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viernes, 9 de febrero de 2024

Autovías y Tractores


Hay convocadas diversas manifestaciones y acciones reivindicativas de corte de carreteras y accesos a ciudades por parte de algunas de las asociaciones agrarias. Están causando problemas de circulación y alterando lógicamente el orden y funcionamiento del país. Lo han hecho, por cierto, sin las pertinentes convocatorias y anuncios reglados por el estado de derecho, y no están recibiendo la coerción que se supone se le exige a las fuerzas de orden en estas ocasiones. Por recordarlo ante las agresiones de los esbirros del estado con permisos en la mano que algunos otros hemos sufrido.

Existe un descontento evidente y razonable en el sector agroganadero europeo y sus legítimas reivindicaciones y protestas están siendo instrumentalizadas por la extrema derecha, tanto en España como en el resto del continente, recogiendo el testigo de lo que fueron las protestas de los Chalecos Amarillos en Francia. Esto hace que sea muy difícil al común de los habitantes saber interpretar de qué va esto. Entre otras cosas, porque a los medios de comunicación de masas parece que les ha pillado con el pie cambiado y de sorpresa. Sin embargo, esto contrasta con el hecho de que la opinión pública, y también desde la izquierda, estamos absolutamente con los agricultores, ganaderos y con el mundo rural en general. Se entienden muchas de las reivindicaciones y de las problemáticas que existen, y aunque haya quien quiera hacer creer que tanto en el sentir popular, como en esos propios medios, como desde la izquierda se aplica una conciencia urbana que no acaba de entender la realidad del sector primario y de sus gentes, la realidad es que hay un consenso unánime en apoyarlas. Porque es natural y lógico, justo y digno. Y porque estas protestas en el fondo discuten los usos del modelo neoliberal aplicado en este caso al sector primario donde ha llevado la precariedad, la inseguridad y la indignad. Eso sí, la izquierda centrada en las cuitas internas y en el análisis teórico de procesos vuelve a estar alejada del conflicto, y queda el terreno baldío para que la política fascista y reaccionaria se apropie de estas protestas.

Sin embargo y que baste como ejemplo, como al segundo día de manifestaciones y algaradas, los medios han empezado a dar voz a supuestos portavoces del colectivo agrícola y ganadero. La sensación que queda es que esta propuesta va de una caterva de fascistas, metidos en la conspiranoia más aberrante, y sobretodo impulsados contra Perro Sanxe porque “no sé qué de la Amnistía”. Así entrevistan en las autovías o en plató a latifundistas, a terratenientes, a nobles y demás fauna que no ha cogido una azada en su vida. No sabe uno a ciencia cierta si es un “error” de los medios de comunicación de masas al confundir a estas asociaciones del campo, que son grupúsculos de patronos y dueños de los terrenos con entidades que fueran representantes de los trabajadores agrícolas. Ni siquiera con asociaciones mayoritarias. Pareciera que se trata de un mensaje buscado con una intención evidente.

Los tractores y las personas que los conducen protestan contra la Agenda2030, contra Marruecos, Sudáfrica o Chile. Contra los ecologistas porque desde la ciudad no conocen el medio natural. Contra la UE que llena de burocracia, requisitos y umbrales el día a día de la actividad agraria mientras firma acuerdos comerciales hiper laxos con los países del Sur. Y contra el gobierno. Por supuesto.

Que quede totalmente claro que desde aquí y desde toda la izquierda estamos con estas protestas, las apoyamos, las comprendemos y las respaldamos. Faltaría más. De entrada porque lo que están diciendo los agricultores y los ganaderos es lo mismo, igualito, que lo que lleva la izquierda, y particularmente Izquierda Unida, diciendo casi ya 40 años. Que el capitalismo neoliberal es suicida, opresivo. Que el acuerdo de Maastricht iba a traer la desregulación de las cadenas de distribución dejando a quienes se dedican al sector primario en una clara y flagrante desigualdad con respecto a los grandes comercializadores. Que añadía toneladas de papeleo y burocracia que lastraban el trabajo de los profesionales. Que iba a impedir el relevo generacional y por lo tanto aumentaría el fenómeno demográfico del éxodo rural. Que los acuerdos comerciales transnacionales, como el TTIP, dejan el campo y al trabajador a los pies de los caballos de los poderosos. Que iban a poner nuestros productos a competir con otros de escala global producidos con ningún tipo de control y con prácticas y técnicas abusivas y que laminan los derechos de los trabajadores, la salud o el medio ambiente. Que es vital un acuerdo de estado que proteja el medio natural incorporando las legitimas reclamaciones y las enseñanzas y trabajo de todo el mundo rural.

