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martes, 13 de junio de 2023

Z Live Festival 2023. De cuando la lluvia apagó la música



Como agua de mayo esperaba el Z Live Festival de Zamora este año, celebrado el pasado fin de semana; y como agua en junio lo he vivido. Quiero dejar en mi bitácora unas palabras sobre estos días, como siempre para consumo propio, ordenar mis ideas y dejar para la posteridad -y quién lo quiera leer-, unas reflexiones sobre todo lo acontecido este pasado finde en la tierra de Viriato. Cada vez me da más pereza soltar mi opinión en un foro o las redes sociales y tener que entrar al trapo de todo tipo de contestario. Así que mientras disponga de este blog aquí van cayendo mis historias.

Decir, lo primero de todo, que dada mi especial situación necesitaba este festival, y en líneas generales la satisfacción es buena. Con las entradas compradas desde julio del año pasado, -y en realidad desde diciembre de 2019 cuando entre pandemia, suspensión y contagio de covid, me he ido perdiendo esta fantástica convocatoria, año a año-, ahora no podía dejarla pasar.

Con mi lesión necesitaba cierta información con respecto a mis posibilidades de acudir al festival. Y aquí está mi critica general a la organización: la falta de comunicación. En primer lugar, y al menos en mi caso, en tiempo y forma. Porque si te contactan repetidas veces por email para saber cosas tan básicas como si puedo entrar con muletas en el recinto, con una silla plegable, o si necesito algún tipo de documentación (recetas, tratamiento ingreso, etc.) ante una situación de movilidad muy limitada, no se puede pasar más de una semana en recibir una contestación. Lo siento, pero no. Hay que comunicar al día. La gente necesitamos esa información para anular o preparar cosas y no puedes tener a tu cliente esperando. Esto es algo que yo aprendí hace mucho tiempo ya, cuando empece a trabajar en el mundo web. Si se recibe un email, se tiene que contestar el día que entra en la bandeja de entrada. Y esta leerla todos los días. Y sí. Menos mal que a la hora de entrar nadie me ha puesto ni media pega para acceder con mis muletas. O el jueves y tras el concierto de Amorphis, con plena lluvia y a oscuras, salir por detrás de los escenarios para no tener que dar toda la vuelta al recinto. Muchas gracias al chico trabajador de la organización que me hizo un gran favor.

Este problema individual con la comunicación con los organizadores del festival es común a todos los asistentes con lo sucedido el viernes.

Evidentemente, nadie culpa a la organización de las tremendas lluvias que jarrearon el Z Live el viernes. Nadie al menos coherente aunque siempre hay de todo. La posibilidad de poder resguardarnos en el interior de la nave del IFEZA fue la auténtica salvación porque de no haber sido así habría habido problemas mucho más graves. Cierto es que se podía haber abierto la puerta en su totalidad para facilitar el acceso y habernos dado algo de música aunque fuera enlatada, o haber dispuesto alguna barra (a mi con la edad que voy teniendo, me habría entrado de maravilla un chocolate con churros). Pero pensad un momento, más allá de que se paralizará la música, lo qué podría haber pasado si una marabunta de personas tiene que huir en plena tormenta. En otros festivales de otros tipos de música hemos visto esas horribles y desagradables consecuencias. No está de más tenerlo en cuenta en este momento.

El problema viene con la comunicación. Esencialmente con la ausencia de comunicación. No hubiera pasado nada, si con casi todo la afluencia dentro del pabellón, alguien de la organización, aunque fuera a grito pelao, hubiera apelado a la tranquilidad y a que “se estaba trabajando en ello”. Todo el mundo entendía la excepcionalidad de la situación y se esperaba un mínimo de información para saber qué hacer.

Cuanto paró la descarga, nosotros salimos pero viendo el panorama que se estaba preparando en los cielos zamoranos (ahí arriba está la foto del momento) decidimos volver a Salamanca.

En la carretera de vuelta nos encontramos con una colosal lluvia que minutos después arrasó el festival y obligó a la suspensión de la jornada. Una jornada que pintaba, personalmente espectacular, con un cartel de imprescindibles a disfrutar y que se nos quedó a menos de medio gas.

Como digo, nadie culpa a la organización que demasiado tiene con lo que tiene. Estoy seguro que los primeros jodidos por la situación, son ellos mismos que han hecho de este festival su trabajo, y con dedicación y pasión, están haciendo algo muy grande. Llevar a una pequeña ciudad de provincias, aislada de los nudos de comunicación y sufriendo el ahogamiento que provoca Madrid fagocitando todo lo que tiene alrededor, un festival con un cartel internacional como el que están consiguiendo es un éxito sin paliativos. Una necesidad que a la vez es un lujo que no nos podemos permitir perder y que queremos salvar para disfrutar cada año. Zamora lo necesita y las y los metaleros de todo el Oeste peninsular también.

