Las
8 de la tarde es la hora de los aplausos. Y también de atronar al
vecindario con himno y canciones inocuas que fortalezcan nuestro
espíritu y nos auto-refuercen durante el confinamiento. La más
usada es el Resistiré del Dúo dinámico. Verdaderamente una canción
de radio fórmula añeja, bien intencionada y fácilmente coreable,
que no provoca más reacción que una leve sonrisa y un rato de
desapego de la realidad. Poco vas a pensar, ni durante, ni tras la
escucha, y puedes volver a cerrar la ventana, bajar la persiana y
continuar con el encierro otras 24 horas más.
Pero
hay otro Resistiré. Hay otra canción que apela al sentimiento de
supervivencia y de no rendirse jamás. Hay una letra que denuncia el
estado de las cosas, que pone palabras a la sensación de hartazgo,
desazón y miedo. Y que lanza un mensaje de revolución y dignidad
por encima de lo que nos quieren hacer creer, empezando por la
aceptación sumisa de la situación que vivimos.
Es
Barón Rojo quien la firma y el grupo madrileño, una de las grandes
bandas -si no, la que más- del metal español, la ha llevado a
concierto durante sus 40 años de vida. Dentro del Volumen
brutal, segundo álbum
del grupo publicado en 1982, se
incluía una canción que con su letra de rebeldía y activación
frente a la resignación se plasmaba como un himno también ante la
situación del país en aquella época, con también, y cuando no,
una amenaza fascista de por medio.
Todo
el disco fue un gran éxito tanto en España como en Reino Unido y
ayudó no sólo a dar a conocer al grupo, sino al metal hecho en
castellano, lo que abrió las puertas de los grandes conciertos
europeos a la música heavy hecha en nuestro país.
Propongo,
hoy 14 de abril, y de hoy en adelante, colocar en el vecindario el
Resistiré de Barón Rojo.
Hoy es el #DíaDeLaMúsica
y también el primer día del verano y no se me ocurre mejor forma de
celebrar el primer evento y paliar los sofocos del segundo que
escuchar y escribir un poco sobre Black Metal.
No es a priori el estilo,
la vertiente del Heavy Metal que más escucho, pero es innegable que
grupos y temas icónicos grabado a fuego sobre iglesias de madera aparecen en
mis dispositivos y estantería.
Surgido a mediados de los
80 en Europa, el Black Metal combina por un lado las letras paganas y
anti-cristianas llevadas con voces guturales y sonidos rápidos y
contundentes producto de guitarras muy distorsionadas, baterías
veloces y la creación de atmósferas oscuras y cargadas, donde la
escenografía es parte fundamental, de una representación
conceptual, donde el satanismo es el leiv motiv
recurrente tanto como en las letras con temas asociados al odio, la
misantropia, la violencia y la sabiduría tradicional pan-europea,
profundamente antimonoteísta y marcado por fuertes dosis de
ocultismo.
Aunque
comunmente se recurre a la explosión de bandas de Black Metal en
Noruega a mediados de los 90 como origen del género, es importante
hacer una pequeña cronología del mismo, yéndonos a 1979, y al
álbum Black
Metal
de los británicos Venom.
Tal título, que dio bautismo al estilo, adentro a la Nueva
Ola de Metal Británico
(NWOBHM)
en el terreno agresivo paralelo pero independiente, sobretodo por
razones geográficas, del Trash
Metal
que surgía en ambas costas de Estados Unidos.
Poco
tiempo después en Europa surgían bandas como los italianos Death SS
o los daneses Mercyfull Fate, y sobretodo quienes se convirtieron en
emblema del género, en la primera mitad de los 80, los suizos Celtic
Frost.
La
calidad de estos así como una brutal puesta en escena fueron
“popularizando” dentro de los círculos del metal el género, con
lo que aparecieron numerosas bandas por todo el centro y norte de
Europa que encontraron en el Black
Metal
su forma de expresión. Hablamos de Burzum, Darkthorne, Emperor,
Sodom, Bathory, Behemont o Graveland quienes ya a finales de la
década habían construido la parafernalia asociada a la música y
convertido sus actuaciones en vivo, en auténticas obras teatrales,
donde lo tétrico, satánico y la violencia envolvían todo bajo
pario de cultos paganos y la escenificación indisimulada de los
antiguos ritos de las culturas barbaras del norte y el centro de
Europa, tales como recreaciones de batallas, de sacrificios, incluso
humanos a imagen de los vikingos en el templo de Uppsala, o de
relatos de las Sagas o las Leyendas de los Nibelungos.
Dentro
de esta escenificación muy importante era la imagen de los propios
integrantes de las bandas, que unían a la tramoya de casquería,
sangre y vísceras (incuso reales), y las representaciones de bosques
y templos mitológicos, su propio cuerpo como lienzo, con la única
finalidad de imponer su visión, componiendo un retrato homogéneo e
integro de las influencias e historias de las que se alimentaban.
Así,
tomados de la iconografía de Kiss,
llegaron para quedarse las muñequeras de pinchos, cada vez más
extremos, las botas y sobretodo la pintura facial, componiendo el
espectro que hoy conocemos como gótico. Llegaron los cinturones de
cuero, los de municiones y los complementos normalmente de plata como
anillos, colgantes, cruces invertidas con alusiones a la simbología
y la idolatría a la que se admira. Todo ello con el negro como
denominador común en las vestimentas. También se quedaron en el
olvido los nombres propios y comunes de los músicos, siendo
sustituidos por apodos de claras referencias satánicas o extraídos
del acervo cultural nórdico.
En
estas estamos cuando llegamos a los 90 y concretamente a Noruega,
donde, junto a la explosión del género desde el punto de vista
musical, al Black
Metal
se le añade un movimiento cultural y social, que sobrepasa los
círculos musicales y artísticos hasta llegar al fenómeno
sociológico.
Una
serie de pequeñas bandas formadas por jóvenes músicos que se
conocían entre sí y que compartían unos ideales y gustos tanto
musicales, como casi reverenciales por la historia y el ocultismo,
forman lo que se dio en llamar el Inner
Circle,
(Círculo Interno) donde aparte de desarrollar su música, iniciaron
un camino que derivo en una ola de criminalidad, poniendo en jaque,
la hasta ese momento, pacífica vida de los noruegos.
Lo
que empezó como profanaciones de cementerios y hurtos en templos y
alguna amenaza a sacerdotes, pronto paso a ser palizas a detractores o policías y más allá el hecho que más trascendió sus propias
fronteras y las de la historia: La
quema de Iglesias Cristianas.
52
templos ardieron, incluidos algunos de un valor histórico
incalculable como las iglesias de madera de Fortun y Stavkirke del
siglo XII e intentos de incendio como el de la Catedral de Nidaros
tras un concierto de Mayhem.
