Como
apasionado de la Historia
que soy, estas
dos últimas semanas las he dedicado en buena parte a leer,
devorar, el voluminoso libro de Josep Fontana,
titulado El
Siglo de la Revolución.
Una
obra completa y rigurosa sobre la historia del siglo previo marcada
inequívocamente por la expansión del capitalismo y las pasiones
nacionalistas que lanzaron a Europa a la Guerra
Mundial;
la Revolución
Rusa
como respuesta a al imperante desigualdad y a un conflicto lejos de
palacios y que enfrentaba a clases trabajadoras;
ante el movimiento socialista vinieron
la reacción
que aupó a
los
fascismos y la primera época de “feliz” -y desregulado-
capitalismo liberal que alentaron la Segunda
Guerra Mundial
como continuo de la Primera; la nueva política internacional de
bloques marcada por la Guerra
Fría
y el ascenso
y comienzo de la decadencia de Estados Unidos,
alentado por la reacción de las élites en forma de neoliberalismo
económico e hiper financiarización de una economía descontrolada
que están volviendo a reescribir la historia.
Así
tenemos ya 100
años de reacción de las élites capitalistas,
del dinero, frente a la dignidad de la vida y la democracia de las
clases populares. Un proceso que está aumentando
la desigualdad entre países
y regiones y dentro de las mismas sociedades, beneficiando cada vez
de forma más abusiva a un 0’01% y degradando la vida, condiciones
y expectativas del 99’99 restante.
El
historiador barcelonés Josep
Fontana
(1931) mantiene
inalterable su coherencia e identidad para contar la historia tal
como la siente, pero con la rigurosidad suficiente para subrayar las
tropelías y el dolor causado por cada uno de los protagonistas del
orden mundial. Lo hace contando las causas y consecuencias de cada
hecho y aportando una extensa y prolífica bibliografía (más de 100
páginas) para quien quiera comprobar datos y ampliar los horizontes
de su comprensión sobre la historia
del Siglo XX.
El
desarrollo de la obra se traza a través de la historia
política,
con mucha atención a los aspectos económicos y sociales con el
propósito de sintetizar lo ocurrido para tomar partido con un
carácter transformador: conocer el pasado, explicarlo para
contextualizarlo al presente, a lo qué pasa hoy en día, y
conquistar el futuro.
Evidentemente,
Fontana sigue sus convicciones
marxistas
demostrando su inequívoca vigencia, como “lucha
de clases”
y más aún como “lucha por la libertad, la igualdad y la dignidad,
de revueltas contra los opresores” deseando construir “sociedades
más justas”, pero siendo “aplastados por los defensores del
orden establecido”.
La
primera parte del libro (seis capítulos) acaparan
lo ocurrido entre las dos Guerras Mundiales, para después (once
capítulos) desarrollar los últimos 65 años (hasta 2016), con mucha
mayor profusión e interés demostrando con certeza el “nuevo
orden mundial”
marcado por la hegemonía
de Estados Unidos,
primero en competencia con la URSS en la llamada Guerra Fría (de la
que resultan esclarecedores todos los episodios de guerras secretas,
privadas y movimientos reaccionarios que desde la CIA se lanzaron por
todo el mundo, para salvar, única y exclusivamente, los beneficios e
intereses económicos de las empresas americanas, muchas de ellas
armamentísticas. Para
que luego hablen de “los muertos del comunismo”),
y luego ya como potencia única.
Josep
Fontana denuncia a Estados Unidos como responsable de muchos de los
males del mundo actual en el que el capitalismo deambula sin control
ocasionando mayores desastres: crisis, burbujas, desmontaje de los
servicios públicos y los derechos ciudadanos, desigualdad,
corrupción,
nepotismo,…
cambio
climático, degradación del medio ambiente,
catástrofes
naturales,…
terrorismo, violencia,… auge
del fascismo.
Por
eso, para mí, este fenomenal libro se titula más El
Siglo de la Reacción
como el Siglo
de la Revolución.
