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martes, 2 de mayo de 2023

Cuando la felicidad depende del consumo


 En el parque de bomberos de Livermore, en California, hay una bombilla encendida ininterrumpidamente desde 1901. La bombilla, con su filamento incandescente alumbra el espacio de trabajo del cuerpo de bomberos. Un espacio que ha cambiado y ha sido remodelado, y en el que la función iluminaria de la bombilla ha quedado en segundo plano. Lo trascendente es que desde hace casi 125 años un elemento tecnológico y eléctrico fabricado por la mano del hombre, lleva funcionando sin parar. Sin estropearse, sin que surgiera la necesidad de cambiarlo. Es tal la potencia que nos manda esta bombilla que ya se ha convertido en un fenómeno de Internet, con la emisión continua de su ya legendaria vida útil, y de la cultura popular. La bombilla del parque de bomberos de Livermore, la bombilla más antigua del mundo encendida, ya ha consumido dos webcams y va por la tercera desde que fue puesta su imagen en vivo en la red.

Y sobre esta bombilla se articula el argumento que desarrolla el documental “Comprar, tirar, comprar, que se puede ver hoy todavía en rtve y youtube, y que debe ser de obligado visionado y obligada reflexión para toda persona.

El ejemplo de la bombilla no es casual. Esta película explica cómo la primera bombilla que Thomas Edison puso a la venta, en 1881, duraba 1.500 horas; unos años después, podían funcionar más de 2.500 horas. Fue en 1924 cuando un cartel de empresas fabricantes europeas y estadounidenses decidió pactar en mil horas el máximo de vida útil de sus bombillas. El mismo razonamiento llevó a las empresas del ramo textil a quitar de la circulación las medias a prueba de carreras. El documental, rodado entre Cataluña, Francia, Alemania, Estados Unidos y Ghana, muestra también otra cara de la moneda: los grandes vertederos de residuos que se van acumulando en países como Ghana. En las tierras de los desheredados de la tierra. Allí donde no molestan a quienes provocan esa acumulación ingente de basura. Como si el planeta entendiese de fronteras, como si la Tierra también fuese corrompible. Como si también a ella se le pudieran comprar sus favores para garantizar que la furia de la naturaleza no atravesará los muros cada vez más altos, cada vez con más espinas, de la Vieja Europa.

Es la pescadilla que se muerde la cola y, a la vez, es una gran contradicción. No podemos seguir agotando los recursos del planeta -aunque ya hayamos consumido dos o tres planetas-. Y, sin embargo, para salir de la crisis dicen que hay que aumentar el consumo. La solución sería intentar que los productos duren más, que se reutilicen y se reciclen. Pero lo más importante es reducir nuestras necesidades. Cuando vamos a comprar algo hay que reflexionar si realmente lo necesitamos y que no se quede obsoleto en dos días.

La obsolescencia programada "el deseo del consumidor de tener algo un poco más nuevo un poco antes de lo necesario". Es “el motor secreto de nuestra sociedad de consumo”. De hecho, en plena Gran Depresión, la obsolescencia obligatoria, como una fecha de fin de consumo de un producto manufacturado concreto sería un requisito imprescindible e inevitable, y a la vez, el principal dinamizador de la economía industrial y del desarrollo de la sociedad capitalista. Y aunque no se llegó a promover una idea tan radical, por lo menos de una manera tan transparente a ojos del consumidor, la obsolescencia programada llegó para quedarse al mismo tiempo que la producción en masa y la sociedad de consumo. El principal recurso para alimentar desde el punto de vista psicológico la conveniencia de este sistema es a través del diseño, que prevalece a la ingeniería y a la eficacia de un producto, asociada a la publicidad y el marketing. Es decir, el principal leiv motiv de la economía capitalista no será ya satisfacer necesidades, sino crearlas de manera continua y obsesiva, en aquello que se llamó el “estilo de vida americano”, y que no deja de ser alentar un consumo y un desarrollo industrial pensado para satisfacerlo basado en un consumo ilimitado de los recursos (y sin entrar en las formas en las que se sustraen esos recursos) y en la creación consciente y omnisciente de necesidades a los consumidores. El objetivo es que el consumidor tenga que comprar, y que sus compras, sean frecuentes y repetidas.