Desde luego la Unión Europea entregada al neoliberalismo ha mostrado una vez más su fracaso y el de esta ideología perversa y homicida. Ha dejado a su propio campo, a sus graneros y provisiones en una situación de desventaja flagrante con respecto a los productos importados de otros países y con los grandes mangantes de las cadenas de producción (no me he equivocado). Y por esta puerta, como ya pasó en el Brexit, la extrema derecha está valiendo su fuerza telúrica en el campo español para incluir su euroescepticismo, su negacionismo climático (y de propina, el entre géneros) y sus proclamas racistas y xenófobas. Y por supuesto, su único afán en tener el poder para saquear el país.

Como contraste estaría bien saber cuántos trabajadores del campo, braceros y jornaleros están siguiendo estas manifestaciones. Cuántos trabajan en el sector. Cuántos lo hacen con contrato y seguridad jurídica. Alguien ha preguntado a las mujeres del mundo del campo que llevan día a día el trabajo en la explotación, del hogar, de cuidados y a veces otro trabajo fuera del sector primario qué piensan de esto (sé que también hay hombres que hacen estas labores, pero el porcentaje de mujeres es abrumador). Hasta el momento las imágenes son de hombres. Casi todos mayores de 50 años.

Sin embargo, según estos ganaderos hay que “derogar la ley de bienestar animal” y “derogar leyes ambientales y de protección de especies que atentan contra la agricultura, ganadería y zonas rurales”. Pues me parecen una serie de reglamentaciones bien necesarias y que nada tienen que ver con el trabajo de los productores pequeños, y si sobre las formas de operar de las macrogranjas, los cotos de caza o las ganaderías de toro de lidia. Si a una empresa que dice que no puede pagar el SMI a sus empleados se le dice que lo mejor que puede hacer es cerrar, en este caso, aplico lo mismo: Si no puedes dar una calidad de trato a la vida de los animales que tienes en la explotación, mejor ciérrala.

Por otro lado, de toda esta protesta rechina bastante lo que tiene que ver con todo lo que es cuidado del Medio Ambiente y de la salud de la población como consumidores de los productos agroganaderos. No tanto por las reclamaciones frente a la Agenda2030. Sí, un emblema que  viene impuesto por las élites, pero que también es uno de los acuerdos internacionales vinculantes más ambiciosos a la hora de plantear políticas y alternativas en defensa del planeta y sus gentes. Y que señoras y señores, está proyectado para el año 2098. No creo que muchos de los que están cortando las carreteras esta semana se hayan leído el plan al completo, y sólo sigan las medias verdades vomitadas por intereses creados de quienes han puesto al campo en la situación actual y que no quieren que nada de eso cambie. De acuerdo en que las iniciativas más importantes que ya sabemos viene impuesta por las élites neoliberales como patada hacia adelante cuqui y en purpurina de un supuesto futuro de progreso y garantía de los derechos humanos pero sin cuestionar las circunstancias de base de toda desigualdad. Pero precisamente por eso, estos agricultores y ganaderos no deberían permitir jamás que la extrema derecha se apropie de sus legítimas y razonables preocupaciones y protestas.

No, se trata de cómo están estos agricultores españoles y europeos adaptándose al contexto cambiante que nos está tocando vivir. A un mundo en el que los combustibles tanto para producir como para transportar lo producido son cada vez más escasos, y por lo tanto más caros. Con un cambio climático real e imparable que está transformando la forma en la que los ecosistemas y sus integrantes se interrelacionan. Con fenómenos atmosféricos cada vez más extremos ya sean sequías, lluvias torrenciales, olas de calor más intensas y repetidas, u olas de frío siberiano más frecuentes. Y sin embargo, ahí los tienes cuestionando a la ciencia, en otra característica básica de lo que es Españistan, y al más evidente sentido común.

