miércoles, 6 de mayo de 2009

Gracias al Barça


Un declarado hedonista y (digamos que anti-madridista, anti-chorra, anti-bodrío, etc.) no pudo menos que disfrutar en la tarde del sábado del rotundo baile al que el FC Barcelona, sometió al Madrid. Cuán Rafa Nadal, los culés doblegaron a base de toque y estilo el imperturbable alma blanca, que tras una innegable y admirable consistencia y fé, no escondía más atributos futbolísticos que la solidez de Casillas, la racha de Higuaín y el nefasto estado de la liga española. Habían pasado 2 meses del "chorreo" del Liverpool a los blancos, y la ilusión de los madridistas había vuelto a crecer, con un fútbol parco en talento, aburrido y soso, imagen de unos jugadores y un proyecto nefasto pero agarrado a la suerte. Ese ánimo en la remontada liguera había obtenido un impulso por lo que los periódicos deportivos editados en Madrid habían intentado que el pueblo no viera, u obviara.

Estos contaban que el fútbol de calidad del Barça ya no llegaba, qué el coraje del Madrid es muy grande o qué estaban "cagaditos" en las Ramblas ante el empuje del Madrid. Pero el sábado era el día de hablar o de callar.

Un brindis al fútbol . El del Barça, claro, que desplegó en Chamartín, imponente museo futbolístico donde tantos tiritan, todos sus violines. El fútbol convertido en puro arte, inolvidable, pura orfebrería. No sólo fue la certificación del angelical método azulgrana. Del Barça, que se obliga a sí mismo en el juego y en el resultado, no se esperaba un simple triunfo, sino que sellara su estilo ante un duelo de máxima exigencia. Y la respuesta barcelonista fue intachable. No se confundió con el imprevisto gol inicial de Higuaín, reaccionó con su guión de todo el curso, ese aire poético que le distingue, y no sólo retorció el marcador, sino que subrayó la evangelización que merece Casillas y rebajó de tal forma al Madrid que el impetuoso aspirante quedó reducido a un rutinario telonero.

Frente al fútbol de sacamuelas y de tono épico de los madridistas, el Barça resultó sinfónico. Se puso de etiqueta, bailó en Chamartín y laminó el safari madridista de los últimos 17 partidos. Uno y otro expusieron su versión más real. El equipo de Guardiola, el más operístico de la temporada, debía mostrar su carácter competitivo ante una situación casi extrema. Del Madrid, que a toque de tambor ha mantenido la Liga en vilo con un espíritu conmovedor, se esperaba un arrebato definitivo. No hubo debate: el Barça fue mejor en todo, en lo fino, en lo grueso. El Madrid no tuvo respuesta, no le llegó el sudor que le había hecho soñar con el título. El Barça le resultó de otro planeta; le condujo a lo que nunca se presumía del Madrid: la rendición. El grupo barcelonista le dió argumentos para ello.

Si hubo más emoción de la cuenta fue por la divinidad de Casillas la única coartada del madridismo. Enfrente, Xavi, padre junto a Guardiola de la admirable y productiva ingeniería genética azulgrana, manejó el encuentro con su toque homérico. A cada azote del Madrid, que hizo pagar las únicas debilidades barcelonistas -la poca chicha de Abidal y el peaje de Puyol, demasiado disperso en el eje defensivo-, respondió Xavi, jugador con más jerarquía que focos. Xavi, en plenitud, es un homenaje al fútbol. A todos los sistemas: el que premia al alquimista que advierte el pase que nadie ve o el pícaro que con cuerpo de ratón es capaz, por su apego a la pelota, de rescatarla ante espartanos como Lass. Como intérprete activó a Puyol en el 1-2; como amante del balón, citó a Messi con Casillas en el 1-3 tras birlarle el sustento al segundo Diarrà; animó a Henry en el 2-4, e hizo otro guiño a Messi en el 2-5. Desde Cruyff en 1974 -guionista de otra inolvidable noche del Barça en el Bernabéu con aquel 0-5- no ha habido un solista azulgrana semejante en el Bernabéu. Al Barça le bastó con Xavi y un novel camino de la posteridad: Piqué, la mejor noticia para el fútbol español en lo que va de temporada. Sobrio, concentrado, adulto, con recursos para el quite y la salida, y hasta con gol. Con Xavi al compás y la extraordinaria solemnidad de Piqué, Messi puso la puntilla a ese Madrid babélico tuneado por Juande en los últimos meses. Salvo frente al Liverpool y el Barça, la clase alta del fútbol europeo. El conjunto azulgrana es de otro planeta. Por mucho que se rebobine no hay rastro de un equipo que haya jugado tantos buenos partidos en una misma temporada, y sin descartar ningún reto. Filias y fobias aparte, este Barça es un lujo para el fútbol. Miren si no: con 2-5, cualquiera estaría de rondito a la espera del telón. Este Barça, no. Con 2-5, Piqué llegó al gol en el 2-6. El cuadro azulgrana ni siquiera precisó de la mejor versión de Eto'o o Iniesta. El primero, alejado a una orilla para que Messi retratara a los centrales blancos, hizo de extremo postizo. Lo mismo dio. El Madrid no pudo ser ni un picanarices. Fue un títere a los pies de un equipo de trazo celestial. No hubo madridista que ganara su duelo: sin pistas de Raúl, Ramos se quedó en tanga ante Henry, Gago y Lass debieron sacar a hombros a Xavi; Marcelo fue el que acabó teniendo el miedo escénico... Así, uno tras otro. Jamás en la historia hubo recital azulgrana similar en el Bernabéu; ni en el Camp Nou.

