jueves, 19 de marzo de 2020
Día 5 de confinamiento. El virus de la corona
domingo, 6 de diciembre de 2015
Dos Constituciones, Dos Democracias, Dos Españas.
Ruptura vs reforma
Democracia vs genética
Parlamento vs gobierno
Participación vs representación
Laicidad vs aconfesionalidad
Derechos vs retórica
Educación pública vs educación concertada
Una diferencia esencial: Un instrumento de futuro vs un arma para blindar el pasado
jueves, 19 de junio de 2014
El Régimen del 78 en las últimas
miércoles, 13 de abril de 2011
¿Es posible la Tercera República?

"A esta hora, las tres y media de la tarde, los pocos transeúntes que pasean por el cruce formado por la Castellana y la calle de Alcalá observan con asombro cómo una bandera sube lentamente por el mástil del Palacio de Comunicaciones [...]. La bandera que sube por el mástil es la bandera republicana. La noticia corre como una exhalación y una riada de gente sale de los cafés y los establecimientos colindantes a ver la bandera [...]. Todo coge un aire de verbena triunfante, un aire de alborozo franco y desenfrenado –sólo que es una verbena política–. La gente se abraza, grita, suda, canta".
Josep Pla inmortalizó cada segundo, cada minuto de aquel día. El bullicio en las calles hasta la madrugada, el trasiego en los despachos, la marcha del rey Alfonso XIII. "Pulmones rotos, gargantas roncas", describe el escritor catalán para explicar el júbilo popular en Madrid. El advenimiento de la República. Es la "revolución desorbitada", en palabras del periodista César González Ruano. Es 14 de abril de 1931.
2011 huele a cumpleaños. Al 80º aniversario de la proclamación de la Segunda República. Una cifra redonda que reabre el debate sobre la forma política del Estado. ¿Queda más cerca una nueva república?
No está claro que la recesión sirva como catalizador del deseo de cambio
No parece cuestión de distancias. Politólogos, sociólogos, constitucionalistas e historiadores no observan en la España de hoy un caldo de cultivo favorable a la caída de la Monarquía, por mucho que entre los jóvenes se expanda un mayor desapego al rey. No obstante, los expertos convergen en señalar la Corona como una institución "obsoleta, anacrónica", un freno para la consecución de una democracia plena que elige desde un alcalde hasta el jefe del Estado, pero que ha sabido adaptarse a los tiempos sin cometer "demasiados errores".
"Sí hay un sector que se considera republicano, pero los datos nos indican que la Monarquía está bien considerada". Ander Gurrutxaga, catedrático de Sociología de la Universidad del País Vasco, presenta como prueba el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). En su barómetro de noviembre de 2010, un mayoritario 54,1% apostaba por reformar la Constitución, pero de ellos sólo un 3,4% se inclinaba por cambiar "la Monarquía como forma de gobierno". El porcentaje ha oscilado desde diciembre de 2000 (1,9%), con una tendencia creciente, aunque aún minoritaria: 2,5% en diciembre de 2005 y 6,5%, su techo, en noviembre de 2008. En el último sondeo del organismo público, la Casa del Rey figuraba como segunda institución mejor valorada (5,36), detrás del Ejército y lejos de los partidos (2,88). En noviembre de 2008 obtuvo un 5,54 -entre los de 18 a 24 años, un escaso 4,93-. Y, en octubre de 2006, un grado de confianza global del 5,19, frente al 4,77 que le daban los más jóvenes.
Totalmente "fuera de agenda"
"Hay poca demanda social" para acabar con la Monarquía, certifica Carlos Ruiz Miguel, catedrático constitucionalista de la Universidade de Santiago de Compostela. "Está fuera de la agenda política, de las demandas de los partidos y de la sociedad", remacha Sandra León, politóloga de la Fundación Alternativas.