Porque yo estoy harto de tener que ir a Madrid a ver conciertos y a los grupos que me gustan. Tener que pasar por sus carreteras, estaciones y atracos de diverso pelaje. Ya me jode ir a ver los museos que me gustan a la capital, pues imaginad lo que siento con la música. Y mientras pueda voy a aplicar mi particular boicot a la metrópoli del centro peninsular.

El Z Live es un festival pequeño donde la organización siempre ha procurado cuidarnos y tratarnos con respeto. Yo así siempre lo he sentido en el resto de ediciones cuando he podido acudir, o estos años que ante la avalancha de situaciones he tenido que posponerlo. Por ello me sabe fatal la mala sensación que me ha quedado con la falta de información, primero a título individual, después a lo colectivo.

España lleva unas semanas con lluvias y tormentas por toda la geografía que hacían peligrar el festival. Personalmente, siguiendo las predicciones de la Aemet, veía como para jueves y viernes la posibilidad de lluvias era del 100% y eso puso muchas dudas a la hora de encaminarme a realizar un viaje de 700 km. cruzando el país para poder disfrutar del Metal (y de ver a mi familia claro). Por eso el comunicado de la organización de 7 días antes venía a tranquilizar a la gente en que el festival se iba a celebrar.

Imaginad por un segundo los malabares que hay que hacer para consolidar el festival. Conseguir estos grupos. Permisos, recinto, escenarios, barras, aseos, trabajadores, etc. Ahora pensad en lo que puede suponer para un festival de estas características tener que devolver parte de los abonos por la suspensión, por causas ajenas a la organización, como fueron las tormentas. En un festival que de entrada ya renunciaba a la masificación del evento, poniendo menos entradas a la venta que las que el aforo permitía, para buscar una mayor satisfacción en el público, en su gente, en sus clientes.

Antes, y dada la tormenta que el año pasado descargó en el recinto de la Ruta de la Plata en la edición 2022, se hizo el cambio de ubicación para poder disponer de un espacio cerrado en la que resguardarse. Si en algún momento estuvo en la mesa hacer un escenario en el interior, con todos los problemas de acústica y seguridad que podía ocasionar, se decidió descartarlo, buscando dotar de una mejor experiencia al público. Y con el comunicado de la semana anterior se descartaba esa posibilidad porque lógicamente, era imposible técnica y económicamente poner un tercer escenario o mover uno de los dos principales a la ubicación interior.

Insisto en la feliz circunstancia del pabellón cerrado ante la fuerza de la Naturaleza expresada en dos colosales trombas de agua soltadas con apenas una hora de diferencia el pasado viernes. Si hubo posibilidad de retomar el ritmo de actuaciones estuvo ahí, pese a que como he dicho antes, para mi fue un fallo por falta de información.

Esta nueva ubicación ha tenido varias criticas que en mi opinión son justificables y pueden ser el camino a mejorar: No está el graderío de la pista de atletismo del Ruta de la Plata, y por lo tanto, no estaban los asientos que siempre se agradecen para descansar y poder ver un concierto más tranquilo. Quizás se puede trabajar en tener más espacio para sentarse, incluido en el suelo, y sumar alguna sombra por lo que pueda pasar. Añadir más luz, en los laterales y donde las foodtrucks tampoco hubiera estado del todo mal. Los baños han quedado un poco escasos, aunque en mi experiencia no se dieron colas en ningún momento. De hecho, mi mujer destacaba el colosal trabajo de las chicas que limpiaban los WC portátiles del lado femenino. Impresionante.

Los precios de la bebida y la comida: pues en la línea habitual en este tipo de eventos. No me parecieron excesivos, aunque si altos, y en cuanto a la calidad y variedad de las viandas no me pareció nada mal. Sobre el aparcamiento si que al final tocaba caminar bastante ya que no había un aparcamiento al lado como en ubicaciones pasadas. Algunos puntos más con fuentes de agua se habrían celebrado pese a toda la que cayó del cielo. Y sobre los campings hay muchas quejas, pero ya sabemos lo que son y lo que implican en un festival, y más cuando se lía a llover. El barro te va a llegar hasta las rodillas, y descansar es imposible porque cualquiera que haya pasado una noche en una tienda de campaña, sabe que en cuanto amanece no hay quien pueda estar dentro. Y quien lo haya hecho en los festivales sabe de sobra que no hay quien duerma porque hay ruido SIEMPRE. Yo ya hace mucho tiempo que renuncié a los campings porque lo barato sale caro. Si que parece que hay camino de mejorar a la hora de proveer de más y mejores buses lanzadera.


