Mostrando entradas con la etiqueta El Ministerio del Tiempo. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta El Ministerio del Tiempo. Mostrar todas las entradas

sábado, 4 de noviembre de 2017

Mi homenaje al Ministerio del Tiempo


El pasado miércoles 1 de noviembre concluía la tercera temporada de El Ministerio del Tiempo. En principio viene a cerrar la obra creada e impulsada por los hermanos Olivares (Javier y Pablo) con una conclusión determinada en estas tres temporadas y en entorno a la treintena de capítulos.
Los avatares de la serie venían a confirmar veladamente ese cierre. Y la exposición narrativa y el tono y el tema empleados en éste último capítulo confirman esa intención, más allá de posibles parones en búsqueda de la frescura -necesaria también- y de plataformas, Netflix lo más seguro, más amables y seguras del producto cultural que tienen entre manos.
Durante este último año desde el brillante cierre de la segunda temporada en mayo del año pasado hasta el estreno de esta temporada, en junio, la dirección de la serie ha tenido que sufrir con la desidia y el martirio de una televisión pública dueña de los derechos de emisión que ni entendía ni le interesaba el producto cultural que posee, ya que lejos de creer en el servicio público, se tratan de personajes políticos de partido, de yugo y flechas, que sólo ven el negocio, el dinero en lo que debería ser función pública, servicio y calidad.
  • Así primero pasaron hasta 4 meses en la confirmación de esta última temporada, lo que hizo que naturalmente varios de los miembros del elenco tuvieran que escoger otros proyectos, dificultando sobremanera la puesta en marcha de la grabación.
  • Más tarde, con la obra filmada y montada, se postergaba en un cajón hasta la llegada del verano, momento del año donde menos gente ve televisión.
  • Se anunciaba para un día, y pasaban dos semanas hasta su final estreno.
  • Después, se anunciaba un parón veraniego para pasar a emitir la segunda mitad ya a partir de septiembre, todo parece ser para que las bajas audiencias no diesen carpetazo definitivo.
  • Ya en octubre y para los dos últimos capítulos, la serie se pasaba al competido miércoles noche, dejando su tradicional espacio de los lunes para un reallity show de cantantes de mierda.
  • Y todo ello, en una serie pretendidamente familiar cuya puesta en marcha cada semana se retrasaba hasta las 11 de la noche, cuando otras cadenas ya han comenzado la emisión de su programa estrella.
Así y también hay que decirlo, porque a una parte muy notable de espectadores españoles les interesan más programas que no les hagan pensar, con contenidos chabacanos y zafios, las audiencias en la emisión oficial fueron bajando, mientras me temo, porque no se conocen esos datos, los visionados a través de otros dispositivos e Internet han ido creciendo.
Pero El Ministerio del Tiempo va a perdurar en la memoria y simpatía de una legión de seguidores, los Ministéricos, que hemos disfrutado, algunas veces más que otras, con dosis de televisión de alta calidad. Narraciones brillantes y originales. Geniales interpretaciones de muy buenos actores y actrices (salvo por esta Lola Mendieta joven, interpretada por Macarena García y que no había quien se la pudiera creer en cada escena). Innumerables referencias a otras series, películas y personajes televisivos de nuestra vida. E Historia. Mucha, buena, necesaria y bien contada Historia.
Por todo esto la serie ha calado y cambiado el panorama televiso nacional. Porque ha demostrado que si se cuidan ideas y proyectos y se lanzan con honestidad y tratando a los posibles espectadores con inteligencia existe en éste país una audiencia, posiblemente reducida en número pero de alto valor, que pide y se suma a este tipo de contenidos. Porque MdT ha demostrado también que las series, en el mundo actual, no pueden vivir de una emisión tradicional. Son entes vivos, con permanencia y redundancia en las redes sociales y foros, que generan grupos de seguidores y cantidades ingentes de contenido, que comparten y participan, que ansían sumergirse en universos más completos y que van más allá de lo que se ve en la televisión.
Y porque, El Ministerio del Tiempo, ha vuelto a crear tendencia al generar un universo cultural propio y redondo (repito con altibajos en algunas ocasiones) con un cierre y un final.
Con todo esto pretender que el dato de audiencias sea clave para decidir si continúa o no la serie en una cadena pública se me antoja erróneo y anticuado. Más si cabe cuando, repito en una cadena pública que no vive de la publicidad, debería tener como principio máximo la calidad. El servicio público, tanto informativo, social y cultural como en materia de ocio con valor añadido. Y justo ahora en el momento en el que la credibilidad y reputación de RTVE está por los suelos, lo único que ha recuperado o mantenido cierto nivel de empatía con el ente público.
Por todas estas razones es natural considerar que el pasado miércoles El Ministerio del Tiempo cerró su andadura, queda por ver si temporal o definitivamente, pero cuando menos si en RTVE a corto y medio plazo.
La ficción del género de aventuras en un relato de ciencia ficción -los viajes en el tiempo- que han traído sucesos y personajes históricos así como notables referencias de la cultura pop, ofreciéndoselos a todo el publico. Una patrulla de agentes de éste Ministerio secreto, que se adentra en épocas anteriores para desactivar cambios en la narración de la Historia que la cambiarían tal y como la conocemos, aunque muchos sepamos y los propios personajes se lamenten a veces, que podríamos haber cambiado a mejor.


