martes, 12 de diciembre de 2017

Hipócrita y precaria Navidad



Un año más ya está aquí la Navidad. No en las fechas, digamos más tradicionales, sino en el previo que marca los encendidos de alumbrado en sus -antes nuestras- ciudades y en la retahíla de perfumes y juguetes que inundan los prime time televisivos.
De la noche a la mañana “volvemos” a correr como pollos sin cabeza en busca de los langostinos, el cochinillo, los turrones, las loterías, los cotillones, la hiper elegante colonia de moda, el juguete del año y el dron o cualquier soplapollez que se les haya ocurrido y que ya no podemos vivir sin ella. Una vez más el consumismo esta aquí.
No es que el resto del año hubiera desaparecido, ni que existiera en nuestra conciencia a modo social, la presencia de la pobreza, la injusticia social o el escarnio de los desfavorecidos. Pero ahora es en mi caso, doble y triplemente lacerante. Porque mientras aplaudimos y capturamos con el móvil de última generación las luces navideñas, hay millones de personas que no pueden calentar su casa. Incluso que no tienen energía para poder calentarse una lata que es a lo que el capitalismo ultra liberal les concede.
Millones de euros que nuestros ay-untamientos, endeudados o no, van a tirar a la basura para “ilusionar con la Navidad”, si, pero también para dar gusto a los lobbies del comercio y la hostelería ávidos por seguir sacándonos las cuatro precarias perras que conseguimos la mayoría de la población. Y por supuesto para pagar esos adornos usando la electricidad más cara y menos sostenible de Europa, lucrando a los estafadores de las eléctricas -hace no tanto tiempo empresas públicas- y asegurando el movimiento en las puertas giratorias por lo que pudiera pasar.
Este año las luces navideñas van a combinarse en los paisajes urbanos con la retahíla de banderas que inundan los balcones. El procès va a ser el tema estrella de las comilonas de empresa, amigos y familia durante estas fiestas y no estará de más, que junto a los fármacos digestivos, nos aprovisionáramos de buenas dosis de drogas duras para contrarrestar los efectos de la demagogia barata, la desinformación plausible y las patrañas cotidianas de los cuñaos indignadísimos de uno y otro lado por todo lo que ha acontecido estos últimos meses.
Tendremos el discurso del Rey y su retahíla de frases hechas, lugares comunes y eslóganes carcas que nos hablarán del Espíritu de la Transición y una Constitución que nos dimos en nuestras horas más oscuras y que si no es para dar gusto al capital extranjero no se puede ni reformar, y en la que no se cumplen ni uno sólo de sus principios básicos en justicia social. No recordará a las mujeres maltratadas y humilladas constantemente. Tampoco a los colectivos despreciados. Pasará olímpicamente de los dependientes. Ni la sarta de injusticias que la doble moral católico reaccionaria del PP ha ido imponiendo estos años. No tendrá ni palabras para quienes no pueden calentar su casa o sufren los rigores de la pobreza y la precariedad.
En definitiva, la rueda consumista y el individualismo extremo aceleran a finales de año para con una sarta de tradiciones absurdas vaciar de contenido simbólico y humanizante las fiestas y todas nuestras relaciones sociales, para convertirlas en ganancias.
Particularmente, desde hace varios años limito mis regalos a mis seres queridos en un detalle que trato de buscar sea de su agrado y utilidad y redoblo mis aportaciones mensuales a varias ONG’s. También, en las últimas navidades hemos instalado una tradición familiar de donar ropa (entre ellas 3 ó 4 mantas que compramos con ese objetivo) a entidades sociales que las reparten cuidándose de evitar el escarnio y la estigmatización social.
Lo que quiero expresar con estas líneas que incluyen esta revelación personal es que reflexionemos. Que paremos la rueda de la cotidianidad individualista y depredadora para reconocer lo que esta pasando en el mundo y lo que nos está pasando a nosotros. Que empaticemos. Que recobremos la solidaridad y recuperemos la cordura. Que seamos más felices compartiendo que compitiendo. Que tengamos siempre en mente que a nuestro alrededor, a veces pared con pared, tenemos el sufrimiento y el dolor. La pobreza y la indignidad.
Si no lo veis así y por adelantado: Feliz e hipócrita Navidad. Feliz consumismo y próspero Año precario.
Si por el contrario os hecho espabilar, indignaros e incluso despertad de éste Matrix, disfrutad de unas grandes fiestas con vuestros seres queridos y que tengamos todas y todos un nuevo año intenso en la lucha, solidario y convencido y pleno en la victoria por la justicia social y los derechos humanos como cimientos incuestionables para un país, y un mundo mejor.


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