarlo directamente. Al menos yo no he encontrado esa posibilidad. No. Esto que presento en el párrafo anterior es real. Ya existe esa banda de metal procedente del Pacífico. Son Sherpherds Reign.

 


 

Esta banda proviene de la ciudad de Auckland, en la isla Norte de Nueva Zelanda. Su ascendencia es maorí, y concretamente samoana. Sus integrantes son Filiva'a James (cantante y a los teclados), Oliver Leupolu y Gideon Voon como guitarras, Joseph Oti-George al bajo y en la batería Shaymen Rameka.

La banda surgió entre 2010 y 2015 fruto de la amistad entre Filiva'a James y Oliver Leupolu quienes se conocieron en su aula de piano clásico, y que compartían una afición al metal desde la más tierna infancia. Poco a poco fueron añadiendo referencias del género a sus gustos musicales y a sus experiencias y flirteos con la música clásica, para en los años referidos, convencerse de la posibilidad y gusto de hacer una banda de metal para hacer versiones de grupos de metal americano y tocar sus propias composiciones. Para ello fueron añadiendo al resto de integrantes y a constituirse como agrupación hacia 2013.

Pero no sería hasta 2018 cuando presentaron su primera demo con la composición Concrete Walls, que les generó el dinero suficiente a través de tocar en garitos para poder autoeditarse su debut homónimo. Llamaron rápidamente la atención tanto del periodismo especializado, como de los medios generalistas, puesto que el primer single, Le Manú, fue significada por la prensa como la primera canción de Heavy Metal en lengua samoana. Este reconocimiento, y fundamentalmente el seguimiento de los fans del género, les abrió las puertas para firmar con una discográfica y lanzarse a una gira por Australia, Nueva Zelanda y Japón, y después poder sacar el álbum Alai Mai, en 2023.

 


 

El estilo de Shepherds Reign se basa en canciones muy potentes dentro del sub-género del groove-metal y recuerda a bandas como Machine Head o Rod Zombie, a parte de las citadas al principio de esta entrada. De hecho, las intros de sus canciones me parecen muy brillantes sustentadas en la potencia de una base rítmica muy propia del trash, a la que añaden timbales y sonidos de percusiones propias del folclore índigena, para después acoplar las guitarras, y fundamentalmente la voz de Filiva´a que se conjuga de maravilla para añadir más dureza e intensidad a las composiciones. Todo esto cobra especial significación con las letras, puesto que el grupo está muy comprometido con sus raíces y con la historia de su pueblo, así como con las problemáticas a las que se tienen que enfrentar. De hecho el cantar en samoano compone una novedad en el mundo de la música, y más concretamente en el metal, pero demuestra su compromiso con su origen y su conciencia como maorís. Muchas de esas problemáticas tienen que ver con la relación con los descendientes europeos en la propia Nueva Zelanda o en Samoa y en otras islas del Pacífico, pero también destacan los problemas medio-ambientales que castigan a estas comunidades o la pérdida del patrimonio y el folclore autóctonos. En este sentido, Ala Mai, como digo su segundo trabajo y que se traduciría como una voz en samoano que dice “¡Despierta!”, es una llamada tanto a los vivos como a los antepasados de los pueblos maoríes para que todos unidos puedan superar esas adversidades y mantener su patrimonio y la identidad de no solo a los samoanos, sino de toda la comunidad polinesia.

Afortunadamente, y de las cosas buenas que ya muy raramente te ofrece Youtube, la banda se va abriendo hueco y ya han empezado a llegar a Europa. Particularmente, su propuesta me resulta muy estimulante, tanto a nivel visual, como musical, así como la originalidad de sumar el samoano y la estética polinesia (no faltan las hachas, mazas y otros elementos tribales en su presentación) al Heavy Metal.

 


 

En este sentido, radica un profundo orgullo por cómo el Heavy es capaz, de en el contexto de la globalización cultural reinante, sumar a otras experiencias culturales e identitarias, dándoles su espacio, haciendo que se hagan propias y que no copien sin más lo que ya se ha hecho, o lo que ya se ha impuesto, sino que ofrezcan su propia visión, plena de compromiso y autenticidad. Contrasta con la homogenización hegemónica actual que ha expulsado cualquier otra expresión musical de los medios de comunicación de masas, y por lo tanto, del grueso de la población.

