Anoche
TVE emitía el último capítulo de la segunda temporada de la serie
El Ministerio del Tiempo. Lo hacía sin haber confirmado la
posible renovación de una tercera temporada, extremo éste, en el
que tampoco los creadores, guionistas o actores de la serie se
mojaban. Aunque si lo hacían de manera disimulada con un hastag
#SayonaraMdT para expertos puesto que ninguna referencia
cultural y freak del capítulo se aproximaba al universo Terminator
(suceso que en otros capítulos si ha ocurrido). Y ya conocemos la traducción del japonés de
“Sayonara”.
Al
mismo tiempo las redes sociales respondían al llamamiento con otro
hagstag #RenovaciónMdT pidiendo que el ente público
contratará una tercera temporada de la serie, cumpliendo así lo que
parece la intención de los creadores de la serie en su génesis hace
un año. Curiosamente ambas etiquetas se han mantenido dentro de las
tendencias más seguidas de Twitter desde la hora de emisión del
capítulo hasta bien avanzado el día de hoy.
Y
es que en las redes sociales, y particularmente en twitter, El
Ministerio del Tiempo, ha podido exhibir músculo y mantener una
posición de fuerza por su supervivencia, frente a las audiencias
televisivas y su modo de medir el éxito o fracaso de un espacio
televisivo. Mientras estas audiencias se siguen recabando por un
método notoriamente arcaico, fácilmente manipulable, twitter ha
demostrado la fuerza de una legión de seguidores, los
ministéricos, que hemos participado, junto al notable equipo
de redes sociales de la serie, comentando y compartiendo los mejores
momentos de cada capítulo, generando una comunidad que va más allá
del televidente pasivo que degluta cualquier contenido que le pongan
delante sin la más mínima capacidad de intervención, ni de crítica
hacia los productos subversivos que le pongan delante.
Frente
a este tipo de espectador, tenemos por contra un espectador, el fan del siglo XXI,
que va a visualizar su serie favorita, cuando quiera, basándose en
las oportunidades que las nuevas tecnologías le otorga. Un
aficionado que no va a tener ningún reparo en mostrar sus
conclusiones y sentimientos antes, durante y tras el visionado. Y que
además es más proclive a adquirir productos oficiales de
mercadotecnia. Todo ello ya tuvo su recompensa, porque para la
primera temporada ante la indecisión aparente de una TVE gestionada
como un cortijo particular en el siglo XVIII, la actuación y presión
de los fans de la serie garantizo la supervivencia de la misma, con
la renovación.
Por
eso el que haya existido un producto de tan alta calidad en su
concepción, originalidad en sus planteamientos. Que sea netamente
español, e incluso víctima de plagios por las veneradas ficción
estadounidense o británica, y que haya creado toda una legión de
freaks convencidos y activos en su defensa, promoción y
critica es una fantástica noticia para la tv en nuestro país, para
las profesiones de la narración cinematográfica y también por
supuesto, para nuestra sociedad.
Motivos
para la serie hay muchos y todos ellos buenos:
- Por sus historias. Si te gusta la Historia está es tu serie. Y si no te gusta, te acabará gustando. Y es que el Ministerio del Tiempo se define como una serie inteligente y así trata al espectador. Lo hace sin caer en el elitismo. Historia para todos, con veracidad, rigor (muy interesantes los documentos anexos a cada capítulo conocidos como “Los Archivos del Ministerio”) y también con un proceso de humanización y acercamiento del personaje y el hecho histórico a la audiencia, con sus anécdotas y quehaceres diarios. Así desde recurrentes como el Spinola de Ramón Langa o un fantástico Velázquez artista con todo lo grande de la palabra, agente del ministerio, a un Lope de Vega mujeriego y pendenciero y un Cervantes y un Cid por los que sentir empatía en sus búsquedas de inmortalidad. Todo ello creando un producto arriesgado en su propuesta pero reforzado, entre otras cosas, por una cuidada ambientación y unos guiones, que más allá de ciertas licencias de la física, resultan en su componente histórico y humano, redondos. Y es que cuando las cosas se hacen con mimo, con tiempo y sobretodo con talento, el resultado es algo a lo que estamos tan poco acostumbrados en nuestro país, que hace que nos vengamos arriba en su defensa y promoción.
