Como
agua de mayo esperaba el Z
Live Festival de Zamora
este año, celebrado el pasado fin de semana; y como agua en junio lo
he vivido. Quiero dejar en mi bitácora unas palabras sobre estos
días, como siempre para consumo propio, ordenar mis ideas y dejar
para la posteridad -y quién lo quiera leer-, unas reflexiones sobre
todo lo acontecido este pasado finde en la tierra de Viriato. Cada
vez me da más pereza soltar mi opinión en un foro o
las redes sociales
y tener que entrar al trapo de todo tipo de contestario.
Así
que mientras disponga de este blog aquí van cayendo mis historias.
Decir,
lo primero de todo, que dada mi especial situación necesitaba este
festival, y en líneas generales la satisfacción es buena. Con las
entradas compradas desde
julio del año pasado, -y en realidad desde diciembre de 2019 cuando
entre pandemia, suspensión y contagio de covid, me he ido perdiendo
esta fantástica convocatoria, año
a año-, ahora no podía dejarla pasar.
Con mi lesión necesitaba cierta información con respecto a mis
posibilidades de acudir al festival. Y aquí está mi
critica general a la organización: la falta de comunicación.
En primer lugar, y al menos en mi caso, en tiempo y forma. Porque si
te contactan repetidas veces por email para saber cosas tan básicas
como si puedo entrar con muletas en el recinto, con una silla
plegable, o si necesito algún tipo de documentación (recetas,
tratamiento ingreso, etc.) ante una situación de movilidad muy
limitada, no se puede pasar más de una semana en recibir una
contestación. Lo siento, pero no. Hay que comunicar al día. La
gente necesitamos esa información para anular o preparar cosas y no
puedes tener a tu cliente esperando. Esto es algo que yo aprendí
hace mucho tiempo ya, cuando empece a trabajar en el mundo web. Si se
recibe un email, se tiene que contestar el día que entra en la
bandeja de entrada. Y esta
leerla
todos los días.
Y sí. Menos
mal que a la hora de entrar nadie me ha puesto ni media pega para
acceder con mis muletas.
O
el
jueves y tras el concierto de Amorphis, con plena lluvia y a oscuras,
salir por detrás de los escenarios para no tener que dar toda la
vuelta al recinto. Muchas
gracias al chico trabajador de la organización que me hizo un gran
favor.
Este
problema individual con la comunicación con los organizadores del
festival es común a todos los asistentes con lo sucedido el viernes.
Evidentemente,
nadie
culpa a la organización de las tremendas lluvias que jarrearon el Z
Live el viernes.
Nadie al menos coherente aunque siempre hay de todo. La posibilidad
de poder resguardarnos en el interior de la nave del IFEZA fue la
auténtica salvación porque de no haber sido así habría habido
problemas mucho más graves. Cierto es que se podía haber abierto la
puerta en su totalidad para facilitar el acceso y habernos dado algo
de
música aunque fuera enlatada, o
haber dispuesto alguna barra (a mi con la edad que voy teniendo, me
habría entrado de maravilla un chocolate con churros).
Pero
pensad un momento, más allá de que se paralizará la música, lo
qué podría haber pasado si una marabunta de personas tiene que huir
en plena tormenta. En otros festivales de otros tipos de música
hemos visto esas horribles y desagradables consecuencias. No está de
más tenerlo en cuenta en este momento.
El
problema viene con la comunicación.
Esencialmente con
la ausencia de comunicación.
No hubiera pasado nada, si
con
casi todo la afluencia dentro del pabellón, alguien de
la organización,
aunque
fuera a
grito pelao,
hubiera apelado a la tranquilidad y a
que
“se
estaba trabajando en ello”.
Todo el mundo entendía la excepcionalidad de la situación y
se esperaba un mínimo de información para saber qué hacer.
Cuanto
paró la descarga, nosotros salimos pero viendo el panorama que se
estaba preparando en los cielos zamoranos (ahí arriba está la foto
del momento) decidimos volver a Salamanca.
En
la carretera de vuelta nos encontramos con una colosal lluvia que
minutos
después arrasó
el festival
y obligó
a la suspensión de la jornada.
Una jornada que pintaba, personalmente espectacular, con un cartel de
imprescindibles a disfrutar y que se nos quedó a menos de medio gas.
