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viernes, 9 de febrero de 2024

Autovías y Tractores


Hay convocadas diversas manifestaciones y acciones reivindicativas de corte de carreteras y accesos a ciudades por parte de algunas de las asociaciones agrarias. Están causando problemas de circulación y alterando lógicamente el orden y funcionamiento del país. Lo han hecho, por cierto, sin las pertinentes convocatorias y anuncios reglados por el estado de derecho, y no están recibiendo la coerción que se supone se le exige a las fuerzas de orden en estas ocasiones. Por recordarlo ante las agresiones de los esbirros del estado con permisos en la mano que algunos otros hemos sufrido.

Existe un descontento evidente y razonable en el sector agroganadero europeo y sus legítimas reivindicaciones y protestas están siendo instrumentalizadas por la extrema derecha, tanto en España como en el resto del continente, recogiendo el testigo de lo que fueron las protestas de los Chalecos Amarillos en Francia. Esto hace que sea muy difícil al común de los habitantes saber interpretar de qué va esto. Entre otras cosas, porque a los medios de comunicación de masas parece que les ha pillado con el pie cambiado y de sorpresa. Sin embargo, esto contrasta con el hecho de que la opinión pública, y también desde la izquierda, estamos absolutamente con los agricultores, ganaderos y con el mundo rural en general. Se entienden muchas de las reivindicaciones y de las problemáticas que existen, y aunque haya quien quiera hacer creer que tanto en el sentir popular, como en esos propios medios, como desde la izquierda se aplica una conciencia urbana que no acaba de entender la realidad del sector primario y de sus gentes, la realidad es que hay un consenso unánime en apoyarlas. Porque es natural y lógico, justo y digno. Y porque estas protestas en el fondo discuten los usos del modelo neoliberal aplicado en este caso al sector primario donde ha llevado la precariedad, la inseguridad y la indignad. Eso sí, la izquierda centrada en las cuitas internas y en el análisis teórico de procesos vuelve a estar alejada del conflicto, y queda el terreno baldío para que la política fascista y reaccionaria se apropie de estas protestas.

Sin embargo y que baste como ejemplo, como al segundo día de manifestaciones y algaradas, los medios han empezado a dar voz a supuestos portavoces del colectivo agrícola y ganadero. La sensación que queda es que esta propuesta va de una caterva de fascistas, metidos en la conspiranoia más aberrante, y sobretodo impulsados contra Perro Sanxe porque “no sé qué de la Amnistía”. Así entrevistan en las autovías o en plató a latifundistas, a terratenientes, a nobles y demás fauna que no ha cogido una azada en su vida. No sabe uno a ciencia cierta si es un “error” de los medios de comunicación de masas al confundir a estas asociaciones del campo, que son grupúsculos de patronos y dueños de los terrenos con entidades que fueran representantes de los trabajadores agrícolas. Ni siquiera con asociaciones mayoritarias. Pareciera que se trata de un mensaje buscado con una intención evidente.

Los tractores y las personas que los conducen protestan contra la Agenda2030, contra Marruecos, Sudáfrica o Chile. Contra los ecologistas porque desde la ciudad no conocen el medio natural. Contra la UE que llena de burocracia, requisitos y umbrales el día a día de la actividad agraria mientras firma acuerdos comerciales hiper laxos con los países del Sur. Y contra el gobierno. Por supuesto.

Que quede totalmente claro que desde aquí y desde toda la izquierda estamos con estas protestas, las apoyamos, las comprendemos y las respaldamos. Faltaría más. De entrada porque lo que están diciendo los agricultores y los ganaderos es lo mismo, igualito, que lo que lleva la izquierda, y particularmente Izquierda Unida, diciendo casi ya 40 años. Que el capitalismo neoliberal es suicida, opresivo. Que el acuerdo de Maastricht iba a traer la desregulación de las cadenas de distribución dejando a quienes se dedican al sector primario en una clara y flagrante desigualdad con respecto a los grandes comercializadores. Que añadía toneladas de papeleo y burocracia que lastraban el trabajo de los profesionales. Que iba a impedir el relevo generacional y por lo tanto aumentaría el fenómeno demográfico del éxodo rural. Que los acuerdos comerciales transnacionales, como el TTIP, dejan el campo y al trabajador a los pies de los caballos de los poderosos. Que iban a poner nuestros productos a competir con otros de escala global producidos con ningún tipo de control y con prácticas y técnicas abusivas y que laminan los derechos de los trabajadores, la salud o el medio ambiente. Que es vital un acuerdo de estado que proteja el medio natural incorporando las legitimas reclamaciones y las enseñanzas y trabajo de todo el mundo rural.

Desde luego la Unión Europea entregada al neoliberalismo ha mostrado una vez más su fracaso y el de esta ideología perversa y homicida. Ha dejado a su propio campo, a sus graneros y provisiones en una situación de desventaja flagrante con respecto a los productos importados de otros países y con los grandes mangantes de las cadenas de producción (no me he equivocado). Y por esta puerta, como ya pasó en el Brexit, la extrema derecha está valiendo su fuerza telúrica en el campo español para incluir su euroescepticismo, su negacionismo climático (y de propina, el entre géneros) y sus proclamas racistas y xenófobas. Y por supuesto, su único afán en tener el poder para saquear el país.

Como contraste estaría bien saber cuántos trabajadores del campo, braceros y jornaleros están siguiendo estas manifestaciones. Cuántos trabajan en el sector. Cuántos lo hacen con contrato y seguridad jurídica. Alguien ha preguntado a las mujeres del mundo del campo que llevan día a día el trabajo en la explotación, del hogar, de cuidados y a veces otro trabajo fuera del sector primario qué piensan de esto (sé que también hay hombres que hacen estas labores, pero el porcentaje de mujeres es abrumador). Hasta el momento las imágenes son de hombres. Casi todos mayores de 50 años.

