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lunes, 22 de agosto de 2022

La Región Leonesa: Una solución del pasado, para el presente y por un futuro


La tabla que encabeza este artículo está sacada del INE justo durante la convocatoria de elecciones autonómicas en Castilla y León el pasado diciembre. Los datos de personas con derecho a voto fuera de cada provincia muestran un denominador común: La abrumadora emigración exterior del Oeste de la Región, el antiguo e histórico Reino de León, en cuyas provincias -León, Zamora y Salamanca- de media se triplica el número de emigrados.

Un dato así no es ni mucho menos anecdótico, sino más bien la demostración empírica de las decisiones políticas, económicas, sociales y culturales que durante los últimos 60 años han regido la región centro de la Península Ibérica. Desde finales del Siglo XIX se procuró una organización administrativa que permitiera por un lado la supervivencia de identidades culturales concretas, siempre buscando mantener un equilibrio, primero dentro de las propias regiones con sus relaciones internas y vecinales; y después, exterior, tratando de equilibrar un sistema de contrapesos regionales que limitaran el desarrollo del eje del Ebro (País Vasco, Catalunya y Levante) con respecto al resto del estado español peninsular.

Así y de ese modo, el viejo Reino de Castilla se desmembró en varias unidades con cierta coherencia interna, que sirvieran para atar en corto a las potentes regiones del nordeste, en el marco de las Cortes de la Restauración. Surgieron las dos Castillas, separando ambas mesetas, con León incluida al Norte, y las cuatro autonomías uniprovinciales, Cantabria, La Rioja, Madrid y Murcia.

Fue ya en la Segunda República cuando se fue un paso más allá con un nuevo régimen administrativo, mucho más garante y protector de las identidades culturales en búsqueda de un sistema federal de convivencia y solidaridad en el que la expresión de las singularidades regionales no truncarán el bien común. Así, al tiempo, que los estatutos nacionales de Euskadi, Catalunya o Andalucía avanzaban, también se fraguaba la división de lo que hoy conocemos como Castilla y León. El histórico Reino de León tomaba identidad y autonomía, desligado de Castilla, y así sus gentes, encabezados por sus propias burguesías podían construir sus marcos propios de convivencia y futuro. El Golpe de Estado del 36, la posterior Guerra Civil y la dictadura fascista resultante cercenaron aquellos aires de cambio y avance político, cultural y social. León se reintegró en Castilla, y sus campos, minas y ríos quedaron a disposición de las viejas noblezas castellanas, convertidas entonces en proto-burguesías, al calor de sus íntimos vínculos con la élite franquista y las concesiones que entre ellas se regalaron.

La Transacción a la democracia, no cambió de fondo la cuestión territorial. El mapa político del estado a penas tuvo modificaciones (salvo el cambio de color de unas pocas comarcas) y en el proceso de negociación política entre partidos estatales y nacionalistas dio como resultado un híbrido entre el estado centralista del franquismo y el estado federal al que aspiraba la República: la España de las Autonomías.

En principio, estas autonomías atesoran competencias y la capacidad de recaudación y gestión necesarias para llevarlas a cabo. Bajo los órganos de coordinación en la gestión y de representación política en el Senado y en las Cortes regionales se da una imagen de operatividad federal. En realidad, está sigue limitada de manera atroz por el excesivo impulso de Madrid, como gran metrópoli de la Península Ibérica, con unas capacidades políticas, mediáticas y económicas tan superiores al resto de territorios que configuran un estado a varias velocidades en su desarrollo.

Esto es Historia, resumida si, pero de la que existen multitud de obras y archivos que la cuentan, paso a paso como ocurrió. Es en esas distintas velocidades de desarrollo donde se han fraguado las diferencias de progreso, dinamismo y futuro de las diversas regiones, y en como han podido crecer, albergar progreso y garantizar una gestión correcta de su patrimonio, tanto histórico y cultural, natural y económico.

Las Españas en realidad, son las diversas velocidades entre territorios que han definido su forma, su presente y también su futuro. Madrid, es el agujero negro del estado español. Todo lo fagocita. Ahoga económicamente todo lo que tiene alrededor, atrapando los flujos económicos y la vida de las personas. Sus recursos, su medio ambiente, su tiempo y su ocio.

Año a año, legislatura a legislatura amplía su área de influencia. Capta riquezas, oportunidades, población, talento… Su capacidad extractiva se va ampliando y con ella crecen las desigualdades en el territorio y las dificultades que tienen las periferias para financiarse y gestionar con dignidad su patrimonio y futuro. El círculo pernicioso se va ampliando, atrapando a más población y creando ciudadanos de primera, segunda, tercera y hasta cuarta categoría.

La economía y el poder giran en torno a Madrid, y al tiempo que el modelo se va replicando en el territorio hacia la costa se agravan las diferencias escalón por escalón. Particularmente lesivas son las que atañen a Castilla y León y a su composición territorial y administrativa.

Castilla y León se vertebra entorno a la cuenca hidrográfica del Duero. El río cruza la Meseta Norte en un enorme valle, llano y recogido por las cadenas montañosas del Cantábrico al Norte, del Sistema Ibérico al Este y del Sistema Central al Sur. Por las capitales provinciales a Norte y Sur transcurren los principales afluentes del Duero de ambas vertientes. La capilaridad del territorio se percibe en el mapa por los ríos más pequeños, afluentes secundarios y terciarios, que dan sentido a los municipios que vertebran el territorio.

