jueves, 12 de marzo de 2020

Una pandemia mundial: El neoliberalismo



El coronavirus es una enfermedad infecciosa causada por el virus SARS-COVID-19. Tanto su sintomatología, como su propagación, como su gravedad son similares a los de la gripe común. Esto quiere decir que la edad y las dolencias cardio-respiratorias previas son agravantes que unidos al coronavirus pueden provocar la muerte. Los datos de infectados y recuperados, así como de fallecidos, lo demuestran.
Los primeros casos surgieron en China a mediados de enero y se han extendido por todo el planeta hasta alcanzar Europa a través de Italia.
En este punto no esta de más recomendar videos y entrevistas de 2010 a un ex agente de la CIA que indicaba que ya se había dado la orden de en unos años fomentar una nueva cepa de la gripe, con mayor tasa de viralidad para controlar a la población, y que dicha pandemia vendría desde China.
Con el virus ya danzando por este invierno primaveral que ya estamos teniendo en España los últimos años han ido quedando unas cuantas cosas claras:
Una sanidad pública envidiable pero débil
Lo primero de todo es que en España tenemos uno de los mejores sectores sanitarios del mundo, en especial la sanidad pública. Con unos profesionales altamente preparados y que siempre han tenido vocación de servicio y atención eficaz y responsable. Sin embargo, sufren -y con ellos, lo hacemos todos-, las políticas neoliberales que en base primero a una intención clara de hacer negocio con la privatización de servicios y hospitales, y después con recortes, les han quitado la motivación. Faltan camas, faltan recursos, faltan equipos y faltan profesionales, tanto médicos, como enfermeros y científicos. Y la factura de esa falta la pasamos también el conjunto de la sociedad, no sólo los pacientes. A cambio, nos han ido dejando sistemas de seguros privados que se muestran ineficaces porque para ellos, por encima del bienestar y la salud, está el afán de lucro y negocio.
Con “nuestros” votos y actitudes se han permitido tal situación y ya es hora de recobrar la dignidad y la utilidad estratégica de nuestra sanidad pública, educación pública y servicios sociales.
Recuerdo aquí que la Constitución dice en su artículo 128 que "Toda la riqueza, sea cual sea su titularidad, está subordinada al interés general", por lo que el Estado tiene potestad para tomar el control de los hospitales privados. Se trata de proteger nuestro sistema de salud y con él, el bienestar de la población, frente a las medidas que durante años lo han debilitado y parcelado para goce de capitalistas e inversores. Hay culpables con nombres y apellidos y el PP ha estado años saqueando la sanidad publica de todos para darla a manos privadas.
Modelo económico sobrepasado
En cuanto han ido llegando las cancelaciones de vuelos, actos, fiestas y eventos por el pánico por el coronavirus se ha comprobado la excesiva dependencia que seguimos teniendo del turismo en nuestro país, así como de la producción derivada a China que durante los últimos 60 años se ha llevado a cabo en occidente. Esta globalización de la explotación ha hecho que ante la bajada de la actividad en China y del modelo mundial de comercio se haya provocado el desabastecimiento de ciertos productos. Algunos de ellos básicos en plena crisis sanitaria.
La conciliación familiar, asignatura pendiente
Los que estamos en sindicatos alternativos desde hace muchos años llevamos clamando por políticas que fomenten la conciliación familiar. Los abuelos y abuelas no están, y no estaban ya antes, para cuidar de los nietos día si y día también. Hablamos de cosas tan racionales como el cambio horario, como la implementación total de jornadas completas intensivas en vez de las de horario partido y por supuesto de la reducción de la jornada laboral. Hablan de “teletrabajo” y “trabajo en remoto” cuando no atañen ni al 30% de la población activa y cuando lo principal es la multitud de horas diarias en los que no se hace trabajo efectivo en los centros de trabajo presenciales (sin contar las horas in itinere con lo que entran otros temas como el urbanismo, la movilidad, etc.).
También en plena semana de la Mujer Trabajadora queda patente, una vez más, la predominancia de la mujer como responsable de los cuidados familiares, sin que se atisbe la igualdad.
Madrid, epitome de la pandemia en España
Más allá de que los casos crecen como setas en todo el estado español y de brotes concretos en otras regiones es en Madrid donde la situación amenaza desborde. En Madrid, se juntan dos hechos incontestables que unidos alimentan la tormenta perfecta desatada. Por un lado y como vengo diciendo en este blog, la región de Madrid es un vórtice del estado español. El centralismo es el mantra organizativo del estado y toda la economía pasa por la región de las siete estrellas, con lo que atrae mucha población, inmigrante tanto nacional, como foránea. Mucha más gente vive en Madrid que la que marcan los registros de censos y encuestas.
Por otro lado, y no menos importante, ni menos repetido en esta bitácora, el neoliberalismo ha hecho de las suyas en Madrid. El PP (ayudado por Cs en las últimas legislaturas) ha ejecutado durante ya 30 años un ejercicio de privatización de la sanidad, la educación y los servicios sociales, cediendo parcelas, servicios y camas a las empresas privadas en detrimento de los hospitales públicos y de sus trabajadores.
Ambas cosas juntas nos llevan a este momento de crisis absoluta, de desplome social con unos políticos inútiles, sobrepasados y sin respuesta, que tienen cautiva a toda la población por su egoísta ideología y su manifiesta incapacidad. La sanidad pública madrileña no tiene capacidad porque se la han robado para atender la situación y las decenas de hospitales privados o públicos de gestión privada se niegan a atender a la población cuando no intentan hacer negocio. Se hace necesaria una intervención gubernamental para nacionalizarlos ya. A las bravas. La situación lo reclama.
Solo hay que ver como liberales que llevan años despotricando de lo público entran en pánico y o bien se esconden bajo las piedras o salen a clamar una intervención del estado.
Medios de comunicación de masas haciendo el ridículo
Una vez más la televisión y su labor periodística quedan en un profundo entredicho. Alimentándose de los bulos de internet y de las opiniones de los todólogos (esos tertulianos que opinan de todo en cualquier momento) la desinformación y la información errónea han alimentado un estado de pánico y miedo que ya conocemos como arma de control político y social. Lejos de llamar a la calma y utilizar la opinión de expertos y de las autoridades se han explotado el sensacionalismo de baja estofa para maximizar audiencias y clicks.
Se hace necesaria ya una llamada a la deontología periodística para tratar de devolverle a este pilar de la sociedad actual su importancia y su sostén del entramado político y social.
Un individualismo salvaje
Las escenas de supermercados vacíos y colas de personas acaparando productos han ido contra toda la lógica de la situación que estamos viviendo. Seguramente alimentados en el miedo por la televisión buena parte de la población se ha dejado llevar por la histeria cuando pese a la gravedad de la situación, en ningún momento se ha visto amenazada la distribución de productos alimenticios básicos. Al contrario, lejos de mostrar empatía, ha habido infelices para los que era más importante dejar su despensa atiborrada, sin pensar en que más personas tenían que adquirir sus raciones de alimentación (o de medicinas y equipos de protección sanitaria) cotidianas. Tampoco deberíamos sorprendernos porque llevamos 10 años viendo eso mismo.
Otra muestra execreable del individualismo capitalista ha sido ver los bares llenos o a los riders trabajar a destajo cuando se han lanzado los mensajes de contención y las órdenes de cierre de colegios y grandes eventos. Si a la gente se le ha dicho que no vaya a trabajar no es para ir precisamente de cañas o para pedir que te traigan comida basura a casa. Mequetrefe.

