Mostrando entradas con la etiqueta heavy. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta heavy. Mostrar todas las entradas

martes, 21 de octubre de 2025

Yungblud, ¿el nuevo Rey?


 

El pasado sábado 11 de octubre nos movimos a Madrid para ver en concierto a Yungblud, en un regalo que hice a mi chica, por tantos momentos y sacrificios hechos por ella ante mis caprichos y necesidades. Como paradoja y después de llevar ya 10 añazos arrastrándola a conciertos heavys, hicimos 400 kilómetros para ver a un artista de rock, con buena relación con el Metal. Tanto es así que ya hay quien lo ve como el relevo en la escena rockera internacional.

Al llegar las inmediaciones del Palacio de Vistalegre eran las de un concierto propio de un fenómeno de masas adolescente. La vuelta a la manzana hasta la calle que rodea la Quinta de Vistalegre, para encontrar nuestro sitio en la fila, era un paseo rodeado de gente joven, alguna muy joven. La mayoría chicas, algunas acompañadas por mayores, sus padres supongo, casi todas en grupo. Las indumentarias cercanas al metal gótico. Mucho negro y encaje, mucha bota y mucha media de rejilla, falda o pantalón de cuero y ojos sombreados. Si hubierais puesto la misma atención de vuestro dresscode a dejar la calle sin tanta basura nos hubiera ido a todos mejor.

Una de las primeras satisfacciones dentro del recinto, al que volvía, ni se sabe cuántos años hace ya de ver partidos del Estu y algún que otro concierto, fue que la sala está muy renovada en el interior. Me parece acogedora, diáfana y accesible. La segunda fue que el pincha del local, desconozco si de forma autónoma o por prescripción del cabeza de cartel, nos fue colocando algunos imperecederos de buen hard rock e incluso Heavy. Por desgracia, no estoy acostumbrado entrar en un ambiente tan masivo y que te estén poniendo She Sells Sanctuary de los infravaloradísimos The Cult. Mientras mi chica y yo la celebrábamos, por desgracia pasaba desapercibida entre la chavalería.

Entraron temas enlatados para ir calentando el ambiente de Mötley Crue, los Rolling, Guns and Roses, Audioslave entre otros para abrir los teloneros de la velada. Los dos grupos británicos -bueno de estilo seguro ambos, pero uno proviene de Estados Unidos-, que abrían al cabeza de cartel eran perfectos desconocidos que hicieron acto de presencia para recordarnos a algunos y descubrir a otros que en el Reino Unido existe una escena músical de rock espectacular y que salen bandas cada día con talento, con tablas y con mensaje.

Me gustaron especialmente los primeros, Weathers, a los que obviamente desconocía, pero que me sonaron muy frescos pese a presentar unas notables influencias a bandas de gran recuerdo como Placebo o Super Grass. Los segundos, originarios de Las Vegas, Palaye Royale, no me disgustaron en absoluto, pero su sonido me dejo más indiferente, aunque si bien como digo, la pericia técnica de ambas bandas es notable y merecen tenerlos en cuenta. Qué tiempos aquellos en los que cada mes te llegaban propuestas de rock desde el otro lado del Canal.

Rompía el silencio el War Pigs de Black Sabbath ante la demencia de a quienes nos vuelve locos este verdadero himno del Metal y de la música. El humo inundaba el escenario y el griterío de la muchachería, no sofocaba ni los acordes de Iommy, ni la voz de Ozzy, por más que los juveniles nervios se exaltaban según rompían los segundos previos al espectáculo.

 

 

Los músicos tomaron posiciones en penumbra, y de repente, se hizo la luz. Dominic Richard Harrison, un chico de 28 años salía con gafas de sol, sonrisa burlona y pose de estrella para desatar la locura con Hello Heaven, Hello, su tema estrella de su último disco, Idols, que nos venía a presentar. Y qué manera de marcar territorio. La canción suena redonda, muy bien ajustada para ser comienzo del concierto y no merma durante los nueve minutos de duración. El público encendido y Yungblud con la actitud necesaria para hacer que todos los presentes disfruten. 

Se saca el chaleco de animalprint para quedarse a pecho descubierto en el coso carabancheleño. Vuelan las gafas de sol y entra sin dilación el segundo trallazo The Funeral, temazo brutal de su anterior disco que a mi me ha enganchado mucho desde que mi mujer me lo dio a conocer.

El frontman, absoluto protagonista, corre, salta, se divierte y hace que el público, ya predispuesto, tome partida. Las llamaradas restañan en el escenario, estalla el confeti hasta en dos ocasiones, blanco y rojo, mientras Yungblud interpela al público, dialoga con él, cantando y la mayoría de las veces hablando directamente. En el quinto corte, con la platea entregada, sube a un chaval al escenario para que le acompañe a la guitarra en Fleabag, en una divertida interpretación celebrada con ahínco por el público.

Así hasta el momento culminante, su versión del Changes, de Black Sabbath dedicada con cariño y dolor por la reciente pérdida, que nos lleva a varios a señalar el cielo mientras se inunda los ojos de lágrimas. Por desgracia, buena parte del público, por lo menos a mi alrededor, no acabó de entender el sentido del momento, ni tampoco las propias lágrimas de Yungblud que acababa el cover mirando también al cielo y susurrando algo a Ozzy. Sin duda, el instante culmen de todo el concierto.

De ahí y hasta el cierre más carreras y saltos. Interacciones con el público. Algunas físicas caminando sobre y mezclándose con ellos. Otras pidiendo máxima implicación a los brazos y las manos. Algunos desajustes técnicos, tomados con risa. Destilando una pose que parece querer romper el espacio sagrado de los totem del género. Como si viniera a apropiarse algo que está desierto o usurpado desde hace mucho tiempo.