Homenajes
Y el miércoles con “Entre dos tiempos” se cerró. Cada diálogo y cada escena se sentía la sensación de que creadores y equipo se despedía, cerraban una etapa siendo fieles así mismos y respetando una vez más y como siempre, al público, a sus “Ministéricos”.
Era un homenaje a todos ellos pero también lo era para si misma, para la serie en su capítulo final, como recorrido. Usando la trama -una misión a los 60 para tratar de evitar el estreno de una serie en TVE sobre el Ministerio del Tiempo- se recorrieron momentos vividos durante estos treinta y tantos capítulos. Y se criticó aquella televisión pública y a la actual, tan alejadas en el tiempo y cercanas en eso de manipular y hacer que la gente “piense lo que queramos que piense”.
Si bien las tramas propias de la tercera temporada -Hijos de Padilla y Ángel Exterminador- se cerraron en el penúltimo episodio, para éste quedaron las más íntimas y personales de los protagonistas, quedaron todas ellas, y sin excepción abiertas y libres a la imaginación de los seguidores. El objetivo no era ese. El objetivo era divertirse haciendo el capítulo, reírse de si mismos, plantear auto crítica pura y dura y hacernos a todos participes para rendir homenaje a una ficción que trasciende y nos ha hecho felices durante todos estos capítulos.
También éste episodio final resulta un homenaje al medio, a la televisión, y si también, y pese a todo, a la televisión pública.
Se vio como se construye y filma una serie y se recorrieron las intrigas palaciegas entre creadores y directivos, mientras se homenajeaba a todos y cada uno de los partícipes en la serie a través de guiños, referencias culturales tanto históricas como propias de la cultura pop, de la Historia y de la televisión. Meta-televisión en estado puro.
Una muestra, y no la única, que El Ministerio del Tiempo nos ha ofrecido de televisión de calidad, de servicio público, que debía nacer en la televisión pública (y obviamente es de agradecer que se apostará en aquel momento por un producto para nada convencional, ni dirigido al público mayoritario), y debería continuar y seguir como seña de identidad, porque más allá de audiencias, un medio que no vive de la publicidad, debería valorar bastante más el reconocimiento critico y social así como el valor añadido que otorga un contenido u otro.
A la vuelta de preservar el pasado como es, la patrulla se encontraba un presente cambiado, del mismo modo que en el final de la segunda temporada, sólo que esta vez era porque a través de una compañía privada, se había convertido el Ministerio en negocio ofreciendo viajes a momentos históricos, importantes de la vida de uno mismo (“¿quién no querría asistir a su propio parto?” -llega a preguntar la megafonía de los pasillos-) o cacerías de seres humanos por la historia para ricos. La crítica a la privatización de todo y al individualismo que nos invade, es a la par atinada y mordaz.
Para solucionarlo y tras ver como cada personaje ha tratado de luchar contra esa deriva, se sucede el primer viaje al futuro, que sepamos, en el Ministerio. Un futuro que resulta atroz y apocalíptico como estamos “acostumbrados” a vislumbrar en las distopías que nos llegan del cine y la literatura norteamericana.
Y sobretodo era un homenaje en vida -y más que merecido- a Chicho Ibañéz Serrador, el fantástico e impresionante creador e innovador, que con sus programas y sobretodo ese “Historias para no dormir” que también aparecía en la trama amplió las estrechas miras de un país cuando más difícil era. La impresionante caracterización e interpretación de Sergio Villanueva como el realizador de origen uruguayo pone colofon a una serie innovadora y original. Donde la calidad se demuestra planteando preguntas y respuestas a interpretar al público, que es tratado con respeto de manera inteligente.
Sin duda, El Ministerio del Tiempo ha supuesto un hito en la ficción televisiva en España, y para mi, particularmente, reconciliarme con una parte de los creadores, y trabajadores tanto en el aspecto técnico, como artístico de la televisión.
Muchas gracias por tantas horas, tantas risas, tantos zascas, tantos chupitos de conmemoración y tantos momentos también dolorosos. Por tratarme con respeto. Por hacer de la Historia de España accesible a todas y todos. Por ofrecerla des interesadamente para que instruya, para que debatamos, aprendamos y no cometamos los errores del pasado. Gracias y mucho ánimo por y para hacer televisión de calidad.