Esto alentará a su vez un comportamiento financiero irracional por parte de la masa consumidora y de los gobiernos que lo permitirán, puesto que la base de la economía capitalista será la hiperfinanciarización de la economía. Las familias y los individuos a título particular, llevarán una vida de consumo basado en el crédito, en vivir de prestado, y casi siempre ese crédito y ese consumo vendrá a satisfacer una serie de necesidades que no son imprescindibles para el desarrollo común de la vida.

Este modelo no es sostenible a largo plazo: Un crecimiento ilimitado es incompatible en un mundo de recursos limitados. Y eso en la economía real, porque desde el punto de vista moral, hasta que punto ¿es ético diseñar un producto para que falle?

La publicidad se convierte en fundamental, no con la idea de obligar al consumidor, sino de seducirle, de hacerle ver la necesidad como conveniencia, la mayoría de las veces de estatus o de fijación social, del consumo, de la compra de un producto. Así, desde una libertad percibida como autonomía, el ciudadano se convierte en consumidor, y queda sin “libertad”, entendida como libre albedrío y como capacidad para desentrañar la realidad y la consecuencia de sus actos. Su papel queda reducido al de comprador.

Los Estados, al igual que las empresas -por medio del marketing y la publicidad-, motivan a la sociedad a comprar, desechar y reemplazar sus bienes de consumo a un ritmo cada vez más acelerado. El objetivo es infundir en los consumidores el deseo de poseer los últimos productos, apenas un poco mejores que los anteriores, para que los adquieran mucho antes de que tengan auténtica necesidad de ellos. Es lo que en psicología se conoce como “obsolescencia percibida”.

Curiosamente, la propaganda de la sociedad de consumo actual ha llegado a convencer a las poblaciones de que, llegado el caso, se desechen los objetos que todavía son perfectamente útiles. Es decir, que la gente adopte decisiones alineadas con sus caprichos y deseos -cuyo canon suele estar determinado por la moda imperante-, dejando en un segundo plano el sentido común, que es el que permite utilizar el dinero para satisfacer las verdaderas necesidades. La paradoja es que el deseo conecta a los ciudadanos a una ficción construida sobre lo que no tenemos, impidiéndonos valorar y disfrutar lo que sí está a nuestro alcance.

El desarrollo de tal planteamiento vino mediados los años 20 de los propios carteles de productores de productos eléctricos como las bombillas. Acabada la Gran Depresión, y la posterior Segunda Guerra Mundial, la idea se convirtió en el principio motivador de la producción industrial en Occidente. En el contexto de la Guerra Fría, y el enfrentamiento entre bloques, la obsolescencia programada era un recurso eficaz para el modelo capitalista, frente al del comunismo, en el que la obsolescencia programada no tenía sentido. El diseño y el marketing funcionaban para seducir continuamente al consumidor. En el Estados Unidos en la posguerra (y por extensión en el bloque que lidera) se adopto un lema "Crear el consumidor insatisfecho" que periódicamente viera como natural, incluso como algo de éxito, o un deber social inconsciente, el adquirir nuevos productos con imagen de modernidad y que dejara atrás sus "viejos y atrasados" productos que habían pasado de moda o estaban, o creían, obsoletos. Por lo tanto, la obsolescencia programada esta en la raíz del crecimiento económico continuo y exponencial vivido en occidente desde los años 50. Acabado el enfrentamiento ideológico y cultural entre bloques, la obsolescencia programada es el motor secreto de nuestra economía y sociedad de consumo.

