Mostrando entradas con la etiqueta Estado de Alarma. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Estado de Alarma. Mostrar todas las entradas

domingo, 25 de octubre de 2020

El Estado de Alarma para surfear la segunda ola

El presidente del Gobierno tras Consejo de ministros extraordinario ha decretado un nuevo Estado de Alarma para 15 días -lo que viene expuesto en la Constitución- con visos a mantenerlo hasta el mes de mayo, en razón a pasar el invierno y la época que se supone de mayor incidencia en los hospitales. Por dentro pasarán las Navidades, casi todo el curso escolar y en definitiva más de medio año con el fin último de mantener a raya la curva de incidencia de la pandemia. Bajar los contagiados, los hospitalizados y los fallecidos. Y por supuesto ayudar en el alivio a un sistema sanitario español que ya presentaba antes de la COVID suficientes síntomas de agotamiento y fractura y que en esta segunda ola vuelve a sufrir los desvarios de políticos y gestores y las criticas de pacientes y usuarios.

El Estado de Alarma viene como condición previa a la toma de responsabilidades y decisiones de las Comunidades Autónomas. Estas habían pedido ya la intervención estatal, primero en forma de garantía judicial para controlar la explosión de casos. Pero también, y mucho más significativo, para tratar de superar la situación con el apoyo del gobierno estatal. Escurrir el bulto de su inoperancia es también un objetivo marcado por los gobiernos autonómicos. La primera medida ya aprobada es el toque de queda entre las 10 de la noche y las 6 de la mañana.

En medio quedamos la población. Por un lado una mayoría de personas que desde marzo nos hemos tomado todo esto en serio. Cambiando nuestra vida. Restringiendo contactos. Eliminando viajes. Planificando salidas para lo estrictamente necesario, en algunos casos únicamente trabajo y compras de subsistencia. Ahora y desde hace unas semanas viviendo ya en un auto-confinamiento, convencidos de que es la única manera de mantenerse libres de la enfermedad y dar un respiro a la sanidad pública.

Ahora sufriremos las condiciones de un estrechamiento de la movilidad personal provocado en una buena parte por la actitud irresponsable de los liberticidas que no han comprendido lo que ha estado sucediendo. Que han puesto por encima su privilegio a la fiesta, a sus cañitas y sus viajes por encima de la salud general de la población. 

Muchos ya sabíamos que la deriva ultra liberal de la sociedad nos lleva a comportamientos donde el egoísmo y la vanidad son el motor de las vidas. Donde el apego a una supuesta libertad que no es más que un privilegio quedaba por encima del bien común. La irresponsabiildad y la irracionalidad de unos pocos frente a la resignación y saber estar de la mayoría que sufrimos y sufriremos ahora. Un relato en estos meses trufado de fake news y bulos; de negacionistas y clases pudientes; de trabajadores y de ERTES.

Este giro de tuerca en la nueva normalidad puede ser el paso previo a un nuevo confinamiento. Es la última medida antes de tomar mayores responsabilidades por parte de unas administraciones que han visto como el tibio control de la situación de finales del verano se ha desmoronado en cuanto han bajado las temperaturas, han llegado los colegios y universidades y se han mantenido las quedadas y fiestas como si nada pasará. Como si nada hubiera ocurrido.

Y buena parte del actual y futuro colapso del sistema sanitario patrio viene porque ninguna de las autoridades sanitarias de éste país han acabado de poner los recursos necesarios e imprescindibles para abordar el advenimiento de la segunda ola.

El número de nuevas camas de UCI -con su personal correspondiente- que se han instalado en éste país desde junio es 0. Son las Comunidades Autónomas quienes tienen las competencias y responsabilidad en la materia y lejos de hacer una apuesta clara por la sanidad pública y la salud de sus conciudadanos han mantenido la línea previa, aunque eso suponga deshacerse de plazas de sanitarios en plena pandemia mundial.

Tampoco en los sistemas de transporte, ya fueran públicos colectivos o privados, se han puesto medios para que la recuperación de una vida normal, no expusiera a los millones de trabajadores en su día a día. Las empresas, empezando por las públicas de la administración, han tenido bastante manga ancha para hacer y deshacer a su antojo en materia de prevención.

El Gobierno central, por más que Ministro y responsables técnicos, han llamado a la mesura y la preparación tampoco ha apretado las clavijas convenientemente. Primero porque ya en marzo y abril dejó a la sanidad privada haciendo negocio. Fue necesaria (y lo será) la nacionalización de los recursos de las clínicas y seguros privados y no se hizo. Más allá de los requerimientos de contratación de rastreadores no se ha apretado a las regiones en reforzar la sanidad pública con más personal especialmente en la atención primaria. Y además, dentro de esa línea de salvar la economía, mientras se abrían fronteras al turismo del norte de Europa, se permitía a los bares y al ocio nocturno hacer de su capa un sayo y se hacia un llamamiento a la población para que consumiera y le diera al frasco como si nada hubiera pasado.