Desde el punto de vita administrativo, Castilla y León es una Comunidad Autónoma sin capital reconocida en su Estatuto, pero que sin embargo, reúne en el centro geográfico, en la urbe de Valladolid la práctica totalidad de los organismos autonómicos. Esto ha hecho que la influencia de Valladolid, en su condición de capital regional no reconocida, vaya aumentado. Se convierte cada vez en un polo mayor de atracción de riqueza y oportunidades, al tiempo que se vacían los espacios entre capitales provinciales, y la competitividad y complementariedad entre ellas.

Esto ha provocado la desigualdad territorial entre urbes. Las capitales de provincia y ciudades de importancia de las provincias del Oeste sufren un lento deterioro y una lacerante falta de oportunidades, que contrastan con el dinamismo del resto de ciudades importantes de la región. El eje Valladolid-Palencia es vigoroso; Burgos y Miranda reciben de buen agrado la influencia de la actividad económica del País Vasco. Avila y Segovia reciben una influencia abierta de la capital del Estado. Sólo Soria languidece alejada y en medio de la nada. Por el contrario, los problemas de la despoblación, el éxodo de los jóvenes, el envejecimiento y el abandono en general del mundo rural es una realidad compartida, no sólo por las nueve provincias de Castilla y León, sino por todas las del interior peninsular, excepción hecha con Madrid.

Cuando en 1978 se tomó la decisión de mantener León unida a Castilla, fundamentalmente se buscaba disipar la notable influencia del movimiento obrero en torno a las minas de León en una región de mayor tamaño, dónde sus justas reclamaciones no serían oídas. Generar un polo de izquierdas de fuerte implantación en el Noroeste, provocaría el desequilibrio ideológico del estado. Sin embargo, diluida León en Castilla, el carácter conservador de las otras provincias serían ya el contrapeso ideal a su influencia progresista.

Con el paso de los años lo que ha quedado en el Oeste de Castilla y León son unos territorios desvencijados, desposeídos de su propio talento y juventud y por ende, de las iniciativas que empoderen y otorguen mayor futuro y dignidad al territorio.

Por supuesto que todos estos territorios comparten mucho. Ya son más de 40 años de Estatuto de Autonomía y de vivir bajo un mismo paraguas administrativo. Pero como no se ha procurado que quienes estén bajo ese paraguas nos conozcamos mejor entre nosotros, y como no ha cubierto a todos del mismo modo, las diferencias culturales y de desarrollo económico y social se han ampliado, hasta hacerse evidentes y poder así amparar, las legítimas reclamaciones, no sólo de mayor atención al Oeste de Castilla y León, sino de incluso componer este espacio como una nueva autonomía.

Si viajas por la región, y yo tengo la suerte de haberlo hecho mucho, ves diferencias. En la gastronomía y en el habla. En los trajes regionales y el folclore propio. En las jotas. En los cultivos. En las actividades. Pueden parecer sutiles, más allá de dialectos o de cómo hacen la matanza a un lado u otro de una raya dibujada en un mapa hace doscientos años. Pero esas diferencias culturales explotan cuando se suceden agravíos y las diferencias económicas, sociales y políticas, generan territorios e identidades de segunda categoría.

De un tiempo a esta parte, y fruto de la especial situación administrativa y también política en el ayuntamiento y provincia de León, se han llevado a cabo iniciativas que buscan la constitución de León como la décimo-octava autonomía. La diferencia con movimientos pasados, es que ahora, el descontento por la situación de León, Zamora y Salamanca es mucho mayor, ha calado en más habitantes que ven el deterioro y el exilio económico al que su juventud tiene que hacer frente.

Evidentemente, las ansías regionalistas de León no son sentidas del mismo modo en Zamora y Salamanca, con respecto a la provincia leonesa. Esta, incluso tiene que tratar el asunto de El Bierzo, en el valle del Sil, aislado por montañas del resto del espacio leonés, con un dialecto, folclore y problemáticas propias.

¿Cuál es el camino a recorrer?

Pues el corsé de la Constitución del 78, en un texto que está claramente auto-protegido en sus limitaciones y pactos con el régimen anterior, deja algunos resquicios como los artículos 2 y 143. Especialmente este último, donde pese a que diversos juristas (del ámbito conservador) interpretan que el carácter transitorio de su disposición ya ha sido sobrepasado, los promotores del leonesismo, aportan los datos estadísticos (demográficos, sociales, económicos), como el de la tabla del principio de este artículo, que demuestran claramente el fallado sistema autonómico, como provoca desigualdad y falta de futuro y como somos leoneses, zamoranos y salmantinos los que nos llevamos la peor parte cuando nos asignaron en una región artificial (cuidado, que todas lo son) que no cumple con los propósitos del estado autonómico, y presuntamente, descentralizado.

Si el sentido del Estado de las Autonomías es acercar la administración a la ciudadanía, cómo se explica una región con una extensión mayor que la de Portugal. O la de otros 19 estados europeos. Castilla y León es ilegal, puesto que su Estatuto y naturaleza no fueron refrendados de forma directa vía referendum. Vinieron impuestos junto con otras normativas como la Constitución o las campañas electorales. Qué miedo puede existir ahora a buscar alternativas y soluciones.

