En estos días han llegado a los telediarios, las sobremesas televisivas y también algunas páginas de los periódicos los avatares últimos de la Guerra Civil del Congo. Alarmados quedamos al ver la situación en los campos de refugiados, la violencia y lo aparentemente gratuito de sus causas y consecuencias nos horrorizaron, nos hicieron tragar la bola de comida, desviar la vista y beber un sorbo para pasar el mal trago. Pero por qué conformarse con menos de un minuto de imágenes escogidas y narración pobre y medio censurada. Para ello aproveche la oportunidad que me brindo Cuarto Milenio para conocer el único y principal motivo por el que Occidente y el capitalismo permite una disputa en una de las despensas, en el África tropical, a orillas del Rio Congo y la región de los grandes lagos africanos.
Así llegue a oír por primera vez el nombre de la palabra clave, Coltán, pronunciada por Alberto Vázquez Figueroa, que tiene grandes conocimientos y experiencia sobre el terreno. Y es que este producto mineral y su control se han convertido en el principal detonador de un conflicto que sangra África desde hace 20 años. El coltán es el mineral sobre el que se extrae el Tantalio, metal prácticamente inoxidable (en términos químicos) y que su principal cualidad es que es un súper conductor de electricidad (80 veces más poderoso que el cobre, por ejemplo). Esta capacidad conductora ha permitido la Tercera Revolución Industrial, la que paso de la tecnología a la nanotecnia, a los viajes espaciales, a la interactividad del ser humano con otros semejantes y a la disponibilidad en cualquier momento y lugar de toda la información (si, la que nos quieran dar).
Yo desconocía que era el coltán y ha sido investigando un poquito a través de la red (indómita casualidad) y de la literatura de Figueroa los usos, condiciones y circunstancias de este "mineral azul", que esta rodeando al ser humano ahora mismo, a través de toda la tecnología y los medios y equipos de consumo. El capitalismo ha hipotecado la evolución del ser humano al coltán y como hizo antes con el petróleo, ahora tampoco le ha importando denigrar más el mundo colonial, las libertades y oportunidades del 70% de la población mundial, siempre que el 30% del norte, y normalmente con la tez más clara disfruten de las ventajas de un dvd, en la pantalla plana de su cálido hogar.
Pero este maravilloso mundo portátil, comprimido, práctico e instantáneo, tiene una pega: el coltán es tremendamente escaso, y la mayor parte de su producción se encuentra en una región pobre, cuya inestabilidad política y religiosa esta siendo exacerbada para mantener barata la extracción del producto, mientras el pueblo congolés se desangra. Con yacimientos en Australia (10%), Brasil, Thailandia, China (entre los 3 otro 10%), el 80 % se encuentra en la República democrática del Congo, y más aún en las regiones orientales de Kivu, con un pasado geológico muy unido a los volcanes, que es parece ser, el factor claro para que se produzcan los yacimientos del coltán. En estas regiones siempre han sido constantes los ataques étnicos entre hutus y tutsis, bastante permitidos por la Iglesia católica y la musulmana con facciones en ambos bandos, pero a quien irremediablemente les beneficiaba la guerra. Y lo mismo sucede con los países del primer mundo. Empezando por Bélgica antigua metropolí del terreno desde tiempos de Leopoldo II y sabedor pleno de la potencia del Congo. Y es que quizás sea el Congo en su extensión total, junto a Uganda, Ruanda, Tanzania o Zaire, la zona planeta más poderosa en recursos tanto minerales (petróleo, oro, diamantes), como hídricos (qué tambien han provocado y provocarán no pocos conflictos), madereros (la sabana y los bosques tropicales) y alimenticios. Todo ello en un terreno, en la República democrática del Congo, que sixtuplica el tamaño de España, pero con sólo 40 millones de habitantes, que si hubieran tenido un desarrollo pacífico y abierto, podrían tener hoy en día la renta pér cápita más alta del planeta siempre que mantuvieran su legimitidad sobre sus recursosy un comercio justo por parte del hemisferio norte.
Pero eso el cuento con final feliz; la realidad es mucho más dura. Desde que a mediados de los 80 se conoció la super-conductividad del mineral y la inestabilidad de la región se alentaron y permitieron las continúas guerras para mantener el precio lo más bajo posible y que las multinacionales consigueran la soberanía sobre el mineral. Empresas como la HallyBurton de Dick Cheaney, American Mineral Fields, participada en un 30% por la familia Bush y que en tiempos de la Administración del jerarca permitió la venta de armas a ambas facciones enfrentadas. Pero también empresas como la Bayer, Alcatel, Compaq, Dell, Ericsson, HP, IBM, Lucent, Motorola, Nokia, Siemens y otras compañías punteras utilizan condensadores y otros componentes que contienen tántalo, así como las compañías que fabrican estos componentes como AMD, AVX, Epcos, Hitachi, Intel, Kemet, NEC. Todas ellas vieron que mientras se mantaban los unos a los otros ellos podían maxificar sus beneficios, esquilmando los recursos africanos, ignorando los derechos humanos, amparándose en la publicidad y el capitalismo, y controlando la opinión e información de lo que realmente sucedía con los emporios periodísticos.