Pero
más allá fue la ola criminal que acabo con dos asesinatos y el
suicidio de Per Yngve Ohlin, alias Dead,
vocalista y alma mater de Mayhem, y del que después hablaré.
Y
es que todo empezó en un pequeño negocio familiar en Oslo, donde
Øystein Aarseth, (alias Euronymous)
guitarrista de Mayhem, añadió a la librería de su padre un espacio
de compra venta de discos de Black Metal y una productora con estudio
de grabación incluido en el sótano. Así se fueron acercando
jóvenes noruegos con las mismas inquietudes artísticas, culturales
y sin no tantas perspectivas de futuro (eran los años de la Crisis
Financiera Escandinava de los 90,
en la que el paro en Noruega subió a un “insoportable” 12%, con
un 15% de paro de menores de 30 años).
Lo
cierto es que estos jóvenes añoraban el ideal histórico-cultural
de Escandinavia tanto la vikinga, como la nacionalista del Siglo XIX
considerando tanto la cristianización, como las invasiones tanto
culturales o militares de británicos o nazis en el siglo XX, como
invasiones extranjeras esforzadas en eliminar la auténtica cultura
nórdica y sustituirla por costumbres ajenas e inferiores. En ese
ideal de cultura toma fuerza el Vikingo,
el ideal guerrero, como lectura interesada e interpretación de las
Sagas (sabemos sobradamente que mucho más que guerreros, los
vikingos eran campesinos y comerciantes), con la guerra y la
violencia como estatus empoderador de los hombres y a la antigua
religión politeista vikinga, como vástagos de Odín.
Con
éste, espero que animado relato las vicisitudes del Black Metal, nos
ponemos en situación para escuchar música. Diez canciones de diez
grupos icónicos del Black Metal. Disfrutarlo.
10.
Enslaved
Naturales
de Bergen, Noruega, su nombre viene de otro tema icónico, el
Enslaved
in Riot
de Inmortal.
Su música es un retrato actualizado del Black Metal con teclados y
mayor armonía en las composiciones para revestir letras de temática
vikinga y ensalzamiento de los usos y costumbres de los antiguos
moradores de Escandinavia.
9.
Marduk
El
nombre de esta banda sueca formada en 1990 salio de un antiguo dios
babilónico “Marduk”. Los temas musicales de la banda incluyen lo
religioso y lo filosófico del satanismo, anti-cristianismo y una
mirada oscura en el pasado, incluyendo recuerdos brutales de la
Segunda Guerra Mundial y las atrocidades cometidas por el Tercer
Reich.
Una
demostración temprana y blasfema de la banda fueron las representaciones de
una monja usando un crucifijo al masturbarse, por la que fueron denunciados, aunque curiosamente nunca se les censuro en su país de origen.
Algunos
títulos incluyen: “Jesus
Christ Sodomized”,
“Death
Sex Ejaculation”,
“Burn
My Coffin”,
“Blessed
Unholy”,
“With
Satan”
y “Victorious
Weapons”.
Debido al tema prominente de la Segunda Guerra Mundial, muchos han
acusado al grupo de ser racista, antisemita e incluso
social-nacionalista, pero los miembros de la banda han insistido que
Marduk no tiene ninguna agenda política, sino que utiliza la
historia de la Alemania fascista con fines artísticos y sólo
música.
8.
Behemont
Provenientes
de Polonia, Behemoth formado en 1991 se ganó a un público local,
como una banda de Black Metal tradicional, con temas tempranos de
paganismo nórdico y el ocultismo. Está liderado por el cantante y
guitarrista Nergal.
La fusión de la mística y la imagen del Black Metal Satánico, la
precisión y la brutalidad del Death
Metal,
la banda se mantuvo fiel a su contenido lírico que explora temas
anti-cristiano, así como otras filosofías satánicas. Álbumes
clave de revisar son: Satanica
(1999), Thelma6 (2000)
y The
Apostasy
(2007).
La
banda casi se disolvió cuando Nergal fue diagnosticado con leucemia
en el 2010. Sin embargo después de una larga recuperación, la banda
volvió a plena vigencia y la música no se ha hecho menos sino que
revivió su esencia de maldad. Uno de sus últimos discos se denomina
The
Satanist.
7.
Satyricon
Esta
banda de Black Metal noruega esta obsesionada con la
historia
medieval
desde su creación en los años 90. Con los primeros álbumes se
centra en los bosques y castillos de la edad media, la banda
desarrolló un sonido que es hoy en día tan siniestro como el Black
Metal pero aún lo suficientemente accesible para ser popular.
El
arsenal secreto detrás de la furia de Satyricon es el baterista
Frost,
una leyenda del Black Metal con un ritmo parecido a una perforadora y
la velocidad inhumana.
Liderados
por el vocalista y letrista Satyr,
la banda toma un enfoque moderno de black metal en bruto como
Darkthrone, Bathory y Burzum, y la música inspirada por la Madre
Tierra, antiguo paganismo, el ocultismo y la naturaleza del mal.
Imposible no escuchar el mejor arsenal de la banda: Nemesis
Divina
(1996), Rebel
Extravaganza
(1999) Volcano
(2002) y Now,
Diabolical
(2006).
6.
Bathory
El
grupo sueco formado en Estocolmo en 1983 y que se disolvió en 2004
con la muerte a consecuencia de un ataque al corazón de su vocalista
y alma mater Quorthon,
es sin duda el más influyente y a la vez desconocido, fuera de los
círculos del Metal, grupo de Balck Metal.
Muchos
grupos de este u otros géneros citan a Bathory como fuente de
inspiración. No obstante fue uno de los primeros en asimilar la
estética propia e identitaria del Black
Metal.
Pero
no sólo de lo visual beben quienes dicen tener a Bathory entre sus
influencias. Musicalmente aporto muchísima densidad a la puesta en
escena y a todo lo que rodeaba a la creación artística. Un disco ya
es un viaje a un espacio oscuro y asfixiante donde la atmósfera
pagana lo envuelve todo, desde letras originales donde se conjugan la
lectura de las sagas vikingas (fueron los pioneros en ello) hasta los
relatos fantásticos y tenebrosos de los siglos XVIII y XIX tanto de
la literatura nórdica, británica o germana.
Sin
duda, no pueden faltar en cualquier repositorio y selección de Black
Metal.
5.