Y esta es mi principal crítica a la actuación del gobierno central: Haber sido extremadamente tibio en las fases de desescalada permitiendo a Madrid ir saltándoselas cuando no cumplía lo prometido. Eso ha lanzado un mensaje de materia superada” al coronavirus y a una población, donde especialmente los jóvenes, han demostrado estar fuera de la realidad. Los comportamientos este verano y estos meses de septiembre y octubre han sido bochornosos y dantescos. Aunque probablemente no sean la mayor causa de contagios del coronavirus en esta segunda ola de la pandemia, si que han estimulado un estado de opinión sobre la irresponsabilidad de muchos de estos comportamientos y de la inteligencia emocional de sus protagonistas.

Al virus no se le venció en junio, como tampoco será vencido ahora en noviembre. Queda mucho para mayo pero no pinta bien para que en ese momento podamos decir que hemos acabado con el coronavirus. Lo único cierto, y es algo que no ha cambiado por lo anunciado esta mañana, es que tenemos que cuidarnos. Evitar contactos peligrosos. Aglomeraciones. Usar la mascarilla y hacer uso efectivo de la distancia social.

Si hay que salvar la economía, primero tenemos que salvarnos las personas.

sábado, 20 de junio de 2020

Fin del Estado de Alarma y confinamiento. La nueva normalidad



Mañana domingo, 21 de junio, termina el Estado de Alarma impuesto por el Gobierno de la nación desde el pasado 14 de marzo ante el avance de la pandemia del coronavirus.
Durante todo este tiempo de confinamiento un mantra se ha ido deslizando como una serpiente tratando de restituirnos el optimismo, de salvarnos de la depresión. La neolengua ha hecho horas extra durante el confinamiento. Primero con un lenguaje bélico frente al enemigo invisible. Después con el chute de buenismo y que maravillosos todos. Y después para hablarnos de una nueva normalidad que apesta a indignidad.