Estos beneficios no hubieran existido sin los avatares de un mineral manchado de sangre y desvergüenza, la de unas sociedades adineradas y conservadoras instaladas en el olvido:
En realidad el mayor beneficiario del coltán congoleño durante la guerra fue Ruanda. Según informes de Human Right Watch, el Ejército regular, o bien alguna de las guerrillas que financiaba, empleaba prisioneros hutus, así como a población local, incluidos niños para la extracción del mineral en los yacimientos de aluvión que salpicaban el área bajo su control. Antes de que el mineral fuera transportado por carretera o avión a Ruanda habría pasado por cuatro o cinco comisionistas, generalmente miembros de alto rango del Ejército o de alguna de las facciones guerrilleras. Una vez en Ruanda, el mineral pasaba al departamento administrativo informal ‘Congo Desk’ y dos empresas: Rwanda Metals y Grands Lacs. La organización de Uganda en la extracción del coltán, según informes de la ONU, era mucho menos sistemática y piramidal, y también estarían involucrados altos cargos del Ejército o de las guerrillas financiadas, entre otros, por un hermano del actual presidente de Uganda.
A partir del año 2001 la ONU había enviado a la zona un ‘grupo de expertos’. Los informes por ellos elaborados proponían para acabar con la guerra la declaración de un embargo en la zona tanto de armas como de las importaciones y exportaciones de oro, diamante y coltán sobre los países invasores. De la misma forma, proponían sancionar tanto a los países como a las empresas que incumplieran con el embargo. También aconsejaba una congelación de los activos financieros de los movimientos rebeldes (aliados de los países invasores) y sus líderes y que se estableciera un proceso de certificación de origen del diamante, oro y coltán.
Los innumerables informes de diversas ONG o de la propia ONU que iban saliendo a la luz, y que acusaban a Ruanda y Uganda del expolio de las riquezas minerales del Congo, permitieron una cierta presión internacional y el establecimiento de listas negras de empresas que operaban en la zona. Así 34 empresas (27 occidentales) fueron acusadas de importar coltán y casiterita y se consiguió que la compañía aérea belga Sabena suspendiese el transporte del mineral que realizaba desde Kigali (capital de Ruanda) a Bruselas. Sin embargo, otras rutas alternativas siguieron funcionando, y un considerable porcentaje del coltán congoleño siguió saliendo al mercado camuflado como procedente de Brasil o Tailandia.
Las medidas tomadas resultaron muy poco efectivas y en el Consejo de Seguridad no se llegó a ningún acuerdo para adoptar otras más influyentes. En realidad, ni el Gobierno de EE UU ni los de la Unión Europea mostraron una voluntad política real para acabar con el conflicto en detrimento de sus intereses particulares. Más bien al contrario: muchos países occidentales siguieron ayudando a Uganda y Ruanda tanto militarmente como a través de cuantiosas ‘ayudas al desarrollo’. Por ejemplo, la agencia de ayuda británica (DFID) anunció en septiembre del año 2000 un préstamo de 95 millones de dólares sobre un periodo de tres años para ayudar al Gobierno ruandés. Resulta paradójico y difícil de comprender cómo era necesaria una ayuda a países que poseían los suficientes recursos para invadir a su vecino. En este sentido, informes publicados por la ONU en abril de 2001 estimaban que el gasto militar de Ruanda en municiones, abastecimiento y vuelos de su Ejército en el Congo rondaba los 60 millones de dólares al año, mientras otros informes también publicados por la ONU y por comisiones independientes estimaban que en el año 2000 Ruanda había ganado 40 millones de dólares por diamantes, 15 millones por el oro y 191 millones por el coltán, todos extraídos en suelo congoleño. Uganda habría ganado en sus zonas bajo control 1,8 millones por diamantes, 105 millones por el oro y 6,2 millones por el coltán.
Ruanda y Uganda no sólo se beneficiaron durante el periodo de guerra de la ayuda de los países donantes, sino que parte de sus deudas externas fue cancelada y además fueron considerados como modelos de desarrollo económico.
Por otro lado, la ayuda militar también continuó durante el conflicto, y fueron firmados planes de cooperación entre EE UU y los dos países africanos. Sorprendentemente, el acuerdo con Ruanda llegó después de que una de sus guerrillas tomase Bukavu, la capital de Kivu Sur, en mayo-junio de 2004.
Y todo esto sin entrar en lo peor; inmersos en una guerra civil de la que nadie sabe el comienzo y nada predice el final, con los adultos y muchos millares de niños empuñando las armas, son otros niños los que excarvan en la tierra, con martillo y pico para separar el coltán de la tierra inerte, en régimen de esclavitud, analfabetismo e insalubridad para hacer crecer los réditos bursátiles de compañías tecnológicas de Europa, America y Asia. Las comunicaciones requieren del coltán como producto base, haciéndose en términos económicos y sociales más importante que el petróleo (que todavía es más abundante). Su dominio puede dar la llave al dominio mundial durante el siglo XXI a la potencia que lo consiga, y todas se han lanzado en la vorágine de la maldad y el horror a controlar el coltán sin importar cuantas personas exalen su último aliento o cuantos ecosistemas se mueran, porque el empeño es "noble": qué tengamos móviles más pequeños, uno cada mes, ordendores más rápidos y menos voluminosos, pantallas más planas... y también comuncaciones más secretas, armas más sofisticadas, transoceánicas y mortales. Y este episodio histórico ha sido tan vertiginoso y espontáneo que ha obligado al ser humano, o éste se ha dejado obligar, a olvidarse del paso previo, a perder todas las virtudes y productos del momento anterior. Esto es como si en la Edad del Bronce, se hubieran olvidado de la Piedra. ¿Con qué hubieran cincelado el bronce?. Si ahora olvidamos los derechos humanos, la información escrita y pausada, la industria de productos quizás más voluminosos y menos prácticos, pero más baratos y sostenibles en aras de la velocidad y de la riqueza instantánea daremos un paso al precipio que no podremos evitar y que quizás nos atrase 100 años.Y es que esta tercera revolución esta a punto de culminarse habiendo casi agotado su recurso básico y en un clima de tanta inestabilidad y bajeza moral, depende exclusivamente de los delgados brazos de un niño africano que separa el oro azul de la tierra muerta.
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