Tras
algo de más de dos semanas de confinamiento
nos han servido para ver y disfrutar de Futurama,
la serie
de animación
que el año 2000 llegaba a la Fox para presentarnos un futuro en
absoluto idealizado o mejor.
En
1999 Matt
Groening
vendía la idea de Futurama amparado por el éxito incomparable de
The Simpsons -que ya en esos años, su duodécima temporada-
presentaba claros síntomas de agotamiento. Con Futurama
Groening conseguía mantener el listón de diversión y humor mordaz
e inteligente de las temporadas previas de
la exitosa familia amarilla de Springfield,
para además darle mucha mayor complejidad con tramas que iban a
atacar los dogmas de la sociedad americana de cambio de milenio bajo
el escenario de un año 3000 ultra moderno y deshumanizado. Se
notaba el ambiente libre en el que los creadores se movían con la
nueva serie y que ha sido la constante durante su vida.
La
presentación de la serie es tal y como sigue: Philip
J. Fry
un repartidor, precario,
puteado por todos y sin aspiraciones de ningún tipo, es congelado en
el primer minuto del año 2000 en Nueva York despertando la
nochevieja de 999
años después. Llega a un mundo confuso, futurista, en la Nueva
Nueva York,
donde rápidamente comienza a interactuar con humanos, mutantes,
extraterrestres y robots. La tecnología lo ha ocupado todo y su
arcana mente primero tiene que lidiar con los avances de mil años de
ciencia y tecnificación, para después, unirse en su comportamiento
con un ser
humano más egoísta,
más individualista, más egocéntrico, consumista y amoral. Se
siente en su salsa y aunque
sigue sin ser comprendido y admitido por la nueva sociedad se siente
feliz y emocionado.
Cada
capítulo funciona como una distopía
por la parte en la que se describe y pone a prueba un aspecto o el
conjunto de la sociedad. Evidentemente las referencias desde mil años
hacia adelante para con la época actual otorgan grandes momentos y
reflexiones.
Se
ríe y llora de la ineficacia de las administraciones, de su
corrupción y su fascismo indisimulado (el acierto de utilizar al
personaje de Nixon es tremendo). Se presentan a las deshumanizadas
multinacionales, multi-planetarias, explotadoras de las clases
trabajadoras -humana o robótica-, expoliando hasta el fin cada
recurso natural e inmisericorde con el medio ambiente de éste o
aquel planeta si se pone en medio de su cuenta de resultados.
En
el año 2000 Futurama
ya nos hablaba en clave de crítica y denuncia de la obsolescencia
programada, la
comida basura,
del calentamiento global, de la súper
población. Lo hacia con humor. Con verdades puras e incontestables
que aparecen gracias a la ironía y cinismo, pero también con una
actitud transgresora.
Y
en este caso no es recomendable seguir a la pista de la versión
original porque si algo queda claro es que los dobladores en español,
disfrutaron como enanos haciendo su trabajo, y con ello nos han
regalado una versión pletórica, divertida
y cachondísima. Personajes como Zoidberg y por supuesto el capitán
Zapp
Brannigan se guardan en la memoria por la cantidad de frases míticas
que colocan durante la serie, haciéndolo con unas voces
marcadísimas, plenamente reconocibles y a las que siempre
asociaremos. Mi enhorabuena
y agradecimiento al equipo de actores de doblaje que trabajaron en
Futurama.
Y
en especial a José Padilla perpetrador de los más reconocibles y
divertidos.
Los
personajes son parte importante de la serie. Los principales Fry,
Leela y Bender, el cínico, egoísta y vago robot (fantástica
contradicción) llevan el peso de la serie y muestran sus traumas y
convenciones mentales sin matices. Son humanos, si incluso el robot,
y fallan o aciertan, esto lo menos, mientras
tratan de sobrevivir a las misiones suicidas que les lanza su jefe,
el profesor Farnsworth, longevo y lejano sobrino de Fry.
Pero
lo fundamental son las tramas. Estas casi siempre se cierran en si
mismas en cada capítulo y trufadas de referencias a la ciencia y la
física, a la cultura freak
y a la critica social nos enseñan los aspectos más cutres y
lamentables de nuestra sociedad, dejándonos claro que no será la
tecnología lo que nos salve, sino la capacidad de la humanidad para
con ética, moral y sentido común construir un mundo mejor.
Siempre se ha dicho que The Simpsons predijeron este o aquel hecho. Pero en Futurama pasa lo mismo, con lo cual, la capacidad de predicción y de visionario de Groenning y los guionistas se torna antológica. Por ejemplo, Zoidberg en un capítulo se come la bandera y lo que sucede después nos recuerda lo que no hace tanto le pasó a un humorista cuando se suena los mocos con la bandera.
Hay filosofía en Futurama a paladas. El debate moral y ético despierto por Fry cuando mejora y cambia como persona gracias a unos parásitos intestinales. O al dilema sobre el veganismo y la moralidad de comer animales. Y qué me decís de la continua disertación de los robots, y en especial Bender, en cuanto a sus sentimientos, ausencia o evolución de ellos. La muerte y la vejez son descritas y trabajadas desde la cada vez más perpetua deshumanización de la sociedad. Las relaciones de pareja son constantemente puestos a prueba en particular en lo referente al futuro y a la creación de la familia con las dificultades que tenemos y en contraposición a los ideales del catolicismo en occidente (y en especial en Estados Unidos).
Ahora,
vista la serie de nuevo un montón de años después, me ha gustado
encontrar más guiños y referencias muchos de ellos a la subcultura
de la conspiración y la dominación del mundo. Los grados de la
burocracia de Hermes son idénticos a los de las logias masónicas;
las conspiraciones a la ordenación y control mundial de reptilianos
y clubes elitistas son sutiles pero no dejan lugar a dudas. Pazuzu, una gárgola propiedad del profesor que toma su nombre (y aspecto) del dios de los demonios del viento de las mitologías asiria, sumeria y arcadia.
Aún
con todo, y como es natural, existen episodios más redondos y
altibajos en el discurrir de la serie. Hay capitulos tronchantes como
el de las Amazonas
y el del viaje a Roswell. Y hay capítulos más sentimentales,
acariciando el melodrama, como el del perro de Fry, el de su hermano
o el de su propia muerte. También hay otros en los que pese a una buena dosis de humor y gags con intención de divertir y enfatizar no acaban de llegar tanto. Todo ello siempre trufado de crítica
y sátira de la sociedad actual, la del año 2000 y principios,
bajo el telón de un mundo futurista y plagado de razas alienígenas
lo que nos descubre que el racismo, la homofobia y el machismo son
lacras que se alargarán en el tiempo si no evolucionamos y
empatizamos más con el diferente.
Al
final, Futurama tuvo una vida relativamente corta. Cuatro temporadas
en televisión y 6 años después tres directamente a DVD. Esto
permitió a los creadores y desarrolladores crear un final
consecuente y redondo, quizás el mejor final para una serie. Con
una legión de fans
incondicionales del producto, los guionistas crearon las condiciones
para terminar con un giro al punto de inicio, jugando con la
posteridad en la que ha quedado la obra, siempre a mano de ser
recuperada y re-visionada.
Futurama
es una serie de culto
y
hagas
lo que vayas a hacer, abordarla por primera vez o recuperarla durante
este confinamiento o en otro momento, estoy convencido que la vas a
disfrutar y te va a trascender. ¿Y no es eso lo que busca cualquier
obra cultural?