domingo, 22 de octubre de 2023

Contexto historico y geográfico del conflicto árabe-israelí

 


Las autoridades israelíes derrumban una infraestructura en Cisjordania.
REUTERS/Mohamad Torokman (5 de septiembre de 2017).

Tras expresarme ayer sobre lo qué está sucediendo en Oriente Próximo, dejo de aquí, una explicación sobre por qué es fundamental la solidaridad con Palestina; y en adelante, un pequeño trabajo sobre la situación histórica y geográfica del conflicto árabe-israelí:

 

Si existe hoy en día un conflicto armado que marca el devenir de la geopolítica, tanto en Occidente como en Oriente, es el conflicto israelí-palestino. Apenas 23.000 km², que es la superficie del estado de Israel, son el escenario principal de una guerra de baja intensidad continuada desde 1948 hasta la actualidad, con episodios de extrema violencia y gravedad reconocidos en la historiografía como guerras y revueltas populares (Intifadas).

La tensión entre las comunidades y religiones que conviven en esta parcela de tierra orillada al Mediterráneo oriental ha dejado según la ONU más de 27.000 víctimas mortales. El número de refugiados palestinos que abandonaron el territorio en distintas oleadas se cifra según diversas fuentes, en torno a los 6 millones de personas. Unos pocos millares han sido acogidos en los países escandinavos, pero el grueso de esta población, se instaló en campos en países limítrofes como Líbano, Jordania, Siria, Egipto, Yemén o Irak. También Marruecos, Argelia o Libia han ido recibiendo oleadas de refugiados palestinos. Todos ellos escenarios en los últimos 50 años de conflictos armados de carácter religioso y geoestratégico en los que la población acogida ha vuelto a ser víctima.

La población árabe que se ha quedado en Palestina vive la presión demográfica impuesta por Israel con conveniencia de las potencias occidentales. Así tenemos hoy en día en un país pequeño 8 millones y medio de habitantes con una representación por religiones, 80% hebrea y 17% árabe (el 3% restante pertenece a poblaciones cristianas coptas o drusas).

Estos 2 millones aproximados de palestinos hoy en día viven hacinados en menos del 5% del territorio y lo hacen en condiciones de opresión por parte de las autoridades de Israel. Sus barrios y aldeas son enclaustrados por asentamientos y muros que cortan sus carreteras e incluso sus campos y huertos.

Los choques entre ambas comunidades son continuos y la chispa que puede encender un conflicto de mayor gravedad siempre aparece dispuesta.

 

1. Orígenes y causas del conflicto israelí-palestino.

Es difícil precisar un inicio en la historia de un conflicto desarrollado en una zona que aparece descrita ya en los primeros escritos de la humanidad. Y es que las reclamaciones de ambos contendientes se anclan en la historia.

Para el pueblo judío la creación de un estado propio en la tierra que acoge sus ciudades sagradas se fundamenta en pasajes del Antiguo Testamento, lo que lleva aún hoy en día a la continúa presión sobre las fronteras actuales. Para Israel está plenamente justificada la expansión de los asentamientos (barrios y ciudades) sobre territorios de jurisdicción árabe aunque contradigan los pactos firmados en ocasiones por ambos contendientes y bajo la tutela de la ONU, la Unión Europea o Estados Unidos. Su legitimidad viene en un llamamiento a todos los judíos parte de la diáspora para que vuelvan a su “tierra madre” y puedan ser acogidos.

Así según palabras del historiador catalán Josep Fontana A la hora de la verdad, sin embargo, no se respetaron las limitaciones a la inmigración judía, que atrajo oleadas de nuevos pobladores que llegaban con la idea de que tenían derecho al territorio entero del Israel bíblico, que Dios había dado al pueblo elegido, y consideraban que allí no había una población nativa que hubiese que respetar”.

El pueblo palestino, sin embargo, trata de defender su identidad y presencia histórica en la zona desde la expansión musulmana del siglo VII. En la actualidad el espacio vital de ambas poblaciones choca en el terreno donde se alzan fronteras, muros, alambradas y pasos de control (checkpoints) que controlan el tránsito de los necesarios palestinos que trabajan, consumen y relacionan en zona hebrea. Sin embargo, las limitaciones de movilidad son constantes en aras de mantener la seguridad en los territorios ocupados.