El siglo XXI permite hacer comparaciones. Marcar diferencias. José Luis Ledesma, profesor de Historia de la Universidad de Zaragoza, subraya que en 1931 estalló una "crisis de todo el sistema de la Restauración". No se trataba sólo de una crisis de los partidos, del Gobierno y de la economía. "La quiebra alcanzaba a la Monarquía -explica-, ya que Alfonso XIII estaba implicado en la lucha política diaria, no ejercía un rol decorativo. Apoyó incluso el golpe de Estado de Miguel Primo de Rivera. Hoy no hay crisis de la Monarquía, porque Juan Carlos I ha intentado aparecer como figura neutral. Es consciente de su historia". Otra coincidencia de los analistas: si el rey se sale de su guión constitucional, si interfiere en la dinámica de los partidos, su posición "peligrará".
"La Corona siempre ha tomado partido desde la Transición -apunta el profesor de Historia Política de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) Rafael Cruz-, pero de forma poco relevante, menos en el 23-F. Su grado de intervencionismo es insuficiente como para desatar la contestación ciudadana. Pero el rey podría ser reprobado si apoyase, por ejemplo, una guerra contra Marruecos por Ceuta y Melilla que causase bajas españolas. Ahí se abriría una oportunidad". Gurrutxaga destaca que es la tónica de las monarquías europeas: "Han sabido representar su papel, sus competencias periféricas y simbólicas. Si se extralimitan, caen, como sucedió en Grecia", cuando Constantino II, hermano de la reina Sofía, fue depuesto tras cobijar el golpe de los coroneles.
La campaña de IU y del PCE
José Carlos Rueda Laffond, profesor titular de Historia de la UCM, cita asimismo como elementos de "potencial desgaste" de la Corona "los abusos de poder, la corrupción, las fricciones institucionales o los escándalos", pero insiste en que, para tumbarla, hace falta algo más que una "crisis de Estado": un "frente antimonárquico más o menos sólido, erigido en alternativa y contrapoder", como sucedió en España en 1931 o en Grecia en los setenta. Y ahora no lo hay, aunque el peso de la cultura y memoria republicanas "sea algo mayor que años atrás".
No es casual, por tanto, que PCE e IU –y, dentro de ella, el sector de Izquierda Republicana (el partido de Manuel Azaña) que dirige Javier Casado Arboniés– se hayan propuesto agitar la llama, convencer a la ciudadanía de que no sólo urge derrocar a Juan Carlos I, sino construir "una verdadera democracia donde el poder radique en la gente, que aborde grandes reformas", ya que el sistema actual "no da respuesta a la crisis y hace pagar a los de siempre", destaca Marga Ferré, secretaria de Programas de IU.
La crisis. Una ventana de oportunidad para unos. Para otros, una fuente de desgaste para los políticos, no para la Casa Real. Jaime Pastor, profesor de Ciencia Política de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), está entre los primeros. Cree que el batacazo de la economía, junto con el auge de la memoria histórica, la creciente exigencia de laicismo o el agravamiento de las tensiones territoriales, pueden actuar de motor del cambio: "El rey volvió a aparecer en Navidad como aliado del capital, identificado con la banca y los responsables de la recesión".
Como IU, Pastor subraya que hay que presentar la república como "alternativa democratizadora", superando "la nostalgia" de 1931. "La recesión lleva visos de provocar una crisis del sistema político –responde categórico Ruiz Miguel–. Y llegará un momento de plantear responsabilidades y preguntarnos qué hizo la Monarquía para evitar esta situación". Tesis opuesta a la de Cruz, Rueda Laffond, León o Gurrutxaga. A medio camino, el sociólogo de la UCM Armando Fernández Steinko, autor de Izquierda y republicanismo. El salto a la refundación (Akal, 2010): "Las crisis sirven para poner en práctica cosas asumidas previamente. No son un buen momento para hacer avanzar una identidad compleja como la republicana. Aunque también abren oportunidades, pues en un proyecto republicano economía y política están al servicio del bien común, de los ciudadanos".
La familia real como tabú
El PCE, cuando celebró su I Conferencia Republicana, el pasado 27 de noviembre, pidió un debate sobre la Monarquía "sin coacción". Aún colea la impresión de que el rey es tabú. "PSOE y PP tienen mucho miedo a abrir la caja de Pandora –señala Pastor–. Aunque se perdiera un referéndum a favor de la república, el solo hecho de hacer un debate público haría tambalear el sistema". Cruz añade otra razón más mundana: "No hay un partido con fuerza en las Cortes Generales que obligue a situar esta discusión en la agenda. Y los dos mayoritarios no lo hacen por el elevado coste electoral". "Evidentemente, este tema no da votos", replican León y Gurrutxaga.
