Jon Sistiaga nos tiene acostumbrados a trabajos plenos de pasión, entrega y realidad. Su máxima es simple: la veracidad. Ahora tras 4 años de ocupación sin más sentido que el control del petróleo y el supuesto negocio de la reconstrucción (caso Walco) el fenomenal periodista y reportero vasco vuelve a Bagdad, ciudad que ya había visitado con anterioridad en varias ocasiones y en la que vivió uno de los más tristes capítulos en la historia del periodismo en España: la muerte de José Couso.
Durante todo el desarrollo del reportaje prima la idea del sin-sentido, de la justificación vacía y de la violencia como fuente de riqueza al otro lado del Atlántico. La dicotomía entre buenos y malos que dibuja la simpleza de los soldados rasos, se tiñe de incertidumbre en la asignación de esos roles, cuando los preguntados son los mandos. Ver a los mandos haciendo rondas y ataviados con el uniforme de camuflaje en el desierto, o esos nuevos equipos y vehículos que transforman la batalla de sangre, sudor y lágrimas en el sonido sordo de risas de jarheads y el vacío de las ametralladoras, mientras los cuerpos aparecen en la pantalla. No es videojuego, pero lo parece. No es Irak, Bagdad sino la puerta del infierno en la tierra, en el que cada día mueren 20 civiles y 2 soldados estadounidenses.
El documental es una muestra impresionante de la lucha que las tropas "aliadas" tienen contra la insurgencia. Terrorismo sí, cuando las víctimas son cíviles, pero no olvidemos, que como bien dijo Sistiaga, "si invaden tu país, ¿no atacarías con todo lo que tienes a las fuerzas invasoras?". Las imagenes filmadas por el periodista, se entremezclan con las acciones colgadas en Internet por los insurgentes, captados, adiestrados y estimulados por Al Quaeda, el radical Al Sader o las brígadas de los mártires de Al-Aqsa, que han convertido una próspera nación de vivo ardor tanto cultural como social, en un bosque de crateres en las carreteras y paredes agujereadas. Impresionante es ver como los soldados americanos solo ven en la fuerza de los dolares la única manera de hacer oposición a las milicias, comprando las confidencias de ciudadanos iraquíes, ya cansados de tanta violencia, pero sobretodo más cansados de pobreza.
Negros, latinos, irlandeses... soldados, cabos, sargentos, tenientes, coroneles y hasta un general aparece en el reportaje. Impresiona ver la naturalidad en la batalla de hombres experimentados como el teniente Hernández o el sargento Rodríguez. Apesadumbra ver y escuchar las razones que el coronel Coffey expone sobre el planteamiento de la derrota de Sadam y cómo debía Occidente llevar a Irak hacia la democracia. Pero lo más triste es ver el día a día de los iraquíes. Cierto es que se ve desde la óptica de los marines, que a través de sus miras y sus gafas sólo ven el miedo y el pavor de la ciudadanía, que en ocasiones, se mezcla con odio y resginación, cuando te disparan porque has subido a tu tejado a dar de comer a los pajaros.
Pero no sólo firma las horas de trabajo de los marines. Sistiaga se mete en los barracones y comparte las vidas en campaña de los soldados. De Sri Lanka, Bangladesh y Nepal vienen tres hombres a trabajar en un Burguer King abierto dentro de la base americana. La globalización económica, el sentir neo-con es una nueva forma de barbarie que se somete a la más tradicional y arcaica. Los pórtatiles, Internet, las grandes pantallas desde las que se ven los espectáculos televisivos americanos vía satélite, ocupan el ocio del ejército. Salvo un teniente, maestro de escuela cuando entra en la reserva, nadie lee. No se ven libros; tampoco nadie escribe; tirada en el suelo aparece un Hustler. La música que suena envalentona a los jovenes soldados, que casi sin oir las letras se mueven impulsados por ritmos similares a los de metralletas. Red Hot Chili Peppers, Linkin Park, Ministry, LImp Bizkit, Beck,... todos ellos ocupan lugares en los Ipod de los marines, pero pocos se inscrustan en el cérebro para mover conciencias.
La guerra siempre ha sido brutal, innecesaria y un acto de barbarie exagerado. Pero en esta Guerra de Irak, o esta postguerra como nos la quisieron vender los del Trio, en la que la violencia tiene un uso mercantílista, capitalista, expropiador,... propio del siglo XVII o de la Conferencia de Berlín... Cómo bien dijo este periodista, este hombre, al que desde hace ya bastante tiempo admiro, "la guerra y posterior invasión de Irak sólo ha servido para incrementar el precio del petróleo, evitar una posible paz en Oriente Medio, facilitar una válvula de salida al jihadismo y los Talibanes de Afgánistan, provocar un muro de intolerancia entre religiones, masacrar una población previamente masacrada por órdenes de embargo que afectaban al ciudadano de a pie, pero no al dictador Sadam..."
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