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domingo, 4 de junio de 2017

El Ministerio del Tiempo. Regalo para espectadores inteligentes

Alfred Hitchcock (José Ángel Égido) en El Ministerio del Tiempo

Casi un año ha habido que esperar entre el final de la segunda temporada y el comienzo de la tercera de El Ministerio del Tiempo.
Todo éste período de tiempo tuvo de espera y distintos grados de ilusión y desilusión, pues no todo se debió a dificultades técnicas o de agenda que justificarán la demora.
Primero hubo (y todavía hay que permanecer atento) que luchar contra la ceguera y el oscurantismo de una RTVE, politizada y cutre hasta el extremo, incapaz de gestionar un producto que no entiende, puesto que mientras sus artesonados se mantienen en un berlanguiano siglo XX, la obra de los hermanos Olivares (sin olvidar a todo el fantástico equipo que compone la dirección, producción, trabajo técnico, artístico, y si, el Community Manager) se encuadra y mueve en la vanguardia del XXI.
Así, tras campañas en Internet, recogidas de firmas, hastags y anuncios de los creadores, se llegó al punto clave para mantener la serie una temporada más: La llegada de la plataforma de pago por visión y creación de contenidos, Netflix.
Es evidente que la inversión de Netflix se va a traducir en más recursos a la hora de la grabación (para muestra la primera escena y la intro del primer capítulo de esta nueva temporada) y habrá que ver si, lejos de finalizar la serie en éste año, se alargará por más temporadas, buscando mayor retorno económico. En ese caso habrá que ver si la obra no se resiente, ni desgasta y por lo tanto si no pierde impacto y trascendencia en nuestra televisión, cultura y sociedad.


Pero aquí estamos ya disfrutando todos los Ministéricos, con el primer capítulo de la tercera temporada. Un primer capítulo esperado, porque TVE decidió posponerlo de su primera fecha de emisión anunciada ¡¡20 días!! para empezar la emisión pasadas, creo, las 22:45 de la noche. No es de recibo que una cadena de televisión, más si es pública, ponga su prime time a unas horas tan avanzadas, que hace que cualquier producto estrella acabe pasadas las 12. Desde luego, yo prevenido de esto, y aprovechando las posibilidades tecnológicas lo he visualizado a través de la plataforma de RTVE para Smart Tv, cuando he querido y cómo me ha dado la gana.
Las series, tanto nacionales como extranjeras, tienen en España el problema con las operadoras, donde estas, buscan en las series la rentabilidad que les da, en términos económicos y corto-simplistas una película. Programan dos capítulos de estreno de una serie en prime time, después de 10 minutos de publicidad, o del programa líder de la cadena, tipo "El Hormiguero" o "El intermedio". O después de dos horas de un partido de fútbol, lo que provoca que semana a semana la serie en cuestión, nunca cumpla un requisito de puntualidad y fijación en la parrilla, con lo cual se le elimina la periodicidad, por algo se llama serie, el concepto de cita semanal, que tan bien entienden los americanos y que aquí ni se sabe si existe.
Pero es que tampoco es normal que ese mismo producto estrella que tienes y arrastra una notable legión de seguidores lo vayas a estrenar al empezar el verano, justo la época del año que menos gente ve la tv en éste país. Cosas así son las que hacen pensar que RTVE no está nada interesada en este producto, que provoca copias legales o ilegales, y busca con ahínco una excusa cualquiera de las audiencias para cancelarla. Elucubrar los motivos que hay detrás para esta intención velada no es fácil, pero la cadena de hechos demuestra el poco entusiasmo con el que el ente público promociona y trabaja éste producto original y divertido, que hace pensar y hace reaccionar a la gente. Evidentemente, su intención es sustituirlo por alguna nueva absurdez que embrutezca a la plebe y de paso enriquezca algún cuñao de toda la vida.
Pero voy a centrarme en éste primer capítulo de la tercera temporada que tras más de un año esperándolo me ha dejado un fantástico sabor de boca y la necesidad de dejar unas líneas sobre él, intentando evitar spoilers y tratando de animaros a que lo disfrutéis vosotros mismos.


