martes, 5 de marzo de 2013

No somos mercancía en las manos de políticos y banqueros XXI


No es una crisis es ideología

La crisis económica está sirviendo de coartada para derribar el hasta ayer muro de contención que suponía el Estado del Bienestar, que para muchos ciudadanos suponía la posibilidad de consumir bienes y servicios esenciales, cuya provisión era pública. Un hecho que hacía real la democracia, igualando las posibilidades democráticas, de convivencia y las posibilidades de cada ciudadano. Si a todo eso le añadíamos la igualdad ante la justicia, que ya era supuesta y que ya ha rematado el Gobierno del #PartidoPutrefacto, era creíble la sensación de vivir en un estado democrático. Ahora ya, ni eso. La fortísima reducción de las principales partidas del gasto público, como educación, cultura, sanidad, vivienda y en general aquellas partidas que permitían mantener una estructura social homologable a la de nuestros vecinos europeos han desaparecido en el primer Presupuesto, plenamente #PartidoPutrefacto, desmotrando una vez más, ya sin maquillajes y a todas luces que la crisis no es más que una estafa estructurada a la población, a la ciudadanía, por parte de las élites económicas, cuyo segundo apellido viene a ser casi siempre, conservadoras y neoliberales.

 Durante años hemos asistido impasibles a la degradación del Contrato Social, a la banalización y criminalización tanto de los usuarios de los servicios públicos, como de sus trabajadores (los funcionarios) y al deterioro mayor si cabe, de la estructura fiscal en #Españistan, heredera del franquismo y muy alejada de la proporcionalidad, equidad y funcionamiento de los países de nuestro entorno. Todo ello en una estrategia de pérdida de renta y riqueza, tanto monetaria, como en especie, lo que está provocando el hundimiento de una gran parte de la clase media, reduciendo la distancia entre las clases más bajas y medias, y elevando notablemente los índices de desigualdad y pobreza, a la par que aumentando la distancia entre los muy ricos y ricos sobre la clase media. Este proceso, muy peligroso en términos sociales, económicos y políticos, no es baladí y responde a un ciclo conservador en la mayoría de gobiernos europeos, cuyo objetivo último es desmontar los monopolios públicos de provisión de servicios públicos, para entregarlos al gran número de lobbys que dominan el panorama europeo.

Y con la crisis, el miedo, el paro y la pobreza llamando a la población en las puertas de sus casos, encontraron el momento perfecto para a través de las políticas de austeridad realizar una efectiva pérdida de derechos colectivos, deslegitimizando a los gobiernos nacionales y generando un proceso deflacionario en el ámbito salarial, rentas y riqueza y que reducirá drásticamente el crecimiento potencial de las economías más débiles. Todo ello cebándose no sólo, con los estratos poblacionales más pobres y débiles; sino por definición también en la Europa del Sur, la Europa pobre, que había vivido una época de crecimiento desaforado, inflado por la facilidad crediticia de entre siglos, pero que no sirvió para construir una democracia y unas redes sociales más fuertes, seguras y eficientes. Curiosamente, estos países (Portugal, Italia, Grecia y España) provenían de una época no muy alejada, de dictadura fascista y militar (salvo Italia), y su estructura política se mueve entre clientelismo, el nepotismo, la corrupción y la desidia hacia la causa pública de gran parte de las poblaciones, lo que provocaba democracias de falsete, muy poco fuertes, sin servicios públicos fuertes, agencias de recaudación de impuestos sólidas y con estructuras productivas basadas en un sector servicios de baja calidad y la construcción, desperdiciando el poder de investigación y creación, un sector primario poderoso y por ende un sostenible sector industrial.

Y así y todo, el "Austercidio", el mantenimiento de políticas de austeridad y recorte en el gasto público y de recaudación sobre el consumo y las rentas del trabajo (nunca el patrimonio o las rentas del capital) se ha producido la merma en los derechos y libertades de la ciudadanía y en su capacidad adquisitiva. Todo para pagar a los acreedores, a los especuladores, a los corruptos y a todos los ladrones de Guante Blanco que no contentos con cobrar monstruosidades en la bonanza económica ahora por la dejación de sus servicios, el cese por su inoperancia e inutilidad, se embolsan indecentes finiquitos y pensiones vitalicias.