La ética no importa. Que la brutalísima cantidad de recursos perecederos que tal modelo de consumo origina acabe en el Tercer Mundo con las consecuencias terribles para el medio ambiente y la salud de las personas de aquellos países, no importa. Es que ni siquiera se conoce o es tenido en cuenta. Deshacerse de los recursos “quemados” sigue entrando en el coste económico de la producción y consumo de productos, pero este modelo permite un abaratamiento excesivo del proceso final de la vida de los productos. Y de esta fase también sacan réditos y beneficios empresas y gobiernos.

La ética de empresas y gobiernos es inexistente, y es nuestro deber como sociedades civiles empoderadas denunciar este grave comportamiento, absolutamente contraria a las leyes de la naturaleza y de la propia moral ciudadana. Tenemos con nuestro comportamiento, ya no sólo el deber, sino debido a la emergente crisis climática y natural que hemos creado bajo este paradigma, la necesidad de cambiar radicalmente este modelo productivo y con él, la economía y los fundamentos financieros e ideológicos que la permiten y justifican. Es vital parar y ejercitar una economía respetuosa con el medio ambiente y con el propio carácter social y solidario de las personas y las sociedades. Así, y tal y como muestra hacia el final el documental, el decrecimiento es el camino. Te

La realidad y lo más doloroso en sí, es que el filme no nos desvela una gran verdad oculta, pero sí que aporta pruebas, explica motivos y ofrece el contexto y las consecuencias de ese modo de obrar empresarial que se ha convertido en el motor del sistema capitalista, y que al mismo tiempo ha puesto en el disparadero las formas de vida de total la población mundial y en especial de las comunidades más degradadas y perjudicadas por el conjunto de la historia: Desde el colonialismo, hasta el nuevo imperialismo empresarial que se ejercita bajo el paradigma de la globalización.


domingo, 12 de abril de 2020

Día 29 de confinamiento: El día menos pensado. Un Gran Hermano de ciclismo



Ayer escribía sobre lo patentes que quedan las diferencias sociales a la hora de aprovechar (o no) el tiempo en casa, el tiempo en confinamiento. Pues hoy voy a mostrar parte de mi estatus y del privilegio que tengo. Porque ayer sin quererlo disfrutamos de una serie documental que me ha puesto en la obligación de hacer mínima reseña. Anoche a través de netflix veíamos la serie del Team Movistar ciclismo.
El Día menos pensado fue estrenado el pasado 27 de marzo y compuesta por 6 capítulos de aproximadamente media hora cada uno fue rodada el año pasado durante más de 8 meses. Venía a narrar el año del arco iris, el año de Campeón del Mundo de Alejandro Valverde. Y también, y hecho no menos importante y trascendente, los 40 años en competición que la estructura del equipo (aunque con diferentes nombres) lleva en el pelotón profesional.
Es de alabar y de agradecer que Movistar nos haya abierto las puertas de su casa. De su concentración de pre-temporada; del despacho del director general; del autobús del equipo, antes y después de cada etapa. De los coches de equipo donde se ve la pasión y la intensidad máxima de cada momento, de cada decisión. De las habitaciones de hoteles en momentos de masajes y descanso. Y de los comedores de esos mismos hoteles durante desayunos y cenas. Haber podido conocer a los ciclistas y directores y auxiliares. En su vida íntima. En sus orígenes. Un lujo y un regalo que cualquier aficionado al ciclismo no puede perderse.
Pero es que además han compuesto una obra tremenda. Un ejercicio de Gran Hermano deportivo en el que se narran con crudeza todas las emociones y sensaciones. Todas las disputas. Todas las polémicas. Valiéndose de un despliegue tecnológico amplio nos han regalado grandes momentos dentro de los coches en carrera, con la tensión máxima oyendo las conversaciones privadas y la emisora (el tan denostado pinganillo) del equipo.