lunes, 19 de junio de 2017

Un salvavidas para la televisión de calidad

 "La Patrulla" durante su última misión. Hugo Silva, Aura Garrido y Nacho Fresneda en 'El Ministerio del Tiempo'
Hace dos semanas, tras ver el primer episodio de la tercera temporada de El Ministerio del Tiempo escribí un artículo que ha tenido mucha visibilidad al retuitearlo Javier Olivares, el creador de la serie. Escribía porque había disfrutado muchísimo con lo que acababa de ver: Una historia bien montada, con un guión ágil; resolviendo tramas y planteando nuevas entre ellas las del capítulo como principio y final, de manera rápida e inequívoca; con un montaje que no pierde frescura; con los habituales crossover entre géneros; con un homenaje al cine de Hitchcook, y con un actor invitado, José Ángel Égido, simplemente primoroso.
Lo hacía porque siempre que escribo lo hago sobre algo que me apasiona, como un buen método para reordenar mis ideas y poder compartir mis pensamientos, sensaciones y experiencias, sin importarme lo más mínimo, si me leen 10 veces o 1800.
Y ahora lo voy a hacer para expresar la pena y cierta desazón que estoy sintiendo con el devenir y el futuro que le espera a El Ministerio del Tiempo.
Desde luego comenzar la emisión de un capítulo de una serie, pretendida y definida como familiar, del género aventuras, a las 11 de la noche (¡por lo menos!) es un handicap que no ayuda a fijar audiencias que permitan la continuidad del producto. Esta es una de las consecuencias más palpables de la actitud con la que el ente público está tratando a la serie de los hermanos Olivares, y que hicieron que el pasado viernes tras la emisión del tercer episodio y con los datos de audiencias que confirman el descenso en las mismas en la mano, Javier Olivares expresará en twitter su sensación de abandono y de crónica de una muerte anunciada.
Para RTVE, El Ministerio del Tiempo, se está convirtiendo en un problema. Lo que debería ser una oportunidad, un respaldo a la producción televisiva nacional y un emblema de marca ha pasado a ser un lastre para la dirección tanto política como artística, ya que no saben, o no quieren, defender la calidad del producto, su promoción y su posibilidad para convertirse en un estandarte de calidad, tanto dentro como fuera de nuestras fronteras, que atenué la imagen casposa, cutre y rancia que el resto de la parrilla de la primera de TVE ofrece (afortunadamente, de momento, y salvo Misas y Tendidos Ceros, La2 es otra cosa).
Pero tampoco convendría atacar el cien por cien de los males de El Ministerio del Tiempo a la saboteadora y arcaica gestión de RTVE. Desde luego, como vengo diciendo parte de la bajada de audiencias es achacable a los que mandan, que parece, como con tantas otras parcelas que han tenido la desgracia para el interés general de gestionar, parecen emplear su proceder habitual: Maltratas lo público, dices con la ayuda de los voceros habituales, que lo público no funciona o no es rentable, se lo vendes tirado de precio a los amiguetes, y cuando sales de la rueda de la política coges la siguiente puerta giratoria para cobrar los servicios prestados de quien se ha enriquecido vilmente con lo que antes era riqueza de todos. Y mientras las condiciones de vida y el patrimonio público lacerados. El neoliberalismo aplicado a la política en estado puro.
Pero sería cortoplacista por mi parte quedarme en eso únicamente. También sería falso e injusto conmigo mismo, porque no puedo negar que existe una bajada en la calidad de la propuesta. Se ha perdido frescura, algo normal porque ya estamos en la tercera entrega, pero quizás resulte demasiado evidente al haber desaparecido el personaje de Julián (Rodolfo Sancho) quien enraizaba el momento actual con los personajes de otras épocas, lo que ha restado eficiencia a las dosis de humor y critica social que la serie ha destilado desde el primer día.
Pero particularmente en mi caso lo que ha provocado que me encuentre algo desilusionado, quizás también preocupado, ha sido el desarrollo narrativo en está tercera temporada, tras el primer capítulo el del homenaje a Alfred Hitchcook.
Tras estas dos semanas la trama general de la serie se ha enrevesado tanto, que lejos de ir ofreciendo caminos que cierren intrahistorias para poder acabar con la serie en esta tercera temporada (es la idea que los creadores han manifestado en varias ocasiones) han aparecido nuevas sub-tramas, y recuperado otras, como el "affaire" Mendieta (que ya aparecía en el libro, producto de merchandising, aparecido el año pasado) que incluso atacan al axioma principal del Ministerio "Preservar la historia", y a la explicación de la emergencia del mismo, "El tiempo es el que es".
Al reclutar a Lola Mendieta durante la Segunda Guerra Mundial, la dirección del Ministero ya ha modificado su futuro hasta el presente, y con él es lógico pensar que se han trastocado aspectos en el que la Lola Mendieta "original" participa en su futuro y ya no lo va a hacer, y también con las que a partir de ahora formada y tutelada en el seno del Ministerio va a participar.
No resulta esto algo indigno de ser considerado, puesto que cuanto se trata de series u otras obras de ficción que se basan en el subgénero de la ciencia-ficción de los viajes en el tiempo, el desarrollar mal un transcurso o interpretar mal una paradoja temporal puede acabar con todo el sentido del producto final, que a parte de los ataques furibundos que los haters o los fans más especializados pudiesen lanzar, provocará la salida del gran público al abrir el abanico de posibilidades, y también la de quienes comprenden la naturaleza de los viajes en el tiempo.
Me temo que la llegada de Netflix pueda provocar que se alargue el chicle hasta la extenuación. A mi por lo menos se me hace evidente que la serie en su contexto está planteada para desenvolverse en un tiempo concreto, tres temporadas, con un total entorno a los 40 capítulos. Sin embargo, estas primeras semanas, lejos de ir planteando vías para la resolución de las existentes, tenemos nuevas sub-tramas, el abandono de alguna de las antiguas y el enrevesado de no pocas relaciones entre personajes. Desde luego pensar en el deterioro y en la sensación de pérdida de calidad de un producto cultural, como es esta serie, no es agradable. Prefiero mil y una veces, poder disfrutar y recordar una serie coherente, con principio y fin, planificado y cuidado al detalle, antes que la desconexión y cansancio que ya me ha pasado con otras series (Los Simpsons, House, Prison Break, Lost, etc.) en su avanzar de temporadas sin más justifiación que la de ganar dinero.
Esta sensación se hace evidente cuando compruebo la bajada de calidad en los guiones que ha hecho que la serie pierda fuerza y acidez en comparación con las temporadas anteriores, especialmente la primera y capítulos concretos de la segunda, como el del "falso" Cid, el capítulo doble sobre el sitio de Baler o el capítulazo final con un Felipe II Rey del Mundo y del Tiempo.
En el capítulo del pasado jueves la mezcla de géneros no salió tan homogénea. El capítulo en su trama propia derivaba en viaje donde no se sabía si el protagonista era Becquer o la bruja. O el pueblo. O el monasterio. Incluso por momentos me fallaba el montaje, puesto que se sucedían escenas in media res, con condicionantes que no se habían incluido en el visionado del espectador y que te dejaban, al menos a mi me sucedió, "tocado" sin saber que había pasado.