Esto para los que aducen al sentido práctico de las reclamaciones leonesistas, porque desde luego si hay que hablar de regiones históricas, no se puede hablar de León, como un ente propio de Castilla, sino que más bien, en la mítica Reconquista, avanzaron de los primeros condados a reinos consolidados. Hay quien dice que el argumento historicista ha de ser falso siempre porque encierra un elemento determinista: al pasado gobierna el presente y el futuro, obviando que los vivos son los que gobiernan y habrán de decidir ellos mismos su propio destino, sin cortapisas del pasado. No resulta demasiado serio discutir sobre sucesos acaecidos entre los siglos IX al XIII, para decidir sobre la política del siglo XXI. Y es verdad, que no podemos vivir hoy con soluciones del pasado. Pero por eso mismo no podemos vivir hoy con lo decidido por las élites de hace 40 años. Y habrá que cuidarse de que estos procesos no los vuelvan a decidir los de arriba para su beneficio. Sino que lo hagamos entre todos con garantías y con toda la información disponible. Y lo que no se puede tampoco olvidar, es que somos pasado, somos memoria y es preciso recordar las raíces, justo cuando esas raíces sirven a otros para provocar desigualdad y problemas en los territorios que no son agraciados o peor aún, son olvidadizos.

Por supuesto, que de producirse y crearse la autonomía leonesa (con o sin Zamora o Salamanca, y con el Bierzo como provincia constituida dentro de la nueva región, -no olvidar que sólo Ponferrada ya atesora más población que Soria, y que la comarca está más poblada que la provincia de Teruel-,) esto no debería ser hacer un presidente, unas Cortes y una bandera y estatuto más. Se trata de no repetir errores pasados y gestionar el territorio con responsabilidad para garantizar las identidades y sobretodo, para buscar un futuro mejor para la población. Para repetir caciquismos y corrupciones ya nos sobra con Castiga a León.

Una Constitución o un mapa autonómico, no están cerrados, no son irreversibles. Deben de estar abiertos a la realidad objetiva y presente de los habitantes que componen el territorio que comparten. Al anhelo de un futuro mejor, más seguro, progresista, igualitario y digno. Pero también a la cuestión subjetiva de la identidad y la cultura, como garantía de su conservación. Sin embargo, toda la caverna conservadora nos habla de una Constitución grabada en piedra, que no se puede modificar. Cuando los fondos de los accionistas de los bancos alemanes lo necesitaron, la Constitución se modificó, el odioso artículo 135, sin ningún problema con nocturnidad y agosticidad.

El marco autonómico y político de la Transicion y su Constitución, está sobrepasado. Lo está en el ámbito territorial, pero también en el resto de frentes. Las presiones bajo las que se construyo provocaron severos déficits y rémoras que no han hecho más, que hacer languidecer el país. Sólo basta esperar a que caiga por si mismo. Será antes o después, pero caerá y en el camino ocasiona un dolor y desigualdades de diversa índole, que no son necesarias y que deberían bastar, para que la sociedad en su conjunto, y sus representantes, asumieran la tarea no sólo de meras modificaciones, sino de abrir un proceso constituyente que nos haga un país mejor, más grande, más digno y fraterno. Es su responsabilidad, pero también la de toda la sociedad civil.

miércoles, 23 de diciembre de 2020

Esta noche es nochebuena y toca homilía real

 


El discurso del Rey, además de una película estupenda con unas interpretaciones brillantes, es en España, un género periodístico más. Es por supuesto, un momento culmen de la vida política patria. La única ocasión en la que el Jefe de Estado se digna a dirigirse a sus conciudadanos (nos llaman súbditos) y hacer un repaso somero a lo más destacado del año acorde con una visión concreta y muletillas y frases hechas que ya de tanto repetirse, no sólo es que hayan perdido su significado, sobretodo con el deterioro del significante, sino que ya emborrona la dignidad de quien escucha.

En las redacciones periodísticas de este país sobretodo de los medios pro-régimen es imprescindible seguir un guión para edulcorar la figura y sus palabras, mostrar a tono unísono la avalancha de parabienes que lanzan los dirigentes pro-sistema y callar. Callar las voces, cada vez más, de quienes estamos hartos de tanta inmoralidad. Y callar la corrupción y la hipocresía de la casa real.

A mi, a veces me parece que el discurso del Rey es el telonero de la cena familiar de nochebuena. Mejor aún. Como si la sarta de soflamas y lugares comunes del monarca fuera el breefing de los temas a tratar mientras pelamos langostinos y con disimulo profanamos el diseño modernista de las tablas de quesos y embutidos.

Y el de este año promete. Porque esta mierda de año 2020 que ha reventado las costuras de los convencionalismos sociales que teníamos han quedado claras tres cosas: la importancia capital de los servicios públicos como garantes de la democracia (sanidad, educación y servicios sociales) empezando por recuperar de la economía más salvaje todo lo que tiene que ver con el cuidado de las personas, especialmente nuestros ancianos.; la importancia crucial de la ciencia como motor de avance del ser humano; la necesidad urgente de articular una economía social que proteja el medio ambiente y pare la degradación actual y luche contra el cambio climático.

El coronavirus ha tapado las bocas con mascarillas higiénicas pero no oculta un clamor ante la avalancha de noticias que demuestran la falsa moralidad de la monarquía. Mientras el país, y todo el mundo, está pasando una crisis que debería replantearnos la prevalencia del dinero por encima de todo, incluida la vida, la Casa Real emitía comunicados y escondía la cabeza bajo el barro cuando salían a la luz (gracias a ese periodismo que actúa como tal y no como un vasallo, y sobretodo extranjero) todas las corrupciones, comisiones y líos de faldas del Emérito (todavía hay silencio en torno a la parece ser no envidiable vida personal de los titulares en trono).