Quizás se deba a que éramos de los más veteranos en el concierto, pero con todo estuvimos en una demostración más, y no será la última, de que el rock está muy vivo. De qué hay cantera. Hay pasión. Y ganas de pasarlo bien con la música bien hecha como excusa. Si puede haber ese relevo entre aficionados al género es porque existen artistas y propuestas como las de Yungblud, capaces de irradiar hacia los más jóvenes. Y en especial al público femenino.

Desde luego, Yungblud ejercita sobre el escenario su propio estilo y personalidad. Pero también las influencias de la música que le gusta y ha compuesto su balance. Se nota esa afinidad con Ozzy y también con Steve Tyler. Veo detalles de Iggy Pop, por supuesto, de Freddy Mercury, y también las más glameras a lo Vince Neil. Con todo lo malo y bueno que tiene. En conjunto es capaz, y bien que se le agradece, de hacer de correa de transmisión de la música rock entre generaciones, y está llamado a convertirse en un referente.

A mi juicio tiene mucho mérito, que en la actualidad, un chaval haciendo rock (ignoro sus poderes y si viene o no desde el arroyo) sea capaz de hacerse un nombre y arrastrad a una multitud de personas jóvenes, muchas chicas y mujeres, hasta un concierto de género. Que escriba letras concienciadas con los problemas generacionales, de identidad, muchos de índole psicológica y todos complejos y trascendentes en una vida. Hoy en día, con la música prefabricada y las letras para idiotas donde la mujer es hiper sexualizada. Donde el algoritmo marca la música como un producto más de usar y tirar. Cuando todo es marketing e impacto en las redes sociales lo que marca el ritmo de qué se escucha y qué pasa ignorado o desapercibido. Cuando más imposible parece. Cuando la homogeneidad cultural es más totalizadora, todavía salen nuevas propuestas que reverdecen los viejos laureles del rock. Que proponen canciones claramente generacionales, como Hello Heaven, Hello con la también abre este último disco, sin importarle que dure más de nueve minutos en la era del consumismo rápido de usar y tirar. Una valiente declaración de intenciones.

Entre lo negativo la corta duración del setlist puesto que este buen mozalbete atesora una buena retahíla de temas para paladear en directo. Y sin embargo, tras hora y media cerró la sesión con el temazo Zombie. Echamos en falta, sobretodo mi mujer, canciones como Mars, Parents y fundamentalmente Polygraph Eyes que es de las que me había gustado de los deberes como escuchas previas a los que me había comprometido. Entiendo que después de la intensidad exhibida y la exigencia física adquirida Yungblud se retirara exhausto, pero fue una pequeña desilusión ante la propuesta de un artista que precisamente ha exhibido talento interpretativo y compositivo como para abrir discos con temas de casi 10 minutos.

Tampoco me hizo una ilusión extrema los muchos cortes al desarrollo continuo de las canciones y la música. Interpelar al público está bien, pero en mi opinión, estas deben ser breves y cortas, no hacerse repetitivas y ni romper la dinámica propia de la música y su interpretación. Hacerse más para emocionar que para una foto o una pose, pero es innegable que la conexión conseguida con el público fue colosal, gracias a la espontaneidad y naturalidad con la que se hacían, y llevo a ambos, cantante y platea, a una catarsis tremenda.

Son mis cosas, como también el ver que algunos tramos del guitarra principal (lo tenía enfrente) estaban sampleados. Pero eso ya para el oído y ojo expertos. O tener que lidiar con mendrugas que protestan porque se saca una camiseta con mensaje cuando ni ha empezado el concierto, pero que no protestan cuando todo se inunda de móviles haciendo videos. Por cierto, de verdad, no hay que grabar el concierto ni hacer 300 fotos que además van a quedar regu. De nada, eh

Y sin embargo, la satisfacción con el concierto de Yungblud fue plena y se hará poderosa en la memoria con el tiempo. Un concierto sin fisuras, coherente en su propuesta de caos y emoción.

Quizá asistimos, sin saberlo, al advenimiento de la nueva rockstar, el nuevo icono que engarce a las nuevas generaciones, y en especial a las féminas, al mundo del rock y del Heavy Metal. El Mesías que abra la puerta del Valhalla a todos aquellos que viven cegados bajo la tiranía del algoritmo del más adinerado y de la laminación multicultural. Que rompa los rigores de la uniformidad musical.

¡Larga vida a Yungblud! ¡Larga vida a la música! ¡Larga vida al rock!

 

 