Por último, hay una cuestión que no quiero olvidar. Aún reconociendo posibles y serias dificultades para su realización, como sería el uso del latín, el árabe o el sefardí en la proliferación de tramas, empieza a agotar la predilección por las historias ambientadas en el XIX y el XX. Puede pasar, que los intereses económicos que motivan la intervención del Ministerio en una época sean más proclives en nuestros últimos 200 años de historia, de decadencia, donde ni éramos, ni somos tan dominantes y donde nuestros enemigos, muchas veces internos, aparecieron con frecuencia. Pero es un error olvidar que tenemos mucha historia por detrás. Quizás no bajo éste emblema informe y roído llamado España, pero si con cultura e historia propia que llegan desde los antiguos imperios que colonizaron la Península Ibérica, los reinos y pueblos que se fueron sublevando, o incluso antes con las autóctonas tribus que habitaban estas tierras.
Pensando en todo ello considero que una forma brillante y atrevida de ganar agilidad, improvisación y espolear las condiciones que nos atrajeron a muchos al Ministerio es el abarcar otras etapas de nuestra Historia.
Pero mientras estos posibles capítulos con estos planteamientos llegan seguiré atento al Ministerio del Tiempo, y a la plataforma web de rtve para poder ver los capítulos cuando y como quiera. Empezando por la entrega de esta semana que hoy empieza en la que la historia girará en torno a Goya.
Al final, nunca sabemos si la audiencia ve en televisión lo que quiere, atendiendo a sus inquietudes y nivel cultural, o si asume sin rechistar lo que le ofrecen, con la oscura y latente intención de idiotizar a la gente y dejarla sin inquietudes ni espíritu crítico.


domingo, 4 de junio de 2017

El Ministerio del Tiempo. Regalo para espectadores inteligentes

Alfred Hitchcock (José Ángel Égido) en El Ministerio del Tiempo

Casi un año ha habido que esperar entre el final de la segunda temporada y el comienzo de la tercera de El Ministerio del Tiempo.
Todo éste período de tiempo tuvo de espera y distintos grados de ilusión y desilusión, pues no todo se debió a dificultades técnicas o de agenda que justificarán la demora.
Primero hubo (y todavía hay que permanecer atento) que luchar contra la ceguera y el oscurantismo de una RTVE, politizada y cutre hasta el extremo, incapaz de gestionar un producto que no entiende, puesto que mientras sus artesonados se mantienen en un berlanguiano siglo XX, la obra de los hermanos Olivares (sin olvidar a todo el fantástico equipo que compone la dirección, producción, trabajo técnico, artístico, y si, el Community Manager) se encuadra y mueve en la vanguardia del XXI.
Así, tras campañas en Internet, recogidas de firmas, hastags y anuncios de los creadores, se llegó al punto clave para mantener la serie una temporada más: La llegada de la plataforma de pago por visión y creación de contenidos, Netflix.
Es evidente que la inversión de Netflix se va a traducir en más recursos a la hora de la grabación (para muestra la primera escena y la intro del primer capítulo de esta nueva temporada) y habrá que ver si, lejos de finalizar la serie en éste año, se alargará por más temporadas, buscando mayor retorno económico. En ese caso habrá que ver si la obra no se resiente, ni desgasta y por lo tanto si no pierde impacto y trascendencia en nuestra televisión, cultura y sociedad.