Todo ello, mientras una lucha con excavadoras y camiones trata de crear nuevos asentamientos y especialmente garantizar el acceso al agua por parte del Israel. En un territorio montañoso y que es confluencia entre los desiertos asiáticos y africanos la disponibilidad de agua potable siempre ha sido un quebradero de cabeza. Y hoy en día para Israel buena parte de su capacidad para asegurar asentamientos habitables para los colonos radica en el control de las reservas hidrícas (Altos del Golán) que quedaron bajo jurisdicción palestina tras el tratado de Camp David del año 2000.

Parcelando la búsqueda de los orígenes y causas del conflicto al siglo XX debemos remitirnos a la Primera Guerra Mundial. Un primer choque vino con la huida del antisemitismo que crecía en Europa (especialmente en Rusia) y la reclamación de la necesidad de creación de un estado judío. Los primeros judíos que trataron de asentarse en Palestina, en aquel momento parte del Imperio Otomano, fueron rechazados no sólo por razones religiosas, sino también económicas.

Al mismo tiempo, siendo sensible a esa necesidad del pueblo judío el Imperio británico, elevaba a la Sociedad de Naciones un documento, la declaración Balfour, que abogaba por la creación de un "hogar nacional para el pueblo judío" en Palestina, sin que mediara en una restricción de los derechos de la población no judía, que en ese momento rondaba el 90%.

Gran Bretaña era regente de la zona tras la derrota (y desmembramiento) del Imperio Otomano en la Primera Guerra Mundial. Propició una serie de llegadas de población judía procedente de distintas partes de Europa. Las aliyá supusieron la llegada de más de 300.000 judíos a Palestina con capacidades adquisitivas notables, lo que pronto arrebato tierras y posesiones a la población árabe. Este hecho prendió la mecha de hostilidades de tipo social y económico que agravaron las reticencias entre confesiones que compartían los mismos lugares sagrados como la ciudad de Jerusalén.

La precaria estabilidad se mantuvo hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. El antisemitismo hecho holocausto (6´5 millones de judíos víctimas en los campos de exterminio y en los guetos en Europa) espoleó la conciencia internacional para facilitar un estado propio al pueblo judío y las oleadas de migrantes que “volvían a tierra santa” crecieron. Esto llevo a un auge de la hostilidad entre ambas comunidades con episodios terroristas en un sentido y otro incluidos, hasta el 29 de noviembre de 1947.

Ese día, la Asamblea General de las Naciones Unidas proclama en su resolución 181 (II) la creación del Estado de Israel y del Estado de Palestina en las tierras de dominio británico en Palestina.

Al tiempo, en el suceso conocido como la Nakba en torno a 300.000 palestinos fueron expulsados (o habían huido antes) por tropas hebreas de sus hogares. El 14 de mayo de 1948 se fundaba el estado de Israel, al mismo tiempo que las tropas británicas abandonaban el protectorado sobre Palestina.

Como respuesta, la débil alianza de países árabes de la zona (Egipto, Jordania, Siria e Irak) introdujo tropas en el territorio. La guerra árabe-israelí de 1948 duraría poco, pero lo suficiente para asegurar el control de Israel sobre Jerusalén este, validando por la fuerza la creación del nuevo estado y la ocupación por parte de Egipto y Jordania de enclaves árabes importantes como la Franja de Gaza o Cisjordania. Más de 700.000 palestinos huyeron para asentarse en campos de refugiados en los países limítrofes. El estado de Palestina nunca llegaría a materializarse y mucho menos a ser reconocido internacionalmente.

Desde entonces hasta la actualidad se han ido sucediendo conflictos armados abiertos y declarados (Guerra de los Seis días en 1967 o Guerra del Yom Kippur en 1973); períodos de acciones militares de Israel sobre Gaza y Cisjordania (1977, 1984, 1992, 1999, 2003, 2008, 2016); acciones armadas de índole terrorista por parte de grupos y facciones palestinas (por ejemplo, el atentado contra el equipo olímpico israelí en los JJOO de Munich 1972); y revueltas populares conocidas como Intifadas en las que grupos de jóvenes palestinos se lanzan en una lucha urbana contra las tropas israelíes.