martes, 14 de abril de 2020

Día 31 de confinamiento: Resistiré. Si pero con Barón Rojo



Las 8 de la tarde es la hora de los aplausos. Y también de atronar al vecindario con himno y canciones inocuas que fortalezcan nuestro espíritu y nos auto-refuercen durante el confinamiento. La más usada es el Resistiré del Dúo dinámico. Verdaderamente una canción de radio fórmula añeja, bien intencionada y fácilmente coreable, que no provoca más reacción que una leve sonrisa y un rato de desapego de la realidad. Poco vas a pensar, ni durante, ni tras la escucha, y puedes volver a cerrar la ventana, bajar la persiana y continuar con el encierro otras 24 horas más.
Pero hay otro Resistiré. Hay otra canción que apela al sentimiento de supervivencia y de no rendirse jamás. Hay una letra que denuncia el estado de las cosas, que pone palabras a la sensación de hartazgo, desazón y miedo. Y que lanza un mensaje de revolución y dignidad por encima de lo que nos quieren hacer creer, empezando por la aceptación sumisa de la situación que vivimos.
Es Barón Rojo quien la firma y el grupo madrileño, una de las grandes bandas -si no, la que más- del metal español, la ha llevado a concierto durante sus 40 años de vida. Dentro del Volumen brutal, segundo álbum del grupo publicado en 1982, se incluía una canción que con su letra de rebeldía y activación frente a la resignación se plasmaba como un himno también ante la situación del país en aquella época, con también, y cuando no, una amenaza fascista de por medio.
Todo el disco fue un gran éxito tanto en España como en Reino Unido y ayudó no sólo a dar a conocer al grupo, sino al metal hecho en castellano, lo que abrió las puertas de los grandes conciertos europeos a la música heavy hecha en nuestro país.
Propongo, hoy 14 de abril, y de hoy en adelante, colocar en el vecindario el Resistiré de Barón Rojo.


martes, 21 de junio de 2016

Black Metal

Hoy es el #DíaDeLaMúsica y también el primer día del verano y no se me ocurre mejor forma de celebrar el primer evento y paliar los sofocos del segundo que escuchar y escribir un poco sobre Black Metal.
No es a priori el estilo, la vertiente del Heavy Metal que más escucho, pero es innegable que grupos y temas icónicos grabado a fuego sobre iglesias de madera aparecen en mis dispositivos y estantería.
Surgido a mediados de los 80 en Europa, el Black Metal combina por un lado las letras paganas y anti-cristianas llevadas con voces guturales y sonidos rápidos y contundentes producto de guitarras muy distorsionadas, baterías veloces y la creación de atmósferas oscuras y cargadas, donde la escenografía es parte fundamental, de una representación conceptual, donde el satanismo es el leiv motiv recurrente tanto como en las letras con temas asociados al odio, la misantropia, la violencia y la sabiduría tradicional pan-europea, profundamente antimonoteísta y marcado por fuertes dosis de ocultismo.
Aunque comunmente se recurre a la explosión de bandas de Black Metal en Noruega a mediados de los 90 como origen del género, es importante hacer una pequeña cronología del mismo, yéndonos a 1979, y al álbum Black Metal de los británicos Venom. Tal título, que dio bautismo al estilo, adentro a la Nueva Ola de Metal Británico (NWOBHM) en el terreno agresivo paralelo pero independiente, sobretodo por razones geográficas, del Trash Metal que surgía en ambas costas de Estados Unidos.
Poco tiempo después en Europa surgían bandas como los italianos Death SS o los daneses Mercyfull Fate, y sobretodo quienes se convirtieron en emblema del género, en la primera mitad de los 80, los suizos Celtic Frost.
La calidad de estos así como una brutal puesta en escena fueron “popularizando” dentro de los círculos del metal el género, con lo que aparecieron numerosas bandas por todo el centro y norte de Europa que encontraron en el Black Metal su forma de expresión. Hablamos de Burzum, Darkthorne, Emperor, Sodom, Bathory, Behemont o Graveland quienes ya a finales de la década habían construido la parafernalia asociada a la música y convertido sus actuaciones en vivo, en auténticas obras teatrales, donde lo tétrico, satánico y la violencia envolvían todo bajo pario de cultos paganos y la escenificación indisimulada de los antiguos ritos de las culturas barbaras del norte y el centro de Europa, tales como recreaciones de batallas, de sacrificios, incluso humanos a imagen de los vikingos en el templo de Uppsala, o de relatos de las Sagas o las Leyendas de los Nibelungos.
Dentro de esta escenificación muy importante era la imagen de los propios integrantes de las bandas, que unían a la tramoya de casquería, sangre y vísceras (incuso reales), y las representaciones de bosques y templos mitológicos, su propio cuerpo como lienzo, con la única finalidad de imponer su visión, componiendo un retrato homogéneo e integro de las influencias e historias de las que se alimentaban.
Así, tomados de la iconografía de Kiss, llegaron para quedarse las muñequeras de pinchos, cada vez más extremos, las botas y sobretodo la pintura facial, componiendo el espectro que hoy conocemos como gótico. Llegaron los cinturones de cuero, los de municiones y los complementos normalmente de plata como anillos, colgantes, cruces invertidas con alusiones a la simbología y la idolatría a la que se admira. Todo ello con el negro como denominador común en las vestimentas. También se quedaron en el olvido los nombres propios y comunes de los músicos, siendo sustituidos por apodos de claras referencias satánicas o extraídos del acervo cultural nórdico.
En estas estamos cuando llegamos a los 90 y concretamente a Noruega, donde, junto a la explosión del género desde el punto de vista musical, al Black Metal se le añade un movimiento cultural y social, que sobrepasa los círculos musicales y artísticos hasta llegar al fenómeno sociológico.
Una serie de pequeñas bandas formadas por jóvenes músicos que se conocían entre sí y que compartían unos ideales y gustos tanto musicales, como casi reverenciales por la historia y el ocultismo, forman lo que se dio en llamar el Inner Circle, (Círculo Interno) donde aparte de desarrollar su música, iniciaron un camino que derivo en una ola de criminalidad, poniendo en jaque, la hasta ese momento, pacífica vida de los noruegos.
Lo que empezó como profanaciones de cementerios y hurtos en templos y alguna amenaza a sacerdotes, pronto paso a ser palizas a detractores o policías y más allá el hecho que más trascendió sus propias fronteras y las de la historia: La quema de Iglesias Cristianas.
52 templos ardieron, incluidos algunos de un valor histórico incalculable como las iglesias de madera de Fortun y Stavkirke del siglo XII e intentos de incendio como el de la Catedral de Nidaros tras un concierto de Mayhem.
Pero más allá fue la ola criminal que acabo con dos asesinatos y el suicidio de Per Yngve Ohlin, alias Dead, vocalista y alma mater de Mayhem, y del que después hablaré.
Y es que todo empezó en un pequeño negocio familiar en Oslo, donde Øystein Aarseth, (alias Euronymous) guitarrista de Mayhem, añadió a la librería de su padre un espacio de compra venta de discos de Black Metal y una productora con estudio de grabación incluido en el sótano. Así se fueron acercando jóvenes noruegos con las mismas inquietudes artísticas, culturales y sin no tantas perspectivas de futuro (eran los años de la Crisis Financiera Escandinava de los 90, en la que el paro en Noruega subió a un “insoportable” 12%, con un 15% de paro de menores de 30 años).
Lo cierto es que estos jóvenes añoraban el ideal histórico-cultural de Escandinavia tanto la vikinga, como la nacionalista del Siglo XIX considerando tanto la cristianización, como las invasiones tanto culturales o militares de británicos o nazis en el siglo XX, como invasiones extranjeras esforzadas en eliminar la auténtica cultura nórdica y sustituirla por costumbres ajenas e inferiores. En ese ideal de cultura toma fuerza el Vikingo, el ideal guerrero, como lectura interesada e interpretación de las Sagas (sabemos sobradamente que mucho más que guerreros, los vikingos eran campesinos y comerciantes), con la guerra y la violencia como estatus empoderador de los hombres y a la antigua religión politeista vikinga, como vástagos de Odín.
Con éste, espero que animado relato las vicisitudes del Black Metal, nos ponemos en situación para escuchar música. Diez canciones de diez grupos icónicos del Black Metal. Disfrutarlo.
10. Enslaved
Naturales de Bergen, Noruega, su nombre viene de otro tema icónico, el Enslaved in Riot de Inmortal. Su música es un retrato actualizado del Black Metal con teclados y mayor armonía en las composiciones para revestir letras de temática vikinga y ensalzamiento de los usos y costumbres de los antiguos moradores de Escandinavia.