Y de la música, ¿qué?

Pues que estoy encantado de todo lo que pudimos paladear:

El jueves llegamos con la actuación de los griegos Septicflesh en plena efervescencia y sonaban increíble. De hecho, esa fue la primera gran satisfacción, ver como había un sonido tremendo que se imponía al viento reinante y que nos hacía disfrutar. Sin duda, hay que tratar de volver a ver a esta banda en directo y disfrutar de su gran pericia y talento para desarrollar un death metal melódico, oscuro y denso y de muchísimo nivel.

A Symphony X, desde la lejanía del otro escenario, también se les oyó fenomenal y me amenizaron muchísimo la espera al plato fuerte del día.

Amorphis daba uno de los conciertos del festival con un show ya muy trabajado en el que repasaron buena parte de su ya dilatada discografía, en una apuesta densa e intensa que cobró especial significación con la lluvia que rocío a un público entregado. El talento descomunal de Tomi Juntsen en la voz, en armónicos y guturales nos alucinaba mientras todos los miembros de la banda, no quedaban atrás y mostraban ese sonido tan característico, mimado hasta el último acorde. Sin duda, para mi, triunfadores del festival y subido al podio de bandas que hay que ver siempre que se pueda.

En ese momento, nos recogimos porque el viernes venía con un cartel espectacular que invitaba a disfrutar de la música desde las 3 de la tarde hasta las 3 de la mañana.

Abrían el menú mis amigos de Kritter, que dieron un show mucho más redondo que el año pasado en Villena, favorecidos fundamentalmente por un sonido mucho más amable para con su divertida y ecléctica propuesta en la que nos enseñaron varios de sus nuevos temas, pero que encontraron comunión con los incondicionales que estábamos allí con Your Sacrifice y Sucker. Como siempre nos divirtieron y nos pusieron en forma para disfrutar todo el día.

La siguiente muesca, en el otro escenario era Jolly Joker, banda valenciana que sonaba de lujo y también han hecho que me interese y mucho por su música.

Volvíamos al escenario donde me apalanque con mis dos taburetes de la organización para disfrutar de Omnium Gatherun. Los finlandeses ya no es que tengan un metal potente y de una calidad sublime. Es que además se divierten muchísimo sobre el escenario y transmiten esa energía y esa diversión a un público que si ya está entregado de antemano, ante su muestra, se vuelve completamente loco. Disfrutamos como auténticos enanos con una actuación plena de simpatía y arrojo. Para rematar y tras la primera tormenta asaltamos a su joven batería Atte Pesonen que nos había alucinado con su maestría y la tranquilidad con la que ejecutaba y estuvo fenomenal y amable con nosotros. Otra banda que hay que ver siempre. Sí o sí.

El Altar del Holocausto descerrajaba su post metal con un sonido tremendo en otra banda que se convierte en imprescindible, cuando al igual que el año pasado el cielo zamorano se cayó sobre su propuesta. Parece evidente ya que ante la sequía, en vez de sacar vírgenes y muñecos de madera, contraten a estos paisanos míos que con su homilía de metal progresivo harán que el cielo caiga sobre sus cabezas.

En ese momento nos refugiamos y aunque en el parón de lluvias se trato de volver a arrancar, una nueva descarga hizo imposible continuar el festival. Nos quedamos con las ganas de ver a Insomnium, Angra, Eleveutie, Angelus Apatrida, Airbourne o Gigatrón. Un plan de fiesta sin fisuras que nos hizo lamentarnos. Pero es que no se podía hacer otra cosa.

El sábado llegamos con Crisix dando mucha caña a las cervicales de la platea, y haciendo que todos nos divirtiéramos. Encontraron continuación con GloryHammer que dejaron un concierto divertido y potente a partes iguales, muy variado en cuanto a presentaciones y composiciones. En conjunto una descarga de adrenalina gracias al trash metal de los catalanes y a la propuesta de power metal de esta banda escocesa que ha venido a revitalizar un género que parece, sólo parece, vivía de los éxitos noventeros de la vieja guardia.

A continuación Haken, con una propuesta plena de virtuosismo parecieron entender su momento en el cartel y ofrecieron un show más tranquilo, no exento de calidad, pero como si quisieran que la gente cogiera un poco de aire tras lo vivido y ante lo que venía, mientras disfrutaban de una buena dosis de progresivo.