Dimmu
Borgir
Quizás
estos noruegos sean la banda más conocida del género en la
actualidad. No cabe duda de que aún
manteniendo la iconoclastía propia del Black
Metal,
el estilo y las letras, son los que de forma más sencilla consiguen
encontrar hueco en festivales y espacios del heavy metal por todo el
mundo.Aparecieron
en 1993 y desde el primer momento dotaron de mayor raigambre al Black
Metal no teniendo miedo (faltaría más) en añadirle teclados y
sintetizadores, así como grabaciones con orquestas fil armónicas y
órganos con el objetivo indisimulado de sumar sonoridad y construir
un edificio musical capaz de aguantar sus letras con toda su carga de
anticlericalismo, anti-cristianismo, profundamente paganas y
huérfanas de un pasado medieval glorioso.
Como
curiosidad, decir que Dimmuborgir (no el nombre de la
banda) es un lugar en el norte de Islandia, donde las leyendas
cuentan que es una entrada o la puerta hacia el infierno, "Dimmu"
significa oscuridad, y "Borgir" podría significar
ciudad, pueblo, castillo o vivienda.
4.
Dark
Funeral
Al
salir de Suecia en los años 90, Dark Funeral está en la misma liga
que los contemporáneos Gorgoroth y Marduk. La banda se convirtió en
realidad justo en el pico de la explosión del Black Metal noruego, en una época en que la música sombría igualó un estilo de
vida masoquista y violento de los artistas del Black Metal:
asesinatos, quema de iglesias, el satanismo, la auto-mutilación, el
suicidio, las drogas y su abuso e incluso en algunos casos, la
homofobia y el racismo.
La
música de Dark
Funeral
se centra más en las representaciones literales de los bajos fondos,
el infierno y el Fin
de los Tiempos
en sus álbumes, que incluyen muchos himnos de Black Metal sinfónico,
nocturnos, y melódicos dedicados hacia el odio, la misantropía, la
adoración al diablo y las artes negras. El sonido de Dark Funeral es
angustioso aún melódico, hermoso pero destructivo; y es aún mejor
experimentado en el entorno vivo, sus espectáculos a menudo
consisten en pinturas de cadáveres, sangre, fuego, pentagramas,
muerte y pinchos.
3.
Deicide
Lejos,
muy lejos del frío de Escandinavia, apareció esta banda de Black
Metal estadounidense formada en 1987. Los de Tampa, Florida, realizan un completo
homenaje musical a Satanás, en confrontación abiertamente contra el
cristianismo, con cada álbum y concierto. El nombre del grupo
significa literalmente la
muerte de Dios.
Su miembro fundador, bajista y vocalista es Glen Benton, es
consistentemente un profundo y demoníaco satanista, mientras que sus
letras son consideradas blasfemia. No es ninguna sorpresa que la banda suscita
controversia entre muchos grupos fundamentalistas cristianos con
álbumes como Once
Upon the Cross
(1995), Serpents
of the Light
(1997), In
TormentIn
Hell
(2001), y To
Hell With God
(2011).
Benton
incluso se tatuó una cruz invertida en la frente, para probar su
lealtad al Señor Oscuro, aunque los ex compañeros de banda han
puesto en duda su sinceridad en los últimos años. A pesar de
numerosos cambios en la alineación, Deicide
actualmente cuenta con el baterista/miembro fundador Steve Asheim, y
los guitarristas Jack Owen y Kevin Quirion.
Al
principio de la carrera de la banda, Deicide fue perseguido por las
protestas de la Iglesia, los grupos de derechos de los animales que
denunciaron la tortura de animales, e incluso varios pleitos que
alegan la música influenciando al suicidio, crimen, e incluso
asesinato.
Deicide
está entre las tres primeras bandas de metal más altas de venta de
todos los tiempos (junto con Cannibal
Corpse
y Morbid
Angel).
2.
Gorgoroth
No
existe una banda con un show en vivo, un concierto y una escenografía
tan auténtica y tan propia del Black
Metal,
como la de esta banda fundada en 1992 por el guitarrista Infernus, el
vocalista Hat y el batería Goat Pervertor en la ciudad de Bergen
(Noruega).
A
un estilo especialmente denso y endemoniadamente vertiginoso le suman
una puesta en escena en la que no les ha importado contar con
artistas del sadomaso y fakires para representar crucificiones y
martirios, así como sacrificios satánicos.
Las
cabezas de cordero y las vísceras tienen su espacio en el escenario
como los amplis y las guitarras. Incluso durante unos años, sólo
tocaban en salas con un sistema de incendios de riego por aspersión.
El motivo era que en vez de llenar los depósitos con agua, los
llenaban con sangre de carnero y durante el tema final en la gira del
Incipt
Satán,
When
Love Rages Wild in My Heart,
los accionaban para llenar a toda la platea de sangre.
Las
demandas se sucedieron, y primero tuvieron que “avisar” a la
entrada, para luego regalar un chubasquero con un pentáculo, y
después, tras paso por Estados Unidos a solamente tocar en salas que
tuvieran riego por aspersión con varios depósitos independientes.
Se cuenta que llegaron a rociar a la gente con 4.000 litros de
sangre.
Hoy
en día, siguen siendo una de las bandas de culto, con una legión de
seguidores en todo el mundo. Sus espectáculos matienen la raya de la
polémica, mientras su música, su voz gutural y sus letras de
ensalzado de la violencia y el paganismo no aflojan
1.
Mayhem
Formado
en 1984 en Noruega, Mayhem es un sonido infernal y un estilo de vida
violento como epítome de verdadero Black
Metal noruego.
La banda ha pasado por innumerables cambios en su formación desde su
inicio. Inspirados inicialmente por la talla de Slayer, Celtic
Frost, Venom, Judas Priest y Motörhead. Pero a medida que pasaba el
tiempo la música se hizo más rápida, más oscura, más violenta y
sombría, con temas y letras deprimentes, macabras e incluso
satánicas se centraron en la muerte y el ocultismo. El cantante
original de la banda, “Dead” se suicidó al volarse los sesos con
una escopeta en 1991 (imágenes tomadas por el guitarrista de la
banda de Euronymous están en el álbum de contrabando en vivo Dawn
of the Black Hearts),
pero incluso la muerte de Dead no ralentizó a la banda.
Poco
después de esto, más violencia se produjo alrededor de la banda,
incluyendo al bajista original de Varg Vikernes (Burzum) que cometió
una juerga de incendios provocados en iglesias, para proclamar su
odio por el cristianismo; y el eventual asesinato de Euronymous, por
Vikernes en 1993, justo antes del lanzamiento del álbum
quintaesencia de Mayhem, “De Mysteriis Dom Sathanas”, una frase
en latín que significa ritos secretos misteriosos del Señor
Satanás.