- Ciencia ficción, ¿en España?. Si. Y de la buena. Adaptando la vasta literatura del género y de la física al género (con las licencias democráticas del saber necesarias), tenemos por obra y gracia de la pluma de los hermanos Olivares un “Doctor Who” a la española y con personajes de varias épocas distintas adaptando tanto su vestuario como su sentir y expresividad a momentos históricos diversos. Todo esto genera el clima perfecto para al dramatismo de la situación poder añadir toques de humor, condicionados por la cultura popular, la más absoluta realidad política y social de la idiosincrasia española, que componen una de las características más apreciadas de la serie: Ironía y sarcasmo de buen gusto. Inteligencia también para hacer reír y fidelizar al público en base a la calidad. Y junto a ello, no falta la crítica social, a veces indisimulada, siempre de las más ferviente actualidad mostrando una empatía por parte de los guionistas y creadores y de todo el elenco, con las clases populares, su sufrimiento y esa historia de España plagada "de grandes soldados y nefastos jefes".
- Por las interpretaciones. Siempre he sido un gran defensor de los y las interpretes españoles. Pero es que los registros en los que se mueve esta serie son de la más pura excelencia. El elenco protagonista funciona a la perfección con una gran química. Desde una suerte de personajes arquetipos, han sabido llevar al espectador a empatizar e incluso identificarse con ellos, axioma que parecía harto complicado conseguir para una serie nacional. Aura Garrido da vida a Amelia Folch, una de las primeras universitarias en nuestro país. Es inteligente, decidida y líder de la patrulla. Rodolfo Sancho es Julián un enfermero del SAMUR en Madrid que tras perder a su mujer encuentra de casualidad el Ministerio del Tiempo y en él una nueva ilusión para continuar, entre otras cosas, visitando a su amada. Es socarrón, ágil de mente y de lengua y da soluciones creativas pero plenamente funcionales. Quizás resulta el personaje menos evolucionado, quizás porque vive en su época y aún siente reciente su pérdida personal. Nacho Fresneda interpreta a Alonso de Entrerríos, un soldado de los Tercios de Flandes, leal y corajudo como pocos. El más alejado temporalmente de su época sufre con cada innovación tecnológica, referencia cultural y avance social. Es el hombre de acción del grupo, y personalmente el actor que más me gusta como desarrolla su personaje.
También
interesante aunque sin salir del todo en su régistro ya encasillado,
Hugo Silva, interpretando varios capítulos a Pacino,
un policía del Madrid de los 80 que entra a formar parte de la
plantilla en lugar de un Julián exiliado en su búsqueda de
redención.
Sus
superiores son Irene, interpretada por Cayetana Guillén Cuervo, a
quien el papel de lesbiana, empoderada, empancipada del patriacardo,
dueña de su vida y resolutiva le sienta como anillo al dedo; y Juan
Gea quien interpreta a Ernesto, un clásico ya del Ministerio para
quien el rigor y la seriedad llevan el camino de una vida dedicada a
la rectitud del trabajo, pero a la que el avanzar de capítulos nos
descubren curvas. Y por encima de ellos un soberbio Jaime Blanch,
como Salvador Martí, Secretario del Ministerio, máxima autoridad del mismo y directamente vinculado con
presidencia que pone en la dirección, humanidad a raudales en forma
de fino humor y critica social en la exigencia a sus subordinados.
- Por su fenómeno fan. Partiendo de mi caso particular, atraído por una idea sugerente y original (aunque no innovadora ya que los viajes en el tiempo son un subgénero dentro del género de aventuras), me encontré con una serie que no me trataba como un estúpido, sino que lo hacía con inteligencia y respeto. Los recursos como el humor, la ironía, la denuncia político-social, las múltiples referencias a la historia pero sobretodo a la cultura pop y la ingeniosa y atrevida puesta en escena de las distintas historias han atraído a personas de todas las edades y condición que se sienten, nos sentimos, integrados dentro del denominador común de los Ministéricos.