Y es que después Dark Tranquillity ofrecía el concierto del festival. Impresionantes una vez más las huestes de un Mikael Stanne soberbio, agradecido, que se comió el escenario con su presencia y saber hacer, mostrando su calidad y con una banda que parece siempre en proceso de reconfiguración. Con solo una guitarra -no estaba Cristopher Amott-, con un Johan Reinholdz tremendo y ya liderando dejó un sonido no tan inmerso en la distorsión donde pudieron brillar sus compañeros; y con la batería ya en propiedad de Joakin Nilsson, tras la salida por descanso de Anders Iwers. Dark Tranquillity ofreció un concierto redondo, pleno de intensidad y acierto en el que el hilo lo llevó los últimos discos Atoma y Momentum, para acabar con unas celebradísimas Final Resistance y Misery Crown. Fue un concierto que se nos hizo breve, con una comunión pletórica entre público y banda, pero que nos dejo con una sonrisa de oreja a oreja. Siempre hay que ver a Dark Tranquillity.

Después ya llegaron los cabezas de cartel, Helloween que nos ofrecieron un espectáculo propio de su estatus, con Kiske y Andy Deris, a pleno rendimiento, con lo que pueden dar, en cada una de las canciones icónicas y también interactuando con el público. Ni puto caso a los intensitos que hablan de playbacks y cosas así. Veánse los videos que ya están en youtube, y dejen de dar la turra, por favor. Los dos estuvieron a un muy buen nivel e hicieron su trabajo fenomenal, jugando, guarreando y haciéndonos partícipes de un espectáculo memorable, junto a un Kai Hansen maestro de ceremonias que nos llevo por un viaje a nuestra adolescencia y juventud, ofreciéndonos todos sus himnos en un espectáculo potente y pleno.

Tras los alemanes nos recogimos ya, no porque no tuviéramos más ganas de música y metal, sino porque mi pierna, la espalda de mi hermano y la de mi mujer (gracias nena por estas tremendas palizas al volante que te has dado estos días) pedían ya atención.

Lo dicho. Ánimo a toda la organización y promotores del Z Live Festival. Cómo necesitamos que haya eventos y conciertos más allá de Madrid y Barcelona. Ánimo y fuerza para continuar, para mejorar lo que haya que mejorar y para seguir viéndonos cada primavera por Zamora.

Por último, quiero dejar aquí mi agradecimiento y admiración total al cuerpo de trabajadores del festival que fueron todo amabilidad, disposición y eficacia. De verdad, hacía mucho que no veía tan buen rollo entre un personal, que evidentemente, está trabajando mientras miles de personas disfrutamos. Espero que también disfrutarais un poquito, tengáis un buen salario para vuestras cosas y veros de nuevo en las próximas ediciones del Z Live en Zamora.


martes, 19 de julio de 2011

Sonisphere 2011


Llevaba un montón de tiempo, desde febrero, con la entrada al Sonisphere 2011 en la cabecera de la cama, con unas ganas terribles... y por fin este fin de semana pasado lo hemos vivido, disfrutado y coreado.

Después entraremos en el funcionamiento y organización del evento. Pero primero lo importante y lo que trasciende: La música y el metal.

Por desgracia no pude ver todo el cartel. Tuvimos a bien por nuestro descanso y por intentar llegar, y a bien que lo conseguimos, a la última hora sacrificar a Bullet, Mastodon, Angelus Apatrida y Hamerfall, siendo estos últimos los que más rabia me dieron, pero a las tres y media de la tarde, tiene bemoles la cosa. Aún así me confirmaron después que tanto los suecos, como los de Albacete estuvieron pletóricos lo que tiene gran mérito.


Llegamos mi hermano y yo el viernes justo cuando comenzaba Valient Thor. Los californianos a los que había escuchado cuando confirmaron su presencia no me desagradaron; pero es que en vivo me engancharon y nos hicieron bailar y saltar, clamar fiesta con su mezcla de hard rock y deshinibida actitud que resultaba una mezcla entre el Motörhead de toda la vida y los Turbonegro. No dejaron a nadie indiferentes, y en nuestro caso, fue un calentamiento soberbio para gozar de la fiesta.


Seguidamente, llegó Gojira. Sin duda una de las actuaciones más sorprendentes de todo el festival la de estos franceses que práctican un death metal melódico que me recordaba y mucho al que ahora me tiene enganchado (lo llevo siempre encima) Insomnium. "Ocean Planet", "Vacuity" o "A Sight to Behold" fueron algunos de sus pasos para llevarnos a la oscuridad, y a vibrar con el metal europeo del siglo XXI, y se llevaron por nuestra parte una de las mayores ovaciones del festival. Nos habían dejado a punto para el momento más nostálgico.


