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jueves, 19 de marzo de 2020

Día 5 de confinamiento. El virus de la corona


Me resulta divertido que justo cuando algo llamado coronavirus hace estallar los convencionalismos que el liberalismo, el neoliberalismo y el ultraliberalismo han impuesto a hierro y recorte en la sociedad, la corona, la Casa Real, se desmorone desde dentro hacia afuera.
El virus de la corona se tambalea ante los retrovirales de un periodismo independiente y que no le debe pleitesía -el extranjero y unos pocos ejemplos nacionales-, y de una opinión pública harta de los usos y abusos de esta gentuza y que acallábamos al mismo tiempo su mensaje manido con nuestras abolladas cacerolas.
Una vez más los silencios del Rey fueron más importantes que lo que dijo. Porque lo que dijo no valía para nada. No tiene que venir el borbón a sus 50 años y su “fantástica” preparación a decirnos lo que ya sabemos. Lo que hemos visto muchos durante toda nuestra vida y bastantes más están comprobando con cuatro días de confinamiento. Que la sanidad pública no es un lujo; es un bien supremo del estado, una columna de carga de la democracia. Y que contra más fuerte sea la sanidad pública mejor pasará todas las crisis. Justo lo contrario que nos han vendido los adalides del mercado durante tantos años.
Y también que es la clase trabajadora la que con su esfuerzo y talento mueve el país. Porque no es el dinero el motor de la economía, ni tan siquiera su gasolina. Es la gente que madruga y que trasnocha para que lleguen los productos a las tiendas; para que se mantengan limpian las estaciones y medios de transporte. Las que se empeñan en los cuidados de nuestros pequeños, mayores y de nosotros mismos.
Felipe VI habló, por lo visto, del valor del personal sanitario y movió mucho las manos para hacer ver que sólo unidos superaremos la crisis actual. Pero no se refería al coronavirus, y si al virus de la corona. Hablaba de mantenerse en el poder, sabedor que si hoy sigue en la Zarzuela no es por su mensaje, y si por el confinamiento que nos impide salir a la calle, porque si por nosotros fuera ya estaba poniendo rumbo al exilio como su bisabuelo hace 89 años. Por el contrario podía haber criticado y censurado el desmantelamiento de la Sanidad Pública que tanto tiempo la derecha ha llevado a cabo. Podía haber pedido un consenso general para cambiar la Constitución y fortalecer Sanidad y Educación en la Carta Magna. Podía haber anunciado una donación de toda la fortuna de la familia borbónica (buena parte de ella viene de corruptelas de su padre o de su cuñado) a la Sanidad Pública. Pero no lo hizo.
El Rey perdió una oportunidad de oro para explicarnos por qué no fue a las autoridades al conocer los tejemanejes de su padre. Ante el delito de encubrimiento su inmunidad puede que lo ampare ante la ley, pero no ante un pueblo cansado y hastiado de tanto latrocinio y tanta deslealtad para el país. Perdió la oportunidad para excusarse sin tratarnos como idiotas y admitir lo evidente: que conocía la naturaleza de las actividades de su padre y el origen y tamaño de una fortuna ilegal, inmoral y encima anticonstitucional.
Hoy, en un giro argumental soberbio y que no se le hubiera ocurrido al mejor guionista de House of Cards o de Breaking Bad, al Rey y su institución lo mantiene una enfermedad vírica con la que comparte una similitud en el nombre. El único apoyo con el que cuenta es el del conservadurismo más rancio, un franquismo que sabe que con la corona se pueden tambalear sus privilegios. El coronavirus pospone la apertura de un proceso para construir un nuevo país, más social, más fraterno, donde el modelo de estado territorial y el modelo de estado en su composición estarán en debate y en cambio. Pero también, junto de la mano, vendrá un cambio para fortalecer por encima de todo lo demás, y sobretodo del mercado y de la corrupción, la sanidad y los servicios públicos.
Un país, por mucho que nos quieran hacer lo contrario, no se construye poniendo banderas en los balcones. Un país se construye a base de estructuras que den igualdad de oportunidades a todos y todas sus habitantes. Una educación pública. La sanidad pública. Los servicios sociales. La seguridad. Los transportes. Hay mucho más país en una sábana de un hospital público que en las banderas gigantescas.


domingo, 6 de diciembre de 2015

Dos Constituciones, Dos Democracias, Dos Españas.

 

La estafa llamada crisis económica ha puesto de manifiesto una profunda crisis institucional que cuestiona las bases del sistema político nacido con la Constitución de 1978. En un momento en que agentes y entidades al servicio del capitalismo campan a sus anchas en el espacio público, la ciudadanía se siente más desamparada que nunca. Máxime cuando vuelve la mirada hacia la norma fundamental del sistema jurídico, la Constitución de 1978, y no encuentra allí instrumentos que defiendan los derechos fundamentales o la participación ciudadana en los asuntos públicos. Esta estafa no ha hecho sino agravar los déficits estructurales del sistema constitucional español desde la Transición, un sistema que sentó las bases para una sociedad desigualitaria, individualista, machista, poco participativa y nada sostenible en la que hoy vivimos.

En este contexto resulta imprescindible volver la mirada hacia la experiencia republicana y su Constitución, la primera experiencia democrática en la España del siglo XX. No sólo para rememorar un pasado del que muchXs extraemos lo mejor para recuperarlo, sino como prueba de que es posible articular un sistema jurídico-político basado en los valores de compromiso democrático, libertad, responsabilidad y justicia social.