Sin embargo, según estos ganaderos hay que “derogar la ley de bienestar animal” y “derogar leyes ambientales y de protección de especies que atentan contra la agricultura, ganadería y zonas rurales”. Pues me parecen una serie de reglamentaciones bien necesarias y que nada tienen que ver con el trabajo de los productores pequeños, y si sobre las formas de operar de las macrogranjas, los cotos de caza o las ganaderías de toro de lidia. Si a una empresa que dice que no puede pagar el SMI a sus empleados se le dice que lo mejor que puede hacer es cerrar, en este caso, aplico lo mismo: Si no puedes dar una calidad de trato a la vida de los animales que tienes en la explotación, mejor ciérrala.

Por otro lado, de toda esta protesta rechina bastante lo que tiene que ver con todo lo que es cuidado del Medio Ambiente y de la salud de la población como consumidores de los productos agroganaderos. No tanto por las reclamaciones frente a la Agenda2030. Sí, un emblema que  viene impuesto por las élites, pero que también es uno de los acuerdos internacionales vinculantes más ambiciosos a la hora de plantear políticas y alternativas en defensa del planeta y sus gentes. Y que señoras y señores, está proyectado para el año 2098. No creo que muchos de los que están cortando las carreteras esta semana se hayan leído el plan al completo, y sólo sigan las medias verdades vomitadas por intereses creados de quienes han puesto al campo en la situación actual y que no quieren que nada de eso cambie. De acuerdo en que las iniciativas más importantes que ya sabemos viene impuesta por las élites neoliberales como patada hacia adelante cuqui y en purpurina de un supuesto futuro de progreso y garantía de los derechos humanos pero sin cuestionar las circunstancias de base de toda desigualdad. Pero precisamente por eso, estos agricultores y ganaderos no deberían permitir jamás que la extrema derecha se apropie de sus legítimas y razonables preocupaciones y protestas.

No, se trata de cómo están estos agricultores españoles y europeos adaptándose al contexto cambiante que nos está tocando vivir. A un mundo en el que los combustibles tanto para producir como para transportar lo producido son cada vez más escasos, y por lo tanto más caros. Con un cambio climático real e imparable que está transformando la forma en la que los ecosistemas y sus integrantes se interrelacionan. Con fenómenos atmosféricos cada vez más extremos ya sean sequías, lluvias torrenciales, olas de calor más intensas y repetidas, u olas de frío siberiano más frecuentes. Y sin embargo, ahí los tienes cuestionando a la ciencia, en otra característica básica de lo que es Españistan, y al más evidente sentido común.

En el campo y sólo basta con mirar los resultados de todas las elecciones, se ha castigado tradicionalmente a la izquierda y sus políticos y programas, porque van a traer las penurias a lo rural. Las demandas ecológicas y por protección del medio ambiente se hacen desde la ciudad, sin comprender la realidad del campo, eso dicen, y por lo tanto, se dan mayorías a partidos de derechas que en principio les defienden. Craso error. Porque estas políticas de derechas, de desregulación de los mercados, son las que se cargan el medio rural por intereses especulativos que poco o nada tienen que ver con las necesidades de las poblaciones, de desprotección de la ciudadanía en todos su roles (productor, trabajador, consumidor), las medidas que han favorecido las concentraciones parcelarias hasta el mega-latifundio, las macrogranjas o la pérdida de los puntos de venta en cadenas de distribución más cortas, son las que han puesto la soga y atado el nudo alrededor del cuello del agricultor y el ganadero.

Sí, es muy fácil echar la culpa al urbanita que quiere productos más naturales, ecológicos y saludables. Que estos se produjeran con unas condiciones de prosperidad y dignidad para toda persona que participe en el proceso de producción, distribución y venta. Y que no se deteriorará el medio ambiente. Lo que pasaba hace 50 o 60 años en Europa, 40 o 50 en España. Con lo cual el relato de lo que siempre se ha hecho es falso. Porque antes no se abonaba con cientos de píldoras de colores. Ni se sulfataba a mansalva con drones y avionetas extensiones de 4000 hectáreas o más. Ni había cultivos de regadío donde tienen un suelo y un clima de secano. No se llenaba el buche del ganado con antibióticos a granel, ni se les tenía que impartir vacunas contra enfermedades que aquí no se conocían. Es la globalización y el neoliberalismo los que están cargándose el trabajo y la vida del sector primario. No lo olvidemos.

Y la derecha y la extrema derecha no van a parar esa rueda por muchas facilidades y promesas que hagan. Van a pisar el acelerador del capitalismo más depredador. Mirad lo que ha pasado en Reino Unido, en Estados Unidos, en Brasil o en Argentina. No van a redistribuir la riqueza. Recordemos que por ejemplo votaron en contra de la Ley que prohíbe a las grandes cadenas de distribución obligar a los productores a vender por debajo de coste. Algo que estaba pasando y sigue pasando por la carencia de inspectores que no se han puesto en las administraciones autonómicas que legisla la ultraderecha. Que llevan años gobernando administraciones y provocando trastornos a las personas y a las empresas, al medio ambiente y al patrimonio de todos. Que son corruptos.

No se cuestionan el estado de medio ambiente y de los derechos de los trabajadores del campo. O los formularios y requisitos burocráticos que tienen que hacer frente las explotaciones y sus propietarios. No han vigilado, de hecho han alentado, un reparto de ayudas a través de la PAC totalmente inmoral, injustificado y delictivo, durante ya 30 años.

