Fuente: wikimedia commons.
El
coronavirus es una enfermedad infecciosa causada por el virus
SARS-COVID-19. Tanto su sintomatología, como su propagación, como
su gravedad son similares a los de la gripe común. Esto quiere decir que la
edad y las dolencias cardio-respiratorias previas son agravantes que
unidos al coronavirus pueden provocar la muerte. Los datos de
infectados y recuperados, así como de fallecidos, lo demuestran.
Los
primeros casos surgieron en China a mediados de enero y se han
extendido por todo el planeta hasta alcanzar Europa a través de
Italia.
En
este punto no esta de más recomendar
videos y entrevistas de 2010 a un ex agente de la CIA que indicaba
que ya se había dado la orden de en unos años fomentar una nueva
cepa de la gripe, con mayor tasa de viralidad para controlar a la
población, y que dicha pandemia vendría desde China.
Con
el virus ya danzando por este invierno primaveral que ya estamos
teniendo en España los últimos años han ido quedando unas cuantas
cosas claras:
Una
sanidad pública envidiable pero débil
Lo
primero de todo es que en
España tenemos uno de los mejores sectores sanitarios del mundo, en
especial la sanidad pública. Con unos profesionales altamente
preparados y que siempre han tenido vocación de servicio y atención
eficaz y responsable. Sin embargo, sufren -y con ellos, lo hacemos
todos-, las
políticas neoliberales que en base primero a una intención clara de
hacer negocio con la privatización de servicios y hospitales, y
después con recortes, les han quitado la motivación. Faltan camas,
faltan recursos, faltan equipos y faltan profesionales, tanto
médicos, como enfermeros y científicos. Y la factura de esa falta
la pasamos también el conjunto de la sociedad, no sólo los
pacientes. A cambio, nos han ido dejando sistemas de seguros privados
que se muestran ineficaces porque para ellos, por encima del
bienestar y la salud, está el afán de lucro y negocio.
Con
“nuestros” votos y actitudes se han permitido tal situación y ya
es hora de recobrar la dignidad y la utilidad estratégica de nuestra
sanidad pública, educación pública y servicios sociales.
Recuerdo
aquí que la Constitución dice en su artículo 128 que "Toda la
riqueza, sea cual sea su titularidad, está subordinada al interés
general", por lo que el Estado tiene potestad para tomar el
control de los hospitales privados. Se trata de proteger nuestro
sistema de salud y con él, el bienestar de la población, frente a
las medidas que durante años lo han debilitado y parcelado para goce
de capitalistas e inversores. Hay culpables con nombres y apellidos y
el PP ha estado años saqueando la sanidad publica de todos para
darla a manos privadas.
Modelo
económico sobrepasado
En
cuanto han ido llegando las cancelaciones de vuelos, actos, fiestas y
eventos por el pánico por el coronavirus se ha comprobado la
excesiva dependencia que seguimos teniendo del turismo en nuestro
país, así como de la producción derivada a China que durante los
últimos 60 años se ha llevado a cabo en occidente. Esta
globalización de la explotación ha hecho que ante la bajada de la
actividad en China y del modelo mundial de comercio se haya provocado
el desabastecimiento de ciertos productos. Algunos de ellos básicos
en plena crisis sanitaria.
La
conciliación familiar, asignatura pendiente
Los
que estamos en sindicatos alternativos desde hace muchos años
llevamos clamando por políticas que fomenten la conciliación
familiar. Los abuelos y abuelas no están, y no estaban ya antes,
para cuidar de los nietos día si y día también. Hablamos de cosas
tan racionales como el cambio horario, como la implementación total
de jornadas completas intensivas en vez de las de horario partido y
por supuesto de la reducción de la jornada laboral. Hablan de
“teletrabajo”
y “trabajo
en remoto”
cuando no atañen ni al 30% de la población activa y cuando lo
principal es la multitud de horas diarias en los que no se hace
trabajo efectivo en los centros de trabajo presenciales (sin contar
las horas in
itinere con lo que entran otros temas como el urbanismo, la movilidad, etc.).
También
en plena semana de la Mujer Trabajadora queda patente, una vez más,
la predominancia de la mujer como responsable de los cuidados
familiares, sin que se atisbe la igualdad.
Madrid,
epitome de la pandemia en España
Más
allá de que los casos crecen como setas en todo el estado español y
de brotes concretos en otras regiones es en Madrid donde la situación
amenaza desborde. En
Madrid, se juntan dos hechos incontestables que unidos alimentan la
tormenta perfecta desatada. Por un lado y como vengo diciendo en este
blog, la región de Madrid es un vórtice del estado español. El
centralismo es el mantra organizativo del estado y toda la economía
pasa por la región de las siete estrellas, con lo que atrae mucha
población, inmigrante tanto nacional, como foránea. Mucha más
gente vive en Madrid que la que marcan los registros de censos y
encuestas.
Por
otro lado, y no menos importante, ni menos repetido en esta bitácora,
el neoliberalismo ha hecho de las suyas en Madrid. El PP (ayudado por
Cs en las últimas legislaturas) ha ejecutado durante
ya 30 años
un ejercicio de privatización de la sanidad, la educación y los
servicios sociales, cediendo parcelas, servicios y camas a las
empresas privadas en detrimento de los hospitales públicos y de sus
trabajadores.
Ambas
cosas juntas nos llevan a este momento de crisis absoluta, de
desplome social con unos políticos inútiles, sobrepasados y sin
respuesta, que tienen cautiva a toda la población por su egoísta
ideología y su manifiesta incapacidad. La
sanidad pública madrileña no tiene capacidad porque se la han
robado para atender la situación y las decenas de hospitales
privados o públicos de gestión privada se niegan a atender a la
población cuando no intentan hacer negocio. Se hace necesaria una
intervención gubernamental para nacionalizarlos ya. A las bravas. La
situación lo reclama.
