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lunes, 16 de marzo de 2020

Día 1 de confinamiento

  Parking de la Pedriza en la Sierra Norte de Madrid, atestado de coches el pasado sábado. Imagen de los Agentes Forestales de la comunidad y compartida por el 112 de Madrid.

Lo que ha relevado esta pandemia es que la salud gratuita, nuestro estado de bienestar, no son costos o cargas, sino bienes preciosos […] y que este tipo de bienes y servicios tienen que quedar fuera de las leyes del mercado”
Europa debe actuar unida y evitar dos peligros; el primero es el nacionalismo, pues el virus no tiene pasaporte […] el segundo es el individualismo. Sólo si estamos unidos y decimos “nosotros” en lugar de decir “yo” superaremos el desafío”.
Los dos párrafos anteriores y entrecomillados los podía decir yo o ya están dichos y recogidos en este blog desde 2006. Sin embargo, ambos forman parte del discurso televisado a la nación de Enmanuel Macron, Presidente de la República Francesa del pasado viernes 13 de marzo.
Que sea el mayor prototipo de nuevo político, joven, liberal y moderno quien haga estas declaraciones y firme un comunicado a la nación tan trufado de socialismo, apego a la colectividad y convencimiento en el modelo de estado del bienestar, nos sirve en entre otras cosas, para poner en su lugar el momento histórico que estamos viviendo. No puedo también pensar que no sea más que un mero retoque de populismo y marketing de campaña, ya que hasta que no se ven efectos en las políticas que defiendan lo de todos, ya hemos aprendido que uno no se puedo fiar, pero no deja de ser sintomático para con el momento actual.
La crisis del coronavirus me servía el viernes para presentar éste maldito virus del neoliberalismo propagado en las mentes de la población anulando los impulsos primarios de colectividad, trabajo en equipo, solidaridad y empatía. Sólo 48 horas de confinamiento bajo el Estado de Alarma decretado por el Gobierno, confirman todas mis palabras y alimentan mi lucha contra un modelo económico y social, que nos despoja de lo que durante milenios y generaciones ha sido el engrudo de las relaciones personales y con ellas del avance de la humanidad hacia cuotas increíbles de progreso y felicidad.
Esta pandemia pone en cuestión “nuestra” manera de vivir de las últimas décadas -en Occidente se entiende-. Los que no pueden o no saben quedarse en casa. Los que necesitan la relevancia y aceptación todos los días en su trabajo, su grupo de amigos, de desconocidos… Y no han hecho falta más que unas pocas horas para demostrar lo perverso y antisocial de un modelo egoísta y antinatural.
Hay que decir, de manera evidente, que una mayoría de la población ha seguido las recomendaciones de las autoridades y se ha quedado en su casa. Ha comprado con inteligencia y sensibilidad, sin dejarse llevar por la histeria y el miedo, y ha adaptado su agenda y vivienda para pasar estos días en familia.
Pero las lacerantes imágenes de zonas turísticas, playas, montañas y pueblos llenas de turistas y residentes de segunda vivienda suponen un insulto a la inteligencia. Un cabreo más que justificado por esa muestra de irresponsabilidad, de inseguridad y de ombligüismo cuñado que tiene graves consecuencias tanto para la salud de todas y todos, como en la imagen de país y sociedad que tenemos que dar.
Ese individualismo, del que siempre dan ejemplo los Aznar (recordar ese “A mi no me dices tú, las copas que tengo o no que beber”, o como se iban a un spa tras la mayor tragedia en un aforo en los últimos 30 años, y ahora huyendo a su macro chalé en Marbella) ha provocado que miles de residentes en Madrid salieran despavoridos a sus residencias de veraneo o lugares de origen, exportando el virus a playas y pueblos donde siempre queda la población mayor, especialmente vulnerable a las consecuencias del COVID-19.
Han demostrado con esa actitud bochornosa y criminal la farsa que es el neoliberalismo, la mayor patraña ideológica de la historia de la humanidad. Humanidad que no hubiera jamás alcanzado las cuotas de progreso y bienestar sin trabajar en equipo como parte de un todo, social y endémico, como cualquier experto antropólogo e historiador nos puede decir.