El
disco salió en 1994, cuando Vikernes fue condenado por el asesinato
de Euronymous. El álbum también contiene inquietantes letras
escritas por Dead
antes de su suicidio, y las últimas canciones grabadas por
Euronymous
antes de ser asesinado. Casi 20 años después del caos literal,
Mayhem
la banda ha sobrevivido a la primera década del siglo XXI, y
actualmente cuenta con sus miembros originales, el baterista
Hellhammer,
y el bajista Necrobutcher,
junto con el cantante clásico Atilla
Csihar
y guitarrista Teloch.
Actuaciones
de la banda en el pasado incluyen sangre, cuchillos e incluso cabezas
de cerdo en pinchos de metal. Con siete álbumes de larga duración
en su haber no hay luz que podrían frenar a estos veteranos impíos
del Black
Metal
Cuando vi que Epica iba a tocar en
Madrid, y que por fechas, en aquel momento, me cuadraban la mar de
bien, no lo dude ni un momento. Venián a presentar en vivo su último
disco, The Quantum Enigma, que habiéndolo escuchado me había dado
una sensación buenísima, de cuadratura del círculo a una
formación, la holandesa que ya nos había dejado algunos álbumenes
excelsos, como el Consing to Obvilion (2005) o The Divine Conspirancy
(2007), regalándonos con ellos algunos himnos soberbios del mejor
metal sinfónico posible, para en esta su última propuesta virar un
poco (quizás por presiones comerciales) a temas menos elevados, pero
manteniendo el punto de dureza y la fantasía y técnica de la
composición para convertirlo en una obra digna de admiración.
Si además, y como teloneros, iban a
entrar en escena los franceses Dagoba, banda que disfrute hace un par
de años en festival dejando un gran sabor de boca y que claramente
han ido evolucionando con su groove sin complejos, y por supuesto,
Dragonforce, una banda que me fascina, plena de virtuosismo, ritmo y
pegada, una de esas propuestas que tienes como pendientes y salivas
por disfrutar en directo, poder sentir el power metal, el speed metal
acelerado, fantástico y el talento de los Herman Li y Sam Totman a
las guitarras y al resto de esta super banda, como no ibamos a
comprar las entradas.
Por eso, el viernes 28 de noviembre,
después de cambios de planes, ajustes, agobios y presiones, estaba
en Madrid, junto a mi acompañante, dispuestos a dsifrutar de una
buena noche (más bien tarde-noche) de metal. El destino era la macro
discoteca Shoko, en las próximidades de la Puerta de Toledo. La hora
de llegada eran las 19:00 hora en la que venía anunciada la apertura
de puertas en el comprobante de la entrada adquirida por la
herramienta habitual online, en estos casos. Esto nos hacía suponer
que los conciertos comenzarían a las 19:30 con Dagoba al frente, lo
cual unido a los retrasos y problemas laborales que tenía en aquel
momento hicieron que llegáramos a las 20 horas, ya enfadados por
perdernos a los franceses, pero salivando por ver a Dragonforce.
Pero nuestro próximo gozo, quedo en
nada, puesto que no sólo es que hubieran empezado ya, es que ya
habían terminado su actuación y se estaba preparando el escenario
para la actuación de Epica. Es díficil expresar el cabreo e
indignación que me entró, porque la apertura de puertas, no fue a
las 19:00 sino que fue a las 18:30, empezando Dagoba su actuación,
según nos confirmaron otros compañeros sobre las 18:45, para tras
25 minutos dar paso a Dragonforce, casi inmediatamente, quienes
llevaron su actuación hasta las 19:45.
Esta claro que yo tuve el error, o más
bien la putada, de no poder estar a las 19:00 horas, pero es que en
la información recibida e impresa de la plataforma de venta de
entradas daba esa hora como la de apertura de puertas, no la de que
iban ya a estar celebrándose los conciertos. Si además le sumamos
que a dos bandas, de nivel medio alto Europeo, en #Españistan le
damos a media tarde entre 20 y 30 minutos de actuación, explica muy
claramente los problemas que tenemos los metaleros en el país del
flamenco, la tortilla de patata, los triunfitos y la música en lata.
Desde siempre he tenido claro que en
esta tierra ajada y paleta no se cuida el arte, y mucho menos la
música en directo. Pero a los metaleros, nos tratan como apestados y
si a parte de todas las tropelías y estafas, le suman no cumplir lo
pactado y entregado en la información, otra estafa, ya lo que dan
ganas es de salir en hordas a cumplir con el estereotipo que han
dejado de nosotros de violentos y anti sociales.
Y digo más estafas y tropelias, porque
no contentos con el cambio de hora, la gentuza que lleva la discoteca
Shoko tuvo a bien, exprimir el tirón de los tres grupos, y no sólo
marcarse un "No hay entradas" sino que llenaron el local
hasta límites insospechados, que atentan contra la vida en unas
mínimas condiciones de confort, bienestar y salud, haciendo
literalmente imposible llegar a los baños o a las barras, o
simplemente si te querías quedar en el centro de la platea, algo tan
básico como respirar. Llamadme exigente o raro, pero si suelto 30
euros para ver y vivir un concierto, lo quiero disfrutar, sentirme
agusto; evidentemente habrá mucha gente, pero no quiero sentirme
como ganado cebado a medio minuto de que nos den un dispado con la
pistolita de aire comprimido.
Pero no contentos con eso, con exprimir
literalmente los cuerpos de las y los metaleros allí presentes,
haciéndonos sudar y deshidrándonos hasta empapar nuestras camisetas
negras, también decidieron exprimir nuestros bolsillos. Que vayas a
un festival en #Españistan y te soplen 10€ por un litro de
cerveza, pues es normal y puede que hasta lógico. Que vayas a una
sala, con más enjundia y que siempre que he ido (4 veces sin contar
la que me esperaba al día siguiente) como La Riviera y te levanten
15€ pues escuece, pero lo entiendes, y te quedas con el espectáculo
brindado. Pero que vayas a una discoteca de mierda, a ver como un
papanatas repeinao, te pone un litro de cerveza y te quiera cobrar
24€ por él, ya pasa de castaño a oscuro. A parte, de la broma con
el anuncio de loteria de navidad vigente ("dame el décimo de
loteria le solté", para alboroto y alegría de un par de heavys
a mi siniestra) ya es un ataque a la dignidad humana y unas ganas de
enriquecerse salvajemente a costa de la afición de un colectivo, que
raya el delito de lesa humanidad.
