Cuando vi que Epica iba a tocar en Madrid, y que por fechas, en aquel momento, me cuadraban la mar de bien, no lo dude ni un momento. Venián a presentar en vivo su último disco, The Quantum Enigma, que habiéndolo escuchado me había dado una sensación buenísima, de cuadratura del círculo a una formación, la holandesa que ya nos había dejado algunos álbumenes excelsos, como el Consing to Obvilion (2005) o The Divine Conspirancy (2007), regalándonos con ellos algunos himnos soberbios del mejor metal sinfónico posible, para en esta su última propuesta virar un poco (quizás por presiones comerciales) a temas menos elevados, pero manteniendo el punto de dureza y la fantasía y técnica de la composición para convertirlo en una obra digna de admiración.
Si además, y como teloneros, iban a
entrar en escena los franceses Dagoba, banda que disfrute hace un par
de años en festival dejando un gran sabor de boca y que claramente
han ido evolucionando con su groove sin complejos, y por supuesto,
Dragonforce, una banda que me fascina, plena de virtuosismo, ritmo y
pegada, una de esas propuestas que tienes como pendientes y salivas
por disfrutar en directo, poder sentir el power metal, el speed metal
acelerado, fantástico y el talento de los Herman Li y Sam Totman a
las guitarras y al resto de esta super banda, como no ibamos a
comprar las entradas.
Por eso, el viernes 28 de noviembre,
después de cambios de planes, ajustes, agobios y presiones, estaba
en Madrid, junto a mi acompañante, dispuestos a dsifrutar de una
buena noche (más bien tarde-noche) de metal. El destino era la macro
discoteca Shoko, en las próximidades de la Puerta de Toledo. La hora
de llegada eran las 19:00 hora en la que venía anunciada la apertura
de puertas en el comprobante de la entrada adquirida por la
herramienta habitual online, en estos casos. Esto nos hacía suponer
que los conciertos comenzarían a las 19:30 con Dagoba al frente, lo
cual unido a los retrasos y problemas laborales que tenía en aquel
momento hicieron que llegáramos a las 20 horas, ya enfadados por
perdernos a los franceses, pero salivando por ver a Dragonforce.
Pero nuestro próximo gozo, quedo en
nada, puesto que no sólo es que hubieran empezado ya, es que ya
habían terminado su actuación y se estaba preparando el escenario
para la actuación de Epica. Es díficil expresar el cabreo e
indignación que me entró, porque la apertura de puertas, no fue a
las 19:00 sino que fue a las 18:30, empezando Dagoba su actuación,
según nos confirmaron otros compañeros sobre las 18:45, para tras
25 minutos dar paso a Dragonforce, casi inmediatamente, quienes
llevaron su actuación hasta las 19:45.
Esta claro que yo tuve el error, o más
bien la putada, de no poder estar a las 19:00 horas, pero es que en
la información recibida e impresa de la plataforma de venta de
entradas daba esa hora como la de apertura de puertas, no la de que
iban ya a estar celebrándose los conciertos. Si además le sumamos
que a dos bandas, de nivel medio alto Europeo, en #Españistan le
damos a media tarde entre 20 y 30 minutos de actuación, explica muy
claramente los problemas que tenemos los metaleros en el país del
flamenco, la tortilla de patata, los triunfitos y la música en lata.
Desde siempre he tenido claro que en
esta tierra ajada y paleta no se cuida el arte, y mucho menos la
música en directo. Pero a los metaleros, nos tratan como apestados y
si a parte de todas las tropelías y estafas, le suman no cumplir lo
pactado y entregado en la información, otra estafa, ya lo que dan
ganas es de salir en hordas a cumplir con el estereotipo que han
dejado de nosotros de violentos y anti sociales.
Y digo más estafas y tropelias, porque
no contentos con el cambio de hora, la gentuza que lleva la discoteca
Shoko tuvo a bien, exprimir el tirón de los tres grupos, y no sólo
marcarse un "No hay entradas" sino que llenaron el local
hasta límites insospechados, que atentan contra la vida en unas
mínimas condiciones de confort, bienestar y salud, haciendo
literalmente imposible llegar a los baños o a las barras, o
simplemente si te querías quedar en el centro de la platea, algo tan
básico como respirar. Llamadme exigente o raro, pero si suelto 30
euros para ver y vivir un concierto, lo quiero disfrutar, sentirme
agusto; evidentemente habrá mucha gente, pero no quiero sentirme
como ganado cebado a medio minuto de que nos den un dispado con la
pistolita de aire comprimido.