Como
digo, nadie culpa a la organización que demasiado tiene con lo que
tiene. Estoy seguro que
los primeros jodidos por la situación, son ellos mismos
que han hecho de este festival su trabajo, y con dedicación y
pasión, están
haciendo algo muy grande.
Llevar a una pequeña ciudad de provincias, aislada de los nudos de
comunicación y sufriendo el ahogamiento que provoca Madrid
fagocitando todo lo que tiene alrededor, un festival con un cartel
internacional como el que están consiguiendo es un éxito sin
paliativos. Una necesidad que a la
vez es un lujo que no nos podemos permitir perder
y que queremos salvar para disfrutar cada año. Zamora
lo necesita y las y los metaleros de todo el Oeste peninsular
también.
Porque
yo estoy harto de tener que ir a Madrid a ver conciertos y a los
grupos que me gustan. Tener
que pasar por sus carreteras, estaciones y atracos de diverso pelaje.
Ya
me jode ir a ver los museos que me gustan a la capital, pues imaginad
lo que siento con la música.
Y mientras pueda voy a aplicar mi particular boicot a la metrópoli
del centro peninsular.
El
Z
Live
es un festival pequeño donde la organización siempre ha procurado
cuidarnos y tratarnos con respeto. Yo así siempre lo he sentido en
el resto de ediciones
cuando he podido acudir, o estos años que ante la avalancha de
situaciones
he tenido que posponerlo. Por ello me sabe fatal la mala sensación
que me ha quedado con la
falta de información,
primero a título individual, después a lo colectivo.
España
lleva unas semanas con lluvias y tormentas por toda la geografía que
hacían peligrar el festival. Personalmente, siguiendo las
predicciones de la Aemet,
veía como para jueves y viernes la posibilidad de lluvias era del
100% y eso puso muchas dudas a la hora de encaminarme a realizar un
viaje de 700 km. cruzando el país para poder disfrutar del Metal (y
de ver a mi familia claro). Por eso el comunicado de la organización
de 7 días antes venía a tranquilizar a la gente en que el festival
se iba a celebrar.
Imaginad
por un segundo los malabares que hay que hacer para consolidar el
festival. Conseguir estos grupos. Permisos, recinto, escenarios,
barras, aseos, trabajadores, etc. Ahora pensad en lo que puede
suponer para un festival de estas características tener que devolver
parte de los abonos por la suspensión, por causas ajenas a la
organización, como fueron las tormentas. En
un festival que de entrada ya renunciaba a la masificación del
evento,
poniendo menos entradas a la venta que las que el aforo permitía,
para
buscar una mayor satisfacción en el público, en su gente, en sus
clientes.
Antes,
y dada la tormenta que el año pasado descargó en el recinto de la
Ruta de la Plata en la edición 2022, se hizo el cambio
de ubicación
para poder disponer de un espacio cerrado en la que resguardarse. Si
en algún momento estuvo en la mesa hacer un escenario en el
interior, con todos los problemas de acústica y seguridad que podía
ocasionar, se decidió descartarlo, buscando dotar de una mejor
experiencia al público. Y con el comunicado de la semana anterior se
descartaba esa posibilidad porque lógicamente, era imposible técnica
y económicamente poner un tercer escenario o mover uno de los dos
principales a la ubicación interior.
Insisto
en la feliz circunstancia del pabellón cerrado ante la fuerza de la
Naturaleza expresada en dos colosales trombas de agua soltadas con
apenas una hora de diferencia el pasado viernes. Si hubo posibilidad
de retomar el ritmo de actuaciones estuvo ahí, pese a que como he
dicho antes, para mi fue un fallo por falta de información.
Esta
nueva ubicación ha tenido varias criticas que en mi opinión son
justificables y pueden ser el camino a mejorar: No está el graderío
de la pista de atletismo del Ruta de la Plata, y por lo tanto, no
estaban los asientos que siempre se agradecen para descansar y poder
ver un concierto más tranquilo. Quizás se puede trabajar en tener más espacio para sentarse, incluido en el suelo, y sumar alguna sombra por lo que pueda pasar. Añadir más luz, en los laterales y donde las foodtrucks tampoco hubiera estado del todo mal. Los baños han quedado un poco
escasos, aunque en mi experiencia no se dieron colas en ningún
momento. De
hecho, mi mujer destacaba el colosal trabajo de las chicas
que limpiaban los WC portátiles del lado femenino. Impresionante.