Las primeras secuencias viajando en el tiempo entre el momento actual y el histórico sirven para despedir a Julián. El personaje de Rodolfo Sancho, abandona la serie, tras no renovar éste su contrato con la productora. Desde luego es una baja notable, porque Julián como miembro de la patrulla nativo del tiempo presente servía como correa de transmisión de sus compañeros con la actualidad y ofrecía un punto de vista socarrón sobre estas diferencias culturales. Por contra, ya definitivamente le suple (Paccino) Pacino, el personaje de Hugo Silva, que tendremos que ver si encaja tan perfectamente y si suple las líneas argumentales que las relaciones de Julián aventuraban en el futuro de la serie.
La forma de despedir a Julián marca desde el minuto 1 la sorpresa y la estupefacción, y logra que como espectador y seguidor de la serie alcances un clímax dramático cuando todavía no han sonado los títulos de crédito. Las distintas secuencias están rodadas con maestría y originalidad y atisban desde el inicio una de las que se presume va a ser una de las constantes de esta nueva temporada: La mayor disponibilidad de recursos, financieros y técnicos, con la entrada de Netflix.
Así sin descanso, ni desahogo, ni para espectadores, ni para personajes se desenvuelve la trama de éste primer capítulo.
Y lo hace funcionando como un grandioso homenaje al cine de Hitchcock, que también forma parte entre los personajes del guión, y que constituye todo ello una oda al cine clásico y al cine de género de los años 50.
Ambientada en el Festival de San Sebastián del año 1958 las distintas secuencias del capítulo son recreaciones de algunas de las más celebres que el Maestro del Suspense nos legó en su inigualable filmografía.
Así visionando el capítulo se reconocerán escenas y mensajes, unas veces más implícitos que otras a Los Pajaros (1963), Recuerda (1945), Vértigo (1958), La Ventana Indiscreta (1954), Marnie La Ladrona (1964), o El hombre que sabía demasiado (1956) con la genial escena de los coches bajando el Monte Igueldo.
Los giros argumentales y una trama perturbadora ambientada en las tensiones de la Guerra Fría y el día a día actual del Ministerio, se entremezclan, así como también recursos narrativos como el Macguffin o generar situaciones de peligro en lugares tan insospechados como el mausoleo de un cementerio o la habitación de un hotel. Así mismo, y como parte también del episodio como homenaje, la música, el sonido, cobra especial importancia enriqueciendo así las atmósferas para trasladar al espectador a la psique del personaje, promoviendo en él, en quien ésta en su sillón, el mismo estado mental de fulgor, sorpresa o miedo.
Y no se podía haber hecho si no hubiera sido con la profesionalidad del elenco, que tanto en sus personajes principales, recurrentes o eventuales muestran un compromiso total, así como una sensación de estar pasándoselo bien mientras hacen su trabajo. En especial, y por encima de todos ellos, quien interpreta a Alfred Hitchcock.
No sé si en los premios de cine y televisión de este país existe un galardón al mejor actor (y/o actriz) “Guest Star” en una serie. Es decir, al mejor invitado de un capítulo de una serie. Sé que en los Emmy existen (Outstanding Guest Actor) y creo que en España, con la importancia que están ganando las series también deben reconocerse estos trabajos muchas veces interpretados por artesanos de las tablas de nuestro país, ya no sólo secundarios de lujo sino complementos gourmet.
Si existen tengo mi candidato y ganador ya adjudicado. Y si no existen se tienen que crear y llamarse (al menos en su acepción masculina) Premio José Ángel Égido. Y es que el Alfred Hitchcock que el magnífico actor pontevedrés compuso para éste primer capítulo de la tercera temporada de El Ministerio del Tiempo forma parte ya de la historia de la televisión de éste país. A base de talento y una mínima caracterización en el color del pelo, Égido adopta la expresión corporal del director británico, de forma brillante su rictus gestual. Modula la voz para expresarse en inglés de forma majestuosa transportándonos a aquellos icónicos Alfred Hitchcock Presenta. En definitiva, ejecuta una de las interpretaciones más brillantes y certeras de un personaje histórico, no ya sólo de esta serie, que ya tiene un nivel bien alto, (sólo basta recordar el Lope de Vega de Victor Clavijo, el García Lorca de Ángel Ruíz, el “falso” Cid de Peris Mencheta y por supuesto el maravilloso Felipe II de Carlos Hipólito en el genial cierre de la segunda temporada), sino de toda la historia de la televisión en España.
Por ir acabando y siempre tratando de dejaros el ánimo de que disfrutéis con la serie, añadir que a la magnífica producción de la serie y a un guión de suspense y cine clásico, se le añade la intromisión de nuevas tramas que aparecen muy interesantes y que habrá que ir viendo como se desenvuelven las siguientes semanas, mientras descubrimos o no, si estamos ante la última o no, temporada de El Ministerio del Tiempo.

miércoles, 6 de mayo de 2009

Gracias al Barça


Un declarado hedonista y (digamos que anti-madridista, anti-chorra, anti-bodrío, etc.) no pudo menos que disfrutar en la tarde del sábado del rotundo baile al que el FC Barcelona, sometió al Madrid. Cuán Rafa Nadal, los culés doblegaron a base de toque y estilo el imperturbable alma blanca, que tras una innegable y admirable consistencia y fé, no escondía más atributos futbolísticos que la solidez de Casillas, la racha de Higuaín y el nefasto estado de la liga española. Habían pasado 2 meses del "chorreo" del Liverpool a los blancos, y la ilusión de los madridistas había vuelto a crecer, con un fútbol parco en talento, aburrido y soso, imagen de unos jugadores y un proyecto nefasto pero agarrado a la suerte. Ese ánimo en la remontada liguera había obtenido un impulso por lo que los periódicos deportivos editados en Madrid habían intentado que el pueblo no viera, u obviara.