Pero no contentos con eso, con exprimir
literalmente los cuerpos de las y los metaleros allí presentes,
haciéndonos sudar y deshidrándonos hasta empapar nuestras camisetas
negras, también decidieron exprimir nuestros bolsillos. Que vayas a
un festival en #Españistan y te soplen 10€ por un litro de
cerveza, pues es normal y puede que hasta lógico. Que vayas a una
sala, con más enjundia y que siempre que he ido (4 veces sin contar
la que me esperaba al día siguiente) como La Riviera y te levanten
15€ pues escuece, pero lo entiendes, y te quedas con el espectáculo
brindado. Pero que vayas a una discoteca de mierda, a ver como un
papanatas repeinao, te pone un litro de cerveza y te quiera cobrar
24€ por él, ya pasa de castaño a oscuro. A parte, de la broma con
el anuncio de loteria de navidad vigente ("dame el décimo de
loteria le solté", para alboroto y alegría de un par de heavys
a mi siniestra) ya es un ataque a la dignidad humana y unas ganas de
enriquecerse salvajemente a costa de la afición de un colectivo, que
raya el delito de lesa humanidad.
Se aprovechan de que estas de
concierto. Se aprovechan de nuestra pasión y ganas de divertirnos y
adquirir trascendencia, con nuestros ídolos, nuestras bandas
favoritas o los grupos que están sobre el escenario, que en base a
amor y pasión al metal, a su instrumento y a las ganas también de
divertirse nos quieren hacer sentir a todos especiales. Pero ellos
no, los dueños de estos tugurios nauseabundos, sólo desean
contabilizar máximos beneficios. Me saltarán que traer a Epica,
Dragonforce o Dagoba cuestan dinero. Por supuesto, pero me váis a
decir que si metéis en esa mierda de discoteca al trunfito de moda o
a los moja bragas adolescentes le váis a cobrar 10€ el referesco a
la gente. Venga ya, malditos hijos de puta codiciosos.
Todo aquello era digno de denuncia. De
hoja de reclmación. Los horarios incumplidos; el aforo sobrepasado,
sin ninguna duda, y que hace, como cualquier técnico de sonido puede
decir, que la sonoridad del concierto se resienta; el precio abusivo
e insultante de la bebida; que acaben los conciertos y los porteros
entren a echarte como si fueras un perro en una sacristía...
Deberiamos de haber puesto todas las hojas de reclamaciones posibles,
y denunciado en todos los sitios posibles (redes sociales o incluso
ante la policía local) tal atropello. Sin embargo asistimos al show
de las tres bandas (en mi caso sólo Epica) y nos fuímos a disfrutar
y rememorar la noche.
Sin duda volveré a ver a Épica, y en
cuanto pueda veré otra vez a los Dagoba y me estrenaré con
Dragonforce. Pero no en la sala Shoko. A mi no me vuelven a timar. Es
posible que me pierda a otra banda que tenga ganas de paladear y
sentir, pero a mí, no me estafan un euro más.
Eran poco más de las nueve de la
noche, y saltaban los integrantes de Epica al escenario, bajo las
notas de Originem, la introductoria de su nuevo disco, The Quantum
Enigma que venían a presentar. Los seis integrantes entraban
prácticamente al mismo tiempo pero con la suficiente distancia para
que cada uno tuviera su momento de pleitesía con el público, hasta
la entrada de una Simone Simmons con su melena naranja al viento, e
impresionante figura llevarse la gran ovación, y piropos, de la
noche.
Así, mientras sonaban los aplausos de admiración se lanzaron a la actuación para colocar sin interrupción The Second Stone y la acertadísima The Essence Of Silence. Posteriormente tras la presentación, comenzaron el recorrido por su discografía y así llegaron Unleashed y Fools Of Damnation, para así hilar toda una actuación que sirvió de presentación de su reconocidísimo último trabajo, pero que también debía tener una parte dedicada a la etapa más underground del grupo, lejos del empuje comercial que ahora llevan.
Como
viene siendo habitual cuando vislumbramos bandas del norte de Europa,
la actitud y talento de la banda, y el sonido fueron destacados.
En
cuanto al tema de la acústica, teniendo en cuenta lo aborratada por
encima de lo legal que estaba en la sala, nos dejo un sonido algo
sucio, que en ocasiones tenia que disputar su espacio a una sensación
de barullo y confusión constante, fruto del gentío y también de la
estrechez que tenía la sala con respecto al escenario, generando el
siempre detestable "efecto tubo". Fue además, una
sensación que también se llevo al espectáculo visual, puesto que
los efectos de humo y los juegos de luces quedaban deslucidos por el
poco espacio que tenían para desarrollarse quedando su visualización
muy constreñida a los primeros metros delante del escenario, lo que
incluso hacía, a los que estabamos atrás, con un techo mucho más
bajo, tener dificultades para ver a los integrantes de la banda (y
estamos hablando de una distancia de 30 metros aproximadamente).
Pero
por encima de todos estos inconvenientes está la profesionalidad y
talento de las bandas, y Epica no fue una excepción. Con una puesta
en escena muy cuidada en la que la figura de fronwoman de Simone
Simmons acapara la atención siempre atenta a arropar a sus
compañeros que también tienen su espacio, mostrándose todos ellos
muy cariñosos y atentos al público, posando, saludando y sonriendo
cuando tocaba.