Esos 8 meses siguiendo, dentro del autobús del equipo por Lieja, italia, Francia o España han compuesto un documental precioso, un regalo televisivo para todo aficionado y que nos ayuda a contextualizar y conocer este maravilloso deporte. Además lo han hecho a calzón quitado con lo dicho en cada momento del año, explicando cada decisión, desde las deportivas hasta las comunicativas, y también, en las entrevistas tras la temporada, las sensaciones vividas. Para ello ha sido muy importante el montaje final en el que han tratado de salvaguardar la imagen del equipo ya sabiendo quien si y quien no iba a continuar la siguiente temporada, pero a la vez, y esto es muy de alabar, sin censurar ninguna de las decisiones pésimas que toma el equipo y que a muchos aficionados nos cabrea. Y nos divierte también.
Vemos a un Movistar Team muy potente. Una estructura asentada que reúne a muchos ciclistas y personal de talento y calidad incuestionable y con unas herramientas de primer nivel. Nos enseñan como preparan y reconocen las cronos y las etapas de montaña. Pero también nos enseñan que van al Tour con intención de ganarlo y no duelen prendas en admitir que no habían entrenado ni un mísero día la crono por equipos donde ya sufrieron un escalabro colosal que tiñó el objetivo de imposible.
La lucha de egos entre líderes son la salsa que adereza el nutritivo guiso de la vida de un equipo profesional de ciclismo hasta componer un plato excelente en gusto y presentación. Valverde, Quintana y Landa con las invitaciones de Carapaz y Marc Soler se presentan y quedan retratados a cada momento por sus palabras, pero sobretodo por su actitud.
Un Alejandro Valverde honesto y siempre incisivo tanto en el planteamiento de la carrera como en sus sentimientos. Primero dolido por su bajo nivel en la primera parte de la temporada y al final feliz por su podio en la Vuelta.
En el Giro con un Richard Carapaz campeón incontestable mientras Landa que iba de líder se plegaba a trabajar para el ecuatoriano, formando con todo el equipo una piña que funcionaba magnífica en la carretera y sobresaliente fuera de ella. Y donde el liderato ejercido desde los coches por Sciandri y Chente configuró un ciclismo ofensivo y dominador.
Y el Tour. ¡Ay el Tour!. Con problemas desde el principio. Estrategias que saltaban por los aires por un combate constante por quien tiene razón. Quien es el líder y quien no. Algo que durante la Vuelta también fue una constante pese a que al final, como el mismo decía, “el Balica siempre está ahí para sacar las castañas del fuego”.
Que el ciclo de Quintana en el Movistar estaba acabado eso lo sabíamos todos desde hace un año y medio por lo menos. Su actitud, egoísta y de enfrentamiento rompía a la escuadra y generaba un mal ambiente que pese al disimulo y las disculpas era evidente para todo aquel que viera las carreras.


En la Vuelta acontecimiento siempre especial para el Movistar hubo muchas más polémicas. Se demuestra que en la polémica etapa de Toledo el equipo ya llevaba una hoja de ruta para atacar en el punto donde luego hubo la montonera con el líder. Las palabras de Valverde sobre como Roglic se lo agradeció en privado y dijo que no tenían que haber parado que los que se habían caído eran ellos, son reveladoras.
Y luego lo de Marc Soler perdiendo una victoria de etapa ya ganada para ayudar a Quintana en los dos últimos kilómetros. Para mi sigue siendo injustificable. La victoria era de Soler y si un líder necesita que a dos kilómetros de la meta le tengan que llevar a la meta no es mucho líder que digamos. Y me da igual que fuera Quintana, Landa, Froome, Indurain o el santo papa.
Las explicaciones de Unzúe, patrón histórico del equipo, Lastras o Arrieta muestran su mayor conservadurismo con respecto a las tácticas de sus compañeros en el Giro, además de lanzar afilados mensajes -sobretodo en el caso de Lastras- que no sé muy bien como pueden ser tomados.
No quiero dejar muchos más espoilers, ni tramas descubiertas. Al final y esto es lo que importa disfrutamos muchísimo mi chica y yo viendo el documental y recuperando en la memoria el curso ciclista 2019. Como digo, y si tenéis la posibilidad, ver El día menos pensado. Documental, deporte, relaciones personales, reallity show y televisión de calidad al máximo.