Desde la izquierda no se puede ver a estas manifestaciones como expresiones de la extrema derecha. Eso sería un error. No comparecer y dejarles que llenen de banderas, muchas preconstitucionales, las justas reclamaciones del sector agrario y ganadero español y europeo sería perder otra oportunidad para poder construir un país más digno, justo y con futuro.

Además es preciso ayudar a que los pequeños productores puedan sobrevivir a este momento de zozobra y cambio, porque el pueblo en general está con ellos, sin usar banderas ni consignas rancias o fascistas. Simplemente porque la mayoría de la gente entiende la labor esencial del mundo rural, porque lo valoramos y lo queremos. Y porque entendemos que merecen un futuro y un bienestar con dignidad. Para todas y todos los integrantes del mundo rural.

 

 

viernes, 19 de abril de 2019

#DiaMundialDeLaBicicleta


Aparcamiento de bicis en la salida de la estación de tren de Gante, en Bélgica, donde nos sacan décadas de ventaja


Hoy viernes 19 de abril se celebra de manera internacional el #DiaMundialDeLaBicicleta. La historia en la elección de tal fecha para esta efeméride es bien curiosa: El 19 de abril de 1943 Albert Hofmann, un químico suizo conocido como el padre del LSD realizaba un auto experimento para probar en su propio cuerpo y conciencia, los efectos de su invento. Una vez ingerida una dosis de 0,25 miligramos (250 microgramos) Hofmann pidió a su ayudante que lo llevará a casa, teniéndolo que hacer en bicicleta, por la prohibición de empleo de vehículos a motor en el contexto de la Segunda Guerra Mundial. En el trayecto, conocido como “El día de la bicicleta”, Hofmann experimentó diversos estados de ansiedad y pánico, así como alucinaciones, para al final terminar con una sensación de paz y disfrute a través de unos sentidos altamente estimulados.
Años más tarde, en 1985 el profesor emérito de la Universidad Norte de Illinois, Thomas B. Roberts, quiso rememorar el “viaje” de Hofmann, creando así “El día de la bicicleta”, dándole notoriedad en los círculos académicos desde donde pasó de ser una conmemoración por el descubrimiento del LSD a una jornada reivindicativa en el uso y defensa de la bicicleta como medio de transporte.
Ya el año pasado, 2018, la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamaba el Día Mundial de la Bicicleta con la siguiente declaración recogida en la resolución A/72/272 del 3 de junio:



Más allá de la anécdota hoy es un día perfecto para reclamar y promover el uso de la bicicleta como medio de transporte habitual del ser humano.
Desde hace unas décadas en Europa desde abajo hacia arriba se impulsa el uso de la bicicleta. Es decir, son las personas y colectivos ciudadanos los que han cambiado las cosas, desplazándose en bicicleta en su día a día y exigiendo a sus administraciones políticas consecuentes, constituyendo así un ejercicio de empoderamiento admirable.
Poco a poco han ido consiguiendo pequeñas victorias para cambiar nuestras ciudades y entornos, haciéndolos más amables, logrando así que las ciudades se piensen y re-piensen para los seres humanos y no para los automóviles.
En España, la moda por decirlo así, ha ido llegando con cuenta a gotas, gracias al impulso de ciudades muy concretas con mayorías progresistas. Valencia es el mejor ejemplo, y en el resto de capitales aunque no faltan las entidades, asociaciones y colectivos en defensa de la bicicleta y su espacio en el transporte, está costando el aplique de políticas en la materia. Sólo hay que ver la oposición frontal de partidos y medios (de derecha evidentemente), y de ciudadanos cuando se plantean restricciones al tráfico, límites de velocidad urbanos o peatonilizaciones como hemos visto en Madrid en los últimos años (siempre Madrid).
Frente a este modo de desplazarse, mucho más natural y saludable, y que se ejerce desde la ciudadanía hacia arriba, hacia sus instituciones, tenemos la oposición del modelo actual, que recordemos se nos vino impuesto. Nadie eligió la actual dispersión de las ciudades. El vaciamiento de los centros de las mismas (gentrificación), para concentrar las compras y servicios en áreas comerciales y recreativas en las afueras. Los transportes públicos se lastran cuando no se convierten en modelos elitistas, mientras las pocas fábricas y suelos fabriles se sacan de las ciudades. Vivimos en urbanizaciones y colmenas de pisos enconsertados entre ramales y autovías, rotondas y avenidas de doble carril por sentido. Y si para desplazarnos entre esa marabunta provocada por un urbanismo demencial al servicio del capital y no de las personas, necesitamos disponer de un vehículo cada vez más potente y más lujoso es porque la publicidad nos dice machaconamente, que eso es el éxito.
No lo hacen y no lo dicen por nuestro bien, individual o colectivo, sino más bien porque hay un beneficio, gigantesco, para una industria masiva, del coche y del petroleo, detrás.
Desde luego como en toda revolución, hay riesgos. Y cuando está incipiente, aunque sea en marcha, también hay un largo camino que pedalear. Cuando en las ciudades y en sus horas punta se llenasen de bicicletas es evidente que mejorarían nuestras vidas de manera exponencial. Se respiraría mejor, ganaríamos en autosuficiencia, mejoraríamos nuestra confianza, nuestra salud y ahorraríamos. Casi no habría accidentes, ni estrés y desde luego, la ciudadanía, el pueblo, recuperaría la calle, dejando atrás los malos humos y la supremacía del vehículo privado, el coche, suv o berlina, contra más grande, más lujoso y más alemán, mejor, atrás.
Pero antes de eso es preciso saber que como ciclistas cometemos errores y mostrar propósito de enmienda. También como peatones reconociendo los espacios y derechos de quien se desplaza en bicicleta. Y por supuesto como conductores respetando con todos los que compartimos las vías, se muevan como se muevan.
Las administraciones deseosas de recaudar y de mantener ganancias a entidades bancarias y aseguradoras promueven seguros obligatorios a las bicicletas, cuya idoneidad podemos discutir. Sin embargo, lo que está claro que no funciona viendo los atascos y el suicida consumo de energía que hacemos es un sistema económico y social en el que el coche es el eje sobre el que giran nuestras vidas, ya que es el medio en el que movernos. Hay que discutir sobre urbanismo y sobre los modelos de ciudades actuales. Y hay que promover y llevar a esas administraciones a que gestionen de manera eficiente el espacio público y la movilidad, atendiendo única y exclusivamente al bienestar de sus vecinos.