En #Españistan después de un primer año de legislatura recortando y continuando el trabajo de Zapatero de hacer pagar a los trabajadores y clases medias y bajas, socializando las pérdidas posteriores a los bien privatizados y protegidos beneficios, los costes de lo que no habían provocado, el #PartidoPutrefacto presento un presupuesto que cavaba aún más abajo en la tumba de la democracia. Todo ello silenciando las alternativas, las verdades publicadas por Wikileaks y añadiéndole opio. Con datos macroeconómicos sonrojantemente falsos o cuando menos falseados para lavar la cara a las imposiciones que desde Bruselas, y sobretodo Alemania, sus corrilegionarios de filas nos imponen. Nos van a tratar de imponer un déficit del 6'5%, absolutamente irreal, y cuyo baldío esfuerzo no va a salir de recortar en gastos superfluos, de representación, diputaciones, pensiones, dietas, proyectos fantasiosos, infrastructuras alocadas, putas y coca. Sino que va a salir de la educación, la sanidad y los servicios públicos de todos, denigrando cada vez más la calidad y el acceso a los mismos, lo que además cierra el círculo vicioso del neoliberalismo conservador y depredador: promover el estímulo de las privatizaciones, en aras (falsas y soeces) de mejora de los servicios a los ciudadanos y poder seguir haciendo negocio cobrando a los propios ciudadanos, a las instituciones (insultantes subvenciones públicas) y todo ello con una mínima inversión (colegios y hospitales ya están construidos y equipados) y que arrojan una cuenta de beneficio abrumadora, llevándose de paso la calidad y la salud democrática del país. Y es que si todos no tenemos los mismos derechos y deberes, las mismas oportunidades y obligaciones, es imposible que exista una democracia.

Y nuestros hijos vivirán peor

La desconfianza marca el ánimo y el camino en la vida española. Lo hace desde hace varios meses. Incluso desde antes de la llegada del #PartidoPutrefacto al poder. Ya llegó con el pliego al neoliberalismo por parte del anterior Gobierno socialista. Y sólo la momentánea luz del Movimiento 15M mitigo aquella sensación. Y ahora no es sólo un sentimiento de gravedad individual. Tenemos ya aquí, a la puerta de nuestras casas una dimensión social de la desconfianza. Es esta dimensión, inequívocamente, desemboca en el descrédito de la política.

¿Había confianza en años anteriores? ¿Hubo confianza en los años 70 ó 90? Por denominador común podíamos decir que sí. Por muy difíciles y duras que fuesen las situaciones en la dictadura, por muchos errores que se cometieran, y cometieron (de aquellos polvos, estos lodos), en la Transición, había confianza en que algo decisivo se estaba gestando entre todos, con la sociedad partícipe y liderada por políticos de mayúsculas, muchos de ellos, bajo un espíritu de cambio. Y todo llevaba a una sensación general: los hijos iban a vivir mejor que los padres. Los sacrificios y la valentía, la lealtad y el esfuerzo estaban justificados por una recompensa posterior.

Esa sensación hoy ha desaparecido. Vivimos con indicios muy claros de que nuestros hijos vivirán peor que nosotros. Podemos decir con dolor y sin tapujos, que lo sabemos. Las altas preguntas sobre el futuro se encarnan en un malestar muy humilde. ¿Qué va a ser de ti?, ¿cómo vas a vivir?, ¿encontrarás trabajo?, ¿deberás irte de España?, así fluye el interrogatorio silencioso de un padre cuando piensa en su hijo.

Se trata de un interrogatorio que debe tenerse muy en cuenta para comprender la pésima consideración que hoy tienen los españoles de la política, los partidos y el Parlamento. La corrupción es un espectáculo bochornoso, ensucia un país y pudre las costumbres. Y lo triste es que muchos de los errores de la Transición aparecen cuando observamos con pasmosidad como muchos de los imputados y acusados por corrupción se presentan, y son re-elegidos por amplias, bochornosas mayorías. Insulto a la inteligencía; síntoma del mayor mal que ha aquejado a #Españistán desde siempre: la falta de educación. En este caso, la educación política, filosófica y democrática.

El sectarismo, las mentiras electorales y las mentiras del día a día en la legislatura, las justificaciones de lo injustificable, las promesas partidistas, las interpretaciones tergiversadas de la realidad, la ley del embudo y el clientelismo -todas las características propias de la representación política bipartidista-, componen un espectáculo molesto, triste y sobretodo, irritante. Pero, por desgracia, los ciudadanos acaban utilizando el rencor y el miedo como moneda de cambio y acuden a votar no por fe en los suyos sino por desprecio de sus adversarios.

Y todo ello trae una consecuencia mucho más dolorosa y que siempre las élites del poder han buscado, y lastimosamente, tan cerca nunca han estado de poder conseguirlo. El desctredito en la democracia, fruto de la desconfianza en el futuro, en el sistema representativo ahora esclavo de los mercados, y la pérdida de fe en la soberanía popular, la conciencia de que el Parlamento no sirve para solucionar los problemas, porque sirve a los intereses partidistas y de los poderosos sobre las soluciones a los problemas del día a día de los ciudadanos, y que los hijos, por mucho que se vote, acabarán viviendo peor que los padres. Esta es la sensación que tienen hoy los españoles. Con más evidencia que en otros países europeos, porque nuestra vendida como idílica Transición pacto una democracia limitada y precaria, sentimos que el Parlamento no es un lugar útil, un espacio de decisión, un taller de futuro. En despachos de gente no votada, ámbitos opacos y extranjeros, los especuladores toman la decisión de lo que será la realidad de nuestros hijos. Y las élites españolas, contentas de mantener sus privilegios, abandonan al país en manos del negocio ajeno y aceptan un acelerado empobrecimiento general.