Se aprovechan de que estas de
concierto. Se aprovechan de nuestra pasión y ganas de divertirnos y
adquirir trascendencia, con nuestros ídolos, nuestras bandas
favoritas o los grupos que están sobre el escenario, que en base a
amor y pasión al metal, a su instrumento y a las ganas también de
divertirse nos quieren hacer sentir a todos especiales. Pero ellos
no, los dueños de estos tugurios nauseabundos, sólo desean
contabilizar máximos beneficios. Me saltarán que traer a Epica,
Dragonforce o Dagoba cuestan dinero. Por supuesto, pero me váis a
decir que si metéis en esa mierda de discoteca al trunfito de moda o
a los moja bragas adolescentes le váis a cobrar 10€ el referesco a
la gente. Venga ya, malditos hijos de puta codiciosos.
Todo aquello era digno de denuncia. De
hoja de reclmación. Los horarios incumplidos; el aforo sobrepasado,
sin ninguna duda, y que hace, como cualquier técnico de sonido puede
decir, que la sonoridad del concierto se resienta; el precio abusivo
e insultante de la bebida; que acaben los conciertos y los porteros
entren a echarte como si fueras un perro en una sacristía...
Deberiamos de haber puesto todas las hojas de reclamaciones posibles,
y denunciado en todos los sitios posibles (redes sociales o incluso
ante la policía local) tal atropello. Sin embargo asistimos al show
de las tres bandas (en mi caso sólo Epica) y nos fuímos a disfrutar
y rememorar la noche.
Sin duda volveré a ver a Épica, y en
cuanto pueda veré otra vez a los Dagoba y me estrenaré con
Dragonforce. Pero no en la sala Shoko. A mi no me vuelven a timar. Es
posible que me pierda a otra banda que tenga ganas de paladear y
sentir, pero a mí, no me estafan un euro más.
Eran poco más de las nueve de la
noche, y saltaban los integrantes de Epica al escenario, bajo las
notas de Originem, la introductoria de su nuevo disco, The Quantum
Enigma que venían a presentar. Los seis integrantes entraban
prácticamente al mismo tiempo pero con la suficiente distancia para
que cada uno tuviera su momento de pleitesía con el público, hasta
la entrada de una Simone Simmons con su melena naranja al viento, e
impresionante figura llevarse la gran ovación, y piropos, de la
noche.
Así, mientras sonaban los aplausos de admiración se lanzaron a la actuación para colocar sin interrupción The Second Stone y la acertadísima The Essence Of Silence. Posteriormente tras la presentación, comenzaron el recorrido por su discografía y así llegaron Unleashed y Fools Of Damnation, para así hilar toda una actuación que sirvió de presentación de su reconocidísimo último trabajo, pero que también debía tener una parte dedicada a la etapa más underground del grupo, lejos del empuje comercial que ahora llevan.
Como
viene siendo habitual cuando vislumbramos bandas del norte de Europa,
la actitud y talento de la banda, y el sonido fueron destacados.
En
cuanto al tema de la acústica, teniendo en cuenta lo aborratada por
encima de lo legal que estaba en la sala, nos dejo un sonido algo
sucio, que en ocasiones tenia que disputar su espacio a una sensación
de barullo y confusión constante, fruto del gentío y también de la
estrechez que tenía la sala con respecto al escenario, generando el
siempre detestable "efecto tubo". Fue además, una
sensación que también se llevo al espectáculo visual, puesto que
los efectos de humo y los juegos de luces quedaban deslucidos por el
poco espacio que tenían para desarrollarse quedando su visualización
muy constreñida a los primeros metros delante del escenario, lo que
incluso hacía, a los que estabamos atrás, con un techo mucho más
bajo, tener dificultades para ver a los integrantes de la banda (y
estamos hablando de una distancia de 30 metros aproximadamente).
Pero
por encima de todos estos inconvenientes está la profesionalidad y
talento de las bandas, y Epica no fue una excepción. Con una puesta
en escena muy cuidada en la que la figura de fronwoman de Simone
Simmons acapara la atención siempre atenta a arropar a sus
compañeros que también tienen su espacio, mostrándose todos ellos
muy cariñosos y atentos al público, posando, saludando y sonriendo
cuando tocaba.
Del
despliegue musical, podemos decir, que afortunadamente fue mejorando
y ajustándose, y sobresalieron tanto en la destreza musical como en
la composición, donde siempre la voz de Simmons estructuraba cada
tema. Por supuesto la voz gutural del fundador de la banda, Mark
Jansen entraba como contrapunto a los registros agudos y clásicos de
Simmons. Hubo espacio para la guitarra de Delahaye y dejar claro que
Epica es una banda de Metal sinfónico, pero sobretodo heavy. Coen
Janssen al teclado aportaba todos los arreglos dejándonos el momento
ochetentero por excelencia al calzarse un Keytar y tocar uno de los
temas con él, como si fuera un guitarrista más. Al bajo, Rob van
der Loo, último en llegar a la formación se mostro integrado pero
no pudo brillar dadas las "peculiares" por no decir
horrendas condiciones de sonido que exacerbaban los graves,
descomponiendo algunas de las composiciones de la banda.
Brillo
mucho en la bateria, a mi juicio, un Ariën
van Weesenbeek,
brutal, intenso que metió un ritmo a la actuación absolutamente
fascinante, y se mostro como lo que ya sabía, "uno de los
mejores baterias del momento en Europa" y como lo que esperaba:
Un absoluto crack en vivo.
Tengo
que decir, que quería ver como sonaban algunos temas, sobretodo los
que pudieran haber entrado en mi cabeza a través de discos de
estudio o grabaciones con orquesta filarmónica, como los del Consign
To Obvilion o el altísimamente recomendable "The Classical
Conspirancy", doble compacto que adquirí en el que a su
repertorio añadieron versiones de temas de música clásica, alguna
versión de metal clásico y grandes bandas sonoras de películas,
con el acompañamiento y labor fastuosa y brillante de la Filarmónica
de Hungría. Absolutamente imprescindible.
Pues
bien, esa curiosidad o temor, era por la imposibilidad de colocar
multitud de los arreglos utilizados por los holandeses en sus
grabaciones, como los propios de una orquesta de cámara. Allí no
iba a ver violines, ni violas, ni tubas, ni clarinetes. Tampoco
habría coros, cuando en tiempos pasados los tuvieron y de indudable
calidad (recuerdo por ejemplo a la gran Amanda Sommerville). La
solución era evidente: Meterlos grabados. Pensándolo en frío puede
parecer sacrílego meter un volumén amplío de grabación a una
actuación en directo, pero tiene esa parte lógica, y hechos como
resultaron con cuidado y conocimiento un acierto, puesto que no
hicieron cambiar tanto la ejecución de los temas, acostumbrados a
escuchar en la versión grabada, a la versión que íbamos a
disfrutar en vivo. Como digo, tenía la curiosidad de escuchar
canciones como Feint o Façade of Rellaty o The Phantom Agony (las
tres grandes ausencias, para servidor) sin esos acompañamientos,
pero con ellos grabados, la experiencia fue muy buena.