Ahora se lanzan campañas, primero en teoría “anónimas” y populares, después ya a través de los anuncios en medios de comunicación de esas empresas “que siempre han estado contigo”. La idea era directa, clara y sencilla: De está vamos a salir siendo más y mejores personas.
Qué cara más grande. Qué farsa. Qué mentira. De esta, como de aquella o de la otra, salen siendo buenas personas los que ya lo eran. Y probablemente menos porque algunos o algunas que se movían con la bondad y la fraternidad, ante la situación de zozobra, de peligro y de empeoramiento directo de las condiciones de vida se hayan hecho más egoístas y violentas.
El que era un hijo de puta antes de la COVID-19 lo va a ser después. Y ya veníamos con una letanía de gilipollas y miserables bastante amplía antes de encerrarnos en casa y escondernos tras las mascarillas. Un infantilismo instalado en la sociedad que además en España se vuelve dantesco ante esa actitud tan nuestra de ver cualquier norma que nos pongan, como un listón que saltar y no como una medida a respetar. Pocos ejemplos, los menos, hay de personas y grupos que se han auto organizado y procurado una vida mejor para todos. Al contrario hemos perdido a muchas personas algunas insustituibles, en eso mismo.
La sociedad se iba al sumidero aumentando velocidad e inercia hacia un precipicio de distópicas consecuencias. Individualismo, egoísmo, exhibicionismo, zafiedad, falta de empatía, de solidaridad, de fraternidad...
El tema de los aplausos a las 8 de la tarde me sirve para ahondar en esta idea. Por lo que he visto donde vivo -y lo hago en un barrio donde viven muchos médicos y personal sanitario- y lo que me han contado mis familiares y amigos de sus lugares de residencia, la quedada de aplausos desde los balcones sirvió de homenaje al personal sanitario el primer día. A partir de ahí, se convirtió en un exhibicionismo del ombligo propio. No culpo a nadie de ello. Casi hasta me parece natural por la situación pasada. Atronar con música y hacer performance de disfraces y looks poco tienen que ver con dar sentido homenaje a quiénes nos han cuidado. A la clase trabajadora Pero vamos, que no me lo vengan a vender como una cosa cuando es evidente que se trata de otra bien distinta. Sólo hay que ver como han vuelto a los centros de salud a tratar a los trabajadores del sistema sanitario.
En mi calle, por la ventana, antes y ahora cuando veo cantidades de repartidores ir de un lado para otro cargando bultos y llevando las cenas a las casas. Estábamos en casa pero no hemos dejado de consumir. Y quiénes han traído esos bienes y servicios hasta las puertas de los hogares son una clase trabajadora, nueva, precaria, dolorosamente débil y vulnerable. Se ha gastado dinero que al final no repercutía en esos trabajadores, sino que las plusvalías se evaporaban en la nube de internet hasta verter cantidades en paraísos fiscales. Esa ha sido la normalidad durante el confinamiento, acelerando la normalidad impuesta por el austercidio antes.
La normalidad era la crisis. Era la estafa económica. El neoliberalismo como sistema de opresión y nuevo feudalismo. El capitalismo de amiguetes que socializó las pérdidas de unos pocos especuladores y corruptos denigrando la forma de vida y las expectativas de futuro de toda la población. Desde 2008 la respuesta al colapso financiero y especulativo que en el mundo real provocó mucho dolor, despidos, desahucios y deudas, han sido recortes de gasto público, de trabajadores públicos, limitación de nuestros derechos. Privatizaciones. Cierre de hospitales y despido de sus trabajadores. Falta de material y colapso ya antes de la pandemia. Una brutal austeridad para pagar las deudas de los especuladores y corruptos que ha desnudado nuestros sistemas públicos de salud, educación y servicios sociales, dejándolos esqueléticos y sin capacidad de respuesta ante una situación como la sufrida estos meses.
Las mega transnacionales, las patronales y los privilegiados se ven con un poder inusitado en la historia de la humanidad. Se pueden permitir el lujo de decir abiertamente que no se paré la economía, que se pueden morir los viejos, pero que no podemos dejar de ganar dinero. Un nuevo colonialismo el que ha impuesto la recesión tras la estafa económica de 2008. Ahora no hace falta circundar el globo o navegar océanos; simplemente se trata de oprimir a las clases populares y trabajadoras, incluso las del mismo país, que se encuentran timoratas, sin sentido de pertenencia, ni fuerza por la que rebelarse y luchar. Se garantiza, por ley y por opresión, los intereses minoritarios de grupos económicos y financieros por encima del bien común.
La crisis del coronavirus y la situación de cambio climático que padecemos debían habernos puesto en alerta -ya duele que no lo hayamos hecho antes-, para cambiar un sistema que nos condena a la extinción. Porque la llegada del COVID-19 al organismo del ser humano tiene su causa en el calentamiento global, y en como, cada vez más, especies animales salvajes se acercan e interactúan en los entornos humanos.