Esta precariedad de la convivencia entre ambas poblaciones presenta así varios factores:

Factores religiosos, puesto que israelíes y palestinos profesan credos distintos, pero que comparten una serie de lugares de culto sagrados que están en permanente disputa. En especial, la ciudad de Jerusalén.

Estos factores religiosos alimentan el problema nacionalista e identitario. Por un lado los árabes no ven cumplido su anhelo de constituir un estado propio. Ven como en distintos procesos han perdido parte de las tierras que garantizaban su espacio vital en sucesivos acuerdos tutelados internacionalmente. Y además, observan como sus dos principales áreas de población Cisjordania y Gaza están separadas por territorios ocupados, impidiendo la continuidad del estado árabe, la comunicación y la salida al mar para los habitantes musulmanes y sus mercancías y suministros del este del país.

Israel por su parte ve limitada su capacidad de anexión de más territorios y por lo tanto de su espacio vital ante la presión internacional ejercida por potencias árabes de distinta confesión como Irán o Arabia. Recursos como el agua o los hidrocarburos añaden importancia estratégica a los enclaves y han alimentado la inestabilidad en las relaciones entre vecinos con Jordania, Líbano o Egipto que ya venían muy deterioradas por los apoyos económicos y militares a la lucha del pueblo palestino.

Hay un trasfondo demográfico en todo ello puesto que Israel practica un apartheid con el pueblo palestino. Para salvaguardar el carácter judío del estado hebreo, Israel tiene que efectuar una segregación de los asentamientos árabes que permita a Israel no conceder derechos plenos a los palestinos. Todo ello se debe a que la población palestina crece en áreas de ocupación israelí haciéndose mayoritaria.

La propia inestabilidad del estado retro-alimenta la ansias nacionalistas en ambos lados. Por parte de Israel las facciones ultraortodoxas imponen un relato que agranda la presión sobre Palestina, derivando la acción política de los sucesivos gobiernos a ampliar los asentamientos, a ejercer controles y bloqueos más restrictivos de las zonas árabes y a aumentar un gasto militar ya exhorbitado.

En el caso de Palestina el control político y social de la Autoridad Nacional se ve cada vez más laminado al mostrarse incapaz de parar institucionalmente las agresiones hebreas. Esto ha propiciado que grupos como Hamás, vean aumentada su fuerza y aúnen a su vertiente social una vertiente paramilitar que luche contra la ocupación. De un tiempo a esta parte, han crecido también grupos fundamentalistas que ven en la yihad religiosa el fin ultimo y con él, la garantía de creación de un estado palestino, evidentemente de corte islamista.

Las diferencias entre al-Fatah y Hamás en la administración palestina provocan inestabilidad a la vez que acentúan la ausencia de democracia en Gaza y Cisjordania. La lucha armada propuesta por estos últimos, choca con la apuesta por una solución dialogada que propugna la Autoridad Palestina y ha impedido de forma continuada la celebración de elecciones en los territorios palesitnos.

Por contra, Israel si presenta mayor estabilidad democrática a lo largo de los años, si bien es cierto, actualmente vive un período convulso y de incertidumbre por la falta de acuerdos entre fuerzas políticas del espectro de la derecha todas ellas azotadas por la corrupción.

Las acciones terroristas con suicidas, bombas y lanzamiento de cohetes de fabricación artesanal desde Gaza o Cisjordania son respondidas con incursiones militares de blindados, bombardeos aéreos y empleo de drones, que a su vez vuelven a alimentar más respuestas violentas en un círculo vicioso.

La economía también reúne una buena base de factores, fundamentalmente el acceso a las reservas de agua que presenta el país y que en las resoluciones del pasado siglo quedaban en lado palestino y que han sido objetivo prioritario del ejército israelí. Las colonias judías consumen un promedio de 620 metros cúbicos de agua por persona al año frente a los menos de 100 metros cúbicos de los palestinos. Esto sucede porque los asentamientos se apropian de parte de los acuíferos y de las áreas con más reservas. También son importantes el control por un lado de las tierras fértiles del valle del Jordán (fundamental para las exportaciones hebreas de frutales), así como el control del Oriente del Mediterráneo en su entrada y salida por el canal de Suez.

Por último, no se deben obviar las necesidades de los actores externos en este conflicto. El apoyo a uno de los contendientes en detrimento del otro ha sido un episodio más de tensión en el mundo.