9. Marduk
El nombre de esta banda sueca formada en 1990 salio de un antiguo dios babilónico “Marduk”. Los temas musicales de la banda incluyen lo religioso y lo filosófico del satanismo, anti-cristianismo y una mirada oscura en el pasado, incluyendo recuerdos brutales de la Segunda Guerra Mundial y las atrocidades cometidas por el Tercer Reich.
Una demostración temprana y blasfema de la banda fueron las representaciones de una monja usando un crucifijo al masturbarse, por la que fueron denunciados, aunque curiosamente nunca se les censuro en su país de origen.
Algunos títulos incluyen: “Jesus Christ Sodomized”, “Death Sex Ejaculation”, “Burn My Coffin”, “Blessed Unholy”, “With Satan” y “Victorious Weapons”. Debido al tema prominente de la Segunda Guerra Mundial, muchos han acusado al grupo de ser racista, antisemita e incluso social-nacionalista, pero los miembros de la banda han insistido que Marduk no tiene ninguna agenda política, sino que utiliza la historia de la Alemania fascista con fines artísticos y sólo música.


8. Behemont
Provenientes de Polonia, Behemoth formado en 1991 se ganó a un público local, como una banda de Black Metal tradicional, con temas tempranos de paganismo nórdico y el ocultismo. Está liderado por el cantante y guitarrista Nergal. La fusión de la mística y la imagen del Black Metal Satánico, la precisión y la brutalidad del Death Metal, la banda se mantuvo fiel a su contenido lírico que explora temas anti-cristiano, así como otras filosofías satánicas. Álbumes clave de revisar son: Satanica (1999), Thelma6 (2000) y The Apostasy (2007).
La banda casi se disolvió cuando Nergal fue diagnosticado con leucemia en el 2010. Sin embargo después de una larga recuperación, la banda volvió a plena vigencia y la música no se ha hecho menos sino que revivió su esencia de maldad. Uno de sus últimos discos se denomina The Satanist.


7. Satyricon
Esta banda de Black Metal noruega esta obsesionada con la historia medieval desde su creación en los años 90. Con los primeros álbumes se centra en los bosques y castillos de la edad media, la banda desarrolló un sonido que es hoy en día tan siniestro como el Black Metal pero aún lo suficientemente accesible para ser popular.
El arsenal secreto detrás de la furia de Satyricon es el baterista Frost, una leyenda del Black Metal con un ritmo parecido a una perforadora y la velocidad inhumana.
Liderados por el vocalista y letrista Satyr, la banda toma un enfoque moderno de black metal en bruto como Darkthrone, Bathory y Burzum, y la música inspirada por la Madre Tierra, antiguo paganismo, el ocultismo y la naturaleza del mal. Imposible no escuchar el mejor arsenal de la banda: Nemesis Divina (1996), Rebel Extravaganza (1999) Volcano (2002) y Now, Diabolical (2006).


6. Bathory
El grupo sueco formado en Estocolmo en 1983 y que se disolvió en 2004 con la muerte a consecuencia de un ataque al corazón de su vocalista y alma mater Quorthon, es sin duda el más influyente y a la vez desconocido, fuera de los círculos del Metal, grupo de Balck Metal.
Muchos grupos de este u otros géneros citan a Bathory como fuente de inspiración. No obstante fue uno de los primeros en asimilar la estética propia e identitaria del Black Metal.
Pero no sólo de lo visual beben quienes dicen tener a Bathory entre sus influencias. Musicalmente aporto muchísima densidad a la puesta en escena y a todo lo que rodeaba a la creación artística. Un disco ya es un viaje a un espacio oscuro y asfixiante donde la atmósfera pagana lo envuelve todo, desde letras originales donde se conjugan la lectura de las sagas vikingas (fueron los pioneros en ello) hasta los relatos fantásticos y tenebrosos de los siglos XVIII y XIX tanto de la literatura nórdica, británica o germana.
Sin duda, no pueden faltar en cualquier repositorio y selección de Black Metal.