Llevamos poco más de dos días confinados en nuestros hogares, siguiendo las directrices marcadas por el Estado de Alarma y hay varias cosas que siguen quedando claras. La primera de ellas es que más allá de estos primeros 15 días de confinamiento se va a ampliar el plazo, toda vez que seguiremos dolorosamente alcanzando topes en contagiados y fallecidos hasta dentro de 5 o 6 días cuando se empiecen a notar los efectos de las medidas restrictivas.
Es recluidos en nuestros hogares donde estamos volviendo a construirnos como sociedad sana y fraterna, cuyos miembros se ayudan en sus peores momentos y salen desde la solidaridad y la empatía hacia adelante anteponiéndose ante todo.
Frente a eso, frente al grueso de la población que con estoicismo y buena voluntad llevamos el día a día, está el líder de la oposición haciendo electoralismo de baja estofa o Donald Trump queriendo hacer negocio con una supuesta nueva vacuna. Desde luego hay cosas a mejorar en la gestión gubernamental, pero no es ahora el momento de poner palos en las ruedas y mucho menos de buscar réditos electorales. Quizás el problema sea que en éste país la respuesta a las crisis anteriores siempre las han llevado corruptos y mentirosos, y quizás, todavía no estemos acostumbrados a que nos digan la verdad y dejen hablar a los responsables técnicos y cientificos.
Faltan más medidas muchas de ellas económicas. Se hace fundamental cerrar las bolsas y los mercados especulativos que están haciendo fortuna con las posiciones en corto a costa de la salud de la clase trabajadora. Las ganancias de unos pocos pueden provocar las pérdidas de muchos, e incluso antes que Europa, el Gobierno tiene que asegurar la supervivencia de los valores para el bien andar de la economía patria.
Queda por ver si en un escenario como el actual el pago de la deuda que sigue siendo el mantra que "su" Constitución nos impone debe seguir siendo la prioridad económica. O quizás dejarla de lado, ojala de manera definitiva, y dedicar más y más recursos a la Sanidad y la ciencia. Reclamar y recuperar los más de 70.000 millones que nos deben los bancos y meterlos en la economía real de la gente.
Es necesario estipular ya de manera inequívoca y firme los sectores productivos que han de mantener su actividad para mandar a todos los trabajadores que no son imprescindibles en la lucha contra esta enfermedad y el abastecimiento y cuidados, a sus casas y así evitar las aglomeraciones en los centros de transportes y trabajo.
Y con ello tienen que venir las medidas de índole económica para salvaguardar la capacidad adquisitiva del grueso de la población así como la garantía de que una vez pasada la situación de pandemia, podamos resolver la crisis y estafa económica. No podemos simplemente porque usen la excusa del coronavirus dejar que nos vuelvan a colectivizar todas las pérdidas.
Tampoco estaría de más ya que el uso de la energía, las telecomunicaciones, el agua corriente o el gas va a aumentar en los hogares que desde el gobierno se congelaran los precios de estos servicios o mejor aún se pusiera un límite -el de la última factura abonada por ejemplo- para evitar un enriquecimiento excesivo de las distribuidoras de estos servicios. Lo digo, porque ya nos conocemos todos.
Pero mientras estas medidas llegan y se cumplen otras -bravo por el alcalde de Madrid haciendo lo que tiene que hacer-, son encomiables los reconocimientos al personal sanitario de la Sanidad Pública en forma de aplausos desde los balcones las dos últimas noches.
Aplauso extensible a todos los colectivos trabajadores que están haciendo horas extra e indudables esfuerzos para que todo siga funcionando bien que mal hoy. Aquí, recuerdo que están muy bien estos aplausos y agradecimientos, pero ahora que parece que ya valoramos lo que supone una Sanidad Pública de calidad (y una educación y unos servicios sociales) votemos a los que la defienden y tratamos de ampliarla, dejemos atrás a los que tratan de desmontarla y hacer negocio con ella y apoyemos a los trabajadores sin fisuras cuando hacen huelgas y protestas para mejorar sus condiciones laborales y profesionales.
La crisis del coronavirus está dejando claro que nos va la vida en ello.



