Ayer, lunes 5 de junio se celebró el Día Mundial del Medio Ambiente y desgraciadamente no hay nada que
celebrar. Tras su primer viaje internacional como Presidente de los Estados
Unidos, Donald Trump anunciaba que
se desmarcaba de los compromisos adquiridos tras los Acuerdos de París en cuanto a la disminución en las emisiones de efecto invernadero. Cumplía así una
de sus más polémicas promesas electorales basadas en atacar a la anterior
administración Obama (que tampoco es que pudiéramos llamar “verde”) y mantenía
su discurso de “America first”
(América primero) sin importarle las consecuencias venideras para las
siguientes generaciones, sean estadounidenses o no.
Al mismo tiempo, en la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado, en España, se fraguaba otro brutal recorte en materia de Medio
Ambiente, y lo peor de todo era, que bajo todo el ruido mediático de la
corrupción, se pasaba de puntillas, y desde luego en los medios de comunicación
ni se mencionaba, éste hecho.
Todavía faltan días para la entrada oficial y astronómica del
verano y llevamos ya dos meses que parecen ya pleno verano. Estamos metidos en
un ciclo de severas sequías en este hemisferio y de lluvias torrenciales en el
sur. Las, pocas, lluvias que se suceden son de carácter torrencial; anegan los
campos y las ciudades, y las canalizaciones son incapaces de evacuar causando
profundos estragos (otra materia sensible que ha sufrido los irracionales
recortes y las inmisericordes privatizaciones). El sector agrícola sufre estas
condiciones y aumenta más si cabe, la sensación
de abandono del mundo rural. Al tiempo ya aparecen los incendios forestales con mucha más vehemencia (otra vez los recortes)
y muchas veces provocados por especuladores que tratan de aprovechar la infame
legislación que en nada protegen nuestros bosques, sino que los dejan como
recursos para las grandes empresas y para los intereses económicos del más
miserable.
Tenemos
crecientes evidencias de una situación estructural de crisis ecológica o
ambiental, que se puede constatar en todos y cada uno de los aspectos que
analicemos. Respecto al cambio
climático, el gobierno continua ferviente en su lucha contra
las renovables para garantizar las ganancias insultantes de las petroleras y
las energéticas, lo que ha colocado al país en el último lugar
de toda Europa en cuanto a reducción de emisiones totales. La calidad del aire ya empieza a considerarse
como factor clave en la cantidad y gravedad de los problemas respiratorios de
buena parte de la población de los entornos urbanos. Seguimos perdiendo biodiversidad y ecosistemas,
muchos de ellos propios y auténticos con un remarcado carácter antropológico y
del folklore. Especialmente grave es el estado de especies muy importantes en
el desarrollo de la naturaleza como anfibios e insectos como las abejas por el
excesivo uso de pesticidas y fertilizantes. Al tiempo muchas especies como el
lobo, el lince o el oso no acaban de asegurar su supervivencia, cuando estas
especies chocan con los intereses económicos de los humanos. Y mientras, por
otro lado, la desidia y la inconsciencia genera nuevos problemas en los
ecosistemas con la proliferación de especies invasoras o el descontrol sobre
las poblaciones de algunas de las autóctonas.Año a año seguimos batiendo récords de temperatura y el proceso de cambio climático acelera. Los polos pierden masa de hielo y ya hay zonas del norte de Europa que ni en invierno se cubren de nieve y hielo. Y mientras, el agua, tratada como un recurso inagotable en vez de un recurso finito y gestionada en base a la oferta y no bajo una gestión responsable de la demanda.
Ya hay guerras por razones climáticas. Ya está muriendo gente (de
hecho, no ha dejado de hacerlo desde hace miles de años) por el acceso al agua
y su potabilidad. La diversidad agraria tanto en productos, semillas, como
procesos disminuye vertiginosamente mientras las grandes multinacionales
acaparan todos esos recursos para especular con ellos, lo que acarrea y cada
vez con mayor intensidad en crisis alimentarias. Lo que para el primer mundo es
la posibilidad de ofrecer todos los productos, en cualquier época del año
eliminado de por si los cultivos de temporada, en el resto del mundo supone la
homogenización de cultivos que a la larga empobrece los suelos y provoca que la
población reciba dietas más pobres y sea más vulnerable, aún, a las enfermedades.
Y sin embargo, ahora, con todas estas evidencias tanto
científicas, sociales, como del sentido común, “nuestros dirigentes” toman decisiones y siguen políticas cerriles, dieciochescas
y absolutamente irresponsables para con el medio ambiente, la biodiversidad y
el cuidado de nuestro entorno.
El populismo -que
contra lo que pudiera parecer no gobierna desde posiciones de izquierda, sino
que lo hace por y para la derecha, los privilegiados- reniega de la razón y la protección
del medio ambiente, para continuar en cambio, con mayor énfasis si cabe, en un carpe diem, en una quema de recursos que,
por supuesto va a perjudicar las
condiciones de vida de las generaciones futuras, pero que ya está afectando
sobremanera a los que estamos aquí y ahora.
Cuando más necesitábamos responsabilidad. Razón y ciencia.
Posicionamientos radicales en defensa de nuestro entorno y en la perentoria
necesidad de eliminar comportamientos industriales y estratégicos de quema de
combustibles fósiles. En el momento de la valentía en la adopción de medidas
urgentes que cambien este turbio presente y negro futuro, llega un imbécil e irresponsable, como Trump
para deslegitimar con sus actos -no se le pueden llamar políticas, porque éste
sujeto se mueve por impulsos y no por razones- para sacar a su país de los, ya
de por sí débiles, Acuerdos del Clima de París, abriendo la puerta a los incumplimientos y los descuelgues de otras
naciones como puedan ser Rusia, China o la India.
Poco proponía sobre todo en materia de vigilancia aquellos acuerdos
de 2015, pero consiguieron por contra incluir la materia medioambiental en los
discursos, los debates y las preocupaciones ciudadanas. No podemos ahora dejar
con lo que costó, que se derrumbe aquel trabajo de la diplomacia y el sentido
común. Pese a estar en la España de Rajoy, un punto negro en cuanto a defensa del Medio Ambiente se trate
bien tenemos la capacidad de cambiar estos actos y comenzar bajo el paradigma
de la responsabilidad, la crítica y el consumo responsable a cambiar con
nuestros actos las decisiones con las que no estamos de acuerdo.
Boicot a todo producto
estadounidense, hasta que no deponga esta miserable e irracional actitud. Boicot extensible a todo aquel que no
considere la ética y la responsabilidad medio ambiental, social y laboral, por
encima de su extrema ganancia.
Ya que nos han preparado una partida bajo unas reglas concretas,
juguemos nuestras cartas. Que su
consumismo, sea también su tumba. Que nos activemos. Organicemos. Luchemos.
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