lunes, 19 de junio de 2017

Un salvavidas para la televisión de calidad

 "La Patrulla" durante su última misión. Hugo Silva, Aura Garrido y Nacho Fresneda en 'El Ministerio del Tiempo'
Hace dos semanas, tras ver el primer episodio de la tercera temporada de El Ministerio del Tiempo escribí un artículo que ha tenido mucha visibilidad al retuitearlo Javier Olivares, el creador de la serie. Escribía porque había disfrutado muchísimo con lo que acababa de ver: Una historia bien montada, con un guión ágil; resolviendo tramas y planteando nuevas entre ellas las del capítulo como principio y final, de manera rápida e inequívoca; con un montaje que no pierde frescura; con los habituales crossover entre géneros; con un homenaje al cine de Hitchcook, y con un actor invitado, José Ángel Égido, simplemente primoroso.
Lo hacía porque siempre que escribo lo hago sobre algo que me apasiona, como un buen método para reordenar mis ideas y poder compartir mis pensamientos, sensaciones y experiencias, sin importarme lo más mínimo, si me leen 10 veces o 1800.
Y ahora lo voy a hacer para expresar la pena y cierta desazón que estoy sintiendo con el devenir y el futuro que le espera a El Ministerio del Tiempo.
Desde luego comenzar la emisión de un capítulo de una serie, pretendida y definida como familiar, del género aventuras, a las 11 de la noche (¡por lo menos!) es un handicap que no ayuda a fijar audiencias que permitan la continuidad del producto. Esta es una de las consecuencias más palpables de la actitud con la que el ente público está tratando a la serie de los hermanos Olivares, y que hicieron que el pasado viernes tras la emisión del tercer episodio y con los datos de audiencias que confirman el descenso en las mismas en la mano, Javier Olivares expresará en twitter su sensación de abandono y de crónica de una muerte anunciada.
Para RTVE, El Ministerio del Tiempo, se está convirtiendo en un problema. Lo que debería ser una oportunidad, un respaldo a la producción televisiva nacional y un emblema de marca ha pasado a ser un lastre para la dirección tanto política como artística, ya que no saben, o no quieren, defender la calidad del producto, su promoción y su posibilidad para convertirse en un estandarte de calidad, tanto dentro como fuera de nuestras fronteras, que atenué la imagen casposa, cutre y rancia que el resto de la parrilla de la primera de TVE ofrece (afortunadamente, de momento, y salvo Misas y Tendidos Ceros, La2 es otra cosa).
Pero tampoco convendría atacar el cien por cien de los males de El Ministerio del Tiempo a la saboteadora y arcaica gestión de RTVE. Desde luego, como vengo diciendo parte de la bajada de audiencias es achacable a los que mandan, que parece, como con tantas otras parcelas que han tenido la desgracia para el interés general de gestionar, parecen emplear su proceder habitual: Maltratas lo público, dices con la ayuda de los voceros habituales, que lo público no funciona o no es rentable, se lo vendes tirado de precio a los amiguetes, y cuando sales de la rueda de la política coges la siguiente puerta giratoria para cobrar los servicios prestados de quien se ha enriquecido vilmente con lo que antes era riqueza de todos. Y mientras las condiciones de vida y el patrimonio público lacerados. El neoliberalismo aplicado a la política en estado puro.
Pero sería cortoplacista por mi parte quedarme en eso únicamente. También sería falso e injusto conmigo mismo, porque no puedo negar que existe una bajada en la calidad de la propuesta. Se ha perdido frescura, algo normal porque ya estamos en la tercera entrega, pero quizás resulte demasiado evidente al haber desaparecido el personaje de Julián (Rodolfo Sancho) quien enraizaba el momento actual con los personajes de otras épocas, lo que ha restado eficiencia a las dosis de humor y critica social que la serie ha destilado desde el primer día.
Pero particularmente en mi caso lo que ha provocado que me encuentre algo desilusionado, quizás también preocupado, ha sido el desarrollo narrativo en está tercera temporada, tras el primer capítulo el del homenaje a Alfred Hitchcook.
Tras estas dos semanas la trama general de la serie se ha enrevesado tanto, que lejos de ir ofreciendo caminos que cierren intrahistorias para poder acabar con la serie en esta tercera temporada (es la idea que los creadores han manifestado en varias ocasiones) han aparecido nuevas sub-tramas, y recuperado otras, como el "affaire" Mendieta (que ya aparecía en el libro, producto de merchandising, aparecido el año pasado) que incluso atacan al axioma principal del Ministerio "Preservar la historia", y a la explicación de la emergencia del mismo, "El tiempo es el que es".
Al reclutar a Lola Mendieta durante la Segunda Guerra Mundial, la dirección del Ministero ya ha modificado su futuro hasta el presente, y con él es lógico pensar que se han trastocado aspectos en el que la Lola Mendieta "original" participa en su futuro y ya no lo va a hacer, y también con las que a partir de ahora formada y tutelada en el seno del Ministerio va a participar.
No resulta esto algo indigno de ser considerado, puesto que cuanto se trata de series u otras obras de ficción que se basan en el subgénero de la ciencia-ficción de los viajes en el tiempo, el desarrollar mal un transcurso o interpretar mal una paradoja temporal puede acabar con todo el sentido del producto final, que a parte de los ataques furibundos que los haters o los fans más especializados pudiesen lanzar, provocará la salida del gran público al abrir el abanico de posibilidades, y también la de quienes comprenden la naturaleza de los viajes en el tiempo.
Me temo que la llegada de Netflix pueda provocar que se alargue el chicle hasta la extenuación. A mi por lo menos se me hace evidente que la serie en su contexto está planteada para desenvolverse en un tiempo concreto, tres temporadas, con un total entorno a los 40 capítulos. Sin embargo, estas primeras semanas, lejos de ir planteando vías para la resolución de las existentes, tenemos nuevas sub-tramas, el abandono de alguna de las antiguas y el enrevesado de no pocas relaciones entre personajes. Desde luego pensar en el deterioro y en la sensación de pérdida de calidad de un producto cultural, como es esta serie, no es agradable. Prefiero mil y una veces, poder disfrutar y recordar una serie coherente, con principio y fin, planificado y cuidado al detalle, antes que la desconexión y cansancio que ya me ha pasado con otras series (Los Simpsons, House, Prison Break, Lost, etc.) en su avanzar de temporadas sin más justifiación que la de ganar dinero.
Esta sensación se hace evidente cuando compruebo la bajada de calidad en los guiones que ha hecho que la serie pierda fuerza y acidez en comparación con las temporadas anteriores, especialmente la primera y capítulos concretos de la segunda, como el del "falso" Cid, el capítulo doble sobre el sitio de Baler o el capítulazo final con un Felipe II Rey del Mundo y del Tiempo.
En el capítulo del pasado jueves la mezcla de géneros no salió tan homogénea. El capítulo en su trama propia derivaba en viaje donde no se sabía si el protagonista era Becquer o la bruja. O el pueblo. O el monasterio. Incluso por momentos me fallaba el montaje, puesto que se sucedían escenas in media res, con condicionantes que no se habían incluido en el visionado del espectador y que te dejaban, al menos a mi me sucedió, "tocado" sin saber que había pasado.