En el campo y sólo basta con mirar los resultados de todas las elecciones, se ha castigado tradicionalmente a la izquierda y sus políticos y programas, porque van a traer las penurias a lo rural. Las demandas ecológicas y por protección del medio ambiente se hacen desde la ciudad, sin comprender la realidad del campo, eso dicen, y por lo tanto, se dan mayorías a partidos de derechas que en principio les defienden. Craso error. Porque estas políticas de derechas, de desregulación de los mercados, son las que se cargan el medio rural por intereses especulativos que poco o nada tienen que ver con las necesidades de las poblaciones, de desprotección de la ciudadanía en todos su roles (productor, trabajador, consumidor), las medidas que han favorecido las concentraciones parcelarias hasta el mega-latifundio, las macrogranjas o la pérdida de los puntos de venta en cadenas de distribución más cortas, son las que han puesto la soga y atado el nudo alrededor del cuello del agricultor y el ganadero.

Sí, es muy fácil echar la culpa al urbanita que quiere productos más naturales, ecológicos y saludables. Que estos se produjeran con unas condiciones de prosperidad y dignidad para toda persona que participe en el proceso de producción, distribución y venta. Y que no se deteriorará el medio ambiente. Lo que pasaba hace 50 o 60 años en Europa, 40 o 50 en España. Con lo cual el relato de lo que siempre se ha hecho es falso. Porque antes no se abonaba con cientos de píldoras de colores. Ni se sulfataba a mansalva con drones y avionetas extensiones de 4000 hectáreas o más. Ni había cultivos de regadío donde tienen un suelo y un clima de secano. No se llenaba el buche del ganado con antibióticos a granel, ni se les tenía que impartir vacunas contra enfermedades que aquí no se conocían. Es la globalización y el neoliberalismo los que están cargándose el trabajo y la vida del sector primario. No lo olvidemos.

Y la derecha y la extrema derecha no van a parar esa rueda por muchas facilidades y promesas que hagan. Van a pisar el acelerador del capitalismo más depredador. Mirad lo que ha pasado en Reino Unido, en Estados Unidos, en Brasil o en Argentina. No van a redistribuir la riqueza. Recordemos que por ejemplo votaron en contra de la Ley que prohíbe a las grandes cadenas de distribución obligar a los productores a vender por debajo de coste. Algo que estaba pasando y sigue pasando por la carencia de inspectores que no se han puesto en las administraciones autonómicas que legisla la ultraderecha. Que llevan años gobernando administraciones y provocando trastornos a las personas y a las empresas, al medio ambiente y al patrimonio de todos. Que son corruptos.

No se cuestionan el estado de medio ambiente y de los derechos de los trabajadores del campo. O los formularios y requisitos burocráticos que tienen que hacer frente las explotaciones y sus propietarios. No han vigilado, de hecho han alentado, un reparto de ayudas a través de la PAC totalmente inmoral, injustificado y delictivo, durante ya 30 años.

Desde la izquierda no se puede ver a estas manifestaciones como expresiones de la extrema derecha. Eso sería un error. No comparecer y dejarles que llenen de banderas, muchas preconstitucionales, las justas reclamaciones del sector agrario y ganadero español y europeo sería perder otra oportunidad para poder construir un país más digno, justo y con futuro.

Además es preciso ayudar a que los pequeños productores puedan sobrevivir a este momento de zozobra y cambio, porque el pueblo en general está con ellos, sin usar banderas ni consignas rancias o fascistas. Simplemente porque la mayoría de la gente entiende la labor esencial del mundo rural, porque lo valoramos y lo queremos. Y porque entendemos que merecen un futuro y un bienestar con dignidad. Para todas y todos los integrantes del mundo rural.

 

 