martes, 7 de marzo de 2017

Historia del mayor crimen perfecto: Inside Job


 
A estas alturas la mayoría de vosotros ya lo habréis visto. A aquellos que no, os lo recomiendo. A los que sí, nunca viene mal volver a pensar un poco en lo sucedido, como hice yo la otra noche, siendo este documental un buen resumen y recuerdo de lo sucedido.
Documental americano estrenado en cines en a finales de 2010 gracias al Oscar al Mejor Documental que recibió en 2010, y sobre todo por el tema que trata: la crisis financiera de 2008 y que ha continuado hasta nuestros días.

Narrado por Matt Damon, curiosamente uno de los actores que apoyó a Barack Obama en su llegada a la Casa Blanca y que ha reconocido su desencanto por las decisiones que tomó el ya ex-presidente de los Estados Unidos en cuanto a sus decisiones en materia de política económica y regulación de las practicas financieras.
Damon, como un narrador omnisciente, va desgranando con detalle las razones que han llevado a la crisis mundial, con foco en EE.UU., donde la alianza entre los organismos políticos y las grandes corporaciones económicas fueron el día a día bastante antes de que todo estallara en 2008 (se remonta a los tiempos de Ronald Reagan). Entonces ya era más que evidente la alianza perversa y corrupta que empezó manipulando el mercado inmobiliario y generando letales burbujas y que ha llegado incluso a controlar las jerarquías universitarias y las decisiones legales. 
Nos cuenta la crisis financiera actual desde sus comienzos, vista por sus ejecutores, bien por acción o por inacción. No hay apenas hueco para las víctimas, aunque el autor logra concienzudamente que siempre estén presentes. Pretende aclarar las causas de las crisis financiera mundial provocada por las hipotecas “subprime” y señalar a sus responsables a través de los testimonios de inversores, economistas y hasta el antiguo director del FMI, el francés Dominique Strauss-Kahn o el filántropo George Soros, que ha acostumbrado a usar productos mass media, como pueda ser esta película, para quedar como el "rico bueno".
Construido de forma sencilla directa y ordenada cronológicamente se estructura en varias partes, dedicando la introducción a la crisis financiera en Islandia de 2008 y 2009 (y su revolución silenciada), continua exponiendo las causas de la crisis mundial y finaliza con un diagnóstico de la situación actual, concluyendo lo poco que se ha hecho durante la administración Obama y lanzando lo erróneas de sus planteamientos como los tratados comerciales como el TTIP o el Transpacifico. Se centra en los cambios en la industria financiera, los grandes riesgos que se permitieron tomar eludiendo las regulaciones que pretendían controlar el sistema, y sobre todo, el conflicto de intereses que existe en el sector financiero y que en la mayoría de los casos se oculta al público y la presión que ejerce dicho sector en los políticos.
Estructurada en cinco bloques y recurriendo a una combinación clásica de materiales, van sucediéndose en Inside Job multitud de entrevistas con los "responsables directos" de la crisis (muchos quedan en evidencia y otros declinaron participar), así como especialistas del ámbito económico, político, académico y empresarial, que se suman a materiales de archivo, imágenes urbanas, comparecencias públicas, gráficos ilustrativos de cifras y porcentajes... Uno lo aprecia sobre todo por su función periodístico-informativa, por su meticuloso rastreo y exposición y por el hecho de dejar constancia de algunos de los barros de los que proceden estos lodos.
 
