lunes, 19 de mayo de 2025

Eurovision y el blanqueamiento de un genocidio


Clasificaciones finales Eurovisión 2025.

 

Parece inevitable llegado el mes de mayo no dedicarle un rato a juntar unas palabras sobre Eurovisión. Es curioso como sin considerarme, ni mucho menos, un Euro-fan o sin estar siguiendo, ni siquiera por accidente, los acontecimientos que jalonan este evento, al final consigue colarse entre los puntos de interés que humildemente uno tiene que gestionar. Y siempre lo suele hacer gracias a la principal virtud que para mi tiene el Festival de Eurovisión: La capacidad para mostrar las profundas incoherencias e hipocresías del sistema. La posibilidad de desnudar, a través de una expresión cultural, los disfraces que tapan los oscuros intereses de agentes nocivos para la sociedad, la dignidad y la paz. Parece que no, pero hace ¡¡¡17 añazos ya!!! con el Chikilicuatre, España ya se rió de todo ello.

Si siempre hay ruido y es ensordecedor, en cuanto a la elección de los candidatos y representantes de Radio Televisión Española, hay otras veces en los que la polémica salta para tratar temas más importantes como el feminismo, el estatus de los colectivos oprimidos (LGTBI, raciales o incluso de clase), y sobretodo últimamente, por el agravio cometido al permitir la participación y blanqueamiento de Israel, inmersa en una Guerra de ocupación y exterminio de la población palestina, frente al veto impuesto a Rusia por su guerra y ocupación de los territorios rusófilos deUcrania. Por cierto, aprovecho decir que a Ucrania jamás le han vetado su participación en este festival o en otros eventos culturales o deportivos, pese a su política de acoso y laminación de derechos humanos contra sus ciudadanos de izquierdas o de habla rusa en el territorio del Maiden. Como tampoco la de Hungría o Polonia por lanzar políticas extremistas de negación de derechos a los ciudadanos por su condición sexual. Que ya nos conocemos.

En esta ocasión, ha sido en la propia semana de celebración, con galas de semifinales y final, donde la polémica ha saltado.

La labor del contubernio eurovisivo para justificar y blanquear la presencia de Israel y su política de ocupación y genocidio sobre Palestina ha sido exacerbada, tratando de imponerse sobre las legítimas posiciones de gran parte del público, de muchos de los artistas y delegaciones participantes, y de varios de los propios gobiernos europeos como España, Irlanda o Noruega que ya han dado pasos firmes en el reconocimiento del estado de Palestina.

Sin embargo, la actitud de los propios organizadores, el ente supra-nacional de la Unión de radio-televisiones (públicas no olvidar este matiz) Europeas (UER), amos y señores del tinglado de Eurovisión, ha degenerado en una crítica feroz, y a la vez, en una defensa de la dignidad y de los derechos humanos. Si bien se jactan, y junto a ellos las derechas extremas y las extremas derechas europeas, y también muchos colectivos de eurofanes, de un supuesto carácter apolítico en el festival, esta vez ha quedado claro que no existe tal suposición, y que funciona para justificar lo injustificable, y mantener el negocio y ganar dinero, muy importante, a pesar de las profundas brechas que provoca en la ética y en el acervo moral de las sociedades europeas.

Durante esta semana y en el contexto del festival Israel defendía su posición. Pero no su canción y su derecho, o no, a participar en el certamen. Lo que defendía era su política genocida. Justificaba su ofensiva militar y violenta. Garantizaba su supuesta superioridad moral. Acreditaba la ocupación ilegal de territorios saltándose la legalidad internacional. Daba pretextos, en definitiva, para la matanza de civiles, sobretodo de mujeres y niños, y trataba de hacerlo ante los críticos y con el beneplácito de la Europa más fiestera y diversa.

Como respuesta, ya he comentado, tanto muchos de los artistas participantes, como algunos de los entes televisivos, reaccionaron y se activaron para denunciar el genocidio y explicar el contexto de la ocupación y si, también de la participación de Israel en este certamen musical. Por lo tanto, y como es evidente y natural y propio de sociedades complejas e interrelacionadas, Eurovisión tampoco es apolítica.

Ante todo ello, la organización del festival debía haberlo evitado. La única manera era haciendo lo que hay que hacer: El veto a países violentos y genocidas. Denunciar y prohibir que se blanqueen políticas criminales y vergonzosas. Si no lo hizo, podía haber permitido algunos derechos fundamentales como la libertad de expresión. Libertad que garantizaban para que Israel presentara y cantara una canción “New Day Will Rise”, “Un día nuevo llegará”, con una letra infame que encima venía a justiciar el sionismo más radical y la postura ultra-conservadora, violenta y supremacista posible. Sin embargo, negaban esa libertad de expresión a las televisiones y presentadores que pusieron contexto a la actuación israelí. Las amenazas de multas y sanciones son una vergüenza.