No tiene que ser fácil ponerte a escribir o casi mejor repetir lo que te han escrito, cuando vives una vida que no tiene nada que ver con la de esos millones, algunos fusilables, a los que te diriges. Porque vives rodeado de abraza-farolas, pesebrederos y compiyoguis que desconocen como se conjuga el verbo trabajar. Porque defiendes un estado de las cosas inamovible que es la única forma de mantener la vidorra que llevas, tú, tu familia y el resto de vividores. Y porque hablas a un público cautivo al que no conoces, porque te lo presentan detrás de cordones de seguridad y lejos de palacio. Si lo conocieras aunque fuera un poquito, entenderías que en esta sociedad, para convencer hay que ejemplificar, no sólo con la palabra, sino sobretodo, con los hechos.


La figura del Rey y la persona de Felipe de Borbón, no valen para presentarse ahora como un mediador o un árbitro que ponga paz y construya puentes. El 3 de octubre de 2017 dinamitó su propia versión apolítica al entrometerse en el fango del independentismo catalán para favorecer la causa centrista. Y el 15 de marzo de este año al día siguiente de que nos viéramos en un Estado de alarma, la monarquía salía por la tangente para separar al actual inquilino de la Zarzuela de las tropelías de su padre. Como si éste no las hiciera siendo Rey, y como si esa herencia envenenada no forme también parte del paquete de corona y palacio.

Por lo tanto, no hay ejemplaridad en la conducta de la familia real, y el Rey no tiene empaque para promover una serie de pactos y actuar como un “destensionador” de la situación política que se encrespa por momentos. Pero hagamos un momento un ejercicio de imaginación y pongámoslo con su traje caro, su nacimiento napolitano de colección y sus fotos familiares delante de la pantalla.

Podría hablar del modelo de estado. No con la imposición de una visión del país que no tiene nada que ver con la verdad de esa España única e indisoluble. Sino con el país que tiene hasta 4 lenguas co oficiales además del castellano. Que tiene más dialectos y realidades culturales significativas que enriquecen todo lo que somos. En definitiva, frente a la opresión a la que ya demostró fidelidad, sitemos con la libertad y con el sentido público de solucionar problemas antes que crearlos y en dejar una solución para los próximos 20 años.

Felipe VI podría dejar de llenarse la boca con la Constitución del 78 y comenzar a ejercerla para hacer una defensa pública sobre los derechos y libertades de todas y todos. Artículos hay que defienden la vivienda digna, el trabajo digno, la igualdad efectiva entre géneros o la aconfesionalidad del estado. Promover con urgencia pactos: contra la violencia machista, por la situación de la vivienda en este país; por la ciencia; por la lucha contra el cambio climático y la defensa del medio ambiente; contra la corrupción y el nepotismo. Por limpiar las instituciones de fascistas sobretodo ejército, fuerzas de seguridad y judicatura.

Podía intentar acercarse a los jóvenes por ejemplo. A universidades o a donde se reúnen los riders. Podía ir a un centro de atención de inmigrantes. O escuchar por videoconferencia a sus compatriotas emigrados por la falta de oportunidades. Podía ir a escuchar las reclamaciones de los jubilados, los parados de larga duración, los agricultores, ganaderos, pescadores, apicultores. Qué les sucede a quienes viven en el entorno rural. Ir e interesarse por la situación en un centro de ayuda a mujeres maltratadas. Le pitarán, abuchearán y alguien le contará a la cara la sinvergoncería de su familia y su institución. Pero eso, también va en el cargo y en la asignación millonaria que recibe cada año.

 

Pero no lo hará. ¿Sabéis por qué? Porque el deleznable estado de las cosas son causas y consecuencias del Régimen del 78, y en él está su figura, su corona y sus privilegios como una dotación presupuestaria creciente y una inviolabilidad judicial, extensible a toda la familia y como hemos ido viendo, a parte de componer un derecho medieval totalmente anacrónico es un insulto a la inteligencia y dignidad del país.


Una institución poderosamente heteropatriarcal se nos dirige esta noche con un paternalismo vomitivo, mientras que no tenemos datos filedignos del respaldo o repudia de su figura y de un modelo de estado donde no sólo se nos impide expresarnos, sino donde ni siquiera nos preguntan sobre la aceptación de la monarquía. Las pocas encuestas privadas marcan un desgaste colosal y la preferencia por un modelo republicano, mientras la oficial, la del CIS, la que pagamos todos, se niega sistemáticamente a preguntar sobre le modelo de estado no vaya a ser que apuntale el declive innegable.

Usados hasta lo pornográfico palabras como convivencia, transición o consenso no son más que epítetos que tratan de reforzar un relato. El de su propia supervivencia como monarca cimentado en una historia que es real porque le puso una corona, pero no es la realidad. No es la verdadera.

Y es que trono y corona son dos regalos envenenados más que nos colaron bajo el ruido de sables en una Transacción que dejó impune una dictadura fascista, el franquismo, que enraizó algunas de sus costumbres más execrables como la corrupción, el autoritarismo, el machismo, la xenofobia y la versión de una España que no ha sido nunca así y que no lo será. El golpismo, el revanchismo y las ínfulas de grandeza de militares trasnochados que vemos hoy en día ganaron músculo en la dictadura pero son lacras propias de la política españistaní.

La monarquía es la clave de bóveda de todo lo que supone el atado y bien atado franquista: el Régimen del 78. Si cae la familia real también caerán los privilegios de la iglesia católica. Se investigarán a todos los próceres del régimen, prohombres de la economía patria que se lucraron con trabajo esclavo y las corrupciones propias de la dictadura. Se caerá la vergüenza nacional que supone la Ley de Amnistía que blinda a los criminales de la dictadura y se podrán ya limpiar instituciones plagadas de fascistas como las fuerzas de seguridad, el ejército y los juzgados.


