Philip
K. Dick (1928-1982) es uno de los escritores de ciencia
ficción más importantes del Siglo XX. Pero es mucho más que
eso. Con una de las literaturas más imaginativas y
anticipadas de siempre. Pero también con una de las mentes más
atormentadas de la centuria.
Dick
profetizó las tendencias dictatoriales y fascistas que asolan su
país, Estados Unidos. Puso rostro al individualismo que lamina la
sociedad occidental de hoy en día. Describió el estado de las cosas
entre decadente y subversivo al modo de la des humanización de las
relaciones tal y como está ocurriendo en nuestros tiempos. Todo lo
hizo 40 y 50 años antes, en una época de decidida controversia pero
de alto optimismo en la tecnología y los avances sociales.
Philip
K. Dick fue un autor prolífico de obra tan inabarcable como el
anhelo de saber lo que podría haber sido si no hubiera fallecido con
tan sólo 53 años. Publicó más de 40 novelas y más de 120
cuentos. Además, dejó una obra secreta: sus diarios personales
autodenominados Exégesis, que abarcan más de 8.000
páginas, (una selección en un volumen, de casi mil páginas fue
publicada en 2011 con prólogo de Jonathan Lethem.) Al principio de
su carrera Dick pretendía ser en un escritor de literatura
convencional y sus primeras novelas de aprendizaje fueron realistas.
Aunque terminó siendo un escritor muy exitoso, ganando premios,
lectores fanáticos, el respeto de sus compañeros de profesión y
también dinero, siempre luchó a favor la ciencia ficción
como género.
Desde
que empezó a escribir y hasta la fecha de su muerte, la ciencia
ficción era un gueto de Serie B despreciado por académicos,
críticos y lectores convencionales. Más si cabe cuando Dick, se
sumergía en el terreno de la Distopía y los futuros
alternativos, no siempre beneficiosos y plácidos para el conjunto de
la humanidad.
El
mundo de Dick es de cyborgs, de corporaciones omnipotentes y
monopólicas que manejan tecnologías como el control de la memoria y
la percepción de la realidad; es el mundo de la adicción, de la
alucinación, de gobiernos autoritarios; de paisajes
pos-apocalípticos y mundos distópicos; es el mundo de la
paranoia, y también del misticismo. Mundos paralelos.
Pero dentro de todos estos escenarios y situaciones clásicas de la
ciencia ficción la literatura de Dick se basa en las preguntas que
son las mismas que están en el centro de la filosofía y la
religión: ¿Qué es el ser humano? ¿Qué es la realidad?
¿Cuál es la naturaleza del Universo? ¿Qué futuro nos
espera? ¿Podremos construirlo nosotros o en cambio llegará
impasible e irremediable?
La
ciencia ficción de Philip K. Dick está un nivel
por encima de sus contemporáneos. Mientras otros escritores
presentan fábulas con revelaciones y moralejas moralizantes, Dick de
una manera distintiva y directa se ocupa de describir con
desgarradora critica la resaca de terror y lo irracional en la
sociedad contemperaría tecnológica. Y ahí fue donde la ciencia
ficción empezó a ser importante porque se enfrentaba con el hecho
de que estamos viviendo en una era tecnocrática en la cual las artes
tradicionales, literarias y demás, no tenían mucho que decir sobre
esto, no encontraban un vocabulario para reconocer la velocidad de
cambio en la vida cotidiana.
Tanto
es así, que aunque no hayan leído ni una sola línea de la obra de
Philip K. Dick es probable que conozcan su mundo y su mente, lo
primero de todo porque paso a paso y de forma irremediable nos
acercamos al escenario habitual de sus libros. Sociedades degradadas
y des estructuradas donde viven bajo relaciones sociales artificiales
y cada vez más frías, seres -humanos o no- con graves carencias
físicas y/o mentales que languidecen su dignidad bajo el prisma de
un progreso tecnológico y económico ficticio e irreal para la
extensa mayoría de la población.
Estos
mundos también le son próximos porque la cultura pop y su
instrumento más comercial en el cine ha empleado su literatura para
maximizar sus beneficios sin entrar en demasía en la diversidad
moral y en los planteamientos filosóficos con los que el autor
americano impregnaba sus obras.