Habrá un antes y un después de semejante gala. Habrá un antes y un después de Pep Guardiola, guardián de un santoral que recibió de Johan Cruyff y al que aquel chiquillo de Santpedor hoy ha engrandecido. Pep, muy por encima de ese estreñimiento dialéctico que a veces prevalece en el fútbol, ha desmentido a esos paniaguados que le esperaban con el garrote, incapaces de perdonar su verbo ponderado, su mesura y discreción. Hasta el punto de liderar la segunda mayor goleada encajada por el Madrid en su feudo: la primera correspondió al Athletic, protagonista de un 0-6 en 1931.

Guardiola ganó el choque y por ende la liga, colocando a Messi a medio camino entre Lass y los dos centrales blancos, lentos añejos y sin capacidad disuasoria. Eto'o quedo aislado en banda contra Heinze, al que siempre mareo, más preocupado el argentino de las patadas que tenía guardadas para Messi, y que con una decisión táctica tenía que tragarse. Para el otro flanco quedo el duelo Henry vs. Ramos, en el que el francés desnudo al sevillano enseñando todas sus carencias defensivas y de concentración. El galo le dió un sonoro repaso al aficionado a la tauromaquia y novia de la de sin tetas, que en carrera sin balon, en dribling o rompiendo el fuera de juego se encontraba ya sin rivales frente a "San iker". Tanto Messi y Xavi vieron el filon y comenzaron a forzar la situación en banda, asociándose con el francés e Iniesta que también ayudaba a un frágil Abidal en su lucha con Robben. Al holandés le duró la gasolina 20 minutos y ahí acabo la única vía que tuvo el Madrid para hacerle daño al Barça. Durante todo el choque el medio campo blaugrana, un rombo (Toure-Xavi-Iniesta-Messi) de 30 metros hizo naufragar al rival que en pocas ocasiones llegaba al área de Valdés. Sin embargo, cada vez que el barça llegaba a 40 metros de la portería blanca con el balón controlado, se intuía el peligro, cundía el pánico y caían los defensores blancos ante la genialidad blaugrana. Juande sin ideas naufragó y sólo acerto quitando y reprochando a Sergio Ramos. Un gran Guardiola se había coronado en "su casa" y lo había hecho con respeto, innovación y talento.

Con Pep al frente, el Barça despejó cualquier discusión, ya sea de números o letras. Los puntos y los goles distinguen a este Barça; los adjetivos, pese a los reticentes habituales, inundan sus crónicas. Llegado el día clave, el Madrid, sometido de principio a fin, cayó en la orilla. Su esmerado intento de remontada quedo en papel mojado ante la clase, proyecto y sentido blaugrana, algo que no es sólo de este equipo, plantilla o generación. Va más allá... La diferencia entre el Madrid y el Barça radica en el ADN. Mientras los del Bernabeú crean proyectos a golpe de talonario y campaña electoral, que ni siquiera llegan a los 4 años de legislatura, en el Camp Nou, se construyen primero personas, luego jugadores y ya de por sí, sin esfuerzo equipos. Incluso se busca algo similar en los fichajes que hacen fuera, tratando de encontrar lo que necesitan y más parecido ejercicio de profesionalidad a la indiosincraica del club. El talento, el seni y el sentimiento blaugrana e incluso catalán se impregnan en los jóvenes de La Masía, como algo propio, y es esa naturaleza la que aporta el club en todos sus estamentos, siendo ya eterna.

Sin embargo, en el Madrid, se suceden los presidentes a velocidad de la luz, más rápido con los entrenadores, y salvo auténticos estandartes del madridismo, los jugadores son de quita y pon. No hay proyecto, y venga quien venga, no lo habrá. Se ficharán galácticos y jugadores de medio pelo, pero no hay trabajo, como tampoco hay ese sentimiento. El Atleti está igual con la diferencia de que el club del Calderón, "no pertenece" a sus socios.

Otro cantar es el nivel de la liga, tremendamente adulterado, donde sólo los clubes sociales, consiguen maximizar sus beneficios y por ende sus resultados deportivos, quedando una competición más que adulterada y desigualada. El resultado global, es un fiasco futbolístico y estilístico ante la Premier League, y un sopor en el 90% de los partidos en los que el Barça no juega.

Por lo tanto, ánimo Barça; el triplete, es el justo premio, al trabajo, talento, compromiso e idea futbolística llega de pasión y espectáculo.


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