Esta noche durante la reunión familiar, en persona o como desgraciadamente será más habitual, por videoconferencia o teléfono, el Rey se dirige a la nación. Cuando recordamos a los seres queridos que todos hemos perdido durante esos doce meses, el monarca largará su discurso habitual de palabras huecas y contenidos vacíos. Cuando al acabar la cena, brindemos con vino o un digestivo estaremos viviendo en fraternidad con quienes más nos importa. Nos alejaremos de la crispación y el dolor que causan quienes defienden y veneran tanta indignidad, tanta inmoralidad. Muchos millones de españoles huímos de esta parafernalia, de esta homilía rodeada de fascismo. No hay mayor desprecio que no dedicar, no perder, un minuto en ellos. Mañana habrá que seguir luchando para recuperla. 

 

Feliz noche a todas y todos.

domingo, 2 de julio de 2017

40 años de In modélica Transición

Tras muchos años de lucha Ascension Mendieta puede velar a su padre Timoteo @ARMH_Memoria

El pasado martes se celebraba en el Congreso de los Diputados el acto conmemorativo sobre la celebración de las primeras elecciones "democráticas" tras 40 años de dictadura fascista. Del acto oficial ha trascendido mayoritariamente, la queja del Rey emérito por su exclusión, pasando de tapadillo por el hecho de que el actual monarca, denominará por primera vez, como dictadura a ese período nefasto y tenebroso de nuestra historia, que para algunos, los fachas de siempre, resulta de absoluta paz y candidez. Ni una palabra sobre las más de 150.000 víctimas de la represión, la tortura y la sanguinaria violencia franquista que siguen desaparecidos por las cunetas y las tapias de los cementerios de éste país. Tampoco sobre los exiliados. Y mucho menos hubo mención alguna al privilegado estatus adquirido por la oligarquía y la iglesia católica o el estado del ejército y la judicatura nacional, herederas todas ellas de los designios de una dictadura fascista.
Al mismo tiempo Unidos Podemos y otras fuerzas de la izquierda en el Parlamento organizaban un acto paralelo para homenajear a quienes verdaderamente lucharon por la democracia, la legalidad y la dignidad de la clase trabajadora. A quienes se jugaron la vida, sufrieron torturas, exilios, persecuciones y la muerte y desgracia de sus familiares, amigos y compañeros. Un homenaje merecido y necesario porque cuando se habla de impunidad hay que ir más allá de buscar a los culpables, por supuesto clave, sino también dar respuesta a las víctimas.
Cuando se refieren a la “modélica” transición lo hacen desde su punto de vista. Del de quienes ostentan desde el alzamiento de 36 el poder. De quienes usurpan la voluntad popular de éste país desde hace 80 años. Una transición modélica para quienes quisieron y quieren mantener el fascismo soterrado bajo una máscara democrática. Para quien quiere que nada cambie. Que los artesonados económicos y las estructuras sociales sigan vigentes en el estado de las cosas que provocó y favoreció la dictadura franquista. Modélica para engañar al pueblo y la clase trabajadora. Para usurparle dignidad y poder. Esa fue “su” Transición a la Democracia.