Pero aquí estamos ya disfrutando todos los Ministéricos, con el primer capítulo de la tercera temporada. Un primer capítulo esperado, porque TVE decidió posponerlo de su primera fecha de emisión anunciada ¡¡20 días!! para empezar la emisión pasadas, creo, las 22:45 de la noche. No es de recibo que una cadena de televisión, más si es pública, ponga su prime time a unas horas tan avanzadas, que hace que cualquier producto estrella acabe pasadas las 12. Desde luego, yo prevenido de esto, y aprovechando las posibilidades tecnológicas lo he visualizado a través de la plataforma de RTVE para Smart Tv, cuando he querido y cómo me ha dado la gana.
Las series, tanto nacionales como extranjeras, tienen en España el problema con las operadoras, donde estas, buscan en las series la rentabilidad que les da, en términos económicos y corto-simplistas una película. Programan dos capítulos de estreno de una serie en prime time, después de 10 minutos de publicidad, o del programa líder de la cadena, tipo "El Hormiguero" o "El intermedio". O después de dos horas de un partido de fútbol, lo que provoca que semana a semana la serie en cuestión, nunca cumpla un requisito de puntualidad y fijación en la parrilla, con lo cual se le elimina la periodicidad, por algo se llama serie, el concepto de cita semanal, que tan bien entienden los americanos y que aquí ni se sabe si existe.
Pero es que tampoco es normal que ese mismo producto estrella que tienes y arrastra una notable legión de seguidores lo vayas a estrenar al empezar el verano, justo la época del año que menos gente ve la tv en éste país. Cosas así son las que hacen pensar que RTVE no está nada interesada en este producto, que provoca copias legales o ilegales, y busca con ahínco una excusa cualquiera de las audiencias para cancelarla. Elucubrar los motivos que hay detrás para esta intención velada no es fácil, pero la cadena de hechos demuestra el poco entusiasmo con el que el ente público promociona y trabaja éste producto original y divertido, que hace pensar y hace reaccionar a la gente. Evidentemente, su intención es sustituirlo por alguna nueva absurdez que embrutezca a la plebe y de paso enriquezca algún cuñao de toda la vida.
Pero voy a centrarme en éste primer capítulo de la tercera temporada que tras más de un año esperándolo me ha dejado un fantástico sabor de boca y la necesidad de dejar unas líneas sobre él, intentando evitar spoilers y tratando de animaros a que lo disfrutéis vosotros mismos.


Las primeras secuencias viajando en el tiempo entre el momento actual y el histórico sirven para despedir a Julián. El personaje de Rodolfo Sancho, abandona la serie, tras no renovar éste su contrato con la productora. Desde luego es una baja notable, porque Julián como miembro de la patrulla nativo del tiempo presente servía como correa de transmisión de sus compañeros con la actualidad y ofrecía un punto de vista socarrón sobre estas diferencias culturales. Por contra, ya definitivamente le suple (Paccino) Pacino, el personaje de Hugo Silva, que tendremos que ver si encaja tan perfectamente y si suple las líneas argumentales que las relaciones de Julián aventuraban en el futuro de la serie.
La forma de despedir a Julián marca desde el minuto 1 la sorpresa y la estupefacción, y logra que como espectador y seguidor de la serie alcances un clímax dramático cuando todavía no han sonado los títulos de crédito. Las distintas secuencias están rodadas con maestría y originalidad y atisban desde el inicio una de las que se presume va a ser una de las constantes de esta nueva temporada: La mayor disponibilidad de recursos, financieros y técnicos, con la entrada de Netflix.
Así sin descanso, ni desahogo, ni para espectadores, ni para personajes se desenvuelve la trama de éste primer capítulo.
Y lo hace funcionando como un grandioso homenaje al cine de Hitchcock, que también forma parte entre los personajes del guión, y que constituye todo ello una oda al cine clásico y al cine de género de los años 50.
Ambientada en el Festival de San Sebastián del año 1958 las distintas secuencias del capítulo son recreaciones de algunas de las más celebres que el Maestro del Suspense nos legó en su inigualable filmografía.
Así visionando el capítulo se reconocerán escenas y mensajes, unas veces más implícitos que otras a Los Pajaros (1963), Recuerda (1945), Vértigo (1958), La Ventana Indiscreta (1954), Marnie La Ladrona (1964), o El hombre que sabía demasiado (1956) con la genial escena de los coches bajando el Monte Igueldo.
Los giros argumentales y una trama perturbadora ambientada en las tensiones de la Guerra Fría y el día a día actual del Ministerio, se entremezclan, así como también recursos narrativos como el Macguffin o generar situaciones de peligro en lugares tan insospechados como el mausoleo de un cementerio o la habitación de un hotel. Así mismo, y como parte también del episodio como homenaje, la música, el sonido, cobra especial importancia enriqueciendo así las atmósferas para trasladar al espectador a la psique del personaje, promoviendo en él, en quien ésta en su sillón, el mismo estado mental de fulgor, sorpresa o miedo.
Y no se podía haber hecho si no hubiera sido con la profesionalidad del elenco, que tanto en sus personajes principales, recurrentes o eventuales muestran un compromiso total, así como una sensación de estar pasándoselo bien mientras hacen su trabajo. En especial, y por encima de todos ellos, quien interpreta a Alfred Hitchcock.
No sé si en los premios de cine y televisión de este país existe un galardón al mejor actor (y/o actriz) “Guest Star” en una serie. Es decir, al mejor invitado de un capítulo de una serie. Sé que en los Emmy existen (Outstanding Guest Actor) y creo que en España, con la importancia que están ganando las series también deben reconocerse estos trabajos muchas veces interpretados por artesanos de las tablas de nuestro país, ya no sólo secundarios de lujo sino complementos gourmet.
Si existen tengo mi candidato y ganador ya adjudicado. Y si no existen se tienen que crear y llamarse (al menos en su acepción masculina) Premio José Ángel Égido. Y es que el Alfred Hitchcock que el magnífico actor pontevedrés compuso para éste primer capítulo de la tercera temporada de El Ministerio del Tiempo forma parte ya de la historia de la televisión de éste país. A base de talento y una mínima caracterización en el color del pelo, Égido adopta la expresión corporal del director británico, de forma brillante su rictus gestual. Modula la voz para expresarse en inglés de forma majestuosa transportándonos a aquellos icónicos Alfred Hitchcock Presenta. En definitiva, ejecuta una de las interpretaciones más brillantes y certeras de un personaje histórico, no ya sólo de esta serie, que ya tiene un nivel bien alto, (sólo basta recordar el Lope de Vega de Victor Clavijo, el García Lorca de Ángel Ruíz, el “falso” Cid de Peris Mencheta y por supuesto el maravilloso Felipe II de Carlos Hipólito en el genial cierre de la segunda temporada), sino de toda la historia de la televisión en España.
Por ir acabando y siempre tratando de dejaros el ánimo de que disfrutéis con la serie, añadir que a la magnífica producción de la serie y a un guión de suspense y cine clásico, se le añade la intromisión de nuevas tramas que aparecen muy interesantes y que habrá que ir viendo como se desenvuelven las siguientes semanas, mientras descubrimos o no, si estamos ante la última o no, temporada de El Ministerio del Tiempo.

