lunes, 30 de marzo de 2015

Vivir en #Españistan: 1. Que nos pongan en nuestro sitio



Ahora que ha llegado el calor no será de extrañar, si en una de las múltiples terrazas que han surgido en nuestras calles, y cerveza en mano nos involucramos, por vicio o por obligación en alguna conversación sobre las ventajas de vivir en un país como España; perdón, #Españistan. La manida frase de, "como en España no se vive en ningún lado" saltará dos, tres o más veces incluso jalonada por el choque de jarras de cerveza.

Pero centrándonos en el debate podíamos no hacer como ocurre en la inmensa mayoría de debates, de más o menos trascendencia, que cada día y cada noche se circunscriben en este país. Podíamos usar datos. Y entre todos los datos, podíamos usar los del índice para una vida mejor, publicado el año pasado por la OCDE en el que pone en comparativa las condiciones de vida de sus 34 países miembros (más Rusia y Brasil) más allá del PIB, mediante varios indicadores en once ámbitos distintos (vivienda, ingresos, empleo, comunidad, educación, medio ambiente, compromiso cívico, salud, satisfacción ante la vida, seguridad y balance vida-trabajo).

Los resultados son desalentadores para Españistan, y deberían haber sido un toque de atención al subconsciente de la población imbuido en una burbuja, cada vez más descarada y alentada por unos medios de comunicación cómplices de los que nos han llevado al desastre, de que pertenecemos a la élite del mundo, que podemos codearnos con los del G7 o cosas así. La realidad es terca por consistente y verdadera. España se asemeja más a Polonia, Israel, la República Checa que a los países de nuestro entorno próximo (Alemania, Francia, Italia o Bélgica); estamos superados en muchos balances con Portugal y por supuesto el estatus de calidad de vida de Australia, Nueva Zelanda, Suecia, Canadá o Finlandia, nivel a los que los progresistas ansiamos poner a este deprimido país son inalcanzables.

Para empezar un análisis de los datos inexorablemente hay que empezar por el modo en el que la gente se gana la vida: el empleo; o en nuestro caso, el desempleo. #Españistan tiene una tasa de paro por encima del 26%, más del doble que la media Europea, 16 puntos más comparada con la Europa de los 12. El paro de larga duración es el más alto, y por mucho, de los 36 países analizados (más del triple que la media de la OCDE) y el paro juvenil es una lacra que dinamita las posibilidades de vida de los jóvenes y nos convierte en absolutos campeones mundiales del dato (y este no tiene pinta, con las políticas que se están llevando a cabo, a que en cuatro años "perdamos el cetro"). Otro dato preocupante es la tasa de actividad femenina, que es muy baja (la sitúa la 26 en el baremo del estudio) pero que comparada con los países con los que nos deberíamos comparar nos quedamos horriblemente lejos. Aquí dejo la pregunta de que si los 40 años de machismo opresor y abusivo que reinó con la dictadura franquista dinamitaron el acceso a la vida laboral y profesional, en definitiva la vida plena, de las mujeres de este país, de tal manera que hoy, 40 años después del dictador enterrado, sigamos manteniendo unos paradigmas laborales en los que la precariedad, la discriminación y el machismo sigan reinando.

Además en este estudio hay que valorar que se desarrollo en pleno proceso de aprovechamiento por parte de la patronal de las ventajosas condiciones que la reforma laboral del #PartidoPutrefacto les ha legado por su impagable colaboración con la salud de la caja B y de los abultados sobres. Sin ninguna duda hoy, me atrevo a decir que las condiciones laborales de este país y la desprotección del empleado frente al empleador, del trabajador para con el patrono, son mucho peores, lacerantes e indignas, puesto que todos los indicadores relatados un párrafo arriba se han agravado. Basta un dato, el de horas trabajadas (que es de donde sale la cotización de los trabajadores con lo que se pagan subsidios, pensiones, servicios públicos...). Mientras en el primer trimestre de 2012 se trabajaron más de 7 millones y medio de horas en el segundo trimestre de 2014 apenas se sobrepasaron los 7 millones. Un ejemplo básico de la temporalidad y la baja calidad del empleo creado en los últimos meses, que ha venido directamente a sustituir empleo fijo, estable y de calidad tanto en ritmos laborales como profesionales.

Pero con la cantinela del paro, la derecha y la patronal de este país nos han creado el drama del empleo, y con él, el bajo nivel de ingresos de las familias. Me atrevo a decir que todos, o cuando menos quienes no ocupan cargos en sus empresas (o en la administración) de responsabilidad, han visto empeorar sus condiciones con esta estafa llamada crisis. Pero es que además, todos conocemos a personas que ocupan nichos de ocupación en los que la precariedad, la intermitencia saliendo y entrando en las listas del paro y los salarios son muy bajos. Y es una situación que no se limita a trabajadores jóvenes con su primer contrato, sino que es perenne de no pocos sectores productivos, algunos de ellos como la hostelería o la construcción, motores de nuestra productividad, lo que lleva a muchos trabajadores alargar durante muchísimos años esa situación de temporalidad, precariedad y baja remuneración.