Es cierto, que durante su transcurso en ocasiones se hace difícil seguir el hilo de la narración ante la avalancha de personajes, discursos, datos y teoría y práctica de la macro economía que se expone ante el cerebro del espectador que puede acabar atosigado, bombardeado e incluso desconectado.
Supongo que es difícil juzgar la objetividad del documental dependiendo en gran parte del posicionamiento ideológico del espectador y su conocimiento del tema. Aún así, me atrevo a decir que es bastante imparcial y no deja indiferente, aunque se llega a la triste conclusión que poco puede hacerse salvo indignarse.
Solamente añadir que aunque es un documental ameno y didáctico, a veces trata temas demasiado técnicos y de difícil comprensión.
El final del documental no es nada optimista pues afirma que a pesar de las regulaciones financieras que se han producido a raíz de la crisis, el sistema que la provoca no ha cambiado. Podemos acabar con las palabras del propio director Charles Ferguson al recoger el Oscar “… discúlpenme, pero debo arrancar señalando que tres años después de que estallara nuestra horrible crisis causada por el fraude financiero masivo, ni un solo ejecutivo ha sido encarcelado, y eso esta mal...” (de hecho, el único encarcelado en los Estados Unidos ha sido Madoff, precisamente por aprovechar la avaricia instalada en el sistema y robar y estafar a los ricos).
Conclusión: Inside Job es la historia de un crimen perfecto
Primero desde los años 80 se genero una corriente de opinión académica y universitaria que lanzaba el axioma de que el mercado era el regulador perfecto y que no era necesaria la intervención del Estado como supervisor.
Después, cuando esa ideología la inmoralidad del neoliberalismo cuajo, para lo que no hubo problemas para explotar dictaduras fascistas en el tercer mundo, sus seguidores se aupaban a los consejos de administración de Wall Street, los claustros de las principales facultades de economía de las universidades americanas y el mismo funcionaria-do de élite de los dos partidos americanos.
Desde allí, y usando las puertas giratorias de manera continuada, comenzaron a hacer negocios explotando la avaricia innata del ser humano. Se valieron de su control de las políticas económicas de los gobernantes de turno, como asesores. Invadieron los cuerpos de los organismos de regulación y control financiero y de las Agencias de calificación que fueron avalando las prácticas de esta mafia para al final  generan burbujas a cuyo estallido le ha seguido un mundo más injusto, inseguro y decadente.
El Estado que no hizo sus deberes para controlar y supervisar a los mercados, finalmente rescató con dinero público a las empresas corruptas. Los responsables del fraude no han acabado en la cárcel, regresaron a casa con los bolsillos llenos y hasta se re colocaron en el Gobierno u otras instituciones económicas mundiales desde las cuales incluso dictaron las recetas para salir del despropósito económico y social que ellos mismos habían provocado.
Y mientras, las calles, salvo esporádicos en el espacio o en el tiempo conatos de rebeldía, silenciadas.
Al final Inside Job viene a hacer un poco de justicia poética, porque de la otra, nada de nada.


 

martes, 11 de diciembre de 2007

¿A quién cojones disparamos?

Jon Sistiaga nos tiene acostumbrados a trabajos plenos de pasión, entrega y realidad. Su máxima es simple: la veracidad. Ahora tras 4 años de ocupación sin más sentido que el control del petróleo y el supuesto negocio de la reconstrucción (caso Walco) el fenomenal periodista y reportero vasco vuelve a Bagdad, ciudad que ya había visitado con anterioridad en varias ocasiones y en la que vivió uno de los más tristes capítulos en la historia del periodismo en España: la muerte de José Couso.

Durante todo el desarrollo del reportaje prima la idea del sin-sentido, de la justificación vacía y de la violencia como fuente de riqueza al otro lado del Atlántico. La dicotomía entre buenos y malos que dibuja la simpleza de los soldados rasos, se tiñe de incertidumbre en la asignación de esos roles, cuando los preguntados son los mandos. Ver a los mandos haciendo rondas y ataviados con el uniforme de camuflaje en el desierto, o esos nuevos equipos y vehículos que transforman la batalla de sangre, sudor y lágrimas en el sonido sordo de risas de jarheads y el vacío de las ametralladoras, mientras los cuerpos aparecen en la pantalla. No es videojuego, pero lo parece. No es Irak, Bagdad sino la puerta del infierno en la tierra, en el que cada día mueren 20 civiles y 2 soldados estadounidenses.