martes, 24 de mayo de 2016

Me declaro Ministérico


Anoche TVE emitía el último capítulo de la segunda temporada de la serie El Ministerio del Tiempo. Lo hacía sin haber confirmado la posible renovación de una tercera temporada, extremo éste, en el que tampoco los creadores, guionistas o actores de la serie se mojaban. Aunque si lo hacían de manera disimulada con un hastag #SayonaraMdT para expertos puesto que ninguna referencia cultural y freak del capítulo se aproximaba al universo Terminator (suceso que en otros capítulos si ha ocurrido). Y ya conocemos la traducción del japonés de “Sayonara”.
Al mismo tiempo las redes sociales respondían al llamamiento con otro hagstag #RenovaciónMdT pidiendo que el ente público contratará una tercera temporada de la serie, cumpliendo así lo que parece la intención de los creadores de la serie en su génesis hace un año. Curiosamente ambas etiquetas se han mantenido dentro de las tendencias más seguidas de Twitter desde la hora de emisión del capítulo hasta bien avanzado el día de hoy.
Y es que en las redes sociales, y particularmente en twitter, El Ministerio del Tiempo, ha podido exhibir músculo y mantener una posición de fuerza por su supervivencia, frente a las audiencias televisivas y su modo de medir el éxito o fracaso de un espacio televisivo. Mientras estas audiencias se siguen recabando por un método notoriamente arcaico, fácilmente manipulable, twitter ha demostrado la fuerza de una legión de seguidores, los ministéricos, que hemos participado, junto al notable equipo de redes sociales de la serie, comentando y compartiendo los mejores momentos de cada capítulo, generando una comunidad que va más allá del televidente pasivo que degluta cualquier contenido que le pongan delante sin la más mínima capacidad de intervención, ni de crítica hacia los productos subversivos que le pongan delante.
Frente a este tipo de espectador, tenemos por contra un espectador, el fan del siglo XXI, que va a visualizar su serie favorita, cuando quiera, basándose en las oportunidades que las nuevas tecnologías le otorga. Un aficionado que no va a tener ningún reparo en mostrar sus conclusiones y sentimientos antes, durante y tras el visionado. Y que además es más proclive a adquirir productos oficiales de mercadotecnia. Todo ello ya tuvo su recompensa, porque para la primera temporada ante la indecisión aparente de una TVE gestionada como un cortijo particular en el siglo XVIII, la actuación y presión de los fans de la serie garantizo la supervivencia de la misma, con la renovación.
Por eso el que haya existido un producto de tan alta calidad en su concepción, originalidad en sus planteamientos. Que sea netamente español, e incluso víctima de plagios por las veneradas ficción estadounidense o británica, y que haya creado toda una legión de freaks convencidos y activos en su defensa, promoción y critica es una fantástica noticia para la tv en nuestro país, para las profesiones de la narración cinematográfica y también por supuesto, para nuestra sociedad.
Motivos para la serie hay muchos y todos ellos buenos:
  • Por sus historias. Si te gusta la Historia está es tu serie. Y si no te gusta, te acabará gustando. Y es que el Ministerio del Tiempo se define como una serie inteligente y así trata al espectador. Lo hace sin caer en el elitismo. Historia para todos, con veracidad, rigor (muy interesantes los documentos anexos a cada capítulo conocidos como “Los Archivos del Ministerio”) y también con un proceso de humanización y acercamiento del personaje y el hecho histórico a la audiencia, con sus anécdotas y quehaceres diarios. Así desde recurrentes como el Spinola de Ramón Langa o un fantástico Velázquez artista con todo lo grande de la palabra, agente del ministerio, a un Lope de Vega mujeriego y pendenciero y un Cervantes y un Cid por los que sentir empatía en sus búsquedas de inmortalidad. Todo ello creando un producto arriesgado en su propuesta pero reforzado, entre otras cosas, por una cuidada ambientación y unos guiones, que más allá de ciertas licencias de la física, resultan en su componente histórico y humano, redondos. Y es que cuando las cosas se hacen con mimo, con tiempo y sobretodo con talento, el resultado es algo a lo que estamos tan poco acostumbrados en nuestro país, que hace que nos vengamos arriba en su defensa y promoción.