Como algunos de los que estéis leyendo esto sabéis, soy de Salamanca y vivo en Toledo. En ambas ciudades, de tamaño medio, es practicamente imposible desplazarse en bicicleta. Ir al trabajo, al ocio o a comprar resulta costoso teniendo que lidiar, con rotondas (el gran enemigo del ciclista urbano), y vías de doble carril por sentido que pese a limites de velocidad, invitan al conductor a pisar el acelerador. Existen badenes que tampoco resultan cómodos para ir en bicicleta, y es complicadísimo ver vías con límites de velocidad en los 30km/h. Las administraciones gastan dinero en carriles bici como propaganda electoral, pero para proponer la bicicleta como un medio lúdico, una herramienta de esparcimiento, no como una forma de movilidad posible. Si buscarán realmente hacer caminos útiles y dedicados para la persona que se desplaza en bicicleta al centro o a su trabajo, o sus estudios, unirían esos puntos, con un mallado de carriles dedicados, cerrando el uso de la vía como aparcamiento. Sin embargo, tenemos carriles bici que se repintan de verde antes de las elecciones que sólo se pueden usar para hacer algo de deporte el domingo por la mañana.
En un escenario de cambio climático y de concentración de población (y riqueza) en las ciudades es urgente, vital, pensar cómo nos desplazamos. Y en ese debate la bicicleta tiene las de ganar. Se supone que la gente va a vivir a la ciudad, básicamente por trabajo, pero también tiene cerca, a mano, el ocio y el consumo, por lo que la posesión y el empleo del coche privado no se entiende. Sólo es comprensible desde el punto de vista de presentarlo, el coche digo, como un elemento de estatus. Un lujo que nos representa y presenta, y usarlo para que los demás lo admiren -al coche, no a nosotros-. Y con ese uso del coche excesivo y fuera de lugar, con ese abuso de su presencia en nuestras calles es lo que hace que cada vez sea más difícil desplazarse y con mayores riesgos.

Parece mentira que haya que recordar que hay más personas que coches. Hay más personas que coches incluso en una ciudad. Hasta en Madrid hay más personas que coches. Y las ciudades como espacio común han de pensarse, construirse, mantenerse y modificarse para el bienestar de las personas. De todas las personas. También las personas con movilidad reducida. Incluso las que no quieren o no pueden tener coche.
Moverse en bicicleta (al igual que andando o en transporte público) es un hecho revolucionario de increíble calado, que sigue ganando adeptos como medio de transporte. Dejar el coche, incluso los que se niegan a comprar uno o sacarse el carnet es un ejercicio contracultural sobresaliente protagonizado por un espíritu claramente libertario, en el que se desea vivir sin presiones ni influencias externas de la publicidad o de mal entendidos elitismos y superioridades sociales.