Justo con ese espíritu plasmado en la izquierda articulamos un discurso que cada día es más evidente. Es necesaria una nueva Constitución y con ella una nueva forma de hacer política en la que lXs ciudadanXs no sean requeridos una vez cada 4 años, sino que formen parte, tomen decisiones y se sientan representados e informados en todo momento.

Y ese camino puede empezar el próximo 20 de diciembre en las elecciones generales, donde ahora, en pre-campaña y campaña electoral se enfrentan un modelo de simples reformas y maquillaje para que nada cambie y todo siga igual, de los partidos que aparecen como aspirantes (PSOE, Ciudadanos y Podemos) frente a un PP en el gobierno imagen del inmovilismo, todos ellos aupados y mantenidos por los medios de comunicación. En frente está Unidad Popular, la candidatura social y aglutinadora de Izquierda Unida para estas elecciones que antepone un modelo de ruptura con el actual estado de las cosas, con el espíritu de la Transición y su Constitución ya extintos.

Ahora que la estructura regional del país se resquebraja es el momento del federalismo. Ahora que las desigualdades de toda índole, pero sobretodo económica hace estragos y pone en peligro la cohesión social, la seguridad y el bienestar de todXs necesitamos un cuerpo constitucional que no anteponga los beneficios de una oligarquía o de inmorales extranjeros al bien común. Ahora que los servicios sociales, la sanidad, la educación, la dependencia o la igualdad entre hombres y mujeres se diluye por políticas ultra liberales pro orgasmo capitalista, es necesario una Constitución que no sea papel mojado en todos sus artículos sociales (por lo que será necesario defenderla con una Justicia y un Tribunal constitucional eficientes, limpios y despolitizados). Ahora que los derechos fundamentales se hunden en el barro de una Ley Mordaza, es vital una Constitución que los proteja, que ponga a la libertad de pensamiento, asociación, expresión y protesta como pilares del debate político y social.

Por todo ello, es el momento de una Nueva Constitución.

Ruptura vs reforma

1931 La República nace con la vocación de transformar radicalmente la realidad de la España que se encontraron y construir una sociedad moderna identificada con la democracia, la libertad, los derechos humanos y la justicia social. Los republicanos eran conscientes de que ello exigía un cambio radical de actitudes, comportamientos y prácticas ciudadanas y utilizaron la Constitución como instrumento desde el que llevar a cabo esta labor.
1978 La Constitución nació como un texto de transición. Bajo el escaparate de una democracia formalmente representativa en el marco de una economía capitalista, su articulado permitió que conservaran sus privilegios quienes durante la dictadura controlaron los resortes de los poderes políticos, económicos y mediáticos.

Democracia vs genética

1931 La creencia de la República en la democracia y en la voluntad ciudadana se manifiesta ya desde la elección del jefe del Estado –el presidente de la República–, sometida al principio de soberanía popular que preside de inicio a fin el texto republicano.
1978 Una Constitución que se reclama democrática y basada en el principio de soberanía nacional, pero que después somete la jefatura del Estado a las leyes de la genética. Deja al margen de la voluntad popular una cuestión tan importante y simbólica como la elección del jefe del Estado. El desprecio a la democracia es tan grande que el rey ni siquiera ha llegado a jurar nunca la Constitución (y sí, por dos veces, las leyes fundamentales franquistas).

Parlamento vs gobierno

1931 La República recogió los cánones principales del parlamentarismo que se había desarrollado en la Europa de entreguerras. Su texto constitucional dejó bien claro la preeminencia del poder legislativo, en cuanto expresión de la voluntad general, frente a las atribuciones del poder ejecutivo o gobierno. Se concebía el parlamento como centro de la vida política y como instancia de control del gobierno. 
1978 Bajo la excusa de terminar con los “excesos” del parlamentarismo, la Constitución configuró una democracia de baja intensidad en la que despreció los mecanismos parlamentarios efectivos de control del gobierno, limitó la moción de censura y redujo a su mínima expresión la iniciativa legislativa popular. Consolida un gobierno fuerte frente a un parlamento débil.

Participación vs representación

1931 La República extendió la democracia mucho más allá de los estrechos márgenes de los partidos políticos. Se constitucionalizó por primera vez en España el referéndum legislativo, que permitía al pueblo decidir sobre las leyes votadas en el parlamento. Se apostó por el jurado como mecanismo de participación ciudadana en la administración de justicia.
1978 Se rechazó incluir en el texto constitucional aquellas medidas que avanzaban hacia la democracia directa, auténtico temor de los constituyentes. Se consolidó un sistema electoral tendente al bipartidismo, y se estableció un sistema de reparto de cargos institucionales (Defensor del Pueblo, magistrados del Tribunal Constitucional, etc.) para los dos partidos mayoritarios.