Así
con todo sonaron Fools Of Damnation, The
Last Crusade, Obsessive Devotion, Chemical Imsomnia, Sancta Terra,
Victims Of Contingency y Design Your Universe, y era la bateria, un
doble bombo frenético y unas baquetas endiabladas las que cincelaban
un set list que estaba haciendo llevar al éxtasis a todo el gentío
allí reunido.
Pero
si alguien brilló, fue Simone Simmons. Desde su registro habitual
mezzosoprano nos mostró los indudables matices que tiene la obra de Epica, mostrándose sincronizada, no sólo en el apartado musical,
sino también en el visual con sus compañeros convirtiendo todo el
concierto en una experiencia magnífica, que repito por ellos, por
Épica, sin duda me cuidare de volver a repetir.
Además,
siempre se mostró calida, disculpándose por cierta brevedad del
concierto, ya que parece ser tuvieron problemas con el autobús que
las traía desde Zaragoza (donde tocaron el día anterior) a Madrid,
y muy atenta al afectuoso cariño recibido por el público allí
congregado.
Iba
siendo el momento de cerrar y se despidieron con un Design Your
Universe absolutamente pletórico, que por sí sólo podía valer
para presentarse como una de las bandas más en forma del panorama
del metal; pero por fortuna, tras 5 minutos nos entregaron unos bises
que no sólo no desmerecieron lo anterior, sino que incluso en mi
opinión sonaron mucho mejor, más redondos y mejor acabados. Así
cayó Cry For the Moon, tema que recuerdo como mi génesis con Epica
y que me hizo saltar y vibrar con esa parte a lo "Beauty and the
Beast" y el posterior desarrollo del tema mcho más metalero.
Unchain Utopia y Consign To Obvilion cerraron el concierto sin
desmerecer en absoluto lo anterior y pese a todas las incomodidades,
problemas y demás dejarnos con unas ganas de más. De mucho más.
Grandes Epica.
Era la primera vez que iba a ver a Arch
Enemy como cabezas de cartel, en un concierto único y propio para
ellos, fuera de un festival. Y las ansías, las ganas de paladear a
las huestes de Michael Ammot y Angela Gossow se hacían notar y
agitar mi espíritu.
Todo el viaje junto a mi hermano fue
una excitación in crescendo, un halo de sentir el intenso Khaos
Legions, que venían a presentar los suecos y todo ello sin el
inevitable sentimiento de vivir a contrarreloj y a la vez al sprint
cuando entras en Madrid.
Llegar a La Riviera y sabes que vas a
disfrutar de un gran concierto. Sabes que la acústica es genial (o
al menos suele serlo) y además estas seguro que más allá de
"pequeñas cosas" como el precio del litro de cerveza,
saben como tratarnos a los amantes del metal, pese a ser, no lo
olvidemos, una discoteca de masas. Pero es llegar allí, y aunque se
comprueba que no había mucha gente (algo sorprendente, porque en mi
opinión hablamos ahora mismo de la banda del momento en Europa), y
empiezas a ver a gente de todas las edades y condiciones, con sus
camisetas primordialmente de Arch Enemy, pero de otros muchos grupos
y te alegra la cara. Te olvidas de los agobios, prisas y esperas.
Escuchando el Garage Inc. de Metallica, mientras acaban de ajustar el
escenario para los suecos (tras las actuaciones de Voivod y Titans
Eve, que fueron los teloneros) y paladeando ya la cerveza, con precio
abusivo claro esta, y todo ya es alegría y disfrute. Se acaban, o
mejor dicho se olvidan las penas y lo que aparece es la sensación a
flor de piel, limando con el convencimiento, de que vamos a ver algo
grande.
Con una puntualidad, propia del norte
de Europa, donde la gente es profesional y educada, suena la
introductoria del "Khaos Overture", que bien podían haber
despachado los propios músicos en vez de dejar la versión grabada
del disco. Son las 21:30 y el bateria Daniel Erlandsson ocupa su
puesto solivitando más a un público ya ansioso y metido en escena.
No pasan ni 10 segundos y armados aparecen la sección de cuerda de
la banda, con el líder y alma mater del grupo Michel Ammot a la
cabeza, con Nick Cordie la otra guitarra y Sharlee d'Angelo al bajo,
para rapidamente, poderosa, aparecer una Angela Gossow, ocupando el
lugar más alto de la composición, y presentandose así, todo el
quintento, emulando la portada de su nuevo disco, ese Khaos Legions,
sublime y espectacular, que no sólo daba ganas de oírlo una y otra
vez, destripando cada letra y cada tema, sino que alimentaban la
siempre lasciva glotonería de ver a esta banda brutal, llamanda Arch
Enemy, en directo.
Preludio de lo que iba a venir, no
dieron tiempo a aclamaciones por consideración y fama y sin dilación
descerrajaron los primeros acordes de un Yesterday is dead and gone
que sonó embarullado y confuso, como si pretendieran ajustar el
audio de la actuación con la platea ya enloquecida y coreando a la
gutural Gossow en un tema que también abre el album y es una bomba
de fragmentación al espíritu de cualquiera.
El sonido claramente se ajusto a unos
parametros normales, y cuando hablamos de estas bandas del norte de
Europa hablamos de excelencia, ya con el segundo tema el Ravenous del
Wages Sin, con el que Angela Gossow debutaba como cantante de Arch
Enemy, y que fue la transición para enervar aún más al
encendidísmo público que ya disfrutaba de la fiesta, la rabia y el
talentazo de los Arch Enemy con un My Apocalypse, que no sólo es uno
de mis temas favoritos de ellos, sino que cada vez que la escucho me
lanza a un estado de conciencia y disfrute, que pudimos comprobar es
común a muchos más.
Angela Gossow lideraba el espectáculo
posando y entregando sonrisas y gestos de rabia a partes iguales y
haciendo que el público alcanzara la locura dentro un marco en el
que ya relucía toda la clase que atesoran cada uno de los miembros
de la banda, y donde las guitarras mostraban una calidad exquisita,
regalando cada acorde y riff de manera nítida y la base rítmica,
bateria y bajo confirmaban mis sospechas de que hoy en día, componen
uno de los mejores acompañamientos rítmicos de la escena del metal
europeo, sino el mejor.
Así con plenos mandatos de rabia y
soflamas incendiarias aduciendo a la libertad de los pueblos y con
guiños a la estafa que han decidido llamar crisis (The Scam that
they have decide to call crisis, soltó Angela) transcurría en un
concierto que no baja el pistón de excelencia y momentazos,
alcanzado a base de expresiones de la cantante y sólos de guitarra
sublimes y magistrales, incluso encadenados de las dos guitarras, con
la de Ammot, lógicamente llevando la batuta de la actuación hasta
otro sólo, este de batería, fantástico e inolvidable del gran
Daniel Erlandsson, al que sus compañeros dejaron todo el escenario y
nuestra atención.