Por ello, por esa suma de un estilo propio y original y por la propia trascendencia de su música y trabajo os recomiendo que os sumerjáis en el trabajo de Sherpherds Reign (en la actualidad están preparando su tercer disco con la intención de empezar a sonar con regularidad en Europa y Estados Unidos). Seguro que os pasará como a mi y les añadiremos a nuestra lista de intereses, para ver si llegan por aquí y se les puede disfrutar en directo. Ganas ya hay, eh.

 


 

 

lunes, 11 de agosto de 2025

De música y marketing: Monjas sexualizadas

Una de las cosas más chulas e interesantes de los festivales de música, y particularmente satisfactoria en los de Heavy Metal, es la posibilidad de descubrir a grupos y artistas nuevos, o poco conocidos por estos lares, que te los encuentras en un cartel o directamente sobre el escenario y se convierten de repente en parte de tus gustos musicales. Desde entonces los tienes en cuenta y de esta manera te involucras con esa banda nueva o recién descubierta. Te compras en el stand del festival la camiseta del grupo y/o un cd. Les sigues, buscas sus videos en youtube y su agenda de próximos conciertos. Y ahí estarás con tu acervo musical incrementado y probablemente, a menos a mi no me ha pasado todavía con este tipo de descubrimientos, para siempre. Será muy difícil que te defrauden.

Esta vez no he acudido al Leyendas del Rock en Villena por diferentes motivos como trabajo, un calor que se esperaba, y ha resultado desgraciadamente, abrasador e insufrible hasta lo peligroso, y fundamentalmente, por unos precios muy altos. Más de 100€ (con los gastos de gestión) por la entrada de un día son una absoluta pasada, por más que el abono de los 4 días de festival (para el que pueda aguantar ya 4 días seguidos) quede en unos abultados también 167€. No hablemos del despropósito de los precios de la bebida en este festival con el añadido del calor excesivo que se padece. Lo siento, me ha parecido mucho dinero, pese a que había buena materia en el cartel el miércoles como volver a ver a Fear Factory, a Dunedain o a la nueva banda simultánea de mi amado Mikael Stanne, Cementery Skyline (al día siguiente repitió con The Halo Effect).

Pero el caso es que revisando las crónicas me asaltó una imagen que automáticamente me motivo y me hizo ir a la red social de videos, -y cada vez más anuncios-, a ver de qué se trataba.

 


Y sí. Así es. Lo que me llamó la atención fue la imagen y atuendo de las componentes del grupo “Dogma”, ataviadas con atrevidos hábitos de monja, abiertos y sugerentes, calzando botas altas hasta la rodillas y maquilladas. No puedo negarlo. Me atrajo esta estética absolutamente sexualizada de las artistas e interpretes, por lo que debo incluirme, en cierto grado a mi pesar, en el club de MetalPacos y cuñaos que se pusieron cachondos.

Afortunadamente en el Heavy Metal, después de los años nefastos del Glam, hay que saber tocar y ofrecer buena música y mejor desempeño en vivo para perdurar, y en ese sentido hay que decir que Dogma es un grupazo. Que tocan de maravilla y por lo que he podido rastrear, en directo funcionan e impresionan.

Dogma son una banda compuesta por 5 mujeres ataviadas como monjas de clausura, pero cuyos ropajes abiertos muestran sus carnes, muslos y escotes, así como su maquillaje facial, a parte de ocultar su identidad, las presentan como “malditas”, cercanas al diablo o al averno. Su actitud y su disposición es la de discutir y derribar todos los dogmas con los que convivimos día a día en las sociedades donde la religión, y particularmente la católica-cristiana, tiene tanta fuerza. Esto subyace de su origen, América Latina, probablemente Brasil o México, aunque no he encontrado noticia o anuncio que lo certifique. En cualquier caso provienen de una zona donde la presencia cultural y social, y también la influencia política, del catolicismo y de la iglesia es muy poderosa y ha servido tradicionalmente para imponer una moral retrógrada y castigadora con respecto a la sexualidad, y en especial, a la vida y la presencia de la mujer. En este sentido, radica la esencia del grupo que persigue la liberación de todos los dogmas, especialmente religiosos que nos limitan, y concretamente a las mujeres y en América Latina, derribándolos para así liberar y acabar con la represión.