No valen más humillaciones, ni aceptar la preponderancia de la élite fascista israelí y de todos sus acólitos. Es preciso dar explicaciones y purgar estas instituciones de reaccionarios y de personas tan malvadas y horribles. No es aceptable el dinero de los patrocinadores si vienen manchados de sangre y de tanta crueldad e inmoralidad. Si lo estamos viendo, y celebrando la actitud de muchos grupos, con los macro-festivales en España, también debemos exigir lo mismo para los representantes y funcionarios públicos europeos que mantienen Eurovisión.

¿Es ético celebrar un festival de la canción con un país participante que perpetra en estos momentos crímenes contra la humanidad y contra la legalidad internacional? ¿Es justo que se garantice su libertad de expresión y a cambio se prohíba la de quienes no están de acuerdo o simplemente quieren mostrar la realidad más aséptica posible? ¿Es lícito que un evento cultural o deportivo se lleve a cabo gracias al dinero de patrocinadores involucrados en las masacres de más de 50.000 personas y más de 15.000 niños? ¿Es justificable que todo siga igual pese a que la misma semana de celebración del concurso Israel atacaba a civiles en el Sur de Palestina causando la muerte de al menos 150 personas?

Si estas preguntas no son todavía lo suficientemente incómodas quizás deberíamos añadir cómo es posible que Israel estuviera a punto de ganar el certamen, gracias a los votos de algunos jurados oficiales de los países participantes, y sobretodo a un mirada de puntos del “tele-voto popular” que no tiene ninguna garantía ni seguridad y que mediatizó el resultado final.

Por si esto no fuera poco, y aunque no soy especialmente favorable a la canción presentada por España, me queréis decir ¿qué no hubo un castigo directo al país más beligerante con la política genocida y fascista de Israel?

Por supuesto, que no toda la población de Israel (faltaría más) apoya la política del criminal de guerra de Nethanyahu y sus acólitos fascistas. Y que no celebran el genocidio y abogan por un diálogo entre culturas y religiones que garantice la paz en Israel y en Palestina. Y que si, que tienen su derecho a sentirse representados en un certamen. Pero cuando los símbolos como la bandera y la propia canción se usan para justificar esa supremacía y ese dominio no todo vale.

Cuando se habla de derechos humanos, legalidad internacional, causas de guerra o justicia no vale la equidistancia. No se puede poner uno de lado e intentar no mancharse en el charco de fango y sangre. Tampoco cuando tratamos la superioridad moral de las personas que queremos un mundo mejor, más justo, digno y ético. Frente a esto está la batalla cultural librada por quienes quieren reescribir la Historia tras la derrota del fascismo en el siglo XX. Sí, de esos que nos dicen que queremos otra historia y que no aceptamos la derrota en la Guerra Civil, pero que por la tibieza y los cortoplacismos de aquella época se toleraron gobiernos fascistas después de 1945, en Europa y en el mundo. Y ahora quieren derribar los valores y la sociedad más tolerante e inclusiva para imponer de nuevo sus reaccionarias visiones.

Un ejemplo de esto viene con la reacción al resultado final. Mientras buena parte del público habitual de Eurovisión se quedaba ojiplático con el resultado del Tele-voto, las huestes del fascismo españistaní celebraban que en esa variable, en España ganará Israel. Se atreven a defenderlo como una respuesta “democrática” al gobierno del perro y como un éxito de su capacidad de movilización. Obvian, porque no les da para más, que su apoyo a un estado genocida y que está perpetrando crímenes de lesa humanidad es injustificable, incompatible con la democracia y con los valores del siglo XXI. Por eso son reaccionarios y por eso, siempre, la derecha de este país se encuentra en el lado equivocado de la Historia. Pero es que además, y lo que es más denigrante aún, por sus ansías de poder se colocan en el lado opuesto al interés general de su propio país y a la decencia. No les da para más. Siempre digo que la gran desgracia de este país es tener una derecha, unas huestes conservadoras, tan poco patrióticas, mucho menos democráticas y tan deleznables.

Desde luego, dado lo acontecido con este festival y fundamentalmente, con lo que ocurre cada día en Gaza y en Cisjordania se hace necesario ponerse firme. Muy bien el gobierno trabajando desde la diplomacia reconociendo a Palestina y denunciando los crímenes de Israel. Pero basta ya de la doble moral capitalista de vender armas y delegar la autonomía de la propia nación porque hay dinero de por medio.

Muy bien RTVE permitiendo a sus presentadores expresar su opinión y también que contasen sin acritud el contexto de la interpretación de la canción de Israel, y después y ante la amenaza de sanciones por parte de los organizadores, proclamando su posición antes de la retransmisión (la Radio-Televisión belga fue mucho más allá y cortó la interpretación de Israel con un mensaje en pantalla y en silencio mostró su apoyo a Palestina). Pero llegado a este punto se hace necesaria una reflexión profunda si merece la pena seguir participando en este tinglado. En exigir responsabilidades y si es necesario quedarse en casa. Porque para que nos humillen al tiempo que loan a los criminales y fascistas no hace falta ir a Eurovisión.


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