5. Dimmu Borgir
 Quizás estos noruegos sean la banda más conocida del género en la actualidad. No cabe duda de que aún manteniendo la iconoclastía propia del Black Metal, el estilo y las letras, son los que de forma más sencilla consiguen encontrar hueco en festivales y espacios del heavy metal por todo el mundo. Aparecieron en 1993 y desde el primer momento dotaron de mayor raigambre al Black Metal no teniendo miedo (faltaría más) en añadirle teclados y sintetizadores, así como grabaciones con orquestas fil armónicas y órganos con el objetivo indisimulado de sumar sonoridad y construir un edificio musical capaz de aguantar sus letras con toda su carga de anticlericalismo, anti-cristianismo, profundamente paganas y huérfanas de un pasado medieval glorioso.

Como curiosidad, decir que Dimmuborgir (no el nombre de la banda) es un lugar en el norte de Islandia, donde las leyendas cuentan que es una entrada o la puerta hacia el infierno, "Dimmu" significa oscuridad, y "Borgir" podría significar ciudad, pueblo, castillo o vivienda.
 


4. Dark Funeral
Al salir de Suecia en los años 90, Dark Funeral está en la misma liga que los contemporáneos Gorgoroth y Marduk. La banda se convirtió en realidad justo en el pico de la explosión del Black Metal noruego, en una época en que la música sombría igualó un estilo de vida masoquista y violento de los artistas del Black Metal: asesinatos, quema de iglesias, el satanismo, la auto-mutilación, el suicidio, las drogas y su abuso e incluso en algunos casos, la homofobia y el racismo.
La música de Dark Funeral se centra más en las representaciones literales de los bajos fondos, el infierno y el Fin de los Tiempos en sus álbumes, que incluyen muchos himnos de Black Metal sinfónico, nocturnos, y melódicos dedicados hacia el odio, la misantropía, la adoración al diablo y las artes negras. El sonido de Dark Funeral es angustioso aún melódico, hermoso pero destructivo; y es aún mejor experimentado en el entorno vivo, sus espectáculos a menudo consisten en pinturas de cadáveres, sangre, fuego, pentagramas, muerte y pinchos.


3. Deicide
Lejos, muy lejos del frío de Escandinavia, apareció esta banda de Black Metal estadounidense formada en 1987. Los de Tampa, Florida, realizan un completo homenaje musical a Satanás, en confrontación abiertamente contra el cristianismo, con cada álbum y concierto. El nombre del grupo significa literalmente la muerte de Dios. Su miembro fundador, bajista y vocalista es Glen Benton, es consistentemente un profundo y demoníaco satanista, mientras que sus letras son consideradas blasfemia. No es ninguna sorpresa que la banda suscita controversia entre muchos grupos fundamentalistas cristianos con álbumes como Once Upon the Cross (1995), Serpents of the Light (1997), In Torment In Hell (2001), y To Hell With God (2011).
Benton incluso se tatuó una cruz invertida en la frente, para probar su lealtad al Señor Oscuro, aunque los ex compañeros de banda han puesto en duda su sinceridad en los últimos años. A pesar de numerosos cambios en la alineación, Deicide actualmente cuenta con el baterista/miembro fundador Steve Asheim, y los guitarristas Jack Owen y Kevin Quirion.
Al principio de la carrera de la banda, Deicide fue perseguido por las protestas de la Iglesia, los grupos de derechos de los animales que denunciaron la tortura de animales, e incluso varios pleitos que alegan la música influenciando al suicidio, crimen, e incluso asesinato.
Deicide está entre las tres primeras bandas de metal más altas de venta de todos los tiempos (junto con Cannibal Corpse y Morbid Angel).

2. Gorgoroth
No existe una banda con un show en vivo, un concierto y una escenografía tan auténtica y tan propia del Black Metal, como la de esta banda fundada en 1992 por el guitarrista Infernus, el vocalista Hat y el batería Goat Pervertor en la ciudad de Bergen (Noruega).
A un estilo especialmente denso y endemoniadamente vertiginoso le suman una puesta en escena en la que no les ha importado contar con artistas del sadomaso y fakires para representar crucificiones y martirios, así como sacrificios satánicos.
Las cabezas de cordero y las vísceras tienen su espacio en el escenario como los amplis y las guitarras. Incluso durante unos años, sólo tocaban en salas con un sistema de incendios de riego por aspersión. El motivo era que en vez de llenar los depósitos con agua, los llenaban con sangre de carnero y durante el tema final en la gira del Incipt Satán, When Love Rages Wild in My Heart, los accionaban para llenar a toda la platea de sangre.
Las demandas se sucedieron, y primero tuvieron que “avisar” a la entrada, para luego regalar un chubasquero con un pentáculo, y después, tras paso por Estados Unidos a solamente tocar en salas que tuvieran riego por aspersión con varios depósitos independientes. Se cuenta que llegaron a rociar a la gente con 4.000 litros de sangre.
Hoy en día, siguen siendo una de las bandas de culto, con una legión de seguidores en todo el mundo. Sus espectáculos matienen la raya de la polémica, mientras su música, su voz gutural y sus letras de ensalzado de la violencia y el paganismo no aflojan