Por regla general, Occidente, entendido como la entente entre la Unión Europea y Estados Unidos, representada en la OTAN, ha trabajado a favor de la preponderancia de Israel en la zona. Muy importantes son las reclamaciones de judíos instalados en Londres, Bruselas y especialmente en Nueva York convirtiendo la causa judía en materia electoral, como hemos visto en las distintas elecciones estadounidenses. La influencia de este lobby en ambos partidos es vital.

Por contra, el bloque que antiguamente representaba la URSS y el Pacto de Varsovia defendía la salida dialogada y el respeto a los acuerdos de 1947 que promovía la creación del Estado de Palestina. La caída y colapso de la URSS no ha variado en demasía el discurso de Rusia si bien ha sido en los últimos años participe en los procesos de paz.

Sin embargo, la beligerancia de los países árabes para con Israel ha aumentado. Irán (sobretodo a raíz de la Revolución Islámica de 1978) ha capitaneado el apoyo internacional a las peticiones palestinas, frente a apoyos más tibios de otros países como Arabía o Turquía. Grupos armados religiosos ven en el conflicto palestino-israelí una causa y a la vez fin de sus reclamaciones y de la legitimidad de sus actos violentos que sacuden cada día los países musulmanes en Asía y África, y en ocasiones, sobretodo a raíz del 11-S, Occidente.

El enfrentamiento en la disputa palestino-israelí alimenta la tensión en el mundo multipolar actual donde la actitud de China en principio proclive a la creación del Estado de Palestina, choca con los intereses de las potencias occidentales.

 

2. Efectos y consecuencias del conflicto para la sociedad.

Como hemos venido relatando la inestabilidad en el mundo actual tiene una buena parte de sus causas en el conflicto israelí-palestino. Las distintas creencias árabes coinciden en ver la ocupación de Palestina por el pueblo judío como una ofensa y se han valido de ella para legitimar sus acciones.

El mundo es hoy inseguro y en parte es consecuencia de la incapacidad de las potencias mundiales de ofrecer una salida dialogada y justa para ambos pueblos. La inseguridad es latente, pero menos evidente que la inestabilidad que ha propiciado en ocasiones el conflicto en el mercado mundial del petróleo, donde la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo) ha tratado de mediar por Palestina restringiendo la producción de hidrocarburos. Esto ha ido trayendo consecuencias económicas, con diversas crisis capitalistas, que han acabado derivando en desigualdades sociales en Occidente.

Pero son lógicamente las poblaciones de Israel y Palestina las que más sufren los efectos y consecuencias del conflicto. Ambos contendientes viven en un estado de excepción con una tensión colosal que afecta a las relaciones entre personas y pueblos. En el caso de Israel la población vive en un continuo miedo a ser víctimas de las acciones terroristas o de defensa del rival. Por lo tanto, la sociedad israelí está muy militarizada (mantiene un servicio militar obligatorio de más de 2 años) y las personas han de convivir con controles y presencia policial y militar en sus calles.

Para el pueblo palestino las condiciones en su día a día son brutales. El hacinamiento en las zonas palestinas es inmensa. Conviven casi 2 millones de palestinos en menos del 5% del territorio y en unas condiciones de enorme penuria. Israel se ampara en la violencia terrorista para limitar el acceso de palestinos a zonas de ocupación israelí, donde un gran porcentaje de la población trabaja y de donde llegan muchos recursos.

El bloqueo económico de la zona es un arma de guerra para Israel que limita la llegada de víveres y medicinas, sirviéndose de la excusa de evitar la entrada de armas y explosivos. Las condiciones de saneamiento de los asentamientos árabes son tremendamente penosas y los servicios públicos (sanidad o educación) en Palestina son de ínfima calidad. Por lo tanto, el estado en Palestina es de una crisis humanitaria acuciante.

Los abusos militares y policiales sobre ciudadanos palestinos son continuos y denunciados por ONGs y organismos internacionales, incluida la ONU. El estado militar que ejecuta Israel sobre Palestina tiene efectos en la calidad de vida de estos.

Mientras Israel ha conseguido desarrollar un estado del bienestar con buenos servicios sociales y públicos, Palestina presenta una carencia de estos, que unido a la situación de violencia que se vive, presenta una disparidad entre la esperanza de vida de ambas poblaciones. Hoy en día las y los palestinos tienen una esperanza de vida de 72 años, frente a los 81 que presentan las y los israelíes.