Musicalmente a Dogma los clasificó dentro del Hard rock con reminiscencias melódicas y duras al estilo del que practican bandas como Hellacopters, Architects o Spiritual Beggars. Pero también se incluyen referencias heavies a los temas de la primera época de Iron Maiden, y de los últimos trabajos de Arch Enemy en las melodías y transiciones con voz clara de Alissa White-Guz. Para ello se valen de la pericia de las tres intérpretes de guitarra, bajo y batería. Lamia, Nixe y Abrahel aparecen sobradas de talento y si bien las composiciones y solos a veces pecan de sencillez, no carecen de ritmo, presencia y continuidad. Todo ello coronado con la voz de Lilith (todos estos seudónimos tienen reminiscencias a personajes religiosos que presentaban la feminidad como algo “malo”, “peligroso” o “pernicioso”), que navega sobre las olas generadas por sus compañeras con una sugerente mezcla entre sensualidad y dureza. Su timbre me recuerda al de Simone Simons, pero también al trabajo de Sirenia con la voz de Ailyn, no puedo dejar de lado una presencia muy de música pop, muy fabricada para gustar y ser fácilmente recordada y coreada. Y no digo que esto sea malo, pero es lo que hay.

Los temas de las letras de las canciones, como decía anteriormente, abogan por la liberación sexual, pero también moral y mental, de las personas, y en especial de la mujer, que tiene que volar libre y explorar su cuerpo, su sensualidad y su espíritu. Conjugan en general con una presentación muy estudiada, con una gran teatralidad, lo que no le resta ningún mérito sino más bien al contrario, por lo que he podido conversar con algún conocido que estuvo en Villena y por lo que he visto en unos videos de youtube.

En el Heavy Metal ya tenemos costumbre, y cada vez parece que más, de tener bandas cuyos integrantes se presentan con máscaras y nombres alegóricos que ocultan su identidad. Lo que empezó con Kiss, continuó con Gwar o King Diamond y siguió con las bandas del Black Metal, Turisas, Wes Borland en Limp Bizkit, Slipknot, Lordi, Ghost, El Altar del Holocausto, Heilung, etc., etc., casi una lista interminable. Por eso anudar esta estética tan concreta, pero a la vez tan sexualizada, generada para llamar la atención y convertir a las integrantes en carne de medios sociales virales, junto a una música, que aún enraizando con el rock duro, es “fácil”, digamos consumible, levantan las sospechas sobre el origen del grupo.

Si a esto le añadimos una presencia mediática potente y el acompañamiento desde el primer momento de una de las grandes compañías discográficas, que no ha escatimado esfuerzos en realizar producciones y videos llenos de imágenes sexuales y potentes composiciones visuales (y que estos aparecierán sin filtro en las plataformas), nos lleva inexorablemente a estar ante un producto de marketing.

 


 

 

  

Ojo, que esto tampoco es malo porque si. Es lo que hay. Y aunque le pueda restar originalidad, o si se quiere hasta trascendencia, seria injusto no mencionar la calidad de la propuesta sobretodo si funciona bien a nivel estudio, y fundamentalmente en el directo. Porque Dogma es un muy buen grupo musical del que ya vamos a estar pendientes. Si a esto le sumamos la virialidad de las plataformas y del streaming (quizás motivada su magnanimidad para con Dogma por los intereses de quien ha generado este producto) ante imágenes de sexo, pues el éxito ya está fraguado.




El Heavy Metal es un género en el que la presencia masculina es predominante, pese a la significativa aparición de mujeres al frente de bandas, y también, cada vez más, tocando instrumentos y aportando en todas las facetas. Es bienvenido y necesario. Y con el caso de “Dogma” ganamos una banda más a este movimiento, que en esencia, busca incorporar plenamente a la mujer en las actividades de toda índole (económicas, sociales, culturales) de la vida común. Así que en ese sentido, logro conseguido y meta en la que seguir trabajando por parte del grupo, y todos los que tienen presencia femenina (ya sea completa o parcial).



miércoles, 23 de julio de 2025

No more tears, even though there are no words

 

Ha muerto Ozzy Osbourne.

No tengo palabras para loar la figura, el legado y la trascendencia de Ozzy para millones de personas como yo. Para quienes el Heavy Metal no es solo música. Es alma. Es vida y es identidad.

 

 

Se ha marchado como quería. Con su familia y tras darlo todo sobre el escenario hace un par de semanas en un concierto épico, homenaje a una trayectoria plena, con sus altibajos artísticos y personales, propios de quien ha estado casi 60 años haciendo música desde cero. Creando no sólo un estilo y una forma de hacer las cosas, sino siendo parte imprescindible en la génesis de un género.