Del
despliegue musical, podemos decir, que afortunadamente fue mejorando
y ajustándose, y sobresalieron tanto en la destreza musical como en
la composición, donde siempre la voz de Simmons estructuraba cada
tema. Por supuesto la voz gutural del fundador de la banda, Mark
Jansen entraba como contrapunto a los registros agudos y clásicos de
Simmons. Hubo espacio para la guitarra de Delahaye y dejar claro que
Epica es una banda de Metal sinfónico, pero sobretodo heavy. Coen
Janssen al teclado aportaba todos los arreglos dejándonos el momento
ochetentero por excelencia al calzarse un Keytar y tocar uno de los
temas con él, como si fuera un guitarrista más. Al bajo, Rob van
der Loo, último en llegar a la formación se mostro integrado pero
no pudo brillar dadas las "peculiares" por no decir
horrendas condiciones de sonido que exacerbaban los graves,
descomponiendo algunas de las composiciones de la banda.
Brillo
mucho en la bateria, a mi juicio, un Ariën
van Weesenbeek,
brutal, intenso que metió un ritmo a la actuación absolutamente
fascinante, y se mostro como lo que ya sabía, "uno de los
mejores baterias del momento en Europa" y como lo que esperaba:
Un absoluto crack en vivo.
Tengo
que decir, que quería ver como sonaban algunos temas, sobretodo los
que pudieran haber entrado en mi cabeza a través de discos de
estudio o grabaciones con orquesta filarmónica, como los del Consign
To Obvilion o el altísimamente recomendable "The Classical
Conspirancy", doble compacto que adquirí en el que a su
repertorio añadieron versiones de temas de música clásica, alguna
versión de metal clásico y grandes bandas sonoras de películas,
con el acompañamiento y labor fastuosa y brillante de la Filarmónica
de Hungría. Absolutamente imprescindible.
Pues
bien, esa curiosidad o temor, era por la imposibilidad de colocar
multitud de los arreglos utilizados por los holandeses en sus
grabaciones, como los propios de una orquesta de cámara. Allí no
iba a ver violines, ni violas, ni tubas, ni clarinetes. Tampoco
habría coros, cuando en tiempos pasados los tuvieron y de indudable
calidad (recuerdo por ejemplo a la gran Amanda Sommerville). La
solución era evidente: Meterlos grabados. Pensándolo en frío puede
parecer sacrílego meter un volumén amplío de grabación a una
actuación en directo, pero tiene esa parte lógica, y hechos como
resultaron con cuidado y conocimiento un acierto, puesto que no
hicieron cambiar tanto la ejecución de los temas, acostumbrados a
escuchar en la versión grabada, a la versión que íbamos a
disfrutar en vivo. Como digo, tenía la curiosidad de escuchar
canciones como Feint o Façade of Rellaty o The Phantom Agony (las
tres grandes ausencias, para servidor) sin esos acompañamientos,
pero con ellos grabados, la experiencia fue muy buena.
Así
con todo sonaron Fools Of Damnation, The
Last Crusade, Obsessive Devotion, Chemical Imsomnia, Sancta Terra,
Victims Of Contingency y Design Your Universe, y era la bateria, un
doble bombo frenético y unas baquetas endiabladas las que cincelaban
un set list que estaba haciendo llevar al éxtasis a todo el gentío
allí reunido.
Pero
si alguien brilló, fue Simone Simmons. Desde su registro habitual
mezzosoprano nos mostró los indudables matices que tiene la obra de Epica, mostrándose sincronizada, no sólo en el apartado musical,
sino también en el visual con sus compañeros convirtiendo todo el
concierto en una experiencia magnífica, que repito por ellos, por
Épica, sin duda me cuidare de volver a repetir.
Además,
siempre se mostró calida, disculpándose por cierta brevedad del
concierto, ya que parece ser tuvieron problemas con el autobús que
las traía desde Zaragoza (donde tocaron el día anterior) a Madrid,
y muy atenta al afectuoso cariño recibido por el público allí
congregado.
Iba
siendo el momento de cerrar y se despidieron con un Design Your
Universe absolutamente pletórico, que por sí sólo podía valer
para presentarse como una de las bandas más en forma del panorama
del metal; pero por fortuna, tras 5 minutos nos entregaron unos bises
que no sólo no desmerecieron lo anterior, sino que incluso en mi
opinión sonaron mucho mejor, más redondos y mejor acabados. Así
cayó Cry For the Moon, tema que recuerdo como mi génesis con Epica
y que me hizo saltar y vibrar con esa parte a lo "Beauty and the
Beast" y el posterior desarrollo del tema mcho más metalero.
Unchain Utopia y Consign To Obvilion cerraron el concierto sin
desmerecer en absoluto lo anterior y pese a todas las incomodidades,
problemas y demás dejarnos con unas ganas de más. De mucho más.
Grandes Epica.
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