El documental es una muestra impresionante de la lucha que las tropas "aliadas" tienen contra la insurgencia. Terrorismo sí, cuando las víctimas son cíviles, pero no olvidemos, que como bien dijo Sistiaga, "si invaden tu país, ¿no atacarías con todo lo que tienes a las fuerzas invasoras?". Las imagenes filmadas por el periodista, se entremezclan con las acciones colgadas en Internet por los insurgentes, captados, adiestrados y estimulados por Al Quaeda, el radical Al Sader o las brígadas de los mártires de Al-Aqsa, que han convertido una próspera nación de vivo ardor tanto cultural como social, en un bosque de crateres en las carreteras y paredes agujereadas. Impresionante es ver como los soldados americanos solo ven en la fuerza de los dolares la única manera de hacer oposición a las milicias, comprando las confidencias de ciudadanos iraquíes, ya cansados de tanta violencia, pero sobretodo más cansados de pobreza.

Negros, latinos, irlandeses... soldados, cabos, sargentos, tenientes, coroneles y hasta un general aparece en el reportaje. Impresiona ver la naturalidad en la batalla de hombres experimentados como el teniente Hernández o el sargento Rodríguez. Apesadumbra ver y escuchar las razones que el coronel Coffey expone sobre el planteamiento de la derrota de Sadam y cómo debía Occidente llevar a Irak hacia la democracia. Pero lo más triste es ver el día a día de los iraquíes. Cierto es que se ve desde la óptica de los marines, que a través de sus miras y sus gafas sólo ven el miedo y el pavor de la ciudadanía, que en ocasiones, se mezcla con odio y resginación, cuando te disparan porque has subido a tu tejado a dar de comer a los pajaros.

Pero no sólo firma las horas de trabajo de los marines. Sistiaga se mete en los barracones y comparte las vidas en campaña de los soldados. De Sri Lanka, Bangladesh y Nepal vienen tres hombres a trabajar en un Burguer King abierto dentro de la base americana. La globalización económica, el sentir neo-con es una nueva forma de barbarie que se somete a la más tradicional y arcaica. Los pórtatiles, Internet, las grandes pantallas desde las que se ven los espectáculos televisivos americanos vía satélite, ocupan el ocio del ejército. Salvo un teniente, maestro de escuela cuando entra en la reserva, nadie lee. No se ven libros; tampoco nadie escribe; tirada en el suelo aparece un Hustler. La música que suena envalentona a los jovenes soldados, que casi sin oir las letras se mueven impulsados por ritmos similares a los de metralletas. Red Hot Chili Peppers, Linkin Park, Ministry, LImp Bizkit, Beck,... todos ellos ocupan lugares en los Ipod de los marines, pero pocos se inscrustan en el cérebro para mover conciencias.

La guerra siempre ha sido brutal, innecesaria y un acto de barbarie exagerado. Pero en esta Guerra de Irak, o esta postguerra como nos la quisieron vender los del Trio, en la que la violencia tiene un uso mercantílista, capitalista, expropiador,... propio del siglo XVII o de la Conferencia de Berlín... Cómo bien dijo este periodista, este hombre, al que desde hace ya bastante tiempo admiro, "la guerra y posterior invasión de Irak sólo ha servido para incrementar el precio del petróleo, evitar una posible paz en Oriente Medio, facilitar una válvula de salida al jihadismo y los Talibanes de Afgánistan, provocar un muro de intolerancia entre religiones, masacrar una población previamente masacrada por órdenes de embargo que afectaban al ciudadano de a pie, pero no al dictador Sadam..."

Camareros: Necesarios, degradados y precarios. Una experiencia personal

Ahora que ya está aquí el veranito con su calor plomizo, pegajoso y hasta criminal, se llenan las terracitas para tomar unas...