Ahora que ha llegado el calor no será de extrañar,
si en una de las múltiples terrazas que han surgido en nuestras
calles, y cerveza en mano nos involucramos, por vicio o por
obligación en alguna conversación sobre las ventajas de vivir en un
país como España; perdón, #Españistan. La manida frase de, "como
en España no se vive en ningún lado" saltará dos, tres o más
veces incluso jalonada por el choque de jarras de cerveza.
Pero centrándonos en el debate podíamos no hacer
como ocurre en la inmensa mayoría de debates, de más o menos
trascendencia, que cada día y cada noche se circunscriben en este
país. Podíamos usar datos. Y entre todos los datos, podíamos usar
los del índice para una vida mejor, publicado el año pasado por la
OCDE en el que pone en comparativa las condiciones de vida de sus 34
países miembros (más Rusia y Brasil) más allá del PIB, mediante
varios indicadores en once ámbitos distintos (vivienda, ingresos,
empleo, comunidad, educación, medio ambiente, compromiso cívico,
salud, satisfacción ante la vida, seguridad y balance vida-trabajo).
Los resultados son desalentadores para Españistan, y
deberían haber sido un toque de atención al subconsciente de la
población imbuido en una burbuja, cada vez más descarada y alentada
por unos medios de comunicación cómplices de los que nos han
llevado al desastre, de que pertenecemos a la élite del mundo, que
podemos codearnos con los del G7 o cosas así. La realidad es terca
por consistente y verdadera. España se asemeja más a Polonia,
Israel, la República Checa que a los países de nuestro entorno
próximo (Alemania, Francia, Italia o Bélgica); estamos superados en
muchos balances con Portugal y por supuesto el estatus de calidad de
vida de Australia, Nueva Zelanda, Suecia, Canadá o Finlandia, nivel
a los que los progresistas ansiamos poner a este deprimido país son
inalcanzables.
Para empezar un análisis de los datos
inexorablemente hay que empezar por el modo en el que la gente se
gana la vida: el empleo; o en nuestro caso, el desempleo. #Españistan
tiene una tasa de paro por encima del 26%, más del doble que la
media Europea, 16 puntos más comparada con la Europa de los 12. El
paro de larga duración es el más alto, y por mucho, de los 36
países analizados (más del triple que la media de la OCDE) y el
paro juvenil es una lacra que dinamita las posibilidades de vida de
los jóvenes y nos convierte en absolutos campeones mundiales del
dato (y este no tiene pinta, con las políticas que se están
llevando a cabo, a que en cuatro años "perdamos el cetro").
Otro dato preocupante es la tasa de actividad femenina, que es muy
baja (la sitúa la 26 en el baremo del estudio) pero que comparada
con los países con los que nos deberíamos comparar nos quedamos
horriblemente lejos. Aquí dejo la pregunta de que si los 40 años de
machismo opresor y abusivo que reinó con la dictadura franquista
dinamitaron el acceso a la vida laboral y profesional, en definitiva
la vida plena, de las mujeres de este país, de tal manera que hoy,
40 años después del dictador enterrado, sigamos manteniendo unos
paradigmas laborales en los que la precariedad, la discriminación y
el machismo sigan reinando.
Además en este estudio hay que valorar que se
desarrollo en pleno proceso de aprovechamiento por parte de la
patronal de las ventajosas condiciones que la reforma laboral del #PartidoPutrefacto les ha legado por su impagable colaboración con
la salud de la caja B y de los abultados sobres. Sin ninguna duda
hoy, me atrevo a decir que las condiciones laborales de este país y
la desprotección del empleado frente al empleador, del trabajador
para con el patrono, son mucho peores, lacerantes e indignas, puesto
que todos los indicadores relatados un párrafo arriba se han
agravado. Basta un dato, el de horas trabajadas (que es de donde sale
la cotización de los trabajadores con lo que se pagan subsidios,
pensiones, servicios públicos...). Mientras en el primer trimestre
de 2012 se trabajaron más de 7 millones y medio de horas en el
segundo trimestre de 2014 apenas se sobrepasaron los 7 millones. Un
ejemplo básico de la temporalidad y la baja calidad del empleo
creado en los últimos meses, que ha venido directamente a sustituir
empleo fijo, estable y de calidad tanto en ritmos laborales como
profesionales.
Pero con la cantinela del paro, la derecha y la
patronal de este país nos han creado el drama del empleo, y con él,
el bajo nivel de ingresos de las familias. Me atrevo a decir que
todos, o cuando menos quienes no ocupan cargos en sus empresas (o en
la administración) de responsabilidad, han visto empeorar sus
condiciones con esta estafa llamada crisis. Pero es que
además, todos conocemos a personas que ocupan nichos de ocupación
en los que la precariedad, la intermitencia saliendo y entrando en
las listas del paro y los salarios son muy bajos. Y es una situación
que no se limita a trabajadores jóvenes con su primer contrato, sino
que es perenne de no pocos sectores productivos, algunos de ellos
como la hostelería o la construcción, motores de nuestra
productividad, lo que lleva a muchos trabajadores alargar durante
muchísimos años esa situación de temporalidad, precariedad y baja
remuneración.