viernes, 15 de marzo de 2019

Emergencia Climática: Todos en vanguardia en lucha contra el cambio clmático





Doce días después de escribir esto hemos tenido la misma climatología, salvo un día de lluvia. Once días anticiclónicos, con variedades térmicas de más de 15º entre la noche y el día llegando a máximas por encima de los 20º. Prácticamente no llueve, menos nieva, y la situación empieza a trasladarse a los hospitales donde la gente ya está un mes antes en las consultas de alergología y atención primaria.
Los incendios forestales vuelven a asolar las resecas montañas asturianas y cántabras en pleno invierno. Mientras en Estados Unidos han sufrido una sucesión de borrascas alimentadas por frío artíco que ha desplomado las temperaturas a sus índices más bajos desde que hay registros. Los tifones e inundaciones se suceden por el sudeste asíatico y en Australia sufren las temperaturas más altas de la historia, superándose semana a semana.
Estas noticias del tiempo ponen negro sobre blanco y una vez más, la evidencia palmaria del cambio climático como proceso derivado del calentamiento global y el efecto invernadero provocados por el hombre y su actividad económica y productiva. Es el uso de hidrocarburos para alimentar el comercio global de transportes de personas y mercancías el principal causante del calentamiento global, con las decisiones políticas en clara línea para mantener su supremacía en el sistema económico que tampoco se discute en términos de sostenibilidad ambiental. Las ganancias de comisionistas, especuladores, lobbistas, sátrapas e inmorales de todo pelaje y condición están por encima del bienestar de las personas y del entorno en el que vivimos.
El uso y abuso de pesticidas y fertilizantes de procedencia química e industrial. Los procesos de deforestación para generar pastos, macro granjas y explotaciones mineras. El predominio de plástico como material de referencia en las relaciones humanas que acaba en los ecosistemas y hábitats, especialmente en el marino. Hábitos de consumo masificados e irracionales. Políticas nulas, entregadas a las empresas privadas, en materia de reciclaje y reutilización. Individualismo exacerbado. Desfilparro del agua dulce… todas ellas son hechos que también degradan el medio ambiente, terminando con incontables especies vegetales y animales en las últimas décadas y poniendo en grave peligro a otras muchas actualmente.
La ONU ha advertido de que la situación se está volviendo irreversible por momentos, que urge ya tomar medidas drásticas para tratar de revertirla y ha aportado datos tanto científicos como sociológicos del impacto que la contaminación provoca en nuestras vidas y en nuestro bienestar, cifrando en más de 800.000 muertes las producidas en España por la contaminación desde el año 1990. 9 millones cada año en todo el mundo.
Por eso, desde hace un tiempo está creciendo la indignación ante no sólo la falta de acción política y empeño en llevar a cabo la Agenda 2030 de la ONU de lucha contra el cambio climático (entre otros muchos temas que vendrían a mejorar la convivencia en nuestro mundo), sino también hacia los pasos atrás de negacionistas, imbéciles como Trump y especuladores con claros intereses económicos que reniegan del cambio climático, doblan apuesta por la quema de hidrocarburos en vez de marcar una agenda de energía verde y además lanzan multitud de mensajes para convencer a la población de que no existe tal emergencia.
En este blog ya he hablado en alguna que otra ocasión de la desazón que me produce ver a la juventud parada, ausente en las disputas y luchas que como clase trabajadora y como colectivo social debemos emprender para mejorar la situación y garantizar un futuro próspero donde la justicia social no sea sólo retórica. Huérfana de liderazgo tras el 15M y los movimientos Occupy del año 2011 hasta que una joven sueca de 16 años llamada Greta Thumberg ha levantado la voz para con aplomo, conciencia y coherencia llamar la atención sobre la problemática del cambio climático y la necesidad de como sociedad, exigir acción política y económica para revertirlo y paliar sus efectos.
El movimiento Fridays for future, nace con un único mandato político, exigir la actuación de las autoridades contra el cambio climático. Pero a su vez en estas semanas a su primera gran movilización global, éste viernes 15 de marzo, ya ha conseguido dos hitos que anticipan el que será su gran e inmediato éxito: Poner el tema medioambiental y la lucha contra el cambio climático en la agenda de los partidos, los medios y las administraciones políticas.
Esos dos hitos a los que me refería son dejar en evidencia a la derecha capitalista negacionista y también a las nuevas posiciones “verdes” dentro del capitalismo como ya han hecho los chalecos amarillos en Francia con Macron y su revisionismo liberal.
Científicos, sociedades y las propias administraciones están demostrando como la mayoría de las emisiones de gases de efecto invernadero (hasta un 63%) las hacen 90 multinacionales por todo el mundo, llegando en Europa hasta un 60% por sólo 5 de ellas. Así se hace incomprensible, además de inmoral, querer hacer que sean las clases trabajadoras a base de impuestos las que paguen la transición ecológica de los emporios empresariales y financieros que se benefician de actividades económicas, efectuadas sin ninguna responsabilidad medioambiental, ni ética.
Por eso es una gran noticia que la juventud se haya levantado con conciencia y sentido de pertenencia por la lucha contra el cambio climático. Esta toma de responsabilidad, éste empoderamiento, es vital para que todos juntos, nos sumemos sin distinciones de bandera a un gran movimiento que a través de la exigencia de políticas contra el cambio climático, conseguir mejorar y dar mayor empaque democrático y de justicia social a las sociedades en las que vivimos.
Con una plataforma como es Fridays for future se puede y se debe lanzar ideas como la nacionalización de la red de transportes, la exigencia de la transición hacia energías verdes, renovables, un mayor reparto equitativo de la tierra, mejorar hábitos de consumo con una educación que favorezca tanto el autoconsumo, como el consumo de cercanía. La reducción de los plásticos. La eliminación y persecución de las prácticas capitalistas de obsolescencia programada. Un urbanismo más racional. Perseguir el abuso del uso del coche privado cuando existen medios de transporte colectivos garantizados por la administración…
Son tantas las medidas y tan necesarias que es una emocionante y magnífica noticia que la juventud se haya erigido en vanguardia por su lucha. Ya vemos como el poder, la oligarquía, no va a hacer nada si no le ponemos en su sitio y se lo exigimos. De hecho, no tienen problemas en negar la palabra a una joven de 16 años en el Europarlamento como pasaba el otro día. Ningunean la convocatoria en sus medios de comunicación. Y siguen cuidándose de lanzar proclamas en clave negacionista o de que ya se están haciendo cosas en la materia.
Frente al conglomerado capitalista que se beneficia de un sistema económico desigual, irracional, hiper financiado y contaminante está la sociedad civil ya en marcha por su futuro y por la sostenibilidad y la salud del planeta. No podemos más que sumarnos y participar activamente, de una vez por todas y conseguir que la lucha contra el cambio climático se convierta en el principal problema que tenemos, porque si no lo paramos ya, millones de personas seguirán muriendo, el dolor y el sufrimiento también llegará a donde nunca había llegado, y el futuro que dejemos a las siguientes generaciones, no será tal porque nos habremos cargado nuestro hogar.

martes, 22 de agosto de 2017

El Turismo como muestra del más irracional neoliberalismo


La patronal hotelera ejerciendo como lobby, ha elevado una petición al Gobierno de la nación para proceder a una regulación del sector turístico en nuestro país. Lo hace ante la avalancha no solo de turistas que corren desesperados por ocupar una hamaca en primera línea de playa o piscina, o de viajeros agolpados a los andenes y aeropuertos, sino también de protestas, individuales o colectivas, de ciudadanos hartos de ver sus entornos, naturales o urbanos, degradados y degenerados.

Y también lo hace ahora que empiezan a escocerle de verdad las pérdidas en el sector, fruto de la entrada del
intrusismo de particulares, que lejos de requisitos fiscales y administrativos, asaltan la tarta que la patronal creía, y quiere, conservar en su totalidad. También está resultando perjudicial para el sector las imágenes de borracheras y descontrol, desesperantes colas y bajada de la calidad que la masificación turística ha traído y que aleja paulatinamente a los turistas que planean vacaciones con mayor calidad. 