El Heavy Metal no sería posible sin Ozzy, como fundador de Black Sabbath y también de su prolífica carrera en solitario, como Ozzy. Promoviendo músicos y bandas, e incluso uno de los mayores festivales como el Ozzyfest. Y ahora hay que continuar sin él, pero con la memoria de su obra, el recuerdo de su imagen, la presencia de su leyenda.

 

No me puedo despedir de él. De quien con su repentina ausencia, hace que las palabras se anuden en la garganta aunque tengan que salir por el teclado. De quien inunda mis ojos de lágrimas por haber estado siempre ahí. No puedo decirle adiós, ni hasta siempre, porque sus canciones forman parte de mi. Porque su voz, tan inconfundible, tan propia y tan esencial es el timbre que me activa, que me da fuerza. Y porque después de hoy, cuando lo escuche, y seguiré haciéndolo, me sacará también una sonrisa. Porque muchas veces, siempre de hecho, Ozzy ha cantando a la vida (si aunque los maniqueísmos y tópicos interesados hoy inunden panegíricos en los medios de desinformación). Porque por encima de leyendas urbanas, imagen siniestra alimentada por él mismo y por su mujer, y apelativos como Príncipe de las tinieblas, Ozzy estaba y está por encima de todo esto, y en muchas de sus canciones y también de sus apariciones públicas ha expresado su optimismo y su espíritu por la lucha y hacer que todos y cada uno vivamos nuestra vida de forma plena.

Sólo queda atesorar sus canciones, su recuerdo de la persona y del personaje. Los grandes momentos que nos ha regalado, en vivo o en la habitación, el coche o tras los auriculares a cada uno. A través de su música. Haciéndose imprescindible. Cantándonos. Moviéndonos. Haciendo música y arte.

RIP Ozzy Osborne. Larga vida al Heavy Metal y al recuerdo de tu obra. Gracias Ozzy por todo!!!

 





 Ozzy disfruta en la gran banda con Dio, con Randy, con Lemmy, con Bonham, con Cliff, con Paul, con Clive, ...


 


domingo, 6 de julio de 2025

Wasted Years: Imposible malgastar tiempo con Iron Maiden


 


[Verse 1]

From the coast of gold

Across the seven seas

I'm travelin' on far and wide

But now it seems

I'm just a stranger to myself

And all the things I sometimes do

It isn't me but someone else


[Verse 2]

I close my eyes and think of home

Another city goes by in the night

Ain't it funny how it is?

You never miss it till it's gone away

And my heart is lying there

And will be till my dying day


[Chorus]

So, understand

Don't waste your time

Always searching for those wasted years

Face up... make your stand

And realize

You're living in the golden years


[Verse 3]

Too much time on my hands

I got you on my mind

Can't ease this pain, so easily

When you can't find the words to say

It's hard to make it through another day

And it makes me wanna cry

And throw my hands up to the sky


[Chorus]

So, understand

Don't waste your time

Always searching for those wasted years

Face up... make your stand

And realize

You're living in the golden years


[Guitar Solo]


[Chorus]

So, understand

Don't waste your time

Always searching for those wasted years

Face up... make your stand

And realize

You're living in the golden years


So, understand

Don't waste your time

Always searching for those wasted years

Face up... make your stand

And realize

You're living in the golden years


Wasted Years es la segunda canción del álbum Somewhere in Time, el sexto disco de Iron Maiden, publicado en 1986. escrita por el guitarrista Adrian Smith, no solo destaca por su potente melodía y su característico sonido de metal progresivo, sino también por las profundas reflexiones que plantea acerca del paso del tiempo, el arrepentimiento y la búsqueda de un propósito en la vida.

La letra de Wasted Years se centra en el sentimiento de pérdida asociado al tiempo malgastado. A través de ella, el narrador expresa un anhelo por el pasado y una crítica hacia la manera en que a menudo dejamos escapar momentos importantes, dedicándonos a actividades que no nos llenan. Este tema resuena a muchas personas que, al mirar atrás en sus vidas, pueden sentir que no han aprovechado al máximo las oportunidades que se les presentaron. La frase recurrente en la canción, "Don’t waste your time always searching for those wasted years", encapsula este mensaje central: el tiempo es precioso y no debe ser desperdiciado en la inercia o en decisiones que no nos conducen a la realización personal.