Laicidad vs aconfesionalidad 

1931 La República constitucionalizó un Estado laico, que enmarcara la cuestión religiosa a la esfera privada y que terminara con el poder que la Iglesia católica -reaccionaria y antidemocrática- había mantenido durante épocas pasadas. Las confesiones religiosas pasaron a tener el estatuto de asociaciones, limitadas exclusivamente a las actividades relacionadas con el culto, y se las obligó a cumplir las normas tributarias del país y ajustarse al principio de auto financiación.
1978 Tras ser la jerarquía de la Iglesia católica uno de los pilares básicos de la dictadura, la Constitución nacida de la transición consagró el principio de aconfesionalidad del Estado. Fue esta una fórmula pensada para que la Iglesia católica pudiera tener una relación preferente con los poderes públicos, como se manifiesta en el hecho de que el Estado –es decir, todos, católicos y no católicos– financie sus actividades. La Constitución mantiene los privilegios económicos, fiscales y jurídicos de la Iglesia católica.

Derechos vs retórica

1931 La República planteó un amplio catálogo de derechos, extendiéndolo a ámbitos históricamente privados, como el matrimonio, la educación, la familia, el trabajo o la economía. Prueba de esta vocación de ampliar derechos fue la cuestión de la igualdad de género. Se instauró el voto femenino, el matrimonio civil con plena igualdad de derechos y deberes de los cónyuges o el divorcio, entre otras medidas tendentes a romper con la sociedad patriarcal.
1978 Los constituyentes fueron incapaces de garantizar algo más que un catálogo de derechos liberales. Derechos sociales como el trabajo o la vivienda se incorporaron en el texto como meros principios rectores de la política social y económica, sin posibilidad de ser demandados ante los tribunales. Tales derechos quedan subordinados a la proclamación constitucional de la “economía de libre mercado”, eufemismo bajo el que calificar al sistema capitalista.

Educación pública vs educación concertada

1931 Se garantiza el carácter obligatorio de la educación básica, pública y gratuita. A raíz de esta proclamación constitucional, se llevó a cabo el mayor esfuerzo económico en este ámbito por parte del Estado de la historia de España. Se constitucionalizó la laicidad de la enseñanza, prohibiendo su ejercicio a las órdenes religiosas. 
1978 Se reconoce el derecho a la educación. Junto a ello se estableció un subterfugio para que el Estado, detrayendo fondos público para financiar a la educación privada: los colegios concertados. Es la derrota del modelo de enseñanza pública y laica de raíz republicana frente al poder de la Iglesia católica, que además ha mantenido que se imparta la asignatura de religión también en los colegios públicos.

Una diferencia esencial: Un instrumento de futuro vs un arma para blindar el pasado

1931: La Constitución republicana es un instrumento de futuro en la medida en que demuestra cómo es posible articular una propuesta de cambio radical de la sociedad en términos progresistas. Debemos releerla y aprender de su texto y espíritu a la hora de conseguir la necesaria hegemonía social, cultural y política que requiere enfrentarnos a un futuro proceso constituyente.
1978: Bajo las palabras de la Constitución resuenan todavía demasiados ecos franquistas. Su silencio respecto al pasado republicano es una buena prueba de que la sombra del franquismo influyó en su articulado. Hoy, no es un instrumento útil desde el que construir la sociedad igualitaria y democrática que necesitamos.

jueves, 19 de junio de 2014

El Régimen del 78 en las últimas

Viñeta El Roto


Junto a ella encuentras apellidos como idílica, consenso, reconciliación, estabilidad, democrática, futuro o progreso. Pero no tuvo nada de aquello. Y encima ya está en las últimas, dando los postreros coletazos, resistiéndose como gato panza arriba al despertar del pueblo.

Es la transición. Ese período del dejarlo todo atado y bien atado con el que supuestamente se dió por terminada la dictadura fascista (con la muerte del dictador en la cama), para promover un sistema legalista, al modo de El Gatopardo de Lampedussa: "Cambiamos todo, para no cambiar nada".

Cualquier conocedor de historia política y con perspectiva, lo daría por terminado en 1992 con la apertura interncional del país plasmada en los acontecimientos de aquel año. Sin embargo 20 años después ha seguido siendo el escenario sobre el que la vida pública española se ha desarrollado. Un escenario que es verdad, fue votado, pero puesto como única opción por parte del régimen saliente bajo la amenaza de otra rebelión por parte de las fuerzas armadas (el famoso "ruido de sables") y que planteaba el olvido de toda justicia para con el pueblo, lo que permitiría mantener toda la orquestación franquista, con sus ventajas económicas y sociales para quienes se lucraron bajo el regímen a costa de la sangre y sudor del pueblo.

Pero como digo ahí tenemos a la transición, con su sistema político, convertido en casta, aferrándose a la supervivencia en sentido marxista. Y dentro de esa lógica, el siguiente palo de la mesa era el más deteriorado a imagén pública: la monarquía. Y por eso, el rey Juan Carlos abdicó en su hijo Felipe, tratando de aprovechar que medio país tenía en vena la catársis futbolística con exacerbación patriótica, para con la inestimable ayuda de esa casta, representada en el bipartidismo (y ojo, que yo considero bipartidismo también a los nacionalistas conservadores vascos y catalanes, que han mantenido el cotarro) y a toda prisa aprovechar el momento para proclamar al nuevo rey y así salvar la monarquía, y con ella España. Y lo que no dicen: el nepotismo, la corrupción sistémica y la falta acuciante de democracia que el pueblo exige.