  • Ciencia ficción, ¿en España?. Si. Y de la buena. Adaptando la vasta literatura del género y de la física al género (con las licencias democráticas del saber necesarias), tenemos por obra y gracia de la pluma de los hermanos Olivares un “Doctor Who” a la española y con personajes de varias épocas distintas adaptando tanto su vestuario como su sentir y expresividad a momentos históricos diversos. Todo esto genera el clima perfecto para al dramatismo de la situación poder añadir toques de humor, condicionados por la cultura popular, la más absoluta realidad política y social de la idiosincrasia española, que componen una de las características más apreciadas de la serie: Ironía y sarcasmo de buen gusto. Inteligencia también para hacer reír y fidelizar al público en base a la calidad. Y junto a ello, no falta la crítica social, a veces indisimulada, siempre de las más ferviente actualidad mostrando una empatía por parte de los guionistas y creadores y de todo el elenco, con las clases populares, su sufrimiento y esa historia de España plagada "de grandes soldados y nefastos jefes".
  • Por las interpretaciones. Siempre he sido un gran defensor de los y las interpretes españoles. Pero es que los registros en los que se mueve esta serie son de la más pura excelencia. El elenco protagonista funciona a la perfección con una gran química. Desde una suerte de personajes arquetipos, han sabido llevar al espectador a empatizar e incluso identificarse con ellos, axioma que parecía harto complicado conseguir para una serie nacional. Aura Garrido da vida a Amelia Folch, una de las primeras universitarias en nuestro país. Es inteligente, decidida y líder de la patrulla. Rodolfo Sancho es Julián un enfermero del SAMUR en Madrid que tras perder a su mujer encuentra de casualidad el Ministerio del Tiempo y en él una nueva ilusión para continuar, entre otras cosas, visitando a su amada. Es socarrón, ágil de mente y de lengua y da soluciones creativas pero plenamente funcionales. Quizás resulta el personaje menos evolucionado, quizás porque vive en su época y aún siente reciente su pérdida personal. Nacho Fresneda interpreta a Alonso de Entrerríos, un soldado de los Tercios de Flandes, leal y corajudo como pocos. El más alejado temporalmente de su época sufre con cada innovación tecnológica, referencia cultural y avance social. Es el hombre de acción del grupo, y personalmente el actor que más me gusta como desarrolla su personaje.
También interesante aunque sin salir del todo en su régistro ya encasillado, Hugo Silva, interpretando varios capítulos a Pacino, un policía del Madrid de los 80 que entra a formar parte de la plantilla en lugar de un Julián exiliado en su búsqueda de redención.
Sus superiores son Irene, interpretada por Cayetana Guillén Cuervo, a quien el papel de lesbiana, empoderada, empancipada del patriacardo, dueña de su vida y resolutiva le sienta como anillo al dedo; y Juan Gea quien interpreta a Ernesto, un clásico ya del Ministerio para quien el rigor y la seriedad llevan el camino de una vida dedicada a la rectitud del trabajo, pero a la que el avanzar de capítulos nos descubren curvas. Y por encima de ellos un soberbio Jaime Blanch, como Salvador Martí, Secretario del Ministerio, máxima autoridad del mismo y directamente vinculado con presidencia que pone en la dirección, humanidad a raudales en forma de fino humor y critica social en la exigencia a sus subordinados.
  • Por su fenómeno fan. Partiendo de mi caso particular, atraído por una idea sugerente y original (aunque no innovadora ya que los viajes en el tiempo son un subgénero dentro del género de aventuras), me encontré con una serie que no me trataba como un estúpido, sino que lo hacía con inteligencia y respeto. Los recursos como el humor, la ironía, la denuncia político-social, las múltiples referencias a la historia pero sobretodo a la cultura pop y la ingeniosa y atrevida puesta en escena de las distintas historias han atraído a personas de todas las edades y condición que se sienten, nos sentimos, integrados dentro del denominador común de los Ministéricos.
