Portada de El Jueves, nº2251 del 15 de julio de 2020.
La
serie de éxito de esta temporada de primavera-verano no está ni en
Netflix,
ni en HBO.
No es un producto de las cadenas de Mierdaset
o
A3Mierda.
De hecho se afanan en taparlo en sus informativos. La serie de verdad
que supera todos los registros de ficción en tramas plenas de
golfería,
sinvergüencería y corrupción
es la que está protagonizando muy
a su pesar, el
Rey
emérito, Juan Carlos I,
y con él toda la familia real y con actuaciones estelares de los
partidos pro-regimen tratando de mantener con más o menos arcadas la
supuesta dignidad de la institución.
Los
medios extranjeros han olido el hedor a mierda que todo lo emponzoña
en torno a la casa real y a la figura de su patriarca. Los escándalos
sexuales bien callados durante años con dinero público, son el
aderezo a una trama
de corrupción que han convertido a los Borbones
en una de las mayores riquezas del mundo,
al tiempo que engañaban a la opinión pública, más o menos,
monárquica o republicana, con más o menos ganas de cambiar de
régimen, pero desde luego ya harta de tanto latrocinio y de que se
rían tanto en su cara.
Parece
probado lo que era un secreto a voces. Juan Carlos I ha llevado una
contabilidad paralela a la asignación presupuestaria por su labor
como Jefe del Estado, y tanto ejerciendo de titular, como de
jubilado, ha llevado
a cabo
una labor de comisionista de altos vuelos con cada barril de petróleo
que ha entrado en éste país o con cada metro de AVE a la Meca. Y
siguen apareciendo más y más chanchullos investigados por la
fiscalía suiza, con la británica también atenta, y con la española
absorta, cuando no impedida por políticos y medios que deben
pleitesía y sumisión al caradura. Incluso
se hacen públicos sus tejemanejes con el yerno predilecto, el
condenado Urdangarín, lo que debería llevar inequívocamente a la
reapertura de toda la causa del
caso
Noos
cerrada en falso.
Como
ya he dicho en alguna ocasión existe un relato oficial que presenta
a Juan
Carlos I
como hacedor
de la democracia.
Relato que está en claro deterioro ahora que se descubren lo que
parecía evidente: la corrupción intrínseca del cabeza de familia y
la más que probable, colaboración necesaria de su familia y de
cortesanos políticos, militares, periodísticos y empresarios.
Para
todo el establishment,
para toda la oligarquía
españistaní
se hace imprescindible salvar todo ese relato y la verosimilitud con
que se instale en las cabezas de los obreros votantes. Sin él, se
desmonta todo el tinglado y saben perfectamente, que si el anciano
monarca es cuando menos desacreditado (no confió en ver a nadie en
la cárcel), la familia real depuesta y abierto un proceso
constituyente para modificar la forma de estado, los siguientes en la
lista son ellos.
Porque
saben que tras la dictadura donde algunos se hicieron obscenamente
ricos y poderosos intimando con el fascismo (corrupción, trabajo
esclavo, opresión, robos, etc.) la continuidad hacia un régimen
democrático sin hacer justicia, ni investigar lo sucedido,
necesitaba
de una gran
mentira
orquestada en la figura de un personaje responsable y de intachable
moralidad.
Por
eso ya se
han tapado todos los escándalos de un depredador sexual.
Por
eso la prensa rosa “no entra” en palacio desde hace veinte años,
no fuera a no encontrar a la Reina emérita,
emigrada desde entonces a Londres. Por eso se han cerrado periódicos,
programas de radio y páginas de internet que denunciaban toda la
corrupción
borbónica.
Porque
derruida la mentira queda la verdad. Y la verdad es que “nuestra
democracia” es la continuación de una dictadura militar-fascista
en la que no se reparó a las víctimas.