Sonaron
Bloodstained cross,
The day you died, (el sólo de batería) y otro momento salvaje y
para siempre recordado: Under black flags we march, en la que como no
podía ser de otra manera, las banderas negras ondearon,
especialmente la que tomo Angela Gossow para expresar toda su rabia y
fuerza en un tema que sono brutalmente bien, pleno de intensidad y
que dejo al público extasiado pero sobretodo con ganas de más. De
mucho más.
Era
el momento de Dead eyes see no future que Angela Gossow "dedico"
al des-gobiero de #Españistan ante la algarabía del respetable, que
no haciamos más que disfrutar todos y cada uno de los movimientos de
la banda en la sucesión de metal del bueno y además reivindicativo
y revolucionario. Revolution begins caía a continuación, y le
seguían Intermezzo Liberté, Dead bury their dead y el himno
metalero contra el maltrato animal Cruelty wihtout beauty, para
cerrar con un We Will Rise espectacular, esperada y absolutamente
fantástica que ayudaron a los Arch Enemy para cerrar la actuación
en su formato habitual de la mejor forma posible: En lo más alto.
Pero
aún quedaba más para llegar a la cumbre del metal europeo para los
de Ammott y compañía, y eran ya en los bises donde sonaban un
Snowbound y un Nemesis, que confirmaron los destrozos en mi garganta,
mientras se sucedían los sólos de guitarra a base de talento y
clase, el ritmo era frenético e irrefrenable otorgado por una
bateria y un bajo excelso y la voz gutural de Angela Gossow imponía
el frenesí de la revolución, mientras que todos ellos, los
componentes del grupo, se buscaban y dejaban bien claro una gran
sintonía y compañerismo que augura un futuro aún más si cabe,
grande, para Arch Enemy.
El
concierto fue de presentación del Khaos Legions, pero temas del
Wages of Sin y el Doomsay Machine tuvieron su espacio, plasmando sin
duda la salud que tiene Arch Enemy en este momento.
Habían
pasado una hora y diez minutos y aunque no queríamos creerlo el
concierto había acabado. Pero no había ningún reproche. Es
imposible. La calidad, lo salvaje, talentoso y especial que había
resultado el show de los Arch Enemy, si bien es cierto que nos hacían
pedir a los presentes "Mássss...", nos llevaba a salivar
por la próxima fecha para disfrutarles, pero nos dejaba extrañamente
saciados. La sensación era haber vivido y disfrutado de un concierto
de bandera, rebosante de talento y clase por todos los componentes y
en su conjunto de la banda, absolutamente intenso, revolucionario, de
sin duda, la banda más importante del panorama europeo en este
momento: Arch Enemy.
El 24 de septiembre pasado, hizo 20 años del lanzamiento del albúm Nevermind, con su primer single "Smell like teen spirit". Podía haber sido un lanzamiento más, de un nuevo grupo, con sus canciones más o menos, sus videos. Podía haber sido todo menos trascendente, más rutinario, más volátil. Pero no. Ese 24 de septiembre de 1991 cambió el mundo de la música, especialmente la industria musical, el modo de hacer campañas de marketing, e incluso si me apuráis el apelativo viral para una forma de hacer promoción y convertir a 3 chicos del estado de Washington en un fenómeno mundial y de masas.
No corro el riesgo de ser precisamente un gran fan de Nirvana, de la música grounge en general, aunque paladeó ciertos temas (Come as you are, Lithium, Stay Away) o a los Foo Fighters o Pearl Jam. No es el submundo grounge mi música de juventud y rebeldía, y sin embargo un poco de historia, documentación y bagaje hace ver que lo que sucedieron esos 3 años en Seattle y en el mundo de la música en general, fueron impactantes.
Todo surgió en Seattle. Una ciudad de importante tamaño pero aislada de la onda musical americana (y mundial) que se centraba en New York y California, y que no tenía prácticamente actividad cultural. La tierra que vió nacer a Jimi Hendrix o a Duff Mckagan (bajista de los Guns n'Roses), también vió como tuiveron que salir de ella para triunfar o alcanzar el reconocimiento y éxito por su música, al tiempo de que los SoundGarden o Alice in Chains empezaban a dar sus primeros conciertos en bares de la ciudad y a realizar sus primeros discos.
Pero la música guardaba entre sus calles una de las historias más increíbles y tenía a un tímido chico del suburbio de Abeerdeen como protagonista. Kurt Cobain, junto a sus amigos David Grohl (bateria), Kris Novoselic (guitarra) habían tenido poco éxito con una maqueta lanzada en el sello local Sub Pop, y habían firmado por Geffen, discográfica de los Guns ´n Roses, con la que esperaban alcanzar las 200.000 copias vendidas, suma modesta pero que para alcanzarla necesitaban algo más de promoción más allá de las fronteras del estado del noroeste americano. El punk melódico que aportaban los Nirvana parecía no tener ningún hueco en el escenario musical, rockero o metalero americano. Pero los caminos a la leyenda guarda increíbles recovecos y en el caso de Nirvana y su ascenso a los cielos es espectacular.
Kurt Cobain, no era precisamente carismático sobre el escenario. Tenía una gran voz, pero no destacaba potencialmente por un magnetismo o una imagen llamativa. Pese a cumplir con los canones en su rostro de la mayoría de chicos americanos, Kurt se sentía acomplejado y esa actitud se veía sobre el escenario y en su trato. Las botas de campo, los vaqueros anchos, camisas de cuadros o jerseys de lana eran imposibles de imaginar en un escenario de rock, y sin embargo algo sucedió.
Lo que pasó fue que a la MTV que se había afianzado dentro de la oferta de canales de cable en Estados Unidos, y siendo el único dial dedicado a la música, llegó desde la discográfica Geffer, el video de "Smell like teen spirit" primer single del Nevermind de Nirvana. El video ambientado en un partido de basket de instituto, con sus jugadores, animadores, espectadores y bedel fregando una vomitona, mostraba al kurt Cobain inadaptado y carente de carisma que hacía el contraapunto a toda la música que mostraba la MTV que había acostumbrado al público a frontman plenos de fuerza, sex appel y que encajaban perfectamente en el papel del chico perfecto. En aquel video, Kurt Cobain mostraba al mundo el prodigio de su voz y la fuerza de sus letras. Y el público americano, y después mundial, encontro en él, el icono de una nueva generación y de toda una subcultura.