Hoy se ha producido en Madrid el proceso y festín de proclamación del nuevo rey, con su Rolls Royce comprado por Franco, sus banderitas repartidas por el ay-untamiento de la capital, sus antidisturbios, sus francotiradores y su buena represión a toda protesta de índole Republicana que no sólo pedía República como modelo de estado, lo cual, cualquier conato de censura ya es un ataque directo a las libertades de expresión y opinión, sino también y esto es mucho más grave, un cierre de las instituciones, supuestamente elegidas por todos, a la reclamación pública y masiva de mayor democracia y participación del pueblo, en este caso vía referendúm. Es una vez más, el cierre por parte de la casta y el sistema oligárquico franquista que gobierna #Españistan de las puertas de "su democracia", de "su legalidad ", a un proceso de empoderamiento por parte de la ciudadanía.

De entre esas herramientas con las que se vale el régimen de la transición esta la prensa de más o menos carácter oficial, cuyo propietario es el capital neoliberal, que bien sea a través de los canales de televisión generalistas, las radios tradicionales y los periódicos nos han vendido un proceso de abdicación y entronación del nuevo rey sin fisuras, con pleno apoyo del pueblo, como algo novedoso, vitalizante, en una suerte de alabanzas sin criticas ni final hacia la familia real, tanto en la loca cabeza de familia, con el pusilánime del vastago.  Lástima que no encontraron la colaboración de la selección de fútbol, que ayer y en 6 días de mundial ya quedo eliminada, como parte natural de un ciclo deportivo. Hubiera resultado orgásmico.

Pero todo esto no es más que una farsa. No hay apoyo del pueblo a la causa monárquica. De hecho dudo poderosamente de que ese apoyo llegase a un 50%. Tampoco creo que el apoyo a un sistema republicano llegue a un 50%. Sino que situó a ambos en torno a un 30% ó 35%, con el resto de la población absolutamente indiferente al tema, porque el problema grave de #Españistan es la educación. Sobretodo la falta de espíritu crítico, apertura de miras y la autogestión tanto en el consumo de información como en su análisis.

Y es posible, o casi seguro, que gran parte del desapego a la monarquía, como institución, y a las personas que la llevan, por los últimos escándalos que han aflorado en la familia real, con matrimonio real muerto y de postureo, yerno con sus negocios, infanta cómplice, y familia heredera repelente y distante.

Pero también viene por la terrible situación del país. Vivimos en #Españistan en estos momentos una crisis económica, fruto de la desregularización de los mercados por parte de los gobiernos neo-liberales que convirtió la economía mundial en una suerte de casino en el que siempre ganan los mismos, incluso cuando hay pérdidas, puesto que directamente socializaron las pérdidas desde las instituciones financieras que controlaba el ala de Friedman (Unión Europea, Reserva Federal, Banco Mundial, OMC,...) o los gobiernos nacionales.

Toda esa actuación de los representantes, supuestamente, elegidos por nosotros para que nos representasen, ha traído en todo el mundo, un proceso de abrir interrogantes sobre las puertas traseras que el capitalismo diseñó en las democracias occidentales, y de como funcionan esos canales para que tanto economía, como democracia funcionen muy bien para unos pocos y lastimosamente mal para la inmensa mayoria del planeta (con gradualidades).

Pues bien a esa falta de democracia en el gobierno del mundo, se une la especial condición de España, con esa transición cómoda para los vencedores de la barbarie llamada Guerra Civil, con su ausencia de justicia y su exceso de comodidades para unos pocos (grandes capitales e iglesia). La deslegitimización de la democracia en España es en estos momentos brutal, fruto del gobierno de la Casta, en forma de bipartidismo del #PartidoPutrefacto y #PPSOE, llena de corrupción y escasa de la voz del pueblo.

Los que se han encargado de modificar la Consitución, que tanto se llenan la boca en defender, con el artículo 135 que antepone el pago de la deuda ilegítima a las necesidades sociales. Los que han defendido los recortes en sanidad y educación, en servicios sociales. Son los vendepatrias que permiten día tras día más deshaucios y han vendido paquetes de viviendas de protección oficial a fondos buitres extranjeros que exprimen su función social para expropiar su rentabilidad. Han legislado a favor de las empresas y grandes capitales de manera abusiva llevando a los trabajadores a subsistir en condiciones de cuasi esclavitud, con una bajada de las rentas del trabajo y su capacidad adquisitiva inversamente proporcional a los rendimientos conseguidos por las rentas del capital y del patrimonio heredado. Son los mismos que han ordeando a sus perros guardianes apalear a la ciudadanía en las calles, cuando está se ha dignado, o se le han hinchado los cojones lo suficiente, para salir a las calles a reclamar lo que es de todos. Son los que indultan a violadores y corruptos, dejan libres a fascistas, traficantes de droga por imposición de las potencias exteriores, dejando en la indefesión a propios compatriotas, cuando no generando presos políticos por apoyar una huelga o por pensar diferente.

Este es el caldo de cultivo en el que la sociedad española esta cogiendo la temperatura suficente como para agarrar con sus propias manos e ideas, su destino, empoderarse y ser capaz de desarrollarse como sociedad plena, adulta, democrática, progresista y libertaria. Pero también es el caldo de cultivo sobre el que ni el rey saliente (cazador, putero, amigo de intransigentes religiosos que consideran a la mujer un apéndice molesto), ni el entrante se han pronunciado nunca. No han defendido ni una sóla vez al pueblo que esta sufriendo la falta de democracia y la desvergüenza de un sistema económico que nos condena a ser carne de cañón, para gusto de Alemania, la estabilidad, los mercados o lo más plausible, las oligarquías que mandaron con Franco y siguen mandando tras morir este en la cama hace 40 años.