Pero lejos de eso “hemos” acelerado en un modelo impersonal en el que las baratijas inservibles, llegan con un gasto abusivo en combustibles fósiles y en opresión a otros de nuestros congéneres. En vez de ir a tratar de salir de esa rueda de consumismo global que ha globalizado la opresión, nos hundimos más en ella. Ahora es el momento de volver a la economía circular de proximidad. A los tenderos de cercanía. A reflexionar antes de comprar, sobre la necesidad en si misma y sobre el producto y servicio que vamos a adquirir. Sus condiciones de fabricación, transporte e impacto medio ambiental. Si como sociedad obráramos ese cambio entonces si podíamos pensar que salíamos del coronavirus (de su primera oleada) siendo mejores.
Por eso ahora que se habla de la nueva normalidad es necesario recordar que la normalidad era el colapso medioambiental del planeta. Las catástrofes naturales (incendios, riadas, sequías). Las guerras por los recursos y por el privilegio a seguir alimentando el hiper consumismo de occidente. La opresión a millones de personas. A millones de mujeres. La enorme desigualdad entre personas, clases sociales y territorios. La precariedad instalada en nuestras vidas en favor de un capitalismo, del dinero, en contra de garantizar un sistema que nos protegiera. Que garantizará nuestras vidas su seguridad, por encima de cualquier ganancia económica.
Y sin embargo sólo hay que ver las prioridades que durante la pandemia tenemos como individuos, como sociedad y también como gobierno.
En plena pandemia no se han adoptado planes para subir los sueldos y mejorar las condiciones del personal sanitario y científico de éste país. Al contrario, se ha aprobado una mil millonaria subida de salario para la policía y la Guardia Civil. Ambos cuerpos de in-seguridad del estado, más allá del loable y bienintencionado trabajo de algunos de sus agentes mantiene instalado un gen fascista y franquista que enfanga sus actuaciones, que encima, muchas de ellas quedan trufadas de errores e intenciones políticas claras. Algo que no debería permitirse jamás un cuerpo policial en democracia. Pero supongo que premiar a unos e ignorar a otros es una cuestión de prioridades.
Todo ha sido parte de una enorme trifulca política. Ruido, bulos y algaradas de la ultra derecha reaccionaria que siempre estará más preocupada de garantizar sus privilegios (en este caso ir al bar o a jugar al golf) por encima de los derechos de todos los demás (que somos tan españoles o más que ellos, porque por mucha bandera con la que se envuelvan, el patriotismo empieza y acaba en la declaración de impuestos de cada uno).
Somos un país que es el jodido bar de Europa. Ya están abiertas las fronteras exteriores con la UE para que lleguen los turistas. Se ha protocolizado la convivencia en bares y terrazas -y muchos de los compatriotas alegremente se han sumado a la euforia-, mientras no sabemos como volverá la rutina en ese igualador social que es la escuela pública. En vez de dotar al país de estructuras que garanticen bien común, nos han convertido en Las Vegas para los del norte de Europa. Y mientras los millones de emigrados no podemos tan siquiera ir a abrazar a nuestros padres.
Se habla mucho de la nueva normalidad, pero se hace desde parámetros grotescamente conservadores e irreales. La nueva normalidad son medidas y directrices para que nada cambie. Para que se garantice la misma transmisión hacia arriba del dinero y el poder y hacia abajo de la opresión y la precariedad. La nueva normalidad es profundizar en las brechas sociales, ya sean de género, de clase o de raza. La nueva normalidad es que nada cambie. Si, tendrás que llevar mascarilla y los bares tendrán que estar menos atestados de gente, pero en esencia no cambia nada de las causas que nos han traído a esta situación. No quieren que pensemos. Es más, tenernos en casa, atemorizados por una pandemia, es ideal. Controlados por la televisión y por internet y con el miedo mediatizando todas nuestras acciones, somos la carne de cañón, precisa, perfecta y preciosa para poder apretarnos las cadenas. Ni siquiera está en el debate la preparación de la sociedad para un rebrote de la COVID-19 o para la llegada de otra pandemia. O de un suceso catastrófico que hiciera peligrar vidas humanas contadas por miles.
La nueva normalidad es una patada hacia adelante del sistema sin replantearnos no ya sólo su idoneidad, sino si quiera unos mínimos retoques para garantizar la democracia, la salud y el futuro de las personas. Seguir manteniendo una vida de mierda para millones de personas, sólo para garantizar distintos grados de bienestar e hipocresía..
La nueva normalidad es la vieja normalidad de capitalismo y barbarie por encima del bien común.