Nuestros hijos, pues, vivirán peor. Esa es la razón definitiva del descrédito de la política española. El progrsismo ha muerto víctima del virus de inmunodeficiencia adquirida del planeta que es el capitalismo, cuyo brote más vírico, es el irracional, amoral e inhumano neoliberalismo conservador, y que durante los últimos 30 años ya había causado estragos en otras partes del continente, pero que siempre salivo por infectar al paraíso del Estado del Bienestar, y las sociedad modernas, justas, racionales y democráticas: Europa

Queda aclarar un punto: ¿Qué es vivir peor? ¿Cómo se presenta el futuro para las generaciones venideras? Vivir peor significa formar parte de una sociedad, una estructura social, con menos derechos cívicos, sin garantía de libertades, ni siquiera las básicas. Lo harán con unos servicios públicos deficientes y degradados en el último escalón de la competencia pos privatización y negocio de las élites con los derechos de la ciudadanía de estas primeras dos décadas del siglo XXI en Europa. Sanidad, educación y servicios sociales rotos e inservibles, alejados de su función máxima que es garantizar la igualdad ciudadanía en unos límites básicos que garanticen el correcto funcionamiento de la democracia, paliando las posibles y desmesuradas diferencias que el capital provoca. Nuestros hijos y nietos, trabajarán bajo el amparo de legislaciones laborales humilladas y cercionadas más cercanas al siglo XIX y la esclavitud que se mantiene en los países en vías de desarrollo o subdesarrollados que lo que tenemos aquí y ahora. Las pensiones serán mucho más frágiles y todo ello construye un edificio de inseguridad social eterno y que garantizará a un 1% de la población Mundial casi todo; y al resto casi nada.

Al acabar la Dictadura y en la Transición a nuestros padres y a nosotros mismos nos convencieron que vivir mejor significaba consumir más, casi irreflexivamente, a modo de capircho, como manera de distinción y supremacía. Ahora nos quieren convencer de que se saldra de esta "su crisis", pero nuestra estafa, cuando circule nuevamente el crédito, el dinero. Así se desatará el consumo y las calles llenas de desperdicios serán el síntoma de la felicidad. Obviamente felicidad vacía de contenido porque se sustentaría en una moral de usar y tirar. Pero aún así todo ese dinero y capitalismo desmesurado, esos bienes y servicios de quita y pon, no impedirán que nuestros hijos vivan peor, con menos derechos y libertades, porque los beneficios de la reactivación económica, serán, como han sido los de la parada en seco del círculo productivo y económico, elitistas, antidemocráticos, insolidarios y amorales.

Pero no todo esta perdido. Nuestros hijos pueden vivir mejor, y podemos conseguirlo recuperando la labor y función de la política, con partidos y personas capaces de defender todos nuestros derechos cívicios y democráticos en el espacio destinado a ello: El Parlamento. Y para conseguirlo es el momento de luchar, informarse, asociarse, moverse y entender que esto no es una crisis momentánea y temporal del sistema capitalista. Más bien es un fin de ciclo, la demostración en vivo y en directo, de un sistema podrido por la bajeza y la avaricia que tiene los días contados, aunque a través del "austericido" trate de dar sus últimos coletazos, tratando de reventar las pocas cosas que le quedan al proletariado y al ciudadano común, que no utiliza paraísos fiscales para evadir impuestos.

No somos mercancía en las manos de políticos y banqueros:

No somos mercancía en las manos de políticos y banqueros I
No somos mercancía en las manos de políticos y banqueros II
No somos mercancía en las manos de políticos y banqueros III
No somos mercancía en las manos de políticos y banqueros IV
No somos mercancía en las manos de políticos y banqueros V
No somos mercancía en las manos de políticos y banqueros VI
No somos mercancía en las manos de políticos y banqueros VII
No somos mercancía en las manos de políticos y banqueros VIII
No somos mercancía en las manos de políticos y banqueros IX
No somos mercancía en las manos de políticos y banqueros X
No somos mercancía en las manos de políticos y banqueros XI
No somos mercancía en las manos de políticos y banqueros XII
No somos mercancía en las manos de políticos y banqueros XIII
No somos mercancía en las manos de políticos y banqueros XIV
No somos mercancía en las manos de políticos y banqueros XV
No somos mercancía en las manos de políticos y banqueros XVI
No somos mercancía en las manos de políticos y banqueros XVII
No somos mercancía en las manos de políticos y banqueros XVIII
No somos mercancía en las manos de políticos y banqueros XIX
No somos mercancía en las manos de políticos y banqueros XX

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