Y es que por cuarta vez, primera desde su reencuentro, Sôber, aparecía delante de mí en un escenario. Y no defraudaron. Los hermanos Escobedo, Alberto Bernardini y el nuevo bateria Manu Reyes (hijo del mítico bateria de Medina Azahara) desplegaron sus melodías limpías, duras y sobrías que las han carecterizado siempre y por las que se plantearon en su momento como herederos de Heroes del Silencio, como estandarte del rock y el metal nacional. Sus nuevos temas sonaron bien y reventaron con sus clásicos, entre ellos "Diez Años" con recuerdo de Carlos dedo al cielo por Alberto Madrid, "Una hora más" o "Arrepentido" himno del desamor y el dolor, himno de toda una generación.


Según se fue iba cerrando el cartel, se marco en mi alma un momento. Tocaban Arch Enemy y las huestes lideradas por Angela Gossow no fallaron. Fueron los únicos a los que sus temas nuevos no les fallaron, y regalos viscerales como "Nemesis", "We will Rise", "Dead Eyes See No Future" y sobretodo "My apocalypse" que ya provocaron los primeros destrozos en mi siempre maltrecha garganta, encandilaron a un público enloquecido, enamorado de la soberbia presencia de la frontwoman germana y extasiado por la variedad de acordes que los Ammott (fantástico como siempre Michael) a las guitarras, D'Angelo con el bajo y Erlandsson con la batería son capaces de desplegar. Fueron uno de los grandes momentos y unos de los máximos triunfadores, justificaron plenamente su fama, y soliviantaron a un público que por fin en aquel momento se deshacía del calor de la tarde.


Fue el momento ideal para refrescarse y lo que planeaba como un momento de tranquilidad para admirar y paladear con cierta distancia la siguiente actuación. Llegaba Slash con su nueva banda, con la voz de Myles Kennedy de los After Bridge, o una de las mejoras voces del momento. Y el británico y sus chicos estuvieron soberbios. La sóla y mítica figura imperturbable de Slash, con sus rizos bajo la chistera, hacían levitar a todo el escenario y encontró magnífico acompañamiento en el resto de la banda y en la voz de un Kennedy que se fue entregando a medida que desgrañaban temas del Apetite for Destruction de los Guns. Los nuevos temas y otros de etapas anteriores fueron entrando bien en el set, pero cuando sono "Nightrain" la gente se vino arriba drogada por el mito. Continuó así con "My Michelle", "Rocket Queen", algún otro tema gunnie como "Civil War", sacó un orgasmo colectivo al cascarse el "Sweet Child Of Mine" haciéndole el amor a su sempiterna Gibson Les Paul y dejó el listón altísimo para los siguientes con una impecable "Paradise City" que nos ofreció al Kennedy más entregado. La gente alucinaba con esta vuelta a los 80 y despidió al mito con una ovación y tratándo de arrancarle algún biss por primera vez en el festival.

Aún extasiamos, acudimos a la llamada de los The Darkness. Los falsetes de Hawkins y su estilo no están entre mis preferidos, como bien sabéis, pero que duda cabe, que me sorprendieron, lo dieron todo y desplegaron personalidad y arrojo en el escenario. Intensos y vibrantes aprovecharon la complicidad del público que había aguantado hasta esa hora por ellos, que en su mayoría eran fervientes admiradores y consiguieron levantarnos a todos y darnos una hora y quarto de auténtica y salvaje fiesta cerrada, como no podía ser con "Believe In A Thing Called Love".

Vaya primer día. Intensidad, sorpresa, emotividad, lágrimas al escuchar en vivo himnos de todos los tiempos y de todas mis épocas. Era una gran jornada de apertura. Una entrada soberbia a la jornada del sábado con los cabezas de cartel.


Y allí estábamos otra vez, a las 6 de la tarde. Vibrando con Apocalyptica. Y los fineses se entregaron a base de frotar las cuerdas de sus chellos, y darnos ración buena de sus temas propios más míticos y levantando al personal y refrescándolo con sus versiones de Metallica. Sonaron "Seek and Destroy", "Master of Puppets" o "Nothing Else Matters" y la gente los vibró y coreó como se merecen y agradeció a los fineses su clase, su metal incondicional y su ya dilatada experiencia en festivales y a horas no muy recomendables para el resto de grupos.