Hoy, el 67% de la población no voto la Constitución del 78. Ni siquiera la modificación del artículo 135 (lo que la convierte a todas luces en ilegal y antidemocrática). Las calles y redes se han llenado de llamamientos al referendum, a la consulta al pueblo, que no sólo trae la dicotomía Monarquía o República, sino también un nuevo modelo de estado más social, democrático, representativo, libertario y en el que los poderes públicos sean de verdad representantes del pueblo y cuiden de él, con las garantías necesarias y en el que los excesos del capital sean controlados por el poder político público que ayude a mejorar las condiciones de vida de todos los ciudadanos, sin excepciones.

Hasta Felipe de Borbón, aún siendo principe, a la pregunta de una ciudadana para que promoviese un referendum sobre el modelo de estado, le espeto con un "ya has conseguido tu minuto de fama". Esta es la legitimdiad del sistema. De la transición democrática españistani; la que no quiere que el pueblo se pronuncie y exprese.

Por lo tanto, como ninguna persona es más ni menos que otra persona, ¡Abajo la Monarquía!, ¡Viva La República!


miércoles, 13 de abril de 2011

¿Es posible la Tercera República?



"A esta hora, las tres y media de la tarde, los pocos transeúntes que pasean por el cruce formado por la Castellana y la calle de Alcalá observan con asombro cómo una bandera sube lentamente por el mástil del Palacio de Comunicaciones [...]. La bandera que sube por el mástil es la bandera republicana. La noticia corre como una exhalación y una riada de gente sale de los cafés y los establecimientos colindantes a ver la bandera [...]. Todo coge un aire de verbena triunfante, un aire de alborozo franco y desenfrenado –sólo que es una verbena política–. La gente se abraza, grita, suda, canta".

Josep Pla inmortalizó cada segundo, cada minuto de aquel día. El bullicio en las calles hasta la madrugada, el trasiego en los despachos, la marcha del rey Alfonso XIII. "Pulmones rotos, gargantas roncas", describe el escritor catalán para explicar el júbilo popular en Madrid. El advenimiento de la República. Es la "revolución desorbitada", en palabras del periodista César González Ruano. Es 14 de abril de 1931.

2011 huele a cumpleaños. Al 80º aniversario de la proclamación de la Segunda República. Una cifra redonda que reabre el debate sobre la forma política del Estado. ¿Queda más cerca una nueva república?

No está claro que la recesión sirva como catalizador del deseo de cambio

No parece cuestión de distancias. Politólogos, sociólogos, constitucionalistas e historiadores no observan en la España de hoy un caldo de cultivo favorable a la caída de la Monarquía, por mucho que entre los jóvenes se expanda un mayor desapego al rey. No obstante, los expertos convergen en señalar la Corona como una institución "obsoleta, anacrónica", un freno para la consecución de una democracia plena que elige desde un alcalde hasta el jefe del Estado, pero que ha sabido adaptarse a los tiempos sin cometer "demasiados errores".

"Sí hay un sector que se considera republicano, pero los datos nos indican que la Monarquía está bien considerada". Ander Gurrutxaga, catedrático de Sociología de la Universidad del País Vasco, presenta como prueba el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). En su barómetro de noviembre de 2010, un mayoritario 54,1% apostaba por reformar la Constitución, pero de ellos sólo un 3,4% se inclinaba por cambiar "la Monarquía como forma de gobierno". El porcentaje ha oscilado desde diciembre de 2000 (1,9%), con una tendencia creciente, aunque aún minoritaria: 2,5% en diciembre de 2005 y 6,5%, su techo, en noviembre de 2008. En el último sondeo del organismo público, la Casa del Rey figuraba como segunda institución mejor valorada (5,36), detrás del Ejército y lejos de los partidos (2,88). En noviembre de 2008 obtuvo un 5,54 -entre los de 18 a 24 años, un escaso 4,93-. Y, en octubre de 2006, un grado de confianza global del 5,19, frente al 4,77 que le daban los más jóvenes.

Totalmente "fuera de agenda"

"Hay poca demanda social" para acabar con la Monarquía, certifica Carlos Ruiz Miguel, catedrático constitucionalista de la Universidade de Santiago de Compostela. "Está fuera de la agenda política, de las demandas de los partidos y de la sociedad", remacha Sandra León, politóloga de la Fundación Alternativas.

El siglo XXI permite hacer comparaciones. Marcar diferencias. José Luis Ledesma, profesor de Historia de la Universidad de Zaragoza, subraya que en 1931 estalló una "crisis de todo el sistema de la Restauración". No se trataba sólo de una crisis de los partidos, del Gobierno y de la economía. "La quiebra alcanzaba a la Monarquía -explica-, ya que Alfonso XIII estaba implicado en la lucha política diaria, no ejercía un rol decorativo. Apoyó incluso el golpe de Estado de Miguel Primo de Rivera. Hoy no hay crisis de la Monarquía, porque Juan Carlos I ha intentado aparecer como figura neutral. Es consciente de su historia". Otra coincidencia de los analistas: si el rey se sale de su guión constitucional, si interfiere en la dinámica de los partidos, su posición "peligrará".

