Los Simpsons, una vez más, profetizando el absurdo de la humanidad
Warren Buffet, el
archimillonario dueño de los hiper mercados Walmart, dijo en una
ocasión que existía, y existe, la lucha de clases y que de momento,
los suyos, los privilegiados, el 1%, pero que en realidad es el
0'001%, la van ganando. Y no le faltaba razón. No le falta razón.
La última muestra, la victoria de Donald Trump en las elecciones
presidenciales de Estados Unidos ayer funesto martes 8 de
noviembre de 2016.
Ansío la lectura de
análisis sosegados que expliquen lo acontecido desde un punto de
vista académico y riguroso. Se hacen necesarias respuestas
sociológicas y políticas, con visceralidad moderada y sin paños
calientes ante éste acontecimiento que propone un nuevo giro de
tuerca en la presión que la oligarquía infringe a las clases
populares. Se va a salir del capitalismo, con más capitalismo
y a mi, ahora me apetece y necesito dejar unas líneas sobre mi
opinión al respecto.
Donald Trump es un
peligro para el sistema pero al a vez es un producto de este mismo
sistema. Trump es un privilegiado beneficiado hasta la náusea de
la ola de desregularizaciones, globalización exarcebada, contención
en el gasto público, hiper financiarización de la economía y
superposición de la especulación frente al trabajo efectivo, tanto
intelectual como por supuesto manual. El dinero de su candidatura ha
venido de ahí, como de ahí viene el dinero de la practica totalidad
de candidatos en las primarias de ambos partidos. En esta elección y
en las anteriores.
Pero Trump también es un
producto de un sistema que cree conveniente y actúa en consecuencia
buscando el adormecimiento de la conciencia colectiva y del
espíritu de la clase obrera. Cree y consigue nuestra alineación,
el desinterés sobre la política de las clases populares. Busca y
ejecuta la idiotez griega. Los medios de comunicación financiados
con capital han trabajado en esa línea idiotizando a la gente que
también tiene lo suyo puesto que ha jugado a ese mismo juego con las
cartas marcadas. La socialdemocracia clásica, tanto americana como
europea, también vio y en algunos casos sigue viendo dolorosamente,
la convivencia de jugar al discurso neoliberal de desmovilizar a
las clases trabajadoras y frenar, tanto por vía de la distracción
como por vía de la represión, la contestación social a tanta
agresión y a tanta indignidad.
Los resultados son los
vistos hasta el momento: Auge de los extremismos de derecha.
Auge del fascismo, el machismo, la intolerancia, el racismo, la
xenofobia. Auge del militarismo y la contestación bélica frente a
la diplomacia. Mayor liberalismo económico con mayores normativas
laxas, bajadas de impuestos generalizadas hasta lo simbólico para
las grandes fortunas. Más permisividad frente a las agresiones al
entorno y a la salud tanto individual como colectiva.
Y mientras, la clase
trabajadora huérfana de referentes que la representen con
practicidad y ejemplaridad. Destrozada en sus aspiraciones, pasos
conseguidos y en su influencia como motor de cambio desde el entorno
laboral y municipal hasta el global. Una clase obrera desalentada
a la hora de su participación en política y cada vez más alejada
de las tomas de decisiones. Normal que en cualquier lugar, venga
un populista, vomite machaconamente unos lemas trasnochados y arrase.
La lástima y el terror
es que Trump también es un peligro para quienes no creemos en
el capitalismo. En quienes pensamos, deseamos y trabajamos por un
mundo en el que toda la población sin excepciones tenga sus derechos
humanos garantizados. Un techo, un sustento, agua y energía.
Trabajo. Es un peligro para una red y una cultura libre y de acceso
garantizado. Para una información también accesible y veraz. Trump
es un peligro para el ecosistema y el ecologismo. Y también para la
paz mundial. Lo es para los derechos humanos, para seguir
esgrimiendo capitalismo, desprivatizaciones y desregularizaciones
para beneficio de especuladores, corruptos, mafiosos y explotadores
de toda condición.
No me deja de resultar
curioso y a la vez tenebroso que en 8 años hayamos pasado del “Yes,
We Can” de Obama a temer lo peor y con razón con Trump. Éste
es el legado de aquella ilusión y de una administración que ha
tenido mucho de propaganda y poco de políticas activas que
despertarán la conciencia de la ciudadanía, tanto a nivel nacional,
como mundial en defensa ante las agresiones del capital contra
nuestro bienestar, nuestro planeta y contra la ética. Supongo que
hay muchas caretas que se siguen cayendo.
2015 era el año de todas
las elecciones en #Españistan y le ha seguido un 2016 tremendamente
descorazonador en cuanto a resultados en los comicios: Es evidente,
se atestigua que el populismo y la extrema derecha supremacista y
belicista, pero ante todo neoliberal, avanza y conquista
decisiones colectivas que podían haber devuelto dignidad y
legitimidad a la democracia y a la lucha por los derechos humanos en
el mundo, incluidos los derechos económicos (alimento, vivienda,
agua, energía limpia) y el ecologismo. El Brexit, el No al acuerdo de Paz en Colombia, la llegada
al poder de la extrema derecha en casi toda Europa y la victoria
de Trump convierten a 2016 en un año negro en cuanto al
desarrollo de la ilusión por un mundo más civilizado, donde la
gente conviva y no se pisoteé. Habrá que seguir luchando para
conseguirlo.