Hoy se conmemora el Día Mundial del Refugiado y un año más, al igual que con otras celebraciones reivindicativas, no hay nada que celebrar. Las cifras globales de
desplazamiento han vuelto a aumentar: 65,6
millones de personas refugiadas y desplazadas. Sin embargo, nuestras ganas
de seguir ayudando crecen en la misma proporción que esas cifras.
En el mundo hay 65,5 millones de desplazados,
es decir, personas que se han visto
obligadas a abandonar sus hogares a causa de la violencia, la guerra, la
miseria y la persecución. Y también, váyanse acostumbrándose, debido a causas climáticas (sequia, catástrofes,
suelos que se convierten en improductivos, etc.). Es una cifra histórica, un
nuevo récord que se supera año tras año, según los últimos informes de la Agencia de las Naciones Unidas para los
Refugiados (ACNUR), y un síntoma evidente de una crisis mundial sin
precedentes. Sólo en el Mediterráneo, más de 5.000 personas murieron el año
pasado tratando de escapar de esta situación. 126 en el último fin de semana.
Este mar, que supone para muchos la frontera entre la vida y la muerte, acumula
en sus aguas 40.000 cadáveres en lo que lleva de siglo.
Hoy, en un momento de incertidumbre en el que
el proyecto europeo que hasta ahora conocíamos se desploma, en una época en la
que la respuesta a la crisis ha sido el fortalecimiento del neoliberalismo y
con éste del individualismo, en el que aparecen monstruos con proyectos
xenófobos y excluyentes, la Unión Europea del capital ha promovido políticas
ridículas y vergonzosas para con los refugiados. Dejándolos de lado en las
playas y los campos de Grecia, Italia o terceros países como la infame Turquía
de Erdogan. Cada día es más evidente que Europa tiene que elegir entre abrirle
la puerta a los refugiados, y ser solidaria y coherente para construir
proyectos basados en lo común y en el reconocimiento de los derechos humanos o
abrirle la puerta a la extrema derecha. Al racismo de Trump y LePen.
En el caso de nuestro país, el corrupto e inmoral gobierno del PP
continúa su burla hacia la legalidad internacional, el sentido común y a los
refugiados y refugiadas. Lejos de cumplir con sus propios acuerdos, y se
dilatan los plazos de acogida y asilo. La única velocidad que demuestra Rajoy
es para capturar las ayudas que la UE compromete a la expulsión de personas del
territorio europeo; dinero que empleará para la construcción de nuevos CITES (Madrid, Algeciras, Málaga,
etc.), centros de tortura y opresión de
los derechos humanos de los refugiados y refugiadas.
Según Amnistía
Internacional, hasta el pasado 5 de mayo España sólo ha acogido a 1.304
refugiados. Esto supone menos del diez por ciento de la cifra comprometida en
2015 por el Gobierno español hasta el próximo septiembre, de 17.337 refugiados.
Es absolutamente vergonzoso e indigno el trato vejatorio e inhumano que el gobierno español y la plutocracia europea viene
dando a los refugiados que huyen en muchas ocasiones del terrorismo y el fascismo de quienes otrora se ha servido el sistema. Daesh, y sus ramificaciones, al igual que Al Qaeda y de gobiernos dictatoriales han instalado la opresión en medio Oriente y África, y
eso poco importa cuando mantiene el combustible del mundo capitalista bajo de
precio. Y ahora quienes podemos tender nuestros brazos y articular políticas de
asilo e integración, nos dedicamos a instalar vallas y concertinas.
Absolutamente execrable.
Imaginad el dolor de tener que abandonar tu
hogar, tu familia, tu país... Abandonarte a ti mismo, a ti misma. Peregrinar
hacia una quimera. Con lo puesto, las lágrimas secas. Para encontrarse con
muros y hostilidad. Con negación e hipocresía.
Hoy
quiero reivindicar a esos refugiados y refugiadas, sobre todo refugiadas, que huyen de la guerra y del hambre,
dejando atrás su historia, su familia, con un futuro incierto, con miedo y sin
esperanza. Familias que se separan. Niños que pierden a sus padres, padres que
no volverán a ver crecer a sus hijos. Historias de personas que no son números ni estadísticas, sino seres humanos
arrancados de su presente, condenados a un futuro incierto.
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