El Índice de Desarrollo Humano de Palestina está en el 0,690 mientras que al otro lado de los muros, Israel presenta un 0’90 fruto de una economía muy dinámica y que tiene un marcada presencia en bienes de alto valor tecnológico, farmacéutico y militar. Un ciudadano israelí dispondría al año de 33.000$, mientras que un palestino apenas 5.500$.

Esta disparidad económica también se representa en las pirámides de población de ambos estados. Mientras Israel presenta una pirámide de población propia de los países desarrollados o de bulbo, fruto de una economía fuerte y con una limitada natalidad, en las pirámides tanto de Gaza y Cisjordania, la pirámide presenta grandes cantidades de población joven (más del 35% para menores de 14 años) que viene explicada por una alta natalidad y alta mortalidad, que además supondrá en un futuro la salida como refugiados o emigrantes de mucha parte de esta población.



 

Por todo ello, podemos hablar de una catástrofe humanitaria continuada en el territorio de Palestina, que como hemos visto también trae una serie de consecuencias para la seguridad del mundo globalizado. 

 

3. Mapa de representación del conflicto.


Imagen extraída de aquí.

En la imagen anterior observamos la evolución del conflicto palestino-israelí con los asentamientos de población tanto judía como árabe en Palestina. Presentamos cuatro mapas: el plan de 1947; el período entre 1949 y 1967 hasta el final de la Guerra de los seis días; entre 1967 y 2000 con la firma del Tratado de Paz de Camp David y del 2000 a la actualidad.

Centrándonos en este último mapa vemos como la presión del estado israelí le ha llevado a seguir la ocupación de territorios reconocidos como palestinos en el último acuerdo de paz. Esta presión ha provocado el fraccionamiento de la zona árabe evitando su comunicación natural, a la vez que enardecía los ánimos de los palestinos al ver violentados los términos del tratado.

 

4. Actores externos: ONG de cooperación y de asistencia humanitaria, instituciones políticas y lobbies.

Una parte muy importante para entender el conflicto palestino-israelí son las distintas actividades y relaciones que establecen agentes externos como son las ONGs, instituciones políticas, tanto nacionales como supranacionales y los lobbies que representan los intereses de ambos contendientes.

En este último aspecto cabe destacar la actividad que el lobby judío desarrolla en Occidente. Las amplías poblaciones judías establecidas en ciudades como Nueva York, Bruselas o Londres canalizan el sentir y aspiraciones de su pueblo para hacer virar tanto la acción política como la opinión pública a sentimientos favorables a la causa sionista.

Especialmente importante es el trabajo desarrollado dentro de los dos partidos mayoritarios de Estados Unidos. El conflicto palestino-israelí está presente en los debates, decisiones y campañas que republicanos y demócratas llevan a cabo. Constantemente se ejerce una presión política y de opinión por cabeceras mediáticas afines a la causa israelí. Pero es la presión ejercida con dinero con aportaciones a las cuentas y campañas de cada partido con la que se garantiza una acción gubernamental de Estados Unidos favorable a los intereses de Israel.

La Unión Europea no es tampoco ajena a la actividad lobbista israelí, si bien es cierto, que dentro de la pluralidad política del viejo continente también se integran en el sistema grupos que presionan a favor del reconocimiento del estado de Palestina, que sin embargo, en Estados Unidos, no dejan de ser minoritarios.

Visitando el portal de transparencia de la UE podemos encontrar organizaciones dentro del Parlamento europeo que trabajan a favor de uno u otro beligerante. Entre los más destacados lobbistas israelíes destacan la Coalición Europea por Israel o el International Crisis Group, mientras que velan por los intereses palestinos organizaciones como Euro-Mediterranean Human Rights Monitor (Euro-Med Monitor) o el INSPAD (Institute of Peace and Development).

El conflicto palestino-israelí es un punto de interés más, quizás el más simbólico, que juega en el tablero internacional de relaciones geopolíticas y geoestratégicas. La supremacía de Occidente, con Estados Unidos a la cabeza y sus aliados entroncados en organismos como la OTAN, puja hoy en día contra el auge de China como super potencia, con notables intereses económicos en la zona de Oriente Próximo.