"La Corona siempre ha tomado partido desde la Transición -apunta el profesor de Historia Política de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) Rafael Cruz-, pero de forma poco relevante, menos en el 23-F. Su grado de intervencionismo es insuficiente como para desatar la contestación ciudadana. Pero el rey podría ser reprobado si apoyase, por ejemplo, una guerra contra Marruecos por Ceuta y Melilla que causase bajas españolas. Ahí se abriría una oportunidad". Gurrutxaga destaca que es la tónica de las monarquías europeas: "Han sabido representar su papel, sus competencias periféricas y simbólicas. Si se extralimitan, caen, como sucedió en Grecia", cuando Constantino II, hermano de la reina Sofía, fue depuesto tras cobijar el golpe de los coroneles.

La campaña de IU y del PCE

José Carlos Rueda Laffond, profesor titular de Historia de la UCM, cita asimismo como elementos de "potencial desgaste" de la Corona "los abusos de poder, la corrupción, las fricciones institucionales o los escándalos", pero insiste en que, para tumbarla, hace falta algo más que una "crisis de Estado": un "frente antimonárquico más o menos sólido, erigido en alternativa y contrapoder", como sucedió en España en 1931 o en Grecia en los setenta. Y ahora no lo hay, aunque el peso de la cultura y memoria republicanas "sea algo mayor que años atrás".

No es casual, por tanto, que PCE e IU –y, dentro de ella, el sector de Izquierda Republicana (el partido de Manuel Azaña) que dirige Javier Casado Arboniés– se hayan propuesto agitar la llama, convencer a la ciudadanía de que no sólo urge derrocar a Juan Carlos I, sino construir "una verdadera democracia donde el poder radique en la gente, que aborde grandes reformas", ya que el sistema actual "no da respuesta a la crisis y hace pagar a los de siempre", destaca Marga Ferré, secretaria de Programas de IU.

La crisis. Una ventana de oportunidad para unos. Para otros, una fuente de desgaste para los políticos, no para la Casa Real. Jaime Pastor, profesor de Ciencia Política de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), está entre los primeros. Cree que el batacazo de la economía, junto con el auge de la memoria histórica, la creciente exigencia de laicismo o el agravamiento de las tensiones territoriales, pueden actuar de motor del cambio: "El rey volvió a aparecer en Navidad como aliado del capital, identificado con la banca y los responsables de la recesión".

Como IU, Pastor subraya que hay que presentar la república como "alternativa democratizadora", superando "la nostalgia" de 1931. "La recesión lleva visos de provocar una crisis del sistema político –responde categórico Ruiz Miguel–. Y llegará un momento de plantear responsabilidades y preguntarnos qué hizo la Monarquía para evitar esta situación". Tesis opuesta a la de Cruz, Rueda Laffond, León o Gurrutxaga. A medio camino, el sociólogo de la UCM Armando Fernández Steinko, autor de Izquierda y republicanismo. El salto a la refundación (Akal, 2010): "Las crisis sirven para poner en práctica cosas asumidas previamente. No son un buen momento para hacer avanzar una identidad compleja como la republicana. Aunque también abren oportunidades, pues en un proyecto republicano economía y política están al servicio del bien común, de los ciudadanos".

La familia real como tabú

El PCE, cuando celebró su I Conferencia Republicana, el pasado 27 de noviembre, pidió un debate sobre la Monarquía "sin coacción". Aún colea la impresión de que el rey es tabú. "PSOE y PP tienen mucho miedo a abrir la caja de Pandora –señala Pastor–. Aunque se perdiera un referéndum a favor de la república, el solo hecho de hacer un debate público haría tambalear el sistema". Cruz añade otra razón más mundana: "No hay un partido con fuerza en las Cortes Generales que obligue a situar esta discusión en la agenda. Y los dos mayoritarios no lo hacen por el elevado coste electoral". "Evidentemente, este tema no da votos", replican León y Gurrutxaga.

Ledesma juzga que los medios han jugado "un papel clave" en la consolidación de Juan Carlos. "En Gran Bretaña, la familia real es atacada a diario y no se defiende como gato panza arriba. Aquí puede ser síntoma de que no está muy asentada". Rueda Laffond diseccionó con su compañera Carlota Coronado en La mirada televisiva. Ficción y representación histórica en España (Fragua, 2009) el tratamiento del 23-F en las TV movies de La 1 y Antena 3: "Los medios han impulsado un capital simbólico asociado a la figura del rey y la Corona –dice hoy–. Respecto al golpe de Estado, la televisión ha reforzado una percepción ciudadana sobre su intervención a la hora de frenarlo, aunque simplificando otras variables históricas. Otras veces, la representación de su familia se ha movido extramuros a la hagiografía, caso de la teleserie de Telecinco Felipe y Letizia". Gurrutxaga alega que los medios, simplemente, "responden a la dinámica social imperante".

Sucesión y cuestión nacional

¿España es realmente monárquica? Unanimidad: es juancarlista. "No hay apoyo a la Monarquía en sí misma, sino a Juan Carlos. No hay obstáculos de cultura política", indica Cruz. De hecho, una guerra está ganada: según los expertos, está claro que la Corona es una figura añeja, "anacrónica". "Sería impensable trasladar a otras instituciones sus claves medulares –la herencia, su carácter vitalicio o la primacía del varón–, por antidemocrático y discriminatorio", sentencia Rueda Laffond.

