miércoles, 15 de julio de 2020

El anciano Rey desnudo

Portada de El Jueves, nº2251 del 15 de julio de 2020.

La serie de éxito de esta temporada de primavera-verano no está ni en Netflix, ni en HBO. No es un producto de las cadenas de Mierdaset o A3Mierda. De hecho se afanan en taparlo en sus informativos. La serie de verdad que supera todos los registros de ficción en tramas plenas de golfería, sinvergüencería y corrupción es la que está protagonizando muy a su pesar, el Rey emérito, Juan Carlos I, y con él toda la familia real y con actuaciones estelares de los partidos pro-regimen tratando de mantener con más o menos arcadas la supuesta dignidad de la institución.
Los medios extranjeros han olido el hedor a mierda que todo lo emponzoña en torno a la casa real y a la figura de su patriarca. Los escándalos sexuales bien callados durante años con dinero público, son el aderezo a una trama de corrupción que han convertido a los Borbones en una de las mayores riquezas del mundo, al tiempo que engañaban a la opinión pública, más o menos, monárquica o republicana, con más o menos ganas de cambiar de régimen, pero desde luego ya harta de tanto latrocinio y de que se rían tanto en su cara.
Parece probado lo que era un secreto a voces. Juan Carlos I ha llevado una contabilidad paralela a la asignación presupuestaria por su labor como Jefe del Estado, y tanto ejerciendo de titular, como de jubilado, ha llevado a cabo una labor de comisionista de altos vuelos con cada barril de petróleo que ha entrado en éste país o con cada metro de AVE a la Meca. Y siguen apareciendo más y más chanchullos investigados por la fiscalía suiza, con la británica también atenta, y con la española absorta, cuando no impedida por políticos y medios que deben pleitesía y sumisión al caradura. Incluso se hacen públicos sus tejemanejes con el yerno predilecto, el condenado Urdangarín, lo que debería llevar inequívocamente a la reapertura de toda la causa del caso Noos cerrada en falso.
Como ya he dicho en alguna ocasión existe un relato oficial que presenta a Juan Carlos I como hacedor de la democracia. Relato que está en claro deterioro ahora que se descubren lo que parecía evidente: la corrupción intrínseca del cabeza de familia y la más que probable, colaboración necesaria de su familia y de cortesanos políticos, militares, periodísticos y empresarios.
Para todo el establishment, para toda la oligarquía españistaní se hace imprescindible salvar todo ese relato y la verosimilitud con que se instale en las cabezas de los obreros votantes. Sin él, se desmonta todo el tinglado y saben perfectamente, que si el anciano monarca es cuando menos desacreditado (no confió en ver a nadie en la cárcel), la familia real depuesta y abierto un proceso constituyente para modificar la forma de estado, los siguientes en la lista son ellos.
Porque saben que tras la dictadura donde algunos se hicieron obscenamente ricos y poderosos intimando con el fascismo (corrupción, trabajo esclavo, opresión, robos, etc.) la continuidad hacia un régimen democrático sin hacer justicia, ni investigar lo sucedido, necesitaba de una gran mentira orquestada en la figura de un personaje responsable y de intachable moralidad.
Por eso ya se han tapado todos los escándalos de un depredador sexual. Por eso la prensa rosa “no entra” en palacio desde hace veinte años, no fuera a no encontrar a la Reina emérita, emigrada desde entonces a Londres. Por eso se han cerrado periódicos, programas de radio y páginas de internet que denunciaban toda la corrupción borbónica.
Porque derruida la mentira queda la verdad. Y la verdad es que “nuestra democracia” es la continuación de una dictadura militar-fascista en la que no se reparó a las víctimas. No se fiscalizó todas las tropelías. No se recuperaron los huesos de los muertos por la democracia y la libertad. Aquellos criminales fascistas de la noche a la mañana se convirtieron en demócratas de toda la vida y bajo el relato de Juan Carlos I, montaron un sistema que garantizaba los privilegios usurpados al pueblo y la permanencia del relato franquista como verdad suprema, por encima de la historia y de la justicia.
Nuestro estado sigue cubriendo ochomiles en materia de indignidad y vergüenza. Tener un estado como monarquía parlamentaria, con dos jefes de estado, el titular y el emérito, ambos bien salvaguardados por la inviolabilidad jurídica en la Constitución, un privilegio propio de la Edad Media y con el que se aferran a su trono los que no quieren que se destape la verdad y ganemos credibilidad como democracia y dignidad como pueblo.
Juan Carlos I convivió con el dictador más de veinte años. Le juró lealtad en varias ocasiones, dos de ellas en el pseudo parlamento. A la muerte del dictador ya eran conocidas por Madrid -basta con leer las biografías no autorizadas-, sus correrías de juerguista donde no faltaba el sexo con las musas del destape y las drogas. No cambió de hábitos durante el reinado y en su primera parte, mantuvo línea directa con los coroneles fascistas que afilaban sables llegando a postularse como futuro caudillo. Parece evidente su intervención como instigador en el golpe del 23F. Durante toda su vida mantuvo estrecha relación con algunos de los sátrapas más siniestros de la historia contemporánea, aceptados como monarcas como puedan ser la dinastía real saudí, de los emiratos o la marroquí (nunca intercedió por el pueblo saharuí)
Tuvo que abdicar en 2014 cuando la revolución ciudadana se estaba organizando. Antes tuvo que salir a la palestra a pedir perdón porque le pillaron cazando elefantes en Botswana con una de sus amantes, mientras el pueblo pasaba las penurias de la crisis económica y los recortes en derechos sociales del miserable Rajoy.
Ahora la parte de relato a salvar dada la abochornante mierda que está saliendo a la luz es la de situar a Felipe VI como un rey honesto y ejemplar que desconocía la vida privada de su padre. Algo que suena a pitorreo y que además intenta tomarnos por tontos a toda la ciudadanía (que no digo yo, que no haya alguno o alguna, pero vamos…).
Como si no viéramos en Felipe VI a un déspota muy vinculado a la derecha más rancia y recalcitrante del estado. Un rey distante y alejado kilómetros de la ciudadanía. Con una reina altiva, creída e incapaz de articular un mensaje que ayude a empatizar familia con institución y de paso con el pueblo llano. Metidos en su burbuja de cortesanos y pleitesías de periodistas, políticos y empresarios. De una élite que sabe que en la salud de la monarquía reside su propia salud, por encima de la justicia social y la justicia histórica que España implora y necesita.
Siguen quemándose etapas y desangrándose un régimen monárquico, el de la familia Borbón, y con él todo el estado de las cosas de la transacción. El régimen del 78 está en las últimas y sólo hay que ver que sus principales valedores son políticos de ultraderecha como Abascal, Casado, Teodoro o Page y periodistas más cerca de la defenestración profesional que de salvaguardar la ética y la verdad.
El desapego de esta gentuza con la realidad de su supuesto pueblo es inversamente proporcional al encubrimiento que se hace de su criminal actividad. No se pregunta al pueblo la aceptación de la monarquía y de Felipe VI desde hace casi 6 años. Saben que el resultado sería la puerta abierta a un plebiscito y a abrir el modelo de estado. No se puede aguantar más inmundicia. Es el momento ya de echar a toda esta familia de corruptos fascistas al mundo real, a tener que ganarse la vida, como todos los demás. España merece justicia y dignidad. Si hay que llenar las calles para que se judicialice y se sepa todo lo que ha pasado se hace.
Como banda criminal que es, que devuelvan lo robado a la Sanidad Pública, entreguen la corona y se disuelvan. España merece República.



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