domingo, 30 de diciembre de 2018

La igualdad guiando al pueblo


Llegan a España los ecos violentos de las protestas contra la neoliberal subida de los carburantes protagonizadas por los llamados “chalecos amarillos” en Francia. Se posicionan enfrente de Macron y su gobierno tecnócrata y ultraliberal, encontrando la complicidad de multitud de colectivos pertenecientes a la clase obrera francesa cuyas luchas sectoriales y atomizadas no encajaban en el marco reglado por la izquierda del sistema. Así durante el último mes, no sólo en París, sino en todo el estado se han producido huelgas y concentraciones que han paralizado el país.
Evidentemente los medios del capital en España no han podido silenciar tal movimiento pero han tratado de tergiversar todo lo acontecido para calmar un posible contagio revolucionario que no interesa a sus dueños. Así, las acciones de violencia provocadas por grupetos incontrolados, muchos de ellos vinculados a la extrema derecha como se ha podido ver por las imágenes que circulan por internet, han abierto los informativos, con las lamentaciones de los empresarios del transporte español que veían sus vehículos paralizados en las fronteras galas durante horas. Curiosamente los apoyos de transportistas españoles expresados en declaraciones a los medios rápidamente desaparecieron.
Aquí estamos acostumbrados a reconocer en Francia y en sus gentes la masa crítica y revolucionaria compuesta en poder social, en poder del pueblo, capaz de defender por ejemplo, con solidaridad, desde su campo y tradiciones, hasta la igualdad fiscal atacada por los tratados de comercio transnacionales. En muchas conversaciones de militantes de base de partidos de izquierdas y sindicatos, he llegado a la conclusión de que esperamos que en las calles de Francia se paralicen las agresiones que el capital vierte a la clase trabajadora europea, ante nuestra propia inoperancia, alimentada por las altas esferas de nuestras propias organizaciones supuestamente de izquierdas, pero que se encuentran empotradas en los aparatos fácticos del estado, como garantes de una falsa paz social que se sostiene únicamente por las rodillas peladas de todos las trabajadoras y trabajadores del país.
Por eso durante el último mes, hasta estas vacaciones de Navidad en la que se ha fraguado una cierta y tensa tregua he asistido emocionado y divertido a la aparentemente espontánea irrupción de una masa conjunta de individuos y colectivos que ha trastocado el orden establecido de las cosas, empezando por su propio gobierno, pero también por las otras opciones políticas y sindicales del estado francés.
Lo que está en juego ha sobrepasado con creces la causa que encendió la primera chispa de las protestas. La política neoliberal en materia de transportes y energía se veía fallida y como una patada hacia adelante que no servía para atajar los problemas de transición energética y de disposición de materias primas y productos en un mundo globalizado. Como están acostumbrados la gestión de la derecha liberal era una improvisación más para tratar de salvar el escollo, sin que limará la imagen pública de su líder Macron, símbolo de la nueva política en Europa. Hacer pagar a los transportistas con un nuevo impuesto y la subida de otros dos, la falta de discurso y de acción política en estas materias no era un atropello más, y así rápidamente auto-gestionados y organizados los chalecos amarillos (Gilets Jaunes) se lo hicieron saber.
El macronismo como gobierno ultraliberal y tecnócrata, profundamente personalista se antojaba débil en el contexto de una Europa girada hacia el eje Frankfurt-Berlín (económico-político), tras el Brexit, con una política en Francia (y también en toda Europa) polarizada en extremos con el auge de la extrema derecha y con una crisis económica y social de la que no se logra salir porque quienes llevan esa responsabilidad son los mismos y con el mismo guión que nos metieron en ella.
Macron en el escenario de colapso de las tradiciones fuerzas políticas francesas supo colocarse y auparse al poder (por lo que resulta tan idílico para Albert Rivera y los medios del capital). Pero poco tiempo después, apenas un año, ha ido perdiendo los apoyos de la burguesía provincial simbolizada en la renuncia explícita del alcalde de Lyon, o del ministro de Ecología una de las personalidades más cercanas a la izquierda alternativa. Al mismo tiempo los escándalos y las disputas internacionales con Trump usadas como cortinas de humo, aumentaban su desgaste y laminaban su imagen pública.
Preconizado por Gramsci vemos con las clases dirigentes, las clases hegemónicas pierden progresivamente la iniciativa del discurso, y lo que es más importante, la autoridad (muchas veces auto-impuesta a través de los medios de comunicación del capital) sobre las masas. Estas, como clase trabajadora, pero también atomizadas por sectores, no se sienten respaldas en los dirigentes tradicionales, y más grave aún en los que ya reconocen como continuistas de las políticas previas. Los resultados los vimos hace poco menos de un mes en Andalucía.