Les siguieron Dream Theater. Ya era un espectáculo ver montar la batería o la pedalera, pero verles tocar es impresionante. La banda de metal progresivo más espectacular del mundo no me defraudó. Desde la voz armoniosa y dura de Labrie, el lujazo en los teclados de Rudes, la impresionante técnica y destreza de Myung al bajo, el misticismo de Petrucci y sus guitarras y el talento de Magnini el nuevo batería plenamente integrado a la familia Theater y que no desmerece en absoluto a todo un Mike Portnoy. Qué decir!!! Increíble, majestuoso. Creo que grandes festivales no hacen justicia a este grupo, pero aún así dieron una actuación brillante, plagada de talento y entrega. Con su habitual destreza a la hora de combinar setlists, nos regalaron todo su trabajo coral de horas y horas de ensayo individual y en grupo y de talento natural con los que hilvanan diferentes solos en temas míticos como "
Caught In A Web" o "The Dark Eternal Night".


Y llegó el momento de la cabeza de cartel. La doncella de hierro no iba a dejarnos respirar y dejar de alucinar. El escenario convertido en una ajada, vetusta e incluso grotesca estación espacial. Las ovaciones se suceden y aparece Dickinson, ataviado como un rapero y que con su agilidad y pasión nos dijo a todos que nos iban a regalar una actuación espectacular. Y así fue y así son Iron Maiden. Empezaron por los temas "The Final Frontier" y "El Dorado" quizás los mejores de su último disco para encontrar el feeling con la gente, y así llegar al momento clásicos imperecederos. Primero "Two minutes to midnight" y "The Trooper" hicieron un coro total de 40.000 personas que vibraban ya y estaban deseosos de más. La lucha de Dickinson y su banda hizo pasar como canciones de la vieja etapa las postreras "Dance of Death" o "The Wicker Man" que sonó está última especialmente redonda. Mientras Dickinson subía y bajaba el escenario de cartón piedra, las guitarras de Murray, Smith y Gers, disparaban toda la adredalina del público y nos hacían lanzar rasgados al aire, amasar acordes en el viento. La batería (McBrain) y el bajo de Harris hacían imposible parar los pies. Sólo se podían corear los temas, soñar Iron Maiden, vivir el momento. ¡Y qué momento!
Llegó "The Evil That Men Do” (con aparición de Eddie incluída), “Fear Of The Dark”, “Iron Maiden” y tripleta de bises con “The Number Of The Beast”, “Hallowed Be Thy Name” y “Running Free”, con el gigante Eddie asomándose y dándolo todo. Inolvidable, intergeneracional, grandioso. Mucho mérito hacer que gente haya soltado 70 euros y se hayan cascado un montón de kilómetros sólo por ellos. Y lo llevan haciendo 35 años. Y espero que muchos más, porque sigo teniendo ganas de verlos y de volver a dejarme la voz con sus himnos en vivo...



Parecía que la fiesta podía decaer y aunque algunos cometieron la temeridad de perderse a los Twisted Sister en mi interior sabía que no me iban a defraudar. ¡Cómo van a hacerlo con un tío como Dee Snider al frente! Qué tío!! Impresionante. Menudo despliegue, vaya animal de escenario. Nos volvió locos con una banda formada por gente que vive la música en directo como nadie y que se mueve en su hábitat natural dando lecciones. Temas como "The kids are back", "Stay Hungry" o "Burn in Hell" nos hacían saltar y vibrar, ponernos como tantas veces este finde la piel de gallina. Su interacción con el público majestuosa, su risa contagiosa. Un grande Dee Snider y los Twisted Sister sin duda. Muchos años llevan ya pero temas como "We’re Not Gonna Take It” o “I Wanna Rock” siguen más que vivas, son auténticas melodías adolescentes de rebeldía y espíritu con las que ellos mismos se ríen dándonos un "Huevos con aceite... y jamón" o un "I wanna fuck". Mi afónica garganta me decía que parase pero mi espiritú no cedía, no podía dejar de cantar y gritar, de reirme. Imprescindibles e incomensurables.



Volvía a tener la sensación de decaimiento. Había cansancio, muchísimo polvo, sudor pegado al cuerpo. Llegaban los Uriah Heep con la obligación a última de hora de sustituir a Alice Cooper. Nadie ha dicho porqué el americano se ausentó a tres semanas vista. Pero ahora nadie se acuerda de él. Y es que los británicos y su hard rock clásico estuvieron geniales e hicieron a la gente que planeaba descansar girarse al escenario a disfrutar. Los tíos con sus 60 años al ristre estaban en su salsa, haciendo lo que mejor saben hacer y siendo muy creíbles y ganándose mi afecto e interés para siempre.

