miércoles, 14 de abril de 2021

14 de Abril: Memoria, dignidad y libertad



Hoy hace 90 años que la voluntad popular de éste país torno en forma de República y hoy toda persona de bien, democrática, libertaria y con sentido critico y de respeto tiene que defender el legado (sin negar las deficiencias y errores) de aquel experimento de libertad, frente a la desmemoria del fascismo, el cainismo y traición de una Guerra Civil, el nefasto régimen franquista, el posterior pactismo que nos trajo la Transición, con su Ley de Amnistía al frente.
Centrándose propiamente en el modelo de estado, en su jefatura, en forma de Corona hereditaria, no cabe duda que pese al apoyo incondicional de tres de los cuatro principales partidos -el cuarto, Podemos, sin discutir abiertamente su legitimidad-, el apoyo de los medios de comunicación -empezando por el propio CIS que ya lleva 4 sin preguntar por la Casa Real-, y la propia regeneración con la abdicación del corrupto y vividor Juan Carlos, en su elitista y retrógrado hijo (y su tan absolutista esposa), la institución vive un constante deterioro de su imagen pública que provoca inexorablemente, las dudas en la idoneidad del modelo de estado.
Ya en 1984, Adolfo Suárez, para nada sospechoso de republicano, confirmaba en una entrevista cuyo fragmento fue silenciado hasta hace pocos años, que en el 78 no se pregunto a los españoles por la jefatura del estado en la persona de Juan Carlos Borbón, y de forma hereditaria en su familia, puesto que los sondeos que se manejaban indicaban una mayoría social a favor de la República.
La corrupción, el lobbismo para con sus intereses, la falta de credibilidad de la institución en su mensaje de servicio público, su posicionamiento en la caverna más reaccionaria del espectro político, la falta de transparencia y mucho más lamentable la falta de empatía para con los problemas de los ciudadanos (baste por ejemplo recordar la reacción de “el preparao” cuando un ciudadano le tendió escoba en la mano para ayudar a desembarrar los pueblos afectados por una riada) son sus mayores pecados.
Durante años, muchos años, la disidencia ideológica que pedía, entre otras muchas cosas, República y democracia, fue tratada con displicencia, como una nota de color en el pentagrama de lo que ha sido la España post-franquista: Turnismo entre el centro derecha liberal y la derecha nacional católica, bajo postulados del libre comercio con un Rey, impuesto por el dictador, y un primer presidente elegido por ese Rey.
Pedir República era un ejercicio de estoicismo y era claramente utilizado por el sistema, por el Régimen del 78, para dar un empaque de libertad de opinión, de prensa o de manifestación, a una deriva que en realidad era autoritaria e injustificable.
 