viernes, 15 de abril de 2011

Bienvenidos a Hispanistán


Bienvenidos al país con el mejor sistema educativo de toda África. El país de las hipotecas crecientes y los sueldos menguantes, una democracia joven que lo mismo te patenta la fregona que te planta un adosado sobre una fosa común por aquello de cerrar viejas heridas.

Bienvenidos al país con los directivos mejor pagados de Europa y la tasa de paro más alta del mundo libre. El país donde el 65% del dinero circula en billetes de 500, la nación de naciones con más idiomas, bailes regionales y cocaína por habitante del planeta. La capital mundial del currículum vitae, el neón en los bajos y el inglés nivel medio, orgullosos inventores de la hipoteca a cincuenta años y el minipiso cuco pero asfixiante.

Bienvenidos a este fantástico país donde los ingenieros son parias y las chonis líderes de opinión, ¿me entiendes? Donde la innovación es un anglicismo y la prensa un conglomerado de propagandas con sudoku adjunto. El país donde los políticos inauguran descampados no vaya ser que alguien, algún día, monte ahí un hospital.

Digan hola a nuestros jueces progresistas y a nuestros jueces conservadores. Somos tan demócratas que lo tenemos todo bipolar. Aquí los poderes del Estado están separados por paneles corredizos de Pladur para agilizar el tránsito de maletines.

¡Contemplen el milagro económico erigido con poderosas vigas de arena de playa! Si no te gusta cómo están las cosas, manda un SMS con el texto LA GRAN FIESTA DE LA DEMOCRACIA y entrarás en el sorteo de un contrato como mano de obra barata más allá de Pirineos.

Tomen asiento y disfruten del país donde la corrupción es avalada democráticamente, el balcón desde el que Europa salta a la piscina con resultado de traumatismo craneoencefálico y repatriación de cadáver.

Griten conmigo: ¡bajo los adoquines están las máquinas perforadoras compradas al primo del alcalde!

Para quien no lo sepa, Hispanistán es la manera coloquial de denominar a la monarquía bananera en que se ha convertido España. Para quien no lo sepa, es el mismo país que arrasa en deportes y cuyos ciudadanos se cuelgan todas las medallas del MARCA, mientras su regatista Jefe de Estado, en sólo treinta años, lograba surcar los mares de la pobreza para llegar a puerto convertido en una de las mayores fortunas del mundo. Para quien no lo sepa, es el mismo país cuyos líderes aseguran habernos convertido en una democracia del siglo XXI, mientras la casta política y la sindical hacen la ley para que no les condenen por sus corruptas trampas. Y para quien no lo sepa, también es el mismo país cuyos cinco millones de parados se van a quedar en pocos meses sin ayudas económicas, mientras los banqueros están siendo salvados con una monstruosa socialización de pérdidas de miles y miles de millones de euros. Si alguien todavía se está preguntando por qué digo que vivimos en Hispanistán, que vuelva a la guardería televisiva, donde pretenden instalarnos perpetuamente. Decenas de cadenas de TDT en nuestros ventanos, y sin embargo ninguna habla de estos asuntos. Perplejo me hallo.

Bienvenidos a Hispanistán.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

El proyecto republicano


Que gran parte de nuestra ciudadanía se encuentra cada vez más escéptica ante la política es un hecho manifiesto. Y, si contemplamos el espectáculo que últimamente se nos ofrece, no es de extrañar tan penosa situación. Ante la actual crisis nos encontramos, por una parte, con un Gobierno que, carente de iniciativa, no dictamina más medidas que aquellas que le son dictadas por los grandes mercados financieros y sus directivos, altamente perjudiciales para la mayoría de la sociedad y contradictorias con la ideología que dice profesar. Por otra, una oposición, la del PP, que critica implacablemente dichas medidas, pero que no ofrece otra alternativa que no sea la de reducir impuestos y, consiguientemente, dañar aún más a los trabajadores y clases medias, disminuyendo los servicios sociales.


Ya antes, año tras año, venimos asistiendo a debates parlamentarios en los cuales, bajo el reinado de un bipartidismo impuesto y nada representativo, la política parece quedar reducida a la confrontación entre PSOE y PP con discursos, que, en gran medida, se limitan a un intercambio de reproches sobre quién lo hace hoy mal o lo hizo peor en pasados tiempos. Y así, cuando las acciones de protesta, como la última huelga, son convocadas, hemos podido oír a más de uno que no participa “porque ello no sirve de nada”.

Ahora bien, si queremos diagnosticar la última raíz de nuestro evidente malestar político, yo diría que se sitúa en la falta de un proyecto histórico que atraiga el interés popular. Y, sin embargo, este proyecto capaz de abrir un futuro mejor ha existido y sigue alentándose bajo el actual reinado de la mediocridad oficial. Es el que representó la II República y que fue criminalmente yugulado. Aunque siguió vivo en la oposición a la dictadura, para naufragar, desdichadamente, en las componendas de la Transición.

La II República española, en efecto, no significó sólo un cambio en la concepción de la Jefatura de Estado, al sustituir la arcaica forma de transmisión por herencia sanguínea de las monarquías –con una monarquía, además, corrompida y decrépita– por una Presidencia democrática. Constituyó el esfuerzo, aupado por el mundo de una floreciente cultura y por las masas históricamente relegadas, de acometer los grandes problemas que, bajo el poder de las clases dominantes, venía arrastrando nuestra vida colectiva. Heredaba tal empeño la larga crítica del anquilosamiento español realizada desde el siglo XIX por la intelectualidad innovadora, por los movimientos obreros y feministas, por los nacionalismos.