Los
precios de la bebida y la comida: pues en la línea habitual en
este tipo de eventos. No me parecieron excesivos, aunque si altos,
y en cuanto a la calidad y variedad de las viandas no me pareció
nada mal. Sobre el aparcamiento si que al final tocaba caminar
bastante ya que no había un aparcamiento al lado como en ubicaciones
pasadas. Algunos puntos más con fuentes de agua se habrían
celebrado pese a toda la que cayó del cielo. Y sobre los campings
hay muchas quejas, pero ya sabemos lo que son y
lo que implican en un festival,
y más cuando se lía a llover. El
barro te va a llegar
hasta las rodillas,
y descansar es imposible porque cualquiera que haya pasado una noche
en una tienda de campaña, sabe que en cuanto amanece no hay quien
pueda estar dentro. Y quien lo haya hecho en los festivales sabe de
sobra que no hay quien duerma porque hay ruido SIEMPRE. Yo ya hace
mucho tiempo que renuncié a los campings porque lo barato sale caro.
Si que parece que hay camino de mejorar a la hora de proveer de más
y mejores buses lanzadera.
Y
de la música, ¿qué?
Pues
que estoy encantado de todo lo que pudimos paladear:
El
jueves llegamos con la actuación de los griegos Septicflesh
en plena efervescencia y sonaban increíble. De hecho, esa fue la
primera gran satisfacción, ver como había un sonido tremendo que se
imponía al viento reinante y que nos hacía disfrutar. Sin duda, hay
que tratar de volver a ver a esta banda en directo y disfrutar de su
gran pericia y talento para desarrollar un death
metal
melódico, oscuro
y denso y
de muchísimo nivel.
A
Symphony
X,
desde la lejanía del otro escenario, también se les oyó fenomenal
y me amenizaron muchísimo la espera al plato fuerte del día.
Amorphis
daba uno de los conciertos
del festival
con un show ya muy trabajado en el que repasaron buena parte de su ya
dilatada discografía, en una apuesta densa e intensa que cobró
especial significación con la lluvia
que rocío a un público entregado. El talento descomunal de Tomi
Juntsen en la voz, en
armónicos y guturales
nos alucinaba mientras todos los miembros de la banda, no quedaban
atrás y mostraban ese sonido tan característico, mimado hasta el
último acorde. Sin duda, para mi, triunfadores
del festival
y
subido al podio de bandas que hay que ver siempre que se pueda.
En
ese momento, nos recogimos porque el viernes venía con un cartel
espectacular que invitaba a disfrutar de la música desde las 3 de la
tarde hasta las 3 de la mañana.
Abrían
el menú mis amigos de Kritter,
que dieron un show
mucho más redondo que el año pasado en Villena, favorecidos
fundamentalmente por un sonido mucho más amable para con su
divertida y ecléctica propuesta en la que nos enseñaron varios de
sus nuevos temas, pero
que encontraron comunión con los incondicionales que estábamos allí
con Your
Sacrifice
y Sucker.
Como siempre nos divirtieron y nos pusieron en forma para disfrutar
todo el día.
La
siguiente muesca, en el otro escenario era Jolly
Joker,
banda valenciana que sonaba de lujo y también han hecho que me
interese y mucho por su música.
Volvíamos
al escenario donde me apalanque con mis dos taburetes de la
organización para disfrutar de Omnium
Gatherun.
Los finlandeses ya no es que tengan un metal potente y de una calidad
sublime. Es que además se divierten muchísimo sobre el escenario y
transmiten esa energía y esa diversión a un público que si ya está
entregado de antemano, ante su muestra, se vuelve completamente loco.
Disfrutamos como auténticos enanos con una actuación plena de
simpatía y arrojo. Para
rematar y tras la primera tormenta asaltamos a su joven batería Atte
Pesonen que nos había alucinado con su maestría y la tranquilidad
con la que ejecutaba y estuvo fenomenal y amable con nosotros. Otra
banda que hay que ver siempre. Sí o sí.
El
Altar
del Holocausto
descerrajaba su post
metal
con un sonido tremendo en otra banda que se convierte en
imprescindible, cuando al igual que el año pasado el cielo zamorano
se cayó sobre su propuesta. Parece evidente ya que ante la sequía,
en vez de sacar vírgenes y muñecos de madera, contraten a estos
paisanos míos que con su homilía de metal progresivo harán que el
cielo caiga sobre sus cabezas.