Jamás se ha hablado en España, y mucho menos en su educación, de que hayamos vivido un genocidio en nuestro país e historia. Todo un protocolo para la muerte, y también para la impunidad y es que cuando marchan los profesionales de la dictadura, llegan los profesionales del olvido, de quienes se olvidan de la dignidad antifascista y se atreven a banalizar la historia del franquismo. Incluso un protocolo que se aseguró entre otras cosas, de los homenajes y las pleitesías para con los traidores y asesinos.
En la dictadura acomodada, había mordidas, corrupción sin límite, compradas, vendidas y todo lo que nadie pueda imaginar y el que no pagaba, terminaba pagando con su libertad, su ruina, etc. Había violaciones sin límite, pederastia, asesinatos, accidentes, esclavismo, desapariciones, tráfico de niños, pero... no había libertad de prensa, y por lo tanto, nadie se enteraba de nada. Sólo aquellos que sufrieron los desmanes, malos tratos etc.
Lo peor de todo, es que en esa comodidad, en esa transición que primó el miedo a los sables y a una nueva Guerra Civil, por encima de la cordura, quedaron en el poder los mismos corruptos de antes, los que vivieron inmersos en estas lides tan ocultas entonces y tan sonoras ahora, y luego sus hijos, y después los hijos de sus hijos, y ante tamaño despropósito, que no hemos sabido o querido solventar en estos 40 años desde las primeras elecciones, hoy día nos encontramos con lo que nos hemos ganado a pulso, con lo que merecemos, porque nuestros votos, además, no han querido castigar esos desmanes. Fue la Ley de Amnistía que añadió innumerables capas de indignidad, barro y estiercol, a la memoria de quienes lucharon contra el franquismo y de las víctimas de su barbarie corrupta y clerical. España, por arte de magia, se acostaba fascista y se levantaba demócrata.
Después vino entrar en Europa lo que fue un dardo envenenado, y la entrada en el euro mucho más. Nos vendieron como caramelos dulces drogas ácidas de un sistema neoliberal y explotador que ha puesto el trabajo, y la vida y salud del entorno y las personas por debajo y detrás del dinero, de su acumulación especulativa y abusiva. Y los compramos tan contentos, porque vivíamos acomodados en un nivel, que ni soñado. Pero el veneno salió a la luz sin tener el antídoto; un veneno que pese a que estaba presente y flotante en el aire, no quisimos ver.
La corrupción instalada desde siempre, la venta de lo nuestro que empezó Felipe González volviéndose de repente "neoliberal tacheriano" y acabó Aznar para paliar una crisis forjada a base de fabricar poco y de re conversiones industriales (probablemente necesarias algunas), apostando por el ladrillo en una país donde la competitividad industrial era mínima y privatizando las empresas públicas hechas con el esfuerzo de todos y que componían el patrimonio nacional. Todos, o muchos sabíamos que un país no puede vivir de servicios y ladrillo, creando burbujas de mentira, tanto financieras como inmobiliarias, pero muy en el fondo, porque de cara a la galería se negaba la mayor. Era evidente que aquello iba a explotar, y no menos claro, también resultaba que iban a ser lo poco que nos quedaba, nuestros servicios básicos, educación, sanidad, seguridad social, cultura, deporte, medio ambiente con lo que se iban a pagar las deudas y las retribuciones millonarias de los delincuentes que habían provocado la crisis. Los mismos, o sus hijos, que llevan 80 años conspirando para dominar el país, lucrarse con él. Malditos hijos de puta sin vergüenzas y sin escrúpulos.
Los políticos nos han vendido y nosotros les hemos dejado, y si nuestros padres nos dejaron la herencia del miedo, hoy dejamos a nuestros hijos la herencia del destrozo. Porque es cierto, esta crisis, se acabará cuando los mercados quieran, cuando Alemania se rinda, cuando no haya nada que rascar para poder pagar esa deuda imposible; pero la miseria que ha traído, la miseria todavía por llegar, el hambre, la indigencia intolerable en un país desarrollado (supuestamente) tardará décadas en solucionarse, si es que se recupera alguna vez.
Pero también, como sociedad, dejamos en conjunto la herencia del olvido de quienes lucharon contra el fascismo. La herencia de la legitimidad de un sistema opresor y corrupto. Y la herencia de la desafección política, del tragar con todo, del desinterés por las cuestiones que nos afectan, de cómo y por qué nos saquen, nos destruyen. La herencia del laminado de todo el futuro.
Vemos a diario casos de políticos mafiosos, corruptos, sin vergüenzas, estafadores y ladrones. Pero callamos porque pensamos que, si echamos a esos personajes, quien sabe si el que venga no será peor.
El bipartidismo se tambalea, como hace todo el Régimen del 78, pero éste se defiende y se regenera con nuevos actores que añaden más basura al estado de las cosas. Las cloacas del estado supuran podredumbre. Inmoralidad y corrupción y un sistema opresivo para mantener el poder en las pocas manos de siempre. Un PP intrínsecamente corrupto y ultra, fortalecido y un PSOE víctimas de sus propias hipocresías, se complementan con el revisionismo naranja de Ciudadanos, partido impuesto por las élites para eliminar un previsible flujo de votos de la derecha a como mínimo la abstención. Y Podemos, que parasitó la emergencia del 15M y con ella de la izquierda radical para enfangarlo y convertirlo en pequeñas escaramuzas de guerras de guerrillas que imposibilitan la activación social, la de la calle y los centros de trabajo, escuelas, hospitales y universidades que es de dónde debe de surgir el germen que dinamite esta nauseabunda realidad que ensucia la democracia, que impide la libertad y la dignidad de la población y el porvenir de éste, siempre, acomplejado y perdido país.
No obstante, el miedo siempre se termina por vencer. Cuando esa familia anónima tiene serios problemas para llegar a fin de mes, cuando el pequeño y honesto empresario no puede pagar la nómina a sus trabajadores, cuando los padres ven marchar a su hijo al extranjero sin billete de regreso… cuando todo esto ocurre tornándose el pan de cada día, tomas consciencia que ese sistema de alternancia bipartidista y consolidación de las estructuras de poder franquistas, ya no es capaz de ofrecer una solución a los problemas más profundos de la sociedad y, es cuando ese miedo, que mantiene en silencio al pueblo, se desvanece.
Por lo anterior, no solo debemos dejar caer este sistema podrido, sino que debemos acelerar su final para que nuestra generación pueda comenzar a construir algo nuevo, sano y sólido. Una política de base que cumpla con la idea original de su significado. Gobernar por y para el pueblo.
PPSOE se hunden por errores que ellos mismos han cometido. Un nuevo sistema democrático es posible. La oportunidad que nuevas fuerzas políticas que, hasta la fecha se han visto relegadas a la sombra de este sistema bipartidista, puedan ser escuchadas abiertamente sin la censura mediática orquestada desde el propio poder bipartidista.
Es más, en España tuvimos una experiencia democrática exitosa durante la Segunda República en tiempos en los que nuestra renta per cápita era incluso menor. La Segunda República inició grandes reformas económicas y sociales, como ya se ha comentado extensamente, y aquel proceso democrático no fue interrumpido por la gente pobre y humilde, sino por la gente rica y con privilegios, que veía tales privilegios afectados por las reformas democráticas a través de un golpe de estado, criminal y traidor, de una Guerra Civil cruenta y desigual. Sectores de las clases medias, por cierto, temerosos de los cambios, también apoyaron al fascismo. La dictadura representó los intereses de las personas poderosas, y reprimió muy particularmente a las clases trabajadoras, a nivel no sólo policial sino también económico, hasta el último día de la dictadura.