Si se han dado medidas coercitivas y de cuarentena es para llamar a la atención individual de los ciudadanos, para pensando en el colectivo obrar de manera inteligente y razonada. Acabar con las mascarillas, con el papel higiénico y con todos los productos perecederos de un supermercado por puro egoísmo disfrazado de atávica apocalipsis no es lo que procede. Atestar los espacios públicos de ocio es justo lo contrario a lo indicado en estas situaciones.

Hay que pensar que tenemos como ciudadanos una responsabilidad individual para el bien del colectivo y no debemos saltarla aduciendo individualismo y soberbia cuñada. Controlar la pandemia viene en buena parte de seguir las recomendaciones que dan los profesionales y las autoridades, así como de mantener la calma.
Españistan es un lugar aparte
Tampoco es que nos sorprenda en demasía, pero viendo como en otros países ha habido un cierre de posición con lo planteado por las autoridades y gobiernos, en España ya se utiliza el coronavirus como arma arrojadiza política y como medida de presión del empresauriado.
Excusarse en la pandemia para pedir excepciones fiscales y mantener el despido libre y casi gratuito que padecemos, no sólo es una muestra de la mayor bajeza moral, deslealtad institucional y anti patriotismo que destilan los de pulserita con banderita española. Es además una falta total de memoria de los ineptos que han llevado otras crisis en el estado español como el caso de ébola de 2012, el Prestige, el Yak42 o los atentados del 11M. Por citar solo unos cuantos.
Una excusa para el capitalismo
Y por último un aspecto a no olvidar. La situación económica, tanto nacional, como mundial, ya amenazaba con un colapso inminente antes de la propagación del COVID-19. Entre otras cosas por haber continuado con las políticas neoliberales, de expansión del crecimiento, de recortes del sector público, de adelgazamiento de los servicios públicos y de nula distribución equitativa entre clases y entre poblaciones. Cada vez hay menos ricos, pero más acaudalados; y cada vez más pobres, y con menos poder adquisitivo. Se estaban reproduciendo los patrones previos al estallido de la crisis, estafa económica, de 2008: burbuja inmobiliaria, nula creación de empleo de calidad y duradero, aumento de la deuda de bancos, menor capacidad de consumo de las familias, etc.
No hemos olvidado lo ocurrido estos últimos años y ahora no vamos a permitir que se repita la historia para que el capitalismo depredador en el que nos han instalado, causante de todos los males, se vaya de rositas porque pongan la excusa del virus (o de la guerra del petróleo entre Rusia, Turquia y Arabia Saudí).

Deseando que pase esta pandemia. Que los infectados se recuperen. Que no haya más fallecidos. Y que aprendamos de una vez que somos más fuertes como sociedad, que trabaja junta, con empatía y solidaridad. Y que tenemos la riqueza, cultural, científica y económica de sobra para garantizar una buena vida al conjunto de la población mundial.

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