Ledesma juzga que los medios han jugado "un papel clave" en la consolidación de Juan Carlos. "En Gran Bretaña, la familia real es atacada a diario y no se defiende como gato panza arriba. Aquí puede ser síntoma de que no está muy asentada". Rueda Laffond diseccionó con su compañera Carlota Coronado en La mirada televisiva. Ficción y representación histórica en España (Fragua, 2009) el tratamiento del 23-F en las TV movies de La 1 y Antena 3: "Los medios han impulsado un capital simbólico asociado a la figura del rey y la Corona –dice hoy–. Respecto al golpe de Estado, la televisión ha reforzado una percepción ciudadana sobre su intervención a la hora de frenarlo, aunque simplificando otras variables históricas. Otras veces, la representación de su familia se ha movido extramuros a la hagiografía, caso de la teleserie de Telecinco Felipe y Letizia". Gurrutxaga alega que los medios, simplemente, "responden a la dinámica social imperante".
Sucesión y cuestión nacional
¿España es realmente monárquica? Unanimidad: es juancarlista. "No hay apoyo a la Monarquía en sí misma, sino a Juan Carlos. No hay obstáculos de cultura política", indica Cruz. De hecho, una guerra está ganada: según los expertos, está claro que la Corona es una figura añeja, "anacrónica". "Sería impensable trasladar a otras instituciones sus claves medulares –la herencia, su carácter vitalicio o la primacía del varón–, por antidemocrático y discriminatorio", sentencia Rueda Laffond.
No se prevén problemas cuando llegue la hora de la sucesión, aunque el debate se repetirá. Fernández Steinko recomienda al príncipe Felipe buscar una causa que le legitime, como abrazar un modelo económico más justo.
Las fisuras podrían venir, para algunos analistas, en el País Vasco y Catalunya, las autonomías menos apegadas al rey. Otros, sin embargo, entienden que en ambos territorios prima el eje nacionalista, no el antimonárquico.
En España, la república es patrimonio de la izquierda, aunque sectores de la ultraderecha también la reclamen. Es producto del pasado. Y de la izquierda tendría que venir la Tercera. Josep Fontana, catedrático emérito de Historia Económica de la Pompeu Fabra, aconseja no perderse con las musas: "Hay que hablar de un programa reformista avanzado, que suscite una ilusión como la de 1931. Entonces, la Monarquía aparecería como lo que es: un montaje ceremonial de la más completa inutilidad, que podría liquidarse con un ERE y unas pocas jubilaciones anticipadas".
LA CORONA, EN CIFRAS
Las cuentas reales aún siguen sin control público
8,43 millones para 2011. Por primera vez en democracia, la Casa del Rey verá reducida su partida con respecto al año anterior. En 2011, la Corona recibirá 8.434.280 euros, frente a los 8.896.920 del ejercicio pasado (un 5,2% menos, inferior al ajuste medio del 15% en los ministerios). No se conoce el desglose porque así lo permite el artículo 65.1 de la Constitución. Además, hay gastos que el monarca no paga de su bolsillo: viajes al exterior, rehabilitación de los palacios o nóminas de sus 127 funcionarios y ocho trabajadores eventuales (5,9 millones).
Más transparencia. No están solos IU-ICV, el PCE o ERC. Los expertos también aconsejan mayor transparencia, ya que, como dice José Luis Ledesma, "es contrario a la salud democrática que haya zonas oscuras en la vida pública; los ciudadanos deben saber qué pasa con su dinero". Pero avisan de que no es un elemento capaz de movilizar a los ciudadanos: "Mucha gente piensa que el gasto de la Casa Real es similar al de una Presidencia de la República", alega Rafael Cruz. José Carlos Rueda incide en que, para la mayoría, la Corona es vista "desde un prisma emocional", como "glamour, distinción" y carne de la prensa rosa. Armando Fernández Steinko achaca la poca crítica al individualismo de la doctrina neoliberal: "Si falta una visión macrosocial, es más fácil legitimar la apropiación de lo público. La Monarquía es un ejemplo más".