El turismo para España ha sido desde los años 60 su ventana internacional, el más reconocible aspecto de la manida "Marca España" y el único punto de entrada de divisas extranjeras en el balance nacional, además de suponer un porcentaje cada vez mayor tanto en el PIB como en las tasas de ocupación. Y ahora es la clave de bóveda que sustenta toda la política económica del gobierno del PP.

Es con el "
boom" actual del turismo (al que han favorecido la situación de inestabilidad e inseguridad internacional en otros destinos) la única tabla de salvación que avala los números que presenta Rajoy y su recua de maleantes, inmorales e ineptos. En éste sector donde se fomentan las bajadas de paro, claramente estacionales, dada las nulas políticas e inversiones en industria, desarrollo y tecnología. Sin el turismo, y sin la cuestión nacional quebrantada por Catalunya, quiero creer no se sostendría el gobierno actual, asaltado por la corrupción intrínseca del Partido Popular, por lo que entrar a valorar posibles regulaciones se hace más que dudoso.

Y no se trataría sólo de una situación ideológica, una defensa a ultranza del mercado y el liberalismo dentro de la
corriente ultra liberal que adereza sus políticas claramente reaccionarias de ultra derecha católica, sino que además vendría a enmendar una suerte de políticas y mandatos, unas veces más veladas que otras, en las que el núcleo duro de la por supuesto también, neoliberal UE ha asignado a nuestro país. Buscando diversificar la economía de la zona común a España le ha caído en desgracia ser el patio sórdido de recreo de los países del norte, con una oferta de sol y playa, y borracheras y descontrol. De este modo, al proceso de des industrialización de bienes de equipo y consumo que nuestra modesta economía de los 80 presentaba, le ha seguido una suerte de regulaciones algunas veces y des regularizaciones la mayoría de ellas que han alimentado una burbuja turística por la que parece que tiene que caminar la senda social y económica del país.

Una toma de decisiones que explota hasta la extenuación la masificación las costas especialmente del Mediterráneo y que olvida el rico y majestuoso patrimonio natural, cultural, etnográfico y paisajístico del interior del país. Así España acumula al mismo tiempo las zonas más atascadas de turistas y varias de las más olvidadas y con menor presencia en la lista de deseos de los viajeros.

Pero no nos equivoquemos y vayamos a pensar que el
lobby hotelero está muy preocupado por la sostenibilidad de nuestro turismo y su impacto medioambiental y social. No le preocupan las consecuencias del tipo de turismo que nos han impuesto en nuestras ciudades y pueblos, de los problemas que acarrean a los vecinos (acceso a la vivienda, violencia, actitudes incívicas, gasto sanitario, etc.). Y ni muchos menos que la buena labor profesional de sus trabajadores estén en la conciencia de los empresarios hoteleros.

Lo que a la patronal le preocupa es la entrada de viajeros a través de los canales que no controla en exclusividad. Mientras que estas personas han viajado a nuestro país de manera anónima, individual o en pequeños grupos, y sobretodo, gracias a Internet, de manera autónoma sin intermediarios locales, no les ha importado aplicarles esas plusvalías para beneficio propio. Pero cuando la cosa se ha vuelto en su contra con la aparición de los portales tipo “
Airbnb” y demás que han abierto la puerta a la competencia, desleal hay que decirlo, de particulares han clamado por control estatal e intervención gubernamental.

Un proteccionismo y una regulación que ha brillado por su ausencia cuando se han tratado las condiciones laborales de sus trabajadores, a los que esta misma
patronal hostelera ha explotado hasta la extenuación y el hartazgo, frente, otra vez la indiferencia, cuando no el rechazo, del conjunto de la sociedad, y de algunos agentes como sindicatos mayoritarios o partidos de izquierda simpáticos.

Ese
turismo barato de todo incluido, de bajo valor añadido, que ha atestado de visitantes determinados y concretos puntos de nuestra geografía, especialmente en la costa mediterránea, sólo ha sido posible mediante leyes, como la Ley de costas de 1988 y la infame Ley del suelo de 1998 que permitió que se pudiera construir, con toda la dosis de corrupción que ha traído consigo, en todo el territorio, sin distinción de protecciones y ordenaciones más elementales.

Pero han sido las reformas laborales, y en especial la de 2012, las que han acabado de apuntalar esta realidad. Al abrir la puerta a las subcontratas, los falsos autónomos y la constante degradación de los derechos laborales de los trabajadores cualificados lo que ha otorgado aún más poder a los patronos frente a los trabajadores que ahora componen
una clase trabajadora explotada, mal pagada, precaria y donde la profesionalidad en el sector de la hostelería, cada vez más brilla por su ausencia lo que ahonda cada vez más en el círculo pernicioso.

Sin ninguna duda,
para poder ofrecer ese turismo de todo incluido se han tenido que deteriorar las condiciones laborales y profesionales (salarios, derechos de huelga, a convenio, negociación colectiva, seguridad laboral) del conjunto de los trabajadores del sector de la hostelería, por lo que como primera intervención debe ser la recuperación de todos los derechos perdidos, los salarios, la estabilidad laboral y por supuesto la estimación de la dignidad y el respeto de quienes trabajan en la hostelería.

Al tiempo se comprueba una
nueva burbuja inmobiliaria en nuestras principales ciudades, con Madrid y Barcelona a la cabeza, pero también en los destinos turísticos de sol y playa masificados, especialmente en las Baleares. La proliferación de pisos turísticos ofertados en plataformas online, lejos de los registros administrativos y los requisitos fiscales ha hecho que el acceso a la vivienda de quienes viven y trabajan en estas zonas se vuelva prohibitivo, imposible. Existe de facto, una expulsión de los barrios céntricos de las personas, con sus usos y costumbres, de quienes han vivido o tienen interés en hacerlo de continuo, que se ven desplazados o cuando menos ven como se pierde su forma de vida.