1. Mayhem
Formado en 1984 en Noruega, Mayhem es un sonido infernal y un estilo de vida violento como epítome de verdadero Black Metal noruego. La banda ha pasado por innumerables cambios en su formación desde su inicio. Inspirados inicialmente por la talla de Slayer, Celtic Frost, Venom, Judas Priest y Motörhead. Pero a medida que pasaba el tiempo la música se hizo más rápida, más oscura, más violenta y sombría, con temas y letras deprimentes, macabras e incluso satánicas se centraron en la muerte y el ocultismo. El cantante original de la banda, “Dead” se suicidó al volarse los sesos con una escopeta en 1991 (imágenes tomadas por el guitarrista de la banda de Euronymous están en el álbum de contrabando en vivo Dawn of the Black Hearts), pero incluso la muerte de Dead no ralentizó a la banda.
Poco después de esto, más violencia se produjo alrededor de la banda, incluyendo al bajista original de Varg Vikernes (Burzum) que cometió una juerga de incendios provocados en iglesias, para proclamar su odio por el cristianismo; y el eventual asesinato de Euronymous, por Vikernes en 1993, justo antes del lanzamiento del álbum quintaesencia de Mayhem, “De Mysteriis Dom Sathanas”, una frase en latín que significa ritos secretos misteriosos del Señor Satanás.
El disco salió en 1994, cuando Vikernes fue condenado por el asesinato de Euronymous. El álbum también contiene inquietantes letras escritas por Dead antes de su suicidio, y las últimas canciones grabadas por Euronymous antes de ser asesinado. Casi 20 años después del caos literal, Mayhem la banda ha sobrevivido a la primera década del siglo XXI, y actualmente cuenta con sus miembros originales, el baterista Hellhammer, y el bajista Necrobutcher, junto con el cantante clásico Atilla Csihar y guitarrista Teloch.
Actuaciones de la banda en el pasado incluyen sangre, cuchillos e incluso cabezas de cerdo en pinchos de metal. Con siete álbumes de larga duración en su haber no hay luz que podrían frenar a estos veteranos impíos del Black Metal

_______________________________________________________________________

miércoles, 24 de diciembre de 2014

Epica: Metal sinfónico y los avatares para disfrutar de él, de un pobre heavy español



Cuando vi que Epica iba a tocar en Madrid, y que por fechas, en aquel momento, me cuadraban la mar de bien, no lo dude ni un momento. Venián a presentar en vivo su último disco, The Quantum Enigma, que habiéndolo escuchado me había dado una sensación buenísima, de cuadratura del círculo a una formación, la holandesa que ya nos había dejado algunos álbumenes excelsos, como el Consing to Obvilion (2005) o The Divine Conspirancy (2007), regalándonos con ellos algunos himnos soberbios del mejor metal sinfónico posible, para en esta su última propuesta virar un poco (quizás por presiones comerciales) a temas menos elevados, pero manteniendo el punto de dureza y la fantasía y técnica de la composición para convertirlo en una obra digna de admiración.

Si además, y como teloneros, iban a entrar en escena los franceses Dagoba, banda que disfrute hace un par de años en festival dejando un gran sabor de boca y que claramente han ido evolucionando con su groove sin complejos, y por supuesto, Dragonforce, una banda que me fascina, plena de virtuosismo, ritmo y pegada, una de esas propuestas que tienes como pendientes y salivas por disfrutar en directo, poder sentir el power metal, el speed metal acelerado, fantástico y el talento de los Herman Li y Sam Totman a las guitarras y al resto de esta super banda, como no ibamos a comprar las entradas.

Por eso, el viernes 28 de noviembre, después de cambios de planes, ajustes, agobios y presiones, estaba en Madrid, junto a mi acompañante, dispuestos a dsifrutar de una buena noche (más bien tarde-noche) de metal. El destino era la macro discoteca Shoko, en las próximidades de la Puerta de Toledo. La hora de llegada eran las 19:00 hora en la que venía anunciada la apertura de puertas en el comprobante de la entrada adquirida por la herramienta habitual online, en estos casos. Esto nos hacía suponer que los conciertos comenzarían a las 19:30 con Dagoba al frente, lo cual unido a los retrasos y problemas laborales que tenía en aquel momento hicieron que llegáramos a las 20 horas, ya enfadados por perdernos a los franceses, pero salivando por ver a Dragonforce.

Pero nuestro próximo gozo, quedo en nada, puesto que no sólo es que hubieran empezado ya, es que ya habían terminado su actuación y se estaba preparando el escenario para la actuación de Epica. Es díficil expresar el cabreo e indignación que me entró, porque la apertura de puertas, no fue a las 19:00 sino que fue a las 18:30, empezando Dagoba su actuación, según nos confirmaron otros compañeros sobre las 18:45, para tras 25 minutos dar paso a Dragonforce, casi inmediatamente, quienes llevaron su actuación hasta las 19:45.

Esta claro que yo tuve el error, o más bien la putada, de no poder estar a las 19:00 horas, pero es que en la información recibida e impresa de la plataforma de venta de entradas daba esa hora como la de apertura de puertas, no la de que iban ya a estar celebrándose los conciertos. Si además le sumamos que a dos bandas, de nivel medio alto Europeo, en #Españistan le damos a media tarde entre 20 y 30 minutos de actuación, explica muy claramente los problemas que tenemos los metaleros en el país del flamenco, la tortilla de patata, los triunfitos y la música en lata.