Hace nueve años las calles y plazas de éste país se llenaron de gente indignada que clamaba por una democracia, una economía y una sociedad más justas y en las que nadie, a pesar de su condición, quedará atrás. Millones de personas en España y en todo el mundo que veían como tras la crisis, perdón estafa, económica de 2008, la factura de tanta especulación, inmoralidad y corrupción la pagaban con sus vidas. Con precariedad e inseguridad en el trabajo. Con servicios sociales privatizados, denigrados y recortados. Con derechos usurpados. Con más autoritarismo. Con un liberalismo económico que convertían en cautiva la libertad, la igualdad y la fraternidad. Éramos y somos los que no teníamos casa, los que no podíamos pagarla, no teníamos trabajo y nuestro futuro y perspectivas de vida se iban al carajo. Era el 15M y allí hablábamos entre otras cosas de que no se podía recortar en la salud pública y en la educación pública. Que se apostará por ciencia y por medidas que revirtieran el cambio climático. Que no hay democracia si no hay justicia social. Que no hay democracia si hay corrupción e impunidad de los corruptos. No nos escucharon y una vez más, se demuestra que teníamos razón. Qué tenemos razón.

Nada de eso ha cambiado. Hemos avanzado muy poco o casi nada en justicia social. Y la COVID-19 va a apretar más las clavijas a los desfavorecidos. Y nos quieren cautivos y aislados en nuestras casas, despistados y dispersos. Con miedo e individualizados.

Hasta que no pueda darle un beso a mi madre que no lo llamen normalidad.