Cuando
ves un capítulo del Ministerio del Tiempo, a las historias troncales
que ya conoces, se le añade el desarrollo de una historia genérica
del capítulo que es la misión en la historia a la que se enfrenta
la patrulla protagonista. Pero si algo me ha parecido más innovador
y arriesgado es sortear en cada capítulo el planteamiento de la
historia, desde un género cinematográfico distinto. Así hemos
tenido capítulos desarrollados a modos de Western (el del
Lazarillo), bajo la intriga y el suspense, el género de Aventuras,
el terror y la fantasía (La Vampira del Arrabal), el drama (el capítulo de HImmler en Montserrat con Hitler y Franco departiendo en un tren en Bayona), la
comedia o incluso el vodevil amoroso (Un Napoleón genialmente interpretado por Fernando Cayo en un monasterio de Tordesillas).
Todo
un riesgo y un acierto, que unido a lo anterior han compuesto un
retrato de audiencia muy hetereogéneo, y como decía más arriba
activo incluso en la defensa de la continuidad de la serie, tanto en
este momento como al finalizar la primera temporada ante los rumores
de no renovación por parte de una siempre dubitativa, acomplejada y temerosa TVE.
Así
unos cuantos números para documentar tal fenómeno: Más de 70.000
seguidores en twitter. 35.000 en facebook. Miles en instagram y
tumblir. Foros míticos del internauta español (meneame.net, ACB.com, elotrolado.net, etc.) con hilos temáticos
sobre la serie con miles de posts al día. Blogs dedicados. Videos y
gifs creados por la audiencia.
Y
cuando llega la emisión estandar en televisión del capítulo de
turno, el fenómeno se convierte en TT incluso mundial, con más de
un 95% de comentarios positivos, haciendo también tendencia a los
personajes históricos que aparecen en la trama.
Y
para rematar con un número de visionados en la plataforma de RTVE en
torno a los 600.000 de media por capítulo de una serie brillante.
Y el capítulo final
Pero
la más absoluta brillantez la alcanzó anoche con el capítulo final
de esta segunda temporada, titulado “Cambio de tiempo”, un
auténtica obra maestra para seriéfilos. Siguiendo el compromiso con
la línea de creatividad que en todo momento ha tenido la serie,
anoche ofrecieron un giro más, este dentro del subgénero de los
viajes en el tiempo, como representan las líneas paralelas y las
paradojas basándose en una interpretación de los mundos múltiplesde Everett (existen infinitos universos posibles que pueden ocurrir
simultáneamente y a los que se accede a través de cambios en un
punto común).
Así
mientras la patrulla protagonista viajaba a la Guerra de
Independencia para poner a salvo a Argüelles y con él el germen del
constitucionalismo en España, en la línea del tiempo “que es,
el que es”, Felipe II era informado de la derrota de la Armada
Invencible, y en ese momento pretende usar el Ministerio del Tiempo
para cambiar la historia, ganando la batalla. Hasta aquí el spoiler.
Lo que sucede después sólo puedo animiar a que lo disfrutéis. La
trama del capítulo se desarrolla como una realidad totalmente
paralela, en la que los tres protagonistas de vuelta se ven en fuera
de juego, pese a que sus propias intrahistorias encajen perfectamente
con sueños y anhelos. La resolución volverá a ser el dilema entre
el deber y el placer.
Y
todo ello paladeando un guión ingenioso, estimulante y divertido;
una dirección ágil y una ambientación sensacional. Y unas
interpretaciones de vértigo, tanto de los protagonistas,
recurrentes, como de los invitados, con un Carlos Hipólito en el
papel de Felipe II, soberbio.
Lo
único seguro es que el Ministerio del Tiempo va a pasar a la
posteridad primero como un hito en cuanto a la generación del
fenómeno freak en España, con lo que conlleva hoy en día en cuanto
a participación, critica y feedback entre creadores y espectadores.
Pero en parte por ello mismo, y por la propia idiosincrasia del
producto creado, tal y como he venido explicando durante esta entrada, también será una obra de culto. Un auténtico
rubicón en cuanto a la ficción televisiva en nuestro país.
Por
todo esto y más, y sobretodo por lo que pueden descubrir y
redescubrir, les invito a que vean y se pongan al día con el
Ministerio del Tiempo. Al final harán como yo, campaña para la
renovación de la serie por una temporada más con las cuotas de
libertad creativa y expositiva que hasta el momento han tenido
creadores, guionistas y directores. #RenovaciónMdT.
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