Estos contaban que el fútbol de calidad del Barça ya no llegaba, qué el coraje del Madrid es muy grande o qué estaban "cagaditos" en las Ramblas ante el empuje del Madrid. Pero el sábado era el día de hablar o de callar.

Un brindis al fútbol . El del Barça, claro, que desplegó en Chamartín, imponente museo futbolístico donde tantos tiritan, todos sus violines. El fútbol convertido en puro arte, inolvidable, pura orfebrería. No sólo fue la certificación del angelical método azulgrana. Del Barça, que se obliga a sí mismo en el juego y en el resultado, no se esperaba un simple triunfo, sino que sellara su estilo ante un duelo de máxima exigencia. Y la respuesta barcelonista fue intachable. No se confundió con el imprevisto gol inicial de Higuaín, reaccionó con su guión de todo el curso, ese aire poético que le distingue, y no sólo retorció el marcador, sino que subrayó la evangelización que merece Casillas y rebajó de tal forma al Madrid que el impetuoso aspirante quedó reducido a un rutinario telonero.

Frente al fútbol de sacamuelas y de tono épico de los madridistas, el Barça resultó sinfónico. Se puso de etiqueta, bailó en Chamartín y laminó el safari madridista de los últimos 17 partidos. Uno y otro expusieron su versión más real. El equipo de Guardiola, el más operístico de la temporada, debía mostrar su carácter competitivo ante una situación casi extrema. Del Madrid, que a toque de tambor ha mantenido la Liga en vilo con un espíritu conmovedor, se esperaba un arrebato definitivo. No hubo debate: el Barça fue mejor en todo, en lo fino, en lo grueso. El Madrid no tuvo respuesta, no le llegó el sudor que le había hecho soñar con el título. El Barça le resultó de otro planeta; le condujo a lo que nunca se presumía del Madrid: la rendición. El grupo barcelonista le dió argumentos para ello.

Si hubo más emoción de la cuenta fue por la divinidad de Casillas la única coartada del madridismo. Enfrente, Xavi, padre junto a Guardiola de la admirable y productiva ingeniería genética azulgrana, manejó el encuentro con su toque homérico. A cada azote del Madrid, que hizo pagar las únicas debilidades barcelonistas -la poca chicha de Abidal y el peaje de Puyol, demasiado disperso en el eje defensivo-, respondió Xavi, jugador con más jerarquía que focos. Xavi, en plenitud, es un homenaje al fútbol. A todos los sistemas: el que premia al alquimista que advierte el pase que nadie ve o el pícaro que con cuerpo de ratón es capaz, por su apego a la pelota, de rescatarla ante espartanos como Lass. Como intérprete activó a Puyol en el 1-2; como amante del balón, citó a Messi con Casillas en el 1-3 tras birlarle el sustento al segundo Diarrà; animó a Henry en el 2-4, e hizo otro guiño a Messi en el 2-5. Desde Cruyff en 1974 -guionista de otra inolvidable noche del Barça en el Bernabéu con aquel 0-5- no ha habido un solista azulgrana semejante en el Bernabéu. Al Barça le bastó con Xavi y un novel camino de la posteridad: Piqué, la mejor noticia para el fútbol español en lo que va de temporada. Sobrio, concentrado, adulto, con recursos para el quite y la salida, y hasta con gol. Con Xavi al compás y la extraordinaria solemnidad de Piqué, Messi puso la puntilla a ese Madrid babélico tuneado por Juande en los últimos meses. Salvo frente al Liverpool y el Barça, la clase alta del fútbol europeo. El conjunto azulgrana es de otro planeta. Por mucho que se rebobine no hay rastro de un equipo que haya jugado tantos buenos partidos en una misma temporada, y sin descartar ningún reto. Filias y fobias aparte, este Barça es un lujo para el fútbol. Miren si no: con 2-5, cualquiera estaría de rondito a la espera del telón. Este Barça, no. Con 2-5, Piqué llegó al gol en el 2-6. El cuadro azulgrana ni siquiera precisó de la mejor versión de Eto'o o Iniesta. El primero, alejado a una orilla para que Messi retratara a los centrales blancos, hizo de extremo postizo. Lo mismo dio. El Madrid no pudo ser ni un picanarices. Fue un títere a los pies de un equipo de trazo celestial. No hubo madridista que ganara su duelo: sin pistas de Raúl, Ramos se quedó en tanga ante Henry, Gago y Lass debieron sacar a hombros a Xavi; Marcelo fue el que acabó teniendo el miedo escénico... Así, uno tras otro. Jamás en la historia hubo recital azulgrana similar en el Bernabéu; ni en el Camp Nou.