Porque a las revoluciones libertarias que jalonaron todo el Siglo XIX
(desde la Revolución Francesa) y se culminaron con la proclamación de la URSS y la Dictadura del Proletariado, le
ha seguido un
mundo movido por la simple avaricia que promueve el capitalismo,
culminado por su acepción más radical, el neoliberalismo
que viene promoviendo una desregulación del capital, de las
relaciones humanas, empezando por las laborales, y un individualismo
superfluo que ha conseguido usurpar toda herramienta de cambio que
tenían las clases trabajadoras con los sindicatos y los partidos
políticos de clase.
Así,
hoy, sucesos como Trump, Bolsonaro en Brasil, el Brexit,
los populismos de extrema derecha en Europa ganan terreno
aprovechando los problemas de representación de las democracias
liberales, incapaces por sí solas de oponer el interés general y el
progreso humano, por encima de los intereses de las élites y el
capital. Una gestión de la economía injusta, perniciosa, corrupta y
mafiosa que ha aumentado la desigualdad entre capas sociales de un
mismo país o región a estándares que no se veían en la época
entre guerras.
Como
siempre, la derecha actual ha amplificado, exagerado y ya en este
momento mentido sobre los problemas sociales, prometiendo resolverlos
en cuanto llegarán al poder, para luego hacer lo que ya sabemos que
hace. Su acierto y habilidad está en focalizar el colectivo más
interesante (hombres blancos de mediana edad del medio este, en
Estados Unidos, por ejemplo) y enfrentarlo a otra clase trabajadora,
los inmigrantes,
evitando por supuesto cualquier planteamiento de redistribución de
la riqueza, lucha contra la corrupción, el dinero negro, los
paraísos fiscales, etc.
Fenómenos
como “los
trabajadores pobres”,
los desahucios, el paro, la precariedad, el hambre no lo crean las
revoluciones de las clases populares. Son consecuencias
de la guerra de clases liderada por la oligarquía
que en esta fase trabaja con ahínco y convicción en hacer que los
derechos y libertades de todas y todos, se conviertan en beneficios
de muy pocos.
En
esta guerra
capitalista,
esta lucha de clases, el nuevo campo de batalla es la democracia,
sobretodo la liberal, en la que el imperio busca sobrevivir a la
emergencia de China, asegurando su estatus como máxima potencia
tecnológica y sobretodo como motor financiero del mundo. Frente a
estos planteamientos en los que todo, absolutamente todo, está
supeditado al dinero, sobran los parlamentos, las votaciones y las
organizaciones supranacionales, tipo UE, a la que ya han empezado a
desnudar con los tratados comerciales.
El
escenario está claro. Ante el matrimonio de conveniencia
entre fascismo y ultra liberalismo
(y
antes de que éste
explote)
para deshacerse de la democracia,
se hace necesario volver a plantear políticas
multilaterales que devuelvan y otorguen futuro y privilegios de clase
para la mayoría de la población. Parece poca cosa, pero esto sólo
se puede revertir si se da techo, suministros, comida, trabajo,
educación y sanidad a la gente. Y
esta agresión al sistema imperante sólo se podrá hacer con unas
ciudadanías
unidas por su clase social,
no
separadas por banderas
u otros ornamentos, que defiendan en la calle, con lucha, empeño e
inteligencia la batalla que ofrecerán las élites.
Así
por todo esto, no puedo hacer más que recomendar de manera
entusiasta la lectura de El
Siglo de la Revolución,
de Josep
Fontana,
así como su extensa e interesante obra. En El
Siglo de la Revolución
y como el propio autor expresa, y yo os puedo garantizar que
experimentareis, la intención ha sido recuperar la política como
factor histórico para explicar el mundo en el que vivimos, con la
convicción de que otros sistema es posible y es necesario pero que
sólo se llegará a él sabiendo de donde venimos y con activación
social. Es evidente, que si
no conocemos la historia, estamos condenados a repetirla.
Y desgraciadamente, no tenemos una historia que celebrar.
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