No se prevén problemas cuando llegue la hora de la sucesión, aunque el debate se repetirá. Fernández Steinko recomienda al príncipe Felipe buscar una causa que le legitime, como abrazar un modelo económico más justo.

Las fisuras podrían venir, para algunos analistas, en el País Vasco y Catalunya, las autonomías menos apegadas al rey. Otros, sin embargo, entienden que en ambos territorios prima el eje nacionalista, no el antimonárquico.

En España, la república es patrimonio de la izquierda, aunque sectores de la ultraderecha también la reclamen. Es producto del pasado. Y de la izquierda tendría que venir la Tercera. Josep Fontana, catedrático emérito de Historia Económica de la Pompeu Fabra, aconseja no perderse con las musas: "Hay que hablar de un programa reformista avanzado, que suscite una ilusión como la de 1931. Entonces, la Monarquía aparecería como lo que es: un montaje ceremonial de la más completa inutilidad, que podría liquidarse con un ERE y unas pocas jubilaciones anticipadas".

LA CORONA, EN CIFRAS
Las cuentas reales aún siguen sin control público

8,43 millones para 2011. Por primera vez en democracia, la Casa del Rey verá reducida su partida con respecto al año anterior. En 2011, la Corona recibirá 8.434.280 euros, frente a los 8.896.920 del ejercicio pasado (un 5,2% menos, inferior al ajuste medio del 15% en los ministerios). No se conoce el desglose porque así lo permite el artículo 65.1 de la Constitución. Además, hay gastos que el monarca no paga de su bolsillo: viajes al exterior, rehabilitación de los palacios o nóminas de sus 127 funcionarios y ocho trabajadores eventuales (5,9 millones).

Más transparencia. No están solos IU-ICV, el PCE o ERC. Los expertos también aconsejan mayor transparencia, ya que, como dice José Luis Ledesma, "es contrario a la salud democrática que haya zonas oscuras en la vida pública; los ciudadanos deben saber qué pasa con su dinero". Pero avisan de que no es un elemento capaz de movilizar a los ciudadanos: "Mucha gente piensa que el gasto de la Casa Real es similar al de una Presidencia de la República", alega Rafael Cruz. José Carlos Rueda incide en que, para la mayoría, la Corona es vista "desde un prisma emocional", como "glamour, distinción" y carne de la prensa rosa. Armando Fernández Steinko achaca la poca crítica al individualismo de la doctrina neoliberal: "Si falta una visión macrosocial, es más fácil legitimar la apropiación de lo público. La Monarquía es un ejemplo más".

LAS FECHAS CLAVE

1873: nuevo régimen por la renuncia de un rey

Amadeo I de Saboya renunció al trono el 11 de febrero. Las Cortes se reunieron y proclamaron la I República. Se sucedieron cuatro presidentes (Estanislao Figueras, Francisco Pi i Margall, Nicolás Salmerón y Emilio Castelar). El golpe de Estado de Manuel Pavía dio el poder al general Francisco Serrano en enero de 1874. En diciembre, pronunciamiento del general Arsenio Martínez-Campos y Restauración de los Borbones en la persona de Alfonso XII y de su hijo Alfonso XIII.

1931: la victoria en las urnas y en la calle

Un triunfo en los comicios municipales del 12 de abril –victoria de las listas republicanas en 41 de las 50 capitales de provincia– y la fiesta popular sirvieron para tumbar la Monarquía. Al bienio progresista (1931-33), protagonizado por Manuel Azaña, siguieron dos años con la derecha en el poder, los del derribo de las reformas.

1936: el golpe que devoró la legalidad republicana

En julio de 1936, a los cinco meses de la victoria del Frente Popular, parte del Ejército se subleva. La República resistirá tres años. El 1 de abril de 1939, Franco pone fin a la guerra, pero no a una brutal represión que perviviría hasta 1975.


Resumiendo: Si me preguntarán si cabe esperar una Tercera República en España: Yo diría que sería muy deseable. Que se proclamara una tercera República, que no va a ser nunca como la segunda, pero que sí debería contener algunos de sus elementos inspiradores. Ese afán de moralización de la vida pública, la ética republicana, el sentido de la ciudadanía como sentido de cooperación, de participación en el bien público... Son elementos para una posible regeneración de una democracia que en nuestro país está bastante muerta. Está convertida en una especie de sistema partitocrático donde una serie de notables dirige mientras los demás nos limitamos a votar cada cuatro años. Yo creo que una República es algo totalmente distinto. La democracia entendida como participación, co mo gestión, integración de los ciudadanos en la cosa pública, y un profundo sentir de la igualdad social, sin la cual la libertad no tiene ningún sentido. La libertad se convierte en algo formal o abstracto cuando no parte de ciudadanos que tienen solucionados sus problemas básicos. Eso es lo que podría representar una futura tercera república que espero todavía llegar a ver. Yo creo que el propio agotamiento de la transición en España, con sus efectos positivos, pero con sus muchos lastres, permitirá avanza r en el futuro hacia una tercera república, que estoy convencido de que llegará. Aunque no sé si será más temprano que tarde o más tarde que temprano, espero que lo primero.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

El proyecto republicano


Que gran parte de nuestra ciudadanía se encuentra cada vez más escéptica ante la política es un hecho manifiesto. Y, si contemplamos el espectáculo que últimamente se nos ofrece, no es de extrañar tan penosa situación. Ante la actual crisis nos encontramos, por una parte, con un Gobierno que, carente de iniciativa, no dictamina más medidas que aquellas que le son dictadas por los grandes mercados financieros y sus directivos, altamente perjudiciales para la mayoría de la sociedad y contradictorias con la ideología que dice profesar. Por otra, una oposición, la del PP, que critica implacablemente dichas medidas, pero que no ofrece otra alternativa que no sea la de reducir impuestos y, consiguientemente, dañar aún más a los trabajadores y clases medias, disminuyendo los servicios sociales.