Cuando ves un capítulo del Ministerio del Tiempo, a las historias troncales que ya conoces, se le añade el desarrollo de una historia genérica del capítulo que es la misión en la historia a la que se enfrenta la patrulla protagonista. Pero si algo me ha parecido más innovador y arriesgado es sortear en cada capítulo el planteamiento de la historia, desde un género cinematográfico distinto. Así hemos tenido capítulos desarrollados a modos de Western (el del Lazarillo), bajo la intriga y el suspense, el género de Aventuras, el terror y la fantasía (La Vampira del Arrabal), el drama (el capítulo de HImmler en Montserrat con Hitler y Franco departiendo en un tren en Bayona), la comedia o incluso el vodevil amoroso (Un Napoleón genialmente interpretado por Fernando Cayo en un monasterio de Tordesillas).
Todo un riesgo y un acierto, que unido a lo anterior han compuesto un retrato de audiencia muy hetereogéneo, y como decía más arriba activo incluso en la defensa de la continuidad de la serie, tanto en este momento como al finalizar la primera temporada ante los rumores de no renovación por parte de una siempre dubitativa, acomplejada y temerosa TVE.
Así unos cuantos números para documentar tal fenómeno: Más de 70.000 seguidores en twitter. 35.000 en facebook. Miles en instagram y tumblir. Foros míticos del internauta español (meneame.net, ACB.com, elotrolado.net, etc.) con hilos temáticos sobre la serie con miles de posts al día. Blogs dedicados. Videos y gifs creados por la audiencia.
Y cuando llega la emisión estandar en televisión del capítulo de turno, el fenómeno se convierte en TT incluso mundial, con más de un 95% de comentarios positivos, haciendo también tendencia a los personajes históricos que aparecen en la trama.
Y para rematar con un número de visionados en la plataforma de RTVE en torno a los 600.000 de media por capítulo de una serie brillante.
Y el capítulo final 
Pero la más absoluta brillantez la alcanzó anoche con el capítulo final de esta segunda temporada, titulado “Cambio de tiempo”, un auténtica obra maestra para seriéfilos. Siguiendo el compromiso con la línea de creatividad que en todo momento ha tenido la serie, anoche ofrecieron un giro más, este dentro del subgénero de los viajes en el tiempo, como representan las líneas paralelas y las paradojas basándose en una interpretación de los mundos múltiplesde Everett (existen infinitos universos posibles que pueden ocurrir simultáneamente y a los que se accede a través de cambios en un punto común).
Así mientras la patrulla protagonista viajaba a la Guerra de Independencia para poner a salvo a Argüelles y con él el germen del constitucionalismo en España, en la línea del tiempo “que es, el que es”, Felipe II era informado de la derrota de la Armada Invencible, y en ese momento pretende usar el Ministerio del Tiempo para cambiar la historia, ganando la batalla. Hasta aquí el spoiler. Lo que sucede después sólo puedo animiar a que lo disfrutéis. La trama del capítulo se desarrolla como una realidad totalmente paralela, en la que los tres protagonistas de vuelta se ven en fuera de juego, pese a que sus propias intrahistorias encajen perfectamente con sueños y anhelos. La resolución volverá a ser el dilema entre el deber y el placer.
Y todo ello paladeando un guión ingenioso, estimulante y divertido; una dirección ágil y una ambientación sensacional. Y unas interpretaciones de vértigo, tanto de los protagonistas, recurrentes, como de los invitados, con un Carlos Hipólito en el papel de Felipe II, soberbio.

Lo único seguro es que el Ministerio del Tiempo va a pasar a la posteridad primero como un hito en cuanto a la generación del fenómeno freak en España, con lo que conlleva hoy en día en cuanto a participación, critica y feedback entre creadores y espectadores. Pero en parte por ello mismo, y por la propia idiosincrasia del producto creado, tal y como he venido explicando durante esta entrada, también será una obra de culto. Un auténtico rubicón en cuanto a la ficción televisiva en nuestro país.


Por todo esto y más, y sobretodo por lo que pueden descubrir y redescubrir, les invito a que vean y se pongan al día con el Ministerio del Tiempo. Al final harán como yo, campaña para la renovación de la serie por una temporada más con las cuotas de libertad creativa y expositiva que hasta el momento han tenido creadores, guionistas y directores. #RenovaciónMdT.


Camareros: Necesarios, degradados y precarios. Una experiencia personal

Ahora que ya está aquí el veranito con su calor plomizo, pegajoso y hasta criminal, se llenan las terracitas para tomar unas...