Pero no son los únicos interesados en medrar en el conflicto. Rusia sigue manteniendo un alto interés en la zona para garantizar su acceso al Mar Mediterráneo y una estabilidad en los mercados del petróleo.

Los países de naturaleza islámica ven a su vez con temor, el establecimiento de un estado de Israel fuerte en la zona al que consideran su enemigo natural. Los que comparten frontera como Egipto, Jordania o Líbano ya han estado en guerra con Israel y las hostilidades podrían reanudarse. Otros más alejados, y especialmente Irán, han declarado su beligerancia contra Israel y se presentan como garantes de los derechos de los palestinos. Tal postura a su vez, ha provocado la entrada en el juego de otros países árabes (Arabia o Pakistan) como aliados de Occidente para garantizar la estabilidad en la zona.

Todos estos países y a través de los distintos bloques ejercen una presión en interés de uno de los dos combatientes. La composición de los organismos internacionales como la Asamblea General de la ONU o su Consejo de Seguridad ha favorecido todos estos años el debate de mociones y resoluciones a favor o en contra de alguno de los implicados, con el posicionamiento claro de los distintos países y el uso del veto como ancla que enquista el conflicto.

Todos estos países tienen intereses en sus industrias armamentísticas que no tienen problema alguno en comerciar con los beligerantes (al igual que en el resto de conflictos en el mundo) tanto por la vía legal, como por la vía ilegal (mercado negro). El teniente-coronel y experto en geopolítca Antonio Baños, parafrasea en su libro “Así se domina el Mundo” el artículo del premio Pulitzer, Chris Hedges, titulado “El verdadero enemigo está dentro”:

Nuestro mayor enemigo son los militaristas y los que se benefician de la guerra. Emplean el miedo, apoyado en el racismo, como instrumento para abolir las libertades civiles, aplastando a los disidentes y llegar a acabar con la democracia. Utilizan la fuerza militar para llevar a cabo durante décadas guerras inútiles que sólo sirven para enriquecer a corporaciones como Lockheed Martin, General Dynamics, Raytheon y Northrop Grumman. Y cuando los generales se retiran, ¿adivinan a dónde se van a trabajar? Los beneficios son enormes. La guerra nunca cesa. Amplias partes del mundo viven bajo el terror. El músculo militar existe para permitir que las corporaciones globales amplíen mercados y saqueen el petróleo, los minerales y otros recursos naturales, mientras mantienen subyugadas a poblaciones empobrecidas por regímenes marioneta, corruptos y brutales.

Mientras tanto, sobre el territorio, las ONGs de cooperación y ayuda humanitaria tratan de paliar los efectos que esta guerra latente provoca en la población civil palestina. Hablamos de organizaciones de carácter oficial como ACNUR, la Agencia Mundial de protección de los Refugiados con su agencia propia para la causa palestina (UNRWA), que entre otras muchas tareas han tratado de garantizar los derechos de los palestinos en los campos al otro lado de las fronteras de Israel.

Desgraciadamente, esta misión de tutelaje de la diáspora palestina y de sus condiciones de vida ha fracasado al depender en exceso de la voluntad de los países donantes. No ha existido un mandato expreso de la ONU para dotar a la agencia con fondos para mejorar las condiciones de vida en los campos que ya amenazaban desborde antes de la llegada de refugiados de la Guerra Civil de Siria.

Médicos del Mundo y la Media Luna Roja trabajan sobre el terreno para paliar las deficiencias del inexistente sistema sanitario palestino. No sólo actúan cuando los episodios de violencia y guerra abierta estallan, sino que además llevan programas de vacunación de la población infantil y de búsqueda de pozos y su tratamiento como agua potable para conseguir mejorar las condiciones de salubridad.

Cada año Amnistía Internacional España presenta su informe sobre la situación de los Derechos Humanos en el mundo y lamentablemente tienen que abrir un capítulo especial al conflicto entre palestinos e israelíes. Las violaciones y agresiones son continuas ejercidas por ambos bandos y con las denuncias de las filiales nacionales de la organización se busca poner el foco en la violencia ejercida desde Israel hacia Palestina, algo que como veremos en el siguiente capítulo, suele pasar desapercibido para los medios de comunicación occidentales.