Desde siempre he tenido claro que en esta tierra ajada y paleta no se cuida el arte, y mucho menos la música en directo. Pero a los metaleros, nos tratan como apestados y si a parte de todas las tropelías y estafas, le suman no cumplir lo pactado y entregado en la información, otra estafa, ya lo que dan ganas es de salir en hordas a cumplir con el estereotipo que han dejado de nosotros de violentos y anti sociales.

Y digo más estafas y tropelias, porque no contentos con el cambio de hora, la gentuza que lleva la discoteca Shoko tuvo a bien, exprimir el tirón de los tres grupos, y no sólo marcarse un "No hay entradas" sino que llenaron el local hasta límites insospechados, que atentan contra la vida en unas mínimas condiciones de confort, bienestar y salud, haciendo literalmente imposible llegar a los baños o a las barras, o simplemente si te querías quedar en el centro de la platea, algo tan básico como respirar. Llamadme exigente o raro, pero si suelto 30 euros para ver y vivir un concierto, lo quiero disfrutar, sentirme agusto; evidentemente habrá mucha gente, pero no quiero sentirme como ganado cebado a medio minuto de que nos den un dispado con la pistolita de aire comprimido.

Pero no contentos con eso, con exprimir literalmente los cuerpos de las y los metaleros allí presentes, haciéndonos sudar y deshidrándonos hasta empapar nuestras camisetas negras, también decidieron exprimir nuestros bolsillos. Que vayas a un festival en #Españistan y te soplen 10€ por un litro de cerveza, pues es normal y puede que hasta lógico. Que vayas a una sala, con más enjundia y que siempre que he ido (4 veces sin contar la que me esperaba al día siguiente) como La Riviera y te levanten 15€ pues escuece, pero lo entiendes, y te quedas con el espectáculo brindado. Pero que vayas a una discoteca de mierda, a ver como un papanatas repeinao, te pone un litro de cerveza y te quiera cobrar 24€ por él, ya pasa de castaño a oscuro. A parte, de la broma con el anuncio de loteria de navidad vigente ("dame el décimo de loteria le solté", para alboroto y alegría de un par de heavys a mi siniestra) ya es un ataque a la dignidad humana y unas ganas de enriquecerse salvajemente a costa de la afición de un colectivo, que raya el delito de lesa humanidad.

Se aprovechan de que estas de concierto. Se aprovechan de nuestra pasión y ganas de divertirnos y adquirir trascendencia, con nuestros ídolos, nuestras bandas favoritas o los grupos que están sobre el escenario, que en base a amor y pasión al metal, a su instrumento y a las ganas también de divertirse nos quieren hacer sentir a todos especiales. Pero ellos no, los dueños de estos tugurios nauseabundos, sólo desean contabilizar máximos beneficios. Me saltarán que traer a Epica, Dragonforce o Dagoba cuestan dinero. Por supuesto, pero me váis a decir que si metéis en esa mierda de discoteca al trunfito de moda o a los moja bragas adolescentes le váis a cobrar 10€ el referesco a la gente. Venga ya, malditos hijos de puta codiciosos.

Todo aquello era digno de denuncia. De hoja de reclmación. Los horarios incumplidos; el aforo sobrepasado, sin ninguna duda, y que hace, como cualquier técnico de sonido puede decir, que la sonoridad del concierto se resienta; el precio abusivo e insultante de la bebida; que acaben los conciertos y los porteros entren a echarte como si fueras un perro en una sacristía... Deberiamos de haber puesto todas las hojas de reclamaciones posibles, y denunciado en todos los sitios posibles (redes sociales o incluso ante la policía local) tal atropello. Sin embargo asistimos al show de las tres bandas (en mi caso sólo Epica) y nos fuímos a disfrutar y rememorar la noche.

Sin duda volveré a ver a Épica, y en cuanto pueda veré otra vez a los Dagoba y me estrenaré con Dragonforce. Pero no en la sala Shoko. A mi no me vuelven a timar. Es posible que me pierda a otra banda que tenga ganas de paladear y sentir, pero a mí, no me estafan un euro más.

Eran poco más de las nueve de la noche, y saltaban los integrantes de Epica al escenario, bajo las notas de Originem, la introductoria de su nuevo disco, The Quantum Enigma que venían a presentar. Los seis integrantes entraban prácticamente al mismo tiempo pero con la suficiente distancia para que cada uno tuviera su momento de pleitesía con el público, hasta la entrada de una Simone Simmons con su melena naranja al viento, e impresionante figura llevarse la gran ovación, y piropos, de la noche.

Así, mientras sonaban los aplausos de admiración se lanzaron a la actuación para colocar sin interrupción The Second Stone y la acertadísima The Essence Of Silence. Posteriormente tras la presentación, comenzaron el recorrido por su discografía y así llegaron Unleashed y Fools Of Damnation, para así hilar toda una actuación que sirvió de presentación de su reconocidísimo último trabajo, pero que también debía tener una parte dedicada a la etapa más underground del grupo, lejos del empuje comercial que ahora llevan.

Como viene siendo habitual cuando vislumbramos bandas del norte de Europa, la actitud y talento de la banda, y el sonido fueron destacados.

En cuanto al tema de la acústica, teniendo en cuenta lo aborratada por encima de lo legal que estaba en la sala, nos dejo un sonido algo sucio, que en ocasiones tenia que disputar su espacio a una sensación de barullo y confusión constante, fruto del gentío y también de la estrechez que tenía la sala con respecto al escenario, generando el siempre detestable "efecto tubo". Fue además, una sensación que también se llevo al espectáculo visual, puesto que los efectos de humo y los juegos de luces quedaban deslucidos por el poco espacio que tenían para desarrollarse quedando su visualización muy constreñida a los primeros metros delante del escenario, lo que incluso hacía, a los que estabamos atrás, con un techo mucho más bajo, tener dificultades para ver a los integrantes de la banda (y estamos hablando de una distancia de 30 metros aproximadamente).