Permitirme una última reflexión. Supongamos que España hubiera tenido otro tipo de transición, resultado de la derrota del franquismo o de su caída, tal como ocurrió con otras dictaduras europeas -como las comunistas de la Europa del Este-, sin derramamiento de sangre. En este caso, es probable que hoy tuviéramos en España una República en lugar de una monarquía, con una cultura anti franquista democrática bien establecida; con unos medios de información y persuasión menos conservadores y más plurales; con una memoria histórica viva (y unas escuelas donde se enseñara lo que fue la dictadura, su represión y el retraso social económico y cultural que impuso al país); con reconocimientos y homenajes a los que lucharon en contra del fascismo y la dictadura y que tendrían -como tienen en Francia, Alemania e Italia- monumentos y calles con su nombre con un ejército que tomaría como figuras ejemplares a los militares que fueron leales a la Segunda República, en lugar de los que se sublevaron en contra de la democracia, homenajeando a los militares que fueron expulsados del ejército durante la dictadura por su lucha por la democracia; con una Iglesia que habría pedido perdón no sólo a su Dios, sino también al pueblo español, por su apoyo al golpe militar y a la dictadura, aceptando su lugar en un Estado laico respetuoso con todas las religiones y especialmente el laicismo; con una derecha democrática que hubiera denunciado sin ninguna ambigüedad el golpe militar y el régimen franquista, y con unas izquierdas menos moderadas y más fuertes; con un Estado del bienestar más desarrollado que el actual, y con una Constitución más progresista que reconocería la multinacionalidad de España y la posibilidad de reestructurar la relación entre sus componentes según la voluntad popular de cada uno de ellos. Soy consciente de que, debido al gran desequilibrio de fuerzas en la transición, no había otra alternativa. Pero las fuerzas democráticas deberían ser conscientes de las limitaciones que impuso la transición in modélica a fin de corregirlas.



miércoles, 28 de diciembre de 2016

Los silencios del Rey

Españoles buscando la maravillosa España que describió su majestad la pasada Nochebuena

La pasada Nochebuena, como es habitual, el Rey, Jefe del Estado dio su tradicional discurso navideño a la nación. Como viene siendo habitual en mi caso los últimos años no vi tan magnánima puesta en escena y reserve unos minutos el día de Navidad para leer la transcripción.
Lo primero a añadir es que parece que no fui el único, puesto la emisión multi-cadena del Mensaje de Su, de ellos, Majestad ha marcado un mínimo histórico en share, dejando bien claro y con datos en la mano, que la crisis del Régimen del 78, el desmoronamiento del tardo franquismo españistaní, y las ansías republicanas de la ciudadanía ante tanta altanería, inmoralidad, corrupción y estupidez borbónica no son sueños de una minoría, ni estados de agitación, ni corrientes de opinión interesadas... Son realidades. Son metas y objetivos alcanzables para hacer de este país un lugar más digno donde vivir y construir una sociedad donde justicia y libertad no fueran meras palabras con significado prostituido.
Después de todo el proceso de renuncia del anterior monarca; entronización de éste; campaña publicitaria de los medios del capital de exaltación de las capacidades de “el preparao” y de la “maravillosa” familia real, no era mi intención dedicar unas líneas (otra vez), y el tiempo en juntarlas, a éste evento de infamia. Pero las mentiras descaradas, las medias verdades interesadas, los lugares comunes y la superficialidad sobre la que surfea el principito del estado de las cosas en #Españistán, resulto tan vomitiva que me he puesto a la tarea.
Y es que, el mensaje del rey, no nos representa. El mensaje de la realeza, no refleja la realidad. Una vez más el rey, como institución, sin importar el nombre y el ordinal (aunque si el apellido) hizo un ejercicio de militancia con los poderes fácticos del estado y sobretodo con la Transacción, que no Transición a la democracia. Lo hace por convencimiento y por conveniencia porque sabe de su supervivencia como rey y la de su familia se basa en la imposición del atado y bien atado.
Sólo ahí y sólo así se concibe lo leído de su discurso que más me encabrono. “No hay que reabrir viejas heridas […] por los riesgos que conlleva”. Y se queda tan pancho. Y tan borbón. Es que esas heridas no se han cerrado nunca. Esas heridas se han infectado y carcomen el ruinoso edificio dictatorial y fascista que había en 1975 y que con remaches de escayola y artificio habéis querido constituir en democrático.
Hoy 80 años después del estallido de la Guerra (in) Civil todavía hay más de 150.000 desaparecidos del bando republicano esparcidos por todo el territorio nacional. Eres regente del estado con más fosas comunes y asesinados bajo represión por sus ideas y creencias de occidente, sólo superado a nivel mundial por Camboya. La Amnistía a los criminales de guerra y represores de dictadura entró en el mismo paquete que la corona que llevas puesta y hace que los asesinos fascistas hayan llevado y lleven una vida de lo más normal. Miento, de lo más normal, no. Fueron condecorados y mandamases recibieron cargos en el cuerpo del estado y en consejos de administración de empresas, y otros, los que golpeaban y torturaban y apretaban los gatillos, pensiones máximas. Es decir, están forrados, premios por sus leales servicios al fascismo.
Los monumentos y reconocimientos que vanaglorian a los vencedores lustran todavía hoy nuestras ciudades y paisajes, y siguen imponiendo una visión sesgada de la realidad. Por lo tanto a la hora de hablar de “no reabrir viejas heridas” hay que decir que primero habrá que cerrarlas y para ello es necesario asumir la legalidad internacional contra los crímenes de lesa humanidad y dar reconocimiento público de quienes fueron las víctimas, que defendían la legalidad expresada por el sufragio del pueblo, y quienes se levantaron contra esa decisión, y quienes se lucraron masivamente manejando desde detrás y anclando a éste país en la miseria y la indignidad durante 37 años de dictadura y una transición a la democracia que ya dura demasiado.
A mi me daría vergüenza reinar en un país donde la impunidad, la amnistía por amnesia y el orgullo de los vencedores enfanga todo propósito de progreso. Y por eso suscribo y apoyo la campaña de denuncia ante el Defensor del Pueblo interpuesta a raíz de tu mensaje, de quienes nos sentíamos vilipendiados como defensores de la Memoria Histórica. Pero claro, soy un radical de izquierda. Y a mucha honra.
Otra buena parte de la legitimidad de su corona está en el actual modelo de Estado, tanto desde el punto de vista formal institucional, como de la realidad de una única España. Sin citar ni una sola vez a Cataluña, pero con referencias deja claro que apoya la actitud y acciones del PP y los artesonados del estado franquista (tribunales) para mantener a Cataluña dentro de la nación, sin ningún tipo de cesión en un proceso de negociación entre iguales, y mucho menos de escuchar la opinión del pueblo.