Por último, hay una cuestión que no quiero olvidar. Aún reconociendo posibles y serias dificultades para su realización, como sería el uso del latín, el árabe o el sefardí en la proliferación de tramas, empieza a agotar la predilección por las historias ambientadas en el XIX y el XX. Puede pasar, que los intereses económicos que motivan la intervención del Ministerio en una época sean más proclives en nuestros últimos 200 años de historia, de decadencia, donde ni éramos, ni somos tan dominantes y donde nuestros enemigos, muchas veces internos, aparecieron con frecuencia. Pero es un error olvidar que tenemos mucha historia por detrás. Quizás no bajo éste emblema informe y roído llamado España, pero si con cultura e historia propia que llegan desde los antiguos imperios que colonizaron la Península Ibérica, los reinos y pueblos que se fueron sublevando, o incluso antes con las autóctonas tribus que habitaban estas tierras.
Pensando en todo ello considero que una forma brillante y atrevida de ganar agilidad, improvisación y espolear las condiciones que nos atrajeron a muchos al Ministerio es el abarcar otras etapas de nuestra Historia.
Pero mientras estos posibles capítulos con estos planteamientos llegan seguiré atento al Ministerio del Tiempo, y a la plataforma web de rtve para poder ver los capítulos cuando y como quiera. Empezando por la entrega de esta semana que hoy empieza en la que la historia girará en torno a Goya.
Al final, nunca sabemos si la audiencia ve en televisión lo que quiere, atendiendo a sus inquietudes y nivel cultural, o si asume sin rechistar lo que le ofrecen, con la oscura y latente intención de idiotizar a la gente y dejarla sin inquietudes ni espíritu crítico.


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