Así, en Francia, lo que empezó como una protesta contra el aumento de impuestos a un sector productivo concreto, encontró rápidamente el apoyo del país en su totalidad, primero porque están agotados de ser la carne de cañón del sistema, y después porque gozan de una cultura cívica y política de las más altas del mundo. Una tradición de defensa de sus intereses, verdaderamente admirable y sí, también, para envidiar.
Ni siquiera los actos vandálicos, el pillaje, las barricadas incendiadas en las avenidas turísticas de París, muchas de ellas provocadas por grupos de la extrema derecha, cuando no por infiltrados, no han laminado la fuerza de la protesta social. Lejos de ello, se han incrementado los apoyos, y las manifestaciones antes y después de los altercados han adquirido cuotas colosales en cuanto a participación, civismo y apoyo a los Gilets Jaunes.
Por primera vez en Francia, una decisión de bloqueo surgida desde abajo, que escapó a los controles del gobierno y los sindicatos, así como los partidos de izquierda y de extrema derecha, fue efectiva sin concertación previa con las autoridades municipales o sindicales del territorio. Un ejemplo de la actitud subversiva y contraria a la domesticación tan característica de las acciones rutinarias de los sindicatos o de los partidos de izquierda es el hecho de que se impusiera el 24 de noviembre una marcha en los Campos Elíseos, en un claro desafío a la prohibición explícita de las autoridades del Estado.
Esto por supuesto, no lo has visto en el telediario de Antena 3 pero ha sido la clave para que Macron reculará su propuesta inicial, lo que ya supone una victoria colosal de los promotores y la sociedad francesa; sino que además su liderazgo y el del discurso liberal en la política de la vida de las personas sufre un nuevo golpe está vez duro que hace tambalear todos los artesonados del sistema.
La gran victoria de los chalecos amarillos está en que surgiendo de la clase trabajadora, blanca, en torno a los 45-50 años y que ya sufrió los estertores de la des industrialización de los 80 y 90, ha conseguido reunir a través de un movimiento espontáneo a la total amalgama de ciudadanos franceses y francesas. No sólo París. No sólo las grandes ciudades. No sólo los transportistas. También el mundo rural. Trabajadores de los tres sectores. Profesionales acomodados con titulo universitario. Emprendedores y pequeños autónomos. Pequeño burgueses que no se sienten clase proletaria. Jubilados. Estudiantes. Un gran número de mujeres... En realidad, y como decían en un editorial del conservador diario Le Figaro, “a todos aquellos que tenían el miedo a vivir una desclasización; a perder su estatus social y los beneficios y derechos que conllevan”. Mientras que en Le Monde, indicaban el “hartazgo de las clases populares francesas que sentían no contar en las decisiones de su gobierno”.
Quién no recuerda esta declaración con lo que fue el 15M. Salvo que en aquel movimiento no se consiguió integrar a la España rural y sus reivindicaciones, duele pensar en cómo se podía haber cambiado el país en aquel momento.
Ahora en Francia a través de este movimiento revolucionario se están cuestionando todos los rigores de la V República aupada por el pactismo del partido conservador y el socialista de Miterrand, y que son defendidos con violencia por la extrema derecha del Frente Nacional.
Un bloque anti-burgués, en el que de momento aparecen pocas peticiones netamente anti-capitalistas, pero que si que piden con vehemencia un sistema más lógico, natural y humano, y que están sobrepasando por la izquierda a la Francia insumisa, y por supuesto a los sindicatos tradicionales (cuyas élites temen ser sobrepasados por las bases y se han portado en éste momento como estúpidos y egoístas traidores) y al partido socialista.
Pero lo más importante es que cuestiona la autoridad del Estado, desde el mismo momento en que Macron puso su superviviencia política en manos de la “unión nacional” apelando a los bajos sentimientos de sus conciudadanos (tradicional arma de la burguesía) en nombre de la “República en peligro” para lo que militarizo París. Sin embargo, se encontró con la respuesta de “su” pueblo saliendo a la calle, respaldando a los manifestantes y añadiendo sus reivindicaciones. Los alborotadores no aparecieron, ni en París, ni en el resto de ciudades y pueblos del estado francés, y si una ola de solidaridad obrera y cohesión social en torno a una serie de protestas por la justicia social y la dignidad de las gentes.
Pero también con una serie de reivindicaciones que van más allá de la anulación de las políticas energéticas de Macron y su cohorte neoliberal. Volver a poner el discurso en temas como el restablecimiento del impuesto sobre la fortuna, el aumento del salario mínimo o la indexación de las pensiones y los subsidios a la inflación es volver, a continuar, metidos en la lucha de clases hablando al hombre y a la mujer trabajadores, como adultos y de manera integrada como clase obrera.
Hablando así, de estos temas y en éste tono, se supera la lógica de las élites. Primero de las élites de los sindicatos y los partidos obreros tradicionales. Y después, la de las élites sociales y económicas que dictan que todo, absolutamente todo en el mundo, lo mueva el dinero.