Y para terminar. Lacuna Coil. Sin duda uno de mis grupos fetiches y otro gran aliciente cuando se formó el cartel. La otra gran dama del metal, junto a Gossow, Scabbia la otra gran heredera de Doro. Aunque uno vibró con sus temas, sobretodo con sus clásicos "Our Truth", "Closer", "Heaven's A Lie" (su último disco, me parece un severo paso atrás) fue su magnífica versión de el "Enjoy the Silence" lo que más me convenció, así como el descaro de Andrea en el escenario, ante una quizás muy apática, aunque indudablemente bella y sugerente, Cristina Scabbia.

Y este es el resumén musical. Lo digo y lo prometo. A todos intentaré verles, escucharles y sentirles en directo muchas más veces. Lo merecen.

Ahí van las quejas

Fueron increíbles los conciertos, pero la organización nefasta. Si se han creído que con un gran cartel y el trabajo, talento y pasión mostrada por todos sobre el escenario nos va a valer a los heavys para aplaudir la organización y no pedir mejoras (y muchas) en ediciones futuras, mal encaminados van. No hay que mezclar las cosas y más cuando una parte importante como la comodidad, salubridad y seguridad se dejan de lado. Ya se me empezó a torcer el gesto cuando en información de Atocha Renfe un chico muy amable nos comentaba que no sabía nada de un supuesto servicio especial (y su gratuidad) en la madrugada desde Getafe hasta Atocha para dar salida a un festival metalero en Getafe.

82 euros en venta anticipada deberían de dar para mucho más. Por ejemplo para tener la información en la web actualizada y sobretodo correcta. Decían que un servicio especial de autobus y cercanías te llevaba hasta Atocha Renfe. Incorrecto y problemático. Problemático porque a la salida del concierto nada ni nadie te indicaba donde coger el bus hacia Madrid y tocaba deambular por las siempre bien iluminadas calles de un polígono y las particularmente ruinosas y cochombrosas circunstancias en las que suponemos la desidia y la crisis tienen esta zona. E incorrecto porque el autobus paró en plaza de Legazpi, casi 4 kilómetros por debajo de Atocha y del hostal que había buscado. Evidentemente si de un principio uno sabe donde para el autobus por allí cerca hubiera buscado el alojamiento porque lo que menos quiere uno es un paseo a deshoras después de una jornada tan intensa. Y más cuando se ha quemao a pleno sol para llegar al final de una era al final del último polígono de Getafe.

Una rapida mirada al plano aéreo del recinto del festival me dejo claro que el recinto del Sonisphere 2011 no tenía nada que ver con el lugar donde se desarrollo el Electric Festival hace 3 años. Mientras en 2008, desde la estación de cercanías de Getafe Industrial junto al aeródromo de Cuatro Vientos y a través de la avda. John Lennon hasta el recinto del mismo nombre, pero en dirección hacia la ciudad de Getafe. Todo bien indicado a la salida de la estación, con carteles, flechas e incluso una persona organizando en la llegada de los trenes. Esta vez no. Primeramente el sentido de la marcha tras la estación era totalmente distinto dirigiéndonos hacia un cerro con su pinar donde se acomodaba la acampada (sin duchas, ni agua corriente, pa qué deben de pensar), pero que tenía muchas trampas como por ejemplo buscar un vial o pasarela donde atravesar la autovía A4. Pero no había indicaciones, ni flechas ni personas con megáfonos facilitando la travesía. Ni siquiera un triste cartel para coger el autobus especial que luego supimos que existía. La única ayuda fue nuestro mapa imprimido, las clases de orientación del Agustín y sobretodo el sentido común y el que ya conocía la zona de mi anterior experiencia que nos llevaba incluso a ser nosotros mismos los que orientábamos a heavys a pie o a los que se atrevieron a ir en coche, pero aún así fue inevitable perderse por entre las calles de los polígonos con el peligro de las salidas de los camiones. La única (supuesta) ayuda era ver los conos colocados delimitando los árcenes del acceso al polígono a través de la A4 lo que parecía indicar a los heavys que nos jugaramos la vida atravesando la carretera para llegar al recinto del festival. Una verguenza. Pero no acabo todo ahí.

El calor estaba claro, era un invitado casi seguro y no falto. Aquí la organización algo hizo como dar algún mangerazo al respetable y montar los tuneles de ventiladores y vaporizadores, que buena ayuda dieron el viernes. Si el viernes, porque el sábado no funcionaron. La calor fue ingente y las zonas de sombra inexistentes. Si a eso sumas el irrisorio césped que anunciaban tenían plantado y que no era más unas alfombras escasas y artificiales rodeada por hierba seca que con poquito viento y las pisadas de los festivaleros se convirtió en una polvareda que dificultaba el respirar y convertía los tiempos entre conciertos en un auténtico Walking Dead.