El movimiento grounge que comenzó en ese momento aunaba a una generación de "niños perdidos", desencantados con una sociedad adulta que quería de ellos un conformismo invitándoles a ser despreocupados, desenfadados, que cumplieran unos canones fisicos y en su forma de ser, y que en el mundo real dejaba a una generación entera, plena de angustia, malestar, silencio y con un sentimiento de rencor cocido en la soledad del individualismo americano. La respuesta a ese sentimiento no habia venido del punk de los Sex Pistols, o del rock glam de los ochenta. Los nacidos entre 1970 y 1975, no sentían aquella música como suya, y el siguiente avance vino de Nirvana o Pearl Jam y se llamó grounge.
Aquel video hizo que toda esa generación que posteriormente dieron a la literatura o el cine la llamada generación X, encontrará en Cobain al ídolo que canalizó la angustia la juventud y fue adoptado por ellos. Decían, es uno de los nuestros. Cobain cumplió con esa imagen perfectamente, imagen de músico "alternativo" o "antisistema". Su música, letras, comportamientos, vestimenta, declaraciones hacian justicia a esa imagen, y su ética underground poco a poco empezo a hacerse más beligerante con la industria musical, que por su parte se hacía de oro, con el fenómeno.
Pero Kurt Cobain, estaba jodido, y aunque en aquel momento nadie esperaba que todo fuera a acabar como acabó, hoy visto con perspectiva se ve que estaba siendo coherente con lo que sería su final. Y es que lo que la juventud vislumbraba en la música y actitud de Nirvana y de Kurt Cobain en particular, era la inadaptación. Esa generación inadaptada veía en Cobain a un inadaptado. Pero es que realmente lo era. Había crecido en una familia disfuncional, tenía desiquilibrios emocionales desde la infancia y arrastraba traumas, inseguridades, desprecios y maltratos desde la escuela. Era un dios del rock, pero era un paria.
La industria musical fue la que cambió de manera más radical y duradera a raíz del Nevermind.
Como decíamos, las compañías discográficas se lanzaron de cabeza a
Seattle para lanzar a cualquier grupo originario de la ciudad e intentar
convertirlos en los “nuevos Nirvana”. Alice in Chains o Soundgarden
fueron redescubiertos para un público general y nuevas bandas como Pearl Jam
se convirtieron en la nueva sensación de la temporada. El rock
“alternativo” dejó de ser una alternativa para convertirse en la moda
predominante y aparecían grupos “alternativos” hasta de debajo de las
piedras. ¿Qué significaba ser “alternativo”? Pues
básicamente tener un sonido basado en guitarras saturadas, con melodías
melancólicas y letras que hablasen de angustia existencial. En lo
musical, la moda duró bastantes años. Michael Jackson y Madonna
tuvieron seria competencia durante una buena temporada. Nirvana había
establecido un nuevo paradigma discográfico que se prolongaría durante
el resto de la década de los noventa. Mientras el tsunami “grunge” arrasaba el
mundo del espectáculo —música, cine, televisión, moda— a causa de su
éxito, Kurt Cobain iba siendo absorbido por una espiral autodestructiva
incrementada por las presiones de la fama, la persecución de la prensa
del corazón y su tormentoso matrimonio con Courtney Love, probablemente la última mujer que le convenía a alguien con los problemas de Kurt.
La drogadicción de Cobain era bien
conocida y a nadie le sorprende algo así en una estrella del rock. Las
letras de sus canciones, sin embargo, daban una buena pista de hasta qué
punto estaba destrozado por dentro, pero como suele ocurrir, resultaba
difícil decir a priori qué parte correspondía a la realidad de la
persona y qué parte era ficción del artista. En sus entrevistas también
dejaba indicios sobre lo miserable de su existencia, pero muchos podían
pensar que se trataba simplemente de un mal bache o incluso que eran
exageraciones producto de la pose, como sí ocurría con algunos otros
músicos de la era grunge. El resultado fue que Cobain era uno de los
individuos más famosos y admirados del mundo pero estaba hundiéndose en
la miseria sin ninguna ayuda efectiva. Su mujer le martirizaba con
continuos chantajes emocionales y ataques destinados a destruir su
autoestima, mientras la prensa le desequilibraba aún más con continuas
habladurías, cotilleos y rumores grotescos. Kurt Cobain estaba solo y la
presión estaba quebrándole. Hubo algún intento de suicido con
somníferos que fracasó y que mucha gente vio como un mero reclamo de
atención: sí, Cobain no está bien, pero ¿se suicidaría alguien que está
ganando millones? Seguro que en cuanto se le pase la neura del momento
le veremos liado con actrices y modelos, viviendo la vida a todo tren.
Antes de su muerte Kurt Cobain era ya un icono generacional, pero la
noticia de su suicidio le elevó prácticamente a los altares. La misma
prensa que le había insultado con regularidad comenzó a ensalzarlo con
términos igualmente exagerados. Se reavivaron los debates sobre el
existencialismo juvenil aunque en realidad la muerte de Kurt Cobain fue
también la muerte sociológica de la “era grunge” y el concepto de
“generación X”, por un sencillo motivo: la juventud se había
identificado con él, pero no todos los jóvenes estaban tan, tan dañados
como él lo estuvo. Identificarse con su descontento era fácil, pero
identificarse con su suicidio no. Sus fans tenían que seguir adelante y
pasar página. No le iban a dejar de admirar por haberse quitado la vida
—de hecho en muchos casos fue al contrario, quizá porque aquello
demostraba que Kurt había sido sincero— pero ya no tenía sentido
imitarle. La gente, aunque esté jodida, suele querer vivir. Eso sí, la
noticia de la muerte de Cobain causó un considerable impacto, similar al
que había producido años atrás el asesinato de John Lennon. Kurt Cobain fue ascendido al mismo Olimpo en el que moraban Lennon, Jim Morrison, Janis Joplin
o su paisano Jimi Hendrix. Casi nadie discutió el que Cobain fuese
incluido en ese club, lo cual nos deja con una última pregunta…
Lo que sucedió después es historia del rock. Su suicidio, su ascensión inmediata a los altares y los mitos. La moda grounge, y la desafección entre adultos y adolescentes; o mejor dicho, el descubrimiento por parte de los primeros de muchos de los problemas de los segundos. Pero es que añadido al fenómeno sociológico, también existe el cambio y fenómeno musical. Con su fenómeno viral, demostro a todos los grupos que fueran viniendo, cual era el camino para hacerse ricos y famosos, aunque esta finalidad no era el alimento de Nirvana. Además nos dejaron grandes canciones, tanto musicalmente, como sus desgarradoras, angustiosas y rebledes letras. Por todo ello, Nirvana, y más concretamente Kurt Cobain están en el olimpo de los dioses del rock.