Y es que tampoco hay que olvidar la pérdida del comercio y los recintos hosteleros tradicionales de las zonas de gran afluencia turística, sin distinción de que se trate de centros urbanos o zonas de costa. Miles de personas pierden su modo de vida y cientos de miles el acceso a las compras y el consumo tradicional. En cambio, se les ofrecen los productos y usos de franquicias y establecimientos que además de generar un empleo de menor calidad y en menor cantidad, que el que antes se encontraba en estas zonas, trae sus suministros de espacios geográfica y socialmente alejados lo que supone
un ataque a la sostenibilidad del modelo turístico, y sobretodo del modo de vida de la gente.

La sostenibilidad ambiental no puede ser olvidada y degradada como una cuestión adyacente a las actividades humanas. Ni mucho menos. La actual situación de
cambio climático manifiesto y drástico que está degenerando los ecosistemas y la vida de millones de personas exige respuestas de todos, tanto ciudadanos, como administraciones para regular nuestras actividades y que estas tengan el menor impacto posible. Y con el actual boom turístico eso no esta pasando.

La
gestión del agua, tanto potable, como residual, es manifiestamente mejorable, y más en un escenario de severa sequía y aumento de las temperaturas. Muchos hábitats costeros y fluviales se están viendo degradados de manera casi definitiva, debido a que no ha existido la más mínima planificación de la llegada de visitantes, haciendo que depuradoras y canalizaciones sean incapaces de soportar el volumen de agua usada para poder reutilizarla.

La gestión de los residuos sólidos tampoco soporta el impacto de las aglomeraciones turísticas. Las tasas de reciclaje en estas zonas masificadas caen dramáticamente mientras aumenta el consumo de plásticos de forma exponencial. Y tampoco el tráfico y el urbanismo es capaz de ordenar la afluencia de personas, por lo que se producen congestiones y aumentos en las emisiones de gases nocivos para la salud, normalmente en espacios naturales que ostentan cierta protección administrativa.
Por todo esto es necesario, vital, regular el turismo.

Un turismo que es una consecuencia, un éxito de la lucha de clases, de la consecución, con lucha y negociación de los trabajadores para tener descansos retribuidos en sus años trabajados. Con ello, y al calor de la proliferación también de vuelos baratos hace unos años en la gran crisis-estafa económica, aparece como perentoria la labor para analizar, regular y estructurar la llegada de visitantes, tanto extranjeros como nacionales, a los destinos turísticos, y por ende, a cualquier zona del país.

Como sociedad debemos exigir de nuestras instituciones que tengan la capacidad de legislar pro activamente para evitar situaciones como las arriba descritas y que han propiciado las
lógicas y legítimas protestas de los vecinos y colectivos que han visto como sus ciudades o los espacios naturales de todos se ven invadidos sin control ni responsabilidad.

Desde luego,
el derecho a viajar, a conocer nuevos destinos y disfrutar de su gastronomía, su folclore, cultura y su belleza paisajística es necesario cuidarlo y garantizarlo, pero para ello, para que no existan ciudadanos de segunda y tercera y cuarta categoría (los que no pueden irse de vacaciones) tenemos que regular el acceso turístico a estos lugares tan masificados y propiciar de una manera responsable que las visitas se espacien en el tiempo, y se hagan extensibles con naturalidad y sentido común, a otras zonas que no tienen tanto turismo. En definitiva, hacer que las visitas turísticas no se concentren en tan poco tiempo, en tan pocas zonas y con tantas personas.

Para evitar la masificación turística hay que plantearse ya, por qué no, una
limitación del número de turistas, y quizás por qué no, la creación de impuestos turísticos que vengan a sufragar los gastos ocasionados en materias como salud, seguridad o sostenibilidad ambiental, y que hoy en día, dentro de la jungla que ha convertido el neoliberalismo nuestras relaciones, quedan exentas y por lo tanto abiertas a la degradación paulatina de todos nuestros servicios y por ende de la calidad de vida de las clases populares.

Por todo esto,
por motivos medioambientales, laborales, habitacionales y sociales es legítimo exigir una regulación y una administración estatal sobre el turismo, como con otros aspectos de nuestra vida que sufren bajo las garras de los poderosos. Lo agradeceremos todos, por ende las clases trabajadoras, pero sobretodo lo agradecerán nuestras ciudades y pueblos, playas y montañas
 