Hay que decir y es importante no olvidarlo, que aconteció un nuevo y "oportuno" atentado terrorista en Estrasburgo durante la semana de pleno del Parlamento Europeo en plena oleada de protestas y manifestaciones por toda Francia. Saldado con 4 muertos y el asesino, "un lobo solitario", abatido tras tres días de búsqueda, y con la investigación ya cerrada. Oportuno, y sean ciertas o no, valió para alimentar las teorías de la conspiración.


Frente al derrotismo instalado en la izquierda, y llevándolo al terreno nacional, con Izquierda Unida y el PC, empotrándose en Podemos y su verticalidad pragmática y su transversatiliad programática sin trastocar las estructuras tradicionales de poder, es gratificante comprobar que hay algunos que tenemos razón, que ya la teníamos, y veíamos y vemos que a la izquierda de Podemos y todo lo que arrastra hay mucho espacio, y lo más importante muchas personas que saben que ahí es el lugar desde el que construir un mundo mejor.
España, desde luego no es Francia, y ni sus organizaciones políticas, ni sus ciudadanos tampoco. Aspiramos en generar la conciencia crítica y el sentimiento de participación en política de nuestros vecinos más pronto que tarde para conseguir imponer un modelo económico y social más justo y con mayor futuro.



vía, wikicommon.

El famoso cuadro romántico de Eugene Delàcroix, La Libertad guiando al Pueblo, conmemoraba el alzamiento revolucionario de 1830, recordando así la lucha y victorias emprendidas por el pueblo francés desde 1789, para ellos y para todo el mundo.
Hoy tenemos la foto del principio del artículo con la que encuentro semejanzas y alguna diferencia. La bandera francesa ondeada en las calles, llevada por el pueblo unido más allá de estamentos y, en pos de la igualdad y la lucha obrera, anticapitalista y revolucionaria.
Como siempre, Francia marcando el paso.

lunes, 13 de julio de 2015

Paremos todos la agresión fascista de la Ley Mordaza


The Black Cone, First Monument to Civil Disobedience | Santiago SIERRA (Imagen estraída de ArtNow)


Cuando el gobierno viola los derechos del pueblo la insurrección es para el pueblo, y para cada porción del pueblo, el más sagrado de sus derechos y el más indispensable de sus deberes”
Inscripción en First Monument to Civil Disobedience (primer monumento a la desobediencia civil) frente al Parlamento de Reykjavick, obra de Santiago Sierra

La cita está extraída de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1793 que posteriormente fue incluida en la Constitución francesa del mismo año. Corrían aires de revolución francesa. Tres años antes de que se colocara la escultura, la Policía islandesa reprimía violentamente en ese mismo lugar una pacífica protesta ciudadana que exigía responsabilidades a políticos y banqueros por el caos financiero. Aquella protesta marcó el inicio de los posteriores cambios políticos y sociales vividos en este país nórdico. Fue la cuña de fuego que inició el deshielo. 


El pasado 1 de julio España retrocedió 40 años. El 1 de julio entró en vigor una de las leyes más fascistas y antipopulares que se han aprobado en estos años de impúdica transición y engañabobos postfranquista mal llamada democracia española. Es la ya infame y esperemos, a partir de diciembre, derogada, Ley Orgánica 1/2015, de 30 de marzo, por la que se modifica la Ley Orgánica 10/1995, de 23 de noviembre, del Código Penal. O como la hemos conocido en los medios y en las redes, La Ley Mordaza.

En la situación actual, en la coyuntura que estamos padeciendo existe un miedo (el miedo está cambiando de bando) por parte del poder de perder ese mismo poder, y el combate para evitarlo se efectúa a través del miedo. Y una buena herramienta de miedo y la represión es está reforma del Código Penal, que nos despoja de lo poco que tenemos ya (ahí han trabajado para la oligarquía la educación como dispensario de obreros y no como cuna de ciudadanos libres, y por supuesto la televisión) de pensamiento crítico. Somos señalados y criminalizados porque nuestro pensamiento, nuestra ideología, es diferente a la de los que gobiernan el mundo. Es en ese punto donde encontramos la intencionalidad política de este reglamento insultante para una sociedad del siglo XXI, para una supuesta democracia europea.

Entrando un poco en materia sobre la legislación que entro en vigor el pasado día 1 tenemos cambios sustanciales en cuanto a la aplicación de el Código Penal. El más importante sin duda es la implantación de la Cadena Perpétua, junto a la revisión de la libertad condicional que deja de contar como período cuantificable de pena, puesto que funciona a partir de ahora como una suspensión de la pena. Ambas normativas vienen a despojar de reinserción al sistema penitenciario español, lo que sumado a una población reclusa, mayoritariamente proveniente de los estratos sociales más bajos y con el nivel de estudios más bajo de todas las poblaciones de reclusos de la UE, convierte nuestras cárceles como un museo vivo y real de lo que eran las cárceles de mediados de siglo.