 
Pero con la estafa llamada crisis el chiringuito comenzó a desmoronarse. Las minorías que pedían República pasaron a movilizarse en mayor numero y ocasión. Se acompañaban de forma solidaria y mutua con las protestas de índole social (jubilados, funcionarios, estudiantes, mujeres, sectores precarizados, trabajadores en multinacionales,…). El tema catalán ponía en solfa los pactos secretos del 78, y la actitud hacia el llamamiento republicano y la decisión colectiva, se trata con autoritarismo, castigos y silencio mediático.
Es la misma crisis del sistema, la de la política-social de la España de finales del XX y principios del XXI que se viene abajo por momentos y que tiene a la monarquía como aglutinador. Existen notables intereses económicos y de poder en torno a la figura del Rey -y su familia-, ya que están garantizados en el propio pacto franquista, que garantizó Corona y Constitución en el mismo paquete. En ese paquete, no se discute, ni mucho menos se investiga o se judicializa, los desmanes de 40 años de dictadura fascista, de masacre a los disidentes y trabajadores y de notables riquezas, patrimonios y emporios personales hechos gracias a y debido a, el propio régimen franquista.
En 1931, y en 1936, había una España que luchaba por crecer y convertirse en un lugar digno donde vivir donde la libertad, la igualdad y la justicia no fueran meros eslóganes. Hoy esa España sigue existiendo y existirá porque nunca la opresión fascista terminará con las ansias democráticas y de futuro de un pueblo. Y hoy como entonces, los poderes fácticos del estado -nobleza, ejército y burguesía reaccionaria- lucharán para impedir que sus privilegios se colectivicen, o se repartan.
Hoy, por fin, tenemos a los jóvenes que han superado el silencio de la educación, no sólo concertada y religiosa, sino dolorosamente pública, de lo que es su historia reciente y se auto-organizan en referéndums para discutir el modelo de estado: Monarquía o República. Una discusión en la que hay más, mucho más, de la simple dicotomía entre un cargo elegido por votación, u ostentado por herencia, con insultantes y abusivos privilegios económicos. Es la discusión y el reconocimiento del fracaso económico y social de nuestro país, que como en los últimos tres siglos, con sus tres guerras civiles, tiene al pueblo trabajador y jornalero siendo explotado y sostenedor de aristócratas y mangantes.
La Constitiución del 31 comenzaba diciendo que “España es una República democrática de trabajadores de toda clase”, para continuar en su artículo 3 con que “El Estado español no tiene religión oficial”. Más tarde, en el 6 decía “España renuncia a la guerra como instrumento de política oficial”, y recuerdo aquí la traición de los generales conjurados que habían jurado fidelidad a la República y faltaron a su palabra, algo que en cualquier ejército del mundo supondría su condena, burla y desprecio. Aquí ya sabemos lo que tenemos en “nuestros” cuarteles.
En la España plurinacional que tenemos, y que es innegable a poco que se conozca la historia, cabe recordar que la Constitución del 31 en su artículo 10 decía que “las provincias se constituirán por los Municipios mancomunados conforme a la ley que determinará su régimen, funciones y la manera de elegir su órgano gestor”, siendo recogidos y aprobados tanto en el Estatut de Catalunya del 35 y en el del País Vasco.
En el artículo 25 se decía que, “No podrán ser fundamento de privilegio jurídico: la naturaleza, la filiación, el sexo, la clase social, la riqueza, las ideas políticas ni las creencias religiosas. El estado no reconoce distinciones ni títulos nobiliarios.”. Esto finalizaba con las discriminaciones que sufría con la mujer, terminaba con los privilegios de la aristocracia y las prebendas de la iglesia católica empezando por su mantenimiento económico. Se reconocía la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, la separación matrimonial en igualdad de condiciones.
Ya en el artículo 44 “Toda la riqueza del país, sea quien fuere su dueño, está subordinada a los intereses de la economía nacional…con los mismos requisitos la propiedad podrá ser socializada.” se ponía en tela de juicio la gran hecatombe de la economía española, la propiedad de la tierra, siempre en muy pocas y aristocráticas manos, frente a los más de dos millones de jornaleros que vivían en la extrema y miserable pobreza.
Sobra decir como nobleza, burguesía, clero y ejército se conjuraron frente a la soberanía popular, obrera y legal. Traicionaron su propio país y después de masacrarlo con decisiva ayuda del fascismo alemán e italiano, lo lastraron 40 años de oscuridad e inmundicia y ya a 40 de mentira y oprobio.
Aquella Constitución, aquella revolución pacífica obrera y libertaria que muchos celebramos hoy 14 de abril, se adelantaba más de medio siglo a lo que se conseguía en Europa a finales de siglo XX. Y sin duda, supone un modelo, mínimo exigible, para España.
Siempre se ha dicho que había más “Juancarlistas” que monárquicos, y desde luego parece ya cercano el momento en el que una amplia mayoría social clame por la defensa a su derecho a decidir el modelo de sociedad, y de estado en el que desea vivir. En ese momento, se constatará que aquí, somos más ciudadanos y ciudadanas, que súbditos, y justo en ese instante, será el ideal para recuperar la dignidad, la memoria y la libertad en España.
 

 

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