Otro factor medido por el estudio que desnuda #Españistan es el de la desigualdad. Venimos de una época en la que en plena burbuja inmobiliaria y bajo un boom crediticio auspiciado por la Europa del capital y un sector financiero extremadamente desregulado. En ese momento "todos nos creímos ricos" y apareció a su vez, un boom en el consumo que aparentemente, bajo la superficie de ese dinero con condiciones, "nos hizo a todos más o menos iguales". La realidad vuelve a aparecer cuando se comprueba que la población que ocupa el 20% superior de la escala de ingresos gana 6,4 veces  lo que percibe la población que ocupa el 20% inferior. Sin duda, influye como venía diciendo el mercado de trabajo españistani, lo que nos deja en términos de desigualdad un puesto por debajo de Estados Unidos y con un nivel mayor que el de la mayoría de los países de la Europa Oriental (Polonia, Hungría, República Checa, Estonia, Letonia), países que todos bajo este tema, situaríamos como ejemplos de sociedades muy desiguales.

Como resultado tenemos en #Españistan un país desigual. Concebimos hoy en día y en el lenguaje popular el tener trabajo como un lujo, o una suerte; y tenerlo bien remunerado, seguro y en el que haya posibilidades de ascenso y promoción como una utopía. Todo ello lleva a un país donde las expectativas de vida y los planes personales son continuamente postergados bajo el yugo de la precariedad laboral y la inseguridad. No es casualidad que los españoles tarden tanto en emanciparse (hasta 8 años más de media con los datos ofrecidos por Alemania, Francia o Reino Unido), o que tengan tan pocos hijos, y sobretodo tan tarde (la edad media de la madre primeriza española está en los 31,3 años, por los 25'8 de alemanas, francesas, irlandesas, o los 23,4 de las suecas).

El informe de la OCDE no sólo deja mal parada #Españistan en términos de como nos ganamos la vida los españoles. No, hay mucho más. Por ejemplo, algo que en este blog ha sido continuamente referenciado: La creciente desconfianza (utilizó el término que ofrece el estudio, por no usar mis propias palabras y ser algo rudo y descortés) hacia las instituciones políticas, tanto sindicatos, patronal, partidos políticos, instituciones públicas, poderes como la justicia, o emblemas como la monarquía... La educación, aunque presenta valores que la permiten valorar como equitativa (tanto en términos de igualdad entre sexos como de rentas) aporta rendimientos académicos por debajo de la media (flagrantes en algunos casos como comprensión escrita, capacidad lectora, aprendizaje de idiomas, conocimiento de la filosofía, la propia historia o entendimiento de las matemáticas).

Además nos sacan los colores en cuanto a temas referidos al medio ambiente. Las agresiones a nuestros espacios naturales, tanto en términos de destrucción de la masa forestal, de entornos naturales, la supremacía del cemento o la polución atmosférica. Especialmente significativo es la percepción del ruido que nos deja una concepción del país como el más ruidoso de los 36 analizados.

Por supuesto que no todos los datos son malos. La sanidad española sale muy bien parada. Y lo hace con un balance de varios estudios durante varios años que nos dejan una sanidad de elevada calidad, tanto en la atención de los profesionales sanitarios, como en los recursos. La esperanza de vida es de las más altas, la calidad de la vida también, fruto de una muy bien valorada alimentación y hábitos y costumbres saludables. Por lo tanto, sino hay intereses pecuniarios, oscuros o fascistas no se entienden los intentos de la derecha de este país por desmontar el sistema sanitario con continuas loas y parabienes para las empresas privadas.

Somos el primer país del estudio en horas dedicadas al ocio y el cuidado personal, por persona y año. También es destacada la fortaleza de los vínculos sociales y familiares (que sería de este país sin el apoyo de las familias y amigos ante la situación de desamparo social que las instituciones públicas no sólo han provocado con su ineptitud o inacción, sino que tampoco se han preocupado de paliar).

Esto último es lo que hace que consideramos que vivimos en el mejor país posible para vivir. Es lo que tenemos a flor de piel, lo que despierta nuestras sensibilidades, alimenta los sentidos... Pero la realidad es que hay otra serie de factores que lastran la calidad de vida de los ciudadanos, y en todos ellos, desde antes de su crisis nuestra estafa, ya salíamos mal parados, e inexorablemente también nos definen como país.

Es curioso que tengamos lo más difícil, las relaciones humanas, un carácter abierto y acogedor, cuando menos con los iguales, y que durante tantos años no hayamos sido capaces de construir una sociedad con todos los artesonados necesarios para poder considerarnos élite, campeones mundiales en igualdad, en limpieza democrática, en justicia social, memoria histórica, productividad, empleo de calidad, investigación o arte. Quizás haya influido que en este carácter español no sobresalga la autocritica y sin embargo destaque la complacencia, para que toda conversación como la relatada al principio termine con un “Sí, pero como en España no se vive en ningún lado”.

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