No son las únicas ONGs y personas voluntarias que trabajan en el conflicto. Los hay quienes desarrollan su labor sobre el terreno y también quienes lo hacen desde sus lugares de residencia con distintas campañas (de información, de denuncia, de recogida de alimentos, medicamentos, etc.) y también quienes trabajan como lobby en Bruselas.

Por último en este apartado, no quiero cerrarlo sin hacer referencia al trabajo del Tribunal Russell sobre Palestina. Este Alto Tribunal de Derechos Humanos formado por la sociedad civil, investigaba crímenes de guerra o de lesa humanidad. En 2015 publicaron sus conclusiones, y en ellas, "en sus conclusiones el Tribunal da como probadas diversas violaciones del Derecho Internacional, como por ejemplo, en cuanto a la práctica de asentamientos colonos israelíes.

Este tribunal impulsado por los filósofos Bertrand Russell y Jean Paul Sartre para esclarecer las violaciones que Estados Unidos cometía en la Guerra de Vietnam, también trabajó sobre el terreno en el conflicto palestino-israelí. Sus trabajos estaban patrocinados por miembros de la sociedad civil (entre ellos donantes como Bill Gates) y tiene la capacidad de funcionar al margen de los estados por lo que establece resoluciones fuera de los juegos de poder geoestratégicos.

 

5. Los medios de comunicación en conflicto palestino-israelí

Centrándonos en España el seguimiento del conflicto no puede ser más desigual. Es un efecto que no se da únicamente en nuestro país sino que se reproduce en otros países que comparte una visión concreta del conflicto.

Aquí encontramos a los medios tradicionales pertenecientes a alguno de los emporios mediáticos que tratan de manera divergente a ambos bandos. Israel suele ser presentado como el “estado” atacado, víctima del terrorismo de los palestinos y que sufre las consecuencias de ser hostigados por un pueblo rival.

Por contra, a Palestina se le niega la condición de nación, a la vez que se la presenta como violenta y dispuesta a atacar con todo a Israel. Las acciones terroristas palestinas reciben una atención mediática muy superior a la que reciben las ofensivas israelíes que además siempre son presentadas como acciones de “legítima defensa”.

Escasos son en estos medios los trabajos periodísticos que muestran el día a día de la vida en Gaza y Cisjordania porque a la vigilancia que las autoridades israelíes ejercen en estos trabajos se suma la censura impuesta por diversas editoriales, como han denunciado varias ongs

La voz de los palestinos y su causa tiene su altavoz en los medios de comunicación alternativos en internet que denuncian la opresión ejercida de manera constante y consciente por Israel, así como sus violaciones de derechos humanos o vulneraciones de los acuerdos ya firmados. Encontramos en estas cabeceras ejemplos también de las acciones de combate realizadas por Palestina.

La línea editorial en estos medios vendría a ser más fidedigna de lo que realmente ocurre en Israel y Palestina como medio para hacer una crítica al sistema mundial actual de corte neoliberal, al capitalismo y a la preponderancia de Estados Unidos como potencia única.

Por fortuna, no escasean los trabajos rigurosos y veraces sobre la guerra entre Israel y Palestina en el periodismo en nuestro país. Espacios en la radio televisión pública como En Portada o Documentos TV han traído la realidad del conflicto y el día a día en la vida de las personas a ambos lados de estas volátiles fronteras.

También no puedo menos que destacar la labor freelance de reporteros la mayoría de las veces instalados en la región y que elaboran su información desde las mismas fuentes, saltándose el intermediario que suponen las agencias internacionales de noticias. Muy importante en ese sentido y uniéndolo al punto anterior, es la labor de la ONG Periodistas sin fronteras que facilita el desarrollo de un flujo de información veraz sobre el conflicto, sus consecuencias y sobre la vida cotidiana en Israel y Palestina.

La literatura también ha visto el filón que supone la guerra entre judíos y árabes en tierra santa y no son pocos los textos, bien de autores extranjeros o de autores nacionales, que tratan el conflicto desde diversas ópticas.

Por último, no quiero obviar la importancia que el cine tiene a la hora de fijar un relato en la sociedad. Multitud de producciones de Holywood como Munich (2005) o Argo (2008) han marcado una corriente favorable a la causa israelí. Desde la industria cinematográfica israelí el foco no resulta tan distorsionado.