martes, 6 de junio de 2017

Un Día del Medio Ambiente sin nada que celebrar




Ayer, lunes 5 de junio se celebró el Día Mundial del Medio Ambiente y desgraciadamente no hay nada que celebrar. Tras su primer viaje internacional como Presidente de los Estados Unidos, Donald Trump anunciaba que se desmarcaba de los compromisos adquiridos tras los Acuerdos de París en cuanto a la disminución en las emisiones de efecto invernadero. Cumplía así una de sus más polémicas promesas electorales basadas en atacar a la anterior administración Obama (que tampoco es que pudiéramos llamar “verde”) y mantenía su discurso de “America first” (América primero) sin importarle las consecuencias venideras para las siguientes generaciones, sean estadounidenses o no.
Al mismo tiempo, en la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado, en España, se fraguaba otro brutal recorte en materia de Medio Ambiente, y lo peor de todo era, que bajo todo el ruido mediático de la corrupción, se pasaba de puntillas, y desde luego en los medios de comunicación ni se mencionaba, éste hecho.
Todavía faltan días para la entrada oficial y astronómica del verano y llevamos ya dos meses que parecen ya pleno verano. Estamos metidos en un ciclo de severas sequías en este hemisferio y de lluvias torrenciales en el sur. Las, pocas, lluvias que se suceden son de carácter torrencial; anegan los campos y las ciudades, y las canalizaciones son incapaces de evacuar causando profundos estragos (otra materia sensible que ha sufrido los irracionales recortes y las inmisericordes privatizaciones). El sector agrícola sufre estas condiciones y aumenta más si cabe, la sensación de abandono del mundo rural. Al tiempo ya aparecen los incendios forestales con mucha más vehemencia (otra vez los recortes) y muchas veces provocados por especuladores que tratan de aprovechar la infame legislación que en nada protegen nuestros bosques, sino que los dejan como recursos para las grandes empresas y para los intereses económicos del más miserable.
Tenemos crecientes evidencias de una situación estructural de crisis ecológica o ambiental, que se puede constatar en todos y cada uno de los aspectos que analicemos. Respecto al cambio climático, el gobierno continua ferviente en su lucha contra las renovables para garantizar las ganancias insultantes de las petroleras y las energéticas, lo que ha colocado al país en el último lugar de toda Europa en cuanto a reducción de emisiones totales. La calidad del aire ya empieza a considerarse como factor clave en la cantidad y gravedad de los problemas respiratorios de buena parte de la población de los entornos urbanos. Seguimos perdiendo biodiversidad y ecosistemas, muchos de ellos propios y auténticos con un remarcado carácter antropológico y del folklore. Especialmente grave es el estado de especies muy importantes en el desarrollo de la naturaleza como anfibios e insectos como las abejas por el excesivo uso de pesticidas y fertilizantes. Al tiempo muchas especies como el lobo, el lince o el oso no acaban de asegurar su supervivencia, cuando estas especies chocan con los intereses económicos de los humanos. Y mientras, por otro lado, la desidia y la inconsciencia genera nuevos problemas en los ecosistemas con la proliferación de especies invasoras o el descontrol sobre las poblaciones de algunas de las autóctonas.

Año a año seguimos batiendo récords de temperatura y el proceso de cambio climático acelera. Los polos pierden masa de hielo y ya hay zonas del norte de Europa que ni en invierno se cubren de nieve y hielo. Y mientras, el agua, tratada como un recurso inagotable en vez de un recurso finito y gestionada en base a la oferta y no bajo una gestión responsable de la demanda.
Ya hay guerras por razones climáticas. Ya está muriendo gente (de hecho, no ha dejado de hacerlo desde hace miles de años) por el acceso al agua y su potabilidad. La diversidad agraria tanto en productos, semillas, como procesos disminuye vertiginosamente mientras las grandes multinacionales acaparan todos esos recursos para especular con ellos, lo que acarrea y cada vez con mayor intensidad en crisis alimentarias. Lo que para el primer mundo es la posibilidad de ofrecer todos los productos, en cualquier época del año eliminado de por si los cultivos de temporada, en el resto del mundo supone la homogenización de cultivos que a la larga empobrece los suelos y provoca que la población reciba dietas más pobres y sea más vulnerable, aún, a las enfermedades.
Y sin embargo, ahora, con todas estas evidencias tanto científicas, sociales, como del sentido común, “nuestros dirigentes” toman decisiones y siguen políticas cerriles, dieciochescas y absolutamente irresponsables para con el medio ambiente, la biodiversidad y el cuidado de nuestro entorno.
El populismo -que contra lo que pudiera parecer no gobierna desde posiciones de izquierda, sino que lo hace por y para la derecha, los privilegiados- reniega de la razón y la protección del medio ambiente, para continuar en cambio, con mayor énfasis si cabe, en un carpe diem, en una quema de recursos que, por supuesto va a perjudicar las condiciones de vida de las generaciones futuras, pero que ya está afectando sobremanera a los que estamos aquí y ahora.
Cuando más necesitábamos responsabilidad. Razón y ciencia. Posicionamientos radicales en defensa de nuestro entorno y en la perentoria necesidad de eliminar comportamientos industriales y estratégicos de quema de combustibles fósiles. En el momento de la valentía en la adopción de medidas urgentes que cambien este turbio presente y negro futuro, llega un imbécil e irresponsable, como Trump para deslegitimar con sus actos -no se le pueden llamar políticas, porque éste sujeto se mueve por impulsos y no por razones- para sacar a su país de los, ya de por sí débiles, Acuerdos del Clima de París, abriendo la puerta a los incumplimientos y los descuelgues de otras naciones como puedan ser Rusia, China o la India.
Poco proponía sobre todo en materia de vigilancia aquellos acuerdos de 2015, pero consiguieron por contra incluir la materia medioambiental en los discursos, los debates y las preocupaciones ciudadanas. No podemos ahora dejar con lo que costó, que se derrumbe aquel trabajo de la diplomacia y el sentido común. Pese a estar en la España de Rajoy, un punto negro en cuanto a defensa del Medio Ambiente se trate bien tenemos la capacidad de cambiar estos actos y comenzar bajo el paradigma de la responsabilidad, la crítica y el consumo responsable a cambiar con nuestros actos las decisiones con las que no estamos de acuerdo.
Boicot a todo producto estadounidense, hasta que no deponga esta miserable e irracional actitud. Boicot extensible a todo aquel que no considere la ética y la responsabilidad medio ambiental, social y laboral, por encima de su extrema ganancia.
Ya que nos han preparado una partida bajo unas reglas concretas, juguemos nuestras cartas. Que su consumismo, sea también su tumba. Que nos activemos. Organicemos. Luchemos.

Camareros: Necesarios, degradados y precarios. Una experiencia personal

Ahora que ya está aquí el veranito con su calor plomizo, pegajoso y hasta criminal, se llenan las terracitas para tomar unas...