Y, al llevarlo a la práctica, se atacaron males ancestrales. Por ejemplo, el abandono de la enseñanza pública en la vieja política, mediante la creación de 13.570 escuelas en dos años y la mejora de la situación de los maestros en ingresos, en dignidad y en la atención a su formación. Se trató de remediar la injusta distribución de la tierra mediante la Ley de Reforma Agraria. Se proclamó rotundamente la soberanía de un Estado laico frente a la retardataria gravitación del poder eclesiástico sobre nuestra historia. Se concedió a las mujeres el derecho al voto, conquista que todavía se encontraba inalcanzada en otros países democráticos. Y se abrió paso a las reivindicaciones nacionales a través de los estatutos de autonomía.

En otros ámbitos, se prosiguieron y culminaron avances ya emprendidos en el despertar de nuestra sociedad, en el florecimiento cultural que, desde la mitad del siglo XIX, se había ido produciendo en literatura, en ciencia, en arte, en teatro. Y se llevó la cultura a los pueblos en las Misiones Pedagógicas, en La Barraca, en el Teatro Proletario. Y, de un modo decisivo, se asentó una vida pública basada en la austeridad y la honradez, frente a la corrupción que se había extendido desde la corona a los más diversos campos.

Pero, al rememorar la II República, lo pertinente como lección actual no consiste en ponderar sus logros- o reconocer sus limitaciones y errores; lo decisivo es hacer hincapié en la voluntad de afrontar los problemas y crear una nueva realidad española, rompiendo el estancamiento en que las clases dominantes habían sumido al país. En la visión de la tarea política como un proyecto creador. Como un debate entre proyectos de futuro, ya que, evidentemente, dentro de la República coexistían muy diversas concepciones, capaces de ser discutidas. Y es esta marcha hacia nuevos horizontes lo que atrajo, por encima de las grandes diferencias de orientación, un fervor popular, una entusiasmada esperanza, y permitió una defensa heroica por parte del pueblo frente a ejércitos mucho más poderosos. Y es lo que hoy día falta en una política sin alas. Y hace que unos se desengañen y otros se orienten, como escapatoria, hacia las ilusiones de un aislamiento separatista.

Pero el aplastamiento bélico de la II República no derrotó sus necesarios ideales. Siguieron vivos en la oposición a la dictadura. Bajo su brutal represión se desarrollaron los movimientos obreros, universitarios, feministas. Floreció una importante creación cultural en el cine, el teatro, la literatura, el pensamiento, y brotó la solidaridad unitaria propia de la lucha. Se dibujaba la posibilidad de una nueva España, unidos sus pueblos en una república federal, en la que el capitalismo fuera superado y en que la política internacional se guiara por el apoyo al Tercer Mundo. La III República es el proyecto que hoy día puede devolver la ilusión a muchos ciudadanos desencantados, superando la herencia de la dictadura.

miércoles, 3 de marzo de 2010

Esto solo lo arreglamos SIN ellos




Se ríen de nosotros. Dicen que de esta salimos todos juntos, mientras se revuelcan en sus beneficios. El alto empresariado ha iniciado una ridícula campaña como un recurso más con el que seguir jugando con el trabajador de a pie, con el parado, con el estudiante. Con ese que, al contrario que ellos, sí ha sufrido esta crisis.

Una crisis internacional creada por banqueros y especuladores. Por el alto empresariado. Por los devorados por la avaricia. ¿Y quién la está pagando? Los de siempre. Y no les basta con tener beneficios: cuando no les basta a los poderosos que nos han metido en este embrollo con lo que nos están sangrando, preparan sus colmillos para abaratar el despido, para una nueva reforma laboral, para contratar trabajadores aterrorizados que obedezcan sin rechistar.

¿Por qué no les reformamos a ellos? ¿Por qué se pretende reformar a los trabajadores que no hemos tenido culpa alguna, y sin embargo ellos tienen más facilidades para extorsionarnos y quedarse con el fruto de nuestro trabajo?

Nos va quedando claro que aquí gobierne quien gobierne, al menos entre el PP y el PSOE, quien gobierna son los intereses bancarios, los de la gran empresa y de las clases con poder. Gane quien gane, ellos ganan. Y si en algún momento tienen la impresión de que no ganan, ya se ocuparán de restablecer la normalidad democrática como en Honduras.

La Ley Electoral española, diseñada para repartir el poder entre dos grandes partidos que representan a los mismos intereses, impide todo posible cambio y secuestra el voto de los españoles.

La única manera de salir de aquí, es sin ellos.
"Es mucho más grave fundar un banco que robarlo" - [Bertolt Brecht]

Camareros: Necesarios, degradados y precarios. Una experiencia personal

Ahora que ya está aquí el veranito con su calor plomizo, pegajoso y hasta criminal, se llenan las terracitas para tomar unas...