martes, 5 de mayo de 2020

Día 52 de confinamiento: De responsabilidades y españas


Los días y semanas de confinamiento van pasando al tiempo que las temperaturas primaverales se tornan en veraniegas. El calor sube mientras los datos económicos se desploman y en España “nos” afanamos en demostrar nuestras más verdaderas señas de identidad.
Por supuesto, como en todo y como siempre, el Gobierno de la nación tiene que ser y puede ser llevado a critica. Pero antes de poner la lupa sobre los que están tomando decisiones colectivas debemos ser nosotros mismos quienes desde una responsabilidad individual nos comportemos con civismo, respeto y solidaridad por un beneficio colectivo. Aunque sea el acérrimo rival quien gobierne.
En España cuando se pone una normativa no se ve como una cuestión a cumplir y respetar, sino como un reto que superar. Con las fases de desescalada del Estado de alarma se está comprobando una vez más.
Que ante los primeros días en los que se permiten salidas controladas de niños y adultos para pasear y hacer deporte, veamos como se llenan las calles, los caminos, las playas. Se hacen botellones y se comienzan a llenar terrazas y bares por encima del límite de las recomendaciones de distanciamiento social y de prevención sanitaria. Las caceroladas para mostrar disconformidad con los rojos y las banderas y crespones negros son la seña de una de las dos Españas. Y los aplausos el hito diario para mostrar al mundo, básicamente a los vecinos, el postureo más rancio y el compromiso con principio y final en nuestro ombligo.
Ojo, que no quiero decir que esto no pase fuera de nuestras fronteras, pero a mi lo que me preocupa es lo que pasa dentro de ellas y estas actitudes, a parte de parecer imposibles de cambiar, nos definen en demasía. Nos hacen carne de escarnio y lo más importante: Ponen en riesgo a toda la sociedad en una situación de pandemia grave y de colapso, creo que definitivo, del sistema neoliberal-capitalista y político liberal.
Al tiempo, el Gobierno va al Congreso a buscar una nueva prórroga del Estado de Alarma justo cuando los datos de contagiados y fallecidos van bajando gracias, indudablemente, primero por el trabajo honesto y arrollador del personal sanitario y de todos los y las trabajadores que han mantenido el sistema de cuidados y la distribución de alimentos y bienes y servicios básicos. Pero también, gracias a esas medidas impopulares pero que nos han protegido confinados en nuestros hogares. Pues bien, justo ahora, cuando doblegamos la curva y más importante es mantener unas semanas más la precaución y el cuidado los distintos grupos políticos miran su interés particular por encima del general.
Las derechas de este país, cainitas, corruptas e insolidarias aprietan discurso de oposición por definición, sin ningún tipo de alternativa y lo que es peor, desdiciéndose de lo que decían hace 10 días, simplemente por el hecho de que conciben mayorías a su favor por llevar la contraria al gobierno. Incluso en uno de los momentos más graves de nuestra historia.
Lo hacen también, porque no pueden permitirse que nos demos cuenta de que somos nosotros, la clase trabajadora, la verdadera fuerza del país. El sustento de los beneficios empresariales por supuesto, pero además, la argamasa y los ladrillos que construyen el país. Hay que reactivar la economía, no sea que los poderosos a los que se deben dejen de ganar dinero. Qué más da si nos morimos los obreros y las obreras.
Por primera vez en la historia a una crisis social tan colosal como la que tenemos delante se le están dando respuestas económicas y sociales que empatizan con los más desfavorecidos. Se está legislando y actuando en materia económica y social para intentar no dejar a nadie atrás y para que la crisis no la acabemos pagando los mismos de siempre.
Frente al gobierno se posicionan quienes solo saben utilizar todo en beneficio político privado. Una tragedia, una crisis, unos muertos. Los que despiden médicos y enfermeros. Los que se quejan porque les han quitado competencias en esta situación extrema para mejorar la gestión y respuesta y no acabar con diecisiete mandos para luchar frente a un ataque al nivel nacional (y también por supuesto global). Insolidarios y vomitivos. Una clase política, la derecha de este país y de los múltiples países dentro del país, que me provoca vergüenza y náusea y sobretodo afila mi puesta en vanguardia para derrotarlos siempre.
Si mañana no apoyan la prórroga del Estado de Alarma y acaba llegando un rebrote o un repunte de los infectados y fallecidos deberíamos saber ya a quien aplicar las cuentas. Nuestros médicos, enfermeros y todo el personal que ha trabajado estos meses no se ha jugado la vida para que políticos mediocres e iletrados traten de sacar rédito electoral tratando de hacer que nada cambie. El PP no ha propuesto nada todavía en ninguno de los plenos anteriores, frente al resto de grupos (incluida la extrema extrema derecha) pero cada día, los irresponsables mezquinos e idiotas congénitos como Ayuso y Casado han llenado de ruido toda una situación que nos debería rearmar como país y sociedad.
No podemos perder en perspectiva de que no sólo se trata del mando único para luchar contra la pandemia. No se trata de un problema de comunicación. Ni tampoco a nivel sanitario y científico porque frente a otras experiencias están siendo técnicos y personal cualificado los que van marcando las pautas que sigue el gobierno. El tema es que la factura total caiga en las espaldas de la clase trabajadora, de los oprimidos, mientras los opresores especulan y sacan beneficio y no quieren que la justicia social se conjugue de una vez por todas en el estado español.
Para finalizar no puedo más que contaros como pienso pasar las próximas semanas. Seguiré confinado. Sólo saldremos al trabajo y a hacer las compras, tratando de concentrarlas en una hora un sólo día. El desinfectante hidro-alcóholico será la primera rutina al entrar en casa y los guantes desechables y mascarilla parte del atuendo imprescindible. Todo seguirá igual durante el mes de mayo y dependiendo de la situación veremos ir retornando vida normal ya en junio. Incluso para nosotros, emigrados en otra ciudad, la posibilidad de ir a ver nuestros padres y hermanos a nuestros pueblos y provincias de origen, dolorosamente la llevamos más lejos aún. Por responsabilidad.
Y no hace falta ningún gobierno, ni oposición, que me lo diga. Soy yo y el sentido común quienes me hacen tener responsabilidad, primero por mi salud, luego, indisoluble, ya por la de todos.
Por eso os pido a todas y todos, por muchas ganas que tengamos de una cerveza en una terraza, de una ruta de bici, o de un paseo por la ciudad, la playa o la montaña que seamos responsables. Empaticemos, nos dejemos guiar por las recomendaciones de las administraciones y sobretodo por nuestro sentido común.
Cuidaros mucho.

lunes, 16 de marzo de 2020

Día 2 de confinamiento: Borbónica patada adelante


  No les llega el aire a los pulmones a los Borbones. Vía eldiario.es.