Además desaparecen las faltas, convirtiendo en delito los hurtos (robos sin violencia de menos de 400€). Más allá de poner cerco a las bandas de carteristas que hacen sus agostos en las calles y metros de las grandes ciudades, parece una ley ad hoc para que los señores Mercadona y El Corte Ingles respiren tranquilamente y puedan seguir reclamando mayores beneficios para si mismos con los derechos laborales o lo que se les antoje. Curiosamente, un hecho luctuoso como el menudeo de pequeñas cantidades de droga no aparecen bajo este epígrafe, quizás y sólo quizás porque ese tráfico se circunscribe a los barrios obreros y barriadas marginales de la periferia de las ciudades españolas.

Entrando ya en la mal llamada Ley de Seguridad Ciudadana una vez más sale a relucir ese extraño talento del político españistaní de legislar a golpe de telediario. Casos explotados mediáticamente por los medios del capital, como los de “Marta del Castillo” o los “Niños de Córdoba” entran a formar parte del cuerpo legal del texto, incluso con descripciones en el desglose de posibles causas que hacen que identifiquemos a la víctima según los leemos. Lamentable, que a un texto legal, reconocido por los propios juristas, como horrendo desde el punto de vista técnico, añadan toda la carga moral y la presión social por execrables delitos cuyos autores se valieron para su defensa de otras normativas y reglamentos mediocres redactados anteriormente. Parece, que no aprendemos.

Para seguir con la estela de tropelías a la decencia y la calidad democrática de un estado, el nuevo marco legal aprobado con la mayoría absolutista del #PartidoPutrefacto plantea la extinción como delito de la malversación (uso privado de bienes públicos) aunque no provoque perjuicio económico, toda vez que ahora, el culpable (demostrado ya que a este punto llegaríamos cuando la sentencia se ha redactado a años a..) puede eludir la prisión y las sanciones (multas o inhabilitaciones) toda vez que devuelva lo usurpado o si colabora para descubrir redes corruptas en las administraciones.

Han introducido, y los medios del capital no han reparado en gastos para promocionarlo, un delito de financiación ilegal de partidos políticos, añadida a la Ley de Financiación de Partidos que también entro en vigor el día 1. Lamentablemente todo este cuerpo legal mantiene y favorece las condiciones con la que el #PartidoPutrefacto monto una Caja B, o el #PPSOE un Filesa, ya que a la ausencia de controles externos, transparentes y públicos, mantiene los mecanismos por los que estos partidos han ido recibiendo cantidades de dinero (asociaciones, fundaciones etc.); y además, se sigue sin perseguir al corruptor: El empresario o persona o grupos de personas con intereses específicos en una materia que ese partido político va a legislar y ejecutar desde una institución o varias. Una vez más, un efecto de maquillaje que sigue sin solucionar las arrugas que son grietas en el cuerpo democrático de #Españistan.

Para mayor escarnio y vergüenza nacional otra de las medidas que entraron en vigor con los calores de julio han sido la legalización de las Expulsiones en Caliente, sin atender a razones de lesa humanidad, a la supervivencia de los derechos humanos o de la misma Constitución violada que sufrimos en esta doliente tierra. A esta directiva del ultra que tenemos por ministro del Interior ya aprobada de facto y puesta en marcha desde abril, sólo se le puede calificar de fascista y contraria a los derechos humanos. Que un país, como éste, que lleva 5 años echando a sus mejores jóvenes para que sean mano de obra barata en el Norte de Europa, aplique una normativa que excluye los derechos de los refugiados o la atención a los heridos en el mismo hecho migrante es bochornoso e indigno. Pero claro, poco podíamos esperar del ministro que decidió llenar de cuchillas las alambradas o autorizo de facto el lanzamiento de pelotas a personas que trataban de llegar a aguas españolas a nado. Un sin vergüenza de misa diaria; un fascista de rosario. Un inmoral que esperemos acabe con sus huesos en la cárcel.

Y ahora vamos al asunto en cuestión. En un contexto de estafa económica llamada crisis, de socialización de las pérdidas del ejercicio especulativo bancario. De recortes en sanidad, educación o servicios sociales. Con una corrupción y redes clienterales pudriendo todo el estado. Y ahora con cada vez más ciudadanos y ciudadanas informándose,compartiendo, colaborando y movilizándose llega esta ley con ganas de quedarse para amedrentar a quienes ejercen su legítimo derecho a la protesta, a la reivindicación, la resistencia y la coherencia con unos principios democráticos y libertarios.