A nivel musical, Wasted Years combina elementos característicos de Iron Maiden, como la fusión de guitarras melódicas y ritmos alternativos, creando un ambiente sonoro que complementa el peso emocional de la letra. La sección instrumental del tema, especialmente el solo de guitarra de Smith, transmite una sensación de nostalgia y reflexión, sumergiendo al oyente en la atmósfera que la canción busca evocar. Esta dualidad entre la letra y la música es fundamental para entender el impacto que Wasted Years tiene sobre quienes la escuchan, permitiendo una conexión inmediata con sus sentimientos.

Además, es interesante destacar el contexto en el que fue creada esta canción. Durante la década de los ochenta, el mundo experimentaba cambios significativos, tanto a nivel político como social. La ansiedad y el desencanto eran comunes, especialmente entre las generaciones más jóvenes que buscaban un sentido de propósito en medio de las presiones externas. Wasted Years puede interpretarse como una respuesta a esos sentimientos de desorientación y pérdida, un llamado a la auto-reflexión y a la acción proactiva en busca de una vida significativa. La canción invita al oyente a detenerse y evaluar dónde está en su vida, y si realmente está siguiendo su propio camino o simplemente dejándose llevar por las circunstancias.



En conclusión, Wasted Years de Iron Maiden trasciende su categoría como mera canción de heavy metal, convirtiéndose en un poderoso himno que evoca la lucha intrínseca del ser humano con el tiempo y el significado de sus elecciones y de sus emociones. A través de su letra introspectiva y una composición musical que resulta a la par conmovedora y electrizante, la banda logra transmitir un mensaje atemporal que sigue resonando hoy en día. Así, invita a todos a no dejar pasar la vida sin un propósito claro, recordándonos que cada año, cada día, y cada momento cuentan. La reflexión propuesta por esta canción no solo es relevante para los fanáticos del metal, sino para cualquier persona que busca darle sentido a su existencia.

En definitiva, con Iron Maiden nunca habrá años malgastados.

viernes, 4 de julio de 2025

Hallowed be thy name: La obra culmen de Iron Maiden

 

[Intro]

I'm waiting in my cold cell when the bell begins to chime

Reflecting on my past life and it doesn't have much time

'Cause at five o'clock they take me to the gallows pole

The sands of time for me are running low

Running low, yeah


[Verse 1]

When the priest comes to read me the last rites

Take a look through the bars at the last sights

Of a world that has gone very wrong for me

Can it be that there's some sort of error?

Hard to stop the surmounting terror

Is it really the end, not some crazy dream?


[Verse 2]

Somebody please tell me that I'm dreaming

It's not easy to stop from screaming

But words escape me when I try to speak

Tears fall, but why am I crying?

After all, I'm not afraid of dying

Don't I believe that there never is an end?


[Instrumental Break]

[Verse 3]

As the guards march me out to the courtyard

Somebody cries from a cell, "God be with you"

If there's a God, why has He let me go?

As I walk, my life drifts before me

And though the end is near, I'm not sorry

Catch my soul, it's willing to fly away


[Verse 4]

Mark my words, believe my soul lives on

Don't worry now that I have gone

I've gone beyond to seek the truth

When you know that your time is close at hand

Maybe then you'll begin to understand

Life down here is just a strange illusion


[Instrumental Break]

[Outro]

Yeah, yeah, yeah

Hallowed be thy name

Yeah, yeah, yeah

Hallowed be thy name

Yeah


Hallowed be the Name (Santificado sea el nombre) es la canción que cierra The Number of the Beast, el tercer álbum de la banda de Heavy metal por autonomasía: los británicos Iron Maiden.

Escrita por el bajista y letrista habitual de los Maiden, Steve Harris, la letra describe los pensamientos de un hombre condenado a muerte, momentos antes de acudir al cadalso y que la horca cumpla la sentencia. El reo pasa por los estados mentales, las fases previas a la ejecución, desde la negación hasta la expiación de los pecados, y compone en conjunto una colosal obra en el que se desliza una crítica religiosa y un profundo análisis filosófico sobre la vida, tanto física como espiritual, la muerte, el más allá, la divinidad y el propio significado de la existencia.