Como resultado tenemos en #Españistan un país
desigual. Concebimos hoy en día y en el lenguaje popular el tener
trabajo como un lujo, o una suerte; y tenerlo bien remunerado, seguro
y en el que haya posibilidades de ascenso y promoción como una
utopía. Todo ello lleva a un país donde las expectativas de vida y
los planes personales son continuamente postergados bajo el yugo de
la precariedad laboral y la inseguridad. No es casualidad que los
españoles tarden tanto en emanciparse (hasta 8 años más de media
con los datos ofrecidos por Alemania, Francia o Reino Unido), o que
tengan tan pocos hijos, y sobretodo tan tarde (la edad media de la
madre primeriza española está en los 31,3 años, por los 25'8 de
alemanas, francesas, irlandesas, o los 23,4 de las suecas).
El informe de la OCDE no sólo deja mal parada
#Españistan en términos de como nos ganamos la vida los españoles.
No, hay mucho más. Por ejemplo, algo que en este blog ha sido
continuamente referenciado: La creciente desconfianza (utilizó el
término que ofrece el estudio, por no usar mis propias palabras y
ser algo rudo y descortés) hacia las instituciones políticas, tanto
sindicatos, patronal, partidos políticos, instituciones públicas,
poderes como la justicia, o emblemas como la monarquía... La
educación, aunque presenta valores que la permiten valorar como
equitativa (tanto en términos de igualdad entre sexos como de
rentas) aporta rendimientos académicos por debajo de la media
(flagrantes en algunos casos como comprensión escrita, capacidad
lectora, aprendizaje de idiomas, conocimiento de la filosofía, la
propia historia o entendimiento de las matemáticas).
Además nos sacan los colores en cuanto a temas
referidos al medio ambiente. Las agresiones a nuestros espacios
naturales, tanto en términos de destrucción de la masa forestal, de
entornos naturales, la supremacía del cemento o la polución
atmosférica. Especialmente significativo es la percepción del ruido
que nos deja una concepción del país como el más ruidoso de los 36
analizados.
Por supuesto que no todos los datos son malos. La
sanidad española sale muy bien parada. Y lo hace con un balance de
varios estudios durante varios años que nos dejan una sanidad de
elevada calidad, tanto en la atención de los profesionales
sanitarios, como en los recursos. La esperanza de vida es de las más
altas, la calidad de la vida también, fruto de una muy bien valorada
alimentación y hábitos y costumbres saludables. Por lo tanto, sino
hay intereses pecuniarios, oscuros o fascistas no se entienden los
intentos de la derecha de este país por desmontar el sistema
sanitario con continuas loas y parabienes para las empresas privadas.
Somos el primer país del estudio en horas dedicadas
al ocio y el cuidado personal, por persona y año. También es
destacada la fortaleza de los vínculos sociales y familiares (que
sería de este país sin el apoyo de las familias y amigos ante la
situación de desamparo social que las instituciones públicas no
sólo han provocado con su ineptitud o inacción, sino que tampoco se
han preocupado de paliar).
Esto último es lo que hace que consideramos que vivimos en el mejor país posible para vivir. Es lo que tenemos a flor de piel, lo que despierta nuestras sensibilidades, alimenta los sentidos... Pero la realidad es que hay otra serie de factores que lastran la calidad de vida de los ciudadanos, y en todos ellos, desde antes de su crisis nuestra estafa, ya salíamos mal parados, e inexorablemente también nos definen como país.
Esto último es lo que hace que consideramos que vivimos en el mejor país posible para vivir. Es lo que tenemos a flor de piel, lo que despierta nuestras sensibilidades, alimenta los sentidos... Pero la realidad es que hay otra serie de factores que lastran la calidad de vida de los ciudadanos, y en todos ellos, desde antes de su crisis nuestra estafa, ya salíamos mal parados, e inexorablemente también nos definen como país.
Es curioso que tengamos lo más difícil, las
relaciones humanas, un carácter abierto y acogedor, cuando menos con
los iguales, y que durante tantos años no hayamos sido capaces de
construir una sociedad con todos los artesonados necesarios para
poder considerarnos élite, campeones mundiales en igualdad, en
limpieza democrática, en justicia social, memoria histórica,
productividad, empleo de calidad, investigación o arte. Quizás haya
influido que en este carácter español no sobresalga la autocritica
y sin embargo destaque la complacencia, para que toda conversación
como la relatada al principio termine con un “Sí, pero como en
España no se vive en ningún lado”.
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