Es costumbre real el robar, pero los Borbones exageran”
La cita anterior es de Charles Maurice Talleyrand y podía tomar por costumbre el ir pasando los días de confinamiento y empezar las entradas recuperando citas de franceses célebres. No descarto hacerlo.
Pero si hoy celebro las palabras del que fuera Primer Ministro de Francia durante los tiempos del Congreso de Viena es porque relataba con suma precisión lo que es una monarquía en general, y el uso particular que los Borbones han hecho siempre de ella.
Anoche, minutos antes de que la ciudadanía saliera a los balcones a rendir homenaje a los trabajadores de la Sanidad Pública -y a todos los que están empleándose duramente estos días para que todo funcione-, la Casa Real emitía un comunicado desde el palacio donde el Rey titular renegaba de la herencia millonaria y corrupta de su padre, el Rey emérito, rompiendo -a priori- relaciones con él y negándole su manutención con cargo a los presupuestos generales del estado.
No se habían cumplido ni 24 horas del confinamiento decretado por el Estado de Alarma y la monarquía nos daba entretenimiento aprovechando de tapadillo la excepcionalidad para pegar otra patada adelante y tratar de salvaguardar la institución, el apellido y con ello su vidorra sin pegar palo al agua.
El 3 de octubre de 2017, apenas un par de días después de el Referéndum, el Rey Felipe VI se dirigía a la población para desaprobar a Catalunya y a una mayoría de su población que quiere votar. Todavía hoy no ha hecho ninguna aparición pública ante la situación de crisis. No estaría mal que ahora determinará toda esa pasta corrupta de su familia dedicarla a la Sanidad Pública de todas y todos. Tampoco antes le leyó a nadie la cartilla para defender los servicios sociales como parte fundamental del estado, más allá de banderitas y procesos de privatización de lo de todas y todos.
Sólo sabemos su negativo a las pruebas del coronavirus y el comunicado citado hace un par de párrafos en el que admite que su padre, el anterior Jefe del Estado, poseé una fortuna fuera de nuestras fronteras, en paraísos fiscales, de origen desconocido, pero en esencia corrupta e inmoral ya que la propia y manoseada Constitución regula que el Jefe del Estado no puede tener otro ingreso económico que no venga de la asignación presupuestaria.
La prensa internacional ha puesto negro sobre blanco el origen de tales fortunas, y no es la primera vez, vinculándolas a una actividad lobbysta de máximo nivel por parte de Juan Carlos I y su cohorte de cortesanas y cortesanos procedente de comisiones pagadas con gusto, parece ser, por el amigo árabe, la execrable dictadura feudal que los reyes y príncipes wahabies perpetran en Arabia Saudí.
Parece que al calor del dinero atrás queda el amor a España y la vocación de servicio público, epítetos constantes en la defensa de la Monarquía como garantía, no debemos olvidarlo, del estado de las cosas impuesto en la Transición desde la dictadura franquista.
Relato impuesto desde arriba con aquiescencia de los partidos políticos mayoritarios y de los medios de comunicación de masas silenciados en sus pesquisas sobre las aventuras con elefantes, coristas, condensas y comisiones de el campechano. En ese relato también se introduce una valoración subjetiva de la labor de Juan Carlos I en la Transición, como hacedor de la Democracia, un valor conocido como juancarlismo que no es ni mucho menos un sujeto de herencia a su vástago, como lo es el hecho que en casi 6 años de reinado de Felipe VI sólo una vez se ha preguntado sobre su aceptación como rey.
Como decía hace unas líneas, no es la primera vez que la Casa Real hace del patapún pa arriba su estrategia. Los casos de corrupción y abuso de poder son marca intrínseca a la institución y a la familia que se consagra en ella y ante una opinión pública cada vez más desafectada para con la causa monárquica el último recurso parece ser enviar patada hacia adelante tratando de que la opinión pública -única capaz y legitimada para acabar con tanta indignidad- se olvide o le asalte otra nueva dificultad.
En junio de 2014 cuando pillamos al monarca pegando polvos y echando tiros en Botswana con elefantes y amantes el Régimen del 78 vio necesario sacrificar al Rey. El cambio mediado del partido de Rey titular por Rey sustituto no ha borrado los nubarrones que se ciernen sobre la anacrónica institución por mucha preparación que atesore Felipe VI y muy idílica y perfecta que se presente su unidad familiar.
Aquella sustitución se hizo salvaguardando la inmunidad de Juan Carlos I creando una forma de Estado con dos Reyes, uno regente y con papel de Jefe del Estado, y otro emérito y al servicio de sus asuntos.
Pero con todo el pozo de podredumbre y el hedor a mierda es tan nauseabundo que ahora Felipe VI tiene que hacer una defensa pública de su puesto rompiendo -aparentemente- relaciones con su padre y tratando de mantener un estatus de dignidad que el propio comunicado emitido desde palacio no puede sustentar.
Si como afirma Felipe VI hace ya un año sabía de la existencia de esas sociedades offshore con cuentas millonarias proveniente de comisiones en Arabia Saudí, ¿por qué no emitió entonces el comunicado de ayer? ¿y por qué no acudió a Hacienda y al Estado para denunciarlo? Y no me vale que sea su padre el perpetrador de tales tropelías, puesto que en el caso de la Monarquía hoy en día, sólo le puede salvar, la más absoluta de las transparencias y colaboración con las instancias del Estado. Porque más allá de discursos vacíos es con actos con los que pueden salvaguardar su imagen de cara a una opinión pública cada vez más harta de los entramados de dinero, amantes, lujos y amistades peligrosas de la Casa Real. Renunciar a herencias sólo se puede hacer en el momento de cobrarlas, por lo que habrá que ver qué ocurre con esto, cuando su padre fallezca.
Si Felipe VI ahora admite y anuncia tales medidas no es por un afán en la sociedad española sino más bien porque los medios extranjeros han visto suficiente basura en la moralidad borbónica para hacer caja. Lo que me hace suponer que de no haber saltado la noticia, el Preparao, hubiera mantenido silencio y seguido como beneficiario de las herencias millonarias de su padre.
Y parece hacerlo ahora cuando bajo el Estado de Alarma por la crisis del coronavirus la población está confinada en sus hogares con impedimento de salir a la calle, que en este caso, más que justificado, digno y necesario sería para reclamar ya de una vez, República, Memoria y una Constitución que además garantizaría por ley suprema, la Sanidad Pública, la educación pública y los servicios sociales, poniendo la inversión en las personas por encima de intereses de terceros.
Los suntuosos regalos a sus amantes por parte de Juan Carlos I y sus relaciones con personas turbias y emparentadas con terroristas no pueden cerrarse con la negativa de PSOE, PP y Vox a una comisión de investigación en el Congreso planteada por Unidas Podemos. Tras lo sucedido ayer Felipe VI desprestigió el voto de defensa que los partidos del régimen habían ejecutado en su favor. Se debe volver a incidir en ello y se debe abrir esa comisión para descubrir que se ha perdido en el pueblo español y ha ido a parar entre las piernas de las amantes de Juan Carlos I.
No me cabe duda de que estamos cada vez más cerca de abrir la Constitución del 78 y todo lo que supone y en parte viene el modelo de estado. Como republicano, como ciudadano y no como súbdito exijo dignidad, transparencia y honestidad a las instituciones de mi estado, así como empatía y solución a los problemas. Harto ya de corrupción y de la inmoralidad que parece perenne a mi país, se acaba ya el tiempo de la Monarquía, y llega el momento de ser ciudadanos de un país digno, moderno y social.