Sin embargo, mucho más ofensivos me resultaron los silencios del monarca en su discurso navideño.
Volvió a caer en la legitimidad de la política institucional y los partidos políticos tradicionales, quienes por cierto lanzaron, PP, PSOE y Ciudadanos un mensaje a una voz congratulándose “del gran rey que tenemos”. Para el rey, al igual que para estos partidos no hay política más allá de sus instituciones donde usurpan la voluntad popular. El rey olvida premeditadamente que el 26J, el 67% de los votante no quería a Rajoy de presidente. Luego vino el golpe de estado en el PSOE y parece que todo volvía a funcionar para orgasmo del capital, la troika, los bancos y los empresarios que podían continuar exprimiendo y explotando a la clase trabajadora inmisericorde mente, al tiempo que entre unos y otros esquilman los derechos sociales (dependencia, sanidad, educación, etc.) haciendo negocio con ellos. Aplican mordazas para acallar la protesta social y así “España sigue siendo una gran nación”.
Sin embargo esto, para el Rey no es política. Y no sucede. Para el Rey y quienes salen a vitorear su mensaje el día después, el modelo político es incuestionable y reviste salud. Para todos ellos las mareas y las gentes que defienden la sanidad, los hospitales públicos, las universidades públicas y la educación no existen o son esporádicos. La PAH o las luchas de las organizaciones de consumidores. Quienes se enfrentan ante los colapsos ecológicos y las agresiones a nuestro medio ambiente por parte del capital. Las protestas contra la tauromaquia. Las huelgas sectoriales, las Iniciativas Legislativas Populares que son frenadas sin vergüenza en el Parlamento... los libros, los blogs, las pancartas en los balcones... el pensamiento critico. Todo esto, no existe en #Españistan. No es política, y por lo tanto no requiere atención. El mensaje del Rey es continué en su casa, en su sofá y ponga el fútbol. No hay nada de que preocuparse. Lamentable.
Chirrió el silencio con la corrupción, que sigue instalada en el funcionamiento colectivo y nacional. Por supuesto, paso por alto la situación de su hermana y cuñao. Y con ese bagaje moral de no reconocer lo que uno tiene dentro de su casa, no iba a salir a leerles la cartilla a PSOE y sobretodo PP que han robado a manos llenas de las arcas de cada administración que han tenido la desgracia de gestionar. Y mucho menos nos iba a decir a la ciudadanía que también tenemos que cambiar nuestra mentalidad para ser más solidarios y a la vez vigilantes y censores contra la corrupción. Cualquier tipo de corrupción.
Pero si hubo un silencio que me lanzo a escribir estas líneas fue sobre la situación de la mujer en España, donde el machismo campa a sus anchas. No ha terminado 2016 pero en #Españistan han sido asesinadas dos mujeres por sus parejas o ex parejas cada semana. Un terrorismo de sala de estar, doméstico y acomodado al sentir español tradicional y ultra católico que no ha sabido amoldarse al siglo XXI, y que sigue viendo y lanzando ese mensaje, a la mujer como un apéndice del hombre, de su propiedad, y cuya felicidad, la de la mujer, se tiene siempre que supeditar a la familia y la satisfacción del hombre.
En las fiestas tradicionales de éste país se siguen produciendo violaciones y actitudes hacia la mujer sexistas. La publicidad sigue usando el cuerpo de la mujer como un instrumento de placer y elemento de estatus del hombre. Hace falta un cambio de mentalidad y una educación para que las generaciones venideras no tengan esta lacra en sus vidas. Para que las que hoy son niñas puedan vivir su vida adulta, tanto profesional, personal, afectiva y sexual con garantías de igualdad con los que hoy son niños, y que estos reconozcan el valor y la dignidad de quien tienen como compañera de estudios, de trabajo, familiar, vecina, desconocida, amante, etc.
Pero al rey esto no le preocupa o no le parece lo suficientemente importante para dedicarle unas pocas palabras en los 15 minutos que al año tiene a bien, éste sujeto en dedicarnos a su plebe. Tampoco al florero de su mujer, y una vez más, perdió la oportunidad de exigir una política de cuestión de estado contra el machismo y por la igualdad entre sexos, que además hubiera traído una mejora en la cuestión de la tolerancia a quienes son, viven, piensan, sienten y aman distintos a nosotros, a la ortodoxia católica.


En definitiva, por todo ello, una vez más, me declaro ciudadano, no súbdito y mi deseo para 2017 es que sea un año de cambio, revolución y República.


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