Habrá un antes y un después de semejante gala. Habrá un antes y un después de Pep Guardiola, guardián de un santoral que recibió de Johan Cruyff y al que aquel chiquillo de Santpedor hoy ha engrandecido. Pep, muy por encima de ese estreñimiento dialéctico que a veces prevalece en el fútbol, ha desmentido a esos paniaguados que le esperaban con el garrote, incapaces de perdonar su verbo ponderado, su mesura y discreción. Hasta el punto de liderar la segunda mayor goleada encajada por el Madrid en su feudo: la primera correspondió al Athletic, protagonista de un 0-6 en 1931.

Guardiola ganó el choque y por ende la liga, colocando a Messi a medio camino entre Lass y los dos centrales blancos, lentos añejos y sin capacidad disuasoria. Eto'o quedo aislado en banda contra Heinze, al que siempre mareo, más preocupado el argentino de las patadas que tenía guardadas para Messi, y que con una decisión táctica tenía que tragarse. Para el otro flanco quedo el duelo Henry vs. Ramos, en el que el francés desnudo al sevillano enseñando todas sus carencias defensivas y de concentración. El galo le dió un sonoro repaso al aficionado a la tauromaquia y novia de la de sin tetas, que en carrera sin balon, en dribling o rompiendo el fuera de juego se encontraba ya sin rivales frente a "San iker". Tanto Messi y Xavi vieron el filon y comenzaron a forzar la situación en banda, asociándose con el francés e Iniesta que también ayudaba a un frágil Abidal en su lucha con Robben. Al holandés le duró la gasolina 20 minutos y ahí acabo la única vía que tuvo el Madrid para hacerle daño al Barça. Durante todo el choque el medio campo blaugrana, un rombo (Toure-Xavi-Iniesta-Messi) de 30 metros hizo naufragar al rival que en pocas ocasiones llegaba al área de Valdés. Sin embargo, cada vez que el barça llegaba a 40 metros de la portería blanca con el balón controlado, se intuía el peligro, cundía el pánico y caían los defensores blancos ante la genialidad blaugrana. Juande sin ideas naufragó y sólo acerto quitando y reprochando a Sergio Ramos. Un gran Guardiola se había coronado en "su casa" y lo había hecho con respeto, innovación y talento.

Con Pep al frente, el Barça despejó cualquier discusión, ya sea de números o letras. Los puntos y los goles distinguen a este Barça; los adjetivos, pese a los reticentes habituales, inundan sus crónicas. Llegado el día clave, el Madrid, sometido de principio a fin, cayó en la orilla. Su esmerado intento de remontada quedo en papel mojado ante la clase, proyecto y sentido blaugrana, algo que no es sólo de este equipo, plantilla o generación. Va más allá... La diferencia entre el Madrid y el Barça radica en el ADN. Mientras los del Bernabeú crean proyectos a golpe de talonario y campaña electoral, que ni siquiera llegan a los 4 años de legislatura, en el Camp Nou, se construyen primero personas, luego jugadores y ya de por sí, sin esfuerzo equipos. Incluso se busca algo similar en los fichajes que hacen fuera, tratando de encontrar lo que necesitan y más parecido ejercicio de profesionalidad a la indiosincraica del club. El talento, el seni y el sentimiento blaugrana e incluso catalán se impregnan en los jóvenes de La Masía, como algo propio, y es esa naturaleza la que aporta el club en todos sus estamentos, siendo ya eterna.

Sin embargo, en el Madrid, se suceden los presidentes a velocidad de la luz, más rápido con los entrenadores, y salvo auténticos estandartes del madridismo, los jugadores son de quita y pon. No hay proyecto, y venga quien venga, no lo habrá. Se ficharán galácticos y jugadores de medio pelo, pero no hay trabajo, como tampoco hay ese sentimiento. El Atleti está igual con la diferencia de que el club del Calderón, "no pertenece" a sus socios.

Otro cantar es el nivel de la liga, tremendamente adulterado, donde sólo los clubes sociales, consiguen maximizar sus beneficios y por ende sus resultados deportivos, quedando una competición más que adulterada y desigualada. El resultado global, es un fiasco futbolístico y estilístico ante la Premier League, y un sopor en el 90% de los partidos en los que el Barça no juega.

Por lo tanto, ánimo Barça; el triplete, es el justo premio, al trabajo, talento, compromiso e idea futbolística llega de pasión y espectáculo.


Camareros: Necesarios, degradados y precarios. Una experiencia personal

Ahora que ya está aquí el veranito con su calor plomizo, pegajoso y hasta criminal, se llenan las terracitas para tomar unas...