Pero por encima de todos estos inconvenientes está la profesionalidad y talento de las bandas, y Epica no fue una excepción. Con una puesta en escena muy cuidada en la que la figura de fronwoman de Simone Simmons acapara la atención siempre atenta a arropar a sus compañeros que también tienen su espacio, mostrándose todos ellos muy cariñosos y atentos al público, posando, saludando y sonriendo cuando tocaba.

Del despliegue musical, podemos decir, que afortunadamente fue mejorando y ajustándose, y sobresalieron tanto en la destreza musical como en la composición, donde siempre la voz de Simmons estructuraba cada tema. Por supuesto la voz gutural del fundador de la banda, Mark Jansen entraba como contrapunto a los registros agudos y clásicos de Simmons. Hubo espacio para la guitarra de Delahaye y dejar claro que Epica es una banda de Metal sinfónico, pero sobretodo heavy. Coen Janssen al teclado aportaba todos los arreglos dejándonos el momento ochetentero por excelencia al calzarse un Keytar y tocar uno de los temas con él, como si fuera un guitarrista más. Al bajo, Rob van der Loo, último en llegar a la formación se mostro integrado pero no pudo brillar dadas las "peculiares" por no decir horrendas condiciones de sonido que exacerbaban los graves, descomponiendo algunas de las composiciones de la banda.

Brillo mucho en la bateria, a mi juicio, un Ariën van Weesenbeek, brutal, intenso que metió un ritmo a la actuación absolutamente fascinante, y se mostro como lo que ya sabía, "uno de los mejores baterias del momento en Europa" y como lo que esperaba: Un absoluto crack en vivo.

Tengo que decir, que quería ver como sonaban algunos temas, sobretodo los que pudieran haber entrado en mi cabeza a través de discos de estudio o grabaciones con orquesta filarmónica, como los del Consign To Obvilion o el altísimamente recomendable "The Classical Conspirancy", doble compacto que adquirí en el que a su repertorio añadieron versiones de temas de música clásica, alguna versión de metal clásico y grandes bandas sonoras de películas, con el acompañamiento y labor fastuosa y brillante de la Filarmónica de Hungría. Absolutamente imprescindible.

Pues bien, esa curiosidad o temor, era por la imposibilidad de colocar multitud de los arreglos utilizados por los holandeses en sus grabaciones, como los propios de una orquesta de cámara. Allí no iba a ver violines, ni violas, ni tubas, ni clarinetes. Tampoco habría coros, cuando en tiempos pasados los tuvieron y de indudable calidad (recuerdo por ejemplo a la gran Amanda Sommerville). La solución era evidente: Meterlos grabados. Pensándolo en frío puede parecer sacrílego meter un volumén amplío de grabación a una actuación en directo, pero tiene esa parte lógica, y hechos como resultaron con cuidado y conocimiento un acierto, puesto que no hicieron cambiar tanto la ejecución de los temas, acostumbrados a escuchar en la versión grabada, a la versión que íbamos a disfrutar en vivo. Como digo, tenía la curiosidad de escuchar canciones como Feint o Façade of Rellaty o The Phantom Agony (las tres grandes ausencias, para servidor) sin esos acompañamientos, pero con ellos grabados, la experiencia fue muy buena.

Así con todo sonaron Fools Of Damnation, The Last Crusade, Obsessive Devotion, Chemical Imsomnia, Sancta Terra, Victims Of Contingency y Design Your Universe, y era la bateria, un doble bombo frenético y unas baquetas endiabladas las que cincelaban un set list que estaba haciendo llevar al éxtasis a todo el gentío allí reunido.

Pero si alguien brilló, fue Simone Simmons. Desde su registro habitual mezzosoprano nos mostró los indudables matices que tiene la obra de Epica, mostrándose sincronizada, no sólo en el apartado musical, sino también en el visual con sus compañeros convirtiendo todo el concierto en una experiencia magnífica, que repito por ellos, por Épica, sin duda me cuidare de volver a repetir.

Además, siempre se mostró calida, disculpándose por cierta brevedad del concierto, ya que parece ser tuvieron problemas con el autobús que las traía desde Zaragoza (donde tocaron el día anterior) a Madrid, y muy atenta al afectuoso cariño recibido por el público allí congregado.

Iba siendo el momento de cerrar y se despidieron con un Design Your Universe absolutamente pletórico, que por sí sólo podía valer para presentarse como una de las bandas más en forma del panorama del metal; pero por fortuna, tras 5 minutos nos entregaron unos bises que no sólo no desmerecieron lo anterior, sino que incluso en mi opinión sonaron mucho mejor, más redondos y mejor acabados. Así cayó Cry For the Moon, tema que recuerdo como mi génesis con Epica y que me hizo saltar y vibrar con esa parte a lo "Beauty and the Beast" y el posterior desarrollo del tema mcho más metalero. Unchain Utopia y Consign To Obvilion cerraron el concierto sin desmerecer en absoluto lo anterior y pese a todas las incomodidades, problemas y demás dejarnos con unas ganas de más. De mucho más. Grandes Epica.

Camareros: Necesarios, degradados y precarios. Una experiencia personal

Ahora que ya está aquí el veranito con su calor plomizo, pegajoso y hasta criminal, se llenan las terracitas para tomar unas...