Es
que, póstumamente, Dick se ha convertido en uno de los autores
predilectos de Hollywood. Blade Runner, Minority Report,
A Scanner Darkly, Total Recall, Screamers,
Paycheck, Eternal Sunshine of the Spotless Mind y The
Adjustment Bureau son algunas de las películas adaptadas de
obras de Dick, quien solo pudo ver la Blade Runner de Ridley Scott,
mientras que ya se ha estrenado una serie inspirada en la historia,
que no en la trama literaria, en el The Man in the High Castle,
la obra que profundizaba en la distopía de que el Eje, la
Alemania Nazi y el Imperio del Japón, hubieran ganado la Segunda
Guerra Mundial.
Una
vida que inspiró sus sueños
La
vida de Dick fue caótica, intensa y triste. Su padre abandonó a la
familia cuando era chico. Vivió toda su vida en diferentes ciudades
de California. Fue adicto a las anfetaminas; lo ayudaban en su
frenético ritmo de escritura pero le dejaron secuelas que, al fin,
resultaron mortales. Tuvo cinco esposas y tres hijos, a ninguno de
los cuales trató bien. No participó en su crianza ni los ayudó
econonómicamente. Hasta llegó a golpear a una de sus esposas. Era
profundamente paranoico y con motivos. En un evento nunca explicado
su casa fue robada, y destruida, pero solamente fueron extraídos sus
papeles personales. Vivía de escribir pero siempre le faltaba
dinero. Sentía que como escritor nunca había sido valorado como se
merecía.
La biografía de Philip K. Dick se describe en la rutina del escritor
hecho así mismo y configurado y reconfigurado a través de dos
episodios personales que el marcaron profundamente.
En
el primero de ellos, su hermana melliza, Jane Charlotte Dick, murió
por negligencia a los pocos meses de su vida. La madre primeriza era
inmadura, y aparte de la escasa compañía de su marido, estaba
completamente sola. Pero no era cruel o indiferente. Abrumada por la
incipiente crianza de sus hijos, llamó a su madre por ayuda, pero ya
era muy tarde. En un accidente, quemó a su hija Jane con una botella
de agua caliente con cual intentaba calentar la cuna. Los médicos
llevaron a los mellizos al hospital. La niña murió en camino y el
niño se salvó después de estar varios días cerca de la muerte.
Ambos estaban desnutridos.
Años
después, en el Exégesis, Dick escribió: “Es el Jane
dentro de mi —el ánima o el principio femenino— que es el lado
lacrimoso de mi ser, que está enfermo y que ahora busca ser
hospitalizado. Es Jane dentro de mí que se está intentando morir.
O, en realidad, es la Jane que realmente murió, que repite sus pasos
en mi anima una y otra vez, ese viaje mortal que se dio por la
negligencia. Es la Jane-dentro-de-mi que ahora esta asustada y
deprimida. Pero si la Jane dentro de mi se muere ahora me llevará a
mí (el mellizo masculino) con ella, con lo cual no tengo que
sucumbir. Jane tendrá que seguir viviendo en su existencia vestigal
a mi lado aunque esté al otro lado…”
Para
el biógrafo Lawrence Suten la muerte de Jane es el evento central en
la vida psíquica de Dick: “El tormento se extendió a través de
su vida entera, manifestándose en las relaciones difíciles que tuvo
con las mujeres y con su fascinación por resolver los dilemas
dualistas” como el de humano/androide, por ejemplo, que es central
a su obra.
El
otro evento central en la vida de Dick fue una serie de visiones que
duró dos meses enteros, en 1974. En ese momento vivía en Orange
County en California. Volvía del dentista donde había sido tratado
por un dolor de muela. De vuelta en su casa le abrió la puerta a
alguien que le vino a traer su medicación de una farmacia. Era una
mujer joven con un colgante de un pez dibujado. Dick le preguntó qué
significaba. La chica le dijo que era el símbolo de las primeras
sectas cristianas, las perseguidas por el Imperio Romano. En ese
momento Dick tuvo una revelación. Tuvo un momento de conocimiento
total en la cual vio la historia humana entera. Se dio cuenta que
la historia no es lineal, sino circular. Que el Imperio Romano
aun existía, que esta realidad en la cual vivimos era de hecho una
especie de prisión. La visión persistió por dos meses mutándose,
multiplicándose, profundizándose.