Día 1 de confinamiento

  Parking de la Pedriza en la Sierra Norte de Madrid, atestado de coches el pasado sábado. Imagen de los Agentes Forestales de la comunidad y compartida por el 112 de Madrid.

Lo que ha relevado esta pandemia es que la salud gratuita, nuestro estado de bienestar, no son costos o cargas, sino bienes preciosos […] y que este tipo de bienes y servicios tienen que quedar fuera de las leyes del mercado”
Europa debe actuar unida y evitar dos peligros; el primero es el nacionalismo, pues el virus no tiene pasaporte […] el segundo es el individualismo. Sólo si estamos unidos y decimos “nosotros” en lugar de decir “yo” superaremos el desafío”.
Los dos párrafos anteriores y entrecomillados los podía decir yo o ya están dichos y recogidos en este blog desde 2006. Sin embargo, ambos forman parte del discurso televisado a la nación de Enmanuel Macron, Presidente de la República Francesa del pasado viernes 13 de marzo.
Que sea el mayor prototipo de nuevo político, joven, liberal y moderno quien haga estas declaraciones y firme un comunicado a la nación tan trufado de socialismo, apego a la colectividad y convencimiento en el modelo de estado del bienestar, nos sirve en entre otras cosas, para poner en su lugar el momento histórico que estamos viviendo. No puedo también pensar que no sea más que un mero retoque de populismo y marketing de campaña, ya que hasta que no se ven efectos en las políticas que defiendan lo de todos, ya hemos aprendido que uno no se puedo fiar, pero no deja de ser sintomático para con el momento actual.
La crisis del coronavirus me servía el viernes para presentar éste maldito virus del neoliberalismo propagado en las mentes de la población anulando los impulsos primarios de colectividad, trabajo en equipo, solidaridad y empatía. Sólo 48 horas de confinamiento bajo el Estado de Alarma decretado por el Gobierno, confirman todas mis palabras y alimentan mi lucha contra un modelo económico y social, que nos despoja de lo que durante milenios y generaciones ha sido el engrudo de las relaciones personales y con ellas del avance de la humanidad hacia cuotas increíbles de progreso y felicidad.
Esta pandemia pone en cuestión “nuestra” manera de vivir de las últimas décadas -en Occidente se entiende-. Los que no pueden o no saben quedarse en casa. Los que necesitan la relevancia y aceptación todos los días en su trabajo, su grupo de amigos, de desconocidos… Y no han hecho falta más que unas pocas horas para demostrar lo perverso y antisocial de un modelo egoísta y antinatural.
Hay que decir, de manera evidente, que una mayoría de la población ha seguido las recomendaciones de las autoridades y se ha quedado en su casa. Ha comprado con inteligencia y sensibilidad, sin dejarse llevar por la histeria y el miedo, y ha adaptado su agenda y vivienda para pasar estos días en familia.
Pero las lacerantes imágenes de zonas turísticas, playas, montañas y pueblos llenas de turistas y residentes de segunda vivienda suponen un insulto a la inteligencia. Un cabreo más que justificado por esa muestra de irresponsabilidad, de inseguridad y de ombligüismo cuñado que tiene graves consecuencias tanto para la salud de todas y todos, como en la imagen de país y sociedad que tenemos que dar.
Ese individualismo, del que siempre dan ejemplo los Aznar (recordar ese “A mi no me dices tú, las copas que tengo o no que beber”, o como se iban a un spa tras la mayor tragedia en un aforo en los últimos 30 años, y ahora huyendo a su macro chalé en Marbella) ha provocado que miles de residentes en Madrid salieran despavoridos a sus residencias de veraneo o lugares de origen, exportando el virus a playas y pueblos donde siempre queda la población mayor, especialmente vulnerable a las consecuencias del COVID-19.
Han demostrado con esa actitud bochornosa y criminal la farsa que es el neoliberalismo, la mayor patraña ideológica de la historia de la humanidad. Humanidad que no hubiera jamás alcanzado las cuotas de progreso y bienestar sin trabajar en equipo como parte de un todo, social y endémico, como cualquier experto antropólogo e historiador nos puede decir.
Llevamos poco más de dos días confinados en nuestros hogares, siguiendo las directrices marcadas por el Estado de Alarma y hay varias cosas que siguen quedando claras. La primera de ellas es que más allá de estos primeros 15 días de confinamiento se va a ampliar el plazo, toda vez que seguiremos dolorosamente alcanzando topes en contagiados y fallecidos hasta dentro de 5 o 6 días cuando se empiecen a notar los efectos de las medidas restrictivas.
Es recluidos en nuestros hogares donde estamos volviendo a construirnos como sociedad sana y fraterna, cuyos miembros se ayudan en sus peores momentos y salen desde la solidaridad y la empatía hacia adelante anteponiéndose ante todo.
Frente a eso, frente al grueso de la población que con estoicismo y buena voluntad llevamos el día a día, está el líder de la oposición haciendo electoralismo de baja estofa o Donald Trump queriendo hacer negocio con una supuesta nueva vacuna. Desde luego hay cosas a mejorar en la gestión gubernamental, pero no es ahora el momento de poner palos en las ruedas y mucho menos de buscar réditos electorales. Quizás el problema sea que en éste país la respuesta a las crisis anteriores siempre las han llevado corruptos y mentirosos, y quizás, todavía no estemos acostumbrados a que nos digan la verdad y dejen hablar a los responsables técnicos y cientificos.
Faltan más medidas muchas de ellas económicas. Se hace fundamental cerrar las bolsas y los mercados especulativos que están haciendo fortuna con las posiciones en corto a costa de la salud de la clase trabajadora. Las ganancias de unos pocos pueden provocar las pérdidas de muchos, e incluso antes que Europa, el Gobierno tiene que asegurar la supervivencia de los valores para el bien andar de la economía patria.
Queda por ver si en un escenario como el actual el pago de la deuda que sigue siendo el mantra que "su" Constitución nos impone debe seguir siendo la prioridad económica. O quizás dejarla de lado, ojala de manera definitiva, y dedicar más y más recursos a la Sanidad y la ciencia. Reclamar y recuperar los más de 70.000 millones que nos deben los bancos y meterlos en la economía real de la gente.
Es necesario estipular ya de manera inequívoca y firme los sectores productivos que han de mantener su actividad para mandar a todos los trabajadores que no son imprescindibles en la lucha contra esta enfermedad y el abastecimiento y cuidados, a sus casas y así evitar las aglomeraciones en los centros de transportes y trabajo.
Y con ello tienen que venir las medidas de índole económica para salvaguardar la capacidad adquisitiva del grueso de la población así como la garantía de que una vez pasada la situación de pandemia, podamos resolver la crisis y estafa económica. No podemos simplemente porque usen la excusa del coronavirus dejar que nos vuelvan a colectivizar todas las pérdidas.
Tampoco estaría de más ya que el uso de la energía, las telecomunicaciones, el agua corriente o el gas va a aumentar en los hogares que desde el gobierno se congelaran los precios de estos servicios o mejor aún se pusiera un límite -el de la última factura abonada por ejemplo- para evitar un enriquecimiento excesivo de las distribuidoras de estos servicios. Lo digo, porque ya nos conocemos todos.
Pero mientras estas medidas llegan y se cumplen otras -bravo por el alcalde de Madrid haciendo lo que tiene que hacer-, son encomiables los reconocimientos al personal sanitario de la Sanidad Pública en forma de aplausos desde los balcones las dos últimas noches.
Aplauso extensible a todos los colectivos trabajadores que están haciendo horas extra e indudables esfuerzos para que todo siga funcionando bien que mal hoy. Aquí, recuerdo que están muy bien estos aplausos y agradecimientos, pero ahora que parece que ya valoramos lo que supone una Sanidad Pública de calidad (y una educación y unos servicios sociales) votemos a los que la defienden y tratamos de ampliarla, dejemos atrás a los que tratan de desmontarla y hacer negocio con ella y apoyemos a los trabajadores sin fisuras cuando hacen huelgas y protestas para mejorar sus condiciones laborales y profesionales.
La crisis del coronavirus está dejando claro que nos va la vida en ello.



Camareros: Necesarios, degradados y precarios. Una experiencia personal

Ahora que ya está aquí el veranito con su calor plomizo, pegajoso y hasta criminal, se llenan las terracitas para tomar unas...