Solo
hay que ver como liberales que llevan años despotricando de lo
público entran en pánico y o bien se esconden bajo las piedras o
salen a clamar una intervención del estado.
Medios
de comunicación de masas haciendo el ridículo
Una
vez más la televisión y su labor periodística quedan en un
profundo entredicho. Alimentándose de los bulos de internet y de las
opiniones de los todólogos
(esos tertulianos que opinan de todo en cualquier momento) la
desinformación y la información errónea han alimentado un estado
de pánico y miedo que ya conocemos como arma de control político y social. Lejos de llamar a la calma y utilizar la opinión de expertos
y de las autoridades se han explotado el sensacionalismo de baja
estofa para maximizar audiencias y clicks.
Se
hace necesaria ya una llamada a la deontología periodística para
tratar de devolverle a este pilar de la sociedad actual su
importancia y su sostén del entramado político y social.
Un
individualismo salvaje
Las
escenas de supermercados vacíos y colas de personas acaparando
productos han ido contra toda la lógica de la situación que estamos
viviendo. Seguramente alimentados en el miedo por la televisión
buena parte de la población se ha dejado llevar por la histeria
cuando pese a la gravedad de la situación, en ningún momento se ha
visto amenazada la distribución de productos alimenticios básicos.
Al contrario, lejos de mostrar empatía, ha habido infelices para los
que era más importante dejar su despensa atiborrada, sin pensar en
que más personas tenían que adquirir sus raciones de alimentación
(o de medicinas y equipos de protección sanitaria) cotidianas. Tampoco deberíamos sorprendernos porque llevamos 10 años
viendo eso mismo.
Otra
muestra execreable del individualismo capitalista ha sido ver los
bares llenos o a los riders trabajar a destajo cuando se han lanzado los mensajes de contención y las
órdenes de cierre de colegios y grandes eventos. Si a la gente se le
ha dicho que no vaya a trabajar no es para ir precisamente de cañas o para pedir que te traigan comida basura a casa. Mequetrefe.
Si se han dado medidas coercitivas y de cuarentena es para llamar a la atención individual de los ciudadanos, para pensando en el colectivo obrar de manera inteligente y razonada. Acabar con las mascarillas, con el papel higiénico y con todos los productos perecederos de un supermercado por puro egoísmo disfrazado de atávica apocalipsis no es lo que procede. Atestar los espacios públicos de ocio es justo lo contrario a lo indicado en estas situaciones.
Hay que pensar que tenemos como ciudadanos una responsabilidad individual para el bien del colectivo y no debemos saltarla aduciendo individualismo y soberbia cuñada. Controlar la pandemia viene en buena parte de seguir las recomendaciones que dan los profesionales y las autoridades, así como de mantener la calma.
Si se han dado medidas coercitivas y de cuarentena es para llamar a la atención individual de los ciudadanos, para pensando en el colectivo obrar de manera inteligente y razonada. Acabar con las mascarillas, con el papel higiénico y con todos los productos perecederos de un supermercado por puro egoísmo disfrazado de atávica apocalipsis no es lo que procede. Atestar los espacios públicos de ocio es justo lo contrario a lo indicado en estas situaciones.
Hay que pensar que tenemos como ciudadanos una responsabilidad individual para el bien del colectivo y no debemos saltarla aduciendo individualismo y soberbia cuñada. Controlar la pandemia viene en buena parte de seguir las recomendaciones que dan los profesionales y las autoridades, así como de mantener la calma.
Españistan
es un lugar aparte
Tampoco
es que nos sorprenda en demasía, pero viendo como en otros países
ha habido un cierre de posición con lo planteado por las autoridades
y gobiernos, en España ya se utiliza el coronavirus como arma
arrojadiza política y como medida de presión del empresauriado.
Excusarse
en la pandemia para pedir excepciones fiscales y
mantener
el despido libre y casi gratuito que padecemos, no
sólo es una muestra de la mayor bajeza moral, deslealtad
institucional y anti patriotismo que destilan los de pulserita con
banderita española. Es además una falta total de memoria de los
ineptos que han llevado otras crisis en el estado español como el
caso de ébola de 2012, el Prestige, el Yak42 o los atentados del
11M. Por citar solo unos cuantos.
Una
excusa para el capitalismo
Y
por último un aspecto a no olvidar. La situación económica, tanto
nacional, como mundial, ya amenazaba con un colapso inminente antes
de la propagación del COVID-19. Entre otras cosas por haber
continuado con las políticas neoliberales, de expansión del
crecimiento, de recortes del sector público, de adelgazamiento de los servicios públicos y de nula distribución equitativa entre clases y entre
poblaciones. Cada vez hay menos ricos, pero más acaudalados; y cada
vez más pobres, y con menos poder adquisitivo. Se estaban
reproduciendo los patrones previos al estallido de la crisis, estafa
económica, de 2008: burbuja inmobiliaria, nula creación de empleo
de calidad y duradero, aumento de la deuda de bancos, menor capacidad
de consumo de las familias, etc.
No
hemos olvidado lo ocurrido estos últimos años y ahora no vamos a
permitir que se repita la historia para que el capitalismo depredador
en el que nos han instalado, causante de todos los males, se vaya de
rositas porque pongan la excusa del virus (o de la guerra del petróleo entre Rusia, Turquia y Arabia Saudí).
Deseando
que
pase esta pandemia. Que los infectados se recuperen. Que no haya más
fallecidos. Y que aprendamos de una vez que somos más fuertes como
sociedad, que trabaja junta, con empatía y solidaridad. Y que
tenemos la riqueza, cultural, científica y económica de sobra para
garantizar una buena vida al conjunto de la población mundial.