La canción narra la historia de un prisionero que enfrenta su ejecución inminente, reflexionando sobre su vida y la inevitabilidad de la muerte. En este sentido, se puede apreciar una profunda conexión con temas existenciales y filosóficos que han resonado a lo largo de la Historia de la humanidad. El uso de la figura del prisionero encarna el dilema humano sobre el sentido de la vida y la confrontación con la muerte, haciendo eco de obras literarias clásicas y de la tradición del teatro trágico

La letra refleja una sentida introspección sobre la vida pasada, plena de errores, que le han llevado a tener que afrontar su inevitable destino. La mención directa del “Gallows Pole” (la horca), y el sonido de las campanas (recurso de la batería) añaden simbolismo a una construcción narrativa que busca imbuir en el oyente los estados que pasa el protagonista. La repetición de frases como "I'm waiting in my cold cell" (Estoy esperando en mi fría celda) establece un tono sombrío y claustrofóbico, un reflejo de la lucha interna del prisionero.

Uno de los aspectos más notables de la letra es la dualidad en la percepción de la muerte. El protagonista oscila entre el miedo y la aceptación, lo que se manifiesta en la repetición de preguntas retóricas que invitan al oyente a reflexionar sobre su propia mortalidad. Frases como "When you're sent to die" (Cuando te envían a morir) resuena con un sentimiento universal que provoca empatía, independientemente de las creencias personales de cada oyente.

Además, el uso de referencias religiosas, como en el título mismo, evoca una búsqueda de redención y significado en el sufrimiento. La mezcla de elementos del cristianismo con una perspectiva crítica hacia la condena pone de manifiesto la complejidad moral del juicio final, sugiriendo que incluso en la desesperación hay un espacio para la espiritualidad.

Por lo tanto, la letra no sólo aborda la vida, su reflexión y la mortalidad, sino que también cuestiona la existencia de un “Dios” o poder superior, y su supuesta magnanimidad o justicia.

Desde el punto de vista histórico, el contexto propio de la canción sería imperdonable obviar el hecho de que se trató en su momento del primer álbum con Bruce Dickinson como frontman de los Maiden, tras la salida del, fallecido el año pasado, Paul DiAnno como cantante. La presentación de Dickinson durante todo el Number of the Beast es colosal y marca diferencias con el trabajo de DiAnno, que si bien era este también de una calidad magnífica, sus problemas legales y con el alcohol provocaron su salida de la banda.

Volviendo a Dickinson por Hallowed be the Name y el video pasado a las televisiones de presentación de la canción en vivo, marcó la calidad técnica de Bruce, además de mostrar su carisma y cercanía con el público y su entrega con la música en directo, epítetos todos ellos, imprescindibles al narrar el trabajo y legado de Bruce Dickinson como cantante. El video, ya hoy en día como video oficial, es una grabación de la primera vez que Iron Maiden tocaba la canción en direto. Espectacular.

La voz de Dickinson interpreta con una suficiencia, personalidad y sentido dramático la letra como nadie había hecho nunca, dotándola de una vida propia, una que se acaba al fin y al cabo, donde el juego entre estrofas es sublime y cargado de intensidad. Momento culminante por supuesto, el agudo sostenido al final de la primera estrofa, en un alarde de técnica bucal y capacidad pulmonar, mientras el resto de músicos engola la canción con su intervención.

Y es que el resto de la banda aparece en estado de gracia y entregada a la causa, tanto en la composición como ejecución en directo, se muestra pletórica. Steve Harris amartillea el bajo y dota de ritmo la canción, lo que permite al batería Clive Burr (posteriormente lo mismo con Nicko McBrain) explorar los timbales y percutir secuencias complejas que cuadran con precisión matemática en los tempos marcados por el bajo.

Si la base rítmica funciona con tal perfección dejando una estructura que solo necesita de decoración, qué mejor que disponer de la pericia en las cuerdas de acero de Adrian Smith que genera una introducción que da aires melancólicos a la primera estrofa, y después, flirteando con el progresivo alterna pasajes más melódicos con secciones más rápidas. Y qué decir de un Dave Murray que nos regala uno de los mejores solos de guitarra de la historia del heavy metal, logrando un equilibrio perfecto entre emoción y virtuosismo.

La progresión de acordes y cambios rítmicos acentúan la narrativa, aumentando según crece la desesperación del protagonista, y haciendo que quienes escuchamos la composición experimentamos mental y hasta físicamente la angustia y la redención final del personaje.

En conjunto, Hallowed by Name es una obra maestra y el mejor ejemplo del legado de Iron Maiden. Una canción imprescindible en el setlist y en cualquier listado de obras de la mejor banda de música de la Historia. Sí. La mejor no sólo del heavy o el rock duro. La mejor en cualquier estilo. Imperecederos. Imborrables y Eternos.

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