Ya antes, año tras año, venimos asistiendo a debates parlamentarios en los cuales, bajo el reinado de un bipartidismo impuesto y nada representativo, la política parece quedar reducida a la confrontación entre PSOE y PP con discursos, que, en gran medida, se limitan a un intercambio de reproches sobre quién lo hace hoy mal o lo hizo peor en pasados tiempos. Y así, cuando las acciones de protesta, como la última huelga, son convocadas, hemos podido oír a más de uno que no participa “porque ello no sirve de nada”.

Ahora bien, si queremos diagnosticar la última raíz de nuestro evidente malestar político, yo diría que se sitúa en la falta de un proyecto histórico que atraiga el interés popular. Y, sin embargo, este proyecto capaz de abrir un futuro mejor ha existido y sigue alentándose bajo el actual reinado de la mediocridad oficial. Es el que representó la II República y que fue criminalmente yugulado. Aunque siguió vivo en la oposición a la dictadura, para naufragar, desdichadamente, en las componendas de la Transición.

La II República española, en efecto, no significó sólo un cambio en la concepción de la Jefatura de Estado, al sustituir la arcaica forma de transmisión por herencia sanguínea de las monarquías –con una monarquía, además, corrompida y decrépita– por una Presidencia democrática. Constituyó el esfuerzo, aupado por el mundo de una floreciente cultura y por las masas históricamente relegadas, de acometer los grandes problemas que, bajo el poder de las clases dominantes, venía arrastrando nuestra vida colectiva. Heredaba tal empeño la larga crítica del anquilosamiento español realizada desde el siglo XIX por la intelectualidad innovadora, por los movimientos obreros y feministas, por los nacionalismos.

Y, al llevarlo a la práctica, se atacaron males ancestrales. Por ejemplo, el abandono de la enseñanza pública en la vieja política, mediante la creación de 13.570 escuelas en dos años y la mejora de la situación de los maestros en ingresos, en dignidad y en la atención a su formación. Se trató de remediar la injusta distribución de la tierra mediante la Ley de Reforma Agraria. Se proclamó rotundamente la soberanía de un Estado laico frente a la retardataria gravitación del poder eclesiástico sobre nuestra historia. Se concedió a las mujeres el derecho al voto, conquista que todavía se encontraba inalcanzada en otros países democráticos. Y se abrió paso a las reivindicaciones nacionales a través de los estatutos de autonomía.

En otros ámbitos, se prosiguieron y culminaron avances ya emprendidos en el despertar de nuestra sociedad, en el florecimiento cultural que, desde la mitad del siglo XIX, se había ido produciendo en literatura, en ciencia, en arte, en teatro. Y se llevó la cultura a los pueblos en las Misiones Pedagógicas, en La Barraca, en el Teatro Proletario. Y, de un modo decisivo, se asentó una vida pública basada en la austeridad y la honradez, frente a la corrupción que se había extendido desde la corona a los más diversos campos.

Pero, al rememorar la II República, lo pertinente como lección actual no consiste en ponderar sus logros- o reconocer sus limitaciones y errores; lo decisivo es hacer hincapié en la voluntad de afrontar los problemas y crear una nueva realidad española, rompiendo el estancamiento en que las clases dominantes habían sumido al país. En la visión de la tarea política como un proyecto creador. Como un debate entre proyectos de futuro, ya que, evidentemente, dentro de la República coexistían muy diversas concepciones, capaces de ser discutidas. Y es esta marcha hacia nuevos horizontes lo que atrajo, por encima de las grandes diferencias de orientación, un fervor popular, una entusiasmada esperanza, y permitió una defensa heroica por parte del pueblo frente a ejércitos mucho más poderosos. Y es lo que hoy día falta en una política sin alas. Y hace que unos se desengañen y otros se orienten, como escapatoria, hacia las ilusiones de un aislamiento separatista.

Pero el aplastamiento bélico de la II República no derrotó sus necesarios ideales. Siguieron vivos en la oposición a la dictadura. Bajo su brutal represión se desarrollaron los movimientos obreros, universitarios, feministas. Floreció una importante creación cultural en el cine, el teatro, la literatura, el pensamiento, y brotó la solidaridad unitaria propia de la lucha. Se dibujaba la posibilidad de una nueva España, unidos sus pueblos en una república federal, en la que el capitalismo fuera superado y en que la política internacional se guiara por el apoyo al Tercer Mundo. La III República es el proyecto que hoy día puede devolver la ilusión a muchos ciudadanos desencantados, superando la herencia de la dictadura.

Camareros: Necesarios, degradados y precarios. Una experiencia personal

Ahora que ya está aquí el veranito con su calor plomizo, pegajoso y hasta criminal, se llenan las terracitas para tomar unas...