Desde
entonces hasta su muerte Dick se ocupó de interrogarse a si mismo
sobre el significado de este evento, tratando de discernir si era una
visión mística, un sueño, un flashback de droga, un
brote psicótico o esquizofrénico, o una combinación de todas estas
cosas. El episodio, que el denominaba “2-3-74” no solo le
brindó una visión de la “realidad” sino también una mirada
sobre el significado de su obra y el sentido de su vida.
Cuenta Lethem en la introducción de la selección publicada del Exégesis:
“Dick comenzó a ver todos sus escritos anteriores —especialmente
sus novelas de ciencia ficción de los 60— como un intricado e
inconciente precursor a sus percepciones visionarias… [En el
Exégisis] Dick escribió sobre la ternura, sufrimiento y naturaleza
del universo; sobre la esencia de la tragedia; sobre alienígenas de
tres ojos; robots hechos de ADN; cultos cristianos antiguos y
reprimidos cuyas creencias esenciales predecían la teoría Marxista;
viajes en el tiempo; radios que siguen tocando después de ser
desenchufadas; y la naturaleza verdadera del universo como le fue
revelado en el Libro tibetano de la muerte, El origen de la
conciencia y la mente bicameral de Julian Jaynes, y la película Tres
mujeres de Robert Altman” entre muchas, muchas otras cosas.
Para
algunos críticos la obra más importante de Kafka son sus
diarios. Tal vez el Exegesis de Philip K. Dick tenga el
mismo destino. Si hay una critica que se le puede hacer a las obras
de Dick es que sus ideas y sus mundos son mucho más fascinantes
que su prosa en si. Tal vez no sea incorrecto decir que Dick no
es muy buen escritor. Así lo comentaba el mismo:
“Soy
un filósofo que ficcionaliza, no un novelista; mi habilidad de
escribir cuentos y novelas es utilizada con el fin de dar forma a mis
percepciones. El centro de mi escritura no es el arte sino la verdad.
Por lo tanto lo que yo cuento es la verdad, y sin embargo no hay nada
que pueda hacer para aliviarla ni por hechos o explicaciones. De
todas maneras esto suele darle ayuda a un tipo de persona sensible y
atormentada por el cual hablo. Creo que entiendo el ingrediente en
común en ellos a quienes mi escritura les ayuda: ellos no pueden
atenuar sus propias sospechas sobre la irracional y misteriosa
naturaleza de la realidad. Y para ellos el corpus de mi escritura es
un largo argumento acerca de esta inexplicable realidad. Es una
integración y presentación y análisis y respuesta y historia
personal.”
Philip
K. Dick hizo algo aparentemente imposible. Escribió sobre el
espíritu de nuestros tiempos treinta años antes de que se empezará
a construir esta realidad. Se murió antes de Internet, antes de la
Guerra contra el Terrorismo y la Guerra Contra las Drogas. No llegó
a ver la realidad virtual o la farmapsicologia. Pero escribió sobre
todas estas cosas y más. Julian Assange es un personaje de Philip K.
Dick. También lo son Dick Cheney y Donald Trump. La CNN, la Fox, y
la televisión reality. Amazon, Google, Facebook, el comercio
electrónico. Y podría seguir. Y seguir. Y seguir… Todos son parte
del mundo Dick.
Toda
nuestra era fue profetizada por Philip K. Dick. Antes que nadie,
él ya describió como distopías y visiones futuristas,
nuestro consumismo, nuestro individualismo. La pérdida de humanidad
plasmada en relaciones sociales que son meras transacciones de
interés. El liberalismo sin medida que termina en la opresión del
más fuerte y el más rico sobre todos los débiles y pobres. El
fascismo reapareciendo siempre.
El
pasado sábado,
16
de diciembre,
Philip
K. Dick
hubiera cumplido 89 años.
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