Aunque la mayoría de producción israelí ofrecen un relato partidario, existen excepciones como Vals con Bashir (2009) una de las más reveladoras y brillantes películas que trata la realidad de la zona y que además ha recibido premios internacionales. Lo mismo puede decirse del cine de Amos Gital.

Desde el punto de vista de la producción palestina destaca Paradise Now (2005) que relata los prolegómenos de un atentado terrorista en Tel-Aviv. El documental Promises (2001) desde la voz de niños judíos y palestinos compone el relato más veraz del conflicto.

En general, tenemos la posibilidad de desarrollar una opinión propia y certera sobre lo que ocurre en Israel y Palestina seleccionando los medios y accediendo a ellos con capacidad crítica.

 

6. Qué futuro espera a Palestina e Israel. Cómo se puede solucionar el conflicto

No resulta fácil vislumbrar un final feliz al conflicto, que suponga un reconocimiento de ambas partes por la contraria, así de la construcción de una paz duradera. Ambos pueblos han tenido responsabilidad en el devenir del conflicto, en su enquiste y difícil solución. También la comunidad internacional ha fallado, tanto desde el multilateralismo como desde la línea llevada por algunos países, especialmente, Estados Unidos.

La diferencia religiosa marca un abismo entre ambos pueblos y parece complicado articular un acuerdo que respete la singularidades de ambas confesiones teniendo en cuenta que en Jerusalén, judaísmo e islamismo comparten los mismos espacios sagrados. La precaria paz actual puede saltar ante cualquier provocación que atente los sentimientos religiosos de uno de los bandos como ocurrió en julio de 2017.

La resolución de 1947 que marcaba la creación de ambos estados sólo se ha cumplido por parte israelí. Para los palestinos, que ven sus derechos ignorados han de sumar el rencor hacia un ocupante que ha entrado en “su” país, un territorio que venían ocupando trece siglos.

Por supuesto que el odio se alimenta año a año, contra más enfrentamientos, ataques, violaciones y muertes se produzcan, y ese caldero de rencor imposibilita la llegada a acuerdos que puedan ser respetadas por las sociedades tanto hebrea como árabe. Existen y se amplían las disputas de carácter personal. Las venganzas de uno y otro lado son continuas y llevan la situación a un punto de no retorno.

Además, la desconfianza que el pueblo palestino tiene para con los procesos de paz no ha hecho más que acrecentarse en los últimos años. Mientras sus líderes, bien a través de la Autoridad Nacional Palestina o de Hámas, han firmado y consensuado internamente acuerdos de respeto a lo firmado, ven como Israel se los salta desde el primer momento.

A todo esto hay que añadir las dinámicas internas y externas de las potencias extranjeras. En su lucha por el dominio mundial y en la dinámica de acceso a las materias primas (en especial el petróleo) los países extranjeros son también un elemento que tensa las relaciones entre ambos pueblos.

Pensadores como Noah Chomsky ha denunciado la conveniencia entre Estados Unidos e Israel en la que los límites de las acciones armadas del estado sionista eran permitidas, cuando no jaleadas por Estados Unidos.

Al tiempo se siguen produciendo más movimientos de ambos gobiernos que tratan de ampliar o defender su espacio vital. En ello el acceso al agua potable marca la garantía de salubridad y bienestar de las comunidades de una u otra confesión y su localización sobre el terreno. Tanto para Israel como Palestina resulta fundamental acceder o salvaguardar las reservas hídricas de los altos del Golán y si no se trabaja en un acuerdo que garantice para ambos pueblos su empleo en igualdad de condiciones será imposible articular la paz.

Muy importante para impedir la resolución pacífica de los dos estados radica en la presión demográfica que habría de soportar el pueblo de Israel. Los judíos están en minoría frente a la población árabe, por lo que se niega sistemáticamente a concederles el status de ciudadano ya que si lo hiciera renunciaría al carácter judío de su nación.

En definitiva, parece imposible vislumbrar un final satisfactorio para ambas partes y que aporte estabilidad a la zona. Una relación entre vecinos que se reconozcan, respeten y compartan los lugares sagrados de ambos credos parece una utopía irrealizable. Por contra, las diferencias se exponencian. Entre ellas las diferencias económicas entre Israel y Palestina, lo que a su vez supone un caldo de cultivo para más revueltas y cada vez más violentas.



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