La imposición de sanciones por hechos que la ley no contempla, así como las identificaciones masivas e indiscriminadas y la confección de listas negras de disidentes conforman la materia prima de cualquier dictadura. Con esos materiales se acosa y se intenta amedrentar las protestas sociales que no se pueden domesticar y que, por tanto, preocupan al poder real. Es decir, a los grandes consorcios financieros, energéticos, bancarios… Esta clase de protestas de ciudadanos insurrectos e indignados alarman a esos grandes poderes ya que los ciudadanos comienzan a comprender que deben unirse, organizarse y no aguantar impasibles que les roben. Por más que el saqueo se disfrace de legalidad.

La Ley Mordaza es la respuesta que usando al estado dan las élites económicas y los poderes fácticos de toda la vida para que todo siga igual. Para que ninguna protesta afee su trabajo en eso de dar todo para unos pocos y dejar las migajas para los demás.

Henry David Thoreau. Ghandi. Rosa Parks. Lech Walesa. Todos ellos podrían ser detenidos, incomunicados y condenados a pagar una suerte de multas económicas que vienen a parar la movilización ciudadana que desde mayo de 2011 trata de recuperar algo de dignidad para este país podrido. Defender el derecho a la vivienda, al acceso a la información libre, una educación pública, laica y de calidad, una sanidad universal, un tratamiento justo y humano a los sin papeles y los que sufrimos las consecuencias de un empleo precario, y todos quienes creemos en una sociedad mejor más humana, solidaria y colaborativa, en definitiva, en una democracia plena quienes vamos a tumbar esta nueva agresión fascista del capital

La Ley de Seguridad Ciudadana otorga a la administración y las fuerzas de seguridad (ojo, nunca a los jueces y la justicia) herramientas disuasorias en forma de multas e impunidad para la violencia policial que servirán para evitar y reprimir manifestaciones o su convocatoria (protestas frente al Congreso de los Diputados, en instalaciones de servicios básicos o infraestructuras clave, la resistencia pacífica a la autoridad, parar desahucios, escraches, recogidas de firmas,...). Con normativas como las sanciones por grabar a policías o directamente la criminalización de conductas propias y habituales en manifestaciones como la resistencia pasiva, acudir con el rostro tapado, o compartir y retuitear convocatorias, que terminen en disturbios, aunque uno ni haya participado o desconozca ese resultado final. Todo ello redactado de manera vaga y oscura abriendo el texto legal a la utilización partidista por parte de las subdelegaciones de gobierno y otorgando a los agentes de policía, los anti disturbios la mayoría de las veces, a que operen como jueces, y dándoles mayor protección y autoridad para dispensar sus brutales castigos.

Fraga en plena dictadura dijo que la calle era suya, y Rajoy apela a la “mayoría silenciosa” para salvaguardar cierto estado de conformidad con lo que acontece en este país y en la Europa del capital. Pero si algo hemos demostrado, todos estos años de lucha en las calles, protestas e incorreccional actitud frente a los abusos del poder es que la calle es el territorio de la ciudadanía, de su debate público de ideas y si es necesario del altavoz para el clamor contra las políticas fascistas y neo liberales que nos llevan al derrumbe social, ecológico y humano.

Esta ley será derogada, o quizás antes el Tribunal Constitucional (que no son una banda antisistema, precisamente, sino más bien un organismo pro-sistema) la elimine por anti constitucional, pero antes, somos nosotros quienes tenemos el verdadero poder para cambiar las cosas, y por eso no vamos a consentir, no vamos a refrendar sus leyes con nuestro silencio. No vamos a tolerar que nos etiqueten como “ciudadanos dormidos” que favorecen por omisión leyes como esta, que castiga la pobreza, la solidaridad y la protesta.

Así me posicionó sin miedo ni temor a seguir actuando como he estado haciendo los últimos meses, es decir, desobedeciendo activamente la Ley Mordaza, y a clamar en todo momento #StopLeyMordaza.


 

Camareros: Necesarios, degradados y precarios. Una experiencia personal

Ahora que ya está aquí el veranito con su calor plomizo, pegajoso y hasta criminal, se llenan las terracitas para tomar unas...