En
ese momento nos
refugiamos y aunque en el parón de lluvias se trato de volver a
arrancar, una nueva descarga
hizo
imposible continuar el festival.
Nos quedamos con las ganas de ver a Insomnium, Angra, Eleveutie,
Angelus Apatrida, Airbourne o Gigatrón. Un plan de fiesta sin
fisuras que nos hizo lamentarnos. Pero es que no se podía hacer otra
cosa.
El
sábado llegamos con Crisix dando mucha caña a las cervicales de la
platea, y haciendo que todos nos divirtiéramos. Encontraron
continuación con GloryHammer
que dejaron un concierto divertido y potente a partes iguales, muy
variado en cuanto a presentaciones y composiciones. En conjunto una
descarga de adrenalina gracias al trash
metal
de los catalanes y
a
la propuesta de
power metal
de esta banda escocesa que ha venido a revitalizar un género que
parece, sólo parece, vivía de los éxitos noventeros de la vieja
guardia.
A
continuación Haken, con una propuesta plena de virtuosismo
parecieron entender su momento en el cartel y ofrecieron un show
más tranquilo, no exento de calidad, pero como si quisieran que la
gente cogiera un poco de aire tras lo vivido y ante lo que venía,
mientras disfrutaban de una buena dosis de progresivo.
Y
es que después Dark
Tranquillity
ofrecía el
concierto del festival.
Impresionantes una vez más las huestes de un Mikael
Stanne soberbio, agradecido, que se comió el escenario con su
presencia y saber hacer, mostrando su calidad y con una banda que
parece siempre en proceso de reconfiguración. Con solo una guitarra -no estaba Cristopher Amott-, con
un Johan Reinholdz tremendo y ya liderando dejó
un sonido no tan inmerso en la distorsión donde pudieron brillar sus
compañeros;
y con la batería ya en propiedad de Joakin
Nilsson,
tras la salida por descanso de Anders Iwers.
Dark
Tranquillity
ofreció un concierto redondo, pleno de intensidad y acierto en el
que el hilo lo llevó los últimos discos Atoma y Momentum,
para acabar con unas celebradísimas Final
Resistance y
Misery
Crown.
Fue un concierto que se nos hizo breve, con
una comunión pletórica entre público y banda,
pero que nos dejo con una sonrisa de oreja a oreja. Siempre hay que
ver a Dark
Tranquillity.
Después
ya llegaron los cabezas de cartel, Helloween
que nos ofrecieron un espectáculo
propio de su estatus, con Kiske y Andy
Deris,
a pleno rendimiento, con lo que pueden dar, en
cada una de las canciones icónicas y también interactuando con el
público.
Ni puto caso a los intensitos que hablan de playbacks
y cosas así. Veánse los videos que ya están en youtube, y dejen de
dar la turra, por favor. Los
dos estuvieron a un muy buen nivel e hicieron su trabajo fenomenal,
jugando,
guarreando
y haciéndonos partícipes de un espectáculo memorable, junto
a
un Kai Hansen maestro de ceremonias
que nos llevo por un viaje a nuestra adolescencia y juventud,
ofreciéndonos todos sus himnos en un espectáculo potente y pleno.
Tras
los alemanes nos recogimos ya, no porque no tuviéramos más ganas de
música y metal, sino porque mi
pierna, la espalda de mi hermano y la de mi mujer (gracias nena por
estas tremendas palizas al volante que te has dado estos días)
pedían ya atención.
Lo
dicho. Ánimo
a toda la organización y promotores del Z Live Festival.
Cómo
necesitamos que haya eventos y conciertos más allá de Madrid y
Barcelona. Ánimo y fuerza para continuar, para mejorar lo
que haya que mejorar
y para seguir viéndonos cada primavera por Zamora.
Por
último, quiero dejar aquí mi agradecimiento
y admiración total al cuerpo de trabajadores del festival que fueron
todo amabilidad, disposición y eficacia.
De verdad, hacía mucho que no veía tan buen rollo entre un
personal, que evidentemente, está trabajando mientras miles de
personas disfrutamos. Espero que también disfrutarais un poquito,
tengáis un buen salario para vuestras cosas y veros de nuevo en las
próximas ediciones del Z
Live en Zamora.