La desidia de la organización no acababa ahí. Uno siempre piensa que el tema de montar una barra para comprar los tickets para la bebida y luego otra para dispersarte esa misma bebida se hace para agilizar y no agolpar a la gente en un mismo punto. Pero craso error. Si ya para coger un ticket había que echarle su espera, lo peor era el recolectar la bebida imperiosamente necesaria para refrescarse y sobrevivir. Y si, porque me parece un auténtico escándalo cobrar 8 euros por el litro de cerveza o 2 euros por una botella de 33cl de agua. Y más con el sofoco que todos incluso los niños que había, sufríamos. Si ya es un atentado en un festival cobrar eso y más cuando se supone que la gente va a disfrutar de la música no a emborracharse, cuando el calor aprieta me parece una auténtica estafa y delito por jugar con la salud de las personas. Pero es que el agobio, sofoco y cabreo e indignación iba creciendo según avanzaba el festival.

El viernes ya era molesto lo de pillar bebida. No eran muy dados en las barras, aunque siempre había alguna que otra excepción, y eran pocos para toda la gente que allí ibamos a disfrutar de la música y el metal. Pero ya es que el sabado con la actuación de los Maiden y las 40.000 personas que en ese punto nos juntamos era una auténtica tortura que por momentos estuvo a punto de provocar un motín. Y es que esperar 45 minutos de reloj para conseguir un litro de cerveza, unas aguas, y un par de vasos de hielo para refrescarnos y meternoslo literalmente entre el sombrero y la espalda me parece una vergüenza. Esos fueron los minutos entre el final de la doncella de hierro y el principio de los Twisted Sister. Los camareros, por llamarlos de alguna manera, no iban a sufrir estrés, para qué. La gente se agolpaba cada vez más y más en la barra y no había manera de que espabilarán a la hora de dispensar la bebida. El cabreo iba en aumentó a cada minuto, mientras yo pensaba "si estos tios ayer ya se vieron mal y no han reclamado más gente para entrar en las barras, se las pica lo que aquí suceda". Y así era. No había manera de hacerlos espabilar por más que se lo pedíamos e imploraramos. Para colmo, después de la actuación de los de Dee Snider, se acabó el agua. Sin más comentarios.

Supongo que todas las quejas no las va leer nadie de la organización. Están muy ocupados vendiendo el gran éxito, 70.000 personas en dos días, y sobretodo contando los beneficios que han sacado sin la más mínima organización, preocupación por sus clientes que además y recuérdenlo, somos personas; seguro que ya han apalabrado con el ay-untamiento de Getafe el "alquiler" (en negro por supuesto) el año que viene de tan maravilloso escenario. Lo llaman Getafe Open Air. Ya le pueden dar un nombre pomposo que te cagas a una era donde acaba una carretera de un polígono de aspecto tercer mundista. Si de verdad quieren hacer un festival de referencia, tomen nota:
-Comuniquen mejor el recinto. Den información. Hablen con la empresa de transportes de Madrid, pongan autobuses, un tren y que efectivamente llegue a Atocha. Y ese recinto (el del Electric Festival, llamado auditorio John Lennon, no estaba tan mal), podían intentar asfaltarlo o ponerle un césped de verdad y cuidado. Cuiden el pedalte que se eleva sobre el escenario para hacerlo más visible. Den sombras, agua corriente para refrescarse. Acondicionen una zona de acampada de verdad y un aparcamiento. Bajen los precios de la bebida, porque pensándolo fríamente a 8 euros el litro de cerveza, y teniendo en cuenta que mi hermano y yo hemos consumido por de bajo de la media, y aún así se nos han llevado 40 euros por persona, me parece a mi que son muchos euros...

En definitiva, traténnos como seres humanos. Personas, no basura. Sus futuros y antiguos clientes, que merecen respeto, dignidad, estos buenos grupos que son los que han levantado con su esfuerzo y talento y entrega el festival. Porque por su parte, un 0 rotundo.

Como decía al principio lo que trasciende a todos los amantes del metal es la música y la sensación y experiencia de los grupos que lo han dado todo. Pero si siguen así esto puede un año acabar muy mal, o que no vaya nadie, porque recuerde que estamos indignados y ya movilizados.

Salud y metal!!!

Camareros: Necesarios, degradados y precarios. Una experiencia personal

Ahora que ya está aquí el veranito con su calor plomizo, pegajoso y hasta criminal, se llenan las terracitas para tomar unas...