No se fiscalizó todas las tropelías. No se recuperaron los huesos
de los muertos por la democracia y la libertad. Aquellos criminales
fascistas de la noche a la mañana se convirtieron en demócratas de
toda la vida y bajo el relato de Juan Carlos I, montaron un sistema
que garantizaba los privilegios usurpados al pueblo y la permanencia
del relato franquista como verdad suprema, por encima de la historia
y de la justicia.
Nuestro
estado sigue cubriendo ochomiles
en materia de indignidad y vergüenza. Tener un estado como monarquía
parlamentaria, con dos jefes de estado, el titular y el emérito,
ambos bien
salvaguardados por la inviolabilidad jurídica en la Constitución,
un privilegio propio de la Edad Media y con el que se aferran a su
trono los que no quieren que se destape la verdad y ganemos
credibilidad como democracia y dignidad como pueblo.
Juan
Carlos I convivió con el dictador más de veinte años. Le juró
lealtad en varias ocasiones, dos de ellas en el pseudo parlamento. A
la muerte del dictador ya eran conocidas por Madrid -basta con leer
las biografías no autorizadas-, sus correrías de juerguista donde
no faltaba el sexo con las musas del destape y las drogas. No cambió
de hábitos durante el reinado y en su primera parte, mantuvo línea
directa con los coroneles fascistas que afilaban sables llegando a
postularse como futuro caudillo. Parece
evidente su intervención como instigador en el golpe del 23F.
Durante
toda su vida mantuvo estrecha relación con algunos de los sátrapas
más siniestros de la historia contemporánea, aceptados como
monarcas como puedan ser la dinastía real saudí, de los emiratos o
la marroquí (nunca intercedió por el pueblo saharuí)
Tuvo
que abdicar en 2014
cuando la revolución ciudadana se estaba organizando. Antes tuvo que
salir a la palestra a pedir perdón porque le pillaron cazando
elefantes en Botswana con una de sus amantes, mientras el pueblo
pasaba las penurias de la crisis económica y los recortes en
derechos sociales del miserable Rajoy.
Ahora
la parte de relato a salvar dada la abochornante mierda que está
saliendo a la luz es la de situar a Felipe
VI
como un rey honesto y ejemplar que desconocía la vida privada de su
padre. Algo
que suena a pitorreo y que además intenta tomarnos por tontos a toda
la ciudadanía (que no digo yo, que no haya alguno o alguna, pero
vamos…).
Como
si no viéramos en Felipe VI a un déspota muy vinculado a la derecha
más rancia y recalcitrante del estado. Un rey distante y alejado
kilómetros de la ciudadanía. Con una reina altiva, creída e
incapaz de articular un mensaje que ayude a empatizar familia con
institución y de paso con el pueblo llano. Metidos en su burbuja de
cortesanos y pleitesías de periodistas, políticos y empresarios. De
una élite que sabe que en la salud de la monarquía reside su propia
salud, por encima de la justicia social y la justicia histórica que
España implora y necesita.
Siguen
quemándose etapas y desangrándose
un régimen monárquico,
el de la familia Borbón, y con él todo el estado de las cosas de la
transacción.
El régimen del 78 está en las últimas y sólo hay que ver que sus
principales valedores son políticos de ultraderecha como Abascal,
Casado, Teodoro o Page y periodistas más cerca de la defenestración
profesional que de salvaguardar la ética y la verdad.
El
desapego de esta gentuza con la realidad de su supuesto pueblo es
inversamente proporcional al encubrimiento que se hace de su criminal
actividad. No se pregunta al pueblo la aceptación de la monarquía y
de Felipe VI desde hace casi 6 años. Saben que el resultado sería
la puerta abierta a un plebiscito y a abrir el modelo de estado. No
se puede aguantar más inmundicia.
Es el momento ya de echar a toda esta familia de corruptos fascistas
al mundo real, a tener que ganarse la vida, como todos los demás.
España merece justicia y dignidad. Si hay que llenar
las calles para que se judicialice y se sepa todo lo que ha pasado se
hace.
Como
banda criminal que es, que
devuelvan lo robado a
la Sanidad Pública,
entreguen la corona y se disuelvan. España
merece República.
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