1873: nuevo régimen por la renuncia de un rey
Amadeo I de Saboya renunció al trono el 11 de febrero. Las Cortes se reunieron y proclamaron la I República. Se sucedieron cuatro presidentes (Estanislao Figueras, Francisco Pi i Margall, Nicolás Salmerón y Emilio Castelar). El golpe de Estado de Manuel Pavía dio el poder al general Francisco Serrano en enero de 1874. En diciembre, pronunciamiento del general Arsenio Martínez-Campos y Restauración de los Borbones en la persona de Alfonso XII y de su hijo Alfonso XIII.
1931: la victoria en las urnas y en la calle
Un triunfo en los comicios municipales del 12 de abril –victoria de las listas republicanas en 41 de las 50 capitales de provincia– y la fiesta popular sirvieron para tumbar la Monarquía. Al bienio progresista (1931-33), protagonizado por Manuel Azaña, siguieron dos años con la derecha en el poder, los del derribo de las reformas.
1936: el golpe que devoró la legalidad republicana
En julio de 1936, a los cinco meses de la victoria del Frente Popular, parte del Ejército se subleva. La República resistirá tres años. El 1 de abril de 1939, Franco pone fin a la guerra, pero no a una brutal represión que perviviría hasta 1975.
Resumiendo: Si me preguntarán si cabe esperar una Tercera República en España: Yo diría que sería muy deseable. Que se proclamara una tercera República, que no va a ser nunca como la segunda, pero que sí debería contener algunos de sus elementos inspiradores. Ese afán de moralización de la vida pública, la ética republicana, el sentido de la ciudadanía como sentido de cooperación, de participación en el bien público... Son elementos para una posible regeneración de una democracia que en nuestro país está bastante muerta. Está convertida en una especie de sistema partitocrático donde una serie de notables dirige mientras los demás nos limitamos a votar cada cuatro años. Yo creo que una República es algo totalmente distinto. La democracia entendida como participación, co mo gestión, integración de los ciudadanos en la cosa pública, y un profundo sentir de la igualdad social, sin la cual la libertad no tiene ningún sentido. La libertad se convierte en algo formal o abstracto cuando no parte de ciudadanos que tienen solucionados sus problemas básicos. Eso es lo que podría representar una futura tercera república que espero todavía llegar a ver. Yo creo que el propio agotamiento de la transición en España, con sus efectos positivos, pero con sus muchos lastres, permitirá avanza r en el futuro hacia una tercera república, que estoy convencido de que llegará. Aunque no sé si será más temprano que tarde o más tarde que temprano, espero que lo primero.
miércoles, 17 de noviembre de 2010
El proyecto republicano

Que gran parte de nuestra ciudadanía se encuentra cada vez más escéptica ante la política es un hecho manifiesto. Y, si contemplamos el espectáculo que últimamente se nos ofrece, no es de extrañar tan penosa situación. Ante la actual crisis nos encontramos, por una parte, con un Gobierno que, carente de iniciativa, no dictamina más medidas que aquellas que le son dictadas por los grandes mercados financieros y sus directivos, altamente perjudiciales para la mayoría de la sociedad y contradictorias con la ideología que dice profesar. Por otra, una oposición, la del PP, que critica implacablemente dichas medidas, pero que no ofrece otra alternativa que no sea la de reducir impuestos y, consiguientemente, dañar aún más a los trabajadores y clases medias, disminuyendo los servicios sociales.
Ya antes, año tras año, venimos asistiendo a debates parlamentarios en los cuales, bajo el reinado de un bipartidismo impuesto y nada representativo, la política parece quedar reducida a la confrontación entre PSOE y PP con discursos, que, en gran medida, se limitan a un intercambio de reproches sobre quién lo hace hoy mal o lo hizo peor en pasados tiempos. Y así, cuando las acciones de protesta, como la última huelga, son convocadas, hemos podido oír a más de uno que no participa “porque ello no sirve de nada”.
Ahora bien, si queremos diagnosticar la última raíz de nuestro evidente malestar político, yo diría que se sitúa en la falta de un proyecto histórico que atraiga el interés popular. Y, sin embargo, este proyecto capaz de abrir un futuro mejor ha existido y sigue alentándose bajo el actual reinado de la mediocridad oficial. Es el que representó la II República y que fue criminalmente yugulado. Aunque siguió vivo en la oposición a la dictadura, para naufragar, desdichadamente, en las componendas de la Transición.
La II República española, en efecto, no significó sólo un cambio en la concepción de la Jefatura de Estado, al sustituir la arcaica forma de transmisión por herencia sanguínea de las monarquías –con una monarquía, además, corrompida y decrépita– por una Presidencia democrática. Constituyó el esfuerzo, aupado por el mundo de una floreciente cultura y por las masas históricamente relegadas, de acometer los grandes problemas que, bajo el poder de las clases dominantes, venía arrastrando nuestra vida colectiva. Heredaba tal empeño la larga crítica del anquilosamiento español realizada desde el siglo XIX por la intelectualidad innovadora, por los movimientos obreros y feministas, por los nacionalismos.
Y, al llevarlo a la práctica, se atacaron males ancestrales. Por ejemplo, el abandono de la enseñanza pública en la vieja política, mediante la creación de 13.570 escuelas en dos años y la mejora de la situación de los maestros en ingresos, en dignidad y en la atención a su formación. Se trató de remediar la injusta distribución de la tierra mediante la Ley de Reforma Agraria. Se proclamó rotundamente la soberanía de un Estado laico frente a la retardataria gravitación del poder eclesiástico sobre nuestra historia. Se concedió a las mujeres el derecho al voto, conquista que todavía se encontraba inalcanzada en otros países democráticos. Y se abrió paso a las reivindicaciones nacionales a través de los estatutos de autonomía.
En otros ámbitos, se prosiguieron y culminaron avances ya emprendidos en el despertar de nuestra sociedad, en el florecimiento cultural que, desde la mitad del siglo XIX, se había ido produciendo en literatura, en ciencia, en arte, en teatro. Y se llevó la cultura a los pueblos en las Misiones Pedagógicas, en La Barraca, en el Teatro Proletario. Y, de un modo decisivo, se asentó una vida pública basada en la austeridad y la honradez, frente a la corrupción que se había extendido desde la corona a los más diversos campos.
Pero, al rememorar la II República, lo pertinente como lección actual no consiste en ponderar sus logros- o reconocer sus limitaciones y errores; lo decisivo es hacer hincapié en la voluntad de afrontar los problemas y crear una nueva realidad española, rompiendo el estancamiento en que las clases dominantes habían sumido al país. En la visión de la tarea política como un proyecto creador. Como un debate entre proyectos de futuro, ya que, evidentemente, dentro de la República coexistían muy diversas concepciones, capaces de ser discutidas. Y es esta marcha hacia nuevos horizontes lo que atrajo, por encima de las grandes diferencias de orientación, un fervor popular, una entusiasmada esperanza, y permitió una defensa heroica por parte del pueblo frente a ejércitos mucho más poderosos. Y es lo que hoy día falta en una política sin alas. Y hace que unos se desengañen y otros se orienten, como escapatoria, hacia las ilusiones de un aislamiento separatista.
Pero el aplastamiento bélico de la II República no derrotó sus necesarios ideales. Siguieron vivos en la oposición a la dictadura. Bajo su brutal represión se desarrollaron los movimientos obreros, universitarios, feministas. Floreció una importante creación cultural en el cine, el teatro, la literatura, el pensamiento, y brotó la solidaridad unitaria propia de la lucha. Se dibujaba la posibilidad de una nueva España, unidos sus pueblos en una república federal, en la que el capitalismo fuera superado y en que la política internacional se guiara por el apoyo al Tercer Mundo. La III República es el proyecto que hoy día puede devolver la ilusión a muchos ciudadanos desencantados, superando la herencia de la dictadura.
Camareros: Necesarios, degradados y precarios. Una experiencia personal
Ahora que ya está aquí el veranito con su calor plomizo